Universidad y ciudadanía desde la ética del cuidado

 

 

Resumen

El presente ensayo invita a repensar el concepto de ciudadanía a la luz de los retos del siglo XXI y las reflexiones desarrolladas al hilo de la ética del cuidado. Desde una perspectiva universitaria, se analizan cuestiones sobre: a) qué retos se plantean actualmente a la ciudadanía; b) cómo responder con sentido educativo y democrático; c) qué significados se dan a la autonomía, la dependencia y la vulnerabilidad de las personas y del planeta. Si reconocemos la vulnerabilidad como algo que compartimos con cada persona y el planeta en su conjunto y la urgencia de su cuidado, estaremos en mejores condiciones para construir realidades sociales más sostenibles para todas las personas.

 

1. Introducción

Relación entre educación, política y ética

Desde la Filosofía de la Educación se han analizado las posibles y variadas vinculaciones entre la dimensión político-ética y el hecho educativo. Desde algunos planteamientos se ha defendido la necesidad de que el discurso educativo se mantenga al margen de la política. Sin embargo para autores como Sócrates, toda educación debía ser política; o para Platón, que otorgaba tal importancia a la educación que se atrevía a justificar que fuera una tarea del Estado hacer ciudadanos buenos, y determinar qué tipo de educación recibirían los artesanos, los labradores, los guardianes y los gobernantes.

J. Dewey. Democracia y educación. Imagen 1

Muchos planteamientos filosóficos a lo largo de la historia han reconocido la existencia de relaciones y vínculos estrechos entre educación, política y ética. En general se acepta la idea de que la función de la filosofía es la mejora de la sociedad y los individuos, y que esto se consigue mediante la educación. Es clásico el texto de Ortega y Gasset, La pedagogía social como programa político (1910) en el que argumenta que la pedagogía social es la ciencia para transformar la sociedad española. En términos similares, al otro lado del atlántico, Dewey planteaba que la educación es el método principal para la necesaria reforma social y para construir la democracia, como exponía en “Democracy and Educatión. An introduction to the Philosophy of Education” (1916).

Si revisamos muchos de los supuestos sobre los que edificamos nuestras concepciones de democracia, podemos colaborar a que las personas, que estudian y trabajan en la universidad, resistan a los embates de los poderes arbitrarios que intentan el control y el dominio de las personas, de la naturaleza y de los productos y saberes generados a lo largo del tiempo por la humanidad (Vázquez, 2019).

 

La pandemia del Covid-19

La crisis sistémica que estamos viviendo por los desequilibrios en los ecosistemas y en las desigualdades sociales entre personas, así como los efectos derivados de la Covid-19, nos obliga a buscar otras maneras de desempeñar nuestro trabajo y desarrollar nuevos aprendizajes. Cada vez es más evidente la necesidad de cambiar el modelo actual de progreso para transitar hacia otro más sostenible para la vida de las personas y los territorios en los que habitamos.  Ahora más que nunca nos vemos obligadas a desarrollar las capacidades para el pensamiento sistémico, anticipatorio, ético, estratégico, colaborativo, crítico y responsable, así como las capacidades para la solución de los problemas.

Como bien ha puesto de manifiesto Morin (2020, pp. 84-87), si hemos aprendido algo con la pandemia del Covid-19 es la consciencia de pertenecer a la comunidad humana. Una política de la humanidad nos recuerda que el mundo está en cada uno de nosotros de la mañana a la noche. Estamos en este mundo y este mundo está en nosotros, y ahora descubrimos que este mundo está en crisis. Una política de la humanidad da a cada nación el sentido de la comunidad humana. Eso requiere que cada país, a través de la enseñanza escolar en todos sus niveles, dote a sus ciudadanos de la consciencia de pertenecer a la humanidad. Una política de la humanidad comporta la preocupación de salvaguardar indisolublemente la unidad y la diversidad humanas: el tesoro de la unidad humana es la diversidad humana, el tesoro de la diversidad humana es la unidad humana.

Por eso hay que conservar y ampliar todo lo que produce bienestar, salud y libertad, uniéndolo a todo lo que protege los derechos de las personas de todas las comunidades políticas y promueve el florecimiento de las capacidades humanas de todos los individuos del Planeta.

