4.- Universalidad y particularidad del culto interior. La teología de las religiones
§40.2.- Exclusivismo de las religiones. El sistema administrativo de los sacramentos
La diferenciación calcolítica entre religión oficial y religión personal, da lugar a una diferenciación del culto, uno institucional y nacional, y otro espiritual interior, que se articulan en la unidad y la identidad de la nación-estado a lo largo de la época histórica. Desde las formas más arcanas de las religiones paleolíticas, la identidad personal se determina por la posición en el grupo, y la identidad del grupo se determina por la relación de cada uno de sus individuos con las tareas que aseguran la supervivencia en el medio. Así se constituyen el sistema cultural y el sistema social (CORP §§ 17, 21-22).
La identidad personal y el sistema social vienen dados por el conjunto de lo que en el paleolítico son los ritos de paso y el ordenamiento socio-cosmológico (CORP § 31, ROREM § 61), que en el neolítico constituyen la base del ordenamiento jurídico formalizador de la comunidad urbana, estatal y nacional (MORN §§ 30-32).
Lo que en el neolítico y calcolítico son las murallas y el calendario, en la antigüedad son la ciudadanía y la ortodoxia (ROREM § 5 y 45,1-45.2; OORA §§4-5). Ese ordenamiento jurídico es lo que en la época histórica se llama derecho civil y derecho administrativo, determina las identidades nacionales y las identidades personales mediante la vinculación de los individuos a la comunidad.
El sistema sacramental y el ordenamiento jurídico pertenecen al orden de la razón práctica, son de índole empírica y tienen como fundamento la particularidad del aquí y el ahora. Aunque tenga sentido hablar del valor trascendental de la integración en la comunidad, mediante la comida del animal cazado o mediante la eucaristía, la comida es comida empírica que tiene que proporcionar sustento a una vida empírica. Y ese es carácter que tiene también la ciudad, la ley, la patria, los dioses locales e incluso la salvación al otro lado de la muerte.
Este carácter particular de los sacramentos, el ordenamiento jurídico y la nacionalidad, es lo que determina el carácter también particular de la religión sea, y hace que las guerras sean también guerras de religión, de unos pueblos y sus dioses contra otros pueblos y otros dioses.
Esas guerras de religión no solamente se dan, con ese fundamento, durante el neolítico, sino también durante todo el periodo histórico, y en la era de la globalización. Los pueblos y estados son enemigos porque compiten por el poder y los recursos, y sus iglesias también, porque son el fundamento de las comunidades y los estados, como se ha dicho (ROREM, capítulo 2).
El enfoque exclusivista de las religiones afecta, ciertamente, al sistema de los símbolos concretos que constituyen los sacramentos, es decir al culto, pero también a la revelación y las sagradas escrituras de todas ellas.
Jesús, como Moisés, Buda y Muhammad son mediaciones entre el hombre y Dios, y, más en concreto, entre el hombre y el Logos. Los mediadores están empíricamente determinados, pertenecen a un momento histórico y a un lugar, su actividad se desarrolla dentro de una cultura y está referida a también un grupo humano empíricamente identificable.
Dios, por su parte, no está empíricamente determinado ni referido a un grupo particular. Y los símbolos, en la medida en que tienen una dimensión empírica y otra trascendente, no lo están por una parte y sí lo están por otra. Los símbolos mediante los cuales la unidad del poder sagrado supremo queda históricamente representada, a saber, el cielo, el sol y la luna en el paleolítico, los astros y los vivientes en el neolítico, el poder y la palabra en el calcolítico y el espíritu en la antigüedad, tienen una dimensión empírica por una parte y trascendente por otra.
A su vez, el logos, tanto si se considera idéntico con Dios como si se considera idéntico con los hombres, tiene esa misma doble dimensión en la medida en que se manifiesta en el guía espiritual.
La pretensión exclusivista de las religiones plantea la siguiente cuestión: ¿En qué medida la actividad divina sobre el hombre, creadora y benéfica en general o redentora y salvífica en particular, puede quedar reducida por la limitación empírica del mediador?
