3.- Articulación de las comunidades civiles y religiosas. Formas del mesianismo

 

§21.- Comunidad y censo en la Iglesia y en el estado. Pecado de David y Salomón

Hay reyes que son sacerdotes y son mesías cuando empieza a haber naciones, estados e imperios. Entonces empieza a haber pago de tributos y fraude fiscal, como se ha señalado, y empieza a haber también censos.

Hay constancia de la existencia de censos desde los inicios del calcolítico, en el Imperio Medio del Antiguo Egipto durante el segundo milenio, en China con la Dinastía Han a partir del siglo III AdC, en la India en el Imperio Gupta en el siglo VI AdC, en el imperio Inca, en el antiguo Israel se refieren censos en los libros del Éxodo, Números, 2 Samuel, y 1 y 2 Crónicas, y en la antigua Grecia, Roma y otros imperios hay igualmente constancia de censos[1].

Desde el punto de vista de la historia cultural, el censo es el acontecimiento institucional que le permite al estado conocer el número de individuos de que consta la nación.

Desde el punto de vista de la interioridad social, de la fenomenología personal y social, el censo es un momento de la autoconciencia común, de la autoconciencia histórica. En la medida en que ésta es una autoconciencia a la vez religiosa y política, el censo tiene también esas dos dimensiones, que son asumidas por el pueblo a la vez que por el rey, sacerdote y mesías.

En Roma el censo es una institución colegial, integrada por dos persona, que se crea al abolirse la monarquía e iniciarse la república en el siglo V AdC . Se encomienda al censor y tiene tres funciones:

  1. el registro de los ciudadanos y sus propiedades, y su cualificación para los cargos públicos,
  2. la tutela y custodia de la moral pública y,
  3. la vigilancia del gasto público[2].
El censor en Roma elaboraba el censo
Censor romano [Imagen 1]

La función y actividad del censor es la censura, de la cual  deriva la de los diversos tipos de censura de los países europeos de origen romano, y por eso en la cristiandad hay una censura civil y una eclesiástica, a las cuales queda encomendada la ortodoxia.

Al mesías le corresponde una misión redentora de carácter histórico inmanente y de carácter trascedente, asumida por el rey y el estado a beneficio de la nación, y reconocida por el pueblo. Esta función mesiánica del rey sacerdote es uno de los factores que más contribuye a dotar al pueblo de una autoconciencia nacional, y a su vez, a dotar, al caudillo de unos vínculos de profunda identificación e identidad con la nación. 

En la medida en que la divinidad, bajo su dimensión de logos, se hace aparato, el mesías se hace igualmente aparato, y la unidad del mesías con el pueblo, también. La unidad del mesías con el pueblo, con el número de los elegidos, se hace burocracia, se hace censo, y ese es uno de los rasgos relevantes de la cristiandad[3].    

El mesías lleva a cabo su tarea salvadora sobre una multitud que, por incontable que sea, aparece censada de un modo u otro, bien como el número de los elegidos, bien como los salvados.

La relación entre censo y mesías en el judaísmo y el cristianismo tiene su correlación con la que hay entre censo romano y divinidad del emperador. El proceso de adopción del cristianismo como religión oficial del imperio, y de consolidación de la autoconciencia de la misión histórica y trascendente de la cristiandad, de la que más adelante se trata, tiene su nicho natural y sus categorías históricas en la vinculación de los ciudadanos romanos, o sea, los censados, con la divinidad del emperador.

Esta vinculación de los ciudadanos romanos con el emperador en tanto que divinidad, y la resistencia de los cristianos a reconocerle tal carácter divino, es uno de los factores que explica, por una parte, la enorme dificultad para la penetración del cristianismo en Roma a nivel institucional, y, por otra, la cantidad de anomalías jurídicas que aparecen en las condenas a los cristianos[4].

El mesías tiene también su propio censo mesiánico, un censo en el que se contabilizan los individuos empíricos, los que viven en épocas y naciones históricas, y los que alcanzan el reino eterno.

J. van Eyck, Adoración del Cordero Místico [Imagen 2]

1 Después vi al Cordero que estaba de pie sobre el monte Sión, acompañado de ciento cuarenta y cuatro mil elegidos, que tenían escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Padre.

2 Oí entonces una voz que venía del cielo, semejante al estrépito de un torrente y al ruido de un fuerte trueno, y esa voz era como un concierto de arpas:

3 los elegidos cantaban un canto nuevo delante del trono de Dios, y delante de los cuatro Seres Vivientes y de los Ancianos. Y nadie podía aprender este himno, sino los ciento cuarenta y cuatro mil que habían sido rescatados de la tierra. (Apocalipsis, 14: 1-3).

Cuántos y quiénes son los que integran el número de los elegidos, es un asunto que pertenece esclarecer a la ortodoxia de la cristiandad. Se trata de un asunto que además ha estado muy presente en toda su historia, que se encuentra en algunas iglesias cristianas con una sensibilidad muy viva para la cuestión censal, y que se mantiene viva en la autoconciencia de las iglesias cristianas, por ejemplo, en relación con el principio “fuera de la iglesia no hay salvación”.

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NOTAS

[1] https://en.wikipedia.org/wiki/Census

[2] https://en.wikipedia.org/wiki/Roman_censor

[3]J.G, Frazer, dedica el capítulo XVIII de su libro a referir “El pecado del empadronamiento” entre los cazadores recolectores. Cfr. Frazer, J.G, El floklore en el Antiguo Testamento, Madrid: FCE, 1993. La práctica del censo impío en general, o de algunos tipos de censo, en el paleolítico y quizá en el neolítico, se extiende hasta el calcolítico, y es uno de los pecados en que incurren David y Salomón (Cfr., 1 Crónicas, 21, 1-12, y 2 Crónicas 2, 16). Una de las interpretaciones de por qué esos censos de David y Salomón constituyen un grave pecado es porque se trata de actos de autocomplaciente soberbia en sí mismos y en el reino, más que en Yahweh, como si Yahweh fuera el único con derecho a realizar censos y a cobrar tributo a su pueblo.

[4] Cfr., Tertuliano, Apologeticum, “Capítulo II. Que es perverso el estilo que se observa en la condenación y absolución de los cristianos”, y “Capitulo XXV. Que es falsa la presunción de los romanos con que piensan han ocupado el imperio del mundo por el cuidado que han tenido en la veneración de los dioses”. http://www.tertullian.org/articles/manero/manero2_apologeticum.htm

 

DIRECTORIO DE IMÁGENES DE COMUNIDAD Y CENSO EN LA IGLESIA Y EN EL ESTADO

Imagen 1: https://arteycensura.wordpress.com/2020/11/22/quien-era-el-censor/

Imagen 2: https://www.lavanguardia.com/cultura/culturas/20200310/474049868612/van-eyck-cordero-mistico-gante.html

 

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Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).

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