5.1.- El mundo interior de la astrología y la astronomía.

Cuando se estudió la religión neolítica se analizó la transición del símbolo paleolítico, basado sobre todo en elementos naturales, reales, como la sangre o el agua, al símbolo neolítico, basado cada vez más en signos abstractos como los números de los calendarios, las palabras de los himnos y relatos, los nombres y representaciones plásticas de los poderes sagrados mediante astros y animales, y otros (MORN §§ 6-7).

Pinturas rupestres del calcolítico (Cuenca)
(Infografía)

En el paleolítico el hombre vive en un universo fundamentalmente dado en la sensación. En el neolítico vive en un universo generado imaginativamente y representado en la percepción y en el relato. En el calcolítico vive en un universo que empieza a estar elaborado imaginativamente y conceptualmente, y que está representado en las esferas celestes, y en la escritura, que es originariamente y de suyo sagrada. El símbolo religioso que representa el poder fundante de la vida, y por el cual se hacen los juramentos que sellan los pactos, es en el paleolítico la sangre, en el neolítico el semen y en el calcolítico la escritura, como se ha señalado antes (ROREM § 26).

En los símbolos naturales está realmente operante el poder fundante de la vida y del ser, pues la sangre y el semen otorgan vida. Pero en los signos no está operante. Los signos de la escritura, las letras escritas y el libro, no otorgan vida. No obstante, una mente calcolítica, con un intelecto muy articulado con la imaginación y que no opera de modo autónomo con unos signos también autonomizados, percibe el poder fundante de la vida y de la existencia también en los signos.

En el siglo XXI hay mentes que perciben el fundamento de la vida y la existencia de las cosas y mentes que no. Mejor dicho, las mentes de los hombres del siglo XXI, cuando operan con los discursos del lenguaje ordinario para referirse a acontecimientos extraordinarios como nacer y morir, perciben y experimentan el fundamento de la vida y de la existencia y su ausencia, y comprenden lo que es la vida y la muerte desde un punto de vista existencial.  Pero cuando operan desde el punto de vista del lenguaje ordinario para referirse a acontecimientos ordinarios de su vida profesional o de la vida urbana común, no perciben el fundamento de la vida y de la existencia, no lo experimentan.

Los profesionales de las ciencias son el tipo de personas que frecuentemente utilizan el discurso de su actividad profesional para referirse a todos los acontecimientos de la vida, y a veces tienen más dificultad que los demás para comprender los sucesos extraordinarios, el fundamento de la existencia y de la vida. Los profesionales de la filosofía, en algunos casos, tienen más facilidad para percibirlo y experimentarlo, o al menos para comprender por qué otros tienen tanta dificultad; en el siglo XX denominan “ser” al fundamento de la existencia y explican por qué ese ser y fundamento no se percibe o se olvida. Los profesionales del arte y de la religión son los que tienen más facilidad para percibir y experimentar el fundamento de la existencia y de la vida, y para expresarlo de modo que los demás lo comprendan. Y los demás hombres del siglo XX lo comprenden porque, en el lenguaje ordinario y en la vida ordinaria, siempre hay momentos de referencia a lo extraordinario y de comparecencia de lo extraordinario, que son los de la experiencia de lo bello, lo sublime, lo totalmente otro y el misterio.

Hegel
(Infografía)

En el siglo XIX Hegel describe el arte, la religión y la filosofía como los tres modos de comprensión y expresión del ser como fundamento, del espíritu absoluto (en su terminología), y entiende el arte como su comprensión y expresión desde la sensibilidad, la religión como su comprensión y expresión desde la afectividad (el corazón) y la filosofía como su comprensión y expresión desde el intelecto.

Pero en el calcolítico la sensibilidad, la imaginación afectiva y el intelecto no están tan diferenciados. No se han autonomizado ni han generado productos culturales a su vez autónomos y diferenciados con las denominaciones de arte, religión, ciencia y filosofía. Eso es el resultado de un proceso que Hegel percibe como culminado en el siglo XIX, y que describe como muerte del arte, muerte de Dios y fin de la historia.

