LA SOCIEDAD POSTCONFIANZA
Reflexiones basadas en el libro La confianza en la sociedad del riesgo. Barcelona: Sello Editorial, 2018.
1. INTRODUCCIÓN
Es difícil exagerar el impacto de la tecnología en la transformación de las condiciones de vida en el siglo XXI. Es difícil pero no es imposible. En ocasiones reales y otras veces amplificados, los riesgos, las alarmas y las crisis de origen tecnológico forman parte ya de nuestras vidas. El calentamiento global, el colesterol “malo”, las bacterias superresistentes, los troyanos y otros virus informáticos, los drones espía, los coches diesel, las radiaciones ionizantes o los medicamentos que matan, son algunas de las amenazas con las que hemos aprendido a convivir en las últimas décadas.
Son temas que focalizan la investigación científica, movilizan intereses diversos y forman parte del debate político, alimentando las sombras del imaginario social. Las amenazas se refuerzan o debilitan a medida que acumulamos información sobre las mismas, pero también, formando parte de la arena del debate político, con las campañas de comunicación puestas en marcha por los agentes sociales con intereses en tal debate.
Con motivos o no para la alarma, lo cierto es que la visibilidad mediática de las crisis alimentarias, sanitarias e industriales de las últimas décadas ha producido un paulatino deterioro de la confianza institucional en el mundo que surge de la guerra fría. Es un fenómeno que se manifiesta con gran intensidad en Europa occidental pero que tiene un alcance global por la creciente internacionalización de las redes del comercio y la comunicación. La opinión pública se muestra cada vez más recelosa con relación a los mensajes de la industria y las autoridades reguladoras respecto a la seguridad de los productos y sistemas tecnológicos.
No es difícil hacer una breve lista de los escándalos producidos por la exposición en los medios de mentiras, negligencias, vacíos informativos o afán de lucro en la historia reciente del desarrollo tecnológico: el aceite de colza adulterado en la España de principios de los 80, la sangre contaminada con SIDA en Francia a mediados de los 90, la gripe aviar de finales de los 90, las dioxinas de los pollos belgas del verano de 1999, la crisis de las vacas locas en la Europa de los años 90, el antiinflamatorio Vioxx en EE.UU. a principios de 2000 y otros muchos fármacos (Lipobay, Trasylol, Jasmin, etc.) que han seguido la estela de la tristemente famosa Talidomida, la leche materna contaminada en China en 2008, la ineficiente descontaminación radioactiva de Fukushima, los coches diesel trucados de Volkswagen, el tráfico de datos de Cambridge Analytics, etc.
Una creciente alienación social
Si a estos escándalos sumamos una creciente alienación social producida por el consumismo masivo, una población cada vez mejor educada y más consciente de la dependencia de la ciencia respecto a los intereses de la industria, y una creciente aversión al riesgo producida por los más elevados estándares de vida, encontramos como lógico resultado un creciente recelo ciudadano respecto a los agentes que toman las decisiones que afectan a nuestras vidas. Es lo que el politólogo francés Pierre Rosanvallon ha llamado la “edad de la desconfianza”, o lo que el sociólogo sueco-americano Ragnar Löfstedt denomina “sociedad postconfianza”. Pero ¿qué es lo que está en juego en todo esto?, ¿qué función social desempeña la confianza en la actual sociedad tecnológica?
2. LA NOCIÓN DE CONFIANZA
La noción de confianza es una noción compleja. En tanto que virtud intelectual y virtud moral, incluye capacidades cognitivas y afectivas imposibles de describir mediante un algoritmo. Como ya señalaba Aristósteles en La Retórica al hablar de la persuasión, la credibilidad que otorguemos a alguien dependerá no solo de la sabiduría práctica que demuestre, sino también del carácter virtuoso y de la buena voluntad que manifieste. El hablante necesitaría combinar esas cualidades en lo que dice (no en lo que es) para ser entendido como alguien digno de crédito (Rapp, 2010).
