A la caza de la verdad: Mario Bunge, filósofo de las ciencias
Introducción
Mario Bunge murió el pasado 24 de febrero a los 101 años de edad. Resulta difícil pensar qué más se puede decir sobre este filósofo que no haya sido ya comentado a lo largo de las últimas semanas, en los múltiples obituarios y artículos publicados en su memoria. Afortunadamente para quien escribe, su obra es lo suficientemente amplia, densa y original como para poder comentar, exponer algo, que aún no haya sido dicho[1].
Mario Bunge es, junto con Gustavo Bueno, uno de los dos únicos filósofos de habla hispana que ha creado un sistema filosófico integrado partiendo casi desde la nada. Sin embargo, a diferencia de Bueno, Mario Bunge se formó como científico; no como filósofo. Y este hecho es palpable a lo largo de toda su obra[2]. No sólo en su estilo a la hora de exponer sus ideas y argumentos, sino también en los temas en los que centró su atención desde la filosofía. Y es que como científico se dio cuenta de que la filosofía, lejos de ser una disciplina accesoria e inútil, constituye una potente herramienta a la hora de entender y mejorar el quehacer de la ciencia. Dicho de otra forma, se dio cuenta de que los científicos asumen nociones y postulados que van más allá del conocimiento científico; ideas sobre cómo son las cosas o cómo pueden conocerse. Nociones que inexorablemente son de carácter filosófico, y que le resultan extrañas a los científicos que trabajan tácitamente con ellas.
A lo largo de su vida centenaria publicó 154 libros y 546 artículos[3], incluyendo obras tanto científicas (en el campo de la física teórica y nuclear) como filosóficas. Y con respecto a estas últimas, no se quedó solo en el ámbito de la filosofía general de la ciencia. Realizó aportaciones a la filosofía de la física, metafísica, metodología de la ciencia, epistemología, filosofía de las matemáticas, filosofía de la psicología, filosofía de las ciencias sociales, filosofía de la biología, filosofía de la tecnología, filosofía moral, filosofía social y política o a la filosofía de la medicina.
Su obra puede caracterizarse en varias etapas atendiendo a diversos criterios. Él mismo, en su densa autobiografía, fue señalando algunas teniendo en cuenta los temas que le fueron interesando a lo largo de su vida[4]. Aquí seguiré un criterio simple, que hace referencia al antes y el después que supuso en su pensamiento la publicación de su gran obra: el Treatise on Basic Philosophy.
Sin embargo, es necesario tener presente con este autor que, al igual que con Gustavo Bueno, toda su obra conforma en sí misma un sistema filosófico. En el caso de Bueno es el materialismo filosófico; en el caso de Bunge es el denominado materialismo emergentista sistémico (o materialismo sistémico, como es más conocido entre sus seguidores).
§1. DE LA CIENCIA A LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
Mario Augusto Bunge se graduó en físicas en la Universidad Nacional de La Plata, en la que trabajó bajo la dirección de Guido Beck en el ámbito de la física nuclear. Con apenas 20 años, mientras era estudiante en la Universidad, fundó la Universidad Obrera Argentina, en donde jóvenes universitarios ofrecían clases y seminarios de forma abierta a los trabajadores. En 1943, con cerca de 1000 estudiantes asistiendo a sus cursos, la Universidad fue clausurada por orden del entonces secretario de Trabajo de Argentina, Juan Domingo Perón[5]
En 1952 consiguió su título de doctor, con una tesis sobre la cinemática de los electrones. Comenzó a publicar desde muy joven en el campo de la física, con alguna pequeña aportación a la filosofía. Por ejemplo, fue fundador de la revista Minerva: revista continental de filosofía, que durante el año que estuvo operativa (1944-45) tuvo como objetivo combatir el irracionalismo y el existencialismo en las facultades de humanidades argentinas. Actitud esta que mantendría a lo largo de toda su trayectoria.
