3.- Articulación de las comunidades civiles y religiosas. Formas del mesianismo
§22.- El «Libro de la vida», el orden metafísica y el registro civil
Durkheim había glosado y matizado la ley de los tres estadios de Comte, y había señalado que el mismo poder sagrado supremo había sido designado, desde los tiempos más remotos hasta la actualidad, mediante una precisa secuencia de nombres: mana, Yahveh, Dios, ser, energía, en relación con mentalidades y lenguajes totémicos, teológicos, metafísicos y científicos diversos[1], según una correspondencia que ya se ha examinado (ROREM § 51).
Por otra parte, también se ha señalado que la denominación originaria del poder sagrado en términos de fuerzas cósmicas impersonales, resulta perceptible en la asignación que hace la mitología calcolítica de atributos a los dioses antropomorfos[2]. La divinidad es, por una parte, un poder muy superior a las subjetividades conocidas, y por otra, una intimidad con la que es posible una relación interpersonal.
La Antigüedad es el momento en que la divinidad se concibe como palabra, y la palabra como escritura en la que se expresa, por una parte, el creador, y por otra, las criaturas y la creación. Entonces la comunidad formada por el mesías y los elegidos, es decir, el censo mesiánico, se concibe y se expresa también mediante la palabra, y además mediante la palabra escrita, en un libro de características muy especiales, “El libro de la vida”. La palabra escrita, el libro, llega a tener a partir de un determinado momento histórico la máxima solemnidad de lo sacro, de algo que ya de suyo tiene la máxima solemnidad[3].
El libro de la vida aparece en el mundo hebreo por primera vez para anunciar la vida y la muerte de los que obedecen o rechazan a Yahveh.
31 Moisés fue a encontrarse nuevamente con el Señor y le dijo: «Por desgracia, este pueblo ha cometido un gran pecado, ya que se han fabricado un dios de oro.
32 ¡Si tú quisieras perdonarlo, a pesar de esto…! Y si no, bórrame por favor del Libro que tú has escrito».
33 El Señor le respondió: ‘Yo borraré de mi Libro al que ha pecado contra mí’”. (Éxodo 32: 31-33)
En el siglo VII y VI, el libro es la enumeración de los que volverán a la vida al final de los tiempos.
1 “En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe, que está de pie junto a los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de tribulación, como no lo hubo jamás, desde que existe una nación hasta el tiempo presente. En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro.
2 Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno”. (Daniel 12: 1).
A la vez, e indiscerniblemente, el libro es, especialmente al regreso de la cautividad de Babilonia, en el siglo VI AdC, la genealogía de los descendientes de Abraham, y el censo del pueblo:
5 “Por eso mi Dios me inspiró reunir a los notables, a los magistrados y al pueblo, para hacer el registro genealógico. Busqué el registro de los que habían subido al comienzo y encontré escrito lo siguiente:
6 Estas son las personas de la provincia que volvieron de la cautividad y del exilio. Después de haber sido deportadas por Nabucodonosor, rey de Babilonia, volvieron a Jerusalén y a Judá, cada cual a su ciudad”. (Nehemías 7: 5-6).
En el Nuevo Testamento, “El libro” es ya claramente el censo de los que se salvan, y así consta en diversos textos[4].
A partir de la caída del imperio romano y de la organización de la iglesia según la administración romana, el censo romano y el censo “mesiánico”, pasan a ser, en primer término, los registros eclesiásticos diocesanos y parroquiales, que quedan homologados para toda la cristiandad con la reforma administrativa del Concilio de Trento en 1562[5].
Estos registros eclesiásticos son sustituidos por los registros civiles a partir de 1804 y el Código Civil de Napoleón. Los registros civiles se homologan en los diferentes países de la cristiandad a lo largo del siglo XIX, y en todos los países del mundo a lo largo del siglo XX, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial y la descolonización[6].
En la historia de la cristiandad, los registros eclesiásticos y civiles no son una mera y neutra consignación administrativa y burocrática, como no lo eran ni el censo romano ni las genealogías hebreas. Las consignaciones administrativas y burocráticas rara vez son solamente asuntos administrativos y burocráticos, como tampoco lo son los calendarios a los que suelen estar vinculadas, como se ha visto (MORN § 7, § 9 y § 35; ROREM §§ 47.2 y 48.2).
A lo largo del periodo histórico, la categoría religiosa de los elegidos da lugar a la categoría metafísica de los seres humanos, y, al final de la historia de la cristiandad, a la categoría política de ciudadanos y a la categoría jurídica de inscritos en el registro civil.
Estas categorizaciones son relevantes desde el punto de vista de la religión, de la política, del derecho y de la economía, es decir, desde el punto de vista de vida cotidiana, porque las personas censadas pertenecen a la categoría metafísica de “los humanos”, que legitima el imperialismo desde la Grecia clásica hasta la era de la globalización.
