5.- Esferas de la cultura y configuración de la subjetividad

 

§ 14.- Ontologías y psicologías de la religión, el arte y la filosofía.

Una vez diferenciadas plenamente las esferas de la cultura y configurada en toda su amplitud la subjetividad con la diferenciación entre Pathos, Ethos y Logos, los grupos y las personas singulares pueden dedicarse a todas y cada una de las actividades sociales y profesionales con todo su corazón, con todas sus fuerzas y con toda su mente. En algunas actividades, el protagonismo suele ser ejercido más bien por el corazón, como las maternales, con las fuerzas corporales como las deportivas, laborales, etc., o con la mente como las científicas. En otras no está tan claro el protagonismo de ninguna de las tres instancias. Es el tema de las formas de vida que se estudia más adelante.

Por lo que se refiere a la religión, puede ser y es vivida por los grupos y personas, con todo su corazón, con todas sus fuerzas y con toda su mente, con más protagonismo de una u otra instancia, o con escaso protagonismo de todas y escasa intensidad. También es el tema de las formas de vida personales y de las institucionales, y también de las diferencias psicológicas y culturales.   

Por su parte, el corazón, la actividad voluntaria-imaginativa y el intelecto, tienen como actividad fundamental y fin último la afirmación de la vida, la afirmación del fundamento del ser y del vivir de la comunidad humana y del hombre singular. Esa afirmación es lo que se viene definiendo como actividad religiosa, pero el modo de desplegar su actividad y de realizar su cometido esas instancias, es diferente y dan lugar a productos culturales que no reciben el nombre de religión.

Hegel
Hegel [Imagen 1]

 

Como esas actividades comprenden desde distintos puntos de vista la totalidad de lo real, Hegel las denominó formas del espíritu absoluto y las designó con los términos de religión, arte y filosofía. La correspondencia se puede representar según el siguiente esquema.

 

Capacidades subjetivas

Facultades

Práctica subjetiva/ Emoción y

Hábito

Práctica cultural (expresión objetiva)

Institución

Realidad ontológica

Sentidos del ser

Trascendentales

Corazón, sentimientos Pietas-Pathos Religión Padre/Dios
Voluntad imaginativa/creativa Eros-Ethos Técnica-Arte Vida/Bien/ Belleza
Intelecto, razón Philein-Logos Filosofía Ser/Verdad

 

Como se ha dicho, pero hay que insistir para tener suficiente claridad, el corazón, la voluntad imaginativa/creativa y el intelecto, no tienen por qué desplegar sus actividades, todas, siempre y solamente, como afirmación del fundamento del ser y de la existencia. De hecho, eso es lo que no pueden, en el sentido de que ninguna persona singular lo soportaría, y por eso dicha tarea, en la medida en que es suficientemente importante para la vida de la comunidad, queda confiada a instituciones.

El corazón, la voluntad imaginativa/creativa y el intelecto, de hecho, despliegan sus actividades como afirmación de multitud de cosas no fundamentales, aunque sí importantes para la vida de la comunidad, y si lo son en grado suficiente, generan también instituciones.

La diferenciación de las instancias operativas de la subjetividad, en todas las cuales se pone el yo con intensidad máxima, son puntos de vista desde los cuales los sentidos o aspectos de lo real, la ontología que resulta, es diferente, según se muestra en el esquema anterior.

El corazón se refiere al principio fundante como padre y como Dios, en términos de veneración y adoración, de pietas, y esa referencia es la religión como actividad diferenciada e institucionalizada en las sociedades estatales complejas, pues antes la religión no tiene esta complejidad.

La voluntad imaginativa/creativa se refiere al principio fundante como vida, bondad y belleza, en términos de amor y de afán de crear, de eros, y esa referencia da lugar al arte, también como actividad diferenciada, cualquiera que sea su destino en las formas institucionales de la sociedad.

Filosofía
La religión, el arte y la filosofía [Imagen 2]

El intelecto o razón, se refiere al principio fundante como ser y verdad, en términos de deseo de saber, de conocer, de entender, de filo-sophia, y el resultado de esa referencia es la filosofía y la ciencia, con sus formas institucionales en la sociedad.

Cuando empieza la época histórica en la Antigüedad, la subjetividad ha desplegado sus capacidades hasta la forma de la madurez, y la realidad, en concordancia con esa subjetividad desplegada y madura, se muestra en las formas trascendentales del ser, que según la doctrina filosófica tradicional se convierten entre sí.

