6.5.- La vida con los dioses aquí y allá. Las formas del éxtasis y del recogimiento.
-
72.- Fiestas y formas calcolíticas del éxtasis. Placer orgánico y gozo espiritual.
Las fiestas calcolíticas apuntan a la escatología
Las fiestas calcolíticas (MORN §§ 43 y 53, ROREM §§ 41-42.1), que expresan el gozo y permiten experiencias de felicidad en el éxtasis, corresponden al modo en que las sociedades urbanas estatales, generalmente de religión profética, apuntan a la escatología, la reproducen y la conmemoran. Tal gozo y tal éxtasis presentan desde sus orígenes una forma normal, que es la fiesta misma, y varias formas extremas. Las formas extremas son experiencias particularmente intensas de la unión con lo sagrado en la propia interioridad, son las formas de la unión mística, de la fusión del viviente humano y su fundamento sagrado en el propio sí mismo (MORN §§ 43 y 53, ROREM §§ 42.2).
Dimensiones de horizonte y gozo en las fiestas calcolíticas
La fiesta es el punto donde, en la mayoría de los lugares y tiempos, tiene lugar la celebración de la eucaristía escatológica, la unión con la divinidad, por parte de cada uno individualmente, y por parte de toda la comunidad. En las sociedades urbanas estatales, donde el individuo alcanza la plenitud de la esencia humana en y mediante la interioridad social, hay nuevas dimensiones y horizontes de gozo, que no estaban actualizados en el paleolítico ni en el neolítico.
Las formas neolíticas del éxtasis basadas en la música, el canto y la danza, que se ejecutan en los rituales de la fecundidad agraria, se mantienen en el calcolítico, y adquieren entonces la forma propia de una subjetividad dueña de sí, que vive en una sociedad urbana. En la fiesta urbana se diferencian y autonomizan, por una parte, la música, el canto y la danza, por otra, la embriaguez de tipo báquico, y por otra, el erotismo de tipo sumerio, egipcio y tántrico, y ofrecen los cauces de gozo y de éxtasis de que es capaz una población que ha diferenciado entre yo y sí mismo, por una parte, y entre existencia ética y existencia religiosa, por otra.
En la sociedad urbana estatal el placer, emoción y sentimiento orgánico definido por Aristóteles como “ejercicio de la disposición natural sin trabas”[1], alcanza sus máximas formas precisamente mediante la acogida de la interioridad orgánica en los ámbitos espirituales, esos que surgen con la apertura de los nuevos espacios interiores que el Nous genera al diferenciarse de la imaginación, al alcanzar su “mayoría de edad”. Entonces tiene lugar la integración de lo psíquico orgánico en lo psíquico espiritual, en el espíritu, entonces aparecen los sentimientos amorosos, como se ha dicho antes.
La esencia de las fiestas calcolíticas
Entre los humanos, el placer máximo parece derivarse del ejercicio de las disposiciones naturales referidas más directa e inmediatamente a la afirmación de la vida, que son las religiosas por excelencia como se ha dicho, y que son la comida, la bebida y el sexo. La comida, la bebida y el sexo, al ser las actividades máximamente placenteras y gozosas, son las que se llevan a cabo con las máximas expresiones del placer, del gozo y de la alegría, a saber, la música, el canto y la danza.
Por eso el corazón y la esencia de la fiesta, de la eucaristía escatológica, es, desde el calcolítico hasta la era digital de la globalización, la música con el canto y la danza, la comida y la bebida, y el sexo. También cuando las dimensiones espiritual y escatológica de tales actividades resultan opacas en la sociedad secularizada del siglo XXI, o especialmente cuando eso sucede.
La búsqueda del éxtasis
La población de la sociedad estatal, que describe Homero y Hesíodo en Grecia, que ha escuchado la doctrina del reformador religioso Akenaton en Egipto, de los Salmos y profetas en Israel, y de los sabios y sacerdotes iranios, siente en sus propias carnes la escisión existencial y la diseminación del yo, y experimenta la dificultad de alcanzar una paz y una felicidad personal, familiar y social.
Esta población es la que experimenta en las fiestas y en los templos, en la felicidad que vive entonces, la legitimidad de su existencia y de la creación completa. Y esta población, tanto en el calcolítico como en el siglo XXI, es la que, cuando no alcanza en la vida normal y en las formas normales de las fiestas periódicas, el placer y el gozo necesarios, acude compulsiva, y en ocasiones desesperadamente, a elementos vegetales, más o menos elaborados, como recurso seguro para el éxtasis. Se trata de huir como sea de la enfermedad, la miseria y la desesperación.
Las formas, los tiempos y los lugares del éxtasis, permiten placeres y gozos que transportan al otro lado de la conciencia y del cuerpo, y conducen hacia el más allá con una metodología infalible: el baile y la música, la embriaguez, y el sexo y el amor. La escenografía, la coreografía y la dramaturgia de los templos del éxtasis, se inauguran en Sumeria y Egipto en los milenios 3 y 2, con las fiestas normales y oficiales.
Las fiestas de carácter eclesiástico y civil
En estas celebraciones empieza a perfilarse la diferencia entre las fiestas de carácter eclesiástico y las de carácter civil, ambas con su dimensión propiamente religiosa, aunque cada una con un enfoque diferente de lo sacro. Esta dualidad de lo eclesiástico y lo civil, continúa y se mantiene en las celebraciones normales y oficiales de la cultura occidental hasta el siglo XXI, con las transformaciones propias de cada época y cultura.
Las celebraciones antiguas no acogidas en los calendarios oficiales, quedan marginadas y relegadas a la esfera de la “religiosidad popular”, donde tiene lugar una reposición de fiestas neolíticas (orgías dionisíacas, fiestas andinas de la Candelaria, etc.), antiguas, y medievales (carnavales, fiestas de locos, etc.), que recogen los antropólogos y folkloristas en los siglos XX y XXI, y que en algunos aspectos inspiran las discotecas contemporáneas.
El éxtasis espiritual
Las formas del éxtasis calcolítico mediante el placer orgánico y el gozo espiritual, abren la vía para las formas del éxtasis puramente espiritual de las religiones antiguas, en las cuales lo orgánico pierde relevancia hasta desaparecer por completo.
A partir de la antigüedad surgen las modalidades de unión con lo sagrado que corresponden al tipo de forma de vida o tipo de existencia religiosa. Consiste en un modo de ponerse el yo en el sí mismo y ambos en el orden del ser, de espaldas al orden del obrar, del espíritu raciocinante, del tiempo, de la ética y de la fe, que corresponden a otras formas de vida y de existencia como se verá en su momento.
NOTAS
[1] Aristóteles, Ética a Nicómaco, VII, 1153 a, 5- 20. 45; X 1, 1172a 20 46; X 1, 1172a 20-25 47. Madrid: Instituto de Estudios Políticos. 1958.
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).