Sin embargo, su salto a la filosofía no se consagraría hasta 1956, con su participación en el Congreso Sudamericano de Filosofía celebrado en Santiago de Chile. De sus intervenciones en el congreso se hizo eco Willard Van Orman Quine en su autobiografía,
La estrella del congreso filosófico fue Mario Bunge, un joven enérgico y articulado argentino de amplia formación y amplias, aunque testarudas, preocupaciones intelectuales. Parecía sentir que la carga de llevar a América del Sur hacia un nivel científico e intelectual norteño descansaba sobre sus hombros.[6]
Una década más tarde, en un viaje en tren hacia Ginebra, a Bunge se le ocurrió un tema sobre el que trabajar: metafísica de la ciencia, la exactificación de los conceptos y presupuestos ontológicos usados por los científicos en sus teorías[7]. Al año siguiente, era publicado el primer volumen de su célebre Scientific Research[8], en el que ya se perfila la sistematicidad, claridad y ambición que apenas ocho años más tarde volvería a mostrar en su obra magna.
Es posiblemente esta etapa la más conocida, internacionalmente, del autor. Para bien y para mal, pues muchas de las ideas que defendió durante esos años pasaron a la memoria colectiva pese a que, con la publicación del Treatise, se acabase retractando de las mismas. Ese es el caso de la consideración de la tecnología como ciencia aplicada, de la que Bunge fue un férreo defensor[9]. Esto puede verse también en su Scientific Research, en su mapa de los distintos tipos de conocimiento[10].
También en las obras de esta etapa atiende en exceso, quizás por su formación, a la física como modelo de ciencia. Si a esto le sumamos su estilo analítico y el rechazo de las posiciones —por aquella época— de Thomas Kuhn y Paul Feyerabend, se puede entender por qué aún hoy día muchos le acusan de ser un positivista; de presentar una filosofía anticuada y alejada de la ciencia contemporánea, preocupado tan sólo por la estructura de las teorías científicas y su formalización; de centrarse sólo en las disciplinas más «duras» para sus análisis; y de ser reduccionista.
Al igual que los positivistas, Bunge siempre ha sido considerado como cientificista. Y es cierto que peca en esas obras de atender demasiado, como modelo de ciencia, a la física. Error este, por cierto, que sigue siendo un lugar común en la filosofía contemporánea de la ciencia; ya sea por el uso intensivo de la física como modelo (caso de la meta-teoría estructuralista) o por la sustitución de la física por otra disciplina o disciplinas como centro del análisis (como pudieran ser la biología o la economía[11]). Sin embargo, con su trabajo durante casi dos décadas en el Treatise, logró en gran medida enmendar estos fallos, al analizar de cerca (y en conjunto, de forma sistemática) nuevas disciplinas que hasta entonces apenas habían sido atendidas por la filosofía.
Además, al contrario que para los positivistas, para Bunge sí era posible desarrollar una metafísica científica.
Intermezzo: filosofía y sociología
La primera vez que entré en contacto con su obra fue durante mis estudios de grado en Sociología en la Universidad de Salamanca[12]. Durante mi etapa formativa siempre me preocupó el problema —todavía no resuelto— de la fundamentación de la ciencia sociológica. Cuestión ésta tratada superficialmente en los manuales de sociología, dado que había salido ya de la agenda de los problemas a resolver por la comunidad sociológica. Era un lugar común en muchos manuales defender lo caduca de dicha discusión, aduciendo que Thomas Kuhn había mostrado con su noción de paradigma que la sociología era una ciencia multiparadigmática[13] y, por tanto, diversas aproximaciones a lo social podían convivir entre sí (sin ser ninguna más correcta que otra). La mayor parte de los sociólogos se conformaban con esta justificación del estatus epistemológico de la disciplina. No fue mi caso.
El problema no era sólo esa idea de que distintas formas de acercarse a la realidad social (distintas epistemologías) podían coexistir en el seno de la teoría sociológica, sino que distintas nociones de la realidad (distintas ontologías) podían hacerlo. ¿Cómo puede denominarse una disciplina ciencia si ni siquiera existe un acuerdo básico entre sus cultores acerca de la naturaleza de su objeto de estudio? Lejos de ser un problema de carácter puramente teórico, este constituía —y constituye— un grave problema en la práctica sociológica. Las distintas técnicas de investigación —cuantitativas y cualitativas— incorporan en sí marcos y nociones ontológicas incompatibles: las primeras de carácter más naturalista, cercanas a los de las ciencias naturales; las segundas más cercanas a las corrientes hermenéuticas, al constructivismo social. A su vez, la mal llamada teoría sociológica (pues en su mayoría lo que se agrupa bajo esta etiqueta no son más que packs de ideas y presuposiciones filosóficas sobre lo social) sufre el mismo problema: las teorías, como las frutas en un mercado, pueden ser elegidas y aplicadas a los datos que sean a gusto del sociólogo.