Un siglo después de Hegel, Romano Guardini define al hombre irreligioso como aquel para quien la existencia es obvia, es decir, como aquel cuyas vivencias no hacen referencia al fundamento. La generalización de esa falta de referencia al fundamento, por parte de la mayoría de los individuos y de las culturas urbanas, es lo que Hegel, Nietzsche y Heidegger llaman “la muerte de Dios”.

El momento en que esas capacidades humanas empiezan a diferenciarse y autonomizarse es el calcolítico, y entonces es también cuando aparecen el arte, la religión y la filosofía, en cuanto diferentes aunque no como diferenciados, ni tampoco como autónomos. Las representaciones plásticas y los nombres de las divinidades son las divinidades mismas y tienen también sus poderes. Y cuando se perciben y se invocan en relación con cosas y acontecimientos diversos, lo que se percibe y se invoca es el fundamento de la existencia y de la vida de esas cosas y esos acontecimientos, o sea, lo sagrado.

Entendido esto, se puede entender también la tesis de que la astronomía y la astrología, como la cosmología y la cosmogonía, constituyen una unidad de dos discursos. Son dos discursos desde el punto de vista del pensamiento moderno y del pensamiento contemporáneo, porque en la modernidad se establecen como netamente diferenciados. En los manuales de historia de la ciencia, en efecto, se dice que la cosmología nace como ciencia propiamente en el siglo XVIII. Pero desde el punto de vista calcolítico son un único discurso, porque entonces esos discursos no están diferenciados. Empiezan a estarlo en la antigüedad y se diferencian aún más en la edad media, hasta que lo están plenamente en el siglo XVIII[1].

Mapa del cielo (Babilonia)
(Infografía)

En la cultura y la mente calcolíticas, la astronomía y la astrología son mundos eidéticos y mundos reales superpuestos, representables por dos círculos concéntricos. En el paleolítico y el neolítico son un solo círculo, pero en el calcolítico ya hay dos porque hay un mundo eidético, representado mediante signos.  En la antigüedad y en el medievo estos dos mundos, el de la sensación y percepción sensible, y el de la representación intelectual, son mundos representables por círculos secantes, excéntricos, con un centro de gravedad que se desplaza cada vez más desde la realidad perceptible sensorialmente al mundo eidético.

Este mundo eidético, de representaciones intelectuales, marca la emergencia de la interioridad social y la individual, y es siempre un mundo interior. En el calcolítico es un mundo interior más de orden espiritual que mental, y en la antigüedad, el medievo y la modernidad, es más de orden mental que espiritual. Aquí mundo espiritual se entiende en el sentido antes mencionado de mundo en el que no están diferenciados ni autonomizados la sensibilidad, la imaginación afectiva intelectiva y el intelecto, por una parte, y correlativamente, por otra, tampoco lo están el arte, la religión y la filosofía. Mundo mental se entiende en el sentido de mundo en el que está diferenciado y autonomizado el intelecto de la sensibilidad y la imaginación afectiva, por una parte, y correlativamente, por otra, la ciencia y la filosofía están diferenciadas y autonomizadas del arte y la religión.

En el calcolítico la astrología y la astronomía, la cosmología y la cosmogonía. son dos discursos, uno del mundo sensible y otro del mundo eidético interior, que constituyen una unidad. Esa unidad de los dos discursos es la vida de la interioridad social y la individual, pues los dos discursos nacen en esa interioridad intersubjetiva. En esa unidad de la interioridad intersubjetiva, el intelecto, que como vamos a ver, es lo que pasa a denominarse espíritu, mantiene en su comprensión y expresión de lo real una referencia al fundamento de la existencia y de la vida de todos los entes existentes y los seres vivientes.

Esa referencia de la interioridad social e individual al fundamento de la existencia y de la vida como poderes sagrados, no es todavía una referencia al fundamento como “ser”, puesto que tanto las lenguas indoeuropeas como las semitas se forman precisamente en el calcolítico. Esa referencia del espíritu al fundamento es la interioridad intersubjetiva, y es el medio en el que va a surgir la palabra como comprensión y expresión de ese fundamento, como lenguaje ordinario o lenguaje natural, y como escritura, que por eso se van a considerar y a llamar palabra y escritura sagradas, como es muy patente no solo en Sumeria[2], sino también en Egipto y Grecia.  Hablar es llevar la palabra, y eso ya es de suyo algo divino, protagonizado por seres divinos, ya sean Iris y Hermes, ya sean los mensajeros comunes, los ángelos de los griegos, los mal’ach de los hebreos y musulmanes o los ángeles de las demás religiones[3].

