2.- Temas de la experiencia mística y técnicas de meditación
§ 79.- Técnicas de meditación. Ayuno, respiración y “mantra”
Junto a la tarea del símbolo, a la virtualidad de los lenguajes divinos, y a la acción de la gracia, hay una actividad que el hombre puede hacer por sí mismo, y que es la que corresponde al amante. En el diálogo amoroso, la unión y la donación resulta de la acción mutua y de la correspondencia mutua, y al hombre le corresponde un tipo de preparación, que viene dada por las técnicas de meditación, esa interiorización del instrumental litúrgico, o la mimetización de ese instrumental.
Las técnicas de meditación consisten en la cancelación o anulación de los actos segundos, de la actividad cognoscitiva y volitiva que se refiere a la vida cotidiana, para recoger el intelecto y la voluntad en el acto primero de la vida, del alma, del espíritu, o bien para recogerlos en la vida, el alma y el espíritu en tanto que acto primero, que en ese caso no tiene más objeto que él mismo y su fundamento.
Las técnicas de meditación son muchas. Varían de unas culturas a otras y de unas épocas a otras, aunque parece que hay unas constantes en todas ellas, y parece que hay algunos ejercicios que se dan con bastante universalidad. Entre los que se dan con bastante universalidad están el ayuno, los ejercicios de respiración y los “mantra”.
El ayuno y la respiración aparecen universalmente porque son las formas básicas de vaciamiento del cuerpo y del alma, la forma en que la conciencia da la espalda al orden del obrar y de la representación y se vuelve de cara al orden del ser. Mediante el ayuno la subjetividad cesa de alimentar el ser y el vivir con entidades del orden de lo creado, que son el alimento adecuado para mantenerse en el orden empírico, y se prepara para alimentarlos directamente con y en el fundamento, que es el alimento adecuado para ser mantenido en el orden de la sustancialidad.
Por lo que se refiere al ayuno, las técnicas de la concentración y la meditación consisten en desviar la atención de los actos segundos y centrarla en el acto primero, el ser, la sustancia, y suelen expresarse en forma fenomenológica y narrativa, más que en forma ontológica.
Isaac el Sirio lo expone de la siguiente manera:
De la misma manera que el deseo de la luz es propio de los ojos sanos, el deseo de la oración es propio del ayuno llevado con discernimiento. Cuando un hombre empieza a ayunar, desea que los pensamientos de su espíritu estén en comunión con Dios. En efecto, el cuerpo que ayuna no soporta dormir toda la noche sobre su cama. Cuando la boca del hombre ha sido sellada por el ayuno, éste medita en estado de compunción, su corazón ora, su rostro es grave, los malos pensamientos le abandonan; es enemigo de codicias y de vanas conversaciones. Nadie ha visto jamás a un hombre ayunar con discernimiento y estar sujeto a malos deseos. El ayuno llevado con discernimiento es como una gran mansión que acoge todo bien…
¿Hay un arma más poderosa que el ayuno y que avive tanto el corazón en la lucha contra los espíritus del mal? [1]
Entre otros significados, el ayuno penitencial tiene precisamente como fin el ayudarnos a recobrar nuestra interioridad[2].
Por lo que se refiere a la respiración, centrar la atención en ella es centrar el intelecto y la voluntad, la conciencia, en una de las actividades empíricas de la que depende inmediatamente la vida como acto primero, que es la vida biológica y la actividad del alma en tanto que principio de ella.
El peregrino ruso relata que
inspiraba el aire y lo retenía en mi pecho diciendo: Señor Jesucristo, y lo espiraba añadiendo: tened piedad de mi[3].
En otro sentido, repetir siempre la misma frase corta es también una forma de “mantra”.
Por lo que se refiere a los “mantra”, parecen tener el valor y sentido del símbolo unitivo de Jámblico. El término “mantra”[4] aparece por primerea vez en el Rig Veda en el milenio II AdC, con el significado de ‘instrumento del pensamiento’ y con el de ‘oración, ruego, himno de adoración, palabra aplastante, canción’.
El más conocido de los mantra budistas es om mani padme hum . Corresponde a la compasión y se traduce ‘¡Oh, joya en el loto!’. Originariamente om es el símbolo sonoro correspondiente al Brahman, y más tarde pasa a ser parte de una frase, himno o plegaria budista.
El mantra puede tener una o varias palabras, uno o varios tonos musicales y puede tener o no significado. Puede tener representación gráfica, y estamparse en emblemas y banderas o en piedra. Tiene efectos psicológicos y espirituales, y en este sentido resulta análogo al símbolo de Jámblico, y puede encontrarse en numerosas religiones, incluidas las cristianas.
Independientemente del valor que pueda tener en el repertorio de los sacramentales de las diversas religiones, la repetición constante y monótona de una palabra, aunque tenga sentido, acaba perdiéndolo para el intelecto, que puede quedar anulado en su actividad. Ese es el sentido que tiene la artimaña de “contar ovejas”, cuando no se puede dormir por las noches, para conciliar el sueño. La actividad intelectual y la conciencia pueden quedar canceladas como ocurre en el sueño, o bien pueden quedar aminoradas y en acto, pero a nivel sustancial de acto primero.
Estos procedimientos de meditación se usan así también en el cristianismo, y así los recomienda, por ejemplo, San Juan Clímaco en el siglo VII, pero no se les denomina ‘mantra’:
No busques hablar mucho cuando ores, tu espíritu puede distraerse buscando palabras. Una sola palabra del publicano apaciguó a Dios y un solo grito de fe salvó al buen ladrón. Ser locuaz en la oración dispersa seguido al espíritu y lo llena de imágenes, por lo que repetir una misma palabra ordinariamente lo dispone al recogimiento. Si una palabra de tu oración te llena de dulzura o de arrepentimiento, permanece en ella, pues eso significa que nuestro ángel de la guarda está allí, orando con nosotros[5].
NOTAS
[1] Isaac el Sirio (650-700), monje nestoriano, muy citado en la iglesia rusa, entre otros por Dostoiewski y por el peregrino ruso. Lecturas domingo 1 de cuaresma, Biblia Latinoamericana: Commentary. Cfr., El don de la humildad: itinerario para la vida espiritual, Salamanca: Sígueme, 2007.
[2] San Juan Pablo II (1920-2005) Papa, Angelus del 10 de marzo 1996.
[3] Anónimo, Relatos de un peregrino ruso, Librería Parroquial de Clavería, S.A., México, D.F., versión española del P. Leandro de Sesma, O.F.M. Cap., Introducción y notas de Jean Gauvain, pag. 51.
[4] https://en.wikipedia.org/wiki/Mantra, https://es.wikipedia.org/wiki/Mantra,
[5] San Juan Clímaco (c. 575-c. 650), monje en el Monte Sinaí, La Santa escala “De la sobriedad en la oración”, (frm rad.evangelizo.org©) https://evangeliodeldia.org/SP/gospel
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).