El fin de la ética

Desde el calcolítico hasta fines de la modernidad, el fin de la ética es la felicidad de todos y cada uno de los habitantes de la ciudad, del estado o de la nación, lo que se alcanza si las diferencias entre las clases se atenúan o disuelven, si los grupos y entidades profesionales cumplen bien su cometido, y si se evita la diseminación del yo, la vida mundana de los habitantes de la ciudad, y se alcanza su integración unitaria, o lo que es lo mismo, una vida buena.

Los problemas de integración

El calcolítco recuerda los problemas neolíticos de integración de los diversos grupos sociales, de las diversas tribus, como combates entre dioses, entre dioses viejos y dioses nuevos, pero describe los suyos propios como guerras entre pueblos o como revueltas políticas entre los integrantes de la ciudad-estado, y los afronta mediante leyes, mediante prácticas educativas y mediante escritos teóricos de política y de ética (constituciones políticas y guías para la vida feliz).

La diseminación del yo, y las propuestas para su integración con el sí mismo

Los análisis de la diseminación del yo, y las propuestas para su integración con el sí mismo, se encuentran en todas las épocas desde la edad del hierro hasta la era de la globalización. El sí mismo es lo que según las épocas y contextos se denomina la persona, el centro de la voluntad natural, de lo voluntario no electivo, del interés espontáneo, el fondo del espíritu, el intelecto agente. 

El yo es lo que según las épocas y los contextos se denomina la autoconciencia, el libre albedrio, el centro de la voluntad electiva, de la atención. La historia de la filosofía occidental ha ido analizando y definiendo estas capacidades y funciones del espíritu y la psique humanas.

Imagen de Platón
 Platón (Infografía)

Los primeros tratados sistemáticos y amplios de análisis de tales capacidades y funciones y de las actividades correspondientes, probablemente son algunos diálogos de Platón (Fedón, Fedro, Protágoras, La República) y algunos tratados de Aristóteles (Sobre el alma, Política, tratados de ética, Retórica).

Las capacidades operativas

Lo que Platón, Aristóteles y los estoicos describen como capacidades operativas (facultades), pasiones, hábitos viciosos y virtudes, el cristianismo, desde Pablo hasta Agustín, lo reelabora como doctrina de las concupiscencias, la escolástica medieval lo sistematiza como doctrina de los pecados capitales y las virtudes cardinales, los ilustrados modernos lo completan como teoría de las pasiones del hombre en la vida social (tener, poder y valer), y Heidegger lo actualiza en el siglo XX como fenomenología de la caída en la existencia inauténtica y del modo de ser propiamente sí mismo.

La estructura psicosomática del hombre

A partir de la ontología sistemáticamente construida en la escuela de Atenas, basada en el descubrimiento socrático de la esencia, las doctrinas platónica y aristotélica de las facultades, las pasiones y los hábitos establecen una estructura psicosomática del hombre, con una serie de capacidades apetitivo-motoras (ephithymía/Appetitus concupiscibilis y thymos/Appetitus irascibilis) que buscan la realización propia, el bien propio o la felicidad. Estas capacidades, en primer lugar, despliegan sus actividades de valoración de los acontecimientos del mundo (estimaciones y pasiones), y en segundo lugar, generan procedimientos operativos estables del individuo y de la sociedad (hábitos y costumbres, positivos y negativos, o sea virtudes y vicios sociales y personales)

Epicúreos, estoicos y peripáteticos

Los epicúreos, estoicos y peripatéticos, desarrollan los análisis de los sentimientos, vicios y virtudes, en el orden de la descripción fenomenológica, de la sistematización teórica y de la gestión práctica de todos ellos.

Cristianismo
Imagen de San Pablo
San Pablo (Infografía)

A partir del cristianismo, Pablo y la patrística hasta Agustín asumen los estudios anteriores y los integran en la doctrinan de la caída y la gracia. Las caídas y culpas originarias dejan abiertas unas heridas en todas las capacidades humanas, en virtud de las cuales las apetencias e impulsos del hombre, dejan de ser medios para dirigirse a la felicidad a la que el sí mismo aspira, y se empecinan en objetivos más cercanos que son cortocircuitos en el camino hacia la felicidad.

