5.5.- Conexiones entre esferas, animales y plantas. Magia y sacramentos. 

Anteriormente se han estudiado “Las correspondencias entre esferas, astros, animales y plantas. Magia y sacramentos” en el paleolítico (CORP § 31) y en el neolítico (MORN §§ 43-44 y 50), con particular referencia a las culturas mapuche, sumeria e incaica, y a las relaciones entre magia y mística. En el paleolítico se establecen unas correspondencias entre los poderes sagrados que se manifiestan a través de los astros, y la forma de manifestarse también a través de algunas plantas, algunos animales y algunos ritos y “ejercicios”.

Esas fuentes y formas de manifestación de los poderes sagrados, que generalmente se relacionan con el propio cuerpo (remedios terapéuticos), con el medio natural (problemas de tipo climático, sequías, hambrunas, etc.) y con el medio social (problemas de relaciones sociales, maldiciones, almas en pena, etc.), se mantienen vigentes en las diferentes formas de religiosidad popular (ROREM § 43.2), desde el calcolítico hasta las formas de religiosidad de los cazadores recolectores actuales, y de las tribus urbanas de los suburbios de megaciudades actuales, desde La Habana y Sao Paulo, hasta Calcuta y Beijing. 

La referencia a los poderes sagrados y al fundamento, que a partir del calcolítico empieza a tener una dimensión teórica, sigue manteniendo a partir de entonces la dimensión práctica que tenía en los cultos anteriores del neolítico y el paleolítico. No solo porque se mantiene la magia en casi todos los periodos y culturas posteriores, sino porque esos poderes adquieren una nueva configuración más en congruencia con las culturas de las sociedades estatales, más urbanizada.

En el paleolítico la magia aplica los poderes sagrados a los problemas sanitarios personales, a las deficiencias y fallos de la naturaleza y a los problemas de convivencia familiar y tribal, y uno de los elementos de uso más frecuente en los ritos correspondientes es la sangre de animales o de los seres humanos.

En el neolítico la magia aplica los mismos poderes a los mismos problemas, pero, como la subsistencia se basa sobre todo en la agricultura, los ritos más numerosos son los relacionados con la fecundidad agrícola. En ellos se utilizan como elementos la sangre, pero más aún, el semen humano, y otros fluidos, especialmente el agua y diversos extractos vegetales.

El conjunto de los elementos de los ritos de paso y de los sacramentos, está integrado por un continente o conjunto de vasos sagrados, desde el caldero mágico al santo grial, unos servidores o sacerdotes especializados, que son los druidas y ministros de los sacramentos, y un contenido o sustancia vivificante, que es realmente la que produce el efecto vivificante, salutífero y salvífico.

Ese contenido y sustancia vivificante es, como se ha dicho, en el paleolítico la sangre, en el neolítico el semen, y a partir del calcolítico, una serie de sustancias que hacen su aparición novedosamente entonces, y que tienen al mismo tiempo un valor simbólico y un efecto real. Estas sustancias constituyen un elemento intermedio entre la comida y la bebida que resulta de la caza y la agricultura, y la gracia de la comunión y la unión espiritual propia de la mística antigua y posterior.

El teonanácatl era considerado un hongo sagrado por los aztecas
 El hongo sagrado teonanácatl (Infografía)

Entre esas sustancias, que por tener a la vez valor simbólico y real, prefiguran o constituyen los sacramentos de las religiones de la antigüedad, se encuentran el maná del Éxodo, la Ambrosía de la Ilíada, el Soma del Rigveda y el Haoma de Zoroastro y el Psilocybe cubensis y  Psilocybe  o «carne de Dios» (teonanacatl) de los aztecas , entre otras[1].

El manáes el manjar con el que los israelitas son alimentados durante los 40 años de peregrinación por el desierto, desde la salida de Egipto hasta la muerte de Moisés a mediados del segundo milenio AdC.  Algunos autores lo identifican con un tipo de resina de arbusto y otros con un tipo de seta, que se recolecta con las primeras luces del amanecer y proporciona alimento y fuerza para todo el día[2].

