[themecolor]Comentarios sobre la interpretación de Larry Hickman[/themecolor]

Por Jaime Fisher, Universidad Veracruzana (Xalapa)[México]

1. Introducción

Larry Hickman
(Infografía)

Larry Hickman, director del Center for Dewey Studies de la South Illinois University, es tenido -en Estados Unidos y en partes de Iberoamérica- como el mejor exponente sobre el pensamiento de John Dewey. Su trabajo de edición y difusión del pensamiento deweyano le tienen bien ganado ese sitio, y poner una idea suya bajo discusión en este espacio se justifica por su sobresaliente figura como uno de los más autorizados especialistas en el pensamiento del filósofo de Vermont, así como por su voluntariosa interpretación de éste como filósofo de la tecnología.

Sin embargo, como suele ocurrir al interpretar a nuestros filósofos favoritos, tendemos a proyectar sobre ellos cualidades inexistentes, de manera que ver en Dewey un filósofo de la tecnología resulta cuestionable desde algunos puntos de vista que pasaré a reseñar casi de inmediato, pues antes debo aclarar un par de cosas: 1) si rechazo la interpretación de Hickman es porque estoy de acuerdo con él en lo fundamental, a saber, en la relevancia social, la pertinencia política y la actualidad filosófica del experimentalismo naturalista de Dewey; y 2) que hay que responder a la metapregunta acerca de si habría diferencia práctica entre plantear y responder o no a la pregunta sobre si Dewey es o no un filósofo de la tecnología. Adelanto que a la metapregunta responderé afirmativamente, mientras que mi respuesta a la pregunta será negativa.

2. Técnica y tecnología

Muchos embrollos filosóficos tienen que ver con las palabras y con el uso que de ellas se hace; me parece que esto es lo que ocurre con Hickman -y en este caso también con Dewey. En castellano suele distinguirse entre los términos y conceptos ‘técnica’ y ‘tecnología’; y en inglés también suele hacerse una distinción entre ‘technique’ y ‘technology’; pero el problema relevante aquí es que ni Dewey ni Hickman lo hacen, y utilizan technology para referirse a cualquiera, o incluso a ninguna de las dos (como cuando se utiliza ‘technology’ para referirse a las herramientas o a la cultura material). En el caso de los escritos de Dewey será esta vaguedad y amplitud del término la que dé pie a una interpretación laxa -y en mi opinión errónea- por parte del profesor Hickman, puesto que si la filosofía es un intento por clarificar nuestro lenguaje y nuestro pensamiento en relación con el mundo, su intento resulta lamentablemente contraproducente.

¿De qué hablamos, pues, cuando hablamos de técnica y tecnología? Siguiendo a Evandro Agazzi (1998, Cfr. pp. 2-3), y sólo para intentar centrar el punto, ‘técnica’ sería una acción intencional sistemática guiada por un conocimiento acerca de la relación entre la acción y sus resultados, tanto físicos como simbólico culturales; mientras que ‘tecnología’ será una técnica de base científica. Desde un punto de vista epistemológico la técnica es un simple saber cómo, mientras que tecnología es un saber cómo sostenido en un saber por qué. Desde un punto de vista lógico ‘técnica’ tiene una  extensión mayor que ‘tecnología’. Toda tecnología es una técnica pero no se cumple la inversa.

En castellano, por ejemplo, Ortega (1939) hace lo contrario que Dewey y Hickman en inglés, pues en su trabajo sobre el tema siempre utiliza ‘técnica’ para referirse a ‘la técnica del artesano’, y nunca el de tecnología, a la que se refiere más bien como ‘la técnica del técnico’. Pero otros autores, tanto en castellano como en inglés siguen y distinguen estas nociones al modo de Agazzi. Cabe mencionar entre ellos a Miguel Ángel Quintanilla, Mario Bunge, León Olivé, Carl Mitcham, Hugh MacDonald, y James Scott Johnson, entre otros. La distinción tiene buenos fundamentos empíricos en la antropología física y social: el concepto de tecnicidad sería coextensivo al de humanidad (aunque sostener esto sería motivo de una argumentación que aquí no cabe). No habría, pues, seres humanos sin técnica; aunque bien puede haber, ha habido, y puede volver a haber, seres humanos sin tecnología.