 

2. Pararnos a pensar cuáles son los retos del siglo XXI

Identificar y cuestionar las ideas vivas del siglo XXI

Ortega en su celebrado escrito Misión de la Universidad (1930) centra su exposición en que la universidad debe formar buenos profesionales y enseñar cultura. Entiende por cultura el sistema de ideas vivas que cada época posee:

Esas que llamo ideas vivas o de que se vive son, ni más ni menos, el repertorio de nuestras efectivas convicciones sobre lo que es el mundo y son los prójimos, sobre la jerarquía de valores que tienen las cosas y las acciones: cuáles son estimables, cuáles menos (p. 341).

Ante esas ideas vivas, el universitario tiene que adoptar una actitud crítica para analizar si está de acuerdo con ellas o tiene que rechazarlas porque no responden a las necesidades de su vida. ¿Cuáles son las ideas vivas de este primer cuarto del siglo XXI que tienen que ser analizadas críticamente por los universitarios? ¿Cuáles son los retos del siglo XXI que la universidad debe cuestionar críticamente? A nuestro juicio son: el imperio de la economía; la globalización; la sociedad del conocimiento; la digitalización y la Inteligencia Artificial; la complejidad y el mestizaje de nuestras sociedades; las desigualdades; el desafecto de la ciudadanía hacia los poderes del Estado y hacia las instituciones que los detentan; la sostenibilidad de los sistemas económico, social y medioambiental; y los cuidados ante la fragilidad del mundo y la vulnerabilidad humana (Escámez y Peris, 2021: pp. 23-29).

Vulnerabilidad e interdependencia

Para ello, es necesario revisar presupuestos epistemológicos y axiológicos, y profundizar en la visibilización de la vulnerabilidad humana y las interdependencias a nivel planetario e interpersonal. El amplio movimiento social de personas con diversidad funcional, grupos ecologistas, y de la sociedad civil en general ha permitido establecer reflexiones y llamar la atención sobre la necesidad de desarrollar una cultura cívica a través de la cual las necesidades biológicas, emocionales y corporales cuenten con atención pública.

Con frecuencia, se olvida que todos los seres humanos somos interdependientes, que la dependencia es consustancial a la existencia humana, aunque se manifieste con especial contundencia en algunos momentos de nuestras vidas, como los inicios y los finales del ciclo vital, o cuando enfermamos o desfallecemos. Desde esta consideración, se cuestiona también la noción de dependencia a la luz de la emergencia climática, la reciente crisis sociosanitaria derivada de la CoVID-19, la destrucción de la biodiversidad y la enfermedad, y se invita a reflexionar en torno a un modelo de ciudadanía que incorpore las interdependencias, la fragilidad y la vulnerabilidad propias de todo ser humano.

El reconocimiento recíproco construye un tipo de vínculo que hace imposible la invisibilidad, el menosprecio y la indiferencia. El reconocimiento de la dignidad en cada ser humano nos motiva a buscar alianzas para sostener la vida y afrontar juntos la vulnerabilidad que compartimos. Nos sitúa más cerca de los asuntos cotidianos que nos preocupan como humanidad, y convierten la gobernanza en algo dirigido a crear las condiciones sociales, políticas, medioambientales y económicas para que podamos vivir vidas más humanas y respetuosas con la sostenibilidad.

ética del cuidado
Todos somos interdependientes. Imagen 2

Democratizar el cuidado y respetar la naturaleza

Se trata de entender que demandar un modelo de democracia que esté a la altura de las necesidades reales de la ciudadanía, requiere democratizar el cuidado. Que las personas podamos ser cuidadas cuando lo necesitamos y cuidar de otras, cuando así lo demandan (Tronto, 2013). Que el mercado, los individuos, las instituciones y administraciones públicas reorienten sus prácticas y directrices para hacer posible la sostenibilidad de la vida.

La ausencia de reconocimiento de nuestras interdependencias recíprocas no puede seguir manteniéndose. La desatención de los trabajos de cuidados implican una falta de democracia. El desprecio hacia los tiempos de reposición de  los ciclos de la naturaleza (como los depósitos carbonizados, los minerales, el agua limpia, la polinización, etc) o hacia los impactos de la contaminación y emisiones nocivas no son sino consecuencia de nuestra soberbia. Hemos de darnos cuenta de que las llamadas externalidades de nuestro metabolismo económico generan y son causa de la destrucción y la pobreza. Los modelos económicos que se apropian de lo que consideran recursos naturales gratuitos e infinitos están trasnochados.

