La belleza del ser personal y del encuentro en Sorolla

 

Presentación

Autorretrato de Sorolla (1915).Imagen 1

En la pintura de Sorolla, se halla presente indudablemente una intensa belleza. Esta se manifiesta en su representación de la Naturaleza, en especial de la luz, del mar, de la playa, del paisaje, etc. Asimismo, se refleja en los objetos –barcos, velas, sábanas, muebles, trajes y vestimentas, etc.-, y en los seres vivos -como en la vegetación y los animales-. Pero, también y de un modo singular, Sorolla muestra lo bello de las personas con un peculiar estilo. Acerca de lo último trata en concreto esta reflexión.

Esta belleza de la persona no se limita meramente al exterior de los sujetos. La contemplación de las obras del valenciano nos permite captar la belleza integral o integradora del ser personal que aúna lo externo y lo interno. Sus personajes pictóricos traslucen esta belleza más profunda que acompaña a toda persona, una belleza ontológica o propia del ser personal, la que corresponde a la dignidad característica de las personas. Esto lo logran las creaciones de Sorolla al  traslucir formalmente, en su aspecto, apariencia y figura, la originalidad personal, lo propio y distinto del ser de la persona, su unicidad.

 La presente reflexión se centra justamente en ello y lo proyecta sobre otro campo: el de las relaciones o grupos humanos. Sorolla expone lo bello de nuestra dignidad como seres personales, pero a la par también lo bello del encuentro entre los sujetos. Su arte constituye, así, un testimonio en favor del valor único de la persona y, por ende, de la fecundidad de los lazos interpersonales. Con ello, explicita en su arte una concepción de lo humano determinada, una antropología o visión del hombre, implícita en el interior del pintor, que claramente tiene por eje la clave de la persona.

 

La figura humana en Sorolla como testimonio del valor y belleza más hondos de la persona

La figura humana en Sorolla

Representación de Sorolla de la figura humana
J. Sorolla (1908). Niños en la playa. Imagen 2

 Sorolla representa, en gran medida, y entre muchas otras cosas por supuesto, el pintor contemporáneo español de la belleza de la luz de las playas y del mar Mediterráneo. A este respecto, remitimos de inicio a otros análisis que ya han explorado la noción y categoría estética de la belleza en cuanto presente en su obra[1]. Por otra parte, no hace falta insistir en la inextricable conexión o nudo que existe entre belleza y vida, lazo que sus obras claramente expresan[2]. Pero, junto a ello, su genio alcanza a exponer el valor o dignidad de la persona y de su belleza más honda. Esto, gracias, entre otras vías, a su esmerado tratamiento de la figura humana.

De esta manera, en sus obras, acostumbra a estar presente, en efecto, el ser humano de un modo muy peculiar, que atrae nuestra atención y admiración. Eso se da incluso en aquellos de sus cuadros donde la Naturaleza juega un papel más destacado. Recordemos en este sentido el creativo y original juego de inter-relación entre lo humano y el paisaje, en cuyo seno la persona aparece con una luminosidad y belleza particulares a través de su piel, su postura, sus actitudes y gestos, etc.

Así, pensemos en “El balandrito” (1909), por ejemplo, o en sus representaciones de jóvenes junto al mar, como “Niños en la playa” (1908) y “Chicos en la playa” (1910). La primera de estas tres obras maestras posee un poder de evocación estético de la vida y de su valor –un alcance “bio-estético”-, a través del sencillo juego de un niño en el mar, absolutamente conmovedor en sus trazos y significación[3].

La belleza originaria en las personas representadas por Sorolla

Ahora bien, como se ha anunciado, lo bello de la representación pictórica de Sorolla de los sujetos humanos no se acaba o termina en sí mismo. A través de esto, nuestro pintor nos remite a una belleza más profunda, la del ser personal que palpita tras cada una de estas imágenes. La belleza iconográfica nos orienta y abre, aquí, nos remite a esa otra belleza ontológica, entitativa, presente en todas las personas representadas por Sorolla. Esta otra belleza, que se nos manifiesta mediante la de lo sensible en sus cuadros, encarna una belleza de fondo u originaria, que corresponde a cualquier ente personal por el mero hecho de constituir una persona, un sujeto y no un objeto, un quien y no un simple qué, un ser dotado de espíritu y no una cosa.

