2.- Categorías históricas y esquemas trascendentales de la religión
§19.1.- Filiación, creación, sacrificio y comunión. Las figuras mesiánicas
En el paleolítico el orden natural y el sobrenatural apenas están diferenciados. Por eso apenas lo está el poder sagrado como operativo en esos dos escenarios, y por eso es suficiente entre ellos la mediación del chaman, que no se encuentra con abismos infranqueables entre uno y otro mundo.
En el neolítico el poder sagrado, está mucho más diferenciado y es más complejo. La acción de las fuerzas cósmicas astrales, nocturnas y diurnas, sobre la madre tierra acogedora y sobre las tierras salvajes, es todavía bastante inmediata. Hay una diferenciación creciente entre familia y sociedad civil, la mediación entre lo divino y lo humano se va haciendo más compleja, junto al chaman van apareciendo otras figuras sacerdotales, como oráculos, adivinos, aedos, etc., y la divinidad empieza a utilizar el lenguaje para señalar prescripciones a los humanos, es decir, para darles la ley.
En la edad de los metales la divinidad no solamente rige los poderes astrales, ni solamente los poderes telúricos de la madre tierra y las dinámicas agrícolas, sino también el orden urbano de las familias, la sociedad civil y el estado, y ya no es tan inmediata para los hombres. No es tan inmediata porque entre ella y los hombres están la sociedad civil y el estado.
La sociedad ha alcanzado el tipo de complejidad en que logra la supervivencia mediante la convivencia, en que logra la buena vida y la madurez de la esencia humana mediante las instituciones, y se despliega en un horizonte pensable que empieza a llamarse historia. Entonces los hombres empiezan a comunicarse entre sí mediante la palabra, hablada y escrita, y la divinidad empieza a comunicarse con ellos también mediante la palabra hablada y escrita.
Lo que se comunican entre sí es su intimidad, su conocimiento de sí mismos y de todo lo demás, y su voluntad de sí mismos y de todo lo demás. Entonces las relaciones entre la divinidad y la sociedad humana, entre Dios y los hombres, requieren mediaciones más numerosas, más diferenciadas y más poderosas. Entonces, junto a la figura del chamán y de los sacerdotes, aparece la mediación del rey, de un rey que es pueblo, nación, por una parte, y que es sacerdote, divinidad, por otra, es decir, que es rey y sacerdote, o lo que es equivalente, mesías.
Entonces empieza a haber teología de la historia y empieza a perfilarse la figura del mesías como una integración de funciones creadoras, providentes (políticas) y sanadoras o salvadoras, o sea, como la figura que encarna las funciones de redención.
En la Edad de los metales, y sobre todo en la Antigüedad, surge un sentido nuevo del tiempo y de la vida, de la precariedad de la vida histórica, y una cierta exigencia de solución de todas las precariedades, de culminación, de eschaton, de escatología, que se vincula con la figura mesiánica.
A partir de la era axial la mediación requerida entre Dios y los hombres es la más poderosa de todas, la única y verdadera mediación, en cuanto que se trata de una segunda edición de la creación, pero desplegada temporalmente. Desde el punto de vista del tiempo y de la historia, la creación no está y no puede estar completa, se requiere la redención, y esa es la tarea del mesías.
La religión, definida como relación de reconocimiento y afirmación entre fundamentante y fundamentado, tal como se manifiesta en vivientes orgánicos dotados de libertad, es una forma de lo que Hegel denomina espíritu absoluto, una relación de reconocimiento y afirmación de la vida, que en la era axial se diferencia de las otras formas surgidas también entonces, la filosofía y el arte, en que su órgano específico no es el intelecto ni la imaginación creativa, sino el corazón. Consiste en una relación afectiva, ciertamente trascendental, que se denomina “amor” y que se manifiesta de muchas maneras en muchos comportamientos.
A partir de la era axial la religión, que en el neolítico ha sido religión de la voluntad y de la ley, y en la Edad de los metales ha sido religión del intelecto y la palabra, pasa a ser religión del corazón y del amor.
Las maneras de afirmación de la vida denominada “amor” que se manifiestan en el comportamiento religioso, pueden agruparse en unos cuantos grandes géneros que se pueden llamar categorías religiosas, y también momentos de la relación religiosa, y que podrían ser los de filiación, creación, sacrificio y comunión.
Dentro de la categoría de filiación pueden incluirse las manifestaciones de la vida religiosa que se designan con los términos de las relaciones familiares. Dentro de la categoría de creación, se pueden integrar las formas y expresiones que designan las diferencias y relaciones entre el creador y las criaturas. Dentro de la categoría de sacrificio se incluirían todas las modalidades de intercambio, reconocimiento y afirmación entre donantes y aceptantes y sus correspondientes expresiones culturales. Dentro de la categoría de comunión se podrían inscribir las manifestaciones y formas de la religión que consisten en la consumación de la unión amorosa.
