La transformación hacia la gratuidad desde la inocencia en The Bells of St Mary’s (Las campanas de Santa María, 1945) de Leo McCarey

             

Fotograma del film de McCarey The bells of St Mary's
El P. O´Malley (Bing Crosby) y la hermana Mary Benedict (Ingrid Bergman) se muestran como espectadores maravillados ante la inocencia de los niños en su función de Navidad en The Bells of St. Mary´s (1945) de Leo McCarey. Imagen 1

    

Resumen:

En esta tercera contribución dedicada a The Bells of St. Mary´s (Las campanas de Santa María, 1945) comenzamos a considerar la subtrama que se centra en la relación de las monjas y el P. O´Malley con el empresario Mr. Bogardus. Frente a los críticos que dudan de la moralidad del proceder de los religiosos, apelamos a que se lea este episodio bien inserto en la trama general de la película, en la que se nos presenta una inocencia que trasforma y que permite entender la lógica del don, de la entrega de uno mismos.

En el segundo apartado acudimos a los estudios fenomenológicos de Anthony J. Steinbock para mostrar que el estrato más profundo de la lógica del don está no en este don por sí mismo, sino en la interpersonalidad. Seguimos su razonamiento en diálogo con Heidegger, Henry, Marion, Derrida y, encontramos finalmente que son muy valiosas las reflexiones sobre el grado de la tzedakah de Maimónides.

En el tercer apartado comenzamos el texto filosófico fílmico y analizamos la escena de la función de Navidad que están ensayando las niñas y niños de St. Mary. Descubrimos dos aspectos interesantes. Aquí la hermana Mary Benedict parece mostrarse más flexible que el P. O’Malley. Y en segundo lugar, comprobamos que la lectura inocente de los niños del misterio de la Navidad es la mejor manera de expresar la lógica del don, de la gratuidad, que transforma.

En el cuarto apartado, asistimos ya a la petición que las monjas hacen a Mr. Bogardus para que les done el edificio recién construido para locales de la escuela, lo que choca con las aspiraciones del empresario de comprar el ruinoso edificio de St. Mary para derribarlo y construir un parquin. La hermana Mary Benedict desarrolla con toda limpieza las claves de la lógica del don que hace felices a las personas.

En el quinto apartado comprobamos la distinta reacción que tienen los personajes después de la petición de las monjas. Las religiosas están alegres y confiadas, pensando que están haciendo la voluntad de Dios. Mr. Bogardus está hecho un mar de dudas y un manojo de nervios, porque comienza a atisbar una lógica hasta ahora desconocida que le hará cambiar de vida.

En la conclusión planteamos que Leo McCarey en esta contribución dedicada a The Bells of St. Mary’s nos ofrece una reflexión sobre la gratuidad y la capacidad de entrega. Y lo hace no como imperativos morales, sino como constitutivos de nuestra propia naturaleza. Sólo con el don de nosotros mismos nos reconocemos como personas. Las lecturas que critican la película porque les parece que la conducta de las monjas y del sacerdote resulta inmoral parecen dejar de lado algo esencial. No hay nada próximo a la presión psicológica o el lavado del cerebro. Mr. Bogardus comienza a ponerse en la búsqueda del ideal trascendentalista de su mejor yo. Lo seguiremos analizando en las próximas contribuciones dedicadas a completar el texto filosófico fílmico de la película.

Palabras clave:

Inocencia, gratuidad, lógica del don, Steinbock, Maimónides, tzedakah, Navidad,  O Sanctissima.

Abstract:

In this third contribution dedicated to The Bells of St. Mary’s (1945) we begin to consider the subplot that focuses on the relationship of the nuns and Father O’Malley with the businessman Mr. Bogardus. In the face of critics who doubt the morality of the religious’ behavior, we appeal to read this episode well inserted in the general plot of the film, in which we are presented with an innocence that transforms and allows us to understand the logic of the gift, of the gift of oneself.

In the second section we turn to the phenomenological studies of Anthony J. Steinbock to show that the deepest layer of the logic of the gift is not in this gift for its own sake, but in interpersonality. We follow his reasoning in dialogue with Heidegger, Henry, Marion, Derrida and, finally, we find Maimonides’ reflections on the degree of tzedakah to be valuable.

In the third section we begin the philosophical filmic text and analyze the scene of the Christmas performance that the girls and boys of St. Mary’s are rehearsing. We discover two interesting aspects. Here Sister Mary Benedict seems to be more flexible than Father O’Malley. O’Malley. And secondly, we see that the children’s innocent reading of the mystery of Christmas is the best way to express the logic of gift, of gratuitousness, which transforms.

In the fourth section, we are already witnessing the nuns’ request to Mr. Bogardus to donate the newly constructed building for school premises, which clashes with the businessman’s aspirations to buy the dilapidated St. Mary’s building in order to demolish it and build a parking lot. Sister Mary Benedict neatly develops the keys to the logic of the gift that makes people happy.

In the fifth section we see the different reactions of the characters after the nuns’ request. The nuns are happy and confident, thinking that they are doing God’s will. Mr. Bogardus is a sea of doubts and a bundle of nerves because he begins to glimpse a hitherto unknown logic that will make him change his life.

In conclusion, we state that Leo McCarey, in this contribution dedicated to The Bells of St. Mary’s, offers us a reflection on gratuitousness and the capacity for self-giving. And he does so not as moral imperatives, but as constitutive of our own nature. It is only through the gift of ourselves that we recognize ourselves as persons. Readings that criticize the film because they find the behavior of the nuns and the priest immoral seem to miss something essential. There is nothing close to psychological pressure or brainwashing. Mr. Bogardus begins to set out on a quest for the transcendentalist ideal of his better self. We will continue to analyze it in the next contributions devoted to completing the filmic philosophical text of the film.

Keywords:

Innocence, gratuitousness, logic of gift, Steinbock, Maimonides, tzedakah, Christmas, O Sanctissima.

 

1. LA SUBTRAMA DE M. BOGARDUS: LA INOCENCIA QUE TRANSFORMA

El valor de la inocencia es una bondad o confianza original, sin la cual las personas desordenamos todas las prioridades

El cine de Leo McCarey, como creemos que venimos demostrando a lo largo de esta investigación, está bien cimentado. Lo que pretende es mostrar la riqueza del mundo personal, que se encuentra muy por encima de cualquier ideología. Lo ha destacado con un impagable rigor Miguel Marías en su espléndida monografía sobre el autor (1998; 2023), a la que tantas veces hemos acudido.

Las dos escenas que centran este tercera contribución dedicada a The Bells of St. Mary´s (Las campanas de Santa María, 1945) no se pueden entender adecuadamente sin aludir al valor de la inocencia, a una bondad o confianza original, sin la cual las personas desordenamos todas las prioridades. No por casualidad Julián Marías, a la sazón padre de Miguel, encumbraba está virtud humana. Y la aconsejaba vivamente a aquellos directores que quisieran preservar su arte de la pedantería.