Toda esta situación, mezclada con ciertas experiencias vitales, me hizo plantearme si acaso algo era real (siguiendo a Watzlawick[14]) ¿Cómo distinguir lo real de lo ficticio en lo social? ¿Cómo reconocer un simulacro de algo genuinamente real? Casualidades de la vida, encontré en un anticuario salmantino una de las grandes obras (y no la más conocida, por cierto) de un tal Mario Bunge que hasta entonces desconocía: A la caza de la realidad[15]. A ese le siguieron multitud de otros libros del autor, sobre todo obras como Las ciencias sociales en discusión[16], Buscar la filosofía en las ciencias sociales[17] o Sistemas sociales y filosofía[18]. En él encontré por vez primera una buena defensa del cientificismo en ciencias sociales; una defensa que además hacía caso omiso de las posturas positivistas tan denostadas en la tradición sociológica. Bunge mostraba en sus textos una profunda comprensión del método sociológico y de los autores de vanguardia, de la mejor tradición sociológica (Raymond Boudon, Mark Granovetter, Robert K. Merton, Raymond Aron, Peter Hedström, entre otros).
En calidad de sociólogo me impactó su noción acerca de cómo debía ser la filosofía, lo que él denominaba la filosofía científica. Para Bunge la genuina filosofía debía estar al día y actualizada con la mejor ciencia y tecnología de su época: una filosofía que le diese la espalda a estas disciplinas no lograría nunca llegar a nada en claro. Y al contrario que otros muchos filósofos clásicos de la filosofía de la ciencia, Bunge se tomó muy en serio las disciplinas sociales, las grandes olvidadas entre las ciencias, incluyéndolas en su caracterización general de los campos científicos[19].
Hace unas semanas el economista y filósofo Félix Ovejero comentaba que consideraba a Bunge como el filósofo de la ciencia que necesitaban las ciencias sociales[20]. No puedo más que suscribir sus palabras. En una era de imposturas intelectuales constantes en las ciencias sociales, como bien han denunciado varios sociólogos[21], su obra en filosofía de las ciencias sociales es un faro para guiarse hacia tierra firme, en pos del establecimiento de unas ciencias sociales dignas del calificativo de tales.
Al igual que muchos científicos sociales, Bunge vio en las ciencias naturales un modelo, una forma de hacer ciencia, que las ciencias sociales debían seguir si buscaban acreditarse como ciencias genuinas. Pero, al contrario que los positivistas en sociología y que algunos conocidos cientificistas fanáticos[22], nunca consideró que las ciencias sociales debieran supeditarse al modo de hacer ciencia de disciplinas como la física o la biología, ni que éstas pudieran ser reducidas a las anteriores.
Su obra —y de esto versa precisamente el Treatise— es un intento de extraer de la ciencia y la tecnología más avanzadas de su época el marco metafísico (ontología, epistemología, axiología, etc.) que los científicos utilizan de forma tácita a la hora de desarrollar sus investigaciones. Un intento de hacer explícito lo tácito, con el fin de —a través de la axiomatización y la clarificación conceptual— resolver desde la filosofía los problemas que científicos y tecnólogos encuentran y que no son capaces de resolverlos por encontrarse éstos más allá del campo en el que son expertos.
Y es en este sentido en el que Bunge considera que las ciencias sociales han de emular a las naturales: adoptando un marco metafísico que ha resultado provechoso para el desarrollo de múltiples disciplinas, sin menoscabar con ello las particularidades inherentes al estudio de lo social (como puedan serlo las técnicas específicas de análisis de lo social o la naturaleza artificial de las sociedades humanas).
