Filosofía, vida lograda y sociedades «VUCA»:

una reflexión,

por Dr. Carlos M. Moreno Pérez

[themecolor]1. Las sociedades “VUCA”[/themecolor]

Una de las caracterizaciones más recurrentes, hoy en día, para explicar nuestras sociedades y el mundo globalizado, sobre todo, el mundo occidental u «occidentalizado» que es casi todo el mundo que vivimos, apunta a un acrónimo: “VUCA”.

V de veloces

Desgranemos este acrónimo para averiguar qué significa, efectivamente, “VUCA”. La “V” da cuenta de la velocidad en la que nos hallamos inmersos. Nuestro mundo es, efectivamente, un mundo veloz, sobre todo, los cambios tecnológicos, pero también en los de orden social, en los políticos, en los económicos -entre otros-  que se producen “a toda velocidad”. El mundo se ha acelerado y, como consecuencia, una gran mayoría de personas van aceleradas. Todo va muy rápido, quizás, demasiado rápido. Se afirma, además, que quien no se adapte a esta velocidad –sea persona, organización, institución o administración- tendrá un futuro incierto. Nos preguntamos, claro, ¿cuándo el futuro ha sido ‘cierto’?

U de inciertas

La segunda letra del acrónimo corresponde a la incertidumbre –uncertain-, en inglés. La incertidumbre resulta, cuanto menos, ‘incómoda’, pues hace saltar por los aires todas nuestras seguridades y remueve nuestra ‘zona de confort’. No resulta extraño, pues, que ‘gestionar’ la incertidumbre sea uno de los requerimientos para sobrellevar a esta época. Es lo que, tan acertadamente, ha señalado el psiquiatra español Rojas Marcos como “nuestra incierta vida normal”: “No cabe duda de que hoy, la inseguridad, la incertidumbre y la vulnerabilidad forman parte de la definición de quiénes somos” (Rojas Marcos, 2004, 29).

C de cambiantes

 La “C” corresponde a cambio. Si hace unos años se sostenía que “el cambio era permanente”, ahora lo que se afirma es que “el cambio es lo único que permanece”. Parece que nos hemos instalado -¡menudo oxímoron!- en el cambio, ¿o se debería decir, para ser más exactos, en “los cambios”? Los cambios, también, se producen tan velozmente que, difícilmente, se pueden seguir. Cuando ya se está adaptado a un cambio ya hay otro que ha emergido.

A de ambiguas

La “A” corresponde a la ‘ambigüedad’. Ante un dilema, no se acaba de saber muy bien si “a” o “b”; si “c” o “d”. Donde “a” o “d” vienen a ser ‘lo mismo’ o no están bien definidos. La carencia o ausencia de unos principios claros donde delimitar muy bien qué es correcto, qué no lo es, sitúa a la persona en encrucijadas de las que no sabe cómo salir o qué dirección tomar. La ambigüedad dificulta cualquier posición o decisión que se tenga que tomar.

¿Sociedades líquidas o más bien gaseosas?

Desde cierta perspectiva, no puede extrañar el concepto de ‘liquidez’ que Bauman acuñó para referirse a la época que vivimos, extendiendo ese concepto de ‘líquido’ a casi todo: a nuestras sociedades “sitiadas” (Bauman, 2002), a la vida, (Bauman, 2007) al amor (Bauman, 2005) o a la educación (Bauman, 2005). Las sociedades «VUCA» son sociedades líquidas, aunque el calificativo “gaseosas” acuñado por Royo (2017) para caracterizarlas, aún nos parece más adecuado. “Algo” ‘gaseoso’, ‘burbujeante’, ‘espumoso’ está en presente en nuestras sociedades: “Hace falta recuperar una cierta densidad, una profundidad que no es posible sin tener algunas convicciones, sin una mínima independencia de criterio, sin libre pensamiento, sin rigor intelectual”. (Royo, 2017, posición 124).

Eso es, ante lo ‘líquido’ y ‘lo gaseoso’ hay que recuperar “densidad”, “profundidad”, “convicción”, “independencia de criterio”, “libre pensamiento” y “rigor intelectual”. ¿Podemos siquiera imaginar estas seis características en nuestra vida diaria ante una sociedad ‘espumosa’? Alguien pudiera decir: “Si, muy interesante, muy noble por tu parte, pero “lo que hay… ya sabemos lo que hay”. Nosotros pensamos que “(es)…lo que hay”, pero puede ser de otra manera y, sobre todo, que como Popper (1992) se puede construir “un mundo mejor”. En esa construcción de un mundo, de una sociedad mejor, la filosofía en la vida cotidiana de cada individuo que asume su responsabilidad personal, tiene un papel decisivo.

