Los hijos de Erice a la intemperie
Los hijos de Erice a la intemperie Cerrar los ojos y La mirada del adiós Nunca acudo al cine el día del estreno, pero con Cerrar los ojos hice una excepción, entre casual y oportuna, en una sala de pueblo bastante más poblada que la que aparece al final de la película. Aún no había salido a la calle cuando supe que acabaría intentando esta columna, algo también inhabitual en mí. Y la he dejado dormir tres meses largos para escribir cuando ya no son las imágenes lo que queda en la retina, sino el sabor, el regusto, eso que ahora llamamos, a tiempo y a destiempo, la memoria; justo el espacio en que se mueve la cinta. Memoria, ausencia y cine, son quizá los conceptos que, de forma justificada, más han destacado los comentaristas[1]. Los tres vértices se suceden y relevan en una galería de espejos. Asistimos