La expectativa y la vulnerabilidad
En tanto que actitud orientada al futuro, hay ciertos aspectos que es necesario resaltar en la noción de confianza: la expectativa, la vulnerabilidad y el riesgo (Hupcey et al., 2009: 290; McCraw, 2015: 416-18). La confianza puede entenderse en términos de lo que esperamos respecto a nuestros semejantes y el mundo que nos rodea, y, en este sentido, involucra la expectativa de la realización de algunas acción o estado de cosas (el objeto diana de la confianza). Pero el agente que confía, en tanto que dependiente de otro sujeto o institución para la realización de lo esperado, se sitúa en una posición vulnerable respecto al fracaso o incumplimiento. El concepto de confianza es no obstante más restringido que el de dependencia: la confianza implica dependencia pero no a la inversa, pues podemos depender de otras personas aunque desconfiemos de ellas (Zagzebski, 1996: 160). La confianza también implica riesgo puesto que requiere considerar cursos de acción y la elección entre alternativas (confiar/no confiar), colocándose entonces ante una posible expectativa defraudada o bien ante una posible pérdida de oportunidad.
La expectativa y el riesgo
En su contribución pionera, Niklas Luhmann (1979) entiende la confianza como un mecanismo de reducción de la complejidad, subrayando la relación entre la noción de confianza y las nociones de riesgo y expectativa. Para este autor, la confianza constituye una apuesta arriesgada de anticipación del futuro, consiste en actuar como si cierto futuro fuese a ser el caso. En sus palabras:
El problema de la confianza consiste por tanto en el hecho de que el futuro contiene muchas más posibilidades de las que pueden ser realizadas en el presente y consecuentemente transferidas al pasado. La incertidumbre que necesariamente se presenta es una consecuencia del hecho elemental de que no todos los futuros pueden llegar a ser presente y por tanto convertirse en pasado. El futuro coloca una carga excesiva sobre la capacidad del ser humano de representar su entorno. Debe, por tanto, podarse el futuro para acomodar el presente – i.e. reducir la complejidad. (1979: 13).
La atribución de confianza “fija” así el comportamiento futuro de otros actores como presupuesto para decidir el comportamiento propio en el presente, reduciendo la incertidumbre y haciendo posible la acción social.
3. LA SOCIEDAD DEL RIESGO
Hay ciertos los rasgos de la sociedad contemporánea que confieren un particular relevancia a la confianza. Para examinarlos podemos apoyarnos en el trabajo de referencia de Ulrich Beck y Piotr Stzompka.
Ulrich Beck
De acuerdo con Beck (1986) y su visión del mundo contemporáneo como una “sociedad del riesgo”, hemos pasado de una sociedad basada en el destino a otra modelada por la acción humana intencional, con un poder creciente de modificación de la vida social y del entorno. El desarrollo tecnológico e industrial ha producido nuevas formas de peligrosidad y ha llevado el riesgo al centro de la vida social y personal, generando incertidumbre y vulnerabilidad. Pero, además, muchos de los daños que en el pasado se atribuían a la naturaleza, al destino, la mala suerte o a seres sobrenaturales, y eran vistos así como peligros inevitables, hoy son habitualmente imputados a acciones y decisiones humanas, y, por tanto, se les otorga la forma de riesgos. El peligro se transforma así hoy en un problema político y en resorte para la movilización de los agentes sociales en la arena pública.
Piotr Stzompka
Debemos también tener en cuenta, según Stzompka (2000), el alto grado de diferenciación funcional, interdependencia y globalización que hemos alcanzado en nuestra “sociedad del riesgo”. La complejidad creciente de las instituciones y los sistemas tecnológicos, su interdependencia y el alcance global de su operación, ha hecho que grandes segmentos del mundo social sean opacos para sus miembros. Y, a su vez, la opacidad de organizaciones e instituciones ha producido el creciente anonimato y despersonalización de aquellos de los que depende nuestro bienestar.
Desconocemos a los agentes que están detrás del sistema financiero, los científicos que elaboran nuevos principios activos en medicamentos o los ingenieros responsables del diseño de los aviones: la confianza social es una apuesta acerca de las acciones contingentes de opacos agentes institucionales, un mecanismo para manejar un futuro incierto e incontrolable (Weber y Carter, 2003: 5 ss.).