§2. DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA A LA FILOSOFÍA DE LAS CIENCIAS
El Tratado de Filosofía Básica (1974-1989) es una vasta y ambiciosa obra publicada a lo largo de 8 volúmenes (repartidos en 9 libros), que trata —a excepción de la estética— todos los campos clásicos de la filosofía: semántica (vol. 1 y 2), ontología (vol. 3 y 4), epistemología general (vol. 5 y 6) y de las ciencias y tecnologías particulares (vol. 7) y ética (vol. 8)[23].
Esta obra constituye el núcleo del materialismo sistémico, un sistema filosófico caracterizado por su defensa del realismo filosófico (existe un mundo exterior independiente del ser humano), del materialismo (todo lo material es real), del sistemista (búsqueda de la sistematicidad, de la síntesis en los análisis proporcionados por las ciencias) y del cientificismo (la ciencia es el mejor método de que dispone el ser humano para conocer el mundo).
Obra inabarcable, densa, compleja de analizar y más aún de resumir[24]. El Treatise no sólo le sirvió para sistematizar aún más todo su pensamiento hasta el momento, sino también para construir una potente base sobre la que llevar a cabo la última etapa de su obra, desde los años noventa hasta la fecha.
En esos últimos años siguió desarrollando su sistema filosófico, aplicándolo a las más diversas disciplinas: desde las ciencias sociales, pasando por la ciencia política, el derecho, la medicina, e incluso la biología. También se sirvió de este ejercicio para matizar algunos aspectos descuidados del Treatise, o al menos para seguir recordándolos una y otra vez.
Este es el caso de su cientificismo militante, fundamentado en dos principios: el falibilismo y el meliorismo. Bunge fue crítico de la defensa ingenua de la ciencia, y nunca dejó de señalar con actitud escéptica que la ciencia —aun siendo el mejor medio de acceso a la realidad— siempre nos dará una imagen incompleta e imperfecta de la realidad (falibilismo); pero, a su vez, cada dato y propuesta que nos dé podrá siempre ser perfeccionada (meliorismo)[25]
Cabe resaltar de estos últimos años su Filosofía política[26], inicialmente planeada como el noveno volumen del Treatise, en donde recoge una de sus aportaciones más originales y radicales: la tecnoholodemocracia.
§3. EN CONTRA DE LAS IMPOSTURAS
Desde la publicación de Minerva, Bunge fue un férreo crítico de todos aquellos fenómenos culturales y corrientes de pensamiento que suponían un obstáculo a los esfuerzos humanos por comprender el mundo que les rodea. De ahí que fuera un firme defensor de la ciencia y la tecnología, a la par que de los valores ilustrados y el progreso social. De hecho, su caracterización de la ciencia y la tecnología, recogida en el Treatise, es en sí misma un criterio de demarcación entre los saberes genuinos (aquellos que de alguna forma están garantizados epistémicamente) y los pseudosaberes.
De estos últimos, en especial de las pseudociencias (como la homeopatía o el psicoanálisis), fue un crítico implacable, y fue miembro y colaborador de diversas asociaciones escépticas tanto en el ámbito anglosajón como en el hispanoamericano. Pero no se quedó sólo ahí, sino que también denunció los fraudes y los pseudosaberes en las esferas de la economía y la política, en especial el fundamentalismo de mercado o las ideologías que pretendían coaptar el desarrollo científico (como fue el caso del marxismo con las ciencias sociales).
Su guerra contra las imposturas no sólo se libró en el campo de la ciencia y de las distintas esferas de la sociedad, sino también en el de la filosofía. Fue un implacable crítico de las fobosofías, de aquellas corrientes y autores filosóficos que escondían a la crítica sus propuestas escribiendo en un lenguaje oscuro, ambivalente y retorcido. Gran crítico por ello de los filósofos postmodernos, a quienes acusaba de hacer filosofía fácil enhebrando palabras sin sentido para dar una falsa apariencia de profundidad. Y de los pseudofilósofos, aquellos que se mostraban manifiestamente anticientíficos y tecnófobos a la par que abrazaban el misticismo. Se quejaba a menudo de la filosofía que se practicaba en la academia, sosteniendo que no había pensamiento original y que la mayoría de la reflexión se reducía al puro comentario o exégesis de la filosofía del pasado, sin abordar problemas nuevos.[27]
Comprendió que, de la misma forma que el marco metafísico de las ciencias podía servir para potenciar otras áreas del saber humano, el marco metafísico extraíble de ciertas corrientes filosóficas podía no solo corromper y hacer disfuncional a la ciencia moderna, sino también servir de abono para las ideologías reaccionarias, para los sistemas económicos inhumanos y para desastrosas políticas públicas que, a la postre, harían sufrir a la humanidad en su conjunto.
