1.- Ontología de la creación, de la redención y del lenguaje religioso

 

§60.1.- Caída y pecado. Léxico ontológico y teológico

Desde el punto de vista ontológico, la creación es la constitución de los entes finitos por parte del creador, que opera como fundamento de ellos, y los mantiene en el ser a través de criaturas espirituales, que son también formas y esencias creadas, pero en todo caso carentes de materia, es decir, de extensión espacial y de duración temporal. Estas criaturas espirituales se describen por primera vez en la religión sumeria, reciben el nombre de ángeles en el judaísmo, el cristianismo y el islam, y el de dáimones y dioses en las formas del neoplatonismo pagano (ROREM §§ 53.1-54.2 y OORA §§ 30-32.2).

Cuando a partir de la escuela de Atenas se consolida el léxico filosófico-teológico, los entes creados se designan como formas o esencias, que tienen una existencia, o sea un determinado tipo de temporalidad, de duración, en virtud de un acto de ser que los hace ser. Estos entes existen en sí y por sí mismos, son entidades a las que se denomina sustancias a partir de Aristóteles, y que subsisten en virtud del acto creador que los fundamenta, o se denominan accidentes, y son las entidades accidentales que subsisten en esa otra sustancia creada.

Creación a partir de la nada quiere decir, creación de los entes según los múltiples sentidos del ser, a partir de los múltiples sentidos de la nada. Las versiones narrativas de la creación refieren que, en un primer momento, el creador ordena a la nada con su palabra y convoca a la existencia a las realidades, que quedan constituidas a su imagen y semejanza, acuden e interactúan con él. 

En el primer momento de la creación, las versiones narrativas del proceso refieren que los entes, preexistentes en la mente del creador como posibilidades, por un acto de la voluntad divina cobran existencia efectiva como criaturas diferenciadas. Una vez que cobran existencia diferenciada, en un segundo momento, tiene lugar la caída y la aparición del mal.

Pecado original
Caída del hombre, pecado y expulsión del paraíso. Imagen 1

En este segundo momento, las versiones narrativas distinguen dos fases. Una primera de inocencia, y una segunda de acción y culpa. En las versiones ontológicas, la primera fase de inocencia se corresponde con el momento en que el yo, la subjetividad libre, no ha diferenciado su sustancialidad, su acto de ser en tanto que acto primero, de su actuar, de su ser en tanto que acto segundo o actividad protagonizada por la subjetividad libre. En las versiones psicológico-morales, la primera fase se denomina minoría de edad y edad de la inocencia, y la segunda fase, se denomina mayoría de edad, y edad de la responsabilidad.

El segundo momento de la creación, el paso de la primera fase del ser en sí mismo, de ser como acto primero, a la segunda fase, al ser por sí mismo, al ser como acto segundo, a ser responsable de las propias actividades, acontece en forma de lo que se denomina caída, pecado original o pérdida de la inocencia, en lenguaje teológico y en lenguaje psicológico-moral.

La caída originaria o paso de la inocencia a la responsabilidad personal, es común a todo el género humano, y la responsabilidad de los actos personales y el pecado personal, también es común a todos los individuos del género humano. En clave ontológica, puede describirse de modo más preciso, y de modo que resulta compresible generando el punto de vista epistémico, generador justamente del léxico ontológico, que permite descripciones más minuciosas.

La criatura es, de suyo, pretensión de ser en sí y por sí. Es pretensión de ser en sí y por sí de dos modos. En primer lugar, pretende asemejarse al ser de Dios siguiendo una vía positiva, que es la imitación de Dios que todos los entes llevan a cabo. Esta vía positiva consiste en la afirmación de sí y por sí en el nivel de acto primero y de acto segundo, en la afirmación desde el acto segundo del acto primero en tanto que fundamentado en el creador.

En segundo lugar, la criatura también pretende asemejarse al ser de Dios siguiendo una vía negativa, por la cual se alcanza quizá una mayor semejanza al ser de Dios, y que es el pecado. El pecado es la pretensión de constituirse como acto primero, de fundamentarse a sí mismo desde sí mismo, mediante actos segundos, mediante actividades propias.

Todo ente tiene tendencia a conservar su propio ser, a imitar a Dios, de las dos maneras. Todo ente lleva en el centro de su acto de ser, lo que Spinoza llama el conatus sese conservandi, el impulso a conservar su ser, a mantenerse en el ser, a afirmar su ser. Ese impulso, hay que insistir, lo lleva a cabo de dos maneras, 1) afirmando el fundamento de su ser desde sus actividades, y esa afirmación es la adoración y la glorificación del creador, y 2) afirmando su ser desde sus actividades mismas prescindiendo de su fundamento, y esa afirmación es el pecado.

