58.- Articulación entre objetividad y realidad. Formas de ateísmo y de fanatismo.
En el calcolítico el intelecto se diferencia y empieza a autonomizarse de la imaginación y del corazón, y esta diferenciación en el orden de la subjetividad tiene como correlato en el orden del espíritu objetivo la diferenciación entre saber, arte y religión. El espíritu tiene una vida propia cuyo fenómeno es el verbo interior. Ese verbo interior habita un espacio abierto entre el sí mismo y el yo, que es a la vez un espacio personal y una interioridad social, y mediante ese verbo el yo puede asumir el sí mismo para referirlo al mundo eidético de signos y símbolos culturales, y al fundamento del ser y de la existencia de todos los entes. En la referencia mutua entre el yo y el sí mismo, se puede producir una desconexión y un extravío del hombre. Es lo que Pablo y Agustín llaman ser arrastrados por las “concupiscencias” y Heidegger denomina “caída” y de lo que se hablará más adelante.
Patologías de la fe
Esa desconexión lleva consigo una pérdida de la referencia del corazón al fundamento, y una fijación del intelecto en el mundo eidético, que permite explicar y comprender una serie de actitudes y comportamientos humanos en cierto modo anómalos y éticamente desacertados. En la medida en que la fe tiene como una de sus dimensiones ese mundo eidético, el mundo del lenguaje y de los significados, las patologías de ese mundo se manifiestan también como patologías de la fe.
En un memorable pasaje del Tratado sobre la virtud de la religión, de la Suma Teológica, Tomás de Aquino clasifica los vicios contrarios a la virtud de la fe en dos grupos, los pecados por exceso y los pecados por defecto. Entre lo pecados contra la fe por exceso sitúa la superstición, que consiste según él en dar crédito a realidades, cosas, sucesos o acciones que no lo merecen en absoluto, o que no lo merecen en el grado tan alto que en ocasiones se les presta[1]. Pues bien, dentro de esa categoría general de la superstición pueden situarse, alterando un poco los criterios del Aquinate, el fanatismo y el ateísmo.
El fanatismo
Una manifestación de algo que el espíritu, en el momento de su desarrollo de la modernidad, tiende a considerar como fanatismo es el siguiente relato del Primer Libro de Los Macabeos, de la Biblia judeo-cristiana.
Entre tanto, los delegados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín, para exigir que se ofrecieran los sacrificios.
Se presentaron muchos israelitas, pero Matatías y sus hijos se agruparon aparte.
Entonces los enviados del rey fueron a decirle: «Tú eres un jefe ilustre y gozas de autoridad en esta ciudad, respaldado por hijos y hermanos.
Sé el primero en acercarte a ejecutar la orden del rey, como lo han hecho todas las naciones, y también los hombres de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Así tú y tus hijos, serán contados entre los Amigos del rey y gratificados con plata, oro y numerosos regalos».
Matatías respondió en alta voz: «Aunque todas las naciones que están bajo el dominio del rey obedezcan y abandonen el culto de sus antepasados para someterse a sus órdenes,
yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos fieles a la Alianza de nuestros padres.
El Cielo nos libre de abandonar la Ley y los preceptos.
Nosotros no acataremos las órdenes del rey desviándonos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la izquierda.
Cuando acabó de pronunciar estas palabras un judío se adelantó a la vista de todos para ofrecer un sacrificio sobre el altar de Modín, conforme al decreto del rey.
Al ver esto, Matatías se enardeció de celo y se estremecieron sus entrañas; y dejándose llevar por una justa indignación, se abalanzó y lo degolló sobre el altar.
Ahí mismo mató al delegado real que obligaba a ofrecer los sacrificios y destruyó el altar.
Así manifestó su celo por la Ley, como lo había hecho Pinjás con Zimrí, hijo de Salú.
Luego comenzó a gritar por la ciudad con todas sus fuerzas: «Todo el que sienta celo por la Ley y quiera mantenerse fiel a la Alianza, que me siga».
Y abandonando todo lo que poseían en la ciudad, él y sus hijos huyeron a las montañas.
Entonces muchos judíos, amantes de la justicia y el derecho, se retiraron al desierto para establecerse allí. (Primer Libro de Macabeos 2,15-29).
El fanatismo según el contexto
La diferencia de valoración de este episodio del siglo II AdC por parte de la sensibilidad antigua y medieval, y la sensibilidad contemporánea, permite comprender lo que se ha dicho hasta ahora del grado de desarrollo y autonomización del espíritu en el transcurso histórico de despliegue de la especie humana. El comportamiento de Matatías puede verse como correcto y justo por parte de la sensibilidad de sus contemporáneos y quizá del propio Tomás de Aquino, pero se considera como fanatismo por parte de la sensibilidad europea contemporánea. Lo mismo podría decirse quizá de la sensibilidad de los musulmanes del Estado Islámico que llevan a cabo atentados suicidas en Europa, Asia, África o América.
Desde el punto de vista de la cultura urbana contemporánea, el comportamiento de los militantes del Estado Islámico es fanatismo, en cuanto que las definiciones, fórmulas, imágenes y comportamientos, resultan entidades del mundo eidético autonomizadas y reificadas, de manera que impiden la referencia del fiel a la divinidad para calibrar en esa referencia el valor de la vida propia, de los demás fieles de la propia religión y de los no-fieles, después de haber aprendido en un proceso de maduración histórica del espíritu, el significado religioso de la libertad, igualdad y fraternidad de todos los hombres. Para la cultura urbana contemporánea, se trataría de un tipo de superstición idólatra, en que la veneración debida al fundamento se le presta a entidades del mundo eidético, carentes a su vez de referencia al fundamento.