Si efectivamente nuestra sociedad fuera “VUCA” y vivir dentro de ella no acabara de convencer del todo, ¿qué nos encontraríamos al intentar pensar en una sociedad opuesta a la que tenemos? Haciendo un ejercicio con los antónimos de «VUCA», descubriríamos una visión diferente de cómo actualmente se piensa y se vive la sociedad.

[themecolor]2. Los ‘antónimos’ de VUCA: una aproximación[/themecolor]

Lentitud vs velocidad

El primer antónimo de velocidad es ‘lentitud’. Se ha de desacelerar, recuperar cierta calma para dejar de correr tanto, sobre todo, sin saber en qué dirección o sentido. Reclamamos la lentitud como Tolentino (2017). Una lentitud que supone una vida un poco más pausada, con momentos para analizar, para profundizar en lo específico de una vida, plenamente, humana. La lentitud permite cierto sosiego, la posibilidad de ‘pararse y ver’ externa e internamente. En esta sociedad, todo nos lleva a estar en continuo movimiento “arriba ya bajo”, sin parar. Pues no, hay que parar. Nos hemos de ‘permitir’, en un día cualquiera, breves recesos para conectar con lo que, realmente, es importante para nuestra vida. Momentos de hondura, de diálogo sincero con nosotros mismos, con lo que acontece a nuestro alrededor para dilucidar cuál es el propósito de tanto vaivén:

Pasamos por las cosas sin habitarlas, hablamos con los demás sin escucharlos, acumulamos información que no llegaremos a profundizar. Todo transcurre a un galope ruidoso, vehemente y efímero. Realmente, la velocidad a que vivimos nos impide vivir. (Tolentino, 2017, pp. 8-9).

Un ritmo acelerado, además, puede llevar a ciertas patologías o a un cansancio (Byung Chul-Han, 2012) endémico que nos impida, realmente, avanzar. Hay quienes sufren stress, depresión, ansiedad o, sencillamente, el ritmo acelerado (que llevan) les agota: “Hoy en día vivimos un mundo muy pobre en interrupciones, en entres y entre-tiempo. La aceleración suprime cualquier entre tiempo”. (Byung Chul-Han, 2012, posición 472)

Certeza 

El segundo antónimo sería ‘certeza’. ¿Hay ‘certeza’ en nuestra sociedad? Parece que las certezas vienen de la mano del conocimiento científico, ya que solo lo que es demostrable ‘científicamente’ es cierto. No seremos nosotros quienes carguemos contra la ciencia. Nada más lejano de nuestra intención. La ciencia ha abierto, abre y, seguramente, seguirá abriendo caminos de progreso para la humanidad. Pero, también, lo es que hay otro conocimiento, no tan tangible ni tan demostrable empíricamente que está en la vida de las personas. Seguramente, si nuestra época es ‘incierta’, lo es porque se ha renunciado a dar como válidas algunas ‘certezas’ que están presente en la vida de cada cual.

¿Qué hay de cierto en nuestras vidas?

Nuestra pregunta será la siguiente: “Dado que usted va a ‘parar’ por un rato, en algún momento, ¿se ha preguntado ‘a fondo’ –en lo ‘hondo- cuáles son las ‘certezas’ de su vida? Pocas, no hace falta que sea un listado ‘completo’ de certezas ni que sean muchas, pero algunas, ¿quién no las tiene? Una reiteración, ¿qué damos o tenemos por cierto? La sociedad y los integrantes de una sociedad se sostienen en ‘algunas certezas’.

Otra manera de preguntarlo podría ser: “¿Qué hay de cierto en nuestra vida?” o “¿Qué hay de cierto en nuestra sociedad?” O si se prefiere, en términos todavía de mayor calado, “¿qué hay de verdad en la sociedad?” o, “¿qué hay de verdad en nuestra vida?” Hoy que lo fake está en boca de tantos, habrá que preguntarse por su contrario, ¿o no? “¿Qué es lo verdadero?”, “¿Qué es la verdad?”, cuestión filosófica donde las haya, pero también, interrogante vital para cada individuo. En un texto breve, pero de gran calado Frankfurt, se preguntaba “Sobre la verdad” afirmando lo siguiente:

Nuestro éxito o fracaso en cualquier cosa que emprendamos, y por tanto en la vida en general, depende si nos guiamos por la verdad o si avanzamos por la ignorancia o basándonos en la falsedad. A su vez, esto depende, fundamentalmente, de lo que nosotros hagamos con la verdad. No obstante, sin verdad estamos destinados a fracasar antes de empezar. En realidad, no podemos vivir sin verdad. La necesitamos no sólo para comprender cómo vivir bien, sino para saber cómo sobrevivir. (Frankfurt, 2007, pp. 45-46)

