René Girard, filósofo y antropólogo francés, fundador de la teoría mimética
por David Gracía-Ramos Gallego, Profesor de la UCV «San Vicente Mártir».
Introducción
Es probable que algunos de ustedes lean por primera vez este nombre. Incluso puede que lo confundan con un entrenador de fútbol. Aunque tal vez sí que han oído hablar de él. Si lo han hecho, es probable que lo tengan categorizado, coloquialmente, como “el del sacrificio”, “el del deseo mimético”, “el del chivo expiatorio”[1]. En cualquier caso, René Girard, el pensador franco-americano, falleció el pasado miércoles 4 de noviembre de madrugada. Esto ya es un motivo para leerlo. Ahora su obra se ha cerrado y podemos leerla como un objeto autónomo de su autor, como gustan de hacer los filósofos postmodernos. La entronización del Texto, la muerte del Autor, la cancelación de la biografía como elemento juzgado irrelevante para la de-construcción del sentido de la Obra. La muerte de un autor de textos debería contar solo como signo de tranquilidad para aquellos que practican ese tipo de crítica, felices de no tener ya respuesta a sus elucubraciones.
Sin embargo, a los que, ingenuamente sin duda, nos dejamos fascinar por la persona, vemos gigantes y admiramos sabios, nos queda la pena de no poder discutir con el ausente la re-construcción de sentido que hemos intentado a partir de sus textos; la tristeza de saber que no aparecerá un nuevo texto que venga a aquilatar este o aquel concepto dudoso, confuso, del edificio intelectual que nos lega; la tarea, en definitiva, de seguir dialogando con “fantasmas” / revenants en los que lo único que importa, en definitiva, es la biografía. O, como suelen decir, el tono. Leer a Girard sin hacerlo en diálogo abierto resta algo de valor a dicha lectura, ahora que el corpus está cerrado.
Girard: tratando de escuchar la voz desconocida de la realidad
¿Por qué hay que leer, pues, a René Girard hoy? Voy a comenzar dando dos razones que el propio Girard nos ofrece casi sin darse cuenta, como justificación de pasada, en lugares recónditos de su bibliografía. Son dos razones que expresan su actitud personal ante su quehacer intelectual –en las antípodas, por tanto, de lo que los turiferarios postmodernos suelen hacer–. En la introducción a una de las últimas recopilaciones de artículos suyos publicada en Francia, Girard se confiesa: ha pasado toda su vida tratando de escuchar la voz desconocida de la realidad [du réel]. La segunda razón nos la ofrecía en una emotiva carta, el día siguiente al fallecimiento de Girard, Benoit Chantre, el último de sus colaboradores. Allí nos recordaba unas palabras del desaparecido investigador franco-americano:
Je crois que la vérité n’est pas un vain mot, ou un simple effet comme on dit aujourd’hui. Je pense que tout cette qui peut nous détourner de la folie et de la mort, désormais, a partie liée a cette vérité. Mais je ne sais pas comment parler de ces chosées-là […] il me semble toujours que si j’arriverais à communiquer l’évidence de certaines lectures, les conclusions que s’imposent à moi s’imposeraient aussi autour de moi.[2]
Lo real impone su voz al sujeto que escucha pasivamente. Frente a la entronización del sujeto que re-crea y construye el mundo a su imagen, Girard propone un mundo que habla y toma la iniciativa: una realidad, una cualidad de lo real, que apela y necesita ser escuchada. Mientras el pensamiento postmoderno nos empuja esquizofrénicamente a inventar el mundo a la vez que de-construye esas invenciones y lo somete todo al escrutinio de la sospecha –sospecha siempre de un sujeto totalitario que impone su visión, siempre ya sesgada–, Girard nos ofrece un sujeto pasivo que recibe al mundo, que aplica el oído. Un sujeto, en definitiva, contemplativo. Frente a la reducción nihilista, que al someter al sujeto a la tiranía de la sospecha y al mundo a la imposibilidad de la verdad, la obra de Girard plantea la posibilidad de conocer desde los límites del sujeto al menos lo mundano del hombre. Por eso insiste con cabezonería que su obra es antropológica –a pesar de no ser antropólogo, a pesar de tocar lo literario, lo teológico, lo exegético, lo psicológico, lo filosófico, lo sociológico–.