En este contexto suele plantearse el valor de la confianza como activo crítico para la gobernanza en la sociedad del riesgo. La confianza en los gestores del riesgo (en las instituciones y sus representantes) puede compensar una percepción del riesgo negativa y contrarrestar las posibilidades de instrumentación de los riesgos en la arena pública por parte de los agentes sociales. Y, al contrario, la desconfianza puede llevar a la movilización social y la confrontación de actores sociales aun cuando los riesgos sean percibidos como pequeños (Renn, 2008: 222).
4. LA CONFIANZA EN EL ÁMBITO DE LA VIDA PÚBLICA
En el ámbito de la vida pública, el término “confianza” hace referencia al juicio sobre el grado en que una organización satisface las expectativas de los actores sociales respecto al cumplimiento de su misión institucional, si lo hace con profesionalidad, honestidad, competencia, etc. Podemos entender la credibilidad como una variedad de la confianza referida únicamente a la comunicación, definiéndola como el grado en que los esfuerzos comunicativos de una organización satisfacen las expectativas sociales en términos de honestidad, transparencia y profesionalismo (Renn, 2008: 223; Walaski: 20ss.).
Las dimensiones en la confianza
Pero ¿en qué sentido confiamos cuando decimos confiar en alguien o en alguna institución? De acuerdo con la literatura de percepción del riesgo, a pesar de los debates puntuales en estudios empíricos, hay tres dimensiones principales en la confianza y, por tanto, tres modos de entenderla o de ponderar sus factores:
- La competencia percibida (el grado de pericia técnica, entendiendo que incluye la eficiencia).
- La independencia e integridad percibida (falta de sesgo, objetividad, consistencia, sinceridad).
- La empatía percibida (benevolencia, similitud de valores o cosmovisiones).
Curiosamente, como señalan Mayer et al. (1995:717), son dimensiones aproximadamente coincidentes con los factores que, de acuerdo con la gran obra clásica sobre la persuasión (La Retórica de Aristóteles), hacen a alguien digno de crédito. Hay que tener en cuenta que la atribución de credibilidad o el ejercicio de la confianza suele combinar diferentes modalidades (competencia, independencia, empatía) y, además, puede hacerlo con distintas intensidades.
La erosión de la confianza
Asistimos en cualquier caso a una erosión continua de la confianza que, como muestran los estudios empíricos sobre percepción del riesgo (e.g. Slovic, 2000), está asociada a una creciente aversión al riesgo por parte de la población. Desde el punto de vista tradicional, la confianza genera una gestión eficiente a través de la producción de capital social (e.g. OCDE, 2017).
Sin embargo, la confianza es solo una forma de fundamentar una gestión del riesgo eficiente, algo que es importante tener en cuenta dado que es mucho más fácil perder la confianza que ganarla. Cuando la confianza en las personas u organismos falla, seguimos estando dispuestos a depender de ellos siempre y cuando contemos con estructuras institucionales apropiadas, como leyes que se cumplan, independencia judicial, transparencia en la gestión, rendición de cuentas de los poderes públicos, libertad de información y oportunidades de participación. Son estructuras diseñadas para eliminar la necesidad de confianza o al menos reducir los costes en caso de que esa confianza se vea defraudada (Löfstedt, 2009: xi). Expresado brevemente: si falla el “apretón de manos” entonces lo que necesitamos es un contrato. De hecho, la desconfianza (no la falta de confianza) ejercería una función análoga de reducción de complejidad del sistema (Luhmann, 1979: cap. 10).
5. ¿TIENDE REALMENTE A DESAPARECER LA CONFIANZA EN LA SOCIEDAD POSTCONFIANZA?
¿Desaparece entonces la confianza en la sociedad postconfianza? La situación es más compleja de lo que pueden resumir un simple “sí” o un “no”. La sociedad postconfianza no es una sociedad de la desconfianza. No se trata meramente de la disipación de la confianza y su sustitución por estructuras institucionales que garanticen la gobernanza. Más bien le ocurre como al riesgo en las situaciones de intercambio de riesgos, i.e. la eliminación o reducción de un riesgo (riesgo diana) para una población conlleva el traslado de dicho riesgo (riesgo contrapeso) para otra población o la aparición de un nuevo riesgo para esa u otra población. Por ejemplo, la retirada del amianto en las antiguas construcciones permite reducir la exposición a este cancerígeno de los usuarios de dichas instalaciones, pero a cambio expone a los operarios que realizan la extracción a una exposición mucho mayor (Graham y Wiener, 1995). Le ocurre como a la energía: que no se destruye (aunque sí puede crearse), sino que se desplaza y se transforma.