La tesis e interpretación de Dewey como filósofo de la tecnología se expone en dos textos fundamentales: primero en John Dewey’s Pragmatical Technology (1990), y después en Philosophical Tools for Technological Culture (2001). En ambos momentos Hickman es consciente de que el término inglés ‘technology’ es ambivalente. Desde 1990 se refiere y cita a Jaques Ellul en extenso para destacar esa necesaria distinción entre ‘técnica’ y ‘tecnología’. Pero, aun siendo consciente del precipicio conceptual, intenta cruzarlo sin tender ese puente para presentarnos a Dewey como filósofo de la tecnología. Y no está sólo en su empresa: Don Idhe, en la introducción al citado texto de 1990 llega a afirmar que “Dewey es por excelencia el padre de la filosofía de la tecnología estadounidense”.

3. Dewey sobre la tecnología

A mí me parece que eso es incorrecto y desproporcionado, pues no hay elementos para sostenerlo. Para intentar demostrar lo que afirmo hay que ir a las fuentes como evidencia empírica de las razones de mi desacuerdo. En éste, como en muchos otros casos, conviene empezar por el principio; y es en la primera línea del primer párrafo de su primer texto aquí citado, que Hickman escribe: “El interés de Dewey por la tecnología permea todo su trabajo publicado [resalte añadido]”. Sin embargo, basta echar una mirada somera a la obra de Dewey para encontrar muchos textos que no tratan con la tecnología ni con la técnica, y en los que tales términos ni siquiera se les menciona o se les alude.

Hickman no lo ignora, pero se queja de que Dewey no sea considerado y leído como filósofo de la tecnología. No obstante, reconoce  que no existe un texto en el cual encontrar la exposición de ese pretendido interés filosófico deweyano por la tecnología.

“¿Cuál es, entonces, la definición de tecnología de Dewey?” -se pregunta (p. 44); y responde que “Dewey no ofrece una sola definición del término. Como he indicado, usa la palabra para caracterizar varias actividades. Pero al menos en un sentido importante puede decirse que tecnología es la transformación apropiada de una situación problemática, emprendida por medio de los instrumentos de la investigación, bajo cualquier forma que esos instrumentos puedan tomar.” Esto dice Hickman que dice Dewey, y en efecto eso dice Dewey, pero también afirma cosas como la siguiente: “Tecnología significa todas las técnicas inteligentes por las cuales las energías de la naturaleza y del hombre son dirigidas y usadas en la satisfacción de las necesidades humanas [subrayado y negritas añadidas].” Esta noción -al parecer fundamental- la propone en el artículo “What I believe” (1930); y hay que hacer notar que, desde un punto de vista lógico estricto, excluiría del concepto de tecnología -por no ser inteligentes– a muchas aplicaciones técnicas al uso que tienen palpables resultados negativos sobre amplios sectores de la población, incluyendo a sus agentes directos[1].

14 años antes había escrito en su Democracia y educación (1916): “Que la ciencia es el principal medio para perfeccionar el control de los medios de acción es atestiguado por la gran producción de invenciones que siguieron al control intelectual de los secretos de la naturaleza. La maravillosa transformación de la producción y distribución conocida como la revolución industrial es el fruto de la ciencia experimental… (ferrocarril, teléfono, telégrafo, automóviles, etc.) sensacionales inventos por medio de los cuales la ciencia natural ha llegado a ser tributaria de nuestra vida cotidiana.” Aquí sólo cabe interpretar que para Dewey la tecnología es ciencia aplicada, que la ciencia entra en nuestras vidas a través de la tecnología y sólo a través de la tecnología.

Años después, en “Por naturaleza y por arte”, el 25 de mayo de 1944, Dewey escribe: “tras un periodo durante el cual el conocimiento de la naturaleza progresó tomando en préstamo de las técnicas industriales, la ciencia alcanzó un momento de crecimiento estable, continuo y acelerado mediante la invención deliberada de tales instrumentos por su propia cuenta. Con el fin de indicar esta característica diferencial de ese arte en que consiste la ciencia utilizaré ahora la palabra tecnología [negritas añadidas].” Es decir, se propone llamar tecnología a toda ciencia que diseñe y utilice artefactos para la investigación experimental, con lo que subsumiría lógicamente buena parte de la ciencia en la tecnología. Para incrementar el problema y la cantidad de interpretaciones posibles, en nota inmediata al pie de página afirmará: “Es probable que se podría haber evitado una considerable cantidad de malos entendidos si yo hubiera usado sistemáticamente ‘tecnología’ en lugar de ‘instrumentalismo’ para referirme al punto de vista que he propuesto respecto a la cualidad distintiva de la ciencia como conocimiento.” Al parecer es esta nota al pie de página lo que servirá a Hickman como piedra de toque en su intento por sostener a Dewey como filósofo de la tecnología.