La Ambrosía es, en los poemas homéricos, la comida de los dioses inmortales, mientras que la bebida se suele denominar Néctar. Ambrosía significa “inmortalidad” y confiere una vida muy larga al que la toma, lo mismo que a quien bebe Néctar, o bien una vida eterna como la de los dioses. Es un don de los dioses, por ejemplo, de Palas Atenea, a los héroes para tareas determinadas, y es también objeto de codicia o robo por parte de los mortales. Estos manjares de la inmortalidad son servidos a los dioses por palomas (en griego Pléiades) convertidas en estrellas por Zeus. Hay analogías de la Ambrosía y el Néctar con la Carne y la Sangre de Cristo por su poder vivificador[3].

El Soma del Rigveda,y el Haoma de Zoroastro tiene características semejantes a la Ambrosía homérica. Se describe como un preparado de extractos de plantas cuya identidad permanece incierta y debatida. Tanto en el hinduismo como en el zoroastrismo el nombre de la planta es el mismo “Sauma” (Sarcostemma acidum), de raíz proto-indo-irania. Se toma en determinados rituales y convierte al que la ingiere en invulnerable a las heridas o incluso en inmortal[4].

El teonanacatl de los aztecas (literalmente «hongo divino» – forma aglutinante de teōtl (dios, sagrado) y nanācatl (hongo) en náhuatl) identificado como el Psilocybe cubensis y Psilocybe, «carne de Dios», se utilizaba en la coronación de los monarcas aztecas y mazatecas, tienen usos adivinatorios y dotan de especial poder y sabiduría[5].

Estos elementos físicos son, en cierto modo, una porción urbanizada o “manufacturada” de los poderes cósmicos y telúricos de periodos anteriores, que a su vez dejan paulatinamente de utilizarse en la antigüedad, y van siendo sustituidos por otros elementos, sobre todo de tipo verbal, para constituir los sacramentos de las religiones de la antigüedad, vigentes aún en la época post-histórica. El poder del logos sustituye del todo al poder de la physis, o bien el poder de la physis es regido y dirigido desde el logos.

En el calcolítico, aunque se mantiene la magia con las mismas características que en épocas anteriores, el símbolo del poder, y el poder efectivo, no reside en la sangre, ni en el semen, ni en los extractos vegetales, como se ha dicho, sino en la palabra, y el elemento de uso más frecuente en los ritos propiamente urbanos es la palabra.

Berengario de Tours negaba la presencia real de Cristo en la Eucaristía
 Berengario de Tours (Infografía)

La forma más propiamente urbana y estatal de aplicación de los poderes sagrados a los problemas y situaciones de los hombres, es verbal y socio-familiar, y da lugar a los ritos que en el euro-cristianismo se denominan sacramentos y que Berengario de Tours (1000-1088) define como «forma visible de una gracia invisible», o “signo sensible y material que causa lo que significa de índole espiritual o sobrenatural”.

Los sacramentos son una selección de los ritos de paso paleolíticos, que determinan la identidad personal dentro de cada una de las etapas de la vida dentro del sistema social (CORP § 22), pero que ahora no están referidos mediante el nombre y tótem al cosmos y a la naturaleza, sino mediante el nombre y el santo intercesor a la vida social.

En la cristiandad o en el euro-cristianismo, los sacramentos son siete que se corresponden con diferentes ritos de paso según la siguiente tabla[6].

Sacramento cristiano Rito de paso paleolítico
Bautismo Ritos de nacimiento e integración en la comunidad
Confirmación (o Crisma) Ritos de iniciación de los adolescentes
Eucaristía Ritos de caza, distribución y comida de la pieza cazada
Reconciliación (o Penitencia) Ritos de curación, reconciliación, exorcización, etc.
Unción de los enfermos Ritos funerarios
Orden Ritos de elección y consagración del o la  chaman/a
Matrimonio Ritos matrimoniales

El instrumental de los ritos paleolíticos y neolíticos se urbaniza y estiliza, y en los ritos eucarísticos, aunque se mantenga el altar paleolítico y los candeleros neolíticos, el caldero mágico y los vasos de las libaciones dejan su lugar a la copa del vino de las grandes fiestas y de los sacrificios, al cáliz, cuyo simbolismo recoge el santo grial, y se mantiene en las celebraciones de la eucaristía católicas y anglicanas. En los ritos sacramentales de las iglesias reformadas el único elemento material presente es la palabra, el logos.