Objetivo de la educación universitaria

Defendemos que la Educación Superior ha de ser auténticamente inclusiva y ha de responder al desarrollo de las capacidades intelectuales y a la preocupación legítima de contar con las herramientas necesarias para el desarrollo laboral; pero necesariamente se ha de ampliar el debate mediante las siguientes preguntas: ¿Cómo puede la Educación Universitaria promover otro tipo de relaciones entre las personas y con la naturaleza? ¿Cómo educar para la sostenibilidad de la vida tanto ocupacional como familiar y comunitaria? ¿Cómo puede la formación en un determinado perfil profesional promover la creación de valor social como vecinos/as y ciudadanas/os? Una educación universitaria auténticamente inclusiva no sólo ha de interesarse por el éxito laboral de su estudiantado, sino por promover el descubrimiento sincero de sus propios intereses, deseos, sueños y necesidades personales en relación al capital social que pueden crear a través del desempeño de su profesión.

Por lo tanto, su objetivo no ha de ser únicamente capacitar a las personas para su participación en el mercado laboral, sino formar personas con pensamiento crítico, capaces de sentirse parte de la humanidad y del planeta que habitamos, de reconocerse a sí mismas en relación con otras personas y de vincularse al mundo ocupacional y laboral desde la motivación, la responsabilidad y la propia realización.

 

3. ¿Cómo responder con sentido educativo y democrático?

El reto de la sostenibilidad

Todas estas cuestiones relacionadas con nuestras eco e interdependencias suelen estar invisibilizadas en la noción de democracia clásica. Es necesario repensar el reto actual de la sostenibilidad y sus tres dimensiones (ambiental, económica y social) para llamar la atención sobre estos temas:

La globalización de la economía, la importancia que ha adquirido el sistema financiero en los mercados internacionales y las estructuras de desigualdad social entre países y personas, hacen que la ciudadanía tenga dificultades para poder desempeñarse con criterios de equidad, transparencia y justicia (dimensión social de la sostenibilidad).

Por eso, desde el paradigma de la sostenibilidad, se revindica una redistribución del uso del tiempo de forma que se priorice la atención solícita que necesitan las relaciones humanas y la construcción de la ciudadanía desde la corresponsabilidad. En definitiva, se pone en valor el reconocimiento de prácticas donde se dé importancia a la calidad frente a la cantidad, la complicidad frente a la competitividad y continuar creciendo éticamente desde un compromiso con las necesidades concretas de las personas individuales, escuchando sus voces con frecuencia silenciadas.

Necesidad del cuidado

Desde la perspectiva de la ética del cuidado, se llama la atención sobre el hecho de que, estemos en uno u otro momento en la posición de recibir o dar cuidado, siempre necesitamos de ciertas condiciones materiales y físicas para poder florecer según nuestros intereses y necesidades.

ética del cuidado
El trabajo de los cuidadores suele ser invisible a nivel económico. Imagen 3

En pleno siglo XXI, aún seguimos manejando relatos desfasados que se apuntalan sobre el ideal de una persona joven, normalmente varón, sana y absolutamente independiente, que participa en el mercado laboral y consume lo que el mercado le ofrece. Se trata de una ilusión que poco tiene que ver con las personas concretas de cualquier condición, puesto que se piensa en un ser humano abstracto y abstraído de todo tipo de necesidades biológicas y afectivas. El ideal de autosuficiencia humana minusvalora la satisfacción cuidadosa de las necesidades de los más vulnerables que, sin embargo, tiene un gran impacto en la vida de las personas y en la economía real. Estas actividades no remuneradas contribuyen en alta medida a la economía de los países y el bienestar de su ciudadanía, pero resultan invisibles para las estadísticas económicas y de contabilidad nacional porque se desarrollan fuera del mercado.