Afirmar la propia subsistencia desde el propio fundamento es afirmar a Dios, mientras que afirmar la propia subsistencia desde las propias actividades exclusivamente es afirmarse desde una instancia incapaz de alcanzar ese objetivo. Esto último es, desde un punto de vista fenomenológico, auto-glorificación, es lo contrario de la autoconciencia de ser nada, lo contrario de la humildad, es justamente soberbia, es una autoconciencia falsa, y, en general, es la forma esencial del pecado, la forma de todos los pecados.

La soberbia o el pecado, es, desde el punto de vista ontológico,  la autoafirmación de la parte relativa de un todo, y su pretensión de constituirse como absoluto. En eso consiste el pecado entre las criaturas espirituales, en eso consiste el cáncer y las enfermedades de cualquier tipo en los vivientes orgánicos, en eso consiste el “desmadre” de los procesos geológicos, y eso es el errante y vertiginoso “vagar” y las explosiones de los cuerpos siderales. Los pecados son, desde el punto de vista ontológico, los intentos, siempre infructuosos e imposibles, de subvertir el orden constitutivo de la creación, por parte de las criaturas, según su grado de autonomía o libertad.

El ser y los símbolos. José A. Antón Pacheco. Imagen 2

En las versiones narrativas, el momento de la caída es el momento en que la criatura entra en una relación intersubjetiva con el creador, y se produce un desencuentro o un conflicto entre ellos. A resultas de ese conflicto, las criaturas caen en un proceso destructivo.

La tendencia al pecado es una modalidad de la tendencia a la afirmación de sí mismo, que es aquello en lo que consiste la plenitud de cada ser, y que por eso es quizá el motivo fundamental por el que acontecen los pecados y sucesos ontológicamente equivalentes. 

En un tercer momento, el creador rescata a las criaturas del proceso autodestructivo en el que caen, para constituirlas de nuevo en su consistencia inicial o en una superior. Es lo que se denomina proceso de redención en las religiones occidentales y de purificación en las orientales.

Estos tres momentos de la dinámica y la dramática religiosa, de la creación, la caída y la redención, con las representaciones conceptuales e imaginativas propias de las fases del despliegue de la esencia humana, o lo que es lo mismo, según las expresiones de los mundo-lenguajes correspondientes a esas fases, pueden representarse en una tabla, que permite comprender la unidad, la evolución y la diversidad de la religión y las religiones.

La tabla está inspirada, por una parte, en la correspondencia entre esferas, astros , animales y plantas, que se señaló al estudiar el culto paleolítico (CORP § 31), por otra parte, en la unidad del sistema cosmológico que se manifiesta en el análisis de la relación entre la magia y los sacramentos (CORP § 31, MORN §§ 43-44) y, por otra parte, en la correspondencia entre símbolos sagrados y conceptos metafísicos señalados en el estudio El ser y los símbolos, citado en ocasiones anteriores[1]

 

Léxicos y

épocas

Orden constitutivo

Orden operativo

Orden sociocultural

Orden de

Re-constitución

Ontológico trascendental

(época histórica)

Acto primero

Acto segundo

Resultado/efecto

Escatología

Recapitulación

Ontológico categorial

(época histórica)

Substancia

Accidente

Accidentes

Pueblos, historia

Iglesias

Antropológico

(calcolítico)

Sí mismo

Yo-libertad

Hábitos

sentimientos

Reparación

Narrativo-Teológico

(neolítico-calcolítico)

Inocencia

Caída-culpa,

Penitencia, perdón

Plagas, guerras/

Riqueza, paz

Redención

Salvación

Psicológico-moral

(neolítico-calcolítico)

Infancia Inocencia

Mayoría de edad

responsabilidad

Virtudes/vicios

Gozos/pesares

Reconciliación

Simbólico ritual

(paleolítico)

Sol, luz, agua, sangre, semen.

Frutos prohibidos

Tabúes, ungüentos.

Fiestas

Penitencias

Reino de Dios

Reino de los fines

 

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NOTAS

[1] Antón Pacheco, José A., El ser y los símbolos, Madrid: Mandala ediciones, 2010.

 

 

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Jacinto Choza ha sido catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla, en la que actualmente es profesor emérito. Entre otras muchas instituciones, destaca su fundación de de la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF) en 1996, Entre sus última publicaciones figuran Antropología y ética ante los retos de la biotecnología. Actas del V Congreso Internacional de Antropología filosófica, 2004 (ed.). Locura y realidad. Lectura psico-antropológica del Quijote, 2005. Danza de oriente y danza de occidente, 2006 (ed).

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