Cabría expresarlo diciendo que las imágenes de sujetos humanos pintadas por Sorolla “transfiguran” lo solamente material, el producto físico de sus pinceladas y, gracias a su belleza y expresividad, traen a nuestra presencia lo bello de esos sujetos en cuanto personas, transparentan el valor integral de su ser.

De acuerdo con lo precedente, debe notarse que se está aquí tratando de un sentido de lo bello de tenor filosófico, en concreto metafísico. Este sentido está ligado al alcance de la belleza en cuanto transcendental del ser, o sea como propiedad o nota transcendental ínsita en todo lo existente en cuanto que existente, más allá de su simple apariencia material.

La belleza «personal»

 El fragmento que sigue desarrolla precisamente la significación profunda de la belleza hacia la que se ha apuntado. Así:

Esto es, en la medida en que se señale de este modo justamente a la belleza que corresponde a la persona por el hecho mismo de ser persona: a la belleza “personal”, en el más radical alcance de esta expresión.   Ello, debido a que sólo la persona humana alcanza a manifestar – a reflejar como imagen- una belleza que nos remite a lo ilimitado, lo desbordante, lo sobreabundante. Este alcance más hondo de la belleza, presente en la persona humana, puede además contribuir a liberarnos, en cierto sentido, de determinados reduccionismos que, por desgracia, hoy, resultan muy extendidos en relación con la noción misma de belleza. En efecto, con frecuencia, en nuestro tiempo, vemos limitada la concepción y estima de lo bello al mero aspecto sensible externo de las realidades dotadas de una figura material. Esto hasta el punto que esta reducción actual de toda la belleza a su sola significación sensorial nos ha conducido a padecer, a menudo, una dura tiranía social, la de lo bello puramente exterior y corporal que se nos impone como criterio único y despótico de valor.  Es este un reduccionismo injustificado ya desde la propia etimología, si atendemos al origen de la voz “belleza”, dado que este se encuentra ligado con los términos de bien y de bueno, cuya amplitud de significación resulta mucho más grande sin duda que la que hoy concedemos a lo materialmente bello[4]

La persona como un todo

Retrato de la mujer de Sorolla
J. Sorolla (1900). Clotilde con traje gris. Imagen 3

Por descontado, la hermosa representación de la figura humana, realizada por Sorolla, que nos refiere a lo bello más hondo de la persona, según hemos mencionado, cobra un relieve verdaderamente especial en todos sus retratos. Esto sucede, como no podía ser menos, de un modo auténticamente agudo en los de su esposa. En ellos, asoma la luz interior de la persona de esta, de Clotilde, que refleja su ser único e irrepetible. A través de tales representaciones, por cierto, muy numerosas y variadas, vislumbramos no solo su aspecto externo, lleno de feminidad y hermosura, sino que accedemos misteriosamente a la fuente de su más profunda belleza, una belleza que se sirve en sus manifestaciones de su exteriorización física, pero que no se limita a esta.

 Además, también mediante el reflejo de la personalidad y el carácter genuinos de sus otros modelos y personajes -aparte de la propia Clotilde-, en los que reverbera siempre el tenor único y original del ser personal, Sorolla consigue que aflore en su arte de retratista la valiosa realidad de la persona como un todo. Esta integra lo exterior y lo interior, lo material y lo espiritual.

Las cartas de Sorolla en paralelo con su pintura

En sintonía con el hecho que se acaba de anotar, conviene recordar un significativo dato biográfico: el que el artista desarrolló, en paralelo a su actividad pictórica, una extensa trayectoria epistolar[5]. Sorolla acompañó, en efecto, la elaboración de su obra con la escritura de numerosas cartas. En ellas, mostró esa misma atención a lo personal y a los sujetos concretos que, luego, se transforma en imágenes en sus cuadros. Lo epistolar, como es sabido, a menudo constituye un cauce de conexión muy adecuado con lo personal. La correspondencia postal se presta a la comunicación de la intimidad, propias del amor y la amistad, realidades profundamente personales. Por ello, no ha de extrañar que Sorolla, ante la pregunta sobre qué hacía cuando estaban separados, escribiese en este contexto una confesión tan lírica y bella a su mujer como la de:

(…) pintar y amarte, eso es todo. ¿Te parece poco?[6].