A partir de Roma y, sobre todo, a partir de la cristiandad, “humanizar” es un deber no inferior al de “redimir”, y ambos tienen como destinatarios a “los otros”. En Roma humanizar es romanizar, en la cristiandad humanizar es cristianizar, en el islam humanizar es islamizar, en la Ilustración humanizar es emancipar y en el mundo global humanizar es democratizar.
Dado que el horizonte ético es insuperable en cada época, lo que desde el punto de vista religioso es evangelizar y desde el punto de vista jurídico es humanizar, desde el punto de vista político y económico es colonizar, es el imperialismo. La categoría metafísica de “lo humano” está permanentemente operante, con todas sus consecuencia, liberadoras y opresoras, en la expansión de la cultura occidental durante la época histórica[7].
La categorización como “ciudadano”, desde los tiempos de Roma hasta los de la Unión Europea, significa incluido o excluido de los beneficios de la comunidad y de la civilización, con un significado que no es solamente político[8].
A partir de la desconfesionalización de los estados y de la secularización, la exclusión no es solamente una aniquilación civil, sino también “trascendente”. Por eso es un rasgo característico de la época secularizada la exclusión de la exclusión, o sea, la cancelación de toda exterioridad posible.
En la época de la secularización las categorías religiosas empíricas históricas, las de las religiones positivas, se han ido disolviendo y fundiendo en las categorías y esquemas religiosos trascendentales, pues en eso consiste la secularización, como se ha apuntado antes y se verá con detenimiento en el volumen V[9].
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NOTAS
[1] Cfr., Durkheim, E., Las formas elementales de la vida religiosa, Madrid: Alianza, 1990.
[2] Cfr., Durkheim, E., Las formas elementales de la vida religiosa, Madrid: Alianza, 1990.
[3] Cfr., Antón Pacheco, José A., El ser y los símbolos, segunda parte “Symbolica nomina. Introducción a la hermenéutica espiritual del libro”, Madrid: Mandala ediciones, 2010.
[4] Especialmente en Lucas 10 20 y en Apocalipsis: 3 5; 13 8; 17 8; 20 12-15; 21, 27. Para una panorámica inicial del tema del Libro de la vida en el judaísmo y el cristianismo, cfr., https://en.wikipedia.org/wiki/Book_of_Life
[5] El Concilio de Trento en 1562, establece como obligatorio el registro de las actas sacramentales de los bautismos, matrimonios y defunciones. Cfr., https://es.wikipedia.org/wiki/Archivos_eclesiásticos.
[6] Cfr., https://en.wikipedia.org/wiki/Civil_registration, https://es.wikipedia.org/wiki/Registro_civil
[7] Están dedicados a este tema los trabajos, Choza, J., “Fronteras geográficas sociológicas y metafísicas”, Revista CIDOB d’ Afers Internacionals, 2008: Núm.: 82-83 “Fronteras: transitoriedad y dinámicas interculturales”, y, con más amplitud, Choza, J., Historia cultural del humanismo, Sevilla-Madrid: Thémata-Plaza y Valdés, 2009.
[8] Cfr., Heater, Dereck, Ciudadanía: Una breve historia, Madrid: Alianza, 2007.
[9] Cfr., Bellah, Robert N. y Hammond, Phillip E., Varieties of Civil Religion, New York: Harper &Row, 1980; Derrida, J., y Vattimo, G., La religión, Buenos Aires: La Flor, 1997; Flamarique, Lourdes, y Carbonell, Claudia, La larga sombra de lo religioso. Secularización y resignificaciones, Madrid: Biblioteca Nueva, 2017. Es ilustrativa la convergencia entre los análisis de estos tres volúmenes realizados por grupos de autores en distintas y desde distintas posiciones filosóficas y existenciales.
DIRECTORIO DE IMÁGENES DE «EL LIBRO DE LA VIDA», EL ORDEN METAFÍSICO Y EL REGISTRO CIVIL
Imagen 1: https://www.meisterdrucke.es/impresion-art%C3%ADstica/Raffaello-Sanzio-Raphael/643765/Adoraci%C3%B3n-del-becerro-de-oro-o-Mois%C3%A9s-rompe-las-tablas-de-la-ley;-Dibujo-de-Rafael.-Gabinetto-dei-Disegni-e-delle-Stampe,-Galería-de-los-Uffizi,-Florencia.html
Imagen 2: https://midevocional.org/el-libro-de-nehemias-es–encontrado-entre-los-rollos-del-mar-muerto/
Imagen 3: https://comercioyjusticia.info/opinion/napoleon-el-codificador/
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).