La libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix (Infografía)

¿Qué es la libertad? En pleno siglo XXI la pregunta parece inoportuna. Quizá hemos llegado a un estadio de desarrollo de la cultura en el que podemos responderla sin esfuerzo… o no, ¿quién sabe? Es posible que el lector haya elaborado ya una respuesta en su mente, que hayan venido a su imaginación varias imágenes que tengan que ver con la libertad para responder la pregunta.

Una de las imágenes que se barajan en su interior puede que sea el poderoso icono elaborado por Eugène Delacroix en 1830: La libertad guiando al pueblo. En él la fuerza de la libertad unifica las voluntades de los seres humanos oprimidos por la injusticia y los guía hacia una nueva época de prosperidad.

LA LIBERTAD GUIANDO AL PUEBLO COMO SÍMBOLO

Delacroix consiguió con esa imagen trascender la fijeza de las líneas y de los óleos para transmitir un relato heroico de la lucha por la liberación del pueblo francés. En el lienzo podemos encontrar los hechos narrados por los pinceles del artista, que con elocuencia dan vida a los ciudadanos de París cuando se sublevaron contra la monarquía de Carlos X de Borbón.

Tras la caída de Napoleón Bonaparte en 1814, los legitimistas franceses restauraron formalmente la monarquía borbónica reconociendo a Luis XVIII, hermano de Luis XVI, como Rey de Francia. A pesar de ello, el equilibrio de poderes en la Francia postrevolucionaria no era fácil y la monarquía restaurada palideció cuando Carlos X de Borbón, también hermano de los anteriores, fue derrocado en 1830, año en el que aconteció la Revolución de Julio.

La revolución fue simbolizada, como se puede ver, por la mano de Delacroix y ha llegado hasta nosotros. Si se observa con detenimiento, se puede sentir el ahínco del pueblo unido por el deseo de libertad, que lo guía bajo el espíritu de la bandera tricolor. En esta obra de Delacroix aún es posible inspirarse para decir qué es la libertad. El espíritu revolucionario francés define la esencia de la libertad como la lucha contra un poder que no tiene en cuenta la pluralidad de voluntades que compone cualquier sociedad humana.

EL PODER AUTÉNTICO

El auténtico poder, el verdadero kratos, es el del demos, el del pueblo. La revolución francesa y sus diferentes formas históricas representan aquel espíritu que busca arrebatar el poder único para fragmentarlo y repartirlo en la pluralidad de voluntades de los individuos de la sociedad. La mon-arquía, el único principio, es destruida por la revolución y fragmentada para que todos puedan ser poderosos.

La soberanía deja de ser ejercida por un solo individuo para que la detente el pueblo entero. La Unidad principial del arjé representada por la monarquía del Antiguo Régimen es dividida por el espíritu revolucionario.

Detalle del «Leviathan», de Thomas Hobbes (Infografía)

Un espíritu que fragmenta el poder del Leviathan monárquico y lo reúne creando una nueva hipóstasis[i] del poder: la voluntad general democrática. Con estos elementos podemos elaborar una respuesta a la pregunta formulada anteriormente. Según el espíritu revolucionario, la libertad es la lucha contra el poder absoluto y sus diferentes formulaciones para devolverlo a la pluralidad social, que constituye la soberanía legítima.          

La indignación. el espíritu contra la financiarización

Manifestantes del movimiento Occupy Wall Street, en Nueva York (Infografía)

A pesar de las luchas revolucionarias de los siglos XIX y XX, en el XXI parece que un nuevo espíritu de lucha ha surgido, porque la revolución nunca acaba. Espíritu que se inspira en las revoluciones pasadas, pero que se encuentra con otras circunstancias históricas. Esas circunstancias se caracterizan, sobre todo, por el proceso de financiarización del mundo. Una financiarización que puede llegar a convertirse en un delito contra la Humanidad (Neumann, 2011). De ahí que Stéphane Hessel escribiera ¡Indignaos! y arengara a la juventud para que se sublevara contra los poderes financieros en 2010.

