1.- Unidades culturales, religiosas y nacionales en occidente
§ 45.- Fuerzas centrípetas y personajes institucionales de la Cristiandad
Pueden describirse, pues, más de una docena de fuerzas centrípetas, y bastantes más, actuando en la formación de la cristiandad, y pueden agruparse en cuatro categorías.
1.- En primer lugar, hay unas fuerzas de orden metafísico, como son que el poder tiende por esencia a reforzarse. Esto suele suceder ampliando su alcance hacia fuera, geográficamente, y hacia dentro, sociológicamente, de muy diversas maneras, intensificando la comunicación intersubjetiva de los ciudadanos entre sí, y del conjunto con el estado. La intensificación y refuerzo de la comunicación de los ciudadanos entre si y con el estado se puede hacer tiránicamente o liberalmente, y también en ambos casos de muchas maneras. Esta fuerza de orden metafísico se articula bien con los rasgos subjetivos de la creatividad, la ambición y otros.
Otra fuerza de orden metafísico es el mencionado carácter insuperable del horizonte ético de la sociedad, la tendencia esencial del bien a difundirse de suyo. Esta fuerza se articula bien con otros factores subjetivos como la generosidad, el altruismo, el afán de aventuras, etc.
También se puede contar entre las fuerzas metafísicas que inciden en la formación de la Cristiandad, la tendencia de las organizaciones sociales al crecimiento y desarrollo, de modo análogo a como lo hacen los organismos vivientes. Hay estudios empíricos sobre este tema de diversos autores, que no por ser periféricos al tema de la Cristiandad, resultan menos instructivo para su comprensión[1].
2.- En segundo lugar, hay fuerzas de orden social e histórico, como la tendencia de las organizaciones religiosas, políticas y económicas, a la capitalización, es decir, a la acumulación de su pasado y a su transmisión.
3.- En tercer lugar, hay fuerzas de orden cultural e histórico, como la rueda, el alfabeto, la moneda, el libro, el sistema de numeración posicional, y otros de género análogo o muy diverso, que tienen una relación más o menos directa, y más o menos lejana, con la formación y el desarrollo de la Cristiandad.
4.- En cuarto lugar, hay fuerzas de orden personal reflexivo, de orden subjetivo reflexivo, como pueden ser el sentido del mesianismo y de la universalidad de Alejandro, la ambición y el genio político de Augusto, la firmeza de las convicciones de Atanasio y Arrio sobre la identidad de Jesús, las dotes políticas y militares de Carlomagno, etc.
La convergencia y el modo operativo en que estas fuerzas se tornan eficaces en la formación de la Cristiandad, se percibe al analizar la actuación de los personajes institucionales, es decir, de los individuos que asumen los diferentes cargos públicos en la sociedad urbana de la Antigüedad.
Para los humanos de una sociedad urbana y secularizada de la era digital, resultan inimaginables e incomprensibles esas controversias y esos conflictos tumultuosos y violentos en torno a términos tan específicamente teológicos como homousios (consustancialidad), o como filioque (y del hijo). No solamente resultan inimaginables. Resultan, además, en cierto modo increíbles.
Para comprenderlo hay que advertir que el equivalente en la Antigüedad a los actuales equipos de futbol, discotecas, partidos políticos organizados, “botellones”, etc, son las fiestas religiosas presididas y controladas por el poder civil. En Grecia y Roma, como en Egipto y Siria, las actividades lúdicas como los juegos, las representaciones dramáticas, etc., y los establecimientos recreativos como las termas, los anfiteatros, etc., por una parte, tienen un sentido religioso, y, por otra, están cuidados y encauzados en sus expresiones por parte de los gobernantes, precisamente para mostrar en todo momento la vigencia del poder sobre el “orden público”.
Una ilustración conocida de esta convergencia entre actividad religiosa y ejercicio de la autoridad civil en la vida urbana, se encuentra el pasaje de los Hecho de los Apóstoles en que Lucas relata el motín de Éfeso. El relato describe cómo los naturales de Éfeso se amotinan, arrastran al teatro a dos compañeros de predicación de Pablo, con ánimo de linchamiento, y
todos a una voz se pusieron a gritar durante casi dos horas: «¡Grande es la Artemisa de los efesios!» (Hechos, 19, 34).
En esa misma línea se sitúan los tumultos que dan lugar a la muerte de la maestra, y cabeza de la escuela neoplatónica de Alejandría, Hipatia[2].
Después del edicto de Milán de 312, y sobre todo después del edicto de Tesalónica, de 380, parte de las funciones psicosociales de distensión, celebración de la identidad, y fiestas de diversa índole, pasan a cumplirlas las iglesias parroquiales, las diócesis y los obispos. Cuando se estudia el modo en que lo hacen, entonces la vida religiosa de la Cristiandad primitiva parece un poco menos extraña. Incluso puede resultar familiar y comprensible.
Un obispo en Alejandría o Milán en los siglos III, IV y V es una figura social comparable a un cantante pop, un deportista de élite o un influencer del siglo XXI. Habla y la gente le escucha, porque lo que dice expresa sus sentimientos más intensos e íntimos de identidad y de comunidad, que es lo que ocurre generalmente en las fiestas, sobre todo en las musicales y deportivas. Las fiestas de la antigüedad no pueden no ser religiosas.
Atanasio en su parroquia de Antioquía o Ambrosio en la suya de Milán, podrían ser un equivalente de Frank Sinatra en el Metropolitan Opera House de New York o de Cristiano Ronaldo en el estadio Santiago Bernabeu. Por otra parte, el contenido de expresiones como homousios y filioque no resulta, para los ciudadanos antiguos, más difícil de entender de lo que lo es para los actuales el sistema electoral de cálculo proporcional que divide el número de votos según la ley D`Hondt, los efectos de las oscilaciones del Euribor sobre las hipotecas, o la informatización y digitalización de la realidad y de la vida, tal como la muestra la película Matrix.
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NOTAS: Fuerzas centrípetas y personajes institucionales de la Cristiandad
[1] Entre esos estudios señalo aquí, Weber, M., Sociología de la religión, Madrid; Akal, 2012; Goody, J., La familia europea, Barcelona: Crítica, 2001; Bellah, R., Hábitos del corazón, Madrid: Alianza, 1989; Marín, H., La invención de lo humano. La construcción sociohistórica del individuo, Madrid: Encuentro, 2007.
[2] Teruel, Pedro Jesús. Filosofía y ciencia en Hipatia. Madrid: Gredos, 2011.
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Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).