4.- Universalidad y particularidad del culto interior. La teología de las religiones

 

§ 42.- Jesús y el logos. El ecumenismo de Proclo y la teología de las religiones

Lo diferencial y específico de las religiones históricas, que Pselo y otros autores observan, viene fundamentado por Proclo en una crítica a la doctrina aristotélica sobre la universalidad de la naturaleza y las formas, en los siguientes términos.

No es preciso que los griegos se sirvan de nombres de dioses egipcios o escitas o persas, sino de nombres griegos, pues se complacen los climatarcos divinos en ser nombrados en las lenguas de sus propias regiones (Proclo, Lecturas del Cratilo de Platón, LVII, 25P 14-18)

La tesis de Aristóteles, formulada silogísticamente, es que

lo que es por naturaleza es idéntico en todas las cosas, pero los nombres no son idénticos en todas las cosas, de modo que las cosas que son por naturaleza no son nombres, y los nombres no son por naturaleza (De Interpretatione,1, 16a 3-8)

Obra de Proclo
Proclo. Lecturas del Crátilo de Platón. Imagen 1

 

Proclo acepta la premisa mayor, observando que

si el nombre es una forma que se ve en una materia diferente, es idéntico en todas las cosas, como forma que es; pero la premisa es verdadera, luego la conclusión también es verdadera,

y rechaza la premisa menor, observando que

el ojo, la voz, el color, y los tamaños son por naturaleza, pero estos no son idénticos en todas las cosas debido a una dilatación y contracción tan grandes, luego no todo lo que es por naturaleza es idéntico en todas las cosas (LVIII, P25, 17-29)[1].   

Cuando fundamenta el politeísmo griego y la legitimidad de las religiones históricas[2], Proclo es consciente, en línea con Pitágoras, Platón y Aristóteles, y de una manera más acusada que ellos, que la divinidad suprema, por tener carácter absoluto, es una, y además le llama con frecuencia el Uno y el Padre, entre otras denominaciones.

Esta conciencia quizá se manifiesta por primera vez en Abraham, luego en Moisés y Akenaton, ambos del siglo XIV AdC, y posteriormente en Zaratustra, pero estas concepciones monoteístas, esencialmente vinculadas a sus respectivos grupos y organizaciones sociales, no integran los cultos y divinidades de los otros grupos sociales. Incluso a veces los rechazan muy violentamente, considerando como gravísimo pecado de idolatría el mero intento, como es el caso de los hebreos.

Las divinidades de otros grupos sociales son ajenas al propio grupo social, o bien, como en el caso de los judíos, son “falsos dioses”.

Probablemente la comprensión de la divinidad de un grupo social, como principio absoluto, como Dios o Zeus, en el sentido de Platón y Aristóteles, y a la vez, como divinidad que se articula con las divinidades de las demás religiones históricas, se da por primera vez de forma explícita con el cristianismo, y especialmente con las doctrinas de Pablo.  

26 Porque todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús,

27 ya que todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo.

28 Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús.

29 Y si ustedes pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham, herederos en virtud de la promesa (Galatas 3).

Esta doctrina de Pablo es, desde cierto punto de vista, una cancelación del pecado de idolatría y de la excepcionalidad de la nación judía o de la unicidad del pueblo elegido. Ambas cancelaciones provocan violentos cismas en el judaísmo y en el cristianismo durante los primeros cinco siglos en que se constituye la ortodoxia cristiana.

Todavía, esta doctrina de Pablo, en esa corriente que se ha denominado antes proto-ortodoxia, es reforzada por Orígenes al afirmar que la expresión “hijos de Abraham” y “pueblo elegido”, tiene un sentido literal, y un sentido místico alegórico y místico anagógico.

El Apóstol, levantando nuestros pensamientos a más altura, dice en alguna parte, ‘mira a Israel según la carne’, implicando que hay un Israel según el Espíritu’. Y en otro lugar dice, ‘no son los que nacen de la carne los que son hijos de Dios: ni son todo Israel los que nacen del pueblo de Israel. Ni es judío el que lo es exteriormente. Ni es circuncisión la que se practica en la carne. Sino que es judío el que lo es interiormente, y circuncisión es la del corazón, según el espíritu, y no según la letra’ (Romanos 2, 28-29) (Philocalia, 1, 22).

por lo que se refiere a los israelitas en el espíritu, de quienes “lo corpóreo” es tipo, ¿no surgen de ‘cientos’, de ‘cientos’ de las tribus, y de tribus de un hombre que no tiene una descendencia ‘corpórea’, sino algo mejor, también él nacido de Isaac, nacido de Abraham, y más hacia atrás, nacido de Adán, que, como dice el Apóstol, es Cristo? (Philocalia, 1, 23).

La superación de las diferencias entre las religiones históricas en el reconocimiento y veneración del principio absoluto, que tiene lugar en el culto interior, se proclama continuamente durante la época histórica. Y se proclama también en el reconocimiento y veneración de Cristo, que aparece reconocido y venerado a través de sus nombres más frecuentes como rey, retoño, príncipe de la paz, y otros.

De los nombres de Cristo de Fray Luis de León. Imagen 2

Este es uno de los sentidos en que se puede entender el tratado De los nombres de Cristo de Fray Luis de León[3], y quizá el más concorde con su autor. El sentido según el cual, Jesús no es la única vía de acceso al logos, como repite en el siglo XX Raimon Panikkar[4].

Esta forma de entender la unidad de las religiones históricas en el culto interior, contrasta con los conflictos, con frecuencia violentos y sangrientos, entre esas mismas religiones históricas. Estos conflictos son tanto más violentos mientras más asimilado está en las comunidades nacionales ese culto interior. Es un conflicto en cierto modo paradójico, que tiene su sentido y su desenlace, como se ve en los siguientes capítulos.       

 

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NOTAS

[1] Proclo, Lecturas del Cratilo de Platón, Madrid: Akal, 1999, pag. 94.

[2]  Garay, J., Politeísmo y neoplatonismo: Proclo, en Jacinto Choza, Jesús de Garay y Juan José Padial, Dios en las Tres Culturas, Sevilla: Thémata, 2012.

[3] León, Fray Luis de, De los nombres de Cristo, en Obras completas, Madrid: BAC, 1944.

[4] Panikkar, Raymon, El silencio del Buddha: introducción al ateísmo religioso, Madrid: Siruela, 2000; La plenitud del hombre: una cristofanía, Madrid: Siruela, 1999.

 

 

 

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Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).

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