Esta cuestión se puede plantear al menos en tres niveles:
1.- Desde el punto de vista de la encarnación del logos, la cuestión es si esa acción puede tener su efecto solamente sobre un grupo particular de hombres.
La encarnación del logos en el cristianismo supone la asunción de un genoma judío o judío-drusio, por parte del Verbo, si es ese el caso, que sigue su curso histórico. En el caso del islam, como Muhammad no pretenden ser divino, su genoma sigue su curso histórico en las mismas condiciones que el de Jesús, de quien no consta que alguien reivindique ser su descendiente directo.
Pero la cuestión a responder es si el hecho de que Dios se haga judío no afecta a la totalidad del género humano.
2.- Desde el punto de vista de la enseñanza que históricamente se transmite, del cuidado que históricamente Dios manifiesta tener sobre un grupo humano concreto, y el camino que le abre para el reconocimiento mutuo entre la divinidad y el pueblo, la cuestión es si esa enseñanza y ese camino pueden tener su efecto solamente sobre ese grupo particular de hombres. Si esa enseñanza y ese camino son tan arcanos y esotéricos que de ninguna manera resulta posible acceder a ellos más que a través del pago de los correspondientes aranceles o de los derechos de autor. Si una mediación o un símbolo trascendentales del bien trascendental y de la salvación universal, permiten según su naturaleza un uso restrictivo de ellos.
La cuestión no es si el mediador, el guía espiritual, quiere restringir el alcance de su acción benéfica, si quiere condicionarla a cierta cantidad de trámites, sino si puede y en qué grado puede.
Entre los episodios que recogen los textos evangélicos de la vida de Jesús, se relata el de la mujer cananea que arranca de él efectos benéficos, al margen de la conciencia y de la voluntad de Jesús (Marcos, 5, 25-34). No se trata de asimilar la acción de la mujer cananea a algunas formas de magia o de alquimia. Se trata de la naturaleza ontológica del ser y del bien trascendentales y personales, en tanto que empíricamente individualizados.
3.- Desde el punto de vista de la naturaleza del ser y del bien, o del uno y el amor, la cuestión es si, por muy subjetiva o personal que sea, y por muy omnipotente que sea, la voluntad omnipotente y amorosa puede ser restrictiva en alto grado-
Desde el punto de vista del logos, en tanto que logos del intelecto o del nous, es difícil señalar restricciones voluntarias. Porque desde ese punto de vista lo que resulta es que de la esencia de Dios salen sus propiedades como de la esencia del triángulo salen las suyas. Pero desde el punto de vista del Verbo en tanto que Verbum cordis, verbo del corazón o de la voluntad, el asunto quizá sea diferente.
Cuando el culto se institucionaliza, se institucionaliza la tradición, las fuentes legítimas de revelación, las interpretaciones correctas, etc., todo lo que lleva consigo el dogma y la ortodoxia, la proclamación de la palabra y el decir. Decir, afirmar y negar, es como confirmar o anular lo sagrado en el orden ontológico, por eso la herejía es un delito contra la seguridad del estado. La institucionalización de la revelación es lo que hace que toda la tradición se haga canónica[1].
Pero por mucho que se institucionalice la religión, y por mucho que se transforme en revelación, en canon y en ortodoxia, la relación con lo sagrado de las religiones paleolíticas y neolíticas se mantiene como básicamente sacramental y como no institucional, en las diversas formas de religiosidad popular, como se ha dicho (ROREM § 43.2). En ese ámbito, las relaciones intersubjetivas entre la divinidad y los individuos no pertenecen al orden intelectual del decir y del significado de lo dicho, determinable institucionalmente en algún sentido, sino a la comprensión, al sentido y a la voluntad con que se comuniquen personalmente las dos subjetividades.
Para consultar la entrada anterior pincha aquí
NOTAS
[1] Cfr. Antón Pacheco, José A., El hermetismo cristiano y las transformaciones del logos, cit.
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).