4.- La cristiandad en el orden intelectual. La ortodoxia
§53.- Duplicación de los mundos. Identidad, neoplatonismo y arrianismo
El cristianismo de la Cristiandad se constituye, pues, en el medio cultural e institucional más complejo del mundo antiguo. Debido a esa complejidad, a su inclinación preferente por los enfoques epistémicos y administrativos, y a los resultados culturales de esas tendencias, la cristiandad siente la necesidad de determinar teológicamente el contenido de sus creencias y de delimitar política y administrativamente el territorio y la comunidad que las asume.
Así lo hace mediante el lenguaje filosófico y teológico que le proporciona la filosofía griega, especialmente el neoplatonismo, y el instrumental político y jurídico que le proporciona el imperio romano. La convergencia de ambos factores es lo que da lugar a los concilios ecuménicos determinantes de la ortodoxia y de la cristiandad.
La ortodoxia sobre la que hay que establecer el consenso de las subjetividades y de la comunidad en la verdad (OORA §§ 4-7), sobre la cual los concilios ecuménicos de las comunidades cristianas debaten su identidad y elaboran su confesionalidad, tiene que pronunciarse sobre los dos ejes:
1.- Si el Cristo y el cristianismo hablan y tratan de cosas divinas reales (si Cristo es Dios y hombre, a la vez) o de cosas divinas simbólicas, virtuales (si Cristo es solamente hombre, o si es Dios realmente).
Si Jesús es realmente Dios o no. Si no es Dios porque solamente es un hombre, un profeta como todos los demás, que es lo que sostienen Arrio y otros, o bien si solamente es Dios, porque su humanidad es una apariencia, un símbolo, que es lo que sostienen Nestorio, Apolinar, y otro.
2.- Si el hombre necesita a Cristo, el hombre-Dios para salvarse, para tener una vida eterna y feliz al otro lado de la muerte, o en último término puede hacerlo mediante símbolos y con su esfuerzo.
Si la salvación viene sola y exclusivamente de Jesucristo, como proclaman Pablo, Pedro y otros de sus seguidores, o si Jesucristo es una ayuda importante pero lo decisivo es el esfuerzo humano, como sostienen Pelagio y otros.
El primer eje problemático es la ontología platónica, que a su vez se basa en la elaboración neolítica del mundo eidético y las categorías lingüísticas y filosóficas de la cultura occidental (MORN §§ 6-7, 36, 38-39).
La dualidad entre mundo eidético y mundo empírico, la duplicación de los mundos, se inicia en el neolítico, con la elaboración de las categorías lingüísticas y, posteriormente, con la elaboración de las categorías filosóficas. Esta dualidad se consolida cuando Platón asigna el valor ontológico máximo al mundo ideal, como se verá (OORA §§ 60-61), y no al empírico, y se problematiza cuando Aristóteles asigna el valor ontológico máximo al mundo empírico y no al ideal, como se va a examinar igualmente (OORA §§62-63).
La dualidad entre apariencia sensible y verdadera realidad, que con Platón y el neoplatonismo se plantea en un terreno intelectual religioso, afecta de lleno al desarrollo del cristianismo en la cristiandad. Por una parte, desde el punto de vista religioso, y por otra, desde el punto de vista político.
La cuestión religiosa de fondo es si la fe que viven es real y verdadera, si realmente hay salvación eterna y vida eterna, o no. Si el cristianismo presenta las sombras de la caverna del mito platónico, y nada es real, ni evangelizadores ni evangelizados, o si el cristianismo es real, y entonces presenta la verdadera realidad de evangelizadores y evangelizados, y la verdadera salvación.
El segundo eje está continuamente implicado con el primero y se relaciona con el papel de la actividad humana y su carácter decisivo para la salvación, independientemente del auxilio divino.
El binomio arrianismo/nestorianismo por una parte, y el binomio, gnosticismo/pelagianismo, por otra, son tendencias teológicas constantes en la interpretación del cristianismo occidental, romano, desde los tiempos de Pablo y Pedro hasta el siglo XXI. Del mismo modo, el idealismo y el empirismo son tendencias filosóficas constantes en la ontología occidental, desde la formación de las categorías lingüísticas en el neolítico y las filosóficas en el calcolítico. Es el debate sobre la primacía ontológica de lo que se ve y se toca, lo empírico, o de lo que está más allá y es el fundamento de lo que se ve y se toca, pero no se ve ni se toca.
El cristianismo se elabora sobre la tensión entre estos dos mundos, el empírico y el ideal, que se mantiene ya siempre, y que reaparece una y otra vez en la cultura occidental. En cierto sentido, la cuestión decisiva se centra en qué son las palabras, qué es el lenguaje, qué son los símbolos, y, más en general, cómo hay que entender la filosofía de la cultura y la ontología de los entes culturales.
El cristianismo se diversifica y se escinde según esos enfoques. El cristianismo oriental tiene un enfoque más teúrgico y místico, más platónico y más arriano. El cristianismo occidental tiene un enfoque más epistémico, más aristotélico y porfiriano. A su vez, el cristianismo occidental se escinde también entre los que siguen el enfoque más epistémico empírico, material, el cristianismo romano o catolicismo, y los que siguen el enfoque más epistémico espiritual, simbólico, el cristianismo de la iglesia reformada o protestantismo.
La oscilación entre la prioridad ontológica de lo empírico y de lo ideal se mantiene siempre en la época histórica. Es recurrente en la gran literatura, en obras como El Quijote de Cervantes, La vida es sueño de Calderón, Cyrano de Bergerac de Rostand, Así es si así os parece de Pirandello, Niebla de Unamuno, etc., y en toda la filosofía y la teología. Por otra parte, aparece en las artes plásticas, escénicas y musicales, y en toda la liturgia, la iconografía, y la doctrina teológica de los sacramentos y sacramentales.
En el siglo XX y XXI la disputa entre mundo empírico y mundo ideal por apropiarse los beneficios del “sentido propio” frente al “sentido figurado”, es decir, el beneficio de la ontología, se traspone a la dualidad entre mundo real y mundo virtual. Así aparece en el cine, donde el valor máximo, se desplaza del ámbito de lo divino al de lo real, como en Blade Runner, El Show de Truman, y Matrix.
El valor de lo sacro, que se había ido debilitando hasta llegar a la “muerte de Dios”, reaparece en términos de sacralización de lo real sin más. Tras el fin de la modernidad la exigencia de verdadera salvación, presente en el cristianismo antiguo y medieval, pasa a ser exigencia de verdadera realidad.
A partir de la era digital, cuando la dualidad entre realidad y representación se transforma en dualidad entre realidad y virtualidad, la exigencia de realidad ontológica adquiere un cierto sentido religioso en cuanto que presenta formas desesperadas y a veces de violencia extrema, como es el caso las películas mencionadas.
Para ver la entrada anterior pincha aquí
About the author
Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).