La oposición y resistencia frente al materialismo

extendido por el nazismo en Max Picard

como trasfondo de Good Sam (1948) de Leo McCarey

 

Resumen:

En esta sexta contribución dedicada a Good Sam de Leo McCarey comenzamos comprobando cómo las categorías del pensador suizo Max Picard nos ayudan a entenderla como una expresión de oposición y resistencia hacia el materialismo que el nazismo podía seguir infiltrando en la sociedad occidental, aunque hubiese sido derrotado militarmente.

En el segundo apartado comenzamos el textos filosófico fílmico haciendo ver cómo el modo de vivir entregado al prójimo de Sam Clayton (Gary Cooper) había interpelado al del reverendo Daniels (Ray Collins) hasta el punto de hacer entrar en crisis su propio matrimonio, lo que deja completamente perpleja a Lu Clayton (Ann Sheridan).

En el tercer apartado comprobamos cuál es el sueño ideal de Lu Clayton. El justo deseo de tener una casa propia se ve acompañado del dictado de confort y lujo propio de una sociedad que aspira a un mayor bienestar, como es la americana de la posguerra.

En el cuarto apartado comprobamos que los valores de Sam no van a hacer posible de momento el sueño de Lu. Él vio preferente destinar el dinero ahorrado para comprar la cosas a que sus vecinos los Adams (Carol Stevens y Todd Karns) pudieran comenzar un negocio que les permitiera afrontar el nacimiento de su hijo. El cuidado del niño antes de su nacimiento tiene prioridad moral frente al bienestar de una casa nueva para ellos. Sólo se reprocha no haberle consultado a Lu, quien ha quedado completamente desolada.

En el quinto apartado se nos confirma con la irrupción del reverendo Daniels que, lejos de corregir la entrega al prójimo de Sam, está convencido de que Lu participa de ella. Los invita a tomar parte activa en un acto benéfico, Lu disfrazada de gitana y Sam de charlatán de feria.

En el sexto apartado al regreso de la feria benéfica comprobamos cómo la amargura de Lu frente al no poder comparar la casa le lleva a plantearse trabajar de nuevo y a verter juicios muy negativos contra las personas a las que Sam ayuda, en concreto contra Shirley Mae (Joan Lorring) y su deseo de tener relaciones con su hermanos Claude (Dick Ross).

En el séptimo apartado aparecen los Adams en casa de los Clayton para devolver su préstamo con creces. Sam reafirma la confianza en el ser humano y en su estilo de vida, y Lu su arrepentimiento.

En una breve conclusión reafirmamos la conexión entre el personaje de Sam Clayton y el pensamiento de Max Picard. Y vemos cómo puede ser reflejado en nuestros días a través de una Tribuna de actualidad de la Dra. Minguet Civera: “… la Iglesia ha reconocido siempre que tras la muerte hay un juicio inmediato que determina si vas al cielo, al purgatorio o al infierno. Por lo tanto, hay que desempolvar los novísimos y sacarlos de donde se han escondido o enterrado. Algunos opinan que es mejor que sigan en el baúl de los recuerdos porque la gente se asusta si le hablas del infierno. No creo que sea así. La gente ya está asustada. Y precisamente porque lo está hay que predicar lo que va a ocurrir, que lo que infunde no es miedo, sino el temor de Dios, que son cosas distintas. Además, precisamente porque este juicio va a tener lugar se han celebrado tradicionalmente los ritos fúnebres, que llevan a rezar y ofrecer sacrificios por la reparación de los pecados de los fallecidos.  Ahora bien, incluso desde un punto de vista antropológico, estos ritos tienen un sentido más alto que el que proponen los funeral planner. Y es que la humanidad ha logrado gracias al catolicismo hacer de los ritos funerarios algo sublime. Sublime porque hacen presente que la vida no se acaba. Sublime porque te animan a vivir bien, ya que te juegas la eternidad. Sublime porque recuerdan que el hombre es una criatura merecedora de la atención de Dios. Frente a eso, poner una camiseta de fútbol del equipo del difunto junto a la tumba o que leas el poema que más le gustaba no es que esté mal. Es que no hay color”.

Palabras clave:

Max Picard, verticalidad, religiosidad, caridad, obligación, deber, derecho, regla de oro, abuso, dignidad de la persona, propiedad, economía.

Abstract

In this sixth contribution devoted to Leo McCarey’s Good Sam (1948) we begin by verifying how the categories of the Swiss thinker Max Picard help us to understand it as an expression of opposition and resistance to the materialism that Nazism could continue to infiltrate Western society, even though it had been defeated militarily.

In the second section we begin the philosophical filmic text by showing how Sam Clayton’s (Gary Cooper) way of living devoted to his fellow man had challenged that of Reverend Daniels (Ray Collins) to the point of causing a crisis in his own marriage, which leaves Lu Clayton (Ann Sheridan) completely perplexed.

In the third section we see what Lu Clayton’s ideal dream is. The just desire to have a house of his own is accompanied by the dictates of comfort and luxury typical of a society that aspires to greater well-being, such as the post-war American society.

In the fourth section we see that Sam’s values are not going to make Lu’s dream possible for the time being. He saw it as preferable to use the money saved to buy the house so that his neighbors the Adams (Carol Stevens and Todd Karns) could start a business that would allow them to afford the birth of their son. Taking care of the child before his birth takes moral priority over the welfare of a new house for them. The only regret is that they did not consult with Lu, who is completely devastated.

In the fifth section we are confirmed by the irruption of Reverend Daniels who, far from correcting Sam’s devotion to his fellow man, is convinced that Lu is participating in it. He invites them to take an active part in a charity event, Lu disguised as a gypsy and Sam as a fairground charlatan.

In the sixth section, upon returning from the charity fair, we see how Lu’s bitterness at not being able to compare the house leads him to consider working again and to make very negative judgments against the people Sam helps, in particular Shirley Mae (Joan Lorring) and her desire to have relations with her brother Claude (Dick Ross).

In the seventh section, the Adamses appear at the Claytons’ home to repay their loan in spades. Sam reaffirms his confidence in human beings and their way of life, and Lu his repentance.

In brief conclusion we reaffirm the connection between the character of Sam Clayton and the thought of Max Picard. And we see how it can be reflected in our days through a current Tribune by Dr. Minguet Civera: “… the Church has always recognized that after death there is an immediate judgment that determines whether you go to heaven, purgatory or hell. Therefore, it is necessary to dust off the novissimos and take them out from where they have been hidden or buried. Some people think that it is better that they remain in the trunk of memories because people get scared if you talk to them about hell. I don’t think so. People are already scared. And precisely because they are, it is necessary to preach what is going to happen, that what instills fear is not fear, but the fear of God, which are different things. Moreover, it is precisely because this judgment is going to take place that funeral rites have traditionally been celebrated, leading to prayers and sacrifices for the reparation of the sins of the deceased.  However, even from an anthropological point of view, these rites have a higher meaning than the one proposed by funeral planners. And is that humanity has succeeded thanks to Catholicism to make the funeral rites something sublime. Sublime because they make present that life does not end. Sublime because they encourage you to live well, since eternity is at stake. Sublime because they remind us that man is a creature worthy of God’s attention. In the face of that, putting a soccer jersey of the deceased’s team next to the grave or having you read the poem he liked the most is not wrong. It’s just that there’s no color”.

Key words:

Max Picard, verticality, religiosity, charity, obligation, duty, right, Golden rule, abuse, dignity of the person, property, economy.

 

1. LA OPOSICIÓN Y RESISTENCIA FENTE AL MATERIALISMO EXTENDIDO POR EL NAZISMO EN MAX PICARD Y LOS PRINCIPIOS DEL PERSONAJE DE SAM CLAYTON (GARY COOPER) EN GOOD SAM (EL BUEN SAM, 1948) DE LEO McCAREY

La denuncia del materialismo que se extendió con el nazismo de Max Picard y su trasfondo en Good Sam (1948) de Leo McCarey. Imagen 1

La actitud hacia el más del hombre en Max Picard y su relación con el personaje de Sam Clayton (Gary Cooper) en Good Sam de Leo McCarey

Max Picard[1] es uno de esos pensadores de nuestro tiempo cuya recuperación nos suministra una red de nociones que ayudan a iluminar lo que Leo McCarey nos estaba transmitiendo con Good Sam. Tras la Segunda Guerra Mundial la victoria militar sobre el nazismo no garantizaba en modo alguno una victoria cultural sobre sus principios materialistas. McCarey lo vivía con esperanza cuando propuso el díptico sobre el P. O´Malley[2]. Sin embargo tanto en Good Sam (El buen Sam, 1948) como en My Son John (1952) su visión resultaba más preocupada y por ello más denunciante. Al final de esta película, Sam Clayton le expone a su mujer:

cuando pongo algo en un lado y las cosas materiales en el otro, lo primero es lo que prevalece.

De una manera muy sencilla parece sintonizar con una expresión de Max Picard y su radical ruptura con el materialismo, con la huida de Dios (Picard, 1962a), de la que el nazismo (Picard 1947; 2024) ha sido su expresión más acabada, en lo que Picard llegó a conocer. En un escrito suyo publicado en 1962 lo señalaba con precisión.

Los hombres y las cosas se hicieron vacíos cuando el hombre dejó de vivir con el “más” en sí mismo y en las cosas.

¿Qué es el “más”? Lo que sigue: en cada cosa de la creación hay “más” de lo que necesitaría para ser como es. Más allá de todo lo necesario hay un “más” en una cosa de la creación. El mundo no está estructurado con arreglo a la medida, precisamente conforme a lo suficiente sino partiendo de la plenitud. El “más” es el fundamento del mundo. (Picard 1962: 159).

Hay inseguridad e inquietud en el amor: por el “más” ama más allá de lo amado. Le inunda la alegría en el amor, porque se halla dentro de un “más” que se forjó con el mismo amor

A continuación, un poco más adelante añadía el pensador suizo como se da ese más en el hombre y su relación con los sorprendente y con el amor.

La mayor abundancia del “más”, entre todo lo creado, se da en el hombre. Porque el hombre es el más próximo a Dios, al “más” absoluto y más grande. En nadie como en el hombre se mueve lo trascendente, el “más”, tan profundamente hacia el mundo. En esta audacia hay confianza en el hombre. El “más” es en el hombre aquello que suscita todo su decir y hacer. Es lo que protege, lo que desempeña el papel de ángel de la guarda por encima del hombre. Es el fundamento de la tierra humana en él y al propio tiempo imagen astral por encima de él. (Picard 1962: 159-1960).

El hombre, frente al cual se halla lo numinoso del “más”, está siempre ante lo sorprendente. Tiene dispuestos el respeto y la timidez, también la expectativa y el callar, para escuchar lo inesperado. […].

En el amor el hombre trasciende sobre sí mismo hacia la idea de lo amado, en un “más” que excede allende de lo amado. Por eso hay inseguridad e inquietud en el amor: por el “más” ama más allá de lo amado. Le inunda la alegría en el amor, porque se halla dentro de un “más” que se forjó con el mismo amor. (Picard 1962: 159-1960)[3].