Esa comprensión y esa expresión verbales de los poderes sagrados (posteriormente del “ser”) como fundamento de la existencia y de la vida, de los existentes y de los vivientes, en la interioridad social, es lo que también se llama más adelante revelación, y tiene también su relevancia para la comprensión contemporánea de la ciencia y de la técnica calcolíticas como religión y como magia.

La presencia y la eficacia de los poderes sagrados, del fundamento de la existencia y de la vida, se hace sentir y se percibe sobre todo en los momentos en que la existencia y la vida del individuo o de la comunidad se encuentran en un momento precisamente fundamental, en que el fundamento es apelado, o bien porque se echa en falta, como es el caso de los desastres naturales y las enfermedades, o bien porque su función se requiere de un modo especial, como es el caso de los grandes acontecimientos políticos como las invasiones, las conquistas y las guerras en general.

Representación de instrumental médico (Mesopotamia)
(Infografía)

En la práctica médica mesopotámica el diagnóstico es considerado por los estudiosos contemporáneos de epistemología y lógica como una actividad intermedia entre la magia y la ciencia, como una práctica en cierto modo mágica y en cierto modo racional[4]. Al analizar la epistemología y la teoría babilónica a partir de la documentación disponible, el modo de establecer el diagnostico corresponde con razonamientos descritos por Aristóteles como entimemas, denominados en la epistemología actual razonamiento abductivo[5].

El motivo que lleva a pensar en el carácter científico de la medicina mesopotámica es precisamente el poder identificar los procesos mentales del diagnóstico de la malaria, de cálculos en la vesícula o de epilepsia, según ese modelo de razonamiento abductivo. Y el motivo que lleva a pensar que dicha práctica médica forma parte de las prácticas mágicas es que atribuye la causa del daño diagnosticado a la acción de los malos espíritus, y que se establece como remedio una serie de ensalmos y plegarias, junto con unos ritos de purificación, libaciones, ingestión de cocciones, etc., que sí se considera pueden tener una eficacia real y científica.

Esa consideración contemporánea de la medicina mesopotámica como magia se debe, en parte, a que la medicina antigua se basa en una determinada ontología y la ciencia moderna no. La ciencia moderna es una sistematización de fenómenos, de conjuntos de datos, cuyas variaciones tienen que poder ser determinadas empíricamente y cuantitativamente, y la medicina antigua es una sistematización de fenómenos cuyas variaciones han de poder ser referidas a determinadas entidades como a sus causas.

La práctica médica mesopotámica se funda en una ontología sistematizada, que es precisamente la astrología. Los astros, el sol, la luna, los planetas y las demás estrellas, son seres divinos que desde los tiempos más remotos del paleolítico envían periódicamente, según las épocas del año, cabras y rebecos, búfalos y bisontes, etc., que según unas estaciones llenan los campos de trigo (el sol en verano), o de fruto de vides (el sol en otoño), que según otras estaciones y según ciertas horas, propician la organización de la vida urbana en determinados  momentos, y que presiden el despliegue de la vida humana en sus diferentes etapas en analogía y correspondencia con las estaciones del año.

A tenor de esta ontología, las deficiencias en la vida de los vegetales (en las cosechas), en la de los animales (en el ganado) y en la de los hombres (enfermedades), se pueden resolver apelando a los poderes que les hacen existir y vivir. Esos poderes se encuentran participados en diferentes elementos de la naturaleza, en minerales o vegetales, en el calor del sol y en la humedad del agua, y por eso se desarrolla una farmacología, pero también son apelables en términos dialógicos y de pacto, y por eso están igualmente indicados, himnos, sacrificios, ensalmos, etc., y todo lo que es propio de una relación intersubjetiva como es la del culto.

Para una mente científica contemporánea, cuya configuración no permite una referencia al fundamento de la existencia y del ser, las diversas modalidades de dicha referencia aparecen como carentes de sentido, y designadas con términos que significan descalificación, como religión, magia, superstición, etc. Ese es el caso de algunas formas de ateísmo, como se verá más adelante.

