1.- Ontología de la creación, de la redención y del lenguaje religioso
§61.- Preexistencia y recapitulación. Los mundo-lenguajes de la época histórica
Lo distendido espacial y temporalmente en la vida real se encuentra como unidad y totalidad simultánea en la mente humana de dos maneras, a saber, como proyecto y como recuerdo. Si se transpone la creación y la historia del universo en los mismos términos a la mente divina, el modo de darse en ella esa realidad total es, y se denomina, en lenguaje ontológico y teológico, preexistencia y recapitulación.
El descubrimiento y desarrollo de la ciencia, la episteme, en la Grecia clásica, da lugar a la formación de un léxico ontológico epistémico, científico, que, desde el comienzo de la era axial, va sustituyendo al léxico antropológico imaginativo y narrativo que proviene del paleolítico (§ 30).
El léxico ontológico científico se aplica en la Antigüedad a todas las religiones en todo el ámbito greco-romano (§26) permite argumentar, precisar, verificar y, en algunos casos, demostrar, aspectos y características del comienzo y del despliegue de la realidad, que en los léxicos anteriores están solamente relatados, y ciertamente comprendidos existencialmente, pero sin un conocimiento esencial de ellos, o sea, sin un conocimiento según el intelecto, según el nous, según el espíritu.
Una vez que el espíritu alcanza su madurez, no puede dejar de exponer el contenido de la religión según la forma de ser del espíritu, ya que “ser”, “realidad”, “divinidad” y el resto de las nociones religiosas surgen del espíritu y tienen su cuño. Pero como solo el cristianismo romano alcanza una fuerte consistencia institucional, solamente en él se elabora la “ortodoxia cristiana”, que es, como se ha visto en el capítulo anterior, la ortodoxia de la cristiandad, no la del cristianismo.
La ortodoxia cristiana utiliza el mismo léxico que las demás corrientes religiosas de la Antigüedad que se han señalado (§26), pero en el seno de esas corrientes no se da una continuidad en la elaboración de la ortodoxia como en el cristianismo romano.
Por lo que se refiere a la religión, el léxico epistémico permite una comprensión teórica de la divinidad y de su naturaleza, del universo creado, y del espíritu humano, en sus relaciones mutuas, que proporciona un saber de lo que pasa a ser, en la época histórica, el tema de la filosofía y la teología, a saber, el hombre, el mundo y Dios.
A su vez, el léxico epistémico o científico, de la ontología y de la ciencia empírica moderna, que es el lenguaje de una actividad reflexiva monologante, tiene el inconveniente de que impide la relación dialógica con la divinidad y con los entes espirituales. Este impedimento, al final de la época histórica, se consolida y se consuma como escisión de dos mundos incomunicables, como se verá en su momento.
Las formas de vida generan su propio lenguaje, como se ha dicho (§ 16-16.2), y dado que los límites del lenguaje constituyen los límites del mundo, en la última etapa de la época histórica, en la llamada edad Contemporánea, el mundo espiritual desaparece de la interpretación pública de la realidad y del horizonte de la vida humana, como señalan Weber al describir el desencantamiento del mundo[1], y Husserl al describir la crisis de la ciencia europea[2].
Pero el lenguaje epistémico o científico, de la ontología y de la ciencia empírica, se nutre de lo que se vive y se relata en el mundo de la vida, en el léxico de los relatos de la época histórica y de la posthistórica, como se ha dicho también. El hombre del siglo XXI vive en tres mundos a la vez, el del lenguaje ordinario que lo abarca todo, el del lenguaje científico-empírico que abarca lo empírico de un modo muy preciso, y el de la ontología clásica, que permite el acceso al mundo espiritual, y continuamente realiza trasvases de unos a otros.
Ese tipo de trasvases entre los tres mundos es el que se ha realizado a lo largo de la época histórica, y se sigue realizando en la post-histórica, para explicar con la mayor precisión posible las relaciones del hombre con la divinidad.
Aunque la filosofía y la teología de la creación y la redención registran una elaboración ya muy amplia a la altura del siglo XX, continúan reelaborándose en el siglo XXI, porque, mientras la esencia y el espíritu del hombre se despliegan en la historia, siempre abre nuevos enfoques y descubre nuevas dimensiones.