En este sentido es importante aclarar un aspecto de su obra que ha sido cuestionado desde casi sus primeras publicaciones. Como siempre, desde el estrado de los mandarines se han permitido el lujo de acusarle de algo y de su contrario. La primera acusación es la de pretender explicarlo todo, el carácter holístico y general de su teoría mimética. Es imposible dar con una clave hermenéutica que explique todos los fenómenos culturales –esta crítica se agrava, como pueden imaginarse, en el momento en el que Girard declara que esa clave es revelada en Cristo–. La segunda acusación es muy interesante y está vinculada a esta: la falta de desarrollo y de sistematicidad en el desarrollo de su teoría, la falta de rigor, la falta de datos. Es decir, su incapacidad para ser una teoría total –de lo que también se le acusa–.
Girard: Je crois que la vérité n’est pas un vain mot, ou un simple effet comme on dit aujourd’hui
Para responder a estas objeciones, haremos bien en dirigirnos ahora a la segunda de las razones para leer a Girard que él mismo nos da de forma inadvertida. En ella hay dos aspectos que nos interesan: la verdad, por un lado, y la capacidad de decir-la, de expresar-la. Sobre la verdad afirma Girard lo mismo que sobre lo real: es externa al hombre y no un efecto o consecuencia de su quehacer. Al hombre le compete contemplarla, escucharla, atenderla. Ella se revela a y en sí misma[3]. Esta verdad auto-revelada es esa clave hermenéutica que permite ir descubriendo, a su vez o desde entonces [desde el momento de dicha auto-revelación][4], la verdad de lo real para superar el realismo del dato, del hecho, el realismo fáctico y cientificista. En ese sentido, responde también así a las críticas que venían de esta última exigencia epistémica: la del dato no dado, la de la carencia empírica. La verdad es un todo completo que se revela de una vez, una especia de aleph borgiano que permite ver la realidad transmutada, revelada, como es. Hay una cita de Dupuy, uno de los primeros que revindicó su obra, que ilustra muy bien esto:
Le livre me tombe des mains lorsque je découvre que Weinberg consacre plusiers pages à réfuter l’assertion suivante de son adversaire: il y a des lois fundamentales des systèmes complexes, qui s’évanuissent dès lors que l’on se fixe sur leurs constituants individuels – exactement de la même manière que la psychologie d’une foule en train de lyncher un innocent s’évanouit lorsque l’on interviewe les participants individuels. Mon Dieu, aurais-tu donc placé le mécanisme sacrificiel jusqu’au plus intime des constituants de la matière? (J-P Dupuy (1999), Ethique et philophie de l’action, Ellipses: Paris, pp. 429-430)[5].
De ahí que la teoría mimética pueda ser vista y tratada y desarrollada dentro de los nuevos paradigmas científicos que tratan de explicar los sistemas dinámicos, complejos, caóticos, aquellos que realmente tratan de explicar la realidad en tanto fenómeno que se ofrece vivo o, como diría Jean-Luc Marion, saturado.
Podemos abordar ahora el último elemento que aparece en la segunda de las breves citas de Girard que estamos comentando. Se trata de la capacidad de hablar de estas cosas. ¿Qué decir tras la revelación, tras la visión fulgurante, la epifanía, la conversión? Tras su análisis de los clásicos de la literatura y tras el análisis, sobre todos, del corpus shakespeariano, René Girard llega a una conclusión: la verdad no acepta ser dicha sin más. No será escuchada, o lo será solo a medias, en una suerte de mé-connaissance, de des-conocer, que acompaña siempre a toda revelación. Girard no sabe cómo hablar de esas cosas y lo reconoce con una humildad y modestia que todos sus amigos le atribuyen, ni falsa ni forzada. Porque al mismo tiempo dice polémico lo que escucha de esa verdad, de esa realidad que se le impone como un murmullo al que hay que prestar suma atención. El problema de los fenómenos saturados –por continuar utilizando la terminología de Marion– es que no se dejan objetualizar. Son, virtualmente, inefables. Girard, en sus lecturas, ha entrevisto algo, un fenómenos saturado que no se deja atrapar en las páginas de un libro, que desborda a otros libros, al conjunto de obras de un autor e incluso a las lecturas cruzadas de varios autores, hasta que dicha intuición toca la realidad. Aquello de lo que Girard quiere hablar se dice con dificultad. No puede quedar dicho, surge en el decir mismo, en el escuchar –no en lo escuchado, no en el registro–.