La vida es un movimiento que se hace hacia delante, que se puede estar de vuelta de las cosas, de cada cosa, pero nunca de la vida

Julián Marías consideraba que para volver a la fuente original de la inspiración fílmica resulta imprescindible un regreso a la inocencia.  Para el filósofo personalista y vitalista para que se dé una verdadera creación esta ha de comenzar desde la inocencia. Su presencia garantiza que a continuación aparezca el entusiasmo.

No se puede crear más que desde el entusiasmo. La Creación —conviene no olvidarlo— es obra de amor, y ese amor es efusión, desbordamiento hacia afuera de la propia realidad que se vierte. Y “entusiasmo” quiere decir literalmente, “endiosamiento” —es decir, lo contrario de lo que habitualmente se llama así, y sería mejor llamar “engreimiento”. […] Por eso me siento inclinado a deplorar la inocencia perdida. Porque lo que resulta verdaderamente “ingenuo” en el mal sentido de la palabra es el querer «no serlo” como siempre, el estar “de vuelta”, olvidando que la vida es un movimiento que se hace hacia delante, que se puede estar de vuelta de las cosas, de cada cosa, pero nunca de la vida. (Marías, 1994: 25-26).

«Bendito seas Padre… porque, si has escondido estas cosas a los sabios entendidos, se las revelado a la gente sencilla»

La representación de Navidad realizada por los niños —a la que el P. O’Malley (Bing Crosby) acudía con una cierta reserva al saber que no incluía canciones típicas de ese momento del año.— impulsa a reconocer que el misterio cristiano ilumina cuando es acogido con el candor de la infancia. McCarey la propone a su estilo, amante de la espontaneidad y la improvisación, para que la cámara capte lo que nunca se agota del todo desde la palabra. Una libertad expositiva que sin dificultad reconocemos que converge con la fenomenología de Michel Henry (1922-2002) en su obra Yo soy la verdad. Para una filosofía del cristianismo. En este ensayo se puede leer algo que suscita una invitación semejante.

Pues la irreductibilidad de la Verdad del cristianismo al pensamiento, a toda forma de pensamiento, es uno de los temas principales del cristianismo. Tal situación no sólo confirma la oposición del pensamiento occidental vuelto hacia el mundo y resuelto a obtener conocimientos objetivos y, como tales científicos. Precisamente porque esta oposición remite a una irreductibilidad última, la irreductibilidad de la Verdad del cristianismo a toda forma mundana de conocimiento y de ciencia, el mismo cristo la fórmula de una forma extremadamente violenta: «Bendito seas Padre… porque, si has escondido estas cosas a los sabios entendidos, se las revelado a la gente sencilla» (Mt 11,25) (Henry, 2001a: 37).

Alianza de rescate para otros tipos de sabiduría

No será necesario aclarar que ni McCarey ni Henry[1] estén en contra del conocimiento científico. Pero sí lo están de la ofuscación que provocan para otros tipos de sabiduría. La filosofía y el cine se unen en esta alianza de rescate.

Resulta necesario enfatizar en la importancia de la inocencia para interpretar adecuadamente la relación que las religiosas y el P. O’Malley entablan con el empresario Horace P. Bogardus (Henry Travers). Los rezos de las monjas con la intención de que el millonario haga donación para la escuela del nuevo edificio que acaba de construir, y la posterior intervención del P. O’Malley para aconsejarle que un acto de caridad así mejoraría la salud de su corazón. Jeffrey Richards (Richards 1973: 262) y Richard Corliss (Corliss 1975: 233), advierte Leland Poague, lo consideran una “desagradable manipulación” (Poague 1980: 270). Poague discrepa completamente de este juicio, pero quizás no acaba de esgrimir todas las razones. Veámoslo.

La lectura defectuosa de Jeffrey Richards de la acción del P. O’Malley

El historiador británico Jeffrey Richards (n. 1945), en el capítulo dedicado al populismo de Leo McCarey —“Leo McCarey: the Fantasy of Goodwill” (Richards 1973: 254-269)— dedica unas líneas a The Bells of St. Mary´s. Parte del paralelismo con Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944). Y señala que la diferencia entre ambas procede de la diferente misión que el P. O’Malley desarrolla en cada una de ellas. Con respecto a Las campanas de Santa María señala que el sacerdote tiene la misión de sacar a la escuela de un convento de su ruinosa situación económica. Aunque choque con la hermana Mary Benedict (Ingrid Bergman), actuará de acuerdo con ella para persuadir al empresario Bogardus para que no derribe la escuela para construir un parquin. Y aquí muestra su crítica sobre el proceder del ministro católico.

Sin embargo, el método que usa para conseguir ese fin es, hablando éticamente, altamente sospechoso. Cuando la canción no sirve para conmoverle, O’Malley aterroriza al anciano con pensamientos de que él se está muriendo, por lo que él debe proveer al colegio para salvar su alma. Aunque sea un viejo capitalista sin mucho corazón, no deja de ser un hombre mayor y enfermo y podría haber esperado algo distinto de su amigable vecino que no fuera una canción y una trampa. (Richards 1973: 262).

La desconfianza acerca de que la gratuidad, la donatividad, el don pueda ser una acción auténtica que potencia la personalidad del que es generoso

Poague discrepa de esta lectura y comprobaremos al desarrollar el texto filosófico fílmico que los recuerdos de la película del profesor Richards confunde las cosas.  El P. O’Malley canta el O Sanctassima con esa intención. La interpreta a petición del médico de Horace P. Bogardus, el Dr. McKay (Rhys Williams). Ni tampoco es él el que sugiere que está próxima su muerte. Al contrario, le invita a pensar que una acción generosa le permitirá gozar de una mejor salud en su corazón —tanto a nivel simbólico como fisiológico[2]. Pero más allá de estos lapsus lo que se aprecia es un tema de fondo: la desconfianza acerca de que la gratuidad, la donatividad, el don pueda ser una acción auténtica que potencia la personalidad del que es generoso.

Con respecto al crítico Richard Corliss (1944-2015), Leland Poague discrepa de él con respecto a que el tema principal de The Bells of St. Mary´s pueda concentrarse en la contraposición entre catolicismo y capitalismo. (Poague 1980: 268).

La visión parcial de Richard Corliss de simpatía hacia el capitalista

Crítico de L. McCarey
Richard Corliss un crítico de The Bells of St. Mary´s (1945) de Leo McCarey que parece desconocer el valor de la gratuidad. Imagen 2

Corliss no duda en decantarse por el capitalista, ante la posición de dominio patrimonial que exhibía la Iglesia Católica en Nueva York en aquellos años.

Bing Crosby lleva a cabo un plan de apropiación de tierras para la mayor gloria de Dios y de la hermana Ingrid Bergman, un logro poco alentador para cualquier infiel que sepa que la Iglesia Católica Romana era la mayor propietaria de tierras de Nueva York en aquella época. No era la intención, pero en esta lucha entre la Iglesia y el capital, el capitalista no puede evitar ser la parte simpática. (Corliss 1975: 233).

