3.- Unidad reflexiva de la comunidad. Derecho, nación y estado
§ 9.- Unificación administrativa del poder. Patriotismo, reyes y guerreros.
La muerte de los habitantes de Sagunto sitiados por Aníbal en 219 AdC y la de los de Numancia sitiados por Publio Cornelio Escipión en 133 AdC, es una inmolación y una ofrenda a sus dioses y a su ciudad. Son casos memorables de unas gestas calcolíticas movidas por lo que a partir de la época histórica se llama patriotismo. Hay numerosas gestas de este tipo en la Edad de los metales, a partir de las más antiguas y documentadas, a saber, los sitios y conquistas de Troya que comienzan en el milenio III AdC.
Hay muchos escritos, académicos y literarios, sobre la historia del patriotismo, pero no tantos sobre su prehistoria[1]. Hay memoria épica de la fundación de las ciudades, relatos mitológicos sobre sus victorias y derrotas, leyendas y documentos históricos sobre sus reyes y sus hazañas. La secuencia del tipo de relato y de las características de su “género literario”, es un exponente del grado de desarrollo y reflexión de la conciencia colectiva y de la conciencia “patriótica” individual.
El desarrollo y la reflexión de esta conciencia, del sentimiento de sí y de la voluntad de ser, es un indicativo de la formación del estado en la Antigüedad a partir de los imperios de la Edad de los metales.
Zeus, el dios del poder supremo, Atenea la diosa de la guerra y la civilización, y Deméter, la diosa de la agricultura, del hogar y de la vida, que simbolizan los poderes sagrados en las sociedades complejas de la Edad de los metales[2], están igualmente presentes y operantes cuando los organizadores de la vida de la comunidad ya no son Agamenón ni Ulises, sino Clístenes (570 AdC-507 AdC) y Pericles (495 AdC- 429 AdC)[3].
Quizá la presencia divina es mayor, pero diversa, en la formación de las instituciones estatales de Atenas durante los siglos VI y V, y en la formación de la conciencia patriótica de los héroes de las batallas de Salamina y las Termópilas. Hay diferencias entre la conciencia patriótica de estos guerreros y reyes y la de los de Troya, Sagunto y Numancia.
En abierto contraste con Troya, Sagunto y Numancia, los estadistas atenienses no son hijos de Zeus y los dioses, pero la ciudad y el estado que fundan no es menos divino. El estado ateniense se forma por el acuerdo de muchos, registra continuas reformas durante los siglos VI y V AdC, presenta con frecuencia procedimientos que resultan de compromisos, tiene numerosas deficiencias administrativas, y, sin embargo, es la institución con la que los atenienses se identifican a lo largo de dos siglos, y por la que, identificándola con sus dioses, sacrifican sus vidas. Y lo mismo sucede en Esparta.
La democracia ateniense de los siglos VI y V AdC consiste en la organización del estado y del gobierno de la ciudad de Atenas, básicamente mediante tres grupos de personas singulares, la Ekklesía, la Boulé y los Dikasteria[4].
La Ekklesía, o Asamblea del pueblo, es la reunión de todos los ciudadanos, tiene las funciones del poder legislativo, se reúne 10 veces al año, y aprueba o reprueba las decisiones y acciones del equipo de gobierno.
La Boulé, o Consejo de los gobernantes, tiene las funciones del poder ejecutivo y está formada por 500 individuos, 50 representantes de las tribus de Atenas, elegidos por sorteo de entre los presentados por los ‘demos’ o demarcaciones territoriales de la ciudad.
Los Dikasteria, o tribunales, están compuestos por unos 200 ciudadanos, anualmente determinados por elección o por sorteo.
Junto a los miembros de estos cuerpos institucionales, están los nombramientos de personas singulares, magistrados, para la ejecución de tareas concretas[5]. La fragilidad de estas instituciones se manifiesta en sus fallos funcionales.
La Ekklesía reúne a la totalidad de los ciudadanos y se celebra en cada una de las diez partes en que los griegos dividen el año. Pero, por una parte, Atenas no tiene lo que propiamente se llama un calendario ni tampoco censo, y, por otra parte, del conjunto de los 30.000 o 35.000 ciudadanos con plenos derechos, de una población de entre 60.000 y 100.000 individuos de la ciudad de entonces, los que acuden a la asamblea son aproximadamente la décima parte[6].
Cuando la asistencia se hace demasiado escasa, se ofrece la indemnización de un óbolo por día (el salario diario de un obrero), que se abona a los que acuden en primer lugar, hasta que se termina la cantidad disponible para cada jornada.
El Consejo se reúne todos los días y los bouletes, que lo son por un año, tienen una indemnización de 5 óbolos diarios. La cantidad es muy pequeña en comparación con los trabajos y las responsabilidades asumidos, por lo cual el número de candidatos para integrar el grupo de los 500 es siempre escaso.
La Ekklesía y la Boulé inician sus ejercicios anuales y sus sesiones extraordinarias con ceremonias religiosas, y son esos organismos los que toman todas las decisiones importantes de Atenas, los que gestionan su patriotismo, que tanto determina su identidad y la de Europa.
Los nombramientos de generales en las guerras médicas y en la guerra del Peloponeso, la muerte de Sócrates, el ostracismo de los que perjudican a la ciudad, las reformas religiosas, y, en general, todas las decisiones que toma un estado moderno, los deciden la Asamblea y el Consejo, siguiendo su instinto patriótico.
Debido quizá a su génesis democrática, el estado ateniense no tiene la solidez y consistencia del estado inca, ni la del estado romano, y en esa fase incipiente la fuerza que lo anima es quizá solamente el patriotismo[7].
En esa fase inicial, de tantas deficiencias institucionales, los atenienses van a la muerte con la misma resolución que los habitantes de Troya, Sagunto y Numancia, pero con un sentimiento de sí distinto del de los habitantes de aquellas ciudades. Porque, al igual que aquellos, han recibido de los dioses la vida, la ciudad, la familia y la riqueza, pero aportando ellos para todo eso su voluntad, su decisión, su acuerdo, su ingenio, al conjunto de lo cual lo llaman “libertad”, “eleuthería”, que significa no depender de otro, depender de uno mismo[8].
El desarrollo del estado a lo largo de la época histórica parece estar en correlación con la intensidad y el alcance de la conciencia y el sentimiento de sí colectivos, y con la conciencia religiosa colectiva, cuyo contenido viene dado para la comunidad por el modo en que es y se siente afectada ella misma en cada persona singular por los acontecimientos. Ese ser y sentirse afectado por los acontecimientos es el pathos de cada nación.
La conciencia y el sentimiento de sí de un pueblo, de una nación, no reside en el gobierno ni tampoco el estado. Reside en el conjunto de todas sus esferas y formas culturales. El gobierno, como quiera que esté configurado en cada momento, recoge y encauza expresivamente el modo en que la nación y el estado se sienten afectados por los acontecimientos históricos.
El estado y el gobierno gestionan las expresiones del sentimiento de sí que se denomina patriotismo, y que expresa toda la gama afectiva de la sensibilidad común, también las referencias a las últimas metas a las que el hombre puede aspirar, y las esperanzas respecto de ellas, con o sin referencia a los poderes divinos[9].
NOTAS
[1] Cfr. Hernández-Pacheco, J., El duelo de Atenea. Reflexiones filosóficas sobre guerra, milicia y humanismo, Madrid: Encuentro, 2008; Marín H., y López Cambronero, M, (eds) Nación y libertad, Murcia: Universidad Católica San Antonio, 2005; Suarez Fernández, Luis, Nación, patria, estado. En una perspectiva histórica cristiana, Madrid: Unión Editorial, 1999. El concepto de patriotismo como virtud cívica es en cierto modo la reelaboración moderna de un concepto greco-romano, y se inicia quizá con Rousseau. En el mundo Ibérico es desarrollado por los héroes de la independencia americana, y por los autores de la generación del 98. Su sentido, alcance y límites es debatido en el siglo XX, en relación con la globalización y la secularización, en España por los autores señalados, entre otros, y en el mundo anglosajón, por autores como Chesterton, Huizinga, Orwell, Habermas, MacIntyre y Nussbaum, entre otros. https://es.wikipedia.org/wiki/Patriotismo.
[2] Son las divinidades que corresponden a las “clases sociales” de las sociedades complejas en la socio-teología de Dumézil (ROREM § 8).
[3] Eidinow, E., “Networks and Narratives: A Model for Ancient Greek Religion”, Kernos 24 (2011), p. 9-38.
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Democracia_ateniense.
[5] Ellul, Jacques, Historia de las instituciones de la Antigüedad, Madrid: Aguilar, 1970, pp. 96-101.
[6] Ellul, J., op. cit, p. 96.
[7] Eidinow, Esther, “Ancient Greek Religion: ‘Embedded’ . . . and Embodied”, en Claire Taylor and Kostas Vlassopoulos, Communities and Networks in the Ancient Greek World, London: Oxford University Press, 2015. Ese patriotismo quizá es un buen punto de partida para entender lo que Weber llama el proceso de formación de la burocracia Cfr. Economía y sociedad, cit., I parte, III, II, “La dominación legal con administración burocrática”, pp. 173-180, y quizá para hacerse una cierta idea de lo que llama Luhmann, N., Fin y racionalidad en los sistemas, Madrid: Editora Nacional, 1983.
[8] https://www.alcoberro.info/pdf/liberalisme12.pdf, cfr. Zagal Arreguín, Héctor, “Eleuthería en Aristóteles”, Revista Co-herencia Vol. 15, No 28 Enero – Junio de 2018, pp. 67-84; https://etimologias.dechile.net/?Eleuterio
[9] Hernández-Pacheco, Marín, Suárez, MacIntyre, Habermas, y en general los autores mencionados, relacionan el nacionalismo y el patriotismo con la conciencia religiosa, y la decadencia del patriotismo con la secularización y la globalización.
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About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).