Esta enumeración de grandes géneros o categorías de la vida religiosa no tiene por qué ser única, completa, ni definitiva. Basta con que en ellas puedan quedar esbozados y recogidos los conceptos básicos con los que se describe y comprende la oración especifica de la Antigüedad, la experiencia de la unión con lo divino en lo profundo de la intimidad humana, y el proceso de creación y redención que se condensa en la figura del mesías.
La descripción y comprensión del amor en la categoría de filiación, se da en las formas en que Homero, y David invocan a Zeus y a Yahweh como padre o como el que lo conoce desde el seno materno, en las invocaciones de Pablo y Proclo a Dios padre de Jesucristo o al Padre y a la Sabiduría de Dios, y en general en las apelaciones de los humanos a los seres divinos.
La descripción y comprensión del amor en la categoría de creación, se da en las formas en que las religiones de la edad de los metales, y de la era axial, describen la aparición de las criaturas como afirmación de la vida, mediante la llamada a ser o la convocatoria a la existencia.
La descripción y comprensión del amor en la categoría del sacrificio, se da, entre otras formas, como comportamiento religioso en el rito de la caza del oso y en la misa católica (CORP § 12), en la ofrenda de prisioneros que el Inca ofrece al sol (MORN § 35). etc.
La descripción y comprensión del amor en la categoría de comunión, se da, entre muy variados modos, como comportamiento religioso en las formas de canibalismo ritual (CORP § 11), en las ceremonias de unión del rey de Uruk con la diosa simbolizada en la reina (MORN § 35), etc.
Los elementos de estas cuatro categorías religiosas son símbolos y actuaciones del mesías, en tanto que mediación creadora y salvadora entre Dios y el hombre, diferenciada como tal y autonomizada a partir de la Edad de los metales y la Antigüedad.
El mesías es el mismo Dios en tanto que viviente en el orden temporal de la creación en la historia, en el que se articulan elementos de las diferentes categorías religiosas. El mesías es la unidad integrada, de un lado, por una figura con una vida y una actividad histórica susceptible de representación narrativa, y del otro lado, por una figura divina trascendente, cuyo poder y eficacia se hace presente en los elementos de las categorías de las religiones positivas y los actos del mesías histórico.
El Maitreya budista, el Kalki hindú, el Saoshyant enviado de Ahura Mazda en el zoroatrismo, el Messiah hebreo, el Jesucristo cristiano, y el Masih islámico tienen en común, por una parte, la capacidad de afirmar la vida de múltiples modos y vencer sobre los malos espíritus mediante los múltiples elementos de las categorías religiosas, y por otra parte, una cierta identidad con Dios, que se describe, a partir de la emergencia del Nous en la era axial y el desarrollo del pensamiento filosófico-teológico, como la sabiduría, el logos, el verbo, la imagen, la cara, de Dios, etc.[1]
Las diferencias entre todas esas figuras mesiánicas y su relación con Dios, constituyen la historia de la ortodoxia de las correspondientes religiones positivas. Aquí se va a atender solo a la historia de la ortodoxia del cristianismo europeo, con alusiones a otras ortodoxias solamente cuando se requiera para una mejor comprensión de la occidental.
La época histórica es el periodo en que se describe la religión utilizando formulaciones conceptuales con diferenciación del orden categorial y el orden trascendental. De ese modo resulta posible la comprensión de los esquemas religiosos trascendentales, como articulables y articulados con los elementos empíricos de las categorías religiosas, o sea, con las religiones positivas, con las versiones empíricas, cultuales, imperativas, narrativas y dialógicas de la religión.
Esa comprensión es la que permite la articulación armónica entre las formas positivas de la religión, sin menoscabo de los elementos empíricos de ninguna de ellas, y sin ese amontonamiento inarticulado de ellos que se llama sincretismo.
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NOTAS
[1] Este tema es uno de los puntos clave de la teología de las religiones, que desde el punto de vista de la filosofía de la religión se puede resumir y sistematizar en estos términos. Para una panorámica de las diferentes formas de mesianismo, cfr. https://en.wikipedia.org/wiki/Messianism
DIRECTORIO DE IMÁGENES SOBRE LAS CATEGORÍAS RELIGIOSAS y LA MEDIACIÓN DE LOS MESÍAS
Imagen 1: https://pixabay.com/es/photos/rey-arpa-arpista-holzfigur-figura-505640/
Imagen 2 : https://psicologiaymente.com/cultura/dioses-griegos
Imagen 3: https://es.aleteia.org/2020/02/18/misa-descubre-el-simbolismo-de-la-procesion-del-ofertorio/
Imagen 4: http://www.buddhanet.net/e-learning/history/maitreya2.htm
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).