Hasta aquí, no parece que Girard sea más… que un francés más, filósofo de la diferencia, de la théorie, de la deconstrucción. Los vínculos con el Derrida de primera hora, sobre todo –el del pharmakos, el del suplemento– los señala el propio Girard, que organiza en 1966 en la Johns Hopkins un congreso que ha sido señalado como “the French invasion of America”[6]. Hay, sin embargo, una diferencia respecto a sus contemporáneos y compatriotas: Girard trata de expresar, trata de decir, habla de aquello de lo que dice que no sabe cómo hablar. Contraviniendo, en cierto sentido, la máxima de Wittegenstein en su Tractatus, habla de aquello de lo que no se puede hablar (Tr. § 7, “Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen”). Y lo hace por una sencilla razón: cree que tenemos la herramienta necesaria. Para Girard, el lenguaje, los mitos, la literatura, el logos en todas sus formas, tocan distintas partituras de un mismo tema. Él ha querido ser su intérprete y ha encontrado la clave musical en el logos cristiano: en Cristo mismo.
He querido honrar a Girard dando razones para leerlo, y para hacerlo como intérprete de la música del hombre. Esa música espejea la música del Creador. Esa música es la cultura y su leitmotiv, para Girard, es el sacrificio. En su obra ese tema es tocado una y otra y otra vez más, siguiendo una estructura de una fuga musical más que de unas variaciones. Las repeticiones son inevitables, como lo son también los saltos de una disciplina a otra. La introducción de nuevos temas termina reconduciendo siempre al Tema, antiguo como el hombre: la canción de su origen.
¿Por qué, pues, leer a Girard hoy?
Así pues, ¿por qué leer a Girard hoy? Porque se trata, con toda probabilidad, de uno de los pocos autores que da qué pensar, se lee con pasión y tiene algo que decir de verdad, realmente. Trata de describir-nos su fascinación por aquello que ha descubierto[7]. Además, es uno de los pocos autores que, siendo consciente de que los textos mienten las más de las veces, son la única herramienta que tenemos para decir algo. Su obra constituye una elaborada y dilatada defensa de los textos, de la cultura, de la humanidad, en definitiva.
Referencias bibliográficas
Barahona Plaza, Á. J. (2014). René Girard: de la ciencia a la fe. Madrid: Encuentro.
Palaver, W. (2013). René Girard’s mimetic theory. (G. Borrud, Trans.). East Lansing: Michigan State University Press.
Macksey, R. & Donato, E (eds.) (2007). The Structuralist Controversy: The Languages of Criticism and the Sciences of Man. Baltimore: The Johns Hopkins University Press.
Moreno Fernández, A. (2014). La teoría mimética de René Girard. Una visión crítica. Gazeta de Antropología, 30 (1). Recuperado de https://www.gazeta-antropologia.es/?p=4455.
Macksey, R. & Donato, E. (eds.) (1972). Los lenguajes críticos y las ciencias del hombre: controversia estructuralista. Barcelona: Barral.
Tarditi, C. (2012). Mimesi e riduzione. Appunti su un possibile rapporto tra René Girard e la fenomenología. en Fornari, G & Mormino, G. René Girard e la filosofia. Milano: Mimesis Edizioni.
Algunas obras de René Girard disponibles en español
Girard, R. (1983). La violencia y lo sagrado. Barcelona: Anagrama.
Girard, R. (1985). Mentira romántica y verdad novelesca. (J. Jordá, Trans.). Barcelona: Anagrama.
Girard, R. (1986). El Chivo expiatorio. (J. Jordá, Trans.). Barcelona: Anagrama.
Girard, R. (1996). Cuando empiecen a suceder estas cosas…: Conversaciones con Michel Treguer. Encuentro.
Girard, R. (1997). Literatura, mímesis y antropología. (A. L. Bixio, Trans.). Barcelona: Gedisa.
Girard, R. (2002). Veo a Satán caer como el relámpago. Anagrama.
Girard, R. (2006). Aquel por el que llega el escándalo. (Á. J. Barahona Plaza, Trans.). Madrid: Caparrós.
Girard, R. (2010). Clausewitz en los extremos. Katz Editores.
Girard, R. (2012). El sacrificio. Encuentro.
Girard, R., Antonello, P., & Rocha, J. C. de C. (2006). Los orígenes de la cultura: conversaciones con Pierpaolo Antonello y Joâo Cezar de Castro Rocha. (J. L. San Miguel de Pablos, Trans.). Madrid: Trotta.