 

Valorar, garantizar y remunerar el cuidado

Consideramos, sin embargo, que el cuidado es la gran riqueza invisible de las economías modernas, pero no se distribuye por libre acuerdo, sino por fuertes presiones sociales. Como ha evidenciado Mª Ángeles Durán (2018, p. 238), a partir de la Encuesta sobre Cuidados a Dependientes (EDAD, 2008) realizada en España, el trabajo de cuidar pasa factura a quien asume la mayor parte de tareas de cuidado y atención, y le aparta del trabajo laboral. La cuarta parte de la población española no puede ni siquiera plantearse la posibilidad de trabajar fuera de casa, el 13% ha tenido que abandonar su empleo, el 9% ha reducido su jornada laboral, y el 22% ha tenido algún otro tipo de problemas laborales.

Ante las necesidades, los hogares cuentan con sus propios recursos de tiempo de cuidado no remunerado, que recae casi siempre en las mujeres. Esa es su riqueza y la riqueza invisible del país. Sin embargo, este recurso no es suficiente en muchas ocasiones, y han de obtener el cuidado que necesitan de los servicios públicos, el voluntariado o el mercado. Para adquirir cuidados mediante el mercado han de disponer de renta (ingresos) o de riqueza (patrimonio). Para el 70% de los hogares es imposible pagar un cuidador a jornada completa (con salario mínimo interprofesional) porque consumiría más de un tercio de los ingresos del hogar. Para las personas jóvenes, paradas, mayores o migrantes la proporción es aún más alta.

Si las necesidades de cuidado se priorizan para garantizar el bienestar de la población, hay que desarrollar nuevas perspectivas económicas que no se basen en el trabajo no remunerado de las mujeres, y nuevos servicios que sean accesibles a la mayoría de los hogares.

Formar a los universitarios en la ética del cuidado

Cuando damos la espalda a la necesidad de cuidado somos cómplices de la precarización de la vida personal y social. En este sentido, son clave las aportaciones de autoras como Joan Tronto (2015) para cuestionar cómo la obsesión mercantilista está obstaculizando la satisfacción de nuestras auténticas necesidades intelectuales, corporales y afectivas. Y, en consecuencia, preguntarnos: ¿Cómo y en qué condiciones queremos que se dé respuesta a esas necesidades? ¿Se van a perpetuar de manera irresponsable los privilegios de ciertas personas?

Es necesario abrir vías para reflexionar sobre las problemáticas actuales en donde el cuidado de las personas y del entorno sean tenidos en cuenta. Se considera urgente replantear los fines de las instituciones educativas en unas coordenadas que transformen los actuales efectos devastadores de la racionalidad instrumentalizadora. La participación de las universidades ha de incluir una trama extraordinariamente densa de pensamiento, afecto, reflexión y compromiso que ha sido menospreciadas hasta ahora. Este tipo de sabidurías ha de ser reconocido como creación cultural humana y volcada al conjunto del torrente del saber de la humanidad. Es nuestra responsabilidad ofrecer una formación universitaria que responda a los referentes normativos actuales, que reclaman que favorezcamos la calidad de vida y la inclusión social.

Se trata de provocar cambios/aprendizajes en el desarrollo personal y profesional del estudiantado de todas las titulaciones con un enfoque profundamente ético de transformación social. Pues si bien es deseable que las personas de cualquier condición puedan desenvolverse de manera efectiva en el mercado laboral, también es deseable que puedan desarrollarse según sus deseos, aspiraciones y necesidades individuales. Si realmente se quiere ir a la raíz de la actual precarización de la vida, las políticas públicas y las prácticas profesionales deberán incluir racionalidades que tradicionalmente han sido invisibilizadas.

 

4. ¿Cómo podemos entender la autonomía, la dependencia y la vulnerabilidad de las personas y del planeta en el contexto de los retos del siglo XXI?