La financiarización representa hoy lo que representó la monarquía absoluta en el siglo XVIII para la revolución francesa, una acumulación de poder que priva a los individuos como colectivo social de la participación real en las decisiones políticas. En el ejercicio de este poder financiero se reduce la dignidad humana a precio económico cuantificable con el dinero. Se caracteriza por una disolución de los valores fundados en la dignidad humana y se pierde el humanismo que fundamenta las democracias occidentales. Por eso dice Jesús Ballesteros que la financiarización es en sí misma violenta, porque el otro queda reducido a mercancía y por ello el trato se reduce a trata. El capitalismo tiende así a cosificar, a reificar las relaciones personales (Ballesteros, 2006).

LA ECLOSIÓN REVOLUCIONARIA

Un manifestante del 15-M en Madrid usando la máscara de V de Vendetta (Infografía)

Tras la crisis económica del 2008 y las inestabilidades políticas que causó, se fue gestando un malestar del Estado del Bienestar que todos hemos vivido desde entonces. Un malestar que llegó a hacerse notar cuando un sector de la población reclamó reformas radicales y efectivas de los sistemas de representación democráticos habidos hasta ese momento. La insatisfacción social se concentró en una parte de la sociedad occidental que no se veía representada en las instituciones democráticas formales, a las que acusaron de estar al servicio de la financiarización mundial.

Ese sector fue conocido como el de los indignados. La palabra para definirlos es apropiada, puesto que para los indignados las sociedades democráticas al uso han perdido su poder real, su soberanía. En consecuencia, se les priva de su dignidad, entendida como kratos colectivo.

Los indignados se manifestaron en muchos países occidentales. El movimiento de los indignados se dio, también, en  España, que fue uno de los países más representativos, donde el movimiento tomó mucha fuerza en 2011. Por decirlo de algún modo, España tuvo su propia revolución de color, concretada en el Movimiento 15-M y, sobre todo a escala de representación política, en el color morado de Podemos, partido fundado en 2014. 

V DE VENDETTA, EL SÍMBOLO DE LA INDIGNACIÓN

V, el villano y el héroe de la película (Infografía)

Como toda revolución necesita sus símbolos y sus relatos, se encontró en la historia de V de Vendetta una imagen que caracteriza los ideales de este espíritu revolucionario del siglo XXI. En el año 2005, Warner Bros distribuyó el filme producido por Vertigo, Virtual Stuidos y Silver Pictures, que hasta 2012 era una filial de Warner.

La máscara que lleva el protagonista de la película, V, es el rostro de Guy Fawkes, un católico inglés que en 1605 fue acusado de participar en la conspiración de la pólvora, en la que supuestamente se planeó el asesinato del Rey Jacobo I de Inglaterra. Los acusados de ser integrantes de la conspiración fueron condenados a muerte.

No obstante, el relato de la conspiración católica cambió, dejó de ser un triunfo del anglicanismo sobre el catolicismo, y se ha convertido en el símbolo revolucionario del siglo XXI gracias a Alan Moore, el escritor de V de Vendetta.

Según los creadores del relato, V representa la libertad clara y consciente del individuo. Un individuo capaz de superar las barreras físicas, psicológicas y digitales del Estado para hackearlo desde dentro. El propio Moore se sorprendió del éxito de V de Vendetta después de que hubieran pasado treinta años desde su publicación. Ese éxito hacía que V superara la ficción e hiciera que un colectivo con las máscaras de V se comportara como un organismo vivo (Aparicio, 2011).

Hay un simbolismo palmario de la máscara de Guy Fawkes que transmuta la realidad del personaje histórico. Fawkes ya no representa al terrorista católico, sino al libertario digital, a aquel que supera el sistema conociendo el lenguaje que lo configura, dándole nueva forma. Es el demiurgo del siglo XXI que da movimiento a lo que parece que está fijo: el Estado, la estructura inamovible que cae sobre los individuos como un Leviathan al que nadie puede vencer.