Sin embargo, es claro que Dewey está diciendo ahí al menos dos cosas muy distintas. En la primera llama tecnología a las ciencias experimentales que han llegado a desarrollar sus propios métodos y herramientas para ello; y en la segunda llama ‘tecnología’ al método mediante el cual él mismo elabora su epistemología y su filosofía de la ciencia, cosa que hace en su Busca de la certeza, en su Lógica, y en Knowing and Known.

Pero tan sólo dos años después Dewey parece olvidar su propósito y tema, y vuelve a llamar a la tecnología ciencia aplicada, idea que después Bunge y otros harán suya. En su  Introducción a Los problemas del hombre, de 1946, escribe: “Una filosofía relevante en las condiciones actuales tiene la dura tarea de expurgarse de doctrinas…  que obstruyen la constitución de medidas y estrategias por medio de las cuales ciencia y tecnología (la aplicación de la ciencia) realizarían un trabajo más humano y liberador.”  Hasta aquí algunas evidencias de lo problemático que resulta interpretar a Dewey como filósofo de la tecnología; pero el hecho objetivo principal en todo esto –más que un problema, excepto para quien sostenga lo contrario- es que Dewey no tiene un concepto claro de tecnología, y no lo tiene porque, además, no parece haberle importado nunca desarrollar consistentemente el tema. Digo que a Dewey no le interesó la filosofía de la técnica ni de la tecnología y, si le interesó, nunca lo podremos saber, pues no dejó un solo documento que nos permita saber qué era lo que le interesaba del tema ni lo que pensaba al respecto. Sus alusiones dispersas e inconsistentes sobre el asunto son eso, y nada más que eso.

4. La interpretación de Hickman

Por otro lado, así como es ambivalente el uso del término “technology” en Dewey, también es ambivalente la interpretación que de él hace Hickman como filósofo de la tecnología. Así, por ejemplo, afirma (Introducción p. xiii; Cfr. pp. 80-82) que: 1) Dewey hace una investigación en la historia de la tecnología y que, 2) debido a que su perspectiva es filosófica, entonces 3) su  historia de la tecnología es, más que cualquier otra cosa, 4) una historia de la filosofía de la tecnología. En este argumento la primera premisa es falsa, además de que, aún si fuera verdadera, hay un evidente non sequitur entre 2), 3) y 4). En cualquier caso no se cuenta con un texto en el que Dewey hiciera o intentara hacer tal historia, ni de la tecnología ni de la filosofía de la tecnología. Esto lo reconoce Hickman cuando dice “Puede ser correcto incluso decir que Dewey no presenta una historia de la tecnología en sentido estricto”. Y, en efecto, no sólo no se halla un locus classicus, sino que ni siquiera hay referencia expresa alguna a la historia de la tecnología ni a la historia de la filosofía de la tecnología en toda la obra de Dewey. Por tanto, no sólo “puede ser correcto decir que Dewey no presenta una historia de la tecnología”, sino que no puede ni debe afirmarse lo contrario.

La pregunta que surge aquí es cómo un filósofo de la talla de Hickman es capaz de hacer esa interpretación que, hasta donde la evidencia documental alcanza, no parece sostenerse de manera razonable, como él mismo alcanza a percibir. Una explicación plausible sería la siguiente: por un lado, Hickman es un filósofo pragmatista preocupado en y a través de la tecnología; y, por otro, entre los pragmatistas clásicos estadounidenses sólo en Dewey es posible hallar alusiones dispersas a la tecnología, aunque sin haber llegado a producir un solo artículo dedicado al tema. Mi interpretación es que no habría resistido la tentación de tomar esas reflexiones aisladas de Dewey y darles una exégesis adecuada para presentarlo como uno de los suyos, i. e., como un filósofo de la tecnología. Con ello, el profesor Hickman llega a conclusiones que van más allá de las premisas suministradas por la obra de Dewey. Así como hay personajes en busca de su autor, Hickman aparece aquí como filósofo de la tecnología en busca de su maestro, y cree erróneamente haberlo encontrado en el filósofo de Vermont.