Unas advertencias y denuncias frente a la extensión de la actitud del nazismo que podría impregnar la cultura americana

El personaje de Sam Clayton puede así ser visto, desde la perspectiva de Max Picard como aquel que expresa ese “ser más” porque no se conforma con adaptarse a las exigencias de una sociedad de consumo. A ellas, en cambio, parece estar más dispuesta a someterse tanto su esposa Lu, como sobre todo su jefe H.C. Potter. Que a través de ellas se vaya introduciendo la misma mentalidad que se extendió con el nazismo es algo que explícitamente advierten los editores en inglés y en alemán de la obra de Max Picard Hitler in uns selbst. Robert S. Hartman (1910-1973), catedrático de axiología o ciencia del valor, editó pronto en 1947 la obra de Picard, con una traducción literal como Hitler in Our Selves, en cuya introducción se agradecía las advertencias frente a una pensamiento materialista como el difundido por Hitler (Hartman, 1947).

Esos avisos comenzaban por mostrar la desnudez del fenómeno nazi (Picard 1947: 33-41), que se concretaba en la nada o el vacío de la “nueva raza” (41-86), en la destrucción de la verdad (87-108), en un nuevo orden entre los hombres basado en la sustitución de la realidad por una fuerza destructiva, que se cebaba con los más vulnerables y contra la propia naturaleza (109-158). Un proyecto así se había incubado en distintos agentes culturales, desde la educación, la literatura o la pintura, hasta la propia concepción de la sexualidad (159-194) y se había extendido como un pseudo fenómeno político, una invasión de la historia sin precedentes, desde la nada, el vacío y la ausencia de destino (195-240).

Una denuncia sin fatalismo, con esperanza firme en las posibilidades d la propia cultura americana

Picard realizada esta denuncia convencido de las posibilidades de salvación, porque este fenómeno del nazismo no se había impuesto tan inexorablemente como hubiese pretendido, y siempre encontró resistencia internas (241-244), por lo que existen posibilidades de salvación, especialmente si se vive un cristianismo que recuperar el verdadero centro del hombre, su verdadero valor, frente al hombre desarticulado promovido por el nazismo (245-272).

De una manera explícita Hartman conecta la obra de Picard con otras del autor, especialmente con The Human Face (1936) y La huida de Dios (1962a), todas ellas con el trascendentalismo americano, del que Walt Whitman resulta su exponente más claro (Hartman, 1945: 21).

La dimensión religiosa y vertical de Picard, que puede no sintonizar con algunos lectores actuales, mantiene toda su vigencia frente a la dictadura del instante

Por su parte la edición francesa recibe la acertada versión como L’homme du néant (Picard, 2024), el hombre de la nada. En la introducción de Alya Aglan (2024: 7-18), la autora muestra las raíces culturales de esta resistencia de Picard al nazismo. Destaca, entre otras, su vinculación con el personalismo a través de la figura de Albert Béguin (1901-1957), filólogo y crítico literario que a su vez estuvo en relación con Emmanuel Mounier y Bernanos. Aglan hace ver que la dimensión religiosa y vertical de Picard, que puede no sintonizar con algunos lectores actuales, mantiene toda su vigencia frente a la dictadura del instante que muchas veces padecemos, y que disuelve lo más fecundo de nuestras tradiciones, al atacar continuamente la duración y la lentitud (12).

El trasfondo de Picard permite ver en la figura de Sam Clayton, en su proverbial torpeza, pero en su continua disposición para ayudar al prójimo, ese ser humano que no ha perdido el contacto con el centro mismo de su ser, y que sabe donde se encuentra su verdadera felicidad. Como le escucharemos decir al final de los textos filosófico-fílmicos que comentamos en esta contribución: 

Al final salgo ganando con la gente. Nos habrán quitado la casa pero nos han dado una vida feliz.

 

2.   EL TEXTO FILOSÓFICO FILMICO DE GOOD SAM (XV[4]): EL RELATO DE SAM CLAYTON (GARY COOPER) ACERCA DE SU ENCUENTRO CON EL REVERENDO DANIELS (RAY COLLINS)

No hay nada más noble que ayudarse unos a otros. Pero es incuestionable que lo primero es la felicidad del propio hogar. ¡La virtud está en la moderación!

Fotograma de Good Sam, de McCarey
El relato de Sam Clayton (Gary Cooper) de su encuentro con el reverendo Daniels sorprende a su esposa Lu (Ann Sheridan) al no cumplirse lo que ella había esperado. Imagen 2

El texto filosófico fílmico lo dejábamos con la contribución anterior con la conversación entre Lu Clayton (Ann Sheridan) y el Reverendo Daniels (Ray Collins). Ella había acudido a su Pastor para encontrar ayuda espiritual para resolver sus crisis matrimonial suscitada por el carácter tan acentuadamente generosos y altruista de su marido Sam (Gary Cooper). La primera reacción del religioso fue encomiar el modo de ser de Sam, señalando que

No hay nada más noble que ayudarse unos a otros. Es la única manera de hacer el mundo más feliz.

Sin embargo, a continuación se hacía cargo del conflicto de amores que podía representar.

Pero entiendo su postura. Es incuestionable que lo primero es la felicidad del propio hogar.[5]

Se planea así la necesidad del ordo amoris, como acertadamente señala Gracia Prats-Arolas (2025).

Ante este conflicto el Reverendo Daniels que lo que tiene que recomendar es una mayor equilibro: “¡La virtud está en la moderación!”[6]. Para hacerle llegar este mensaje planea hacerse el encontradizo con él en el club de atletismo. En esta contribución comenzamos analizando la escena en la que se reflejan los resultados de ese encuentro. Podemos anticipar que para nada coinciden con lo que Lu se esperaba.

La gente no se da cuenta de lo mucho que sabe. (Con toda idea) Más personas deberían seguir sus consejos

Vemos a Sam que entra en uno de los dormitorios y se sienta en la cama, con la intención de quitarse los zapatos. Mientras lo hace aparece Lu, con gesto de querer tener mucho cuidado para que Sam le comente su conversación con el reverendo sin sospechar que ella haya podido ser la inductora.

Lu (Con dulzura): “Hay cordero para cenar. ¿Qué has comido hoy?”.

Sam (Mientras levanta el zapato que se acaba de soltar): “Oh, ensalada. Preparan una ensalada deliciosa en el Club. Y un zumo de tomate”.

Lu (Inquiriendo con naturalidad): “¿Has comido solo?”.

Sam (Mientras se desata el otro zapato): “No, con el Reverendo Daniels. (Plano que muestra el gesto de mucha atención de Lu). Le pregunté qué hacía por el Club, y me dijo que el ejercicio no lo hace daño a nadie”.

Lu (Valorando al reverendo): “Sí. Es un hombre muy notable”.

Sam (Un poco sorprendido del comentario): “La gente no se da cuenta de lo mucho que sabe. (Con toda idea) Más personas deberían seguir sus consejos”.

Le vi disgustado. Le está afectando a su salud. Será por eso que ahora va al club para volver a estar en forma

Hasta este momento todo hace pensar a Lu que su plena ha salido de maravilla. Sin embargo, la respuesta de Sam marca una dirección completamente inesperada. Más que recibir la ayuda del Rev. Daniels ha sido él quien le ha tenido que alentar.

Sam (Muy serio, no corroborando lo que acaba de escuchar): «Bueno, la verdad es que lo noté bastante turbado. (Lu hace gesto de no creerlo y camina hacia un lado). Creo que debe tener problemas con su mujer”.

Lu (Tras hacer un respingo): “¿Él? ¿Qué?”.

Sam (En el mismo tono de seriedad): “Le vi disgustado. Le está afectando a su salud. Será por eso que ahora va al club para volver a estar en forma”.

Lu (Contrariada, ella de pie y el sigue medio tumbado en la cama): “Oh. ¿Y qué es lo que te dijo?”.

Sam: “Bueno, no dijo gran cosa. Hablé sobre todo yo”.

Lu (Tocándose la cabeza por detrás): “Oh”.

Sam (Insistiendo): “Parecía turbado e incapaz de expresarse bien”.

Creo que esto es serio, Lu. Tenía que haber visto su cara cuando le sugerí que quizás tú deberías hablar con su mujer para que se arreglasen las cosas. Le conté que tú tenías algunos problemas conmigo, nada importante

McCarey juega con la ironía y el buen humor. En este punto el espectador duda acerca de si lo que está contando Sam es lo que realmente pasó, o si su relato se encuentra muy tamizado por sus propias convicciones. Más adelante, como veremos en esta misma contribución, cuando el Reverendo Daniels acude a casa de los Clayton, la verosimilitud de la versión de Sam aumenta. La hipótesis más probable es que el Reverendo al plantear las tensiones entre Sam y Lu, se diera cuenta de que esa dinámica también podía darse en su propio matrimonio.

Sam (Prosigue): “Creo que esto es serio, Lu. Tenía que haber visto su cara cuando le sugerí que quizás tú deberías hablar con su mujer para que se arreglasen las cosas. (Vemos a Lu en el plano señalándose a sí misma como diciendo, ‘¿yo?’). Sí. (Con Sam en el plano). Le conté que tú tenías algunos problemas conmigo, nada importante. (Lu en el plano, con el gesto de ansiedad de frotase la nuca). ¡Pero eres tan sensata! Noté que algo iba mal cuando dijo (Con Sam en el plano): ‘la felicidad de nuestras mujeres está por encima de todo”. Dijo: “hay que sacrificarlo todo para obtenerla”.

Lu (En el plano). “¿Y tuviste respuesta para eso?”.

Sam (En el plano, sentado en la cama con Lu de pie): “No. Pero le hice una pregunta”.

Lu: “Oh”.

Según la mujer, ¿a cuánto tienen que renunciar el hombre? ¿Hay que consultar con ella antes de tomar una decisión? ¿Cuánto podemos fiarnos de su criterios? Si dependemos demasiado de ella, nos tomará por unos blandos

McCarey sigue jugando a la ironía. Las preguntas que va a formular Sam son perfectamente adecuadas a la problemática que está viviendo con Lu. Pero él las enuncia como si el problema fuese sólo del reverendo. Y la paradoja es grande porque al propio pastor le había pasado lo mismo cuando había hablado con Lu: creía que era un problema sólo de Sam. Ahora se va a mostrar que era un problema común en ambos hogares.

Sam (Muy serio): “Según la mujer, ¿a cuánto tienen que renunciar el hombre? (Lu levanta los ojos). ¿Hay que consultar con ella antes de tomar una decisión? ¿Cuánto podemos fiarnos de su criterios? Si dependemos demasiado de ella, nos tomará por unos blandos. Me refiero a que si queremos dar una limosna a un mendigo, ¿deberíamos llamarle por teléfono primero para pedirle permiso? ¿Qué tontería?”.

Lu (Siguiendo su razonamiento): “Eso parece”.

Sam (Muy serio): “El tema es que si el va a renunciar a cosas por ella, ¿por qué ella no puede ceder un poco y dejarle hacer? Sabía como era antes de casarse. (Lu en el plano). Sabía en lo que se metía, ¿no?”.

Lu (Sacudiendo la cabeza): “Pobre Mrs. Daniels”. (Una expresión que ella se podría aplicar a sí misma. McCarey sigue dejando en la incertidumbre si realmente lo que cuenta Sam es lo que realmente pasó, o simplemente manifiesta su incapacidad para entender el lenguaje delicado e indirecto que empleó el reverendo con él. Más adelante, como hemos señalado, la balanza parece inclinarse del lado de que el reverendo también tenía problemas matrimoniales perfectamente análogos a los de los Clayton).