Así es como el rostro de Fawkes se transforma en la máscara de V y pasa a representar una nueva forma de libertad, otorgando un símbolo a los nuevos movimientos  revolucionarios del siglo XXI. Como dice David Lloyd, dibujante de la novela gráfica escrita por Moore, la máscara de V es un símbolo de la lucha contra toda forma de tiranía (Barrachina, 2013) y, en particular -añadiría yo- , de las tinarías disfrazadas de democracias formales, de democracias que realmente han secuestrado la soberanía popular aunque sigan manteniendo estructuras (vacías, desde luego) como Parlamentos.

El relato de la venganza de V

La historia de la película V for Vendetta está basada en la novela gráfica de Alan Moore y David Lloyd, publicada en diez números a lo largo de los 80. Ambientada en una distopía de los años 90 del siglo XX, muestra un mundo sumido en una catástrofe biológica, en el que la desesperación de la sociedad inglesa lleva al poder a un partido de extrema derecha.

Adam Sutler, líder del Partido Fuego Nórdico (Infografía)

El partido, llamado Fuego Nórdico, y su líder, Adam Sutler, toman medidas para erradicar la catástrofe mediante un fármaco que salva a la sociedad de un final anunciado. Gracias al éxito del fármaco, la sociedad asume las medidas políticas extremas, que llevan a la democracia inglesa a adoptar las prácticas de una tiranía.

La complejidad del movimiento elaborado por Sutler y sus seguidores consiste en hacer creer a la sociedad inglesa que los responsables del terrorismo biológico son miembros de los grupos progresistas. La realidad es que se trata de una conspiración de la extrema derecha para llegar al poder, pues ellos son los responsables de los atentados. Además, una vez en el poder, el gobierno fascista experimenta con los acusados, usándolos como conejillos de indias para sus proyectos de investigación en campos de concentración. El resultado es que todos los detenidos mueren. Todos, salvo uno: el sujeto V, capaz de resistir el virus. Gracias a él, consiguen elaborar una cura EL TRASFORNO que salva a la sociedad inglesa de la catástrofe.

Lo dramático de la historia es cómo el sujeto V, que es una víctima del fascismo, se convierte en una herramienta del sistema de poder de Fuego Nórdico. Pero no todo acaba ahí. Inexplicablemente, en el campo de concentración donde se encuentra V acontece una explosión que le permite a V escapar. Desde entonces, la vida de V consiste en esconderse y esperar, preparando su plan de venganza. Él conoce la verdadera naturaleza del Estado fascista que dirige Sutler y por ello está legitimado para acabar con su mentira.

El trasforndo hermético de Alan Moore  

Alan Moore, creador de V de Vendetta (Infografía)

Es conocido que Alan Moore se considera un mago (Prieto, 2014). Pero no un mago cualquiera. No es un ilusionista. Moore cree en la magia como forma de sabiduría práctica. De ahí su fascinación por la figura de Aleister Crowley, fundador de la religión de Thelema. Está convencido de la realidad de la Ley de Thelema, en la que se basa el mensaje de Crowley, que consiste en hacer la propia voluntad.

La Ley de Thelema convierte la voluntad en el primer y único principio de toda normatividad ética. Consiste, dicho de algún modo, en no condicionar la voluntad con limitación alguna, sea del carácter que sea. La voluntad auténtica es aquella que está indeterminada, pues esa es su verdadera naturaleza. Todo tipo de ley que se contraponga a la ley thelémica es inmoral, consecuentemente.

La fascinación de Crowley por la religiosidad del Egipto Antiguo le llevó a elaborar su sistema hermético basándose en las creencias del hermetismo greco-egipcio. Cosa que no es casual, puesto que el hermetismo desarrollado en Europa desde el Renacimiento italiano hasta la actualidad depende históricamente del greco-egipcio.

