56.1.- La vida del espíritu y el verbo interior. Palabra y revelación.

La vida del espíritu en cuanto dada para sí mismo es el verbo interior. El cuerpo está corpóreamente dado para sí mismo en el código genético y en el semen, ahí está contenido todo lo que es y a partir de ahí puede hacer una reproducción de sí mismo completa, idéntica a sí mismo. Pero esa manera de estar dado el cuerpo para sí mismo no es sentida, ni experimentada ni comprendida por el viviente de ninguna manera.

En términos esenciales, la vida en ningún caso puede no estar dada para sí misma en términos vitales, y la vida del espíritu mucho menos puede no estar dada para sí misma en términos espirituales.

Espíritu es lo que carece de espacio y de tiempo

Espíritu es lo que carece de espacio y de tiempo, lo que no tiene un dentro ni un fuera, un antes ni un después. El espíritu tiene una vida en sí, interior, es luz en sí y para sí. Es lo que está iluminado en sí mismo y que emite su luz, emite formas, al vivir y formalizar un cuerpo mediante una masa o una materia. Es lo que se espacializa y temporaliza en la imaginación y en la memoria, y que mediante ambas capacidades se dota de forma extensa, sonido y signo gráfico. Eso es el verbo interior, eso es la palabra hablada o escrita. La palabra es la unidad de lo simultáneo y lo sucesivo, de lo inextenso y lo extenso.

<img src="Jacinto Choza alt="la vida del espíritu gana un interior y un exterior, haciéndose palabra">
 Palabra ≠ Voz (Infografía)

Así es como la vida del espíritu gana un interior y un exterior, haciéndose palabra, y así es como esa vida gana una temporalidad y se hace histórica.  El sonido y la escritura, y la correspondencia entre su interior (su significado y sentido) y su exterior (su forma física sonora o gráfica), son cambiantes en el tiempo porque recogen los episodios de las relaciones del hombre con el universo en su multiplicidad, porque el espíritu se posesiona de todas las cosas, las asimila y las digiere, mediante el conocimiento y su expresión, y las asimila de modos diversos, progresivos, transformadores y creativos, porque la expresión es trans-formación y creación.

Palabra y voz

En los animales en vez de palabra lo que hay es voz, phoné, como decía Aristóteles, que expresa la vida del alma, de la psique, pero no la del espíritu[1]. La voz, que expresa la vida de la psique, probablemente no es histórica, o no lo es en el sentido en que la especie animal no lo es.

El viviente, el vivir y lo vivido

La correspondencia entre los tres factores de ese mundo interior del alma y del espíritu, en su referencia al fundamento, se encuentra en todos los niveles de los entes reales, en todos los cuales se da la actividad religiosa (CORP §§ 5-7). Para su mejor comprensión se puede ejemplificar en una tabla como la siguiente, en la que se toma como analogado principal la correspondencia entre el viviente, el vivir y lo vivido.

 

Autocomunicación/Reflexión 1.-Agente 2.-Acción 3.-Actuado
Ser autoafirmante Ser /existente Siendo / ente Sido / existido
Autoconocimiento Autocognoscente Autoconocer / Verbo Autoconocido
Autovolición (conatus) Autovolente Autovolición /Amor Autoamado
Vida en general

Autovivencia en general

Viviente

Autovivenciante

Vivir /sentir/ vida

Vivir / vivencia

Vivido

Autovicenciado

Vida orgánica Intelectiva Autoexpresante Autoexpresar / Logos Autoexpresado
Vida orgánica Sensitiva Sentiente

Doliente / Doler

Sentir / Voz (phoné)

Dolor / Grito

Sentido

Dolido

Vida orgánica Vegetativa Creciente Crecer Crecido
Substancia inorgánica Moviente Mover / Móvil Movido
Máquina Emisor Emitir / Mensaje Emitido/Receptor

 

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 Ibn Arabí (Murcia 1165- Damasco 1241)  (Infografía)

 

 

Entre los momentos 1, 2 y 3 se da inevitablemente identidad y diferencia. El monoteísmo es una forma extrema de afirmar la identidad de la identidad y diferencia del ente en su relación consigo mismo y con su fundamento, y el politeísmo una forma extrema de afirmar la diferencia. La afirmación más radical de la identidad quizá sea la de Ibn Arabi, que considera la manera de afirmar la identidad y la diferencia de cualquier otro pensador como blasfemia e idolatría (no como herejía)[2]. La afirmación más radical de la diferencia quizá sea la de Proclo[3].