§4. MÁS ALLÁ DE MARIO
Se ha señalado estas semanas, tras el fallecimiento de Bunge -ocurrido el 24 de febrero- el enorme impacto de su obra en el ámbito hispanoamericano y también anglosajón; mucho más seguro que el que le podría ser imputado a través de las métricas que usamos hoy día para evaluar la investigación. En su autobiografía el índice de nombres alcanza casi las 1.200 entradas, lo que da una idea de todos los pensadores con los que pudo llegar a tener contacto y quienes pudieron llegar a usar y difundir su obra por las universidades de los más diversos países. Hay que tener en cuenta a su vez su dirección de la Foundations and Philosophy of Science Unit de la McGill University, centro por el que pasaron decenas de investigadores. Como todo gran pensador tuvo multitud de discípulos[28] en las más diversas áreas.
Uno de ellos —quizás el más conocido— es Gustavo Esteban Romero. Físico de formación, ha trabajado en el desarrollo de la filosofía de la física bungeana, además de hacerlo en su proyecto en pos de una filosofía científica[29][30]. En las antípodas, en lo que a campo de investigación se refiere, se encuentra el educador Michael R. Matthews, incansable divulgador de su obra y firme defensor de los valores ilustrados que Bunge defendió en el ámbito de la educación científica[31]
En España contamos además con uno de los dos grandes discípulos que tuvo en filosofía de la tecnología: Miguel A. Quintanilla, referencia obligada a la hora de entender de una forma clara y precisa las características únicas de la tecnología y los sistemas técnicos[32]. Su otro discípulo en esta rama fue Dan Alexander Seni, quien sistematizó en una contundente tesis doctoral la noción bungeana de sociotecnología aplicada a la planificación urbanística.
Cabe citar también a dos sociólogos. El primero, Francisco Parra Luna, que ha trabajado en la aplicación de la teoría de sistemas bungeana a las organizaciones y es considerado el creador de la sociocibernética[33]. El segundo, el joven Poe Yu-Ze Wan, que ha investigado la filosofía de las ciencias sociales bungeanas en relación con la sociología analítica y con la obra de grandes teóricos de la sociología[34][35]
Además de todos ellos, desde el año 2006 existe una pequeña comunidad virtual dedicada al estudio de su obra[36]: el grupo de Lectura y análisis de las obras de Mario Bunge, que cuenta actualmente con unos 5.600 miembros.
§5. MODO DE CONCLUSIÓN
La obra de Mario Bunge no sólo puede considerarse como original, sino como increíblemente valiente en el marco de la disciplina filosófica, a la que se dedicó como una suerte de outsider, dada su formación como científico.
Los siglos pesan sobre las instituciones sociales: esto lo saben bien los miembros de las viejas grandes organizaciones (la Iglesia, las Universidades, etc.), donde lograr un cambio requiere un esfuerzo titánico. Al fin y al cabo, el cambio propuesto no implica sólo la necesidad de convencer a los coetáneos, sino la necesidad de luchar contra el modo de hacer las cosas heredado del pasado y reproducido por todos los miembros de esa institución —consciente o inconscientemente— en el presente.
La disciplina filosófica, como campo de investigación, no escapa a este problema. Platón, Aristóteles, Descartes, Hume, Nietzsche. Son referencias obligadas para la juventud tanto en institutos como en la Universidad. Y si hablásemos de la filosofía de la ciencia, tendríamos a su vez otro conjunto de autores clave, clásicos, a los cuales es preciso recurrir, leer y citar si se quiere profundizar en esa disciplina. Se defiende la postergada vigencia de todos ellos. Pero ¿hasta qué punto tales autores —y los que quiera usted poner en la lista— son relevantes hoy en día porque intrínsecamente lo son y no porque nos hemos pasado siglos leyendo y trabajando sus obras, usando sus figuras como una suerte de sistematizadores de la propia disciplina filosófica?