Resulta un tanto parcial esta interpretación. El personaje de Horace P. Bogardus, como ya hemos advertido, no disimula su peso político que favorece sus negocios. Además es notorio que se trata de alguien que ha prosperado económicamente en los años que muchos de sus compatriotas más jóvenes daban su vida por la comunidad en la guerra. Que una actuación reclámeme pronto las simpatías del espectador no resultaba tan claro, al menos para aquellos que llenaban los cines en 1945 y había perdido algún familiar.

Dos bandos que Corliss detecta, pero que en realidad no existen en la pantalla

Con todo Corliss desarrolla el argumento a favor del empresario, de una manera inequívocamente sesgada. Lo comprobamos con facilidad cuando desarrollemos el texto filosófico fílmico. Habla de dos bandos, cuando en realidad en ningún momento ni los niños ni los obreros ni, por supuesto el perro, forman parte de conspiración alguna. Es una retórica que fuerza un argumento que no se sostiene si lo comparamos con lo que se ve por la pantalla.

Por un lado, se alinean las fuerza de la Dulzura (Hermana Ing) y la Ligereza (Padre Bing) con sus huestes de niños con cara de pena, perros conspiradores, obreros de la construcción intratables y advertencias susurradas desde Arriba en forma de amenazadores murmullos cardíacos en el aliento marchito del capitalista. Al otro lado hay un empresario solitario, más bien encorvado, no muy rapaz, y su nuevo edificio de oficinas, ambos de los cuales el Lado de la Derecha quiere apropiarse. Henry Travers hace de él una mezcla de Scrooge y Saint George. En la medida en que se niega a alimentar el complejo educativo de la Iglesia, The Bells of Saint Mary’s conserva algo de la chispa tradicional de McCarey. Desgraciadamente, intenta hacer pasar la ruptura del espíritu de Travers por un lavado de alma en lugar de un lavado de cerebro como su redención. Cuando Travers se vende a los poderes fácticos, tanto en lo que respecta al director como al actor, la película pierde su frágil control sobre nuestras simpatías y el espectador escéptico pierde a alguien con quien identificarse.

Travers se desprende de él a falta de unas pocas bobinas (aunque se le da una frase de despedida más caricaturesca cuando se hace pública su beneficencia: «… y una donación a la Iglesia siempre es deducible”). (Corliss 1975: 233-234).

La lógica del don para una economía de la libertad

Sin embargo con el último inciso, la alusión a que una donación es deducible en la declaración de impuestos, Corliss apunta ya en la dirección que nos parece correcta. Creemos que es el tema de fondo, que se desarrolla en continuidad con lo que ya se había planteado en Going My Way[3]: la recuperación de la economía y su crecimiento tras la segunda guerra mundial va a requerir de una lógica de la libertad que no se agote en la maximización del beneficio. Y que por tanto aprenda la lógica de la gratuidad y del don acorde con los valores humanos y espirituales —personalistas— que el P. O´Malley practica con su estilo educativo.

Creemos que es este el argumento de fondo que está debajo de la subtrama de la donación de Horace P. Bogardus, que va más allá de una posible tensión entre la Iglesia y el Capitalismo por una discusión sobre patrimonio.

Poague tampoco ve acertado el poner el foco en esa discusión patrimonial. Pero a cambio propone que toda la película —como habitualmente subraya en su lectura de McCarey— está guiada por la contraposición entre rigidez (Hermana Mary Benedict) y flexibilidad (P. O’Malley) que Leland Poague propone, lo que no nos resulta convincente. Por un lado, como vimos, por ejemplo, en la entrada anterior, la hermana Mary Benedict se muestra más flexible al enseñar boxeo a su alumnos, que el P. O’Malley que mantiene un esquema rígido que no educa a los jóvenes en gestionar de otro modo su agresividad.[4] Ya expresamos en esa misma contribución que nos parece que la polaridad mujer/varón resulta más explicativa de la diferencia y la tensión entre ambos protagonistas. Pero es que por otro lado, ni la rigidez/flexibilidad, ni la polaridad varón/mujer iluminan suficientemente la reflexión sobre la subtrama de la donación del empresario. Nos parece que la contribución de la fenomenología de Anthony J. Steinbock puede ayudarnos a dilucidar lo que está en juego en este pasaje de la película.

 

2. NO SE TRATA DE LA COSA OBJETO DE DON SINO DE LA RELACIÓN INTERPERSONAL: LA ILUMINACIÓN DESDE LA FENOMENOLOGÍA DE ANTHONY J. STEINBOCK PARA LEER EN PROFUNDIDAD THE BELLS OF ST. MARY´S

La importancia de la fenomenología generativa en Husserl y su visibilización por Anthony J. Steinbock

En el Estudio introductorio a la obra fundamental de Anthony J. Steinbock, Mundo familiar y mundo ajeno. Fenomenología generativa (2022b), los editores de la traducción castellana, Rocío Garcés Ferrer y Andrés Alonso Martos, señalan lo propio de la fenomenología generativa[5]. Una noción que Steinbock rescata de la poca visibilidad que había tenido en la lectura de la obra de Husserl.

Más que para suplir una falta hasta entonces ausente, la Generativität entra en juego en esta época para tematizar algunos aspectos que en la génesis trascendental del sentido se encontraban ya operativos, pero todavía implícitos, en tanto modos de predonación de la experiencia del mundo. Son fenómenos tales como el nacimiento y la muerte, la familiaridad y normalidad de la experiencia, la radicalidad del otro como ajeno, la pertenencia a una generación, la relación psicofísica de animal y ser humano, la apropiación crítica y el rebasamiento de las tradiciones y narraciones históricas y culturales, etc. […] De este modo se estaría captando lúcidamente el significado profundo de que en toda vivencia resulta estar latiendo una con-vivencia. (Steinbock 2022b: 10).

El significado profundo de que en toda vivencia resulta estar latiendo una con-vivencia

Anthony Steinbock: su defensa fenomenológica de la interpersonalidad del don resulta clave para interpretar The Bells of St. Mary´s (1945) de Leo McCarey. Imagen 3

La insistencia de Steinbock en la dimensión generativa de la fenomenología de Husserl permite abrir el discurso habitual de la filosofía en occidente. Categorías como la convivencia — en toda vivencia resulta estar latiendo una con-vivencia—, la donación o la verticalidad (Steinbock 2007) pasan a cobrar un protagonismo que en cierto modo nos fuerza a revisar aquello que habitualmente damos por descontado simplemente porque pertenece a lo que estamos acostumbrados. Invita a que enriquezcamos nuestro mundo familiar de lo que podemos considerar presente en un mundo ajeno.

Planteamientos como lo de Richard Corliss o Jeffrey Richards parecen mantener la mirada en lo que se ha venido concibiendo como obvio en el propio mundo, o mejor, en su historia reciente y no están abiertos a revisar, de un modo más específico, si la única lógica de la economía es la del individualismo autorreferencial propugnado por una visión esquemática del capitalismo, como se venía desarrollando en el siglo XX. O tampoco parecen dados a reflexionar sobre si las vivencias espirituales en las que basan sus tareas las monjas y el P. O’Malley no responden a algo que debería reconocerse como la dimensión de verticalidad que también se hace presente en la experiencia de muchas personas (Steinbock 2007: 1-19), y que un tratamiento riguroso de la evidencia no puede permitirse el lujo de obviar sin más (Steinbock 2007: ix).