Una explicación complementaria, según mi interpretación -y haciéndole un poco al psicoanálisis (ojalá Mario Bunge no lea esto)-, se hallaría en cierto sentido de orfandad filosófica padecido por los filósofos estadounidenses, y que sería lo que lleva a Don Idhe a decir que “Dewey es el padre de la filosofía de la tecnología” en ese país. Esta afirmación no encuentra sustento suficiente y pertinente en ninguna parte de la extensa obra de John Dewey.

En el texto de 2001, Herramientas filosóficas para una cultura tecnológica, y retomando una idea de Ellul, Hickman intentará precisar su concepto de tecnología, y vuelve a fallar (y me da la impresión de que su falla es intencional). Afirma de entrada: “Quienes hablamos y escribimos inglés parecemos ser capaces de tolerar un alto nivel de ambigüedad con respecto a nuestro uso del término ‘tecnología’. Lo usamos para designar, entre otras cosas, (a) técnicas, herramientas y artefactos (medios de producción, instrumentos, productos, habilidades e incluso documentación); (b) sistemas que dependen de tales cosas, (c) la aplicación de teorías científicas, y (d) de manera menos común pero más exacta desde el punto de vista etimológico, la investigación sistemática sobre tales cosas [negritas añadidas].” (p. 11).

Y entonces propone entender tecnología como el logos de y sobre la techné, como la ciencia que estudia las técnicas: “Brevemente, se diría que la tecnología implica la intervención cognitiva en lo técnico, la investigación referente al uso hábil de herramientas y artefactos. La tecnología sería así el estudio de la técnica puesto que es sólo con la intervención de la investigación sistemática que la techné llega a tener un logos propio” (p. 17); Ahora aquí, y a contrapelo de la cita de Dewey arriba comentada, la tecnología resulta subsumida en la ciencia.

Sin embargo, apenas 9 páginas después dice que “La clave para entender el trabajo de Dewey como una contribución a la filosofía de la tecnología está en apreciar su aserto de que toda investigación o deliberación que involucre herramientas y artefactos, sean abstractos o concretos, tangibles o intangibles, debería ser vista como instrumental: en otras palabras, como una forma de tecnología” (p. 26); que es lo que en efecto afirma Dewey en su Lógica: La teoría de la investigación, pero que nada tiene que ver ya con el sentido etimológico que Hickman acaba justamente de proponer.

Por otra parte, de manera paralela y a lo largo de todo su Philosophical Tools… Hickman también entiende a la tecnología como cultura, y hasta como ‘nuestra cultura’. No es necesario aburrir al lector más diciéndole que ésta es otra afirmación sin sustento en la obra de Dewey.

Uno bien puede preguntarse qué quiso decir Dewey con ‘tecnología’, y de manera más o menos rápida se dará cuenta de que usa el término, como dice Hickman, a la manera en que lo hacen algunos anglófonos, es decir, para referirse a muchas cosas; aunque se puede interpretar que lo que quiso decir fue lo que escribió en la referida nota a pie de página, a saber, que con tecnología debió referirse al método filosófico que llamó instrumentalismo y en ocasiones más afortunadas, experimentalismo, en particular en sus trabajos sobre epistemología.

Podría también, por estipulación, ampliarse la extensión lógica del término para incluir a la posición filosófica sostenida por Dewey, y que él mismo llamo naturalismo empirista o empirismo naturalista (Experience and Nature). Pero todo eso sólo aumentaría los contenidos convencionales posibles de la palabra ‘tecnología’ sin por ello hacer de Dewey un filósofo de la tecnología.

La caracterización más consistente de tecnología que parece sostener Hickman es “la invención, desarrollo y despliegue cognitivo de herramientas y otros artefactos aplicados sobre materias primas e insumos, con el fin de resolver problemas percibidos” (p. 12 y ss.). En esta caracterización -que repite por lo menos 11 veces en el texto de 2001- se ha olvidado ya tanto de su etimología, como del proceso de la investigación caracterizado por Dewey, para reducirla a los meros procesos productivos y económicos.

5. ¿Tiene sentido preguntar y responder si Dewey es o no es un filósofo de la tecnología?