Sin duda, puesto que en este lugar hablamos de la belleza de la persona, manifestada en su obra, también ello debe predicarse de esta otra senda –la de las cartas del artista-, ya que nada hay más bello, como afirmaban los antiguos, que el amor y la amistad, vivencias que se refieren muy especialmente a lo interior del ser humano, a su alma y espíritu. Aunque, a la vez, ha de captarse que las cartas y lienzos de nuestro autor no solo exteriorizan lo espiritual y cordial –en los que brilla la luz de nuestro ser únicos e irrepetibles-, sino esa unidad total de la persona, nuestra entera unión corpóreo-espiritual.

Las cartas revelan de otro modo el personalismo de Sorolla

Así, estas cartas -que se dirigen a su esposa, amigos, benefactores, etc.- están impregnadas de ese mismo aprecio por la dignidad de las personas, y revelan de otro modo el “personalismo” de Sorolla, en tanto responden a su estima hacia la bella realidad de la persona en cuanto clave de su visión y vivencia de lo humano. Sin embargo, sentado este extremo, aquí, como se ha enunciado, nos centraremos no en sus escritos sino en su pintura, a la hora de indagar en este asunto y en su relación con la belleza.

 

Algunos rasgos de la belleza del ser personal en el arte de Sorolla

Dominio de la representación de la figura humana por Sorolla
J. Sorolla (1909). El baño del caballo. Imagen 4

 Nuestro artista recurre a ciertos rasgos muy característicos de su estilo para comunicar la belleza de la persona en su integridad. No cabe enunciarlos ahora por completo; pero, sin duda, algunos de los mismos pueden ser los que se recogen a continuación. Así: su cuidada traslación pictórica de la postura humana, a la que dota de una naturalidad y a la par gracia o elegancia singulares; el destacado tratamiento de la luz sobre la piel, el rostro y el porte de sus personajes, que los nimba o envuelve en un halo de belleza muy particular; y, finalmente, la esmerada representación de la mirada, en la que parece fijar una concentración del ser total del sujeto, con su correspondiente carga personal.

Ejemplos de estos rasgos pueden advertirse en muchas de sus telas. Ahora bien, de nuevo tenemos que insistir en su labor como retratista, tanto de individuos como de cuadros o grupos humanos, que proporciona un lugar privilegiado a la hora de situar estas consideraciones sobre la persona en el marco de sus realizaciones concretas.

 De esta forma, muestras de una luminosa belleza respecto de la elegancia y gracia del porte humano[7] brindan las composiciones: “Paseo a orillas del mar” (1909), con las dos mujeres elegantemente ataviadas moviéndose sobre la arena en un soleado marco (1909); y “El baño del caballo” (1909), donde el joven y el caballo contrastan al tiempo que se encuentran en su desnudez y su recíproco papel, en el que el ser humano conduce en pie al corcel. A su vez, una muestra de la atención concedida a la mirada y a la originalidad incomparable de la persona, en su belleza integral, por parte del pintor, se contempla en sus detallistas lienzos “Clotilde con traje gris” (1900) y “Clotilde en traje negro” (1906), entre otros.

Los retratos de Clotilde

Respecto de los retratos de su esposa, tiene interés mencionar que en ellos es el alma de la misma, en cierto alcance, la que estos logran mágicamente poner ante nuestros ojos. Son su gesto simultáneamente concentrado y tierno, su temple y su afecto, los que nos visitan desde las telas. De este modo, encarnan una belleza más sublime que la del simple porte y rostro, la belleza integral o unitaria de toda su persona, cuyo flujo nace del interior de la mujer. Un relato muy fructífero, en tono de ficción biográfica y de introspección lírica, en torno a esa imagen de Clotilde, que revela algunas de las claves de su representación y contribuye a aclarar lo que aquí postulamos acerca de la belleza del ser personal transmitida por el arte del pintor, se contiene en la amena y documentada colección de narraciones, redactada por Nieves Gómez, sobre personajes históricos[8].

