Debate en torno a la filosofía y su necesidad

Eduardo Ortiz, profesor de la UCV San Vicente Mártir

(Infografía)
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Conseguirlo supone adquirir a lo largo de un proceso formativo una compleja serie de destrezas prácticas y teóricas, algunas de las cuales están establecidas como saberes. Son los propios de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias del espíritu, si nos atenemos a la clasificación decimonónica o los de las ciencias experimentales y las ciencias humanas y sociales junto con las ciencias formales, por usar una taxonomía más cercana a nosotros.

La filosofía ha de ocupar en esa educación un lugar destacado. Ella plantea una y otra vez preguntas como éstas, correspondientes por cierto a las partes centrales de la filosofía: “¿hay un Dios?”, “¿por qué hay algo y no nada?”; “¿qué hay de permanente y de cambiante en nuestra humana naturaleza?“, “¿hay o no hay un alma espiritual en nosotros?”, “¿somos libres o estamos determinados?”; “¿cómo ser feliz?”, “¿por qué no debo hacer tal y tal cosa?”, “¿por qué existe el mal?”, “¿qué forma de gobierno es la más adecuada?”, “¿tiene sentido la vida?”; “¿cómo saber algo con seguridad?”…

De la mano de los textos de los mejores pensadores de todos los tiempos, la filosofía plantea una y otra vez esas preguntas y otras derivadas de ellas, que a cualquiera de nosotros puedan ocurrírsenos. Desde luego, hay que ayudar a entender esos textos, rememorando su contexto, atendiendo a las peculiaridades de su lenguaje y, sobre todo, tomando buena nota de los argumentos que cada filósofo avanza para respaldar una u otra respuesta a las cuestiones planteadas sobre uno u otro tema.

Si la filosofía constara solamente de preguntas como las repasadas, ya sería mucho. En efecto, estamos ante las más humanas de todas las preguntas, en absoluto alejadas de nuestras existencias, sino más bien centrales para ellas. Ahora bien, como acabamos de apuntar, el depósito filosófico incluye asimismo respuestas a esas preguntas. En un diálogo receptivo y crítico con las ofrecidas por los demás saberes científicos, pero también por el arte, por las religiones y por cualquier fenómeno cultural significativo, la filosofía ha suministrado y suministra sus respuestas argumentadas a aquellas preguntas.

Sin hacerse cargo al menos en alguna medida de las preguntas y de las respuestas de la filosofía o de las más representativas de entre ellas, no es posible sino una inserción del ser humano en el mundo tímida, inapropiada por su superficialidad. Asusta pensar entonces lo extremadamente vulnerable que sería aquel a los tipos más variados de manipulación.

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