En la historia de la cristiandad la liturgia y los usos sacramentales, van siendo asumidos paulatina y progresivamente, por una parte, en el sistema jurídico administrativo de las iglesias cristianas y los estados europeos, y por otra, en el sistema teórico conceptual de la teología dogmática. A lo largo de esa historia, la diferenciación entre culto litúrgico, sistema jurídico moral, y sistema teológico dogmático va creciendo, y cada uno de esos tres factores de la religión se va autonomizando y distanciando de los otros, como se verá en otro momento. 

Durante la revolución industrial, cuando se consolidan los estados y las nacionalidades modernas, y tiene lugar el proceso de desconfesionalización o de secularización, la dimensión sacramental del culto litúrgico se mantiene constante en su solemnidad y boato, en las celebraciones de los bautismos, comuniones y mayoría de edad, matrimonios, y funerales. La dimensión administrativa de las iglesias pasa a ser asumida por los registros civiles de los estados nacionales, y la dimensión dogmática del culto queda subsumida en la teología dogmática.

En la segunda mitad del siglo XX y en el XXI, cuando la lexicalización del lenguaje religioso se hace más intensa, y la distancia entre los creyentes y las instituciones religiosas aumenta, la función administrativa es asumida plenamente por el estado y la función conmemorativa y festiva por empresas privadas de índole diversa.  Los habitantes de las ciudades se declaran en buena medida ateos, agnósticos o bien, quizá mayoritariamente, “creyentes pero no practicantes”, para indicar con ello que tienen ciertas creencias religiosas vagas o poco definidas, y más o menos concordes con las que las instituciones religiosas proponen.

Se trata de grupos de población que siguen celebrando masivamente las festividades litúrgicas sacramentales de los nacimientos, mayoría de edad, matrimonios, reuniones familiares (navideñas o de otro tipo) y funerales, sin vincularlas a contenidos teológicos definidos, y que por eso más bien que “creyentes pero no practicantes”, resultan ser practicantes pero no creyentes. Disueltas y autonomizadas las dimensiones estructurales y superestructurales de la religión, la dimensión infraestructural se mantiene vigente, sin una conciencia clara de su momento y de su lugar en la existencia de los seres humanos, y su vitalidad inconsciente se abre paso hacia la conciencia por vías privadas, como las de las antiguas religiones mistéricas, como se verá en su momento.

En las sociedades post-históricas secularizadas, determinados elementos de la naturaleza y de la vida social se re-activan como símbolos y como factores potenciadores de la vida y de la felicidad, como símbolos de poder y de amor sagrados. Es el sentido del Cantico de las criaturas que en el siglo XI entona Francisco de Asís, proclamando la cercanía y la benevolencia del hermano sol y de la hermana luna, y que con esa misma inspiración repiten algunos continuadores suyos proclamando la santidad de la hermana bicicleta o el hermano celular[7].

Las formas que adopta la religiosidad humana, las formas personalizadas de religión en el siglo XXI, y que se verán en otro momento, son formas de culto que en no pocos casos toman su inspiración de sus principios en sus más remotas raíces paleolíticas.

NOTAS

[1]Cfr., Escohotado, Antonio, Historia general de las drogas, Madrid: Espasa, 1999; https://es.wikipedia.org/wiki/Drogas_enteogénicas_y_registro_arqueológico

[2]Exodo, 16, 22, Corán, Suras 2, al-Baqara (Vers. 57​), 7, al-Araf​  (Vers. 160) y 20, Ta ha, (Vers. 80), para las interpretaciones de la sustancia del maná, cfr., https://www.jewishencyclopedia.com/articles/10366-manna

[3]Cfr. Chevalier J y Gheerbrant, A, Dictionaire des symbols, Paris: Laffont/Jupiter, 1969; Grimal, P., Diccionario de Mitología Griega y Romana, Barcelona: Paidós, 1990; Guirand, F., Mitología general, Barcelona: Labor, 1960; Cfr., https://en.wikipedia.org/wiki/Ambrosia.

[4]Cfr. Chevalier J y Gheerbrant, A, Dictionaire des symbols, Paris: Laffont/Jupiter, 1969;

https://en.wikipedia.org/wiki/Soma_(drink).

[5]https://en.wikipedia.org/wiki/Psilocybin_mushroom

[6] Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, n. 250

[7]Boff, Leonardo, Los sacramentos de la vida, Santander: Sal Terrae, 2008.

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Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).

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