El verbo interior es el correlato espiritual o inmaterial del semen y de la sexualidad

Como se ha indicado anteriormente (§§ 26-28), en los seres humanos, la palabra, el verbo interior, es el correlato espiritual o inmaterial del semen y de la sexualidad. O bien la sexualidad y el semen son el correlato espacio-temporal del verbo interior, de la donación total (semen masculino) y de la recepción total (útero femenino)[4]. En los casi diez milenios de la neolitización, o del neolítico, la fecundación mediante semen es el procedimiento más común de expresar la creación en los mitos del origen, pero en esos ritos y en esos mitos no se hace alusión a la palabra, porque la palabra como elemento del lenguaje natural y el lenguaje natural mismo no se consolidan hasta la aparición de la escritura en el calcolítico.

<img src="Jacinto Choza alt="Papiro de Derveni, datado en el s. IV a. C.">
 Papiro Derveni, quizá el libro más antiguo de la humanidad (Infografía)

La prefiguración del verbo en el semen y de la concepción intelectual en la concepción física, se encuentra expresado con particular intensidad en diversos himnos órficos, especialmente en los del papiro de Derveni.  Zeus castra a Cronos mordiendo y tragando su falo, por lo cual queda embarazado de Cronos y genera la totalidad del universo. La infinitud creativa del falo de Cronos es la infinitud creativa del espíritu de Zeus, o, simplemente la creatividad del espíritu[5].

El proceso de autoposesión y autodonación de sí mismo, que se da en el viviente de un modo físico y exterior a la conciencia mediante el sexo, se corresponde con la autoposesión del propio vivir que se da en la imaginación, la afectividad y la memoria en el interior del viviente, en su alma, y con la autoexpresión mediante la voz (phoné). A su vez, esta autoposesión y autoexpresión del vivir del alma mediante la voz (phoné), pasa a ser autoposesión y autodonación del propio ser en el espíritu mediante la palabra (logos, verbum).

El sí mismo se posee y se dona físicamente mediante el sexo

El sí mismo se posee y se dona físicamente mediante el sexo, vitalmente mediante los afectos y gestos y espiritualmente mediante la palabra. En el espíritu el ser, el sí mismo, es autoconciencia, autoposesión y autodonación.

Esta autoconciencia aparece entre los seres vivos del planeta Tierra a partir de un determinado momento y de un determinado umbral de complejidad neurofisiológica. A partir del momento en que el sistema nervioso central hace posible la conciencia y el lenguaje. El carácter no absoluto y realmente finito de esta autoconciencia, se manifiesta en el hecho de que el sistema nervioso central que la hace posible no queda acogido en ella. Es decir, la conciencia no es conciencia de neuronas ni de sinapsis, no tiene ni idea de eso. La conciencia solo contiene “ideas”, entes ideales inextensos e inactivos, que es lo que Descartes llama “ideas”.

Yo soy el que soy

Pero esa autoconciencia limitada ya permite comprender que ser es, sobre todo, autoconocimiento pleno, identidad de ser cognoscente, conocer y ser conocido, que eso es el poder supremo, la autoposesión y el autodominio pleno, y que se ejerce hablando, desvelando o revelando lo que se es.  Los hombres de la calcolítico medio-oriental tardaron muchos siglos en comprender el significado del nombre propio de Dios, desde que Yahveh le dijo a Moisés “Yo soy el que soy. Así responderás a los hijos de Israel: “Yo soy” me manda a vosotros.” (Exodo 3, 14).

Esa es la revelación del espíritu en sentido propio y pleno, aunque su comprensión, ciertamente no en un sentido pleno, quizá requiera toda la historia humana. Con todo, esa revelación espiritual es precedida por una serie de revelaciones físicas y vitales, que son las del paleolítico y el neolítico.

NOTAS

[1]Aristóteles, Política. Libro I, capítulo 2.

[2]Ibn Arabi, Tratado de la unidad, Málaga: Editorial Sirio, 2002, traducción y comentarios de Roberto Pla. Quizá puede decirse que también la afirmación de la identidad de estos tres elementos de Spinoza es tan radical como la de Ibn Arabi.

[3]Proclo, Teologia platónica, Milano: Bompiani, 2012.

[4]Cfr., Choza, J., Antropología de la sexualidad. Sevilla:Thémata, 2ª ed. 2017.

[5]Cfr. Bernabé, Alberto, Textos órficos y filosofía presocrática. Materiales para una comparación, Madrid: Trotta, 2004; Los filósofos presocráticos. Literatura, lengua y visión del mundo, Madrid: Ediciones Evohé, 2013. Agradezco a Alberto Bernabé algunas aclaraciones sobre estos temas en conversación personal.

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Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).

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