La filosofía y la teología de la creación, en la era digital, replantean de un modo nuevo el tema de la diferencia del universo y del hombre respecto del creador, antes y después de ser efectivamente creados, y que hemos visto que aparece en la experiencia mística durante dos mil quinientos años (§§ 36, 38 y 39).
La descripción del modo de ser de los entes preexistentes que proporciona en el siglo XIII Hildegarda Von Bingen, permite una comprensión y un análisis de la creación, de la realidad humana y de la experiencia mística, muy accesible para la mente del siglo XXI.
Desde la eternidad todas las cosas estaban en Dios, pero no como en un lugar, y cuando las creó se fueron diferenciando las unas de las otras según su número, orden, espacio y tiempo.
VII. Todas las cosas que Dios ha obrado las ha tenido en su presencia antes del principio de los tiempos. Ya que, en la pura y santa divinidad, todas las cosas visibles e invisibles aparecieron sin instante y sin tiempo antes de todos los tiempos, tal como los árboles o cualquier otra criatura cercana a las aguas es visible en ellas, y aunque no esté en ellas con el cuerpo, sin embargo, en el agua aparecen cada uno de ellos con forma corpórea.
Cuando Dios dijo: ¡Hágase!, todas las cosas se revistieron enseguida de su forma, aquella forma en que la presciencia divina las contempló en su incorporeidad antes de los tiempos. En efecto, igual que todos los objetos situados delante de un espejo se reflejan en él, así en la santa divinidad aparecen todas sus obras sin edad y sin tiempo.
Hildegarda de Bingen dice, con un léxico narrativo e imaginativo, que la creación preexiste en la mente divina como existen los reflejos en las aguas y en los espejos, y como existen en el sueño, acontecimientos y formas que luego se ejecutan y realizan cuando se está despierto[3]. Podría decirse, como la realidad virtual existe en el soporte lógico antes de pasar a la physis, a la “materia-energía”, como soporte ontológico.
Esta descripción no es simplemente una metáfora, porque en los reflejos y en los sueños puede desplegarse la actividad intelectiva de un modo muy pleno, como se pone de manifiesto en los estudios sobre el tema que van desde Aristóteles a Freud[4], pero no la actividad voluntaria, por lo cual no se atribuye responsabilidad moral a las actividades de fantasear y soñar.
Desde este punto de vista, la creación es un asunto que, aunque tiene que ver con la inteligencia y las ideas divinas, desde este enfoque de Hildegarda, tiene que ver más aún con la voluntad, con lo que se ha descrito como interés del siglo XXI por lo real frente a lo virtual (OORA § 53).
Las precisiones sobre el papel del intelecto y de la voluntad en la creación, del carácter imaginario o real del universo, aparecen en el desarrollo de las religiones y de las ciencias empíricas desde la era axial, y se presentan como una exigencia cognoscitiva y existencial según se va produciendo la madurez y el desarrollo del intelecto y de la esencia humana. El intelecto o el espíritu en tanto que reflexivo, da cuenta de lo que vive el corazón, de lo que vive el intelecto o el espíritu en tanto que amoroso, en tanto que nous erôn, como lo llama Plotino.
El punto de vista de una filosofía de la religión en tanto que filosofía del lenguaje, permite analizar de un modo más preciso el papel y la actividad de la inteligencia y de la voluntad en la creación, la caída y la redención. Por parte de Dios, las actividades son la creación y la redención, y, por parte del hombre, el pecado y la oración. Eso es lo que se va a analizar a continuación, con el léxico de la ontología y la teología de la época histórica.
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NOTAS
[1] Weber, M., El político y el científico, Madrid: Alianza, 1981.
[2] Husserl, E., La crisis de la ciencia europea y la fenomenología trascendental, Buenos Aires, Prometeo, 2008.
[3] Bingen, Hildegarda de, Liber divinorum operum. Libro de las obras divinas, Traducción del latín y notas: Rafael Renedo (00-2007-5817), Mayo 2007, para Hildegardiana (www.hildegardiana.es), Febrero 2013.
[4] Choza, J., Conciencia y afectividad (Aristóteles, Nietzsche, Freud), Pamplona, 1990.
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).