La ontología sobre la que se basa la práctica médica está presenta también en la práctica política y militar. Los auspicios, los augurios, los oráculos y la adivinación constituyen la apelación al fundamento, para obtener el saber sobre las acciones y acontecimientos futuros, a escala de las sociedades estatales calcolíticas.

El sueño de Nabucodonosor
(Infografía)

En Sumeria y Babilonia las augures son mujeres, a las que frecuentemente la divinidad comunica en sueños un mensaje que deben transmitir al rey. Le advierte de que no salga en expedición bélica, o de que va a haber una epidemia[6]. La vía de comunicación es frecuentemente el sueño. Así es como se le anuncia el futuro a Faraón: los sueños de animales y de cereales con determinadas características, para anunciar periodos futuros de abundancia y de escasez, y que, hacia el siglo XVIII o XVII AdC, interpreta José el hijo de Jacob (Génesis, 41). Así es como el profeta Daniel, formado en la adivinación y la astrología babilónica en el siglo VI AdC, interpreta el sueño del rey Nabucodonosor de la estatua del gigante de oro, plata y hierro, que tiene los pies de barro (Daniel 2. 31-45).

La “adivinación deductiva”, es un procedimiento de adivinación de origen sumerio y asimilado también por los persas, hititas, egipcios, etruscos y romanos, que tiene cierta analogía con los sueños y consiste en una interconexión entre creación, escritura e interpretación[7]. En el habla primitiva y en la escritura más primitiva, del cuarto milenio, nombrar la cosa y escribir su figura mediante un ideograma o pictograma, equivale a poseer su esencia y a crearla, de manera que la escritura es mimesis de las realidades creadas.

Como se señala antes (MORN § 50) los catálogos de “adivinación deductiva” recogen numerosas advertencias como las siguientes:

“Si una mujer trae al mundo un mortinato, habrá epidemia.
Si una mujer trae al mundo un enano habrá escasez.
Si una mujer trae al mundo a un cojo habrá problema en la casa.
Si una mujer trae al mundo un ciego habrá disturbios en el país.
Si una mujer trae al mundo un sordo, la familia prosperará pero no en su ciudad”[8] .

Al igual que los acontecimientos naturales con curso o desenlace especial, en un determinado momento, advierten de acontecimientos futuros, también el vuelo de las aves, la configuración y el color de las entrañas de los animales, y otros fenómenos anómalos de la naturaleza, son escenarios donde la divinidad pueden transmitir un mensaje.

“Por ejemplo, el descubrimiento de un hígado que incluyera dos partes anatómicas donde, normalmente, solo debería haber una, y, algún tiempo después, la disputa del trono por dos competidores; así, inmediatamente surgía la idea de que el segundo acontecimiento no solo se encontraba notificado por el primero, sino, de una cierta manera, incluido en los primeros por los dioses y por lo tanto anunciado por él”[9]

De un modo privilegiado los mensajes divinos se encuentran en las estrellas, en cuyas formas y movimientos se cifran los designios sagrados. Si hay determinada conjunción de astros y luego movimientos de alguno según una trayectoria especial, eso significa que se producirá algún acontecimiento importante en esa dirección. De ese tipo de adivinación es la que aparece en los Evangelios:

“En tiempos del rey Herodes, he aquí, unos magos del oriente llegaron a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarle” (Mateo 2,2).

La religión sumeria, y las calcolíticas en general, tienen mediante la astrología y la astronomía, y mediante tratados de adivinación de otro tipo, una información o una revelación de los acontecimientos temporales, del pasado y del futuro, ajustada a las características de su desarrollo espiritual.

En cierto modo el conocimiento del futuro de las culturas calcolíticas se ajusta a su mundo espiritual, como el conocimiento del futuro proporcionado por Marx y la escuela marxista se ajusta al mundo mental de la cultura moderna. Los hombres del calcolítico sienten, aunque experimentada y expresada de otro modo, la misma exigencia que Kant dirige a la ciencia y a la filosofía de la historia.