Me parece que sí tiene sentido formular la pregunta, pero que, una vez formulada, la respuesta es no. Tiene sentido porque no es claro que en el trabajo de Dewey exista tal desarrollo; aunque por la naturaleza dispersa de sus referencias al tema ello depende de la interpretación que cada lector sea capaz de darle. Para Hickman la respuesta es afirmativa, mientras que yo he tratado de mostrar evidencia en contra. Y también tiene sentido hacer la pregunta porque intentar su respuesta tiene diferencias prácticas. Así, por ejemplo, responder que no es un filósofo de la tecnología permite de manera más clara e inmediata poner de manifiesto y rescatar la utilización de las herramientas filosóficas generales de Dewey, es decir, de su teoría de la investigación y su experimentalismo, tanto para caracterizar la técnica en la actualidad como, sobre todo, para llevar a cabo su evaluación racional (él diría inteligente), cosa ésta por lo demás sugerida ya en el título del texto del mismo profesor Hickman.

Es esta importancia, relevancia y fertilidad de Dewey lo que explica que muchos filósofos quieran ficharlo entre sus filas. Lamentablemente no puede militar en todos los equipos, y, si nos atenemos a su obra publicada, es claro que no juega ni jugó en el de la filosofía de la tecnología, como Hickman quisiera. Pero eso no significa que sus herramientas filosóficas no puedan ser utilizadas en este campo y por este equipo.

Algo similar ocurre con Jerome Popp en su texto The evolution first philosopher (2007), en el que, modus Hickman, y a partir de algunos artículos y reflexiones de Dewey se permite interpretarlo como filósofo de la biología. Creo que ambos están en lo correcto al intentar aplicar a la filosofía de la tecnología y de la biología, respectivamente, las ideas o herramientas filosóficas de Dewey. Pero no lo están, y Hickman en particular, en su intento por reducir el instrumentalismo o experimentalismo a la filosofía de la tecnología.

Hasta donde he revisado su trabajo, creo que Dewey fue principal, aunque no exclusivamente,  un filósofo de la cultura, anclada ésta en cierta noción de experiencia y observada en continuum con la naturaleza. En su visión la experiencia es tanto un evento biológico como mental y, en su momento, técnico y cultural. Toma la forma de una transacción entre el organismo y su medio, un suceso o una acción (nos guste o no la distinción de Davidson) que resulta en la transformación de ambos (el organismo y el ambiente). Por supuesto, la acción intencional es el momento más acabado y pleno de la experiencia, y de ahí que el pragmatismo ponga a la acción en el centro de la reflexión filosófica. El experimentalismo debería llamarse por ello -y de mejor manera-, experiencialismo.

Finalizo citando a Dewey en “What I Believe»: “Formulada a la luz de la ciencia y la técnica es que una filosofía exhaustiva de la experiencia adquiere su significado”; y es este significado, i. e., los resultados prácticos de, en y a través de la experiencia lo que no puede reducirse a la filosofía de la tecnología, tema que, por otro lado, Dewey deliberadamente nunca acometió.

 

Referencias bibliográficas:

Agazzi, E. (1998): From Technique to Technology: The Role of Modern Science.  Philosophy and Technology, 4:2

Hickman, L. (1990). John Dewey’s Pragmatic Technology. Blooomington:  Indiana University Press.

Hickman, L.  (2001). Philosophical Tools for Technological Culture. Bloomington: Indiana University Press.

Hickman, L. (2003). Revisiting Philosophical Tools for Technological Culture, en Techné 7:1 Fall 2003, pp. 64-81.

Hickman, L. (2003). The Collected Works of John Dewey, 1882-1953. Electronic Edition, InteLex Corporation, Charlottesville, Virginia, USA.

Ortega y Gassett, J. (1939). Meditación de la técnica. En  Obras Completas, V. 5. pp. 317-378; Madrid: Revista de Occidente, Sexta Edición, 1964.

Popp, J. A. (2007). Evolution’s First Philosopher: John Dewey and the Continuity of Nature. Albany:  State University of New York Press.

NOTAS

[1] Cabe indicar que “inteligente”, como “racional”, no son adjetivos útiles para la caracterización o definición de una actividad humana como la técnica o la tecnología, puesto que si se les incorpora es esa definición, toda posterior evaluación de dichas actividades resultaría lógica y prácticamente superflua.

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