3.- Unidad reflexiva de la comunidad. Derecho, nación y estado
§ 11.- Unificación administrativa del saber. Concordia y ortodoxia.
Lo que la comunidad es y sabe de sí, lo que le han contado de su origen y de su historia es la clave de su identidad, del cuidado de sí y de la educación de los ciudadanos. Se trata de un ser y de un saber que, dada su complejidad, requiere sistemas extrasomáticos para almacenar información, comentarla y transmitirla, o sea, escritura.
A partir de la formación del estado en las sociedades complejas de la Edad de los metales, el saber de sí y el actuar conforme a lo que se es mediante acuerdos de la comunidad, o sea, la gestión de los estados democráticos griegos, de las polis, requiere un volumen de información que se maneja mediante documentos escritos, y un ejercicio de la reflexión que se lleva a cabo en solitario, o en diálogo de pequeños grupos, como había ocurrido con la astronomía en la edad de los metales.
El saber de sí se expresa en la definición de sí, la “profesión de identidad” que está contenida de un modo más o menos explícito en los actos de patriotismo y en los actos de solidaridad y respeto, es decir, en las costumbres. Alejandro tenía dudas sobre si era posible gobernar a los asiáticos como a los griegos y educarlos de manera similar, porque tenían costumbres bárbaras. Por ejemplo, porque copulaban en público, como los perros, porque cada uno podía tomar a la mujer de otro o porque no enterraban a sus muertos y los dejaban para “pasto de los buitres”. Porque no habían vivido las historias de unos héroes como Orestes, Antígona, Jasón o Medea[1].
El estado democrático, de la misma manera que potencia el patriotismo y la solidaridad sin merma de su fundamento divino, que en la Antigüedad empieza a considerarse trascendente, potencia la comprensión intelectual y la expresión conceptual de sí, es decir, potencia la actividad de un logos cada vez más autónomo y diferenciado, y el descubrimiento del artífice y gestor de ese logos, a saber, el Nous, el intelecto o el espíritu. Este es el fin del camino por el que desde milenios atrás han conducido a los hombres sus sacerdotes y escribas, sus aedos y sabios.
El estado democrático favorece y potencia la autonomía del logos, que ya se ha desarrollado en la astronomía, el derecho y la economía de la Edad de los metales, y permite que el intelecto retroceda desde ese producto suyo, a su actividad productora y su producción, hacía sí mismo, hacia su centro, hacia el fondo y fundamento de sí en tanto que espíritu.
Al hacerlo abre dos caminos. Uno es vivenciar lo que encuentra, vivenciar el fundamento de sí, que es lo que hacen Lao Tse, Zaratustra y Pitágoras, y otro es nombrarlo, poner nombre a las partes del espíritu y de su fundamento, y a las etapas del camino por el que se llega a él, que es lo que hacen Platón, Filón y Plotino. Así se abre el camino de la religión interior, del culto interior, de la mística, del diálogo con lo divino, por una parte, y el camino de la reflexión intelectual, del mundo ideal, de la filosofía y de la ciencia, por otra.
En la Antigüedad el intelecto queda netamente diferenciado de la imaginación y del corazón, y empieza a operar autónomamente. Así puede realizar la “profesión de identidad” en la Asamblea, declarar la “confesionalidad” del estado y definir la ortodoxia.
Esta “profesión de identidad”, esta “confesionalidad”, y esta autonomización del logos y del Nous, hacen posible una nueva exploración del hombre y del cosmos, de la relación de uno y otro, y de la relación de ambos con un fundamento trascendente al que ahora empieza a llamársele Zeus, Dios, y también el ser.
El estado confesional, el que define su identidad mediante acuerdos y palabras, se gesta en el estado democrático, y lo hace posible la autonomización del logos y su ejercicio plural. Así es como se establece también la ortodoxia, que es el modo que la comunidad tiene de afirmarse a sí misma, defenderse de la descomposición y mantener abiertas las vías de su desarrollo, marginando las posiciones extremistas para que no impidan el despliegue histórico social.
NOTAS
[1] El contraste entre las costumbres griegas y las asiáticas puede verse en Heródoto, Historia, Madrid, Gredos, 5 vols. 1995-97.
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About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).