La tendencia a fijarse en estas posiciones o cortocircuitos se designa como “concupiscencia de la carne” si se refiere a los placeres somáticos, “concupiscencia de los ojos” si se refiere a la posesión y dominio sobre las personas y cosas, y “soberbia de la vida” si pretende la veneración y reconocimiento universal[1].

La escolástica medieval sistematiza las tres concupiscencias de la patrística en los 7 pecados capitales (soberbia, avaricia, gula, lujuria, pereza, envidia, ira)[2] y las virtudes morales de Aristóteles y Cicerón en las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza).

Modernidad ilustrada

La modernidad ilustrada desarrolla la analítica y la sistemática de las pasiones, los vicios y las virtudes en diversos tratados ya clásicos. Un buen compendio de ellos se encuentra en los Discursos de Rousseau, donde se describe al individuo extraviado en los requerimientos de la vida social como un hombre que busca y tiene “honor sin virtud, razón sin sabiduría, y placer sin dicha”[3].

Estos tres rasgos que dejan en el hombre la impronta de las tensiones a que la vida social lo somete los sistematiza Kant como las tres pasiones de “Tener, poder y valer”[4],

El siglo XX
Retrato de Heidegger joven
Heidegger (Infografía)

La doctrina de la triple concupiscencia, desarrollada por Agustín en el libro X de las Confesiones, es analizada y comentada por Heidegger en el curso de 19??. A partir de esos análisis, describe la “caída” del hombre en la existencia inauténtica, que ocupa un lugar decisivo en la analítica ontológica de Ser y tiempo[5].

La correspondencia entre las doctrinas éticas de las diferentes épocas de la cultura occidental se puede representar en la siguiente tabla.

Factores psíquicos

Facultades

Pasiones

Concupiscentiae

Vicios

Pecados Capitales

Virtudes

Virtudes Cardinales

Epithymia

Appetitus concupiscibilis

Concupiscentia carnis

Tener

Gula, Lujuria, Pereza/ placer sin dicha Templanza
Thymós

Appetitus irascibilis

Concupiscentia oculorum

Poder

Ira, Avaricia/

razón sin sabiduría

Fortaleza
Boulesis

Voluntad

Superbia vitae

Valer

Envidia, Soberbia/

Honor sin virtud

Justicia
Razón Práctica

Voluntad/arbitrio

Prudencia

Existencia auténtica

La disgregación del yo, y la integración del yo y el sí mismo

Las diferentes doctrinas éticas, las de las culturas occidentales, las de las orientales y las de las americanas, son diferentes modos de describir y designar una disgregación del yo, y una integración del yo y el sí mismo, una unificación y sintonización de ambos en su referencia al fundamento de la vida y de la existencia del ser humano, en su referencia a lo sagrado. 

Vida buena

La integración del yo y el sí mismo en esos términos es lo que se denomina la vida buena y es aquello en lo que consiste la bondad, por oposición a la maldad o diseminación del yo, que consiste en una relación antagónica entre sus partes (entre sus actitudes y hábitos). Por otro lado, la referencia a lo sagrado y la unión con lo divino es aquello en lo que consiste propiamente la felicidad.

La articulación entre bondad y felicidad,

La articulación entre bondad y felicidad, entre vida buena y felicidad eterna, no se plantea antes del calcolítico, como se ha dicho.  La correspondencia de la una con la otra se establece entonces, y desde el calcolítico en adelante esa conexión aparece como algo que, lejos de ser obvio, resulta más bien problemático, como se verá en su momento.

NOTAS 

[1] Agustín, San, Confesiones, Madrid: BAC, libro X.

[2] Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, 84, 4, Madrid: BAC,

[3] Rousseau, J.J., Del Contrato social. Discursos, Madrid: Alianza, 1985, p. 286.

[4] Kant, E., Antropología en sentido pragmático, Madrid: Alianza,

[5] Heidegger, M., Lecciones de mística medieval, Madrid: Siruela,    , Ser y tiempo, FCE,

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Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).

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