Lo que en realidad está en juego en este don como diálogo teórico es el marco dinámico que hace posible el don, las relaciones interpersonales que se revelan más profundamente en el amor.

Una obra más reciente de Steinbock enfoca específicamente el problema de la posibilidad de reconocer el don, la donatividad, la gratuidad como un componente ineludible de nuestra vida, tanto personal como comunitaria, directamente asociado a emoción moral del amor. Basada en su monografía sobre las emociones morales (Steinbock 2014; 2022ª), It´s Not about the Gift. From Givennes to Loving (Steinbock 2018)— traducida por Hernán G. Inverso como No se trata del don. De la donación al amor (Steinbock 2023) se dedica a deshacer malentendidos sobre la comprensión del don en la escuela fenomenológica[6].

En el “Prefacio del autor a la edición castellana”, Steinbock sintetiza con amabilidad cuáles son las claves de su obra.

No se trata del don es una intervención crítica en el actual debate «continental» acerca de la donación que tiene su origen en la tradición fenomenológica. A través de las reflexiones sobre Derrida, Heidegger, Henry, Marion, Scheler y Maimónides sostengo que la comprensión fenomenológica del don no puede tratarse simplemente de un tema de intercambio, sorpresa, ni, mucho menos, de una relación sujeto-objeto.

Es aún más importante, sin embargo, que el fondo de la cuestión del don no tiene que ver en sí misma con el don. […] sugiero que lo que en realidad está en juego en este don como diálogo teórico es el marco dinámico que hace posible el don, es decir, las relaciones interpersonales que se revelan más profundamente en el amor. (Steinbock 2023, 13).

El don no es el punto central, porque el don tan sólo se vuelve don en el contexto del amor interpersonal

En la Introducción a la obra, a la luz de las discusiones Jacques Derrida y Jean-Luc Marion, insiste en la misma idea.

… las discusiones sobre el don realmente no tratan sobre el don, o no deberían ser confundidas con investigaciones sobre el don. El don no es el punto central, porque el don tan sólo se vuelve don en el contexto del amor interpersonal. (Steinbock 2023, 13).

Para el propósito personalista de nuestra investigación se trata de una observación muy relevante. En síntesis, Steinbock considera que el análisis fenomenológico se ha ido aproximando a este contexto del amor interpersonal. Pero no ha dado el paso definitivo. Se trata de aproximaciones defectuosas con las que la tradición fenomenológica ha considerado el don y el dar.

Lo que se exige cuando se confronta con el dominio de las tecnologías administrativas del cálculo o la maquinación no es un nuevo paganismo del pensamiento

En el caso de Martin Heidegger (1889-1976), Steinbock considera que su comprensión del don se encuentra alejada de una caracterización adecuada, que con frecuencia lleva a la indiferencia hacia los sufrimientos concretos de grupos de personas. Siguiendo el pensamiento de Emmanuel Levinas detecta esta carencia.

Nos falta el encuentro interpersonal directo interpersonal directo, el cara a cara o el persona a persona en el cual el otro se revelaría y nos asombraría, no de la fuente del Ser o como el presagio de un nuevo comienzo, sino del único otro, el único «Mi mismo» como amado. (Steinbock 2023: 79).

De una manera muy incisiva muestra sus carencias para establecer el criterio que permita superar la maquinación, un dominio de la técnica que arrasa lo propiamente humano.

Lo que se exige cuando se confronta con el dominio de las tecnologías administrativas del cálculo o la maquinación no es un nuevo paganismo del pensamiento, sino una rehabilitación, una recuperación de la esfera emocional de las personas humanas y, en particular, de las emociones interpersonales, que nos dan nuevo modos de libertad, crítica, normatividad y, específicamente, un sentido profundo de la persona. (Steinbock 2023, 81).

La obra de Michel Henry y su cercanía con la de Heidegger

En el caso de Michel Henry, Steinbock considera que no ha superado una planteamiento que presenta una gran similitud con el de Heidegger, que acabamos de extractar. Para Michel Henry de lo que se trata es de superar el olvido de lo que nos ha dado la Vida. Es algo que está presente ya en su primera gran obra, L’essence de la manifestation (1963)traducida al castellano como La esencia de la manifestación (Henry, 2015).

Y se sigue observando su continuidad en dos obras posteriores como Yo soy la verdad. Para una filosofía del cristianismo (Henry, 2001a). Creemos que también lo está, complementando lo que señala Steinbock en Encarnación. Una filosofía de la carne (Henry 2001b).

¿La maquinación, el olvido, el mal puede reducirse al «ocurrir» o a nada más y nada diferente de la auto-afección de la Vida Absoluta?

La crítica de Steinbock se concreta en que ve una gran proximidad entre el retiro de las trascendencia de la Vida Absoluta Auto-Afectiva en Henry con lo que en Heidegger era el «retiro» del Se que se da. Pues a pesar de los gestos de piedad de Henry no hemos avanzado sustancialmente en la caracterización del don.

… subsiste todavía el problema del papel constitutivo de la trascendencia o nuestro actuar con otros, de amar o de odiar. Si nuestras acciones no son «nada más y nada diferente de» la auto-realización de la Vida absoluta, ¿es esto sustancialmente diferente del «Se» dándose y retirándose esencialmente, sólo reteniendo, en última instancia, lo que se da, retirándose «en favor del don», pero sin abandonarse-«se» en el mundo, con los «dones»? ¿Todos los «dones» son siempre retenidos, o en otros términos, salvados en virtud del hacer inmanente reductible a la Vida Absoluta? ¿La maquinación, el olvido, el mal puede reducirse al «ocurrir» o a nada más y nada diferente de la auto-afección de la Vida Absoluta? ¿Ambas articulaciones no se prestan, a su modo, al esoterismo más que a la experiencia religiosa —experiencia religiosa que está inherente y esencialmente enlazada con algo distinto de las dimensiones moral, histórica y escatológica del ser—? (Steinbock 2023, 125).

Las razones que esgrime Steinbock para considerar que ni en la obra de Heidegger ni en la de Henry se atiende suficientemente al vínculo entre el don y la interpersonalidad creemos que son sólidas. En grados diversos en cada pensador la interpersonalidad se diluye en relaciones abstractas, genéricas, que no emplazan al encuentro interpersonal.

La discusión sobre el don en Marion y Derrida, y la ausencia de lo interpersonal

Una mayor gama de matices se encuentra en la obra de Jean-Luc Marion (n. en 1946) en la que se analizan los distintos grados de don que hay en los fenómenos. En su monumental Siendo dado. Ensayo para una fenomenología de la donación (Marion, 2008: 299-393) caracteriza estos grados, entorno a lo que designa como fenómeno saturado[7], aquel que indica la donación desde donde viene.