Normativa sobre la educación universitaria en valores

Vertedero de plásticos en plena naturaleza. Myanmar. Imagen 4

Actualmente, El proyecto de Real Decreto del gobierno de España por el que se establece la organización de las enseñanzas universitarias y el procedimiento de aseguramiento de su calidad hace alusión a principios y valores: a la cultura de la sostenibilidad; a la igualdad entre mujeres y varones, a la accesibilidad universal a todos los niveles educativos, y a los valores democráticos. Así mismo, la recientemente aprobada Ley de cambio climático y transición energética dedica el capítulo 8 al ámbito educativo. Las referencias al papel que ha de desempeñar la universidad son explícitas. Por ejemplo, en el artículo 35.2 se indica:

El Gobierno promoverá que las universidades procedan a la revisión del tratamiento del cambio climático en los planes de estudios conducentes a la obtención de títulos universitarios oficiales en los que resulte coherente conforme a las competencias inherentes a los mismos, así como la formación del profesorado universitario en este ámbito. La universidad debe comunicar sus conocimientos sobre esos problemas y ejercer su liderazgo en el necesario tránsito hacia la sostenibilidad. 

Así se pronuncia, a través del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, el PAEAS (Plan Acción Educación Ambiental para la Sostenibilidad) -que arrancó con un proceso de participación experta en diciembre de 2019 y del que se informó favorablemente en agosto de 2021-, que ha culminado en la redacción de 141 propuestas de acciones prioritarias, en el ámbito de 10 sectores estratégicos. Entre ellas se identifican varias acciones y objetivos que cuentan con la participación de las universidades.

La autonomía como una finalidad de la educación

Casi toda la normativa relacionada con el sistema educativo en bastantes países ha situado la autonomía entre una de las finalidades de la educación. El modelo antropológico que subyace a muchas de estas declaraciones se apuntala sobre la base de una deontología basada en una perspectiva universalista neokantiana que sitúa, como referente para identificar la actuación ética, a la autonomía. Se trata, en este caso, de  tener criterios universales que se han hecho propios y ser coherente con ellos. Desde estos presupuestos,  la heteronomía o estado en el que son otros los que dirigen la vida y marcan las normas de pensamiento es una forma de esclavitud, quizás la peor de ellas por ser la más sutil e imperceptible.

Esta forma de entender la autonomía se presenta como éticamente superior a las éticas que utilizan una perspectiva relacional (Buxarrais, 2018, p.16), menospreciando así otros modelos antropológicos en los que la moralidad se define en términos de conexión en vez de en términos de separación. Michael Slote (2013, pp. 27-28) ha fundamentado, dentro de su espectro de las teorías éticas, una categoría propia para la ética del cuidado como máxima representación de la conexión en las relaciones humanas. Podemos concluir que no se trata de que unas teorías éticas sean superiores a otras; sino que obedecen a lógicas distintas.

Si trasladamos el debate sobre la autonomía al ámbito de la Universidad como institución, el análisis se torna aún más complejo. Las políticas universitarias se suelen diseñar siguiendo agendas nacionales e internacionales que no tienen por qué tener fines estrictamente educativos o de investigación académica. Los mecanismos de gobernanza, los criterios de financiación, los planes de estudio, etc., tienden a orientarse según otras finalidades.

Autosuficiencia kantiana o la autonomía relacional de la ética del cuidado

Desde la perspectiva de la ética del cuidado, las paradojas que rodean al concepto de autonomía se abordan desde el convencimiento de la necesidad de la construcción de un sujeto ético centrado en el fortalecimiento de su propio criterio desde una perspectiva relacional como un elemento imprescindible. Cuando una persona sabe qué le motiva, cómo trabaja mejor y de qué manera puede dirigir su propia vida está en mejores condiciones para alcanzar una vida con sentido y contribuir a los retos del siglo XXI.

La soberanía en la toma de decisiones como individuos absolutamente autónomos es una falacia. Por eso, desde la ética del cuidado entendemos la autonomía como relacional. Significa una afirmación de sí mismo/a a partir del cultivo de la propia personalidad, sin caer en el mito de la autosuficiencia. Así, las personas maduras éticamente son aquellas que reconocen la vulnerabilidad humana en sí mismas y en las otras personas. Son conscientes de la necesidad de la reproducción cíclica de la vida para generar y regenerar la existencia humana y el resto del mundo de la vida.

Adoptar esta percepción no es fácil, menos en sociedades urbanas en las que las relaciones de ecodependencia e interdependencia están escondidas debajo del asfalto, las grandes superficies comerciales y las prisas. Occidente ha conformado desde la Ilustración una noción de progreso, que está profundamente inoculada en nuestros esquemas de pensamiento, que hace creer que es deseable, y posible, vivir como individuos aislados, emancipados de la naturaleza y de nuestros propios cuerpos; y, así desresponsabilizarnos del cuidado de los otros y de lo otro.