La afinidad de Moore con Crowley es manifiesta en V de Vendetta. La filosofía que quiere difundir V en la sociedad cuando logre acabar con el régimen de Sutler es que cada uno haga su voluntad.

El camino místico de V

V es un mensajero. Hace las veces del dios egipcio Thot, que representaba la sabiduría, la escritura, los ciclos y los cambios de la naturaleza (Alegre, 2017). Por ello es el que inicia en el camino del cambio exterior e interior. Un camino de transgresión, de superación de las barreras que impiden la voluntad auténtica, thelémica.

Detalle de Bacchus (Dionisos), por Caravaggio (Infografía)

La experiencia del camino de V es profundamente dionisíaca, es decir, se identifica con el mito de Osiris e Isis (Plutarco, 2013), porque en la tradición mítica greco-egipcia Osiris y Dionisos son el mismo dios. El mito de Osiris narra cómo el dios pierde su individualidad al ser asesinado por Seth, que descuartiza su cuerpo y lo reparte por todo Egipto, ocupando después el trono. Tras este hecho, Isis, con la ayuda de su hijo, Horus, recompone el cuerpo y Horus se enfrenta a Seth, arrebatándole el poder. Pero en vez de darle muerte, le perdona la vida porque Isis siente misericordia de Seth.

El mito de Osiris es una narración sobre la fragmentación de la unidad y la recuperación de la misma. La enseñanza práctica que se deduce de él para aplicarla a la política, por ejemplo, es qué hay que hacer para recuperar y ejercitar el poder. Moore nos lo explica a través de V, que cumple la misión del diablo en la historia (Moore & Lloyd, 2017). Es el que divide, el diabolos que ejecuta el diaballein (división). Pero, a la vez, es el symbolon, el símbolo, pues después unifica lo dividido.

V es a la vez el villano y el héroe. Es Osiris, Seth, Isis y Horus; la síntesis de los dioses, la Unidad de los contrarios. Representa la bondad de Osiris, la maldad de Seth, la sabiduría de Isis y la fuerza de la venganza de Horus. De ahí que V sea V de Vendetta. Pero para ser la venganza, para llegar a ser V, no hay que ser nadie: hay que acabar con la individualidad, con la identidad del propio yo.

La destrucción de la individualidad es el enfrentamiento de Dionisos y Apolo, que describió Friedrich Nietzsche. Apolo representa la individualidad: lo a-polos, lo que no tiene partes, lo que no es múltiple.

En efecto, habría que decir de Apolo que en él han alcanzado su más sublime expresión la confianza imperturbable en ese principium y el tranquilo estar ahí de todo el que se encuentra atrapado en él, e incluso se podría  designar a Apolo como la magnífica imagen divina del principium individuationis, con cuyos gestos y miradas nos hablarían todo el placer y toda la sabiduría de la «apariencia», en compañía de su belleza. (Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, 2016)

La labor de Dionisos es acabar con esa individuación que impide a aquel que la padece alcanzar la fusión con la Unidad-Totalidad del mundo. Gracias a la fragmentación de la individualidad es como se alcanza la divinización, fusionándose con la totalidad. Es necesaria la conmoción, el trauma, para superar la individualidad. Hay que atentar contra la razón propia que obliga a creer en que es necesario mantener la individualidad para poder ser auténticamente.

