3.- El fondo del alma. Fenomenología de la experiencia mística
§ 82.- Lo cultural en la comunicación mística. Proclo y Pselo
Tanto las comunicaciones místicas naturales como las sobrenaturales están mediadas por factores culturales, o sea, lingüísticos, puesto que se llevan a cabo mediante signos y símbolos significativos.
Anteriormente (OORA § 41.2) se ha citado el texto de Proclo de Lecturas del Cratilo de Platón, (LVII, 25P 14-18,) en el que se dice que a los dioses les
complace ser nombrados en las lenguas de sus propias regiones.
Por su parte, como también se ha indicado (OORA § 41.1) Pselo, en los comentarios a los Oráculos Caldeos, insiste también en algo parecido[1].
Entre los diferentes pueblos hay nombres trasmitidos por Dios, que tienen en los ritos una potencia inefable. Por consiguiente, «no los cambies» en lengua griega: por ejemplo, los nombres Serafín, Querubín, Miguel y Gabriel. Porque dichos de este modo según la lengua hebrea, tienen en los ritos una eficacia indecible, pero cambiados por nombres griegos, se relajan.
Los símbolos analógicos y los nombres divinos de Jámblico o de Ibn Arabi, y los nombres de Cristo de Fray Luis de León, tienen sentido y referente solo si les resultan familiares y les complace a los dioses y a los orantes. Solo si les resultan familiares y les complace a los interlocutores hay comprensión y comunicación. Pero que ocurra eso depende de sus hábitos culturales. Depende, por una parte, de la síntesis pasiva de los orantes, de su tradición cultural, y de los hábitos personales de cada uno de ellos, por otra.
La familiaridad y la complacencia son valoraciones estéticas, que no dependen de la voluntad electiva o del libre albedrío, sino del sí mismo y de los hábitos del sí mismo, que, aunque son modulados por los actos segundos, que sí son históricos, pertenecen al orden del acto primero.
Las técnicas de meditación, y especialmente los mantra, son elementos lingüísticos, formas gestuales, acústicas, plásticas, etc., pertenecientes a la familia de los demás elementos simbólicos constituyentes de las lenguas, que integran la síntesis pasivas de los individuos de las diferentes culturas. Esos elementos lingüísticos son el medio y el elemento de comunicación de los hombres con los espíritus y con Dios.
Los espíritus y Dios se pueden comunicar con los hombres de un modo natural sin palabras y de un modo voluntario con palabras y símbolos. Cuando se comunican con palabras y símbolos, ambos pertenecen a una lengua. Los espíritus y Dios hablan con Hildegarda de Bingen en alemán, con Juliana de Norwich en inglés y con Teresa de Ávila en español.
Los interlocutores pueden aprender esas lenguas y las valoraciones estéticas de esas culturas, y tenerlas asimiladas en el modo de hábitos, es decir, saberlas y utilizarlas en sus comunicaciones, tanto naturales como voluntarias. Resultaría temerario decir que los espíritus y Dios no saben y no pueden saber griego y latín, o inglés y español, porque el modelo teórico de la ontología aristotélica no contempla y no permite esa posibilidad.
Lo natural es espontáneo y necesario, no voluntario. Lo íntimo y libre es gratuito, como la gracia. Esta diferencia de principios de comunicación, y en cierto modo también de actuación, es la que permite entender la diferencia entre magia y milagro, y de la diferencia entre la eficacia de unos y otros símbolos y nombres, de la que habla Pselo.
Edith Stein, que conoce bien a Dionisio y Tomás de Aquino, y que critica y reelabora parte de la angelología tomista en el siglo XX, echa de menos en el Aquinate es un enfoque existencial de la vida de los espíritus puros.
Edith Stein afronta directamente la libertad de comunicación entre ellos, las formas de compartir su intimidad, en primer lugar, y la fecundidad resultante de esa comunicación íntima entre los espíritus, como la que Platón describe en el Banquete entre maestro y discípulo[2].
Edith se resiste a pensar los espíritus puros como individualidades aisladas, y prefiere pensarlas siempre como formando el coro de los ángeles, en un tipo de sintonía como las que se producen en los contagios emocionales, la fusión vital de los individuos en el grupo, y otras modalidades de unión comunicativa como las que describe Scheler en Esencia y formas de la simpatía [3].
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NOTAS
[1] Cfr. nota 72 del capítulo 3: comentarios de Pselo a Oráculos caldeos, en Oráculos caldeos, ed. De García Bazán, cit. pag. 139.
[2] Cfr., Stein, Edith, Ser finito y ser eterno, México: FCE, 2004, caps. VII y VIII
[3] Cfr., Scheler, Max, Esencia y formas de la simpatía, Salamanca: Sígueme, 2005. En el prólogo de la edición alemana de 1923, Scheler recoge parte de su debate con Edith Stein sobre el tema.
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).