 

De la belleza del sujeto en Sorolla a la de la relación

J. Sorolla (1896). Cosiendo la vela. Imagen 5

Junto a la belleza interior de la persona, debe considerarse la de los encuentros o vínculos que esta establece, la de la urdimbre de sus relaciones con los otros. En el fondo, ambas bellezas no pueden desgajarse y convergen entre sí, pues la persona posee una dimensión relacional, intersubjetiva, comunitaria.

Algunos pensadores contemporáneos se han ocupado con singular fertilidad de esto, y muy en particular lo han hecho los situados en la corriente filosófica dialógica. Alfonso López Quintás, por poner un ejemplo señalado, no ha dejado de insistir en lo bello –en cuanto “esplendor del orden” que comporta- del encuentro interpersonal. Los libros de este autor centrados en este asunto resultan numerosos; en ellos, la belleza del ser y del encuentro se interpretan desde las claves de la creatividad, la fecundidad y lo lúdico. Se vinculan así a una Estética más rica, que conceptualmente se amplía con el entretejerse de los sujetos y de las dimensiones de lo ético y lo antropológico[9].

Sorolla no se contenta, a su vez, con representar a la persona y su entorno. Algunas de sus obras se entregan a mostrar cómo el sujeto personal constituye un ser relacional, hecho para el encuentro con los otros.

Lo anterior cabe captarlo, por ejemplo, en sus cuadros sobre la labor siempre comunitaria o de equipo de los pescadores o de las personas consagradas a diversas tareas y profesiones. Hermosos casos de esto se aprecian en sus composiciones “Pescadores valencianos” (1897) y “Cosiendo la vela” (1896), en esta última destaca la colaboración en grupo y los lazos trenzados a este respecto que Sorolla traza mediante la luz, la blancura, etc.

J. Sorolla. Saliendo del baño. Imagen 6

 También, por supuesto, lo bello del encuentro interpersonal se refleja en los lienzos en los que aborda los nexos familiares, particularmente estrechos e íntimos, como los de madre e hijo o los de grupos familiares como en “Mi mujer y mis hijas en el jardín” (1910), etc. Recordemos, en especial, “Madre” (1895), con ese tierno nexo materno-filial representado en la sábana que une las dos cabezas implicadas en un mar de blancura; o “Saliendo del baño”, con el paño maternal abrigando el niño mojado.

Además, no deben olvidarse a este propósito las emblemáticas reproducciones sorollanas de las costumbres y usos típicos regionales españoles, que contienen la imagen de esos lazos o vínculos interpersonales y comunitarios. Nos referimos, con esta alusión, claro, a su “Visión de España”, en la forma de sus 14 grandes lienzos para la Hispanic Society de Nueva York. Asimismo, sin duda, una intensa impronta social acompaña además a algunas de sus pinturas más elocuentes; como prueban su “¡Aún dicen que el pescado es caro!” (1894), su “Triste herencia” (1899), etc.

En todas las obras citadas, podemos apreciar una belleza de fondo emanada de la relación o del encuentro que estas representan. No asistimos solo a lo bello de las formas materiales o aspectos de esas figuras humanas que se entrelazan en las telas. Hay en ellas un pálpito o latido de la belleza metafísica a la que ya se ha aludido. Es lo bello de lo espiritual, del corazón humano o lo interior, que, aunque se transparenta en las apariencias externas, va más allá de ellas.

Existe una “armonía”, un núcleo de belleza en la unión que traban entre sí esos personajes, en las escenas aludidas, que involucra sus interiores o corazones. Se trata, de nuevo, en el fondo, de lo bello de las personas que, en tales escenas colectivas, trenzan y hasta celebran aun desde el esfuerzo sus recíprocos interiores, sus adentros. El siguiente fragmento alude, en parte, a ese sentido de lo bello:

Lo bello es lo que, al ser captado, place a la razón, de acuerdo con Tomás de Aquino (“quae visa placent”; Tomás de Aquino: S. Theol., I ps., q.  5, art. 4, ad. 1). Mas, según este aserto, la persona ofrece un sumo contento a la contemplación estética más profunda. El motivo se halla en que, a la razón, nada puede agradarle más que captar el inigualable orden interno, presente en lo intelectual-cordial o en lo espiritual. La razón se complace al ver lo que vive de modo inteligente-volente-afectivo, encuentra un deleite especial al contemplarlo. Su “armonía” resulta incomparable en medio de lo real, además de armonizar en sí cuanto unifica y reúne al captarlo y transparentarlo en su interior[10].

