REFLEXIONES DE BAUMAN SOBRE LA MIXOFOBIA (EL TEMOR A MEZCLARSE CON EL EXTRANJERO-INMIGRANTE)
“Podemos ser diferentes y vivir juntos, y podemos aprender el arte de vivir con la diferencia, respetándola, salvaguardando la diferencia de uno y aceptando la diferencia del otro” (Bauman)
FICHA TÉCNICA
- Traductores: Josep Sampere Martí y Enric Tudó Rialp.
- Publicación: Primera edición, marzo de 2006; Séptima impresión, junio de 2010
- I.S.B.N.: 978-84-934096-3-0
- Páginas: 77
- Editorial: Arcadia
Este librito apareció originalmente en italiano en 2005 bajo el título de Fiducia e paura nella città (Confianza y miedo en la ciudad). Contiene tres capítulos. El primero lleva precisamente ese título. El segundo, “En busca del refugio en la caja de Pandora”. El tercero, “Vivir con extranjeros”.
Mixofobia
Yo me voy a reducir a hacer un breve comentario del primero de los capítulos, que —como vamos a ver— podía perfectamente denominado “Mixofobia” (una palabra que emplea Bauman abundamente), o miedo a mezclarse con alguien diferente. Porque de ese tema es del que realmente se ocupa nuestro autor. Un tema innegablemente de gran actualidad.
El miedo y la obsesión por la seguridad
Es muy posible que estemos viviendo (al menos en los países desarrollados) en una de las sociedades más seguras de todos los tiempos. Sin embargo, las encuestas y la simple observación de nuestro entorno permiten detectar la existencia de una sensación —incluso creciente— de inseguridad. Una inseguridad que hunde sus raíces en la desconfianza hacia los demás, fomentada por la difusión de la creencia de que es “imposible tener fe en la constancia y en la fiabilidad del compañerismo humano” (Bauman, 2010: 9).
Y, ¿por qué todo esto? Bauman —apoyándose en Robert Castel[1]— atribuye esta situación al individualismo contemporáneo.
Durante la segunda mitad del siglo XX el Estado benefactor —el Estado del bienestar, como otros dicen— tenía como objetivo principal no tanto la redistribución de la riqueza cuanto el fomento de la protección en sentido estricto.
Lamentablemente, la extensión de la ideología de mercado y de la ética del consumo —más allá del liberalismo y de la socialdemocracia, que en esto han llegado casi a igualarse— ha dinamitado tal objetivo haciendo que entraran en crisis o, incluso, que desaparecieran las organizaciones intermedias entre el Estado y el individuo —como los sindicatos por poner un caso—.
Así, hemos llegado a un punto en que cada uno de nosotros —como dice Bauman en otros lugares— nos quejamos, pero nos lamemos nuestras heridas en la más absoluta soledad.
El miedo ante el intruso
Ciertamente, todavía quedan algunos Estados que siguen prestando los servicios que protegían a sus ciudadanos. En este punto suelen citarse los países escandinavos como referentes.
Lo impactante es que, conforme más servicios de este tipo han pervivido, más se ha incrementado la sensación de peligro entre quienes disfrutan de ellos.
Peligro, ¿ante qué? Ante los intrusos: ante los extranjeros que llaman a las puertas de estos países. Sobre tales intrusos se cierne la sospecha —fomentada por determinadas ideologías y los medios de comunicación a su servicio— de que desean saquear o, cuanto menos, reducir las prestaciones de los servicios de que gozan. La xenofobia está servida.
Grupos peligrosos y gente superflua
Los extranjeros y, en concreto, los inmigrantes se constituyen así en grupos peligrosos. A menudo acaban incorporándose a los desclasados: al grupo de quienes no pertenecen a ninguna clase en sentido estricto. Ni son trabajadores, ni llegarán a serlo nunca. Por ello, son inasimilables socialmente. Sobran, pues. Son superfluos.
Ésa la terrible conclusión que algunos sectores ideológicos están decididos a apoyar de manera que desaparezca cualquier atisbo de solidaridad con los inmigrantes. Tratan de que que, de este modo, pasen a pertenecer a la categoría de los “algo” y de los “algo desconocido” —frente a la categoría de los “alguien”, de las personas con las que se pueda empatizar—.
La ciudad como punto de encuentro
Pues bien, si hay algún lugar en que es imposible eludir la presencia de tales desconocidos es la ciudad: “la proximidad de los desconocidos es su destino” (Bauman, 2010: 28). Y, por consiguiente, siguiendo con nuestra argumentación previa, si en algún sitio el miedo al desconocido encuentra su fuente nutricia, es en la ciudad. De ahí que “de un tiempo a esta parte, paradójicamente, las ciudades que se construyeron con el propósito de proteger a sus habitantes se asocian más bien con el peligro que con la seguridad” (Bauman, 2010: 30).
Y para prevenir riesgos nuestras ciudades están siendo objeto de profundos cambios, de grandes innovaciones en arquitectura y urbanismo cuya finalidad es clara y rotunda: interceptar, repeler o filtrar a los posibles intrusos.
Murallas y guetos
Las murallas[2] que en el pasado se construían para defenderse del enemigo exterior han sido reemplazadas por todo tipo de artilugios y configuraciones urbanísticas para protegerse ante el enemigo interior.
Esas murallas internas generan a la larga guetos: espacios propios que evitan la coexistencia en las calles de las ciudades de una creciente variedad de tipos humanos y costumbres.
Es una forma, en definitiva, de materializar de forma radical la mixofobia —el temor a mezclarse con alguien diferente— que impregna buena parte de las medidas adoptadas en la arquitectura y el urbanismo del momento.
NOTAS
[1] Castel, R. (2003). L’insécurité sociale. Qu’est-ce qu’ être protégé? Paris: Éd. Du Seuil.
[2] Obviamente, siguen construyéndose murallas de este tipo. No sólo se ha hecho y se sigue haciendo en la frontera entre EE.UU. y México. Melilla tiene la suya.
About the author
Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la UCV "San Vicente Mártir".
Autor, entre otras obras, de "Los Nuevos Redentores" (Anthropos, 1987), "Tecnología y futuro humano" (Anthropos, 1990), "La violencia y sus claves" (Ariel Quintaesencia, 2013), Bancarrota moral (Sello, 2015) y "Técnica y Ser humano" (Centro Lombardo, México, 2017).