Posiblemente para los militantes del Estado Islámico el comportamiento terrorista no es fanático, sino piadoso y santo, como el de Matatías. Cuando es ese el caso, lo que ocurre es que esos militantes y los europeos no son contemporáneos en cuanto a la edad del espíritu.
El ateísmo
Algo análogo se puede pensar que ocurre con el ateísmo contemporáneo. En ese proceso de maduración del espíritu, el conjunto de elementos del mundo eidético, que en el seno de la cristiandad hace posible la referencia del corazón y de la imaginación intelectiva al fundamento, se lexicaliza y reifica, de manera que dejan de ser medios para la referencia del corazón y de la imaginación intelectiva al fundamento, a los poderes sagrados que generan la vida y la existencia.
En esa situación es posible considerar cualquier tipo de fe como fanatismo, y ese parece ser el punto de vista de Bertrand Russell Cuando es el caso que el mundo eidético y el intelecto autonomizado se consideran fundamento suficiente de los entes reales, entonces se trataría de otro tipo de superstición, quizá también idolátrica, porque se presta a la objetividad y al intelecto autonomizado una veneración que no le corresponde.
La muerte de Dios
El proceso de lexicalización y reificación de los elementos del mundo eidético, del mundo cultural, que termina con la función mediadora de esos elementos entre los europeos contemporáneos y el fundamento, lo denominan los filósofos continentales la muerte de Dios, y algunos filósofos analíticos, siguiendo a Wittgenstein, una pérdida de las creencias.
Se puede decir de los europeos que no tienen fe, o que han perdido sus creencias, entendiendo la fe en el sentido que le da D. Z. Phillips en su interpretación de Wittgenstein. ¿Qué es lo que uno pierde cuando pierde la fe? Pierde algo que no se pierde como una cartera, sino como se pierde un hábito, como se pierde una lengua, como se pierde un camino que uno estaba siguiendo o como se pierde la orientación cuando se navega en el mar. En concreto, como uno pierde el chino o el alemán cuando una vez lo habló y luego deja de hablarlo, o como se pierde un camino, un sistema de orientación utilizado para dirigir los propios movimientos[2].
Distanciamiento
Un sistema de orientación que uno vive y utiliza por sí mismo, se puede sustituir por otro que uno no vive y no utiliza por sí mismo, como deja de usar el timón de un barco cuando lo cede al práctico para entrar en el puerto, o como el aterrizaje manual se puede sustituir por el aterrizaje con piloto automático. La expresión y el ejercicio de la fe personales se puede ceder a la expresión y ejercicio de la fe que realiza la institución encargada de custodiarla, expresarla y difundirla. Esa cesión permite que la fe se desarrolle institucionalmente según unas fórmulas teológicas muy precisas, que son difícilmente vivenciables afectivamente y fácilmente lexicalizables. Transcurrido un cierto tiempo desde la inhibición del ejercicio personal de la creencia, acaba llegando un momento en que se cae en la cuenta de que esa creencia, ese lenguaje, ya no es una actividad propia y personal, que no es una actividad propia y personal de nadie, sino de la institución como tal. Este fenómeno puede dar lugar a un distanciamiento entre la institución y los que vivían tales creencias, y dar lugar a una pérdida de referencias que puede denominarse pérdida de la fe, secularización, y también muerte de Dios.
Esta pérdida o esta muerte no se percibe porque se trata de un proceso paulatino, como el de lexicalización de la expresión “es usted un burro”, durante el cual las fórmulas vividas personalmente son sustituidas por otras no vividas personalmente, pero que cumplen la misma función de nombrar y orientar, por subrogación en lo que manda y enseña la autoridad del lenguaje o de la iglesia. El fenómeno se puede interpretar en clave religioso-moral como resultado de una acción culpable, y se puede intentar remediarlo también en esa clave mediante esfuerzos ascéticos o morales. Entonces los esfuerzos por mantener o declarar la fe se ligan a virtudes y vicios de la familia de la fortaleza, como valentía/cobardía, etc., que es lo que se puede percibir en Matatías por parte de sus contemporáneos, y la “fe” tiende a comprenderse en clave voluntarista como un resultado. Como si por un gran esfuerzo de la voluntad la expresión “es usted un burro” pudiera volver a adquirir la fuerza expresiva y significativa que tuvo la primera vez que alguien la formuló[3].
El ateísmo y el fanatismo como vicios contra la fe por exceso
Desde un punto de vista moral cristiano, y moral en general, el ateísmo y el fanatismo aparecen como vicios contra la fe por exceso, por exceso de creencia en la objetividad, en la racionalidad científica, en las formas culturales. Como formas de superstición. Con todo, aquí el análisis no se realiza desde el punto de vista moral sino desde el fenomenológico, y más en concreto, de la fenomenología de la lexicalización de los lenguajes religiosos.
Notas
[1]Tomás de Aquino, Summa Theologiae, II-II, qq. 92-97.
[2]D. Z. Phillips, “Belief and Loss of Belief”, en Wittgenstein and Religion. New York: St Martin Press 1994, pp. 123-130.
[3]El análisis de la lexicalización de la expresión “Es usted un burro”, está tomado de Bousoño, Carlos, Teoría de la expresión poética, Madrid: 1952.
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).