Es en el momento del

espanto que conmociona al ser humano cuando, de repente, en las formas de conocimiento del fenómeno ya no sabe a qué atenerse, mientras que el principio de razón parece que sufre, en una cualquiera de sus configuraciones, una excepción. Si a este espanto le añadimos el éxtasis lleno de delicias que, en la misma ruptura del principium individuationis se eleva desde el fondo más íntimo del ser humano y de la misma naturaleza, entonces tendremos una visión de la esencia de lo dionisíaco, a lo cual la analogía de la embriaguez es lo que más nos lo acerca. (Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, 2016)

La aniquilación de la unidad del yo psicológico es lo que permite alcanzar la pluralidad de las identidades, la capacidad de fusionarse con cualquier identidad. Ello implica que se puede ser cualquier cosa, cualquier persona, puesto que la propia es en sí misma pura vacuidad capaz de acoger dentro de sí una identidad y su contraria.

En el camino de V se cumple el deseo dionisíaco de Nietzsche. Se logra la libertad de la indeterminación del yo, que no está fijado en identidad individual alguna.

Ahora el esclavo es hombre libre, ahora se rompen todas las rígidas, hostiles delimitaciones que la necesidad, la arbitrariedad o la «moda atrevida» han establecido entre los humanos. Ahora, en el evangelio de la armonía de los mundos, cada cual se siente no sólo unido, reconciliado, fundido con su prójimo, sino hecho uno con él, como si el velo de Maya estuviera roto y tan sólo revolotease en jirones ante el misterioso Uno-primordial. (Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, 2016)

V saliendo del fuego (Infografía)

La experiencia de la liberación es narrada tanto en la novela gráfica de Moore como en el film. V se libera de su identidad gracias a las torturas que padece en el campo de concentración, que le permiten trascender su individualidad a través del dolor sufrido. La imagen de V liberado la tenemos en la película cuando lo vemos salir de entre las llamas como un ave fénix. El hombre atravesando el fuego se identifica con la imagen del pentagrama pitagórico y el hombre fijado entre las cinco puntas de la estrella. Es la imagen del hombre ígneo, embriagado por el fuego del Espíritu divino.

La Estrella Flamígera, símbolo de la divinización del hombre primordial (Infografía)

El hombre ígneo manifiesta la tercera fase del Opus Magnum de la alquimia, rubedo (fuego-revivificación), que ha atravesado las dos anteriores: nigredo (muerte-fragmentación) y albedo (purificación-reunificación).

En las fases del Opus alquímico podemos identificar al propio V. Si nos fijamos en sus vestimentas, V viste de negro y su máscara es blanca. Ha logrado cubrir su apariencia corporal con la muerte y se ha transformado en nadie. Su máscara blanca manifiesta su pureza, pero las líneas negras que dibujan el rostro de Fawkes dejan claro el mensaje mortuorio que anuncia: V es la muerte de toda apariencia, pues se reviste con la apariencia misma. Su máscara manifiesta la verdad de todo individuo: toda individualidad es apariencia; toda identidad, ficción.

Pero V no trae únicamente ese mensaje. Él busca transformar a aquellos con los que se encuentra. Les da una nueva forma, una nueva esencia, sumergiéndolos en la tierra negra alquímica y acabando con sus mentiras. Gracias a atravesar la muerte en el campo de concentración, ha experimentado la gnosis que lo ha liberado de sí mismo. Efectivamente, lo que no le mata, le hace más fuerte. Esa es la razón por la que él está destinado a dar muerte a aquellos que han creado el aparato de poder del Estado fascista. Aparato del que él es producto.

Lo paradójico de V es que él quiere acabar con la tiranía del Estado y su conocimiento se lo debe a aquellos que han experimentado con él. Se puede decir que V ha sido iniciado en su gnosis por aquellos a los que quiere matar. Es el aparato opresor del Estado el que le ha otorgado su fuerza sobrehumana y su conocimiento. En cierto modo, V está en deuda con sus enemigos, su vida está hecha a medida del poder totalitario del Estado. En este punto es donde se puede ver que V es a la vez Seth y Horus, el villano y el héroe, el fascista y el anarquista.