Búsquedas de comprensión de la autonomía y la dependencia

¿Cómo entender la autonomía y la dependencia en la educación universitaria actual? Ciertamente parece que autonomía y dependencia son perspectivas incompatibles, pero nosotros creemos que pensadores/as muy cualificadas de nuestro tiempo se esfuerzan en ir encontrando soluciones. Quizás haya llegado el momento de limar asperezas teóricas y prácticas y simplemente poner de manifiesto que cuando una concepción de la ética domina el pensamiento, como ha sido la ética kantiana, produce la hibernación de otras concepciones éticas que aportaban riquezas de gran interés. Esto es lo que ha pasado desde la Ilustración con la ética de la justicia y la hibernación de la ética del cuidado, que ya tenía presencia en la tradición del pensamiento filosófico desde Aristóteles, como bien ha demostrado MacIntyre en Animales racionales dependientes (2001).

Adela Cortina
ética del cuidado
Adela Cortina en la conferencia inaugural de la XXXII edición de las Conferencias Anuales de EBEN Europa y del XVII Congreso EBEN España, celebrado en la ucv en el 2019. Imagen 5

Adela Cortina, una consagrada pensadora moral de filiación kantiana, en su libro Ética cosmopolita. Un apuesta por la cordura en tiempos de pandemia (2021, p 40) nos confiesa que lleva varios años diseñando una ética de la razón cordial, un reconocimiento cordial o compasivo que nos lleve a preocuparnos por la justicia, pero no entendida como condescendencia, sino como la capacidad de com-padecer la alegría y el sufrimiento de los que se reconocen como autónomos y a la vez vulnerables.

Nos dice que plantear en serio lo justo carece de sentido si esa exigencia no brota de una razón cordial, porque conocemos la verdad y la justicia no sólo por la argumentación, sino también por el corazón. Por eso la virtud humana por excelencia es la cordura, en la que se dan cita la prudencia, la justicia y la kardía, la virtud del corazón lúcido. Las orientaciones para la educación en la ética cordial nos las muestra usando la metáfora El rocío que empapa la tierra, y concluye que  formar en la compasión, en la capacidad de ser con otros y de comprometerse con ellos, es,  a su juicio, la clave irrenunciable de la formación humanista que debe ofrecerse en el siglo XXI (pp. 114-116).

Victoria Camps

Por su parte Victoria Camps en su libro, Tiempos de cuidados. Otra forma de estar en el mundo (2021, pp. 32-33), afirma que cuando se ha centrado en la justicia, la ética moderna ha prestado escasa atención a las situaciones reales de injusticia. En cambio, la ética del cuidado se empieza a desarrollar en nuestros tiempos junto a la aparición de las éticas aplicadas, cuyo cometido es plantear problemas reales y concretos en escenarios sociales diversos. En todas ellas, lo que importa es el contexto, la situación singular, más que la teoría e incluso más que los principios. Son éticas de casos, que parten del supuesto de que no existen soluciones válidas para todas las situaciones por similares que parezcan.

Considerar el valor ético del cuidado conlleva de por sí una pretensión de universalidad, como ocurre con todos los valores éticos. La emergencia actual de la dimensión ética de los cuidados, tradicionalmente desempeñados por mujeres, no puede entenderse como una guerra de sexos. Se trata de hacer patentes disposiciones y actividades mantenidas en la sombra durante siglos. De reivindicar prácticas imprescindibles no reconocidas y desigualmente repartidas.

Francisco

Los dos mensajes que ha pronunciado Francisco (2021, 2022) para la celebración de las 54 y 55 JORNADAS MUNDIALES DE LA PAZ insisten en la promoción del cuidado como un vector central en el que se ha de centrar los esfuerzos educativos de nuestro tiempo:

Me gustaría que la inversión en la educación estuviera acompañada por un compromiso más consistente orientado a promover la cultura del cuidado. Esta cultura, frente a las fracturas de la sociedad y a las inercias de la instituciones, puede convertirse en el lenguaje común que rompa las barreras y construya puentes. Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación.