Kuhn decía con respecto a las ciencias sociales que le sorprendía el papel que cumplían en ellas los manuales, a la hora de ayudar a la consolidación de la disciplina recurriendo constantemente a los clásicos del campo[37]. Bien podría decirse lo mismo de la filosofía, donde los grandes autores actúan como solidificadores de la tradición filosófica, y donde es pues difícil discernir si su relevancia actual (y no sólo para la historia de la filosofía) se debe a sus imperecederas ideas o a una profecía que anuncia su propio cumplimiento.
Mario Bunge ha sido valiente por generar un sistema filosófico que ha tenido en cuenta el máximo número de disciplinas posible, la mejor ciencia (incluyendo a las ciencias sociales) y tecnología de su tiempo. Valiente por afrontar problemas filosóficos relevantes para la ciencia, la tecnología y la sociedad, contra una filosofía académica demasiado centrada en ocasiones en la interpretación sin fin de autores del pasado, sin atender siquiera al mundo que la rodea, asemejándose más a una neoteología que a la disciplina crítica y reflexiva del presente que se presupone que es la filosofía.
Mario Bunge constituye, en definitiva, el mejor ejemplo de que se puede ser un filósofo crítico, heterodoxo, irreverente, original y progresista sin perder por ello ni el rigor intelectual, ni el optimismo. Y mostró a su vez que, en estos tiempos de pesimismo racional en gran parte de la filosofía, hay razones para confiar en las posibilidades del conocimiento humano, y la ayuda que éste puede brindar a la humanidad en su conjunto, ya sea el generado por las ciencias naturales o sociales.
Para finalizar, solo quisiera recordar una breve y útil reflexión ante esta era de incertidumbre que nos acecha,
Hay límites, tanto naturales como sociales, a los que el hombre puede conocer, pero sólo los límites sociales son importantes —y sólo éstos pueden ser superados—. Mario Bunge (1983). Treatise on Basic Philosophy, p. 267
NOTAS
- Para una buena introducción a su obra en lengua inglesa, puede consultarse en abierto la introducción al libro editado por Michael R. Matthews para conmemorar su centenario (https://www.hpsst.com/uploads/6/2/9/3/62931075/matthews_introduction.pdf)La referencia completa del libro es: Michael R. Matthews (Ed.), Mario Bunge: A Centenary Festschrift (Cham: Springer, 2019). Aunque sin autoría conocida, una buena introducción a brocha gorda de toda su obra puede leerse en abierto en la página de la Wikipedia dedicada a su persona (https://es.wikipedia.org/wiki/Mario_Bunge). ↑
- Es bien conocido que Mario Bunge y Gustavo Bueno mantuvieron fuertes discusiones entre sí, en especial durante el I Congreso de Teoría y Metodología de las Ciencias celebrado en Oviedo en los años ochenta. Este hecho no ha evitado sin embargo que seguidores de Bueno y Bunge hayan intentado acercar posturas entre los sistemas filosóficos desarrollados por sendos autores. Como muestra de ello está la conferencia Ciencia, filosofía e ideología. Enfoques materialistas, celebrada en 2018 en la Universidad de Barcelona y a la que asistieron expertos en ambos sistemas. ↑
- Puede consultarse su bibliografía completa en la obra antes citada de Matthews con motivo de su centenario. Matthews, Mario Bunge, 775-807. En español puede consultarse la amplia bibliografía recopilada por Fermín Huerta, que está publicada en abierto en su blog y que también se recoge en la obra El último ilustrado. Fermín Huerta, Bibliografía de Mario Bunge (https://ferminhuerta.