Permanente

El tercero antónimo es “permanente”.  Lo permanente es lo que permanece incólume en la persona a pesar de las circunstancias. Así, Ortega y Gasset, con cierto, formuló su “Yo soy yo y mis circunstancias…”.  Pero son pocos los que mencionan la segunda mitad de su idea: “…solo si salvo mis circunstancias, salvaré mi yo”. Es en la “salvación” de las circunstancias donde encontramos lo permanente. Lo que es permanente, por tanto, lo no cambiante, va más allá de lo circunstancial, lo trasciende.

Virtudes y valores

Por ello, sostenemos que lo ‘permanente’ es antropológico; y lo circunstancial, sociológico. Lo primero, tienesu fundamento en las virtudes; lo segundo, en los valores. Las virtudes permanecen con la persona y en el tiempo; los valores, cambian con las sociedades y con las circunstancias. Las virtudes son antropológicas, son inherentes a la persona; los valores, son sociológicos, pueden variar en función de las circunstancias y de las sociedades. Hoy en día, se suele hacer mención a los valores en diferentes ámbitos de la vida social como, entre otros, el educativo, el deportivo, el empresarial… y las virtudes aparecen, si aparecen, en un segundo término.

Es indudable que los valores tienen valor (Torralba, 2012) y que se podrían señalar hasta cien o más, valores para vivir (Torralba, 2009), pero nosotros pensamos que el orden está cambiado y que las virtudes deberían ser consideradas como lo que son: un caudal a potenciar y a desarrollar por cada persona y en la sociedad en su conjunto. También, quisiéramos señalar que tanto las virtudes como los valores son necesarias para la vida de la persona y de la vida en sociedad. Unas no “quitan” a los otros, aunque las virtudes sean de un orden superior. Con otras palabras, dado la ausencia o carencia valores en una “era del vacío” como describió a la nuestra Lipovetzsky (2002) y la escasa presencia de las virtudes en la vida de la sociedad, la ‘suma’ efectiva de virtudes y valores permiten, al menos, vislumbrar con mayor esperanza a la sociedad.

¿Ausencia de valores o de virtudes?

Cuando, en ocasiones, se hace referencia en distintos ámbitos, instancias o situaciones, a una carencia o ausencia de valores, todavía esa ausencia es mayor en el caso de las virtudes lo cual no deja de ser sorprendente, porque las virtudes nos permiten enraizarnos en la esencia misma de la persona. Es como si, en cierto modo, se fuera contra la propia naturaleza humana (Marcos, A. y Marcos, M., 2018).

Ciertamente, las virtudes como hábitos operativos requieren de una voluntad firme y decidida para llevarlas a cabo, pero en esos hábitos de hacer y comportarse en el ‘día a día’ que son las virtudes surge lo más connatural a la persona si, efectivamente, se ponen en práctica. No hay que olvidar que, como hábitos, las virtudes requieren de una reiteración o, mejor, de perseverancia y paciencia. No se consiguen ‘velozmente’, ni de manera acelerada, todo lo contrario, se consolidan, poco a poco, a través del tiempo.

Las preguntas de la vida

¿Qué permanece en la vida de las personas? Permanecen algunas temáticas que la filosofía se ha ido preguntando a lo largo de la historia acompañada, también, por otras disciplinas que aportan perspectivas distintas como la psicología o la sociología, entre otras. Cuestiones teóricas y vitales como, por ejemplo, qué es el amor, qué es la verdad, en qué consiste la libertad o la dignidad.

Todas estas preguntas son fundamentales en y para el ser humano. Si bien es cierto que se han ido planteando a lo largo de la historia de la filosofía, ‘curiosamente’, -tarde o temprano- deben ser contestadas individualmente en el transcurso de la vida: “…el itinerario filosófico tiene que ser pensado individualmente por cada cual, aunque parta de una muy rica tradición intelectual”. (Savater, 1999, 23-24) Es lo que Savater (1999) ha llamado “las preguntas de la vida” que, sobre todo, se contestan en la vida cotidiana, en el quehacer -¿qué hacer?- de un día cualquiera. Por ejemplo, ¿cómo se concreta el amor o la dignidad en nuestra vida diaria? No sorprende, por tanto, que el pensador vasco afirme “…creo que de lo que trata la filosofía es de la vida, de qué significa vivir…”  (Savater, 1999, 32)

El quehacer diario, por ejemplo

La pregunta por el ‘labor’, por el trabajo, por el quehacer diario –la labor diaria- es fundamental para intentar‘encarnar’ las virtudes ‘cada día’, pero también, para ver cómo se responde a esas preguntas que están ahí, de modo permanente, en las vidas de las personas y que sustentan (y sostienen) nuestra condición humana. Insistimos, entre otras: cómo amamos, cómo trabajamos, cómo mostramos la dignidad. Es en la normalidad de un día cualquiera donde se responden las preguntas que nos plantea la vida y la filosofía, preguntas que cada persona, en algún momento casi por imperativo vital, se parará a pensar con calma y de las que se da cuenta con las acciones, con los comportamientos, en y con los hechos. Las grandes preguntas se contestan, también, en pequeños hechos cotidianos que configuran la realidad cotidiana.

Claridad

El cuarto es la “claridad” frente a la ambigüedad. Decía Ortega y Gasset “que la claridad es la cortesía del filósofo” (1981, 19). Se presupone que la filosofía y los filósofos han de ser ‘oscuros’, ‘pesados’, ‘sesudos’ que cuanto más difíciles de entender, son más interesantes, son más filósofos, como si en la condición de ser filósofo se requiriese un halo de recóndita ininteligibilidad.  No se puede negar que adentrarse en el estudio de la filosofía tiene una cierta dificultad, supone cierta complejidad y, ciertamente, hay filosofía y filósofos arduos de entender, pero a la vez, hay filósofos y filosofías que quieren que se les entienda para poder llegar a la gente y poder cumplir una de sus tareas, la de animar a una vida lograda.

Por otra parte, la claridad presupone, al decir de Morin (2000), una “mente bien ordenada”, una cabeza bien amueblada decimos en castellano, pero la expresión utilizada por el autor, en su francés nativo, -“la tête bien faite”- que es más precisa.

[themecolor]3.¿Qué tiene que ver la filosofía y la vida lograda con las sociedades ‘VUCA’?[/themecolor]

Filosofía de los grandes temas de hoy

Es cierto que hay una filosofía desarrollada por aquellos que se dedican en ‘cuerpo y alma’ a pensar los grandes temas y las cuestiones que tienen planteadas nuestras sociedades. Por indicar algunos ejemplos. Todo parece apuntar a que el ser humano, cada vez más, se verá ‘acompañado’ por máquinas más sofisticadas con las que tendrá que trabajar. O que la llamada inteligencia artificial (IA) o los Big Data estarán presentes en el quehacer diario. No resulta extraño, pues, que desde la filosofía se abran interrogantes relacionados con estas temáticas o que se vinculen con alguna de las cuestiones recurrentes que la filosofía se ha planteado como, por ejemplo, la cuestión de la libertad. “¿Cómo afectarán los Big Data en el trabajo diario?”, “¿La inteligencia artificial suplirá a la inteligencia humana?”, “¿Quedará mermada la libertad ante la presencia de aparatos tecnológicos ‘vigilantes’ en nuestras calles?”, “¿Tienen responsabilidad los robots?”

Por tanto, hay toda una serie de interrogantes que la filosofía se plantea, actualmente, que están relacionados con los avances tecnológicos y científicos. Dicho en pocas palabras: el ‘impacto’ de la ciencia y de la tecnología en la condición humana y en la sociedad. Esta cuestión ha estado presente a través de la historia, pero ahora es analizada, de nuevo, a la luz de los avances que se van produciendo.

Filosofía de la vida

Junto con la filosofía de los ‘profesionales’, está otra filosofía, la de la gente corriente que piensa e intenta vivir una vida lograda buscando una ‘filosofía de vida’… y para la vida. Ambas se pueden entrelazar. Es más, cualquier persona puede beneficiarse en la respuesta concreta, en un día cualquiera, de aquellas grandes preguntas planteadas por la filosofía y que se vuelven a formular en clave de contemporaneidad. La filosofía anima a llevar una vida más lograda que es una vida plena que no, necesariamente, llena.

El primer paso: pararse a pensar

Queriendo responder a la pregunta planteada en este apartado, daremos tres pasos. El primer paso, nos acercará a la filosofía, hoy. El encaje de la filosofía en nuestras sociedades VUCA, parece complicado. La filosofía requiere de cierta pausa, un tempo sosegado, calmado que parece estar alejado de muchos. La filosofía requiere pararse y alguien podría preguntar: “Pararse, ¿para qué?” “¡Para pensar!”, respuesta que saldría directa del alma. Pero, también, sugiere una pausa para observar, contemplar, mirar con atención lo que sucede a nuestro alrededor, en nuestro entorno más inmediato. La filosofía es mirar la realidad que nos envuelve de otra manera. Y en esa otra manera, la velocidad apenas tiene cabida.

Pararse, pues, para pensar, reflexionar; pararse, también, para observar. Solo desde la observación atenta, desde la mirada pausada, fijándose al detalle, se pueden realizar teorías. Los tiempos que vivimos son poco favorables, de momento, para la filosofía, pero estamos convencidos que, precisamente, por ser los tiempos como son, -¿tiempos líquidos?- poco a poco, la filosofía volverá a tener un peso -¿una densidad?- decisivo. Un primer paso, pues, que busca un tiempo de sosiego, de calma, de meditación para introducir la filosofía en nuestras vidas dentro de estas sociedades ‘VUCA’.

Segundo paso: La tarea de vivir

Un segundo paso nos acerca a esa hermosa tarea que consiste en vivir, lo que se ha llamado “la tarea de vivir”. En sentido estricto, obviamente, la vida no es una tarea, aunque, en ocasiones, esté llena de ‘tareas’ o ‘quehaceres’. Vivir es una responsabilidad, esto es, cómo respondemos ante la vida misma (ante nosotros mismos y ante los demás). La vida es dar respuestas a los interrogantes, a las problemáticas, a las experiencias que van sucediendo.

Y para dar respuestas a la misma, nos apoyaremos en dos pilares fundamentales: el sentido común y el pensamiento crítico para poder discernir en las elecciones (decisiones). Tanto uno como otro, en nuestras sociedades ‘VUCA’, están para incorporados en la vida social. El ‘pensamiento crítico’ propio de la filosofía se reclama, en ocasiones, desde la propia sociedad como factor decisivo y freno a lo negativo que sucede en el entorno. Si la persona es poseedora de ‘pensamiento crítico’ puede que calibre mejor lo que está viviendo. Por ello, se reclama su introducción como factor crítico a lo largo de la educación de los individuos.

El ‘sentido común’ que es, también, un elemento propio de la filosofía, se mueve en un plano más sencillo pero decisivo como es el de la convivencia. Sin duda, el sentido común puede ser un facilitador de una mayor convivencia dentro de la vida social. Si se aplica el sentido común en circunstancias cotidianas puede ser un factor de cohesión social y mejora de la convivencia, pero con sarcasmo se afirma –ya se sabe- que “el sentido común es el menos común de los sentidos”. Impulsar el “sentido común” adobado de prudencia es una manera de afrontar la vida propia y la vida social.

Tercer paso: La vida lograda

Un tercer paso tiene que ver con ‘la vida lograda’, pero “¿qué es la vida lograda?” A nuestro entender, ha sido Llano quien mejor ha acotado estos términos. Dice Llano (2002):

…saber vivir equivale a tomarse las cosas con calma y sacarle partido a las pequeñas y grandes satisfacciones que el curso de la existencia nos va ofreciendo (…) Si los seres humanos empezaron haces unos años a filosofar, e incluso algunos seguimos en ello no es por otro motivo que el de aprender a vivir, el de alcanzar una vida lograda, el de ser felices. (…)…aprender a vivir sólo se adquiere con la práctica.

Por tanto, se trata de la vida, de aprender a vivir con calma y ese aprendizaje se lleva a término mediante la práctica… de virtudes. Con palabras hermosas, “…me han dado la vida, pero no me la han dado hecha” (Llano, 2002, 24). Ahí está ese ‘quehacer’, esa ‘labor’ de ‘ordenada”, “plena”, de “construcción personal” y en “sociedad” a través de la práctica de virtudes.                                      

La vida lograda es un anhelo, de mejoramiento continuo, de perfección. Sabemos que, como seres humanos, no somos perfectos. También sabemos que tenemos una vida (al menos, una: la nuestra) entre manos y que tenemos que ‘hacer’ algo con ella, no tan solo por y para nosotros mismos sino, también, por y para los demás. Una vida lograda tiene que ver con esa búsqueda de mejoramiento constante en nuestro vivir cotidiano.

En conclusión

Vida cotidiana
Vida lograda y vida cotidiana (Infografía)

Hay mucho de responsabilidad individual –de dar respuestas desde la libertad- en la construcción de una sociedad mejor. Son muchos los retos que están planteados, pero empecemos a abordarlos en la vida de cada cual –en toda su extensión- en un día cualquiera. Por ejemplo, hoy. Como, magníficamente, ha escrito Alvira (1999, 10): “En lo cotidiano se muestra la humanidad – el grado y cualidad de ella- en el hombre.” Tenemos la tarea de construir sociedades más humanas, un mundo más humano. Se necesitan calma, certezas, virtudes y principios. Nada más ni (tampoco) nada menos.

Bibliografía

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