Por consiguiente, es necesario forjar un nuevo paradigma cultural a través de un pacto educativo global para y con las generaciones más jóvenes, que involucre en la formación de personas maduras a las familias, comunidades, universidades, instituciones, religiones, gobernantes, a toda la humanidad. Un pacto que promueva la educación a la ecología integral según un modelo cultural de paz, de desarrollo y de sostenibilidad, centrado en la fraternidad y en la alianza entre el ser humano y su entorno (2022, p 4).    

 

 Para consultar otro artículo filosófico, escrito con José Alfredo Peris, pincha aquí

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS DE UNIVERSIDAD Y CIUDADANÍA DESDE LA ÉTICA DEL CUIDADO

Buxarrais, M. R.; Vilafranca, I. (2018). Una mirada femenina de la educación moral. Bilbao: Desclée.

Camps, V. (2021). Tiempo de cuidados. Otra forma de estar en el mundo. Barcelona: Arpa.

Cortina, A. (2021). Ética cosmopolita. Una apuesta por la cordura en tiempos de pandemia. Barcelona: Paidós.

Dewey, J. (1916). Democracy and Educatión. An introduction to the Philosophy of Education. MacMillan. Traducido al español por Lorenzo Luzuriaga con el título: (1995). Democracia y educación. Una introducción a la filosofía de la educación. Buenos Aires: Losada.

Durán, Mª. A. (2018). La riqueza invisible del cuidado. Valencia: Universitat de València.

Escámez, J.; Peris, J. A. (2021). La universidad del siglo XXI y la sostenibilidad social. Valencia: Tirant.

Francisco (2021). La cultura del cuidado como camino para la paz. Librería Editrice Vaticana; (2022). Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera. Libreria Editrice Vaticana.

MacIntyre, A. (2001). Animales racionales dependientes. Barcelona: Paidós.

Morin, E. (2020). Cambiemos de vía. Lecciones de la pandemia. Barcelona: Paidós.

Ortega y Gasset, J. (1910). La pedagogía social como programa político. Vol. 1, pp. 503-521. En Ortega y Gasset, J. (1983), Obras Completas. Madrid: Alianza Editorial-Revista de Occidente; Ortega y Gasset, J. (1930). La misión de la Universidad, Vol. 4, pp. 313-353.

Slote, M. (2013). “El espectro de las teorías éticas”. En Ibáñez-Martin, J.A. (coord.) Educación, libertad y cuidado. Madrid: Dykinson.

ONU (2015). Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. A/69/L85.

Tronto, J. (2015). Who Cares?: How to Reshape a Democratic Politics. Ithaca: Cornell University Press.

Tronto, J. (2013). Caring democracy. Markets, equality, and justice.New York: New York University Press.

Vázquez-Verdera, V. (2019). “Care Ethics in Universities: beyond an Easy “Add and Stir” Solution”. Encounters in Theory and History of Education, 20, 83-101.

 

 

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Juan Escámez-Sánchez
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Catedrático emérito de Teoría de la Educación de la Universidad de Valencia y doctor en Filosofía

Un comentario

  1. Soy profesora en la Universidad Iberoamericana del posgrado de Desarrollo Humano y de una materia llamada Persona y Humanismo, también soy formadora de docentes en Filosofía para Niños del Programa de Matthew Lipman, fue con él que hace unos 20 años escuche hablar del pensamiento del cuidado y eso me pareció sumamente interesante y cautivador. A través de la comunidad de diálogo metodología propia del programa de LIpman se pretende desarrollar habilidades de pensamiento crítico creativo y del cuidado. Para Lipman el pensamiento del cuidado es una fusión entre el pensamiento cognitivo y el emocional que se expresa así mismo a través de la actividad como la apreciación, la estima, el respeto, el cuidado, la empatía, la compasión y la valoración. En tiempos como los vividos últimamente con la pandemia nos enfrentamos de lleno este reto de darnos cuenta que requerimos de este cuidado para poder sobrevivir y generar un mundo mas justo parte del reto que se tiene en la Universidad es precisamente favorecer en los alumnos la adquisición de esta conciencia y manera de ser. Me gusto mucho su artículo me es muy iluminador. Muchas Gracias lo he de releer y seguir reflexionando.

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