Considera Steinbock que este modo de concebir el don es el que permite a Jacques Derrida (1930-2004) advertir lo paradójico y contradictorio de esta noción: en la medida en que se reconoce de donde procede, pierde ese carácter de don pues se vuelve opresivo para el que lo recibe que le hace encontrarse en deuda. (Derrida, 1995) Es decir, se da una imposibilidad de que el don sea realmente tal. En el fondo es otra forma de transacción.

Francesco De Nigris nos parece bien encaminado (De Nigris, 2022) cuando plantea que una obra posterior como El fenómeno erótico subraya más adecuadamente la dimensión interpersonal del don como reconocimiento del otro en el amor (Marion, 2005)[8]. También sus publicaciones de corte más teológico pueden abundar en la misma dirección (1993, 1995 y 2010).

Si la reducción que propone Marion lleva a poner entre paréntesis al beneficiario, al donante o al don, se cancela la relación

Con todo, Steinbock creemos que acierta al detectar que los análisis fenomenológicos a los que lleva la contraposición entre Derrida y Marion se quedan en lo abstracto. Si la reducción que propone Marion lleva a poner entre paréntesis al beneficiario, al donante o al don, se cancela la relación (Steinbock, 2023: 152-156).

Para salir de ahí recurre creativamente a recuperar la figura de Maimónides, el filósofo judío nacido en Córdoba (1135-1204) a su propuesta de “dar-el-don como participación con otros y liberación” (Steinbock 2023: 157). La puesta entre paréntesis se consigue por medio de la actitud de amor del donante ante el beneficiario de su acción.

Steinbock reproduce el texto de Maimónides de El código[9] en el que relata los ocho grados de tzedakah o dar-el-don. Nosotros vamos a reproducirlos, siguiendo por un lado el orden del texto de Maimónides y por otro la agrupación de los distintos grados que expone Steinbock.

a) El mayor tipo de donación

[1] 7. Hay ocho grados de tzedakah, cada uno superior al otro. El grado más alto, por encima del cual no hay nada más, es el de quien tiende la mano a un judío reducido a la pobreza dándole u donativo o un préstamo, haciéndose cargo de él, o encontrándole trabajo para sostenerse por sí mismo, de modo que no tenga necesidad de mendigar a otra gente. Respecto a este la Escritura dice: «Lo ampararás, como un extranjero y un forastero vivirá contigo» (Lv 25,35), implicando que lo ayuda, de modo que no vuelva a caer en la pobreza. (Steinbock 2023, 158, n. 28).

b.1) La reducción del dar y el don reducido: no sabe a quién le ha dado, ni el pobre sabe de quién ha recibido

[2] 8. Debajo está quien da el tzedakah al pobre de tal modo que no sabe a quién le ha dado, ni el pobre sabe de quién ha recibido. Esto constituye el cumplimiento de un mitzvah[10] por sí mismo, tal como la Cámara de los Secretos en el Templo, donde los justos contribuían en secreto, y de donde el pobre de buena familia tomaba su sustento igualmente en secreto. Cerca de tal persona está el que da tzedakah directamente a la kupah [fondo comunitario]. Sin embargo sólo se debería dar tzedakah directamente a la kupah cuando se sepa que la persona a cargo es digna de confianza, es sabia y sabe administrar rectamente, como era el caso del rabí Chananía ben Teradion. (Steinbock 2023, 158-159, n. 28)

b.2) La reducción del dar y el don reducido: quien sabe a quién le está dando, mientras que la persona pobre no sabe de quién está recibiendo

[3] 9. Debajo está quien sabe a quién le está dando, mientras que la persona pobre no sabe de quién está recibiendo. Así se asemeja al grande entre los sabios, que acostumbraban a entregar dinero en secreto, introduciéndolo por debajo de la puerta del pobre. Este es un modo personal de hacerlo, y es preferible si quienes están a cargo de tzedakah no se conducen como deberían. (Steinbock 2023, 159 n. 28)

b.3) La reducción del dar y el don reducido: la persona pobre sabe de quién está recibiendo, mientras el donador no lo conoce

[4] 10. Debajo está el caso en el que la persona pobre sabe de quién está recibiendo, mientras el donador no lo conoce. Así, el grande entre los sabios solía poner el dinero en el dobladillo de un lienzo de lino que echaba sobre sus hombros, de modo que el pobre podía acercarse por detrás y tomar el dinero sin pasar vergüenza [o exponerse a la humillación]. (Steinbock 2023, 159 n. 28)

c) Dar-el-don y la economía del don

[5] 11. Debajo está el que da a la persona pobre directamente con su propia mano [en su mano] antes de que se lo pida.

[6] 12. Debajo está quien da a la persona pobre después que se lo pida.

[7] 13. Debajo está darle menos de lo apropiado [adecuado], pero con una expresión amable [de buena gana, con una sonrisa].

[8] 14. Debajo está el dar con una expresión contrariada [a regañadientes]. (Steinbock 2023, 159 n. 28)

Constituyen maneras especiales del dar… Lo que los une como dar es su conexión interpersonal

Steinbock sintetiza así la pretensión de estos grados.

Notemos también que no es el caso que estos diferentes tipos de dar estén construidos uno sobre otro o resten algo uno de otro. Más bien, constituyen maneras especiales del dar y están ordenados en términos del valor que les atribuye el Rambam[11]. Lo que los une como dar es su conexión interpersonal, que participan uno con otro a través del dar hacia una posible liberación de lo material y/o de las restricciones espirituales. (Steinbock 2023, 159).

La actitud de la gratuidad forma parte de la vida de las personas que quieren reconocerse como tales y que quieren amar

La indagación de Steinbock sobre la evolución desde el don al amor nos sirve para entender mejor que es lo que se nos está planteando en la subtrama de Horace P. Bogardus, y que ni Corliss ni Richards parecen tener en cuenta. La actitud de la gratuidad forma parte de la vida de las personas que quieren reconocerse como tales y que quieren amar. Lo que McCarey pone en la pantalla no es un ejercicio de levado cerebral del empresario, sino una propuesta de encuentre la mejor versión de su yo, aquello que le pide su corazón.

Sería un buen ejercicio situar en qué grado de tzedakah se encuentra el gesto de Mr. Bogardus. No nos parece descabellado en situarlo en el primero, en el más alto, en la medida que acepta ser reconocido públicamente como un benefactor de St. Mary´s. Hay desde luego un claro precedente en el personaje de Ted Haines Sr. (Gene Lockhart). El banquero pasa de ser un enemigo que quiere ejecutar la hipoteca también para construir un aparcamiento, a ser un benefactor dispuesto a ampliar el préstamos cuando la iglesia tiene que ser reconstruida tras el incendio.

Que a lo largo de la película pueda haber elementos que lo sitúen con elementos de los otros grados, no lo descartamos. Forma parte de la expresividad propia del cine abordar una complejidad psicológica que supera lo que puede ser escrito en forma de código. El texto filosófico fílmico podrá ser ocasión para entrar en ese tipo de matizaciones.

 

3. EL TEXTO FILOSÓFICO FÍLMICO DE THE BELLS OF ST. MARY´S (XI):LA INOCENCIA DE LAS NIÑAS Y NIÑOS COMO PUERTA HACIA LA GRATUIDAD

La nieve y el Adeste Fideles: tiempo de Navidad en St. Mary´s

Plano del colegio, con los andamios que están sosteniendo al edificio en situación ruinosa. Se ve a su alrededor que está todo nevado. Se oye cantar el villancico Adeste Fideles[12]. Es tiempo de Navidad. Se ve la puerta de la residencia de las monjas que tienen delante la estructura metálica de un soporte.

Sale la Hermana Mary Benedict. Se recoge el abrigo por encima del hábito. Un trávelin muestra como cruza el patio y pasa por la verja de la iglesia, hasta llegar a pasos lentos para no resbalar a la puerta de entrada. Allí se encuentra con el jardinero que está recogiendo la nueve con una pala.

A continuación vemos al P. O’Malley que toca el armonio, rodeado de cinco chicas —entre ellas Patsy Gallagher (Joan Carroll)— y cuatro chicos, mientras ensaya con ellos el Adeste Fideles. Para felicitarle porque ha entonado bien, da la mano a un muchacho que tiene más cerca de la cámara.

Estamos ensayando la función y a los niños se las va la cabeza y no saben lo que están haciendo

Al fondo del plano se ve a la hermana Mary Benedict, que abre la puerta. El coro del P. O’Malley sigue cantando las estrofas del villancico mientras la monja se acerca. Cuando llega donde ellos, se suma a cantar. Sin embargo el P. O’Malley deja de tocar en ese instante para atender a la religiosa.

POM: “¿Si, hermana?”.

HMB (Al POM): “Perdone, Padre, pero nos están molestando”.

POM (Sorprendido): “¿Molestando? ¿A quiénes?”.

HMB (En el plano con dos niñas; la de su izquierda es Patsy, sonriendo): “Estamos ensayando la función y a los niños se las va la cabeza y no saben lo que están haciendo. Son párvulos, compréndalo, y se distraen con facilidad”.

POM (En el plano también, encajando este nuevo motivo de desavenencia con la hermana): “¿Cree que hacemos demasiado ruido?”.

HMB (En el plano, con libertad): “Ya que usted lo dice, sí, Padre». (Y asiente con una sonrisa diáfana).

POM (En el plano): “Hermana, supimos lo de la función y preparábamos una sorpresa para ellos. No hay función navideña sin “Silent Night” (“Noche de Paz”) o “Adeste Fideles”.

HMB (en el plano, evasiva): “Sí, sí…”

POM (En el plano extrañado): “¿No hay ninguna escena para cantar?”

Me gustaría ver semejante función… ¿Y qué podrán en lugar de música?

La actitud del P. O’Malley y su pregunta muestra que en este caso al menos, la repartición de actitudes que establecía Leland Poague (1980: 268) no se cumple. La hermana parece más flexible que el párroco acerca de cómo debe concebirse una función navideña. Cierto será que el P. O´Malley pronto modificará su manera de ver cómo debe realizarse ese acto navideño.

POM: “Me gustaría ver semejante función”.

HMB (En el plano general junto a todos los niños): “¿Le gustaría ver el ensayo?”.

POM (En el plano): “Sí, ya lo creo. (A los miembros del coro) Quedaos aquí y practicad un poco. Voy a echar un vistazo. (Camina de espaldas a la cámara hacia donde está la hermana) ¿Y qué podrán en lugar de música?”.

HMB (Camina también de espaldas a la cámara): “Venga conmigo y lo sabrá”.

No creo que sea un buen momento. Es que aún estamos ensayando. Será mejor que la vea el día de Navidad

Cambio de escena. Se ve a la Hermana Mary Benedict que entra en un aula de la escuela seguida del P. O’Malley. La monja llama por su nombre a uno de los pequeños.

HMB: “¡Bobby! (Sigue caminando e insiste). ¡Bobby! (Lo ve). Aquí está. (Se acerca a un niño que se encuentra de espaldas a la cámara. Le indica al párroco). Este es el hombrecillo del que le hablé».

POM (Mientras el niño se le acerca y lo toma en brazos): “Conozco a Bobby, es un viejo amigo mío. (Al parvulito). ¿Sales en la función?”.

Bobby (Bobby Dolan Jr.[13], en los brazos del sacerdote que le mira, con la hermana Mary Benedict al lado): “Sí, de hecho yo la inventé“.

POM (Riendo satisfecho): “¡Ho, ho.! Entonces tendrás un buen papel, ¿no?”.

Bobby (Muy natural): “Sí, es muy bonito”. (A su lado la Hermana se ríe).

HMB (A Bobby): “¿Podemos ver la función?”.

Bobby (Respondiendo a la hermana con responsabilidad): “No creo que sea un buen momento. Es que aún estamos ensayando. Será mejor que la vea el día de Navidad”.

HMB (Seria): “Nos gustaría ver si hay algún error”.

POM (Interesándose): “¿Cuál es el argumento?”.

Bobby (Girándose hacia el P. O’Malley): “Eso lo explico yo al principio”.

POM (A Bobby, situado de medio lado, mientras la hermana sonríe): “Empecemos por ahí. ¿De acuerdo?”.

En cada representación el diálogo es distinto. Cada frase es una sorpresa para mí. Dios sabe lo que harán el día de Navidad

El sacerdote lo baja de sus brazos y de la un empujoncito para impulsarlo por la espalda. Plano de Bobby que avanza y pasa junto a la cabeza de una mula de cartón, con el cuerpo de madera, y luego abre la cortina y pasa donde hay otros niños. El aula infantil está dispuesta de modo que parece un pequeño teatro. Plano del párroco y la superiora de las monjas. Están sentados en las sillas del fondo de la clase. Entre ellos hay un árbol de Navidad. También se ven en las ventanas dibujos de los niños, reforzando el sentido de que estamos en un aula.

HMB (A media voz, de perfil, al sacerdote, certificando que vamos a asistir a una escena fruto de la improvisación de los niños): “Ha de saber que todo esto lo han preparado los niños solos. (Se detiene y mira hacia delante). En cada representación el diálogo es distinto. Cada frase es una sorpresa para mí. Dios sabe lo que harán el día de Navidad”.

POM (Serio y realista): “Cuando estén delante de sus padres se olvidarán de todo”.

María, no podemos quedarnos aquí porque no tenemos dinero

Fotograma de The Bells of St. Mary´s (1945) de Leo McCarey.
Los personajes de José (Bobby Dolan Jr). y María en la función infantil de Navidad en The Bells of St. Mary´s (1945) de Leo McCarey. Imagen 4

El plano muestra cómo ahora sale Bobby de las cortinas con una niña cogida de la mano. Dan unos pasos y se sitúan delante de la mula de cartón y madera. Plano del P. O’Malley y de la hermana Mary Benedict que miran atentos como espectadores. La chica, que va vestida con un vestido blanco, se pone delante del travesaño que hace de lomo de la mula, y Bobby le ayuda a auparse con esfuerzo. El P. O’Malley en el plano hace un respingo al percatarse de la fuerza que ha tenido que hacer Bobby. La cámara vuelve a enfocar a Bobby y a la niña.

Bobby (Señalando hacia la muchachita): “Esta es María y yo soy José. Y vinimos de Belén a ver si… (Inclina la cabeza y habla tartamudeando)… encontrábamos un sitio para dormir. (Junta las manos y continúa). Y esto es todo cuanto tenéis que saber por ahora. (Se sonríe y sale de ese lugar. El párroco y la superiora sonríen, ella mirándole a él para comprobar su reacción. Plano de Bobby frente a las cortinas. Llama con las manos, mientras hace el sonido onomatopéyico). ¡Toc! ¡toc!”.

Un niño (Saca la cabeza por la cortina): “¡Hola!”.

Bobby (A ese chico, señalando hacia la niña): “Esa es María y yo soy José. Y hemos venido a Belén a ver si encontramos un sitio para dormir”.

Niño (Directo): “¿Tenéis dinero?”.

Bobby (Respetuoso): “No, señor”.

Niño (Determinado): “Entonces no podéis quedaros aquí esta noche“.

Bobby (Resignado): “¡Qué mala suerte! (Da unos pasos, atraviesa por detrás de la niña que hace de María sentada en la mula. Da la vuelta y le explica a la muchachita). María, no podemos quedarnos aquí porque no tenemos dinero”.

No me importa, José, con tal de que estés conmigo

Plano del P. O’Malley que asiente y la hermana que le mira. El gesto del sacerdote es elocuente porque los niños están sabiendo representar un elemento clave del mensaje cristiano. El nacimiento de Cristo es el don más preciado de dios a los hombres, la encarnación del verbo, de la segunda persona de la Santísima Trinidad. Algo que no obedece a la lógica crematística y que, por tanto, refuerza el sentido de una economía del don. Datos que hay que tener muy presentes para entender a continuación la escena con Horace P. Bogardus, y que Corliss y Richards coinciden en ignorar.

Plano de Bobby que apoya el codo en el travesaño que hace de mula.

Niña que hace de María: “No me importa, José, con tal de que estés conmigo”. (Con sencillez la pequeña esboza el argumento relacional: son más importantes las personas que las cosas. Estas deben estar a su servicio. Tenerlo esto en cuenta hace que aceptar situaciones de pobreza pueda ser al mismo tiempo un sorprendente ejercicio de libertad sobre lo que realmente merece la pena en la vida).

Bobby (Metido en la situación, mientras se rasca la cabeza): “Bueno, verás. Tenemos que encontrar alguna casa… porque puede llover o nevar. Estamos en invierno, ¿sabes?». (Ellos van vestidos de manera que no da esa impresión, pues al estar dentro de la escuela no llevan abrigos).

Niña (Mirando a Bobby, resolutiva): “Entonces… ¿por qué no llamas a otra puerta?”.

Bobby: “Bueno. Iré. Da media vuelta y camina de nuevo en dirección a las cortinas”.

No podéis quedaros aquí porque no tenéis dinero…Todavía no te he preguntado. Métete y lo hacemos otra vez

Vamos a asistir a una escena en la que se insiste en el tema de que a José y a María no se les acoge porque se encuentran en una situación de pobreza, carecen de los recursos necesarios para conseguir por este medio una habitación. El error del muchachito que adelanta su frase negativa, todavía lo subraya más.  

Bobby vuelve a hacer el gesto y la onomatopeya de llamar a la puerta, situándose de perfil.

Bobby (Mientras remeda llamara una puerta): “¡Toc! ¡toc!”.

Un segundo chico (Abre mucho la cortina, se le ve el cuerpo, pero luego la recoge para que se le vea sólo la cabeza. Suelta su frase de golpe, como para que no se le olvide): “No podéis quedaros aquí porque no tenéis dinero”.

Bobby (Que va a tener que ejercer como director, se da media vuelta y se pone delante de él, de espaldas a la cámara): “Todavía no te he preguntado. Métete y lo hacemos otra vez. (Se ve al P. O’Malley que se sonríe relajado, mientras la hermana reacciona ante el fallo de los niños con cierto apuro. Se vuelve a escuchar la voz de Bobby que simula llamara a la puerta con el consabido “toc, toc”).

Chico (En el plano, sacando la cabeza por las cortinas, con Bobby de espaldas). “¡Hola!”.

Bobby: “¡Hola! (El chico sonríe y Bobby toma aire). Esta es María y yo soy José. ¿Podríamos… podríamos quedarnos aquí esta noche?… Por favor…”.

Chico (En el mismo tono que el anterior niño): “¿Tenéis dinero?”.

No, pero María está cansadísima… ¿Por qué no se lo piensa?

La nueva respuesta de Bobby abre hacia una lógica que va más allá del negocio y se preocupa de las personas. La naturalidad con la que el niño la expresa hace presente que las verdades más interpelantes suenan con fuerza cuando se pronuncian desde la inocencia.

Bobby (Apelando a la humanidad): “No, pero María está cansadísima. (Plano de María sentada sobre el travesaño que remeda a la mula, que mira hacia Bobby). ¿Por qué no se lo piensa?”.

Chico (Mientras retira su cabeza tras la cortina): “Está bien”.

Niña (Mientras Bobby regresa hacia ella): “¿Qué te ha dicho, José?”.

Bobby (Serio): “Ha dicho que se lo va a pensar”.

Niña: “¿Y cuándo nos dirá algo?”.

Bobby (Sobrio): “No lo sé”.

Chico (Ahora de nuevo en el plano, abre la cortina para sacar la cabeza): “¡Oye, José!. (Bobby se acerca unos pasos, que producen un sonido de tablones del escenario que se escucha). He pensado que podéis quedaros en el establo”.

Bobby (Muy contento, mira a la niña): “Gracias a Dios. (Con un breve trávelin camina hacia la muchachita que hace de María y le dice). ¿Has oído?”.

Niña: “Sí, José”.

Ahora la siguiente escena es el cumpleaños del Niño Jesús

La pequeña se baja del artefacto que hace de mula de un salto. La reacción de alegría responde a que se ha abierto una pequeña grieta de solidaridad. No es lo mejor, pero al menos alguien se ha preocupado por no dejarles a la intemperie. Estaríamos quizás en el penúltimo grado del tzedakah — «darle menos de lo apropiado [adecuado], pero con una expresión amable [de buena gana, con una sonrisa]»—. Pero basta esa modesta expresión de solidaridad, de preocupación por el otro, para que la gracia entre en este mundo.

Vemos como la niña que hace de María acompaña a Bobby. Caminan hacia el muchacho que ha hecho el ofrecimiento del establo. Él les abre la cortina, entran y se oyen los pasos sobre la tarima de los que se encuentran a este otro lado del escenario. Con las cortinas cerradas queda en la pantalla la mula de cartón y madera. Sale Bobby y se pone detrás de ella. Apoya los brazos en el travesaño y continúa en su papel de narrador.

Bobby: “Ahora la siguiente escena es el cumpleaños del Niño Jesús”. (Se ve al P. O’Malley y a la Hermana Mary Benedict que miran expectantes. Salen el chico último, la niña que hace de María y Bobby y mueven el artefacto de la mula hasta ponerla detrás de la cortina).

Niña (Por la mula): “Ahí está bien”.

Eh, Jimmy, vuelve. Estás en la función, no vengas hacia aquí

Se oyen ruidos de pasos. La cámara enfoca los pupitres de las primeras filas de las clase vacía. Un niño de algo más de un año sale andando vacilante tras abrir la cortina, con la niña que hace de María persiguiéndole.

HMB (En el plano con el P. O’Malley, dirigiéndose al niño): “Eh, Jimmy, vuelve. (Le hace gestos con la mano, mientras el párroco se sonríe) Estás en la función, no vengas hacia aquí. (Plano de Jimmy que regresa hacia la cortina con la niña a sus espaldas. Se para, la muchachita le da la mano, mira hacia la hermana y pasa detrás de las cortinas. La hermana de nuevo en el plano le dice al Padre). Es el hermano de Bobby”.

Un original retablo de Nochebuena…

Se corren las cortinas. Se ve a Jimmy en una cesta y detrás de él a un ángel en la parte de arriba de una escalera de madera. A su derecha la chiquita que hace de María, y a su izquierda Bobby junto con otros niños. A la derecha de la niña aparecen muchachos haciendo de Reyes magos, cuando la cortina se abre por completo.

Bobby (En el plano con Jimmy y otros niños, uno de espaldas que hace de Rey mago): “Bueno, aquí estamos en el establo. Y estamos muy contentos de estar en Belén. Y esa es nuestra estrella. (Señala una que hay dibujada a su derecha, que ahora aparece en el plano. La cámara se mueve hacia la izquierda del espectador, y se ve a la niña disfraza de ángel con alas, en los peldaños de arriba de la escalera, Bobby señala a dos niños a la derecha). Estos son los pastores. (Y a continuación apunta a dos a su derecha y a otro a su izquierda). Y estos de aquí son los tres Reyes Magos. (Lo recalca señalándolos). Este, este y este». (Ahora mira hacia la derecha al fondo).

… en el que se celebra la fiesta del cumpleaños del Niño Jesús

Bobby va a continuar con su relato que desplaza la habitual escena de la adoración del niño en el pesebre por la celebración del cumpleaños de Jesús. Lo más probable es que este cambio de guion se deba a que Jimmy, el pequeño que hace de Jesús, ya tiene cerca de un año, y a los niños les parece más propio celebrar su cumpleaños.

Bobby (Continuando con su relato): “Y los vecinos vienen por allí. (Parece una fila de niños) … para traerle sus regalos… (La cámara se fija en la niña que hace de María, Jimmy y Bobby)… por ser el día de su cumpleaños. (La cámara se acerca más a Bobby que se queda mirando de frente. Se escucha ruido de zapatos, y los niños que hacen de los vecinos depositan sus regalos al pie de la canasta donde está situado Jimmy. Se escucha la voz de Bobby con Jimmy en el plano, que sonríe mientras se sujeta agarrándose al borde de la cesta). Os lo agradecemos mucho María y yo“. (Jimmy mira hacia arriba).

POM (Le pregunta a Bobby, perseverando en la idea de que en una función de Navidad hay que cantar un villancico): “¿Y qué hacéis ahora, Bobby? ¿Cantáis “Silent Night”, quizás?”.

Bobby (En el plano con todos los que forman el retablo): “No, Padre, tenemos otra canción”.

POM (En el plano con la Hermana Mary Benedict sonriente): “¿Y cómo es?”.

Bobby (Dirigiendo a todos los niños): “¡Cumpleaños feliz…! (Con el P. O’Malley y la religiosa expectantes en el plano). ¡Cumpleaños feliz…! (De nuevo plano de los niños). Te deseamos, Jesús (Con Jimmy en la cesta de pie) … cumpleaños feliz”.

Es maravillosa su sencillez. No cambiaría ni una palabra

Creemos que resulta claro que esta vez la lección de flexibilidad, de respeto a la libertad y la iniciativa de los niños la ha dado la Hermana Mary Benedict al P. O’Malley. El sacerdote estaba anclado en un esquemas que ha tenido que variar, pero que reconoce con gusto su valor: expresa sencillez, inocencia. Vemos a ambos en el plano, tras el cierre de las cortinas del final de la función.

HMB (Buscando el veredicto del párroco): “¿Y bien, Padre?”.

POM (Encantado): “Es maravillosa su sencillez. No cambiaría ni una palabra”.

HMB (Riendo): “Ellos sí lo harán”.

POM (A la religiosa): “Ya veo que no necesitan de mi talento en Navidad”.

HMB: “No, no Padre”.

POM (Con ironía): “Tal vez me permitan ayudarles en la función de Pascua”. (La hermana asiente de un modo leve y el P. O’Malley lanza un suspiro).

Breve recapitulación del contenido de la escena de la función de los niños

No será necesario sino que recapitulemos brevemente que esta escena es un compendio de las convicciones cinematográficas de McCarey que convergen en un cine que sea capaz de representar la vida de las personas y sembrar alegría. La pequeña función de los niños expresa una inocencia que apela a lo esencial. El milagro de la vida es la aparición de nuevas personas. Allí la vida ve cumplida su finalidad. Todo lo demás, especialmente el dinero, debería ser puesto como medio para vehicular estas convicciones.

Desde estas coordenadas es desde dónde hay que abordar la invitación que se hace al millonario Horace P. Bogardus para que se desprenda de su edifico y lo done a la escuela parroquial. Donde el empresario se gozaba imaginándose un parquin y multitud de automóviles, las religiosas sueñan con un aulario digno donde la educación de los niños y jóvenes se pueda desarrollar de un modo mejor. No es la lucha entre dos poderes, la iglesia de New York y el capitalismo. Es la primacía de la persona sobre las cosas, el capital al servicio del desarrollo integral de las personas. (Ballesteros, 2018; 2021). Lo vemos en el siguiente apartado.

 

4. EL TEXTO FILOSÓFICO FÍLMICO DE THE BELLS OF ST. MARY´S (XII): LA INVITACIÓN A LA GRATUIDAD COMO RESTABLECIMIENTO DE LA VOCACIÓN ORIGINAL DE LAS PERSONAS Y LA PETICIÓN DE DONACIÓN A HORACE P. BOGARDUS (HENRY TRAVERS)

Esperemos que le encuentre de buen talante… Pudiera ser. Estamos en primavera

Una breve escena hace de nexo. La aproximación que las religiosas tienen hacia Horace P. Bogardus es limpia e inocente. Está convencidas de que el millonario puede llegar a ser feliz haciendo el bien, en lugar de —y no conviene olvidarlo— estrangular económicamente la modesta escuela de St. Mary’s. Pueden pecar de un exceso de inocente confianza, pero no de afán manipulador. Lo vemos claramente a continuación.

Plano de un ventanal gótico con dos hojas, que se encuentra rodeado por una nutrida enredