1.1. Unidad originaria de Iglesia-Estado y subjetividad personal

§ 3. De la “Devotio iberica” a los ejércitos nacionales

En las sociedades complejas, organizadas, el ejército es la expresión más inmediata de su voluntad de ser. Es la expresión más directa, más clara, más natural y más reflexiva de la voluntad de identidad. El ejército nace cuando nace el Estado y el Estado nace cuando hay ejército. En muchos casos, las sociedades complejas, las sociedades urbanas y los imperios, tienen como germen simplemente un ejército.

Entre los cazadores recolectores del paleolítico no hay ejército. Los primeros héroes que inician el proceso de neolitización, Hércules y Caín, y sus análogos, no son caudillos militares. Abraham no llega a serlo de un modo pleno. Agamenón sí, y Moisés también. A partir del éxodo por el desierto, y sobre todo, a partir de la toma de Jericó, el pueblo de Israel empieza a tener un ejército y empieza a tener un Estado.

Con los primeros asentamientos y la formación de los primeros imperios, las tribus nómadas se aglutinan de muchas maneras en los imperios y en las ciudades-Estados. En esas agrupaciones urbanas empiezan a diferenciarse las formas de vida, entre las cuales se dan la de los artesanos, intelectuales, campesinos, y especialmente la de los militares.

Ejército íbero
‘Caja de los Guerreros’, pieza ibera hallada en la necrópolis de Piquía, en el yacimiento de la Cuesta del Parral.

Hay grupos que se vinculan a los jefes y reyes de las sociedades estatales, mediante una especie de consagración militar religiosa, con la cual se pone la propia vida al servicio de la de sus jefes.

Ese es el sentido que tienen instituciones como la Devotio ibérica, o como las de los grupos de bárbaros que forman la Guardia pretoriana de los emperadores romanos. Son cuerpos de guerreros especializados en vivir para la defensa del jefe, hasta dar la vida por él en caso de necesidad, a cambio de ser mantenidos por esa autoridad a la que se consagran[4].

La actividad de estos grupos de extranjeros se articula con la de los primeros grupos de ciudadanos, tal como aparecen en Esparta o en Roma, y con la de los restantes habitantes de la polis, sean o no ciudadanos en sentido estricto, con los comerciantes, mercenarios, etc. La unidad y seguridad de la polis se basa en la certeza de que, tanto los ciudadanos como sus demás habitantes, cumplen siempre su cometido. Esa certeza es la bona fides, que dota de consistencia y profundidad a la subjetualidad social (ROREM §§ 13-15)[5].

Las fuerzas y factores heterogéneos que constituyen la subjetualidad social, tienen sus ritos de consagración propios, ajenos a los de la religión pública estatal, y forman parte de lo que constituye la cultura nacional y la expresan.

Expresan y simbolizan el espíritu de lo que serán las entidades nacionales, tal como las entienden y promueven Isidoro de Sevilla y Recaredo, Clodoveo, y otros caudillos políticos y religiosos, que operan en la formación de las nacionales de Europa (OORA § 27).

Esas fuerzas, que operan desde la época romana y desde antes, se manifiestan en las guerras de formación de las primeras naciones, en las órdenes de caballería, en las cruzadas, en los diferentes cuerpos y estilos militares, hasta la formación de los ejércitos nacionales con Napoleón, e incluso hasta los ejércitos institucionales que llegan al siglo XXI[6].

El modelo de formación de los Estados nacionales y las naciones, con sus ejércitos, parece que sigue esta secuencia histórica: nación, nacionalismo y nación-Estado, desde la proto-nación Israel hasta las naciones tal como existen en el siglo XXI[7].

En todos los casos la raíz de la institución militar es religiosa, y ese carácter sacro no se pierde ni se debilita, por intenso que haya sido el proceso de secularización y el de disociación entre Iglesia y Estado. Porque el sacrificio de la propia vida no puede no tener carácter sacro. La vida propia no puede ofrecerse más que por un valor que sea superior a ella misma, y eso es precisamente la definición de lo sacro, lo que vale más que la propia vida, la fundamenta y le otorga sentido.

 

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NOTAS

[4] Cfr. Alarcón Hernández, Carmen, “La devotio ibérica y R. Étienne: ¿El origen del culto imperial en Hispania?”, ARYS 11, 2013, pp. 209-226; cfr. Sánchez Sanz, A., Pretorianos. La élite del ejército romano, Madrid: Esfera de los Libros, 2017. Grupos e instituciones del mismo tipo son el Soldurio del mundo celta y los bushi samuráis japoneses, entre otros.

[5] En efecto, la bona fides en sentido objetivo, es decir, el conjunto de expectativas jurídicas sobre la conducta ajena que complementan lo expresamente dispuesto (en la ley, en los contratos) sobre la base del comportamiento normal de una persona en un determinado momento y sociedad. En Derecho se distingue esto de la buena fe en sentido subjetivo, que es la ausencia de intención deshonesta o maliciosa en el disfrute de un bien o el ejercicio de un derecho (agradezco a Luis Fonseca esta observación).

[6] Cfr. Subirats Srrosal, Chantal, El ceremonial militar romano. Liturgias, rituales y protocolos en los actos solemnes relativos a la vida y la muerte en el ejército romano del alto imperio, Tesis doctoral, UAB, 2013. Cfr. Hernández-Pacheco, J., El duelo de Athenea. Reflexiones filosóficas sobre guerra, milicia y humanismo, Madrid: Encuentro, 2008; Bañón, R., y Olmeda, J.A., (eds.), La institución militar en el Estado contemporáneo. Madrid: Alianza, 1985.

[7] Hastings, Adrian, La construcción de las nacionalidades, Madrid: Cambridge University Press, 2000.

 

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Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran, entre otras: Filosofía de la basura: la responsabilidad global, tecnológica y jurídica (2020), y Secularización (2022).

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