3.-Formas de vida y de lenguaje religioso. Orden empírico-histórico y orden trascendental
§ 67.4.- Cuarta esfera. Religión de la plegaria y existencia religiosa espiritual
En su cuarta forma, la del culto interior y la plegaria en la intimidad subjetiva, el yo se pone en el espíritu amoroso, en el nous erón de Plotino, y habla según el cuarto sentido de la escritura de Orígenes. Esa posición del yo y su comprensión de la vida humana y divina en el nivel del acto primero, es lo que describen Pablo, Plotino, Juliana de Norwich, Teresa de Ávila, el peregrino ruso[1], y otros autores del siglo XX como Rilke o Kitaro Nishida.
El dar de comer y de beber, y el acoger al otro, en que consiste la religión, tiene en su forma última y definitiva, el sentido inmediato e intemporal, eterno, que aparece en el evangelio de Juan:
- El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. (Juan 6: 54-55)
- Para que todos sean uno. Como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros, para que el mundo crea que Tú Me enviaste. (Juan 17: 21)
El acto religioso por excelencia es comer, y la comida, el banquete de bodas, dar de comer y beber, es la representación en el orden ritual e histórico-narrativo, de la realidad no temporal y de la vida eterna en que consiste la religión ontológicamente, el no volver a tener hambre y no volver a tener sed.
Comer y beber es quizá la metáfora más clara de la afirmación y donación de la vida y del ser, en el orden de la distensión temporal. Ya sea el orden de la sucesión ritual comportamental, ya sea en el orden de la promesa y el mandato normativo para ejecutarlo en diversos momentos futuros, ya sea en el orden de una existencia temporal con sentido, cuyo cumplimiento se cree y se espera en clave narrativa profética.
Pero la metáfora tiene como principio y sentido propio la unión intersubjetiva del creador y la criatura en términos de acto primero, al margen por completo de la temporalidad.
Aunque en la vida de Jesús y Pablo aparezcan relatados más momentos de la religión en su forma profética que en su forma mística, también aparecen numerosos momentos de unión mística en ambos.
En el caso de Jesús, no son pocos los momentos en que el Nuevo Testamento refiere la intimidad gozosa con el padre.
En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.» (Lucas 10:21-22)
En el caso de Pablo, en el texto antes citado se relata una experiencia mística
El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá[…] En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande todas es el amor (I Corintios 13,7-13).
No es que el amor no sea también genuina, plena y auténticamente humano, que lo es, pero no puede realizar plenamente su afán de unión total en la vida temporal. Por otra parte, la profecía, las lenguas, el derecho, etc., no son plenamente divinos mientras Dios no sea a su vez plenamente humano.
Los monjes orientales, los padres del desierto y los poetas del siglo XIX como Baudelaire, Kierkegaard y Dostoievski, en los momentos de mayor valoración de la historia y del orden social, de la justicia y del derecho, acentúan el valor de la unión con Dios en la intimidad del sí mismo, en medio de las formas más extremas de desorden y de mal, o incluso en las formas más extremas de orden y bien social (burgués).
Probablemente la realidad cósmica, la realidad humana y social y la realidad divina requieren, aspiran a y son en realidad, una articulación congruente de lo creado temporal y lo increado eterno. Probablemente eso es lo que se capta en la unión mística. Probablemente en cada vivencia religiosa genuina, cualquiera que sea la modalidad religiosa que se viva, hay un destello de eso.
No sabemos cuáles podrán ser las formas de la vivencia y de la vida religiosa en el futuro. Tal vez, junto a las que ya se ha vivido históricamente, aparezcan formas no vividas todavía. Por ejemplo, la vivencia de la unidad de todos los seres humanos entre sí y de todos ellos con Dios, como la que se atisba en los grandes acontecimientos globales, como la llegada del hombre a la luna, algunas catástrofes que afectan a todos, algunos eventos lúdicos deportivos, o cosas así. En esos casos parece darse una vivencia a la vez personal e institucional, que constituye un éxtasis de toda la humanidad hacia dentro de sí y, para los individuos religiosos, hacia dentro de Dios.
Quizá en esos acontecimientos se puede presentir la realización del reino de los fines, soñado por los ilustrados, que seguramente no puede alcanzarse en el orden de la representación y de la conciencia, pero tal vez sí en el de la intimidad del sí mismo. Podría tratarse de una unión universal en el orden del sí mismo personal y de los sí mismos colectivos e institucionales. Es posible que personalidades como Juan Pablo II y el papa Francisco, o como los poetas Charles Péguy y César Vallejo, hayan presentido eso.
Es posible quizá que se realice la armonía plena entre el amor y la ley en general, entre el sí mismo y el yo en el plano individual, entre el planeta o el cosmos y la historia de la sociedad humana, o entre el alma del mundo y el tiempo[2]. Es posible que la culminación de todo sea la forma del ajuste adecuado entre esos dos niveles, que en occidente se llama redención y en oriente armonización entre el hombre y el cosmos con Dios.
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NOTAS de Cuarta esfera. Religión de la plegaria y existencia religiosa espiritual
[1] El autor anónimo de Relatos de un peregrino ruso, libro escrito entre 1853 y 1861. Según el prefacio de la edición de 1884, el padre Paisius, abad del monasterio de San Miguel Arcángel de los cheremises en Kazán, habría copiado su texto de un monje ruso del monte Athos, cuyo nombre se ignora. Se pueden encontrar referencias al libro en las obras Los hermanos Karamázov (1880) de Fiódor Dostoyevski y en Franny y Zooey (1961) de J. D. Salinger. https://es.wikipedia.org/wiki/El_peregrino_ruso.
[2] Hay mucho proyecto político, mucho pensamiento teórico y muchas propuestas religiosas en ese sentido. Desde las utopías del siglo XIX hasta textos mas recientes como la obra de Teilhard de Chardin o la Encíclica Laudato si’ del Papa Francisco.
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).