blogspot.com/2010/03/ bibliografia-de-mario-bunge. html?m=1&fbclid= IwAR2xt6G8ugO4HF7OKOZuxb_ HphMOMcz0i12oPzXFnGK9q3VmqObpW Q_47bk) Antonio Martino (Ed.), El último ilustrado (Buenos Aires: Edudeba, 2019)↑ - Mario Bunge, Memorias: Entre dos mundos (Barcelona: Gedisa & Eudeba, 2014). ↑
- Mario Bunge, Memorias, 72. ↑
- W.V.O Quine, The Time of My Life: An Autobiography (Cambridge: Bradford Books, 1985), 266. Citado por Michael R. Matthews, «Mario Bunge: a Long and Productive Life», Sci & Educ 25, (2016). ↑
- Mario Bunge, Memorias, 179. ↑
- Mario Bunge, Scientific Research. The Search for System (Verlag: Springer, 1967). ↑
- Mario Bunge, “Technology as Applied Science”, Technology and Culture 7, no. 3 (1966): 329-47. ↑
- Mario Bunge, Scientific Research, 26. ↑
- Este es el caso de la filosofía de las ciencias sociales, donde el desarrollo de modelos y explicaciones del funcionamiento de la ciencia social se hacen siempre tomando como modelo (y a veces sin atender otras disciplinas) a la economía. En ocasiones, incluso, se toma también como modelo la biología (véase José Francisco Alvarez Alvarez, María Jiménez Buedo, David Teira Serrano y Jesús Pedro Zamora Bonilla, Filosofía de las Ciencias Sociales (UNED, 2019)) En la filosofía de la ciencia más general la biología parece haber desplazado a la física como disciplina central de análisis (véanse los abstracts del International Congress on Logic, Methodology and Philosophy of Science and Technology,http://clmpst2019.flu.cas.cz/wp-content/uploads/2019/08/BoA_CLMPST2019_web.pdf) ↑
- Precisamente fue en la Universidad de Salamanca donde Mario Bunge recibió en el año 2003 el que consideraba su Doctorado Honoris Causa más preciado, a propuesta de su discípulo y amigo Miguel Ángel Quintanilla. ↑
- Es preciso resaltar que la idea de ciencia multiparadigmática no es de Kuhn, sino de la filósofa Margaret Masterman, quien propuso ese concepto basándose en la obra de éste. Kuhn nunca usó la noción de ciencia multiparadigmática, y es preciso recordar que en sus Segundos pensamientos sobre paradigmas y en su obra posterior abandona por completo una noción de paradigma obsoleta que lamentablemente sigue usándose hoy en día como argumento o mito para justificar el statu quo de la disciplina sociológica. Margaret Masterman, “The Nature of a Paradigm.” In Criticism and the Growth of Knowledge. Proceedings of the International Colloquium in the Philosophy of Science, London, 1965, Volume 4, edited by Imre Lakatos and Alan Musgrave, 59–89. (Aberdeen: Cambridge University Press, 1970). José Antonio Noguera, “El mito de la Sociología como ciencia multiparadigma”, Isegoría: Revista de filosofía moral y política, no. 42 (2010). ↑
- Paul Watzlawick, ¿Es Real La Realidad? (Barcelona: Herder, 1979) ↑
- Mario Bunge, A La Caza de La Realidad. La Controversia Sobre El Realismo (Barcelona: Editorial Gedisa, 2007) ↑
- Mario Bunge, Las Ciencias Sociales en discusión. Una perspectiva filosófica (México D.F.: Siglo XXI, 1999) ↑
- Mario Bunge, Buscar la filosofía en las ciencias sociales (México D.F.: Siglo XXI, 1999) ↑
- Mario Bunge, Sistemas sociales y filosofía, (Buenos Aires: Sudamericana, 1995) ↑
- Incluso en disciplinas «progresistas» (en lo que a transdisciplinariedad e interdisciplinariedad se refiere) a las ciencias sociales se las sigue tratando en la práctica como un grupo aparte. Tal es el caso, paradójicamente, del área CTS. Ciencia, Tecnología y Sociedad. La sociología está siempre presente en el último elemento, en la Sociedad, en los análisis de la misma en relación con la Ciencia y la Tecnología. Pero a ella misma, a la Sociología, no se la suele tener en cuenta dentro del elemento Ciencia de esa triada, a la hora de entender cómo se interrelacionan la Sociología como Ciencia con la Tecnología y la Sociedad. ↑
