La apertura al otro como aproximación a lo sagrado
Tomás Rico Martínez.
¿Existe una posibilidad de que, mediante la apertura a un otro distinto a mí, a alguien que no soy yo, se establezca una relación con lo sagrado? He ahí mi pregunta, la pregunta que ha movido este breve esbozo y en la que, por tanto, nos adentraremos. Para tratar de responderla, me centraré en algunos aspectos de la obra escrita y filmográfica de Pasolini, pero sin detenerme a profundizar, por lo menos en este presente escrito, dada la necesaria extensión (o no-extensión) del mismo. Cada argumento, de esta manera, encontrará un eco tanto en las películas como en los escritos del ya difunto director italiano, al que trataré de aproximarme estableciendo un diálogo con ciertos postulados personalistas en lo que considero que Pasolini coincide o, por lo menos, desde los que puede ser leído.
LA CUESTIÓN DE LA APERTURA AL OTRO COMO APROXIMACIÓN A LO SAGRADO
En un primer momento, para comenzar, me gustaría afirmar que la cuestión de la apertura al otro como aproximación a lo sagrado no puede ser nunca una opción utilitarista o interesada, ya que este otro no debería jamás reducirse a un objeto –causa de nada ni de nadie. Y en este sentido, el propio Pasolini zanjará cualquier posible sospecha de tal instrumentalización, abordando esta relación, precisamente, como una consecuencia inevitable. De hecho, la concepción de Pasolini sobre el otro se sitúa en un plano más profundo que el de la teoría clásica existencialista (atea), por el que existe un
peligro de enajenación que amenaza a todo existente cuando considera sus relaciones con los hombres únicamente en el plano de la organización [1]
No es esta, a decir verdad, la tentación de Pasolini, teniendo en cuenta que su deseo de apertura al otro no nace de una intención, a priori, de ir más allá, sino de quedarse en él:
No pensaba directamente en Dios, sino en el Otro, algo mucho más importante para mí. Con el descubrimiento de esta nueva dimensión, acabé creyendo en el milagro y en la profecía”.[2]
Será posteriormente cuando, al contacto con el otro, descubierto desde la soledad y la angustia, Pasolini descubre lo Sagrado, lo intocable, lo impenetrable.
DE LA PASIÓN A LA ADMIRACIÓN
Podríamos decir, parafraseando a Mounier, que la comunicación que ha establecido Pasolini con aquél que se sitúa frente a sí sería una comunicación
indirecta[3], repleta de signos que llaman, de enigmas que despiertan la atención, de ejemplos que arrastran. Frente a ella, se situaría la comunicación directa, excluida para el personalismo como medio de comunicación real entre los existentes, teniendo en cuenta que es una comunicación meramente exterior de los contenidos constituidos y que no conduce del corazón del existente al corazón del existente. Y aquí es donde reside uno de los primeros pilares de nuestra argumentación, teniendo en cuenta que la apertura al otro, la comunicación indirecta que establece Pasolini en multitud de personajes de sus obras (véase, por ejemplo, las secuencias de Il vangelo secondo Mateo en las que Jesús llama a los discípulos y estos le siguen) es una primera causa de un primer movimiento, de personas arrastradas por otras personas, de una verdadera pasión por el otro. Esto, por seguir con la nomenclatura personalista, nos llevaría a la admiración, por la que yo mismo me ofrezco a una irrupción de otro, cuya peculiaridad estriba en arrancarme de mí mismo, del pensamiento de mí mismo. Como afirma Mounier, tras esto,
ya no soy yo un ser-a-quien-proteger. Estoy abierto al mundo y al otro, yo me presto a su influencia, sin cálculos ni desconfianzas sistemáticas”[4].
Como pretendiendo contestarle, Pasolini se confirmará en su voluntad de emprender este camino, afirmando que “quisiera arrojarme sobre los otros, transfigurarme, vivir para ellos”. [5]
TRASCENDENCIA Y SUFRIMIENTO
Una vez desplazado de sí mismo (como ejemplo de este desplazamiento provocado por la influencia de otro, convendría analizar detenidamente el film Teorema) el universo pasoliniano se adentra en el abismo que supone el otro pero no como un “objeto ligado de experiencias fuera de mi alcance, en el cual yo figuro como un objeto entre los otros”[6], sino como un existente que contempla y participa de la profundidad del otro existente, tratando de mostrar su secreto más profundo. Y este secreto, relacionado con la trascendencia que reside en cada ser, en muchas obras de Pasolini guarda una estrechísima relación con el sufrimiento, con el dolor, con la muerte, al fin y al cabo. En este sentido, convendría afirmar que no siempre podemos leer en la obra de Pasolini este tipo de relación “personalista”, teniendo en cuenta que también se refleja, en multitud de ocasiones, una dialéctica que cristaliza en la lucha de clases, así como en una relación de subordinación entre las clases dominantes y el subproletariado de las periferias. Pero, a decir verdad, su esencial contraposición a esta lectura existencialista radicaría en que no es esta la única posibilidad de relación entre las personas, a diferencia de lo que afirmará Sartre.
Finalmente, cabría apuntar que esta experiencia de la muerte, del sufrimiento y de la miseria será capital en la obra de Pasolini, ya que será la causa de que pueda ver al otro no como un extraño, sino como verdaderamente el otro, alguien como yo, un sujeto con el que relacionarme y al que trascender. Y esta experiencia será la que llevará a Pasolini (tanto en su vida como en su obra) a esperar del otro no una usurpación, sino una puerta hacia el misterio, hacia lo primitivo y lo salvaje, encerrando en sí la infinitud de lo sagrado. Como él mismo dejará por escrito:
una experiencia absoluta de soledad había disminuido extraordinariamente mi vida espiritual: cuando encontré el nombre místico para este estado mío de interiorización, comencé a esperar la Gracia, es decir, la posibilidad de concebir al Otro, a Dios”.[7]
Por todo esto, podemos concluir la posibilidad de que la apertura al otro desemboque en una relación con lo sagrado; más aún, que la propia apertura al otro es una apertura a lo sagrado.
Referencias bibliográficas
Mounier, E. (1967). Introducción a los existencialismos. Madrid: Guadarrama.
Naldini, N. (2001). Pier Paolo Pasolini. Barcelona: Circe.
Sartre, J. P. (1972). El ser y la nada. Buenos Aires: Ed Losada.
Notas
[1] Mounier (1967: 125).
[2] Naldini (2001: 86)
[3] Mounier (1967: 127).
[4] Mounier (1967: 142).
[5] Naldini (2001: 50).
[6] Sartre, J. P. (1972). El ser y la nada. Buenos Aires: Ed Losada (pág. 283).
[7] Naldini (1001:.78)