“En efecto, ¿de qué serviría ensalzar la magnificencia y sabiduría de la creación en el reino irracional de la naturaleza y recomendar la observación de la misma si la parte que corresponde a la gran escena de la suprema sabiduría, la que contiene los fines de todas las demás —la historia del género humano—, debiese seguir siendo una objeción incesante cuya visión nos obligaría a apartar los ojos con disgusto, puesto que dudamos de encontrar en ella una intención plenamente racional, por lo que la esperamos en otro mundo?”[10]

La referencia y la apelación al fundamento de la existencia y de la vida, en el paleolítico son de orden práctico y se refieren a la supervivencia de la tribu. En el neolítico empiezan a ser también de orden imaginativo narrativo y se refieren a la comunidad civil. En el calcolítico la apelación al fundamento empieza a ser, además, de orden espiritual y se refiere a la supervivencia de la sociedad estatal, en términos de práctica médica y política y en término de teoría, de visión contemplativa del fundamento. En la modernidad la apelación a la razón como fundamento se refiere al futuro de la sociedad humana en términos de praxis y teoría políticas, y el saber alcanzado en esa indagación constituye el patrimonio del socialismo científico.

NOTAS

[1]La versión en español de Wikipedia, define la cosmogonía como el conjunto de relatos míticos del universo y remite a las religiones antiguas  https://es.wikipedia.org/wiki/Cosmogonía), la versión en inglés la define como el conjunto de teorías científicas sobre el origen del universo, la asimila a la cosmología  y remite a la filosofía de la ciencia y a la epistemología ( https://en.wikipedia.org/wiki/Cosmogony). La versión en español de Wikipedia define la cosmología como filosofía de la naturaleza y, en tanto que cosmología física, la considera una parte de la astrofísica y  sitúa su comienzo en el siglo XVIII (https://es.wikipedia.org/wiki/Cosmología); la versión en inglés, de modo semejante a como hacen la versión en francés y en italiano,  diferencia entre cosmología física, a la que da el mismo contenido que la versión en español pero situando su comienzo en el Rig Veda y en Babilonia en el 3000 AdC, y cosmología religiosa, (https://en.wikipedia.org/wiki/Cosmology) a la que da el mismo contenido que la voz de Wikipedia en español “cosmogonía”. La diferencia entre la descripción de la cosmogonía en inglés y en español es que la versión española tiende a considerar su contenido como carente de fundamento y falso, y la versión inglesa se centra en documentar el tema lo más ampliamente posible.

[2] Bottéro, Jean, La religión más antigua: Mesopotamia, Madrid: Trotta, 2001, pp. 67-97.

[3]Cfr., https://en.wikipedia.org/wiki/Angel

[4]Barés Gómez, Cristina, Abducción en diagnóstico médico acadio, investigación en curso, LLI. Investigador postdoctoral VPPI-US, Departamento de Filosofía, Lógica y Filosofía de la Ciencia, Universidad de Sevilla, 2018.

[5]M. J. Geller. Ancient Babylonian Medicine. Theory and Practice. Wiley-Blackwell, Sussex, UK, 2010.

[6]Bottéro, Jean, La religión más antigua: Mesopotamia, Madrid: Trotta, 2001, pp. 200 ss.

[7]La expresión “adivinación deductiva” es específica de Bottéro, cit, pp, 200 ss. Cabe señalar que los principios por los que se interpretan los sueños son los mismos en Sumeria que en los tratados de historia natural de Aristóteles: En el sueño el intelecto queda liberado de la atención a las tareas apremiantes de la supervivencia y queda en disposición de acoger reflejado en él los acontecimientos del cosmos y de la historia (en Egipto y en Babilonia) o la dinámica general del organismo del durmiente (según las interpretaciones de Aristóteles y de Freud). Sobre este principio de interpretación de los sueños en Aristóteles y en Freud, Cfr., Choza, J., Conciencia y afectividad (Aristóteles, Nietzsche, Freud), Pamplona: Eunsa, 2ª ed., 1992.

[8]Bottéro, J., cit, pag. 204.

[9]Bottéro, J., cit, pag. 207.

[10]Kant: Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita. Buenos Aires: Trad. De E. Estriú. Nova, 1958. pag. 55.

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Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).

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