 

3. EL TEXTO FILOSÓFICO FILMICO DE GOOD SAM (XVI): LA VISITA A LA CASA DE LOS SUEÑOS DE LU PARA ACORDAR SU COMPRA

Los Nelson, a diferencia de los Butler, no son un mero pasivo de la historia, sino que van a contribuir con eficacia a la posible solución del problema que los Clayton tienen con su reducida vivienda de dos dormitorios.

La casa de los sueños de Lu en Good Sam (1948) de Leo McCarey. Imagen 3

Poco amigo de la resolución verbal de los problemas entre los personajes y más partidario de relatar los acontecimientos en la pantalla, McCarey va a dejar que estos fluyan. Y en primer lugar va a completar lo que los Nelson comenzaron el día que cenaron en casa de los Clayton. Es decir, que Mrs. Nelson (Minerva Urecal) pudiera ofrecerles a los Clayton y especialmente a Lu, la casa de sus sueños. De paso podemos volver a considerar que los Nelson, a diferencia de los Butler, no son un mero pasivo de la historia, sino que van a contribuir con eficacia a la posible solución del problema que los Clayton tienen con su reducida vivienda de dos dormitorios. La generosidad de Sam sí parece obtener aquí un inesperado retorno.

Al mismo tiempo comprobamos cuál es el sueño ideal de Lu Clayton. El justo deseo de tener una casa propia se ve acompañado del dictado de confort y lujo propio de una sociedad que aspira a un mayor bienestar, como es la americana de la posguerra.

¡Mi nueva casa! ¡Nos la quedamos! … ¿Espere a ver el interior!

En el plano vemos una casa residencial, amplia, con una fachada exenta y dos pisos de construcción. Mientras suena una música alegre llegar un automóvil. Vemos un hombre que baja con abrigo y sombrero. Se trata de Nelson (Clinton Sundberg). Vemos que a continuación a Lu y a Sam, que de espaldas a la cámara se dirigen a la mansión. Van vestidos con abrigos igualmente. Lu se va a mostrar más expresiva y alegre que en todas las escenas anteriores.

Lu (Se da media vuelta y dice a Nelson con voz eufórica): “¡Mi nueva casa! ¡Nos la quedamos!”.

Mrs. Nelson (Que aparece también con la misma vestimenta que los demás, muy segura del inmueble que está esperando): “¡Espere a ver el interior!”.

Lu (Muy animada): “¡Vamos, Sam! (Avanzan los cuatro, si bien Sam lo hace con unos andares más remisos. Cambio de plano y se ve el interior de la casa, con una decoración muy recargada: vitrina, cortinas, visillos, una mesita con una lámpara, un sillón tapizado con lunares… Lu sigue verdaderamente extasiada): ¿No es precioso? (Mirando por la ventana que parece detrás de ella). ¡Y mira qué vistas! (Se da media vuelta). Sam, pregúntale a Mrs. Nelson cuánto cuesta. (Le apunta con el dedo, para decir con humor). Y que no te time”. (Sam en presencia de Mr. Nelson le hace un gesto con la mano para que rebaje su euforia).

No tendrá problema con él… No está mal, no… Me lo estás poniendo muy difícil

Lu se mueve verdaderamente a sus anchas. Es la primera escena de la película en la que no parece ocupar el espacio que le asigna Sam. Se va hacia un lado, donde se encuentra con Mrs. Nelson a la que indica en referencia a Sam.

Lu (Muy segura): “No tendrá problema con él”. (Mrs. Nelson que sigue llevando el sombrero dentro de la casa al igual que Lu, se sonríe y dirige su mirada hacia Sam. La cámara toma un plano elevado desde detrás de Mrs. Nelson, en el que aparece su marido también de espaldas, aunque algo ladeado, y con Sam al fondo, al principio serio, luego sonriente. No dice nada sino que camina al lado de Mrs. Nelson. Mr. Nelson se da la vuelta. Sam por fin habla).

Sam (Con tenido): “No está mal, no». (Mira hacia Mr. Nelson que tiene rostro serio. Cambio de Plano y vemos a Lu en lo que parece el comedor, con una mesa amplia).

Lu (En el mismo tono admirativo y reconfortado, mira hacia un lado y exclama: “Otra chimenea… (Se la ve en el plano). ¡Y es de verdad!”. (Se ve a los Nelson que sonríen y Sam más inexpresivo debajo de un arco).

Sam: “Me lo estás poniendo muy difícil”.

Oh. No había visto algo igual….  ¿Y tú?… Tampoco. ¡Ni siquiera hay que cambiar el papel de la pared!

Se funde la imagen con la siguiente y vemos a Mrs. Nelson delante y a Lu detrás en lo que es la habitación del dormitorio del matrimonio.

Lu (Encantada): “Oh. No había visto algo igual. (Mrs. Nelson se da la vuelta junto a la cama. Sam y Nelson se encuentran detrás. Lu pregunta a su esposo). ¿Y tú?”.

Sam (Sincero): “Tampoco». (Nelson camina hacia el primer plano. Se acerca a su mujer y le hace un guiño en silencio para comunicarle que considera que él también está convencido. Mrs. Nelson asiente con una sonrisa confiada y sale del plano. Sam acaricia el papel pintado de la pared del dormitorio).

Lu (Siguiendo el gesto de su marido): “¡Ni siquiera hay que cambiar el papel de la pared! (Sam palpa el cabezal de la cama y ella le pregunta, en una clara referencia a la elevada estatura de Gary Cooper). ¿Qué pasa? ¿La cama es muy pequeña? (McCarey apunta una música burlesca y Sam da unos pasos para medir el lecho. Termina de hacerlo y mira a Lu que se encuentra detrás de él). ¿Demasiado corta?”.

Sam (Sincero, pero buen talante): “Un poco”.

Lu (Sonriendo mientras pone la mano en el colchón): “La alargaremos”.

Oh, Sam, mira detrás de ti…. ¡Es el paraíso!

Sam se está progresivamente relajando. El espectador ya sabe que lo que hace que Sam no se muestre tan ufano es que en estos momentos hay dos problemas, como se expuso en una contribución anterior: no tienen liquidez para comprar la casa porque Sam ha prestado lo que tenían ahorrado para comprar una casa a otro matrimonio… con el agravante de que Lu no lo sabe[7]. Sin embargo, no permanece ajeno ni a la belleza de la casa, ni, sobre todo, a la alegría de Lu.

Lu (En el plano, elevando la barbilla): “Oh, Sam, mira detrás de ti. (Él se da la vuelta, ella avanza hacia donde está señalando y Sam la sigue. Se ve una especie de mirador con una cortina, en el centro del cual hay un mueble tocador con un joyero y un espejo. Ella se detiene como arrobada, extasiada. Sam mira hacia la izquierda. Suena la música y ella dice como en una ensoñación): “¡Es el paraíso!”.

 

4. EL TEXTO FILOSÓFICO FILMICO DE GOOD SAM (XVII): EL DURO DESPERTAR DEL SUEÑO DE LU FRENTE A LA MANERA DE SAM DE ENTENDER LA PRIORIDAD DE LA AYUDA AL PRÓJIMO

Sam, nunca encontraremos un lugar más maravilloso. Y te lo prometo recortaré gastos de todas las formas posibles. ¡Este es el mejor regalo que me podías hacer! ¡Es el regalo de mi vida!

Escena del Film Good Sam de 1948
El desconsuelo de Lu al pensar que no va a conseguir la casa de sus sueños por las prioridades de su marido hacia la vida de un no nacido en Good Sam (1948) de Leo McCarey. Imagen 4

Tras el fundido, vemos a los Clayton de nuevo en su casa. La iluminación es mucho más oscura. Volvemos del lugar de los sueños a la realidad cotidiana. Vemos que Lu se está quitando el sombrero delante del espejo del tocador y que Sam entra en la habitación del dormitorio, con gesto más circunspecto, con las manos en los bolsillos del pantalón.

Lu (De lado, mirando hacia el espejo): “Si pienso en el otro tocador no puedo mirarme en éste. (Sam camina detrás de ella cabizbajo y ella se apercibe de ello a través del espejo). Sam, ¿cuál es el problema? ¿Por qué no cerraste el trato allí?”.

Sam (Mientras se sienta en la cama de lado, medio tumbado, agitando las manos con una clara incomodidad): “Oh, no se pueden hacer las cosas así”.

Lu (Se acerca a él, hasta ponerse a su lado): “¿No podemos?”.

Sam (Sin contestar a la pregunta): “Prometió que esperaría”. (Agacha la cabeza).

Lu (Señalándole): “Odio pensar que vas a esperar veinticuatro horas. ¿A qué estamos esperando?. Tenemos más de cinco mil dólares ahorrados. (Se para y se abre la chaqueta, para comenzar a desvestirse). Sam, nunca encontraremos un lugar más maravilloso. Y te lo prometo. (Mientras se quita la prenda). Recortaré gastos de todas las formas posibles. (Lanza la chaqueta hacia el otro extremo de la cama). Y no me regales nada por Navidad. ¡Nada! (Sam la mira fijamente. Lu abre sus manos para explicarse con más expresividad. ¡Este es el mejor regalo que me podías hacer! ¡Es el regalo de mi vida!”.

Esa encantadora pareja que vivía en la puerta de al lado. ¡La echo de menos! ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Se fueron hace ocho meses y ella está tan grande como yo! Si es un niño, le llamarán Samuel. Y si es una niña, Lucille

El énfasis de Lu no encuentra respuesta en Sam. Y McCarey, una vez más, va a preferir una contestación guiada por los acontecimientos que se presentan en la pantalla, que por un mero desarrollo verbal. Aparece Chloe (Louise Beavers), la sirvienta, que entra en la habitación corriendo. Lleva la bata blanca. Ella sí que va a expresar esa empatía de corazón con los Adams, propia de la gente sencilla, que sin embargo no vamos a encontrar en Lu.

Chloe (Muy jovial): “Adivinen quién les ha dejado una nota. (Los dos se quedan mirando). Mr. y Mrs. Adams. (Se queda mirando a Lu). Esa encantadora pareja que vivía en la puerta de al lado. ¡La echo de menos! ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Se fueron hace ocho meses y ella está tan grande como yo! Si es un niño, le llamarán Samuel. Y si es una niña, Lucille. (Mira a cada uno cuando pronuncia su nombre). No podían esperar. Por eso me dejaron esa nota”. (Se la da).

Lu (Mientras la recibe Sam): “Gracias, Chloe”.

Chloe (Educada): “No hay de qué”. (Y sale de la habitación).

Lu (Mirando por encima del papel): “Es confidencial o es dinero?”. (Él entrega el papel a su esposa, quien lee lo que pone). Treinta y nueve dólares y cincuenta céntimos. ¿Por qué te envía ese dinero?”. (Se sienta, mientras Sam sigue recostado en la cama).

Bueno, el verano pasado, cuando no estabas, pasé el tiempo con ellos y tenía problemas… Lu, ellos pensaron mucho si tener o no tener el pequeño. Pero ahora lo van a tener

Sam va a comenzar a revelar a Lu el secreto que no se había atrevido a revelarle hasta el momento. Emerge en este momento lo que se debe presentar como la diferencia entre las prioridades de uno y otro esposo. Mientras Lu ha mostrado que su sueño está en una gran mansión que les permita llevar una vida familiar en las debidas condiciones, Sam es alguien que responde hacia las necesidades del prójimo, y todavía de una manera más radical, que responde hacia el imperativo de proteger la vida humana, la apertura de las familias a la vida, a los hijos.

Sam (Explicándose): “Bueno, el verano pasado, cuando no estabas, pasé el tiempo con ellos y tenían problemas”.

Lu (Regresando del tono ensoñador que la ha caracterizado en las últimas escenas a su habitual ironía): “¿Y qué hizo el bueno de Sam? Dijo: ‘no busquéis más. Yo lo cubriré todo. Vuestros treinta y nueve cincuenta. (Y los lanza sobre la cama con énfasis). Vale. Se los prestaste y te los devuelven. ¡Está bien!”[8].

Sam (Entrando ya de lleno en el fondo de la cuestión): “Lu, ellos pensaron mucho si tener o no tener el pequeño. Pero (señala alegre con el dedo)… ahora lo van a tener”.

Lu (Irónica, sin expresar empatía con lo que acaba d escuchar). “¡Ooooh!”.

Las cosas no les habían ido muy bien. Sin dinero y sin trabajo. Y tuvieron la oportunidad de conseguir un sitio en la carretera 72, por donde pasan muchos camiones

Una vez más, Sam aparece cómo alguien que se interesa por la vida de los demás, y de una manera muy especial por la importancia que tienen la familia y los hijos. Lo vimos en una escena anterior cuando preguntaba a una cliente por los dientes de su bebé, y a otra, a la que había conocido en la boda de la anterior, por lo estudios de su hijos mayor[9]. Ahora con más intensidad todavía, relata cómo se puso en el lugar de los Adams cuando eran sus vecinos.

Sam (Mira hacia abajo con actitud reflexiva y compasión): “Las cosas no les habían ido muy bien. Sin dinero y sin trabajo. Y tuvieron la oportunidad de conseguir un sitio en la carretera 72, por donde pasan muchos camiones. (Hace un gesto con la mano, casi infantil, para representar la circulación de los camiones). Es un buen cruce, y les ha salido muy bien. (Vemos a Lu en el plano con gesto de preocupación).

Lu (Mientras arruga la frente): “¿Con treinta y nueve cincuenta?[10]. ¿Qué tenían? ¿Un campo de cacahuetes?”.

Sam (Serio, sin entrar en la broma): “¡Oh, no! Una gasolinera! (Lu le mira crecientemente preocupada). Hay mucho dinero metido. Hacía falta para montarla”. (Una música triste acompaña la mirada de Lu).

Lu: “¿Cuánto les has dado?”.

Sam (Sin querer todavía responder, con un tono muy animado, mostrando lo razonable de la inversión en ese negocio): “Se trata de un cruce importante. Está en la 72, hay otra aquí y… (intenta gesticular con las manos para explicarse y Lu le detiene).

Lu: “Sam, por favor”.

No te preocupes. Nos lo devolverán… “Bueno, justo cuando iban a devolverlo, detrás de la gasolinera construyeron una pequeña… “¿Una casa? Sam, les diste el dinero de la casa…

La actitud tan optimista de Sam, un tanto forzada, hace temer a Lu lo peor, e intenta confirmarlo sin rodeos. Comienza a barruntar que sus sueños están gravemente amenazados por la imposibilidad de hacerse realidad.

Sam (Eludiendo la respuesta, manteniendo el tono positivo): “No te preocupes. Nos lo devolverán. ¿Adivinas cuántos camiones pasan? Lo estuvimos contando, y te sorprenderías”.

Lu (Firme): “¿Cuánto les has dado?”.

Sam: “Bueno, justo cuando iban a devolverlo, detrás de la gasolinera construyeron (gesticula)… una pequeña …”.

Lu (Interrumpiéndole dolorida): “¿Una casa?”.

Sam (Preocupado, en el plano): “Sí, pero no como te imaginas”.

Lu (En el plano, ya constatando la dura realidad de los hechos): “Sam, les diste el dinero de la casa…”.

Sam (En un plano americano de los dos sentados en la cama frente a frente): “Lu, esta gente se lo merece, son responsables…”.

¡Oye, deja que te explique! Cariño, crees que los niños tienen derecho a nacer, ¿no?… ¡No me eches en cara lo de su hijo! ¿Y el niño que hará? ¿Venderá periódicos y así nos pagará? Si la gente quiere hijos, que piense antes en cómo alimentarlos

Una vez ya se ha dado cuenta de lo que ha hecho Sam, Lu se derrumba. Su sueño le parece definitivamente imposible. Vemos otra Lu, ni la irónica, ni la extasiada. La Lu hundida.

Lu (Sollozando): “¡Oh, Sam, no!”.

Sam: “¡Oye, deja que te explique, cariño! (Mientras acaricia su espalda. Ella no puede evitar llorar a mares y seca sus lágrimas con un pañuelo. Él expone sin dudar, su argumento de fondo que a ella no le conmueve). Cariño, crees que los niños tienen derecho a nacer, ¿no?”.

Lu (Exasperada ante la afirmación de Sam): “¡No me eches en cara lo de su hijo! Ahora entiendo lo de pensarlo veinticuatro horas. ¿Para qué hacerlo? Serán más bien veinticuatro años. (Vuelve a su ironía). ¿Y el niño que hará? ¿Venderá periódicos y así nos pagará? ¡Oh, Sam! (Se vuelve a tumbar). Si la gente quiere hijos, que piense antes en cómo alimentarlos”.

Sam (En el plano, compungido: “Bueno, sé que no estuvo bien no haberte consultado, pero era una emergencia. Estabas en el campo con tu madre[11]”.

Lu (Con su rapidez característica, en el plano llorando, con Sam): “¿No había teléfonos?”.

El ser frágil cuenta con nosotros, espera nuestro socorro y nuestra ayuda, confía en que cumpliremos nuestra palabra. En resumen, una promesa tácita crea el vínculo entre la llamada de lo frágil y la respuesta de la responsabilidad. Este vínculo de confianza es fundamental

El enfado ha sacado la peor versión de Lu. Sus expresiones cínicas sobre cómo cada familia debe gestionar el traer hijos al mundo parece ignorar o negar una máxima superior de la que todos participamos como humanidad y que, desde luego, Sam participa plenamente. McCarey hace suyo el principio explicitado por Paul Ricoeur, no diferenciando entre el niño antes y después del nacimiento[12].

Contemplad a un niño que nace: por el solo hecho de estar ahí, obliga. Lo frágil nos hace responsables. ¿Y qué significa, entonces, la obligación? Esto: cuando lo frágil es un ser humano, un ser vivo, se nos entrega confiado a nuestros cuidados, se pone bajo nuestra custodia. Cargamos con él. Considerad con atención esta metáfora de la carga. No se ha de subrayar tanto el aspecto de fardo, de peso asumido, cargado sobre nuestras espaldas, como el aspecto de la confianza: algo —alguien— se confía a nuestros cuidados. El ser frágil cuenta con nosotros, espera nuestro socorro y nuestra ayuda, confía en que cumpliremos nuestra palabra. En resumen, una promesa tácita crea el vínculo entre la llamada de lo frágil y la respuesta de la responsabilidad. Este vínculo de confianza es fundamental. Es importante que lo situemos por encima de la sospecha, que es verdaderamente lo contrario a esto. Está íntimamente ligado al requerimiento, a la conminación, al imperativo del principio de responsabilidad[13]. (Ricoeur & Aranzueque Sahuquillo, 1997: 76-77).

Bueno, el banco se lo había negado porque no tenía crédito y pensé que me lo devolvería antes de que… Antes de que lo descubriera. ¡Estoy harta de que ayudes a la gente a mis espaldas! ¡No eres más que un buen samaritano deshonesto y falso!

Insistimos en que no es que McCarey carga las tintas de una manera maniquea entre la humanidad de Sam y la inhumanidad de Lu. Simplemente ella está enfadada. Pero más adelante Sam explicará con sencillez su distinta manera de concebir la felicidad con respecto a ella. Algo que viene a poner la diferencia entre una sociedad materialista, que incida cada vez más sobre el consumo (con respecto a lo cual Lu es más vulnerable) y una sociedad que pone por delante el valor de la persona y el misterio de la vida (hacia lo que Sam se encuentra más decantado, aunque hacia el final de la película experimente también sus dudas y vacilaciones).

Sam (Sin contestar a la objeción de Lu acerca de por qué no llamó por teléfono: “Bueno, el banco se lo había negado porque no tenía crédito y pensé que me lo devolvería antes de que…”.

Lu (Cortándole): “Antes de que lo descubriera. ¡Estoy harta de que ayudes a la gente a mis espaldas! ¡No eres más que un buen samaritano deshonesto y falso!”.

Sam: “¡Lu!… (Y le toma la mano). Son buena gente y estaban desesperados”.

Lu (Inconsolable): “¡Oh! ¡Cállate! ¡Márchate y déjame sola!». (Se tumba y sigue llorando).

Lu: “Y ella también. (Llaman a la puerta. Ella sigue llorando). ¡No me lo creo!”.

 

5. EL TEXTO FILOSÓFICO FILMICO DE GOOD SAM (XVIII): LA IRRUPCIÓN DEL REVERENDO DANIELS Y LA RENOVACIÓN DEL SENTIDO DE LA DONACIÓN TAMBIÉN POR LU

Las sorpresas nos convierten en sujetos sin pretensiones, siempre abiertos, sujetos que asumen el riesgo de no saber, el riesgo de perderse, de ser privados de nuestras seguridades, de colapsar en nuestro centro más íntimo, petrificados/as; aturdidos/as, galvanizados/as, depende

Good Sam (1948)
La invitación a los Clayton del reverendo Daniels (Ray Collins) a participar en un acto benéfico en un momento delicado de su relación en Good Sam de Leo McCarey. Imagen 5

Como es su habitual proceder, McCarey no resuelve la controversia por medio de la confrontación verbal. Sabe que en estos casos las palabras difícilmente llegan a la dimensión cordial de los acontecimientos. Algo que en nuestros días ha desarrollado la fenomenóloga Natalie Depraz[14]. La inexorabilidad de los acontecimientos en la que trabaja el director[15] incluyen siempre este factor de sorpresa, como si la trama, yendo más allá de ella misma, contagiara una esperanza en el sentido de la vida y de los sucesos que la componen, más allá de nuestros primeros esquemas. Así lo explica Natalie Depraz.

… las sorpresas nos convierten en sujetos sin pretensiones, siempre abiertos, sujetos que asumen el riesgo de no saber, el riesgo de perderse, de ser privados de nuestras seguridades, de colapsar en nuestro centro más íntimo, petrificados/as; aturdidos/as, galvanizados/as, depende. La sorpresa, pequeña o grande, me enfrenta a lo incomprensible y me impone la ausencia de sentido, aunque signifique arrebato, vértigo, desesperación. (Depraz 2023: 27).

[Y como consecuencia:] La sorpresa nos hace salir de nosotros/as mismos/as. Y como resultado, nos obliga a enfrentarnos con la alteridad. Al otro, por supuesto, pero también a ese otros en Nosotros/as que es nuestro otro más íntimo y al que a menudo conocemos muy poco. (Depraz, 2023: 33).

Bueno, qué agradable sorpresa… Pasaba por aquí y me pregunté cómo le iría a los Clayton esta tarde de domingo

En efecto, la discusión entre Sam y Lu tenía pocas posibilidades de llegar a algún lugar, si ellos no hicieran un esfuerzo por encontrar el lugar del otro. Prácticamente todo lo que le espera al desarrollo de la película puede ser leído desde esta perspectiva. Serán los acontecimientos lo que les sorprendan y les hagan ver los auténticos contornos de su corazón.

Vemos a Sam en el plano que sale de la habitación y camina hacia la puerta. La cámara enfoca la puerta a continuación. Sam se acerca. Mira subiendo los visillos que cubren los pequeños ventanales que hacen de mirillas. Hace un chasquido de frustración. No esperaba la visita que ha atisbado y tampoco le apetece en estos momentos. Pronto vemos el porqué. Abre la puerta y aparece el reverendo Daniels (Recordamos, Ray Collins) con una caja. Se queda un tanto parado ante la falta de reacción acogedora de Sam.

Reverendo Daniels (En adelante RD): “¡Hola!”.

Sam (Intentando ser amable, o quizás viendo el sentido positivo de lo no esperado): “Bueno, qué agradable sorpresa”.

RD (Justificándose): “Pasaba por aquí y me pregunté cómo le iría a los Clayton esta tarde de domingo”. (Se ríe… Sam sigue sin reaccionar con naturalidad y el pastor le alarga la mano para saludarle. Viste con clériman y sombrero).

Sam (Le aprieta la mano y le dice): “Bien, pase”.

Sí. Creo que no tendremos más problemas. Le hablé de nuestra conversación y lo entendió. Comparte su criterio. Le conté la historia de pedir permiso para dejar unas monedas en el sombrero de un mendigo

Se produce un fundido de escenas y a continuación vemos al reverendo Daniels sentado en el sofá del salón, y a su lado en otro sillón a Sam, que sigue haciendo gesto de contrariedad. No consigue sacudirse del todo, como resulta lógico, el pesar de su desencuentro y su disgusto con Lu.

RD (En un tono confidente, pero con una observación que no puede ser en estos momentos más extemporánea[16]): “Bueno, les estuve observando por el rabillo del ojo esta mañana y me he alegrado mucho de verlos tan felices”.

Sam (Juntando las manos, conteniendo su turbación): “Sí. Muy felices”. (La cámara se acerca a los dos. Sam retoma la conversación mantenida con el reverendo, lo que hace más verosímil su lectura de que efectivamente el reverendo también estaba en una situación matrimonial más delicada). ¿Y cómo les va a usted y a su mujer?, ¿va mejor?”.

RD (Enfático): “Sí. Creo que no tendremos más problemas. Le hablé de nuestra conversación y lo entendió. Comparte su criterio. Le conté la historia de pedir permiso para dejar unas monedas en el sombrero de un mendigo”.

Sam (Sincero y aliviado de verse relevado de este compromiso dadas las circunstancias): “Me alegro. Ya no habrá necesidad de que Lu tenga que insistir”.

Nos dimos cuenta de que las disputas domésticas eran tontas. Cada uno debe intentar comprender el otro punto de vista. Un simple diálogo sobre un problema y todo se ilumina como un… Un relámpago

Ahora podemos recapitular para leer adecuadamente lo que pasó en la conversación entre Sam y el Reverendo. Probablemente el reverendo sondeó a su mujer antes de ir a hablar con Sam. Y se dio cuenta de que tenía un problema muy análogo al matrimonio de los Clayton. Primera sorpresa. Por eso Sam lo encontró atribulado en el club. Segunda sorpresa. Los planteamientos de Sam le sirvieron de ayuda al pastor. Incluso Le podría ayudar a su esposa a entenderlos. Tercera sorpresa. La cuarta, y mayor que todas las demás, es que la estrategia funcionó y el reverendo se encuentra más aliviado. Ahora vierte su experiencia de superación del conflicto que puede ser de ayuda para Sam. Si no fuera abusar de la paciencia del lector estaríamos tentados de presentarla como una quinta sorpresa.

RD (Serio, coincidiendo con Sam): “No. Creo que no será necesario. Nos dimos cuenta de que las disputas domésticas eran tontas. Cada uno (levanta la mano) debe intentar comprender el otro punto de vista. Un simple diálogo sobre un problema y todo se ilumina como un…”.

Sam (Brindándole la palabra): “Un relámpago”. (El reverendo Daniels se queda algo confuso con la contundencia de la afirmación, lo cual puede reintroducir la duda de hasta qué punto está siendo del todo sincero sobre su relato, o está intentando ayudar a Sam. Nos parece más armónico aceptar las sorpresas y entender la confusión del reverendo como un gesto de no tenerlo todo tan controlado como la expresión de Sam parece sentenciar).

Contemplad a un niño que nace: por el solo hecho de estar ahí, obliga. Lo frágil nos hace responsables. ¿Y qué significa, entonces, la obligación? Esto: cuando lo frágil es un ser humano, un ser vivo, se nos entrega confiado a nuestros cuidados, se pone bajo nuestra custodia

La presencia del pastor le va a permitir a Sam intentar confirmar que su criterio es el acertado. Es decir, si hace bien en seguir el criterio de Ricoeur con respecto al niño bajo el corazón de su madre.

Contemplad a un niño que nace: por el solo hecho de estar ahí, obliga. Lo frágil nos hace responsables. ¿Y qué significa, entonces, la obligación? Esto: cuando lo frágil es un ser humano, un ser vivo, se nos entrega confiado a nuestros cuidados, se pone bajo nuestra custodia. (Ricoeur & Aranzueque Sahuquillo, 1997: 76).

Así se lo pregunta al eclesiástico.

Sam (Muy serio, aunque enunciando el principio con una cierta torpeza): “Reverendo Daniels, ¿cree que las mujeres deben ser madres?”.

RD (No tan contundente como Sam podría esperar): “Es lo natural cuando… Bueno, en las debidas circunstancias, claro…”.

Sam (Sintiéndose reforzado): “Es lo que pensaba. Por eso dejé algo de dinero a mis primeros vecinos”.

¿Por qué eres tan bueno, Sam? Eres un benefactor público… Bueno, yo sólo me detuve por una buena razón realmente. Algo que Sam y yo… bueno y él dijo que usted también estaría interesada

La cámara se sitúa ahora desde la espalda del reverendo Daniels, con Sam a su lado que se gira. Se escucha la voz de Lu. Si irrupción va a ser una nueva sorpresa… especialmente para ella.

Lu (Su voz, con un tono algo distinto de cuando llamó a su esposo “buen samaritano deshonesto y falso”): “¿Por qué eres tan bueno, Sam?”. (Sam hace un gesto de disimulo, de no saber, al reverendo Daniels y se levanta en dirección a su esposa, que, inmediatamente, aparece en el plano). Eres un benefactor público. (Sam la intenta parar ante la presencia de su pastor, y ella misma ve al reverendo Daniels y rápidamente comprende). Ah. (Y se sienta en una silla que está al lado de la puerta por la que ha entrado en el salón, en la que cae casi como derribada por la impresión). Hola, reverendo Daniels”.

RD (En el plano, sonriendo algo contrariado mientras se acaricia las manos algo nervioso): “Hola”.

Lu (Recomponiéndose en sus formas educadas): “Siempre es un placer verle”.

RD (De nuevo justificándose): “Bueno, yo sólo me detuve por una buena razón realmente. Algo que Sam y yo… bueno y él dijo que usted también estaría interesada… Es…”. (Y vacila en continuar mientras mueve las manos… La cámara enfoca desde las espaldas del pastor, con Sam y Lu de frente).

Lu (En el plano con su proverbial rapidez de palabra e ironía): “¿Y ahora mismo ya no se acuerda? (Recurriendo al absurdo). ¿Un fajín para enanos, quizás?”. (Sam le toca el hombro para que se modere y se ríe, y también lo hace el reverendo).

¡No! ¡No! Es una venta de caridad. Y Sam ha propuesto sus servicios como gitana echadora de cartas. Él hará de charlatán de feria.  Se puede hacer mucho dinero leyendo el futuro

Quizás la propuesta viniera de algún momento de la conversación el club que Sam no ha contado a su esposa. Y quizás también forme parte del juicio del pastor la consideración que si Sam es una persona caritativa, solidaria, su esposa tampoco deja de serlo. Lo que en cierto modo anticipa con algo de profecía el mensaje final de la película.

RD (Aceptando la broma): “¡No! ¡No! Es una venta de caridad. (La cámara lo enfoca señalándole, en relación con Lu). Y Sam ha propuesto sus servicios como gitana echadora de cartas”.

Lu (En el plano, con Sam de pie, un tanto sorprendida): “Oh”.

RD (Por Sam): “Él hará de charlatán de feria. (Sam, al que la cámara apunta con Lu a su lado, hace el gesto de mesarse unos largos bigotes, mientras ella le mira. El pastor se expresa de un modo un tanto inesperado). Se puede hacer mucho dinero leyendo el futuro. (La cámara de nuevo le enfoca, y hace un gesto a Sam). Eh, enséñale ese precioso disfraz que tienes, Sam. (Señala a la caja que ha traído. Sam la coge con dudas. Mira a Lu. Va a entregársela, cambia de idea y da media vuelta).

Sam (Al reverendo): “No, usted».

RD (Insistiendo): “¡Oh, no! ¡Adelante!”.

Sam (Señalándole para que lo abra él). “No”.

¡Es un disfraz muy bonito! ¿No es precioso? Estará usted genial de gitana…. Sí. Ellas no tienen casa, ¿verdad?

McCarey representa muy bien a través del forcejeo por quién enseña el disfraz que ninguno de los dos acaba de tener claro cuál pueda ser la reacción de Lu. Hay algo de apuesta de riesgo, de confiar que el afán solidario o caritativo de Mrs. Clayton no está agotado por el cansancio que experimenta ante la continua dadivosidad de Sam. Y no lo estará, siempre no podrá evitar destilar unas gotas de amarga ironía.

RD (Cediendo): “¿Yo? Bueno. ¡Es un disfraz muy bonito! (Lu mira con gesto triste y contrariado. Vuelve el plano a Sam y al reverendo Daniels, ambos de espaldas. El pastor saca el disfraz mientras Sam sonríe a su mujer. Es un vestido con muchas lentejuelas que acerca a Lu). ¿No es precioso? (Se da media vuelta y lo exhibe). Estará usted genial de gitana”.

Lu (Cáustica, una vez más): “Sí. Ellas no tienen casa, ¿verdad?”. (Mira a Sam que se gira nervioso, mientras el reverendo estira el vestido por delante de él).

 

6. EL TEXTO FILOSÓFICO FILMICO DE GOOD SAM (XIX): LA AMARGURA DE LU POR LA GENEROSIDAD DE SAM LE LLEVA A SER MUY DURA CON SIRLEY MAE (JOAN LORRING) Y CON SU HERMANASTRO CLAUDE (DICK ROSS)

¡Eh! Antes de que entres, ¿tienes quince minutos más para estar conmigo? Me encantaría, Claude, pero es muy tarde… No son más que las seis en Australia. Sólo un rato, por favor

El juicio temerario de Lu sobre Shirley Mae (Joan Lorring) es escuchado por ella y por Claude (Dick Ross) en Good Sam (1948) de Leo McCarey. Imagen 6

A pesar de que Lu acepta participar en la función benéfica, su herida con respecto a lo que ella ya vaticina como pérdida de la casa de sus sueños por el excesivo carácter benefactor de Sam sigue sangrando. En una de las escenas más duras de la película, realizará juicios temerarios contra Shirley Mae (Joan Lorring) que la ofenderán profundamente. Y de nuevo los hechos inesperados y sorprendentes le reconducirán hacia una mayor cordura.

Plano oscuro del pasillo de salida que se encuentra al otro lado de la casa de los Clayton. Se ve a Chloe vestida de ropa de calle con abrigo, y junto a ella a Claude (Dick Ross) y a Shirley Mae (Joan Lorring). Parece de noche.

Claude (A la sirvienta): “Buenas noches, Chloe”.

Chloe (Mientras sale, indicándoles que les ha tenido que esperar): “En adelante, tendrán que volver más temprano”.

Shirley Mae (Determinada): “Lo haremos”.

Chloe (Avanzando un poco más): “¡Oh!”.

Shirley Mae (Se ríe): “Buenas noches, Chloe”.

Claude: “Hasta mañana”. (Claude sale. A Shirley Mae): “¡Eh! Antes de que entres, ¿tienes quince minutos más para estar conmigo?”.

Shirley Mae (Comedida): “Me encantaría, Claude, pero es muy tarde”.

Claude (Con buen humos): “No son más que las seis en Australia. Sólo un rato, por favor”.

Shirley Mae (Concesiva): “De acuerdo”.

Me gustas mucho, Claude, pero los Clayton han sido muy buenos y no quiero ponerlos a prueba. Realmente no me conoces de nada… ¡Pero lo estoy intentando lo mejor que puedo!

La escena presenta con claridad que algo se está dando entre los jóvenes: han llegado tarde a la casa por estar juntos y todavía desean estar compartiendo un tiempo más. McCarey quiere dibujar a continuación con claridad que se trata de una relación noble por ambas partes. Especialmente Shirley Mae no quiere abusar de la hospitalidad de los Clayton. Vemos que se han sentado en una especie de banco que hay junto a la ventana del corredor de salida posterior de la casa.

Claude (Acercándose a ella): “Deberíamos aprovechar más estos momentos”.

Shirley Mae (Muy considerada): “Es mejor que no, Claude. A tu hermana no le gustaría”.

Claude (Resuelto): “No pienses en mi hermana… ¿Por dónde iba? (Pronuncia palabras con tono enamorado).  Tu pelo, tus ojos, tus labios… ¡Y esa sonrisa radiante!”.

Shirley Mae (Abrumada por tanta expresión de admiración): “¡Para ya…!”.

Claude (Incrementando el calor de sus palabras): “Recorrería el mundo por esa sonrisa. ¿Te he dicho que subiría montañas?”.

Shirley Mae (Con dulce ironía): “Y que cruzaríamos océanos”.

Claude (Insistiendo con inocencia): “¿Y que te llevo dentro de mí? (Ella asiente). ¿Y no te impresiona?”.

Shirley Mae (Ríe halagada): “Me gustas mucho, Claude, pero los Clayton han sido muy buenos y no quiero ponerlos a prueba. Realmente no me conoces de nada”.

Claude (Sincero): “¡Pero lo estoy intentando lo mejor que puedo!”.

Sam, H.C. me ofreció mi antiguo empleo para ir a Europa en primavera. Eso, claro, si te parece bien. Es una oportunidad de oro para ahorrar dinero, y sólo estaré fuera tres o cuatro meses

La escena romántica muestra a dos almas que se expresan con inocencia y que desean obrar con rectitud, a pesar de que sus conductas, especialmente en lo relativo a Shirley Mae puedan dan que pensar lo contrario. Por eso la escena siguiente supone una contraposición inesperadamente cruel. Se oyen ruidos dentro de la casa, a la altura de la otra puerta de la cocina. Shirley Mae hace un gesto de detener a Claude para que no siga hablando.

Shirley Mae: “¡Sssh…! ¿Quién será?”.

Claude: “Oh, atrapados… No te muevas”. (En el plano interior se ve a Lu vestida con el disfraz de gitana y a Sam con el de charlatán de feria, que entran por la puerta que conecta la cocina con el comedor. Encienden la luz).

Sam (Viendo que Lu se acerca al fogón de la cocina): “¿Habías hecho café?”.

Lu (Cogiendo la cafetera): “Creí que sería una buena idea. Sabíamos que llegaríamos tarde”.

Sam (Como reprochándoselo): “No has dicho nada de vuelta a casa. (Un poco celoso). Diría que te lo pasaste bien bailando con H.C[17]. ¿Estoy en lo cierto?”.

Lu (Seria, todavía preocupada por la merma económica que han experimentado con el préstamo a los Adams): “Sam, H.C. me ofreció mi antiguo empleo[18] para ir a Europa en primavera. Eso, claro, si te parece bien. Es una oportunidad de oro para ahorrar dinero, y sólo estaré fuera tres o cuatro meses”.

Podemos ir tirando con el sueldo que tú ganas. Lo hemos hecho hasta ahora…  pero así nunca tendremos nuestra casa…

La afirmación de Lu pone de relieve el tipo de relación que tienen. No es que ella haya dejado de trabajar por sumisión al marido, sino porque voluntariamente ha querido hacer posible una vida familiar más enriquecida con su presencia mayor en el hogar. Eso hace más fundado su reproche acerca de que tanta beneficencia con los demás por parte de Sam, no sea ecuánime con respecto a las renuncias de Lu.

Sam (Disgustado por la posible separación): “¡Olvídalo!”.

Lu (Mirando a sus espaldas, con cierto enfado): “¿Eso es lo que piensas?”.

Sam (Firme): “Pues claro que sí”.

Lu (Con los brazos en jarras): “No entiendo por qué te pones así… si aquí apenas nos vemos. Si me voy harás lo que quieras. Puede que sea un lastre para ti. Piensa en todas las empresas en las que podrías entrar. (Plano de Claude y Shirley Mae que se ríen por lo que están escuchando). Si acepto este trabajo podría cambiar todo mi vestuario. Gastos ilimitados y un buen sueldo. (De nuevo ellos dos en el plano, ella con los brazos cruzados, que mira a Sam. Están de lado, pero a ella se le ve más la cara). Me voy a Europa”.

Sam (Se da media vuelta y se sienta cabizbajo frente a la cámara): “No te culpo por sentirte así. No quiero que trabajes”.

Lu (Acercándose en un tono desafiante): “No quieres, ¿eh?”.

Sam: “No”.

Lu (Detrás, apoyándose en el respaldo de la silla): “Podemos ir tirando con el sueldo que tú ganas. Lo hemos hecho hasta ahora. (Sam se gira), pero así nunca tendremos nuestra casa”.

Sam (Interrumpiéndola): “Sé cuánto te importa la casa, pero…”.

Cualquier chica que intenta suicidarse porque un hombre casado la plantó con un palmo de narices… no es la mujer ideal para una relación, si siquiera para mi hermano

La reacción de Lu intenta explicar que no es estrictamente que desee una casa que le ha fascinado lo que motiva su actitud. Es que Sam no parece valorar la intimidad familiar y concibe el propio hogar como un lugar de acogida de los necesitados. Y eso supera sus propias capacidades. Pero por ese camino se desliza por una pendiente de reproches injustos que los paga en primer lugar Shirley Mae.

Lu (Interrumpiéndole): “¡Oh! No es solo por la casa. Es por todo. Todos los problemas en los que me has metido. ¡Empiezo a perder la cabeza! ¡No lo resistiré!”.

Sam (Poco receptivo): “¿Problemas? Dime cuáles, por ejemplo”.

Lu (Indignada): “¿Problemas? ¿Cómo que cuáles por ejemplo? (Chillando). Pues Shirley Mae, por ejemplo. (Plano de Claude y la chica: ella mira asustada al escuchar su nombre). Tú has traído a esa magdalena de tu departamento. ¿Y cómo te agradece tu amabilidad? (Plano de Sam y de Lu en jarras). ¡Echándole el guante a mi hermano! ¡Oh! Claude tampoco es un ángel. Pero te aseguro que no me mantendré al margen, viendo como ese gato callejero le engatusa. (Plano de Claude que quiere levantarse y Shirley Mae le para). Mi madre se revolvería en su tumba”.

Sam (Dudándolo): “¿Tú crees?”.

Lu (Con dureza): “Cualquier chica que intenta suicidarse porque un hombre casado la plantó con un palmo de narices (Plano de Sam muy contrariado junto a Lu)… no es la mujer ideal para una relación, ni siquiera para mi hermano”.

Dignidad ontológica y dignidad moral

El juicio condenatorio de Lu contrasta con la mirada esperanza de Sam, que nunca dejó de ver esperanzadamente a Shirley Mae. Se trata de una mirada más justa hacia la dignidad y la debilidad de la persona humana, tal y como con claridad expresa la Declaración Dignitas infinita.  

Todo esto nos lleva a reconocer la posibilidad de una cuádruple distinción del concepto de dignidad: dignidad ontológicadignidad moraldignidad social y finalmente dignidad existencial. El sentido más importante permanece […] vinculado a la dignidad ontológica que corresponde a la persona como tal por el mero hecho de existir y haber sido querida, creada y amada por Dios. Esta dignidad no puede ser nunca eliminada y permanece válida más allá de toda circunstancia en la que pueden encontrarse los individuos. Cuando se habla de la dignidad moral se refiere, como se acaba de considerar, al ejercicio de la libertad por parte de la criatura humana. Esta última, aunque dotada de conciencia, permanece siempre abierta a la posibilidad de actuar contra ella. Al hacerlo, el ser humano se comporta de un modo que “no es digno” de su naturaleza de criatura amada por Dios y llamada a amar a los otros. Pero esta posibilidad existe. Y no sólo eso. La historia nos atestigua que el ejercicio de la libertad contra la ley del amor revelada por el Evangelio puede alcanzar cotas incalculables de mal infligido a los otros. Cuando esto sucede, nos encontramos ante personas que parecen haber perdido todo rastro de humanidad, todo rastro de dignidad. A este respecto, la distinción introducida aquí nos ayuda a discernir con precisión entre el aspecto de la dignidad moral, que de hecho puede “perderse”, y el aspecto de la dignidad ontológica que nunca puede ser anulada. (Dicasterio-para-la-doctrina-de-la-fe, 2024).

Claude, siento que te hayas enterado así. Esperaba contártelo con mis propias palabras. Probablemente me habría dejado en mejor lugar

Con sencillez, Sam realiza una defensa incondicional de Shirley Mae, cuya vida y circunstancias conoce mejor que su esposa. Está plenamente convencido de que sus posibles errores en modo alguno empañan la dignidad ontológica de su persona.

Sam (Firme). “No creo que tu hermano consiga una chica mejor. Tu hermano saldrá ganando si le echa el guante. (Plano de Claude y Shirley Mae). Si ella se casa con él, le hará un gran favor a tu familia”. (De nuevo los jóvenes en el plano).

Lu (Igualmente firme en su posición): “No te desvíes del tema. ¿Quién le pedirá que se vaya? ¿Tú o yo?”. (Sam va a decir que él cuando se oye abrir la puerta de la cocina que conduce a la salida posterior de la casa. Se ve a Shirley Mae que camina y a Claude a su espalda. A continuación plano de Sam y de Lu completamente planchados).

Shirley Mae (En el plano al joven): “Claude, siento que te hayas enterado así. Esperaba contártelo con mis propias palabras. (Plano de Sam compungido y de Lu contrariada). Probablemente me habría dejado en mejor lugar”. (Plano de Sam y de Lu, y Shirley Mae corriendo delante de ellos. Pasa Claude detrás de ella y mira a su hermana, moviendo la cabeza. Se oye el timbre de la puerta).

Lu (A Sam, expresando su vergüenza, y, quizás ya su arrepentimiento): “Mira lo que me has hecho decir”.

Sam (Perplejo): “¿Yo?”.

 

7. EL TEXTO FILOSÓFICO FILMICO DE GOOD SAM (XX): LA PROVIDENCIAL APARICIÓN DE JOE ADAMS (TODD KARNS) Y DE SU ESPOSA (CAROL STEVENS) DEVOLVIENDO CON GENEROSIDAD EL PRÉSTAMO

¿Sabe? Sam Clayton es el mejor amigo que tengo. Si no fuera por Sam, mu mujer no iría a tener un bebé… A mis amigos y benefactores. ¡Dos corazones de oro! Vamos, gitanilla

La correspondencia de los Adams con la generosidad de Sam refuerza su confianza en las personas y provoca el arrepentimiento de Lu en Good Sam (19489 de Leo McCarey. Imagen 7

De nuevo la situación límite a la que los Clayton han llegado a través del intercambio de palabras, McCarey la va a desbloquear por medio de un acontecimiento inesperado y providencial. Esta vez sí Claude sí responde al timbre de la puerta. Y los vemos en la entrada principal de la casa de los Clayton. Abre la puerta y vemos aparecer a los Adams.

Joe Adams (Todd Karns): “Buenas noches”.

Claude (Que no los conoce): “¿Qué hay?”.

Joe Adams (Desenvuelto): “Somos los Adams, sus antiguos vecinos”.

Claude (Amable): “¿No quieren entrar?”.

Joe Adams (Educado): “Gracias”. (A su esposa, interpretada por Carol Stevens, mostrando una teatralidad que puede ser fruto de estar un poco ebrio). ¿Quiere entrar, señora? (Se le ve pasar al salón. Joe se sigue dirigiendo a su esposa). Tranquila, con cuidado. (Ella se sienta en el sofá y él se quita el sombrero). Somos viejos amigos de los Clayton. Estamos un poco bebidos”.

Mrs. Adams (Sentada en el sofá, sin quitarse el sombrero): “Yo no. Se ha tomado mis copas también”.

Joe Adams (A Claude): “¿Sabe? Sam Clayton es el mejor amigo que tengo. Si no fuera por Sam, mi mujer no iría a tener un bebé. (Aparece Lu por la puerta). ¡Ah, aquí están! (Aparece Sam después). A mis amigos y benefactores. ¡Dos corazones de oro! (Coge a Lu como para bailar). Vamos, gitanilla”. (Tararea un valsa, mientras Sam saluda a Mrs. Adams).

Sin reírme le respondí: ‘doce mil quinientos, incluyendo la casa de atrás’. Y sin reírse me dijo: ‘Se la compro”. Y así fue. Y aquí está su parte. He añadido mil dólares

La alegría un tanto achispada de Joe Adams contrasta profundamente con la vivencia de amargura con la que Lu ha venido metabolizando los últimos acontecimientos.

Joe Adams (Mientras baila con Lu): “¿No le gusta el vals?”.

Lu (Un poco cortante): “¿Por qué tendría que gustarme?”.

Joe Adams (Que todavía no se explica): “Para celebrarlo, Mrs. Clayton, hemos tomado unas copas”.

Mrs. Adams (Protestando): “Bueno, las he tomado yo”.

Lu (Con su ironía mordaz que con tanta frecuencia exhibe): “¿Qué ha estado bebiendo? ¿Gasolina? ¿Ya no le compran?”.

Joe Adams (Eufórico): “No sólo han comprado la gasolina, sino la gasolinera entera”. (Ha dejado de bailar con Lu y se dirige a Mr. Clayton). Sam, le digo que ha sido increíble. (Con Lu, en medio, mirando hacia abajo). Un tipo llegó a la gasolinera y dijo: ‘llénemelo’. Dijo que yo le gustaba. Que me había visto en la esquina, mientras contaba los camiones que pasaba. Resumiendo: que quiere comprarme mi flamante negocio. Supongo que vio la cantidad que vendíamos. (Se agacha para hacer el gesto y en el plano aparece Claude). ¿Le inflo la rueda? (Se gira y le pregunta). ¿Quién es este?”.

Claude (Le da la mano): “Claude, encantado”.

Joe Adams (Desde abajo, al estar agachado, mira a Sam y le sigue contando): «Y va y me dice: ¿Cuánto quiere por la gasolinera? Sin reírme le respondí: doce mil quinientos, incluyendo la casa de atrás. Y sin reírse me dijo: Se la compro. Y así fue. Y aquí está su parte. He añadido mil dólares”.

Sin comentarios, nosotros lo hemos conseguido gracias a ustedes dos. He comprado ya un terreno más arriba. Puede participar si quiere. Y por supuesto confíe en mí si necesita que le haga algún favor

La reacción de generosidad de Joe Adams reconforta profundamente a Sam, y comienza a mover la conciencia de Lu. Pero él no quiere en absoluto abusar de la euforia de Joe Adams.

Sam (Ante la donación de Joe): “Oh, no, usted no tiene que…”.

Joe Adams: “Sin comentarios, nosotros lo hemos conseguido gracias a ustedes dos. He comprado ya un terreno más arriba. Puede participar si quiere. Y por supuesto confíe en mí si necesita que le haga algún favor”.

Sam (Sin dudarlo): “Sí, podría darle un trabajo a Claude. Él sabe mucho sobre gasolina”.

Joe Adams (Rápido): “Está hecho. Venga a verme, Claude”. (Y le da una tarjeta).

Claude: “Genial”.

Joe Adams (Pudiendo ya ser más explícito para compartir su alegría). “¿No quieren celebrarlo? ¿Acabamos la noche bailando?”.

Sam (Agachando la cabeza): “Ahora no estamos de humor”.

Joe Adams (Mirando alrededor para recoger su sombrero): “Pues perdonen la intromisión. (A su esposa). Vamos mamaíta. (Y la coge para salir bailando un vals. Va canturreando y se despide).

Claude (Conmovido por lo que acaba de presenciar): “Creo que me voy con ellos”.

Sam (Paternal): “No bebas mucho, ya sabes”.

No seré un dechado de virtudes, ni estaré en mis cabales, pero cuando pongo algo en un lado y las cosas materiales en el otro, lo primero es lo que prevalece. Dios, soy así y nunca cambiaré. Así que, ¿cuándo te vas a París? … ¿Quién se va París?

Claude sale y Sam se queda de espaldas a la puerta. Lu, en primer plano tiene la mirada gacha. Ella se sienta. Sam mira el cheque y con gesto alegre se acerca a ella. Se sienta a su lado. Ella, reflexiva, se mira las uñas. McCarey deja que los personajes se explayen sobre lo que acaban de vivir.

Sam (Muy contento): “Lu, alguien nos ha pagado. Estoy contento por muchas razones. Por ellos y por mí mismo. Esto renueva mi confianza en la gente. ¿Sabes? Es gracioso. Estamos unidos en muchos aspectos, pero no lo estamos en otros que para mí son importantes. Ojalá estuviéramos juntos en lo esencial de esta vida. Yo encuentro la felicidad en cosas distintas a ti. (Pausa. Gesticula). Quizás haya ido muy lejos para ayudarles y que no haya pensado en ti y en nuestro hogar. Ahora sé lo mucho que te importa. Pero tú no estabas allí entonces y a mí me parecía justo que tuvieran el niño. Si no, lo habrían lamentado el resto de su vida. Con el tiempo se encontrarían diciendo: ‘ahora tendría dieciséis años’ En aquel momento nuestra casa me pareció menos importante. No seré un dechado de virtudes, ni estaré en mis cabales, pero cuando pongo algo en un lado y las cosas materiales en el otro, lo primero es lo que prevalece. Dios, soy así y nunca cambiaré. Así que, ¿cuándo te vas a París?”.

Lu (Mostrando su arrepentimiento): “¿Quién se va a París?”.

Al final salgo ganando con la gente. Nos habrán quitado la casa pero nos han dado una vida feliz

Sin embargo, haberse dejado llevar por pensamientos destructivos se ha cobrado alguna víctima. Shirley Mae no puede seguir en la casa después de los graves juicios que ha escuchado en boca de Lu contra su persona. Se oye un ruido en la entrada y aparece la chica con una maleta.

Shirley Mae (A los Clayton si acercarse): “Bueno, gracias por todo”. (Hace amago de salir y Sam, de espaldas a la cámara se le acerca).

Sam (Avergonzado): “Shirley, lo siento”.

Shirley Mae (De cara a la cámara, con Sam a un lado): “Todo irá bien, Mr. Clayton. Estaré en casa de Ruthie[19]. (Mira a Lu que está en primer plano, agacha la cabeza y sale).

Sam (Da media vuelta y se detiene en el arco que divide el recibidor del salón. Mira el cheque): “Al final salgo ganando con la gente. Nos habrán quitado la casa pero nos han dado una vida feliz”. (Lu en el plano, con la misma actitud arrepentida, asiente).

 

8. BREVE CONCLUSIÓN

La practica la caridad de Sam Clayton conecta con la visión de Max Picard acerca del verdadero centro espiritual de las personas. Con plena actualidad, ante la avalancha de monetarización de todas las dimensiones de lo humano, incluida la muerte. Lo señala la Dra. Carola Minguet Civera.

… la Iglesia ha reconocido siempre que tras la muerte hay un juicio inmediato que determina si vas al cielo, al purgatorio o al infierno. Por lo tanto, hay que desempolvar los novísimos y sacarlos de donde se han escondido o enterrado. Algunos opinan que es mejor que sigan en el baúl de los recuerdos porque la gente se asusta si le hablas del infierno. No creo que sea así. La gente ya está asustada. Y precisamente porque lo está hay que predicar lo que va a ocurrir, que lo que infunde no es miedo, sino el temor de Dios, que son cosas distintas. Además, precisamente porque este juicio va a tener lugar se han celebrado tradicionalmente los ritos fúnebres, que llevan a rezar y ofrecer sacrificios por la reparación de los pecados de los fallecidos. 

Ahora bien, incluso desde un punto de vista antropológico, estos ritos tienen un sentido más alto que el que proponen los funeral planner. Y es que la humanidad ha logrado gracias al catolicismo hacer de los ritos funerarios algo sublime. Sublime porque hacen presente que la vida no se acaba. Sublime porque te animan a vivir bien, ya que te juegas la eternidad. Sublime porque recuerdan que el hombre es una criatura merecedora de la atención de Dios.

Frente a eso, poner una camiseta de fútbol del equipo del difunto junto a la tumba o que leas el poema que más le gustaba no es que esté mal. Es que no hay color. (Minguet Civera, 2025).

 

 

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NOTAS

[1] En castellano la única monografía completa sobre la obra de Max Picard que conocemos es la publicada por Catalina Elena Dobre (2020). En ella se introduce con mucho acierto la figura del pensador suizo, de raíces judías, que se aproximó al catolicismo sin desconectarse de ellas. La investigadora rumana afincada en México sintetiza muy adecuadamente la obra de Picard, y algunos de sus títulos más representativos. Así, “Hitler entre nosotros” se presenta como “la conciencia de la degradación humana” (47-62) o “La huida ante Dios” como “una mirada crítica sobre la decadencia de la cultura moderna” (199-132). No podemos menos que compartir su convicción de que

la filosofía necesita hoy en día también de Max Picard y de sus ideas que nos ayudarán a encontrar orientación para recuperar la vida del espíritu, el silencio, la palabra, la libertad y la creatividad y la humanidad. (134).

Resulta si duda una invitación muy sugestiva para ponerla en asociación con nuestra lectura de Good Sam de Leo McCarey. En francés resulta también muy sugestiva la introducción de John M. Oesterreicher (2004) y en italiano la más reciente de Jean-Luc Egger (2021).

[2] Cfr. las nueve contribuciones dedicadas a Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944) en esta misma web, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/, (1ª) “La milagrosa riqueza moral de Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944) como compendio del personalismo fílmico de Leo McCarey”; (2ª) “La trasformación de los personajes por la relación humana como eje vertebrador de la filmografía de McCarey en Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944)”; (3ª) “La educación en la esperanza en Going My Way (Siguiendo mi camino,1944) de Leo McCarey”; (4ª) “La reconstrucción desde la humildad en Going My Way (1944) de Leo McCarey”; (5ª)“Los lenguajes del encuentro en Going My Way (1944) de Leo McCarey”; (6ª)“Volver a casa: Nihilismo y resistencia en la visión educativa del P. O’Malley en Going My Way (1944) de Leo McCarey”; (7ª) “Amparo, aceptación y acogida como proceder del P. O’Malley en Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944) de Leo McCarey”.; (8ª) “La educación de los sentimientos y del sentido del matrimonio en Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944) de Leo McCarey”; (9ª) “La fecundidad del trato desde el corazón como conclusión de Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944) de Leo McCarey”.  Asimismo  las cinco dedicadas a The Bells of St. Mary´s (“The Bells of St. Mary’s (Las campanas de Santa María,1945) como secuela de Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944) ambas de Leo McCarey”; “La alegría de ser en The Bells of St. Mary’s (Las campanas de Santa María, 1945) de Leo McCarey”; “La transformación hacia la gratuidad desde la inocencia en The Bells of St. Mary’s (Las campanas de Santa María, 1945) de Leo McCarey”; “Misterio de la familia, humildad, fragilidad y perseverancia en el bien en The Bells of St. Mary’s (Las campanas de Santa María, 1945) de Leo McCarey”; “Los dones recibidos y las renuncias aceptadas en The Bells of St. Mary’s (Las campanas de Santa María, 1945) de Leo McCarey”; “Las victorias sobre las tribulaciones en el final de The Bells of St. Mary’s (Las campanas de Santa María, 1945) de Leo McCarey”.

[3] En otro escrito, con una versión original en alemán Die Atomisierung der Person (Furche, Hamburg 1958), al que hemos accedido en su traducción italiana señala la confianza en renovar la vida social desde el gesto original del amor, que está en manos de cada persona:

Y como al inicio del mundo, cuando también allí estaba sólo el individuo singular y la cosa singular, y cuando cada singular era único. Y como al inicio del mundo, sólo del singular, de la partecita, puede regenerarse el todo. (Picard 2011: 200).

[4] Seguimos la numeración de la contribución anterior.

[5] Cfr. “7. EL TEXTO FILOSÓFICO FILMICO DE GOOD SAM (XIV): LA VISITA DE LU (ANN SHERIDAN) AL REVERENDO DANIELS (RAY COLLINS) PARA PEDIRLE CONSEJO MATRIMONIAL”, en “La tesis de la amistad fraternal según Jacques Maritain y la capacidad de afrontar las renuncias cotidianas en Good Sam (1948) de Leo McCarey”, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/la-tesis-de-la-amistad-fraternal-segun-jacques-maritain-y-la-capacidad-de-afrontar-las-renuncias-cotidianas-en-good-sam-1948-de-leo-mccarey/.

[6] Ibidem.

[7] Cfr. “7. EL TEXTO FILOSÓFICO FILMICO DE GOOD SAM (X): EL PRÉSTAMO SOLIDARIO DE SAM (GARY COOPER) GUARDADO EN SECRETO CON RESPECTO A LU (ANN SHERIDAN)”, en “Emmanuel Mounier y la contraposición entre generosidad y avaricia en Good Sam (1948) de Leo McCarey”, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/emmanuel-mounier-y-la-contraposicion-entre-generosidad-y-avaricia-en-good-sam-1948-de-leo-mccarey/.

[8] No vemos claro a qué responde esta devolución de dinero, dado el monto importante de la deuda que los Adams tienen con Sam. Parece una cantidad muy modesta. ¿Están bromeando y así dejan una cantidad insignificante en espera de comunicarles la gran noticia que van a contarles en breves minutos? No encontramos mayor explicitud al respecto.

[9] Cfr. “5. EL TEXTO FILOSÓFICO FILMICO DE GOOD SAM (VI): LA ATENCIÓN AL MUNDO DE LAS MUJERES POR PARTE DE SAM CLAYTON COMO DIRECTOR DE LOS GRANDES ALMACENES”, en “La economía y la generosidad ante la vida en Good Sam (El buen Sam, 1948) de Leo McCarey”, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/la-economia-y-la-generosidad-ante-la-vida-en-good-sam-el-buen-sam-1948-de-leo-mccarey/.

[10] El comentario de Lu abunda en las dificultades para entender el sentido de la devolución de esta cantidad.

[11] Aquí el guion presenta otra expresión que hay que armonizar. Más adelante se nos dice que la madre de Lu se revolvería en la tumba si su hermano se casara con Shirley Mae… ¿Estaba cuidando a su madre en sus últimos días?.

[12] McCarey expresa un criterio que será refrendado casi treinta y dos años después por la Carta de Derechos de la Familia de la Santa Sede, en su artículo 4.d:

d) Los niños, tanto antes como después del nacimiento, tienen derecho a una especial protección y asistencia, al igual que sus madres durante la gestación y durante un período razonable después del alumbramiento. (Pontificio-Consejo-para-la-familia, 1983: 4).

[13] Está aludiendo a la obra de Hans Jonas, El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica (Jonas, 1994).

[14] En la versión castellana de su obra se traduce por “cardial” en lugar de por “cordial”. Tiene su sentido, para acentuar la dimensión física del corazón como agente que interviene en una comprensión más exacta del actuar humano.

En vez de la sola interacción cuerpo-cerebro, propongo un marco integral más articulado, estructurado por la interacción cuerpo-corazón-cerebro. La inclusión del corazón tiene la ventaja de nombra explícitamente el polo emocional, a la vez vinculado al cuerpo por un lado (el ritmo cardiovascular de la bomba muscular) y al cerebro, por otro (las áreas del hipocampo y la amígdala, conocidas por ser las áreas cerebrales de la emoción) (Depraz 2023: 109)

Así Natalie Depraz propone transitar dese la “neurofenomenología” a la “cardiofenomenología”, ya que con esta lo que se pretende resulta claro:

La tarea de vincular el componente cardiovascular (tercera persona) y el componente emocional (primera persona), siendo estos dos aspectos, experimental y experiencial, las dos caras de un mismo pliegue continuo preconsciente, donde opera claramente el corazón. (Depraz 2023: 110)

El cine de McCarey como el de Capra resultan magistrales en el cultivo de estos recursos, como muestra el estudio de su filmografía desde el personalismo fílmico.

[15] “Al público le caía bien el niño porque les había hecho reír. Cuando ve a Grant dice: “He oído hablar mucho de usted”; y cuando Grant le pregunta qué ha oído, dice: «No lo sé; siempre que empiezan a hablar de usted, me hacen salir de la habitación”. Así podía explicar a los espectadores la opinión que la gente tenía de Grant sin tener que subrayarlo; y lo conseguía por medio de un personaje que les era simpático. Todas mis películas están construidas así. De hecho tengo una teoría sobre ello, la llamo la inexorabilidad de los incidentes. La idea es que si pasa una cosa, siempre dará lugar a otra, como la noche sigue al día; todo lo que sucede está vinculado. Siempre desarrollo mis historias así, a base de una serie de incidentes que se imponen y dan lugar a otros incidentes. Yo no hago intrigas”. (Bogdanovich, 2008: 34). El subrayado en cursiva es nuestro.

[16] En efecto, por la mañana podía estar felices, especialmente Lu, porque luego iban a poder ver la casa que aspiraban a comprar.

[17] Se refiere al Presidente de los almacenes, H.C. Borden (Edmund Lowe), al que hemos visto caracterizado en el apartado “5. EL TEXTO FILOSÓFICO FILMICO DE GOOD SAM (VI): LA ATENCIÓN AL MUNDO DE LAS MUJERES POR PARTE DE SAM CLAYTON COMO DIRECTOR DE LOS GRANDES ALMACENES”, de la contribución “La economía y la generosidad ante la vida…”, cit.

[18] Lo que suministra un posible dato de que se conocieran en la empresa de los grandes almacenes. Probablemente ella dirigiera un alto departamento para anticipar en estados Unidos las novedades de la moda en Europa.

[19] Ruthie (Ruth Gorman) su compañera y amiga en el departamento de música de los grandes almacenes. Cfr. “5. EL TEXTO FILOSÓFICO FILMICO DE GOOD SAM (VIII): LA GENEROSIDAD DE SAM COMO IMPLICACIÓN CON LA VIDA DE SUS TRABAJADORES EN EL CASO DE SHIRLEY MAE (JOAN LORRING)”, en “Emmanuel Mounier y la contraposición entre generosidad y avaricia en Good Sam (1948) de Leo McCarey”, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/emmanuel-mounier-y-la-contraposicion-entre-generosidad-y-avaricia-en-good-sam-1948-de-leo-mccarey/.

 

 

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Licenciado en Derecho y en Filosofía y Ciencias de la Educación. Doctor en Derecho con una tesis sobre el paradigma del iusnaturalismo tomista en su génesis histórica y en la actualidad. Autor de diversos artículos y publicaciones sobre derechos humanos y de la familia, así como sobre temas de biojurídica. En los últimos años ha intensificado su investigación sobre los directores del Hollywood clásico, teniendo como referencia la obra de Stanley Cavell. Ha publicado estudios sobre Georges Stevens, Henry Koster, Mitchell Leisen, Leo McCarey y Frank Capra.

Profesor de la Facultad de Filosofía y director del Máster Universitario en Marketing Político y y Comunicación Institucional de la UCV, premiado como Programa de Educación Política del Año en el certamen Napolitan Victory Awards de Washington Estados Unidos.

Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la UCV "San Vicente Mártir".
Autor, entre otras obras, de "Los Nuevos Redentores" (Anthropos, 1987), "Tecnología y futuro humano" (Anthropos, 1990), "La violencia y sus claves" (Ariel Quintaesencia, 2013), Bancarrota moral (Sello, 2015) y "Técnica y Ser humano" (Centro Lombardo, México, 2017).

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