4.- Muerte y escatología en las formas de existencia
§ 88.- Muerte y escatología en la existencia científica. El horror de la muerte
Si el yo y el sistema sociocultural pierden la referencia a los contenidos del intelecto espiritual, el miedo a la muerte se transforma en pavor o en pánico, y el juicio desaparece del horizonte intelectivo. Eso ocurre paulatinamente desde el siglo XVII al XX en la cultura occidental, tanto en los hábitos cognoscitivos de las personas individuales como en la interpretación publica de la realidad, y a eso se le puede llamar existencia científica, porque se generaliza el hábito de conceder valor ontológico público, preferentemente, a las expresiones lingüísticas que se pueden comprobar empíricamente.
Los sistemas de control de calidad del conocimiento, propios de la ciencia, se generalizan en las cuatro esferas primarias de la cultura, en la vida religiosa, política, jurídica, y económica, por las ventajas que implican para unas sociedades cada vez más complejas e institucionalizadas, es decir, gestionadas por un estado con las características del estado moderno. Lo que Weber denomina racionalización y burocratización creciente de la actividad humana, laboral y social en general, es la forma externa y visible del funcionamiento de lo que Hegel llama estado, en tanto que sustancia ética, normativa, y en tanto que reflexión y control autoconsciente de una subjetualidad social con una amplitud y profundidad sin precedentes.
Las personas jurídicas, las instituciones, no tienen un yo personal que pueda reposar sobre su sí mismo sustancial y su fundamento, y vivir la unión amorosa con la divinidad en su intimidad. Puede hacer algo análogo según su modo de ser, pero a través de un largo proceso que ahora no corresponde examinar.
En esa racionalización y positivización de la vida social y personal, la subjetualidad social de las instituciones religiosas occidentales, las iglesias cristianas de la cristiandad, como personas jurídicas, se distancian de su fundamento y se vuelven más reflexivas, más racionalizadas y más burocráticas, y los individuos van encontrándose con el fundamento de su sí mismo en la comunidad religiosa cada vez en menor medida y con menor intensidad.
Esa racionalización y burocratización creciente de la religión, y ese distanciamiento del fundamento ontológico, también se produce en el ámbito de la política, el derecho y la economía, y en las esferas secundarias de la cultura, la técnica, el arte, la ciencia y la filosofía.
Ese proceso reflexivo de la modernidad es el requisito para el alcance de la madurez y autonomía del espíritu individual en todas las esferas de la cultura, en articulación con las instituciones correspondientes. Es el requisito para el alcance de la libertad religiosa, de las libertades políticas, de los derechos subjetivos y de la libertad económica individuales, que tiene lugar a lo largo de la modernidad.

Ese proceso se vive como engreimiento en el siglo XVIII, como desgarro en el XIX y como desesperación en el XX, por parte de quienes viven una existencia ética y científica, y como secuencia de momentos aurorales por parte de quienes viven una existencia de tipo místico-profético o místico puro.
La muerte empieza a vivenciarse como algo terrorífico sobre todo en el siglo XX, como Nietzsche había entrevisto en el siglo XIX, es decir, cuando las racionalizaciones fijadas desde la antigüedad dejan de mediar suficientemente con el fundamento, como señalan los primeros filósofos del siglo XX, Husserl, Heidegger, Weber, Sartre, y otros que se han señalado, y muchos autores de literatura.
Cuando ya se nota “que ya no estamos muy confiadamente en casa/ en nuestro mundo interpretado” como dice Rilke en la primera de las Elegías de Duino[1].
En el sigo XX queda desformalizado el más allá en la interpretación pública de la realidad, se pierde en muchos casos la referencia del yo al sí mismo y del sí mismo al fundamento. Entonces el ateísmo, que era el estado subjetivo de un número creciente de individuos de las élites intelectuales y sociales, empieza a generalizarse. Entonces la muerte aparece como el supremo enigma, el supremo terror, y empieza a generar en los individuos no simplemente miedo, como en el mundo antiguo y medieval, sino terror, o incluso pánico.
El miedo a la muerte, el terror y el pánico, no son la misma cosa, cada uno tiene una época. Probablemente ese terror y ese pánico son propios del siglo XX, porque en la literatura del XIX y anterior, no hay relatos como los de Camus, Conrad, Unamuno, y tantos otros, en los que se expresa de un modo tan vivo la desesperación y el terror.
El arte es la expresión de la vida, y el arte de cada época, la expresión de la vida de esa época, sobre todo la literatura, que tiene como elemento precisamente la vida. Si la literatura registra y describe una situación, es que mucha gente la vive así.
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NOTAS
[1] Cfr., Choza, J., Al otro lado de la muerte. Las elegías de Rilke, Sevilla, Thémata, 2ª ed. 2019. Ahora recojo ideas y expresiones contenidas en ese libro.
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran, entre otras: Filosofía de la basura: la responsabilidad global, tecnológica y jurídica (2020), y Secularización (2022).