Algunas webs interesantes para profundizar en la obra de René Girard
The Colloquium on Violence and Religion (COV&R)
https://violenceandreligion.com
La fundación IMITATIO
https://www.imitatio.org/home.html
La asociación española Xiphias Gladius
La Association de Recherches Mimetiques
The Australian Girard Seminar
https://www.australiangirardseminar.org
[1] Una excelente introducción a su pensamiento se puede encontrar en Barahona Plaza, Á. J. (2014). René Girard: de la ciencia a la fe. Madrid: Encuentro; Palaver, W. (2013). René Girard’s mimetic theory. (G. Borrud, Trans.). East Lansing: Michigan State University Press; Moreno Fernández, A. (2014). La teoría mimética de René Girard. Una visión crítica. Gazeta de Antropología, 30 (1). Recuperado de https://www.gazeta-antropologia.es/?p=4455. La teoría mimética que propone René Girard consiste básicamente en cuatro puntos: 1) el deseo mimético, esto es imitativo, se encuentra en la base del comportamiento humano; 2) lo que conduce invariablemente a una rivalidad conflictiva en el momento en que la mímesis de apropiación da con un objeto único; 3) esta rivalidad propicia una escalada mimética de la violencia que pone en peligro la supervivencia del grupo; 4) la resolución a esta escalada es sacrificial: uno debe morir para que los demás vivan: el chivo expiatorio, posteriormente divinizado, signo ambivalente fuente de todo signo. De ese sacrificio fundacional surgen los ritos y prohibiciones y todo aquello que denominamos cultura. Este mecanismo sigue activo hoy en día, a pesar de haber sido revelado por Cristo en la Pasión. Las problemáticas postmodernas, siguiendo a Girard, pueden ser comprendidas e interpretadas a partir de la aplicación de su teoría mimética de la cultura humana.
[2] Traducción nuestra: “Creo que la verdad no es una palabra banal, o una simple consecuencia como se dice hoy. Creo que todo lo que nos pueda hacer volver de la locura y de la muerte, se forma ligado a esta verdad. Pero no se como hablar de estas cosas […] me parece siempre que se lograra comunicar la evidencia de ciertas lecturas, la conclusiones que se me imponen se impondrían a mi alrededor”.
[3] Claudio Tarditi, en un interesante texto, reflexiona sobre la posible consideración y posterior extensión de la teoría mimética por parte de la fenomenología –en concreto, de la propuesta fenomenológica de Jean-Luc Marion–. Allí dice que “hay que cuestionar el denominado “realismo” girardiano para una relectura de la teoría mimética en clave mimética” (Tarditi, C (2012), “Mimesi e riduzione. Appunti su un possibile rapporto tra René Girard e la fenomenologia” en Fornari, G & Mormino, G, René Girard e la filosofia, Milano: Mimesis Edizioni, p. 162).
[4] El problema epistémico de la teoría mimética, del carácter auto-revelado del logos cristiano que propone Girard, es ya puesto sobre el tapete desde los encuentros de Cerisy por Eric Gans, Jean-Pierre Dupuy y Lucien Scubla entre otros. El mismo Girard se refiere a esta problemática en varios lugares, especialmente en Evolution and Conversion –editado parcialmente en España como Los orígenes de la cultura, Madrid: Trotta, 2006–.
[5] Traducción nuestra: “El libro se me cayó de las manos al descubrir que Weinberg consagra numerosas páginas a refutar la siguiente afirmación de su adversario: hay leyes fundamentales en los sistemas complejos, que se desvanecen cuando se fijan sobre sus constituyentes individuales –exactamente de la misma manera en la que la psicología de una multitud a punto de linchar a un inocente se desaparece cuando se pregunta a los participantes individuales. Dios mío, ¿habrás colocado el mecanismo sacrificial hasta en los constituyentes más íntimos de la materia?”
[6] Se pueden leer las actas del congreso editadas por Richard Macksey y Eugenio Donato (eds.) (1972), Los lenguajes críticos y las ciencias del hombre: controversia estructuralista, Barcelona: Barral. Es en la introducción a la edición conmemorativa publicada en inglés en 2007, donde Richard Macksey recoge los efectos del congreso en los estudios literarios y en las humanidad en general: Macksey, R & Donato, E (eds.) (2007), The Structuralist Controversy: The Languages of Criticism and the Sciences of Man, Baltimore: The Johns Hopkins University Press, p. ix.
[7] En otro sitio he dado razones más personales por las que leo y pienso a y con Girard: https://xiphiasgladius.wordpress.com/2015/11/09/la-distancia-salvada-rene-girard-in-memoriam/.
About the author
Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la UCV "San Vicente Mártir".
Autor, entre otras obras, de "Los Nuevos Redentores" (Anthropos, 1987), "Tecnología y futuro humano" (Anthropos, 1990), "La violencia y sus claves" (Ariel Quintaesencia, 2013), Bancarrota moral (Sello, 2015) y "Técnica y Ser humano" (Centro Lombardo, México, 2017).