De hecho, V comparte algunos de los colores del símbolo del partido Fuego Nórdico. El partido tiene como imagen propia una cruz roja sobre fondo negro. Simbólicamente, se puede decir que V y Fuego Nórdico tienen el mismo conocimiento, pues ambos parten del negro, de la muerte, para iniciar su camino hacia el poder. Pero la finalidad del camino es diferente. Mientras uno busca liberar a los individuos, otro busca dominarlos.

La cruz del Partido Fuego Nórdico (Infografía)

El partido usa el símbolo de la cruz roja para someter a los individuos. Usa el rojo divino para esclavizar a los seres humanos con su farsa. ¿Y qué símbolo tiene V que manifieste el rubedo, la divinización? El símbolo de lo divino para V es la rosa roja. El simbolismo de la rosa roja es muy palmario en la tradición hermética rosacruciana (Zatón, 2018). La rosa roja es el rubedo alquímico, que simboliza el ave fénix, el hombre ígneo redivivo que es el propio V. El individuo libre de su individualidad, pues participa de la totalidad: la rosa roja simboliza el conocimiento espiritual que permite el acceso al Todo-Uno.

No obstante, el simbolismo de la rosa no queda limitado por el marco alquímico. Son muchas las tradiciones sapienciales que lo han usado para su lenguaje. La que aquí nos interesa es la egipcia, ya que la rosa simboliza a Isis. Dado el imaginario egipcio de Moore, heredado de Crowley, puede entenderse que use esta imagen.

La rosa, símbolo de la experiencia mística de V (Infografía)

Además, como V simboliza la unidad de los contrarios y la pluralidad de identidades, es comprensible que sea una especie de pantheon donde cabe la síntesis de las diferentes divinidades unificadas en la máscara de V. Porque ¿acaso hay diferencia alguna entre un dios y otro en bajo la máscara de V? ¿No es toda identidad una ficción? ¿Por qué no iban a serlo los dioses? En esto reside el “secreto” de V, en acabar con toda diferencia e individualidad, incluso con la de las divinidades. No es casual que la rosa simbolice también lo escondido, de ahí que todo lo que se diga bajo la rosa (sub-rosa) deba mantenerse en secreto.

El hermatena: la sabiduría política de V

Llegados a este punto, es posible concretar en qué consiste la mística de V como camino político. En V de Vendetta podemos encontrar una forma concreta de praxis política. Una praxis que depende de una teoría propia. Una teoría que, como se ha visto, parte de la contradicción, de la supresión de toda diferencia para alcanzar la Unidad auténtica.

Eve, tras su liberación de conciencia (Infografía)

Quienes hayan visto la película o leído la novela gráfica de V de Vendetta, podrán comprobar que V tiene un conocimiento que quiere trasmitir. Guarda la esperanza de legar su gnosis para que su obra continúe. Para ello escoge a Eve, una joven inocente, también víctima del aparato de represión de Fuego Nórdico, para liberarla de sus miedos y darle a conocer la verdad auténtica. Es así como elabora un proceso de iniciación que puede verse a lo largo de la historia en el que Eve se introduce en sí misma gracias a las estratagemas de V y se libera de sus miedos.

Eve se convierte al final en la encarnación de la sabiduría que predica V. De hecho, es ella la que ejecuta el plan final de V, que consiste en volar el Parlamento Británico —un recurso pseudodemocrático que no es otra cosa que un instrumento al servicio de la tiranía—, consumando el supuesto plan del que fue acusado Guy Fawkes en el siglo XVII. La sabiduría de V consiste en introducirse en las entrañas del Estado para poder destruirlo desde dentro. Pero para poder introducirse en él, hay que conocer sus secretos. Solamente la travesía por el umbral negro de la muerte (nigredo) y con un alma pura y blanca (albedo), es posible alcanzar la sabiduría y la fuerza para renacer de las cenizas con el fuego del ave fénix (rubedo).