En el caso de la confianza, ésta más que desaparecer migra y puede cambiar de naturaleza. Optar por un contrato al desconfiar de un semejante conlleva asumir expectativas, y establecer una relación de dependencia, respecto de los individuos o instituciones encargados de velar por su cumplimiento. Los mismos individuos y grupos sociales que antes depositaban su confianza en el gobierno y la industria ahora lo hacen en grupos de interés, como asociaciones de consumidores o pacientes, las ONG, la judicatura o el mundo académico. Redirigen su consumo informativo hacia otras fuentes y pueden acceder a una diversidad de canales (especialmente a través de Internet) que hace que dejen de ser dependientes de las autoridades para recibir información.
El cambio de naturaleza de la confianza
Pero es una confianza que también tiende a cambiar de naturaleza. Retirar la confianza al gobierno por la gestión opaca y controvertida de una amenaza ambiental denunciada en los medios de comunicación, puede llevarnos a depositar la confianza en organizaciones ecologistas que consideramos más independientes de la industria y, por tanto, más creíbles (transferencia de la confianza: mismo tipo de confianza, diferente agente social depositario); o retirar la confianza en los médicos por sus malas noticias sobre una enfermedad que padecemos y su falta de sensibilidad con los pacientes puede redirigir un nuevo tipo de confianza hacia homeópatas o curanderos que sí son capaces de proporcionarnos alguna esperanza y nos hablan sobre lo que nos preocupa en un lenguaje comprensible (transformación de la confianza: diferente tipo de confianza, diferente agente social). Este reconocimiento nos permite comprender el enorme poder que han alcanzado en las últimas décadas esos grupos de interés, las instituciones científicas y las ONGs independientes, así como el poder judicial, respecto a su capacidad de influencia sobre la administración pública (Löfstedt, 2009: xv).
Riesgos de la potenciación de la autonomía en detrimento de la dependencia institucional
Mas la potenciación de la autonomía en detrimento de la dependencia institucional en la sociedad contemporánea no está libre de riesgos. Se estimula a los ciudadanos a tomar sus propias decisiones sobre aceptabilidad de riesgos. Pero son decisiones no informadas por las autoridades reguladoras sino por los agentes sociales que resultan, en cada momento, tener las estrategias de comunicación más eficientes. Es un escenario donde alertas infundadas, pero bien comunicadas, pueden causar con cierta facilidad una alarma pública considerable, como se ha mostrado en el sector farmacéutico (Löfstedt, 2009: xv), si bien lo mismo podría decirse de la gestión por las autoridades reguladoras de recientes amenazas sanitarias como la del virus H1N1. Son los riesgos propios del juego democrático.
La confianza institucional
Un mensaje habitual en los medios de comunicación y la literatura especializada (e.g. OCDE, 2017; Slovic, 2000) es que la confianza institucional es necesaria para el buen funcionamiento de una sociedad. La confianza es ciertamente un elemento central del capital social en la sociedad contemporánea, pero quizá tiende a sobrevalorarse en menoscabo del escrutinio público y la rendición de cuentas (Poortinga y Pidgeon, 2003). Con exageración o sin ella, las vacas locas, las dioxinas en alimentación, y otras crisis recientes que han afectado especialmente a los países europeos, junto con la intensificación del activismo ciudadano que demanda participación, han generado un nuevo escenario en el que no es posible ni quizá deseable recuperar el rol tradicional de la confianza institucional como apoyo principal para el eficiente funcionamiento social.
Palabras finales
La erosión de la confianza en la sociedad actual no es necesariamente mala. Entre el rechazo visceral y la aceptación emocional, entre el recelo y la candidez, hay un amplio y fecundo territorio de lo que Löfstedt (2009) llama en unas ocasiones “confianza crítica” y, en otras, “desconfianza crítica”. La confianza en realidad no desaparece, solo se matiza mediante la cautela y la crítica respecto a los actores tradicionales (gobierno, industria) y se redirige como activo hacia nuevos actores (ONGs, universidades), cambiando con frecuencia de naturaleza.