- Esta reflexión fue publicada en el muro personal de Facebook del autor. ↑
- Véanse Fernando Aguiar, Andrés De Francisco y José Antonio Noguera, «Por Un Giro Analítico En Sociología», Revista Internacional de Sociología 67, no- 2 (2009) 437–56, y Francisco Linares Martínez, Sociología y teoría social analíticas. La ciencia y las consecuencias inintencionadas de la acción (Madrid: Alianza Editorial, 2018). ↑
- Este es el caso de Edward O. Wilson, fundador de la sociobiología, que, pese a sus acertadas críticas a la especulación de las ciencias sociales de la «comprensión» y la «verstehen», propuso que el comportamiento social debía estar fundamentado —y explicarse desde—la biología. Edward O. Wilson, “Biology and the Social Sciences.” Daedalus 106, (1977): 127–40. ↑
- Las referencias a cada uno de los volúmenes pueden consultarse en su bibliografía completa (Matthews, Mario Bunge, 775-807). En acceso abierto, Matthews posee una bibliografía más incompleta pero que incluye los volúmenes del Treatise (https://www.hpsst.com/uploads/6/2/9/3/62931075/bunge__publications_english_.pdf) ↑
- Y pese a ello, una obra, por cierto, impecablemente escrita, con multitud de ejemplos, bien organizada; con una jerga técnica, pero asequible incluso para el lego en filosofía. ↑
- Martin Mahner y Mario Bunge, Foundations of Biophilosophy (Berlin: Springer, 1997). ↑
- Mario Bunge, Filosofía Política. Solidaridad, cooperación y Democracia Integral (Barcelona: Gedisa, 2009). ↑
- “La filosofía está pasando por un mal trance, porque no hay pensamiento original”, Diario El País, accedido el 17 de Marzo, 2020, https://elpais.com/elpais/2019/09/18/ciencia/1568798978_957994.html ↑
- La lista recogida aquí no es ni mucho menos exhaustiva, y seguramente serán muchos más. Queda para futuros historiadores de la filosofía el estudiar más a fondo esta cuestión. Mientras tanto, el repositorio institucional de la McGill University es un buen punto de partida para investigar (https://escholarship.mcgill.ca/) ↑
- Gustavo Esteban Romero, Scientific Philosophy (Cham: Springer, 2018). ↑
- Gustavo Esteban Romero, «Mario Bunge on Gravitational Waves and the Reality of Spacetime», Foundations of Science 23, nº2 (2018). ↑
- Michael R. Matthews, «Mario Bunge and the Enlightenment Tradition in Education» Michael R. Matthews (Ed.), Mario Bunge: A Centenary Festschrift (Cham: Springer, 2019), 645 – 682. ↑
- Miguel Ángel Quintanilla, Tecnología: Un Enfoque Filosófico (México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2005). ↑
- Fue uno de los impulsores del comité de investigación 51 de la International Sociological Association sobre Sociocibérnetica, área en la que fue pionero. Brian Castellani y Frederic Hafferty, Sociology and ComplexityScience: A new field of inquiry (Verlag: Springer, 2009), 184. ↑
- Poe Yu-Ze Wan, “Analytical Sociology: A Bungean Appreciation”, Sci & Educ 21, (2012): 1545–1565. ↑
- Poe Yu-Ze Wan, Reframing the Social Emergentist Systemism and Social Theory (Farmham: Ashgate, 2011). ↑
- Originalmente el grupo tenía como punto virtual de encuentro un blog en la red de WordPress (https://grupobunge.wordpress.com/) Activo desde el 2006 hasta el 2011. En este último año se crea el grupo actual en la plataforma Facebook (https://www.facebook.com/groups/lecturas.mariobunge/) ↑
- Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas (México D.F.: FCE, 2004) ↑
About the author
Germán Hevia
Germán Hevia Martínez es Graduado en Sociología y posee el Máster Interuniversitario en Lógica y Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Salamanca. Actualmente trabaja como investigador predectoral en la Universidad de Oviedo, con un proyecto de tesis sobre la sociotecnología.
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