V arropando a Eve, imagen de la síntesis de ambos en una nueva identidad (Infografía)

Es Eve la que consuma el conocimiento de la rosa. Porque ella, como Isis, conoce la manera de recomponer el poder y darle a la sociedad un nuevo orden. Sumiendo al Estado en el negro de la destrucción, que es la vuelta al origen y al caos (Eliade, 2016), es posible recomponer el poder e instituir el orden. Se puede decir, por tanto, que Eve es la Nueva Eva política de Alan Moore, su Isis.

Eve y V constituyen una síntesis de la fuerza y la sabiduría, del secreto y del conocimiento, del orden y el caos. Son la expresión contemporánea de la sabiduría de Isis, tan importante en el Egipto antiguo. En la tradición greco-egipcia del hermetismo esta síntesis se expresaba con el símbolo del Hermatena, la cabeza jánica de Hermes y Atenea (Zatón, 2018), una expresión simbólica del dios andrógino del hermetismo (Textos herméticos (Edición de Xavier Renau), 1999).

El Hermatena, símbolo jánico de la unión de Hermes y Atenea (Infografía)

La praxis que se deduce de la sabiduría del hermatena que elabora Moore es que solamente a través del caos es como se llega al orden, es decir, que es necesario estar unido íntimamente al Estado, corromperse hasta la médula, para poder purificar el poder y lograr la auténtica an-arquía. El camino de V consiste en eso precisamente. Es una introducción en la sabiduría diabólica, en la oscuridad, para llegar a la luz. Solamente así se es ígneo, divino, luciferino, o sea, libre.

El shabbetaísmo y Jacob Frank

Es oportuno indicar, tras analizar la mística anarquista de V, la coincidencia de esta forma de espiritualidad con una corriente herética en el judaísmo, el shabbetaísmo. Este movimiento mesiánico identificó en 1666 a Shabbetai Tsebí como Mesías (Scholem, 2006). La corriente sabatiana se desarrolló en el Imperio Otomano y tuvo ecos por todo el mundo judío de la época. La peculiaridad del mesianismo sabatiano es su antinomismo, es decir, su espiritualidad basada en la transgresión de toda ley, incluso de la Torá.

La transgresión que predicaba Tsebí llegó a su extremo cuando el Sultán otomano le obligó a convertirse al Islam si no quería ser ejecutado. La sorpresa y el asombro de los seguidores del nuevo Mesías llegaron cuando Shabbetai se convirtió al Islam. Desde entonces el shabbetaísmo predica la apostasía como camino para cumplir la voluntad divina.

El extremismo de la doctrina de la apostasía se configuró en uno de los grupos que siguieron a Shabbetai en Europa. Fue Jacob Frank quien, tras declarar que él era la encarnación del difunto Mesías en el siglo XVIII, reformuló el mesianismo sabatiano. En este punto es donde la doctrina cabalista de Frank coincide con la elaborada por Moore, que conoce la tradición cabalista, tal y como puede verse en su Promethea.

La reformulación de Jacob Frank consistió en elaborar una doctrina denominada el camino de Esaú, que representaba una expresión antinomista extrema. Frank consideraba que había que destruir todas las religiones desde entro, apostatar radicalmente en el interior de uno mismo para poder vivirlas todas y superarlas. Aceptando y negando todas las leyes religiosas es como se lograba destruir sus diferencias. La finalidad de su doctrina era la abolición de todas las leyes, que constituían una limitación tanto para Dios como para la Creación. Por tanto, había que practicar y vivir la santidad del pecado. Es a través de las acciones pecaminosas como se cumple la auténtica ley divina, que es la antinomia suprema. La santidad del pecado es un camino hacia el abismo, hacia el mal en sí mismo, la negación de la negación.

Escalera de Jacob, por William Blake (Infografía)

El espíritu frankista busca construir a partir de la destrucción. Como V, desde el caos construye el orden. Pero la coincidencia del camino de Esaú con el de V no está solamente en lo que se acaba de decir. Hay una coincidencia simbólica. Jacob Frank transformó la imagen de la escala de Jacob, tan recurrida en el imaginario místico para representar el camino del alma hacia Dios.