En un mundo en acelerada transformación por efecto de la ciencia y la tecnología, con una sobredosis de información y desinformación procedente de una diversidad de actores que pugnan por recursos limitados en la arena pública, una cierta dosis de escepticismo en una ciudadanía crítica es hoy fundamental para generar rendición de cuentas y espacios de participación ciudadana.
La inteligencia práctica, la virtud y la buena voluntad no siempre pueden presuponerse en aquellos de cuyas decisiones depende nuestro bienestar. Facilitar la gobernanza en la sociedad del riesgo requiere ciudadanos que no se inhiban frente a los grandes temas y las amenazas cotidianas, ciudadanos críticos y bien informados que actúen de contrapeso democrático de los tradicionales y cada vez más opacos agentes sociales.
REFERENCIAS
Aristóteles, On Rethoric: A Theory of Civic Discourse, G.A. Kennedy (trad.), 2ª ed., Nueva York-Oxford: Oxford University Press, 2007.
Beck, U. (1986), Risk Society: Towards a New Modernity, Londres: Sage, 1992.
Hupcey, J.E., J. Penrod, J.M. Morse y C. Mitcham (2001), “An Exploration and Advancement of the Concept of Trust”, Journal of Advanced Nursing 36/2: 282-293.
Löfstedt, R.E. (2009), Risk Management in Post-Trust Societies, Londres: Earthscan.
López Cerezo, J.A. (2018), La confianza en la sociedad del riesgo, Barcelona: Sello Editorial.
López Cerezo, J.A. y J.L. Luján (2000), Ciencia y política del riesgo, Madrid: Alianza.
Luhmann, N. (1979), Trust and Power, Nueva York: Riley.
Mayer, R.C., J.H. Davis y F.D. Schoorman (1995), “An Integrative Model of Organizational Trust”, Academy of Management Review 20/3: 709-734.
McCraw, B.W. (2015), “The Nature of Epistemic Trust”, Social Epistemology 29/4: 413-430.
OCDE (2017), Trust and Public Policy: How Better Governance Can Help Rebuild Public Trust, París: OCDE Publishing.
Rapp, C. (2010), «Aristotle’s Rhetoric», The Stanford Encyclopedia of Philosophy. En: https://plato.stanford.edu/archives/spr2010/entries/aristotle-rhetoric/ (acceso: 04-11-2018).
Renn, O. (2008), Risk Governance: Coping with Uncertainty in a Complex World, Londres: Earthscan.
Poortinga, W. y N. Pidgeon (2003), “Exploring the Dimensionality of Trust in Risk Regulation”, Risk Analysis 23/5: 961-972.
Slovic, P. (2000), The Perception of Risk, Londres: Earthscan.
Sztompka, P. (2000), Trust: A Sociological Theory, Cambridge: Cambridge University Press.
Walaski, P. (2011), Risks and Crisis Communication: Methods and Messages, New Jersey: Wiley.
Weber, L. y A. Carter (2003), The Social Construction of Trust, Nueva York: Springer.
Zagzebski, L.T. (1996), Virtues of the Mind: An Inquiry into the Nature of Virtue and the Ethical Foundations of Knowledge, Cambridge: Cambridge University Press.
Las ideas esbozadas en este artículo se desarrollan de manera estricta y documentada en López Cerezo, J. A. (2018). La confianza en la sociedad del riesgo. Barcelona: Sello.
About the author
JOSÉ ANTONIO LÓPEZ CEREZO
José A. López Cerezo es profesor de filosofía de la ciencia en la Universidad de Oviedo. Su principal línea de investigación es la comprensión pública de la ciencia y la participación ciudadana en la materia. En este campo ha publicado en las principales revistas internacionales, como Public Understanding of Science o Science, Technology & Human Values, así como en prestigiosas editoriales españolas o internacionales, como Tecnos, Alianza, Springer o Cambridge University Press. Su último libro es La confianza en la sociedad del riesgo (Sello Editorial, 2018).
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