A lo mejor hay más enfoques sensitivos que los cinco sentidos en correlación con determinadas ondas de las diversas fuerzas del cosmos. A lo mejor hay más formas de la sensibilidad interior que el espacio y el tiempo, si es que son reales, y más maneras de formalizarlos. A lo mejor hay más emociones y valoraciones básicas de afirmación y negación del ser en absoluto (amor de lo bueno/odio de lo malo) y del ser en el tiempo (deseo y temor/tristeza y alegría). Con toda seguridad, hay muchas maneras de clasificar los tipos de entes reales, muchos sistemas categoriales. A lo mejor hay otras maneras de interpretar los trascendentales del ser y de configurar la subjetividad trascendental. Pero las señaladas son las que han aparecido en la cultura occidental, y las que se describen según quedan configuradas en ella.     

El yo y el sí mismo indiferenciados están operativos en la sensibilidad de la psique paleolítica, empiezan a diferenciarse en el despliegue de la imaginación en la psique neolítica, se desglosan por completo con la diferenciación de la imaginación y el intelecto de la psique calcolítica, y finalmente el sí mismo espiritual viene dado para sí y entra en sí en la psique de la Antigüedad.

Hay una unidad de todos esos factores diferenciados, a la que Proclo llama “el uno en mí”[1], que es real, y a la que quizá el yo autoconsciente tiene acceso en la experiencia interior de uno mismo, que tal vez forma parte de la experiencia mística.

Hay una ontología de la religión, una realidad de las entidades sagradas, que aparece en correspondencia con una psicología de la religión, con el modo de referirse la subjetividad singular a ella. Y lo mismo ocurre en el arte y en la filosofía.

Los actos individuales generan hábitos en el sujeto individual, y costumbres e instituciones en la comunidad. Y así surgen y se consolidan los hábitos del corazón, de la voluntad imaginativa-creativa, y del intelecto y la razón, en cada individuo y en cada comunidad, y muchos más tipos de hábitos[2].

El yo autoconsciente puede volver a ponerse alternativamente y sucesivamente en esos hábitos, puede volver a vivir esas costumbres, o, dicho en términos psicoanalíticos, lo que fue consciente una vez puede volver a serlo más veces. Pero el yo no puede ponerse a la vez simultáneamente en todas esas posiciones

Mientras más veces se ponga en una posición más se refuerza ese punto de vista a cerca de la realidad a la que se refiera.  Hay una especie de fenomenología trascendental de las posiciones subjetivas trascendentales desde la que se enfocan las realidades tematizadas en cada caso, y correlativamente hay una especie de “géneros literarios” que se corresponden con esos enfoques. Anteriormente se les ha llamado “lenguajes” y se les ha puesto en correlación con épocas y facultades de la psique (ROREM § 51). A fin de cuenta, los géneros literarios son las diferentes formas expresivas correspondientes a las posiciones en que se ubica el yo en su discurso sobre la realidad.  

 La vida y la esencia pueden estar dadas y pueden desplegarse existencialmente en clave de pathos y de ethos, por una parte, y por otra, pueden decirse y desplegar en clave de logos. Pero los géneros literarios no coinciden del todo en la forma ni en los contenidos.

Religión
Manos en oración [Imagen 3]

El contenido de una relación empática intersubjetiva y de un diálogo intersubjetivo con el fundamento de la vida y de la existencia, que se da en la vida religiosa del culto y la plegaria, no coincide del todo con ese mismo contenido cuando se da en el relato del libro sagrado, ni tampoco en el relato oral dirigido a unos oyentes. Ni tampoco es el mismo que el que se da en la reflexión intelectual.

La relación de reconocimiento y afirmación mutua del hombre y Dios, es diferente cuando tiene lugar en clave dramática dialógica, cuando tiene lugar en clave épica narrativa y cuando tiene lugar en clave reflexiva monológica. Dicho de otra manera, dentro de la tradición cristiana, aunque tengan el mismo contenido, hay diferencias entre el “Padrenuestro” y el sacrificio eucarístico, por una parte, el “símbolo de los apóstoles” o “credo”, por otra, y la más elemental suma teológica, por otra.

La aclaración de estos extremos es lo que falta para dejar completo el escenario, la escenografía y la coreografía, sobre los que se despliega la religión antigua en general y la cristiandad en particular.

NOTAS

[1] Proclo, Lecturas del Cratilo de Platón, Madrid: Akal, 1999.

[2] Cfr. Bellah, R., Hábitos del corazón, Madrid: Alianza, 1989; Marín, H., Teoría de la cordura y de los hábitos del corazón, Valencia: Pre-Textos, 2010.

DIRECTORIO DE IMÁGENES

Imagen 1: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/0/08/Hegel_portrait_by_Schlesinger_1831.jpg/250px-Hegel_portrait_by_Schlesinger_1831.jpg

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Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).

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