Para Frank es necesario recorrer tanto el camino de Esaú como el camino (escala) de Jacob. Por ello,

el camino hacia el abismo precede al ascendente. La escala que Jacob, el prototipo de Frank, vio en su sueño tenía forma de V. El hombre tiene que humillarse y degradarse para alcanzar la libertad de la vida desde el estadio más bajo. Los rituales antinomísticos que Frank practicaba con sus seguidores representan para él confirmaciones de la libertad mesiánica, que él llama «la vida» (Scholem, 2006).

La referencia a la herejía de Shabbetai y su formulación frankista se justifica, por tanto, con la correlación del camino del abismo de Frank y la mística de V de Vendetta. En ambos puede verse que la “V” representa una inmersión en el abismo, en el mal, la contradicción, para lograr la divinización de aquellos que descienden y ascienden por la “V”.

CONCLUSIONES

Después de todo lo visto, podemos retomar la pregunta que abría este artículo. Podemos preguntarnos qué es la libertad y responder con las imágenes y los símbolos que se han visto. Si queremos responder usando el símbolo creado por Delacroix, diremos que la libertad es una auténtica separación de poderes y la participación real de todos los ciudadanos en el poder político. Si respondemos usando el símbolo elaborado por Moore, diremos que la libertad es alcanzar esa dispersión de la individualidad para lograr un yo nihilizado, vacío, capaz de ser cualquier cosa y de asumir todo rol. Un yo que puede serlo todo, porque está totalmente indeterminado.

El camino de V es el de la contradicción máxima, es la síntesis perfecta del ser y la nada. Sin embargo, ¿es un camino posible? ¿Acaso es humano? Sin duda, no. Es un camino propio de superhombres, de transhumanos que superan la limitación de lo humano. Una apuesta política que aboga por la eliminación de lo humano. ¿Y no es esa la actitud de todos los tiranos, de todas las injusticias? ¿No han buscado los mayores genocidas de la Historia aniquilar lo humano por todos los medios, con todos los miedos?

La propuesta mística de V de Vendetta no deja de infundir miedo, auténtica angustia en aquellos que la contemplan. El vértigo ante la nada, el horror que supone cabalgar las contradicciones, se aleja por completo de toda esperanza. Es necesario, en mi opinión, elaborar una alternativa que permita alcanzar una espiritualidad basada en el amor, que comprenda que la diferencia está en el principio. Porque, realmente, «en el principio existía el Verbo» (Jn 1, 1), no la contradicción. Quizá el camino de la auténtica libertad comience desde el Verbo, desde la diferencia divina, y permita una libertad humana basada en la verdad del amor y en el amor a la verdad.

Bibliografía

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Barrachina, L. (4 de Abril de 2013). David Lloyd: «La máscara de ‘V de Vendetta’ es un símbolo contra las tiranías». Obtenido de RTVE: https://www.rtve.es/rtve/20130304/david-lloyd-mascara-v-vendetta-simbolo-contra-tiranias/612741.shtml

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Zatón, J. (2018). El Renacimiento Oculto. Tomo I: Espiritualidad y Esoterismo en el Arte del Renacimiento. Zaragoza: Fundación Rosacruz.

[i] Palabra de origen griego. Aquí es usada en el sentido de unidad esencial, es decir, auténtica, frente a la unidad que monárquica. En el espíritu revolucionario, el poder absoluto de la monarquía es un robo ilegítimo. El poder no debe ser Uno, sino Múltiple en este contexto. La voluntad general representa la unidad legítima del poder.

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Rafael Monterde Ferrando
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Rafael Monterde es Coordinador Adjunto del Grado en Filosofía de la Universidad Abat Oliba CEU y de la Universidad Católica de Ávila

 

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