2.- De la muralla y el calendario a la ciudadanía y la ortodoxia
§ 5.- La ciudadanía. Fronteras geográficas, sociológicas, jurídicas y metafísicas.
A lo largo del proceso de neolitización se abandona la vida nómada y poco a poco se consolida la vida sedentaria. Hércules domestica los poderes sagrados, las fuerzas naturales, que quedan organizadas en cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego (MORN§§ 21 y 22); y las comunidades humanas empiezan a relacionarse con lo sagrado de un modo nuevo. Lo sagrado lo encuentran y lo veneran en los poderes que las llevan a fijarse en un lugar santo, a definirse, a ponerse límites y a proyectar su vida, mediante murallas, calendarios, profecías y adivinación.
En la Edad de los Metales se forma y consolida el estado, se forman y se desarrollan los imperios, emerge la interioridad social, y en ella la interioridad divina y la humana se comunican mediante la palabra. Las murallas refuerzan unas fronteras geográficas y sociológicas, de unos territorios separados por ríos y montañas, o por mares, habitados por grupos con lenguas y costumbres diferentes, que intercambian todo tipo de bienes por procedimientos inseguros y peligrosos.
Tan inseguros y peligrosos como para que, en algún momento del segundo milenio AdC, en Oriente Próximo, Jacob hiciera este voto:
20 «Si Dios me acompaña y me protege durante el viaje que estoy realizando, si me da pan para comer y ropa para vestirme,
21 y si puedo regresar sano y salvo a la casa de mi padre, el Señor será mi Dios.
22 Y esta piedra conmemorativa que acabo de erigir, será la casa de Dios. Además, le pagaré el diezmo de todo lo que me dé» (Génesis, 28)
A finales del primer milenio AdC Roma convierte el Mediterráneo en ámbito de comercio y tránsito seguro (en concreto y especialmente, Escipión), y traza por los territorios conocidos vías también seguras, que unen ciudades distantes miles y miles de kilómetros, para pasar por los cuales se paga tributo. Entonces las fronteras geográficas y sociológicas se convierten en fronteras jurídicas, o fronteras según el derecho. A partir de entonces el cosmos se convierte en polis y los hombres en cosmo-politas.
Desde su origen en el Neolítico y su consolidación en la Edad de los Metales, el derecho es el reconocimiento y la expresión públicos de la verdad de la vida. El derecho dice la verdad de lo que cada uno es: si es propietario o deudor, padre o esclavo, esposo o embajador. También si es ciudadano romano o no lo es, si es cristiano o infiel. Si está desterrado o excomulgado.
En la Antigüedad el ser humano establece sus límites, y determina su identidad, construyendo su ciudad y su país, y proyectando su futuro de maneras nuevas, llevado siempre de la mano por los poderes sagrados. Aparecen nuevas formas de amurallar y planificar en el tiempo. Nacen la ciudadanía en la sociedad estatal y el “dogma” en el seno de la comunidad eclesiástica. Hay un refuerzo mutuo entre iglesia y estado, entre ciudadanía y ortodoxia.
La identidad humana se formula en un conjunto de prácticas políticas y éticas, artísticas y técnicas, regidas por unos valores y metas, contenidos en su conjunto en los libros, en las letras, que recibe el nombre de “humanismo” en tanto que ideal de valores a realizar, y el de “humanidades” en tanto que saberes a cultivar.
El humanismo, la concepción de la esencia humana, es la autoconciencia que forman para sí en la Antigüedad los hombres que han fusionado los imperios formados en la Edad de los Metales. Es la concepción del hombre que emerge en la autoconciencia grecorromana y de la que se nutre la cultura occidental.
El humanismo lleva consigo un conjunto de fronteras metafísicas, un “mundo”, dentro del cual el hombre se siente seguro. Y cada vez que ese mundo se queda pequeño y resulta inservible como horizonte existencial, porque colisiona con nuevos imperios, nuevos mundos y se dilata la masa demográfica de la comunidad humana, el hombre experimenta el pánico insufrible de la disolución del mundo, individual y colectivamente.
En el calcolítico Ulises establece para la Antigüedad las fronteras de lo humano por referencia a los no humanos, que son los inmortales, las fuerzas cósmicas personalizadas y animalizadas, animales, cíclopes, sirenas, magas, ninfas, etc.
Cuando se queda pequeño el mundo antiguo y el horizonte existencial se abre hacia lo ignoto, el hombre entra en un mundo nuevo. Entonces Parsifal inaugura una nueva etapa y establece otra vez las fronteras de lo humano y lo natural, por referencia a querubines, ángeles, hadas, demonios, dragones, brujas, almas en pena, etc., y restaura la identidad del hombre.
El mundo de Ulises y de Parsifal se queda pequeño en la siguiente fase de crecimiento del espíritu de la humanidad. Las fronteras metafísicas del hombre moderno, vuelven a romperse y entonces los nuevos héroes, Luke Skywalker y Rick Deckard, tienen que encontrarlas para todos los hombres del siglo XXI, y las encuentran por referencia a fuerzas cósmicas, fuerzas divinas, robots, simios, replicantes, transgénicos, trasplantados, etc.
La disolución de las fronteras de lo humano es una experiencia metafísica, una experiencia del ser y también de la esencia, que implica de suyo una experiencia religiosa. Ante la amenaza de la disolución, de la cancelación del ser y la identidad humanos, lo sagrado se muestra ahí, en un fundamento quizá cada vez más misterioso, al que el héroe queda abocado.
Ulises, Parsifal o Skywalker, necesitan recogerse sobre sí mismos, y el modo en que lo hacen es la oración. Se repliegan sobre sí, sobre su fundamento último, porque ese es el modo de encontrar el nuevo camino de afirmación de la vida, el camino del nuevo orden, de la nueva cultura, es decir, el camino de la religión.
La experiencia del héroe, la experiencia de las fronteras metafísicas, la experiencia del ser y de la esencia, que acontece y que se da en el orden de la razón práctica, es precisamente experiencia religiosa. A partir de ella se empieza de nuevo el culto, la moral, la revelación y la oración.
Cuando se han conquistado nuevos territorios, se han establecido nuevas fronteras y abierto nuevos horizontes, todo lo ganado queda bajo la custodia de las dos instituciones que fundan y rigen la comunidad, la iglesia y el estado, y su custodia es, por una parte, el orden de la ciudadanía y, por otra, el orden de la ortodoxia.
[1] Para un estudio más detenido de estas fronteras del humanismo, Cfr. Choza, J., “Fronteras geográficas, sociológicas y metafísicas”, Revista CIDOB d’Afers Internacionals, (2008), nn 82-83, pp. 77-93; Cfr., Historia cultural del humanismo, Sevilla-Madrid: Themata-Plaza y Valdés, 2009.
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).