 En definitiva, Sorolla pinta a la persona en la belleza integral de su unicidad y su dignidad, pero también hace lo propio con las relaciones y lazos interpersonales. Siempre, estos encuentros o vínculos están en nuestro autor imbuidos de un hondo respeto, respeto o casi reverencia que se muestra, por medio de la pintura, a través de la enorme sensibilidad exhibida por nuestro artista hacia su valor. Así, este valor insubstituible de las uniones o conexiones interpersonales se refleja, en el conjunto de la obra de Sorolla, con un tacto y un cuidado peculiares.

 

Consideraciones conclusivas

 Según se ha expresado en esta reflexión, puede afirmarse que tanto el especial trato pictórico de Sorolla al sujeto singular, como el que otorga a las formas de unión que este conforma con otros, implican todo un alegato artístico y axiológico en pro de la belleza de la persona. Este alegato se hace, en nuestro autor, en favor de la incomparable significación y del fecundo sentido del ser humano y del encuentro intersubjetivo en cuanto realidades personales.

 Nuestro pintor logra, en suma, comunicarnos cómo la persona y sus uniones se ven dotadas de una inefable belleza. Esta belleza, que Sorolla nos traslada artísticamente, no es otra que la fundada en el valor ontológico de estas realidades. Su genio pictórico, en síntesis, obra el prodigio, mediante su arte, de hacer visible una belleza inmarcesible y misteriosa, aquella que procede en definitiva de lo más profundo del propio ser de las personas.

 

 

Destacamos, entre otras, estas dos entradas elaboradas por J. Barraca en esta web:

El disfrutar humano de la relación interpersonal en cuanto compartir

La fecundidad de lo bello: ¿por qué resulta tan fértil humanamente la belleza?

 

 

FUENTES

Barraca Mairal, J. “Belleza y ser personal”, en Quién, nº 11 (2020), pp. 67-81.

-(2024) Vivir en la belleza: ensayo para un reencuentro contemporáneo con lo bello, SP de la Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca.

-(2024) “La protección del medio ambiente, la bioesfera y la biodiversidad“, en Bioestética y bioética global, Ed. Dykinson y Ed. Sindéresis, Madrid, pp. 325-340.

Burgos, J. M. y Gómez Álvarez, N. «Sorolla y la elegancia», mesa redonda, en ”Joaquín Sorolla, Celebración Centenario 1923/2023”, marzo–abril 2023, Asociación Cultural Sierra Norte con la colaboración del Ayuntamiento de Collado Villalba. Cf. https://youtu.be/O2DPnqhMqEI?feature=shared (consultado: el 14 del 11 de 2024).

Gómez Álvarez, N. ”Joaquín Sorolla, Celebración Centenario 1923/2023”, marzo–abril 2023, Asociación Cultural Sierra Norte con la colaboración del Ayuntamiento de Collado Villalba, lunes 13 marzo, 18:30h-20:30h (Casa de Cultura Ayto. Collado Villalba). Ponencia: «Joaquín Sorolla: una perspectiva estética»; https://www.youtube.com/watch?v=mz2sOjjxjN8

-(2023) Señora de Sorolla in Black y otros relatos españoles, Entrelíneas Editores, 2023. Nieves Gómez Álvarez (autora del texto), Chynna Linato (diseño gráfico).

López Quintás, A. (1987) Estética de la creatividad, Barcelona: PPU.

-(1990) El encuentro y la plenitud de la vida espiritual, Madrid. Publicaciones Claretianas.

-(1993) El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa, Madrid: APCH.

-(2001) El encuentro y la alegría, Madrid: Ed. San Pablo.

-(2003) Descubrir la grandeza de la vida, Estella: Verbo Divino.

Sorolla, J. Epistolarios de Joaquín Sorolla, I, II y III, Anthropos, Barcelona, 2007, 2008 y 2010.

Zalve Polo, A. “Pintar y amarte, eso es todo. ¿Te parece poco?”, 25 de junio de 2020, en: Valencia en blanco y negro, https://valenciablancoynegro.blogspot.com/2020/06/pintar-y-amarte-eso-es-todo-te-parece.html

 

 

NOTAS

[1] Como muestra, remitimos a la conferencia de la profesora Nieves Gómez en el centenario del pintor. Cf. ”Joaquín Sorolla, Celebración Centenario 1923/2023”, marzo–abril 2023, Asociación Cultural Sierra Norte con la colaboración del Ayuntamiento de Collado Villalba, lunes 13 marzo, 18:30h-20:30h (Casa de Cultura Ayto. Collado Villalba). Ponencia: «Joaquín Sorolla: una perspectiva estética»; https://www.youtube.com/watch?v=mz2sOjjxjN8 (consultado: el 14 del 11 de 2024).

[2] Acerca del valor de lo bello para la vida humana, cf. Vivir en la belleza: ensayo para un reencuentro contemporáneo con lo bello, J. Barraca Mairal, SP de la Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, 2024.

[3] Sobre la misma en este aspecto bio-estético cf. Vivir en la belleza: ensayo para un reencuentro contemporáneo con lo bello, J. Barraca Mairal, cit. Otro texto que se ocupa de lo bio-estético y del lazo entre Arte y vida, por medio de la referencia a la pintura, es: “La protección del medio ambiente, la bioesfera y la biodiversidad“ de J. Barraca Mairal, en Bioestética y bioética global, Ed. Dykinson y Ed. Sindéresis, Madrid, 2024, pp. 325-340.

[4]  Cf. “Belleza y ser personal”, J. Barraca Mairal, en Quién, nº 11 (2020), p. 70.

[5] Cf. Epistolarios de Joaquín Sorolla, I, II y III, Anthropos, Barcelona, 2007, 2008 y 2010.

[6] Acerca de esta elocuente respuesta de Sorolla, cf. el texto del mismo título “Pintar y amarte, eso es todo. ¿Te parece poco?”, de Amparo Zalve Polo, jueves, 25 de junio de 2020, en: Valencia en blanco y negro, https://valenciablancoynegro.blogspot.com/2020/06/pintar-y-amarte-eso-es-todo-te-parece.html

(consultado el 10 del 11 de 2024).

[7] Acerca de la elegancia en la pintura de Sorolla, puede consultarse la fértil mesa redonda consagrada a este asunto el 28 marzo (18:30h-20:30h) celebrada en la Casa de Cultura del Ayto. Collado Villalba con ocasión del centenario de su nacimiento:  ”Joaquín Sorolla, Celebración Centenario 1923/2023”, marzo–abril 2023, Asociación Cultural Sierra Norte con la colaboración del Ayuntamiento de Collado Villalba.  Mesa redonda: «Sorolla y la elegancia». Intervinieron alumnos del Inst. Tecnológico Fuenllana, y los profesores Nieves Gómez Álvarez y Juan Manuel Burgos. Cf. https://youtu.be/O2DPnqhMqEI?feature=shared  (consultado: el 14 del 11 de 2024).

[8] Cf. Nieves Gómez Álvarez, Señora de Sorolla in Black y otros relatos españoles, Entrelíneas Editores, 2023. Nieves Gómez Álvarez (autora del texto), Chynna Linato (diseño gráfico).

[9] Sólo como muestras de la belleza del encuentro y de la relación explorada por este autor, merece la pena recordar las siguientes obras: A. López Quintás, (1987) Estética de la creatividad, Barcelona: PPU; (1990) El encuentro y la plenitud de la vida espiritual, Madrid. Publicaciones Claretianas; (1993) El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa, Madrid: APCH. (2001) El encuentro y la alegría, Madrid: Ed. San Pablo; (2003) Descubrir la grandeza de la vida, Estella: Verbo Divino.

[10] “Belleza y ser personal”, J. Barraca Mairal, cit., p. 76.

 

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Javier Barraca Mairal
Profesor titular de Filosofía at  | Website |  + posts

Javier Barraca Mairal es profesor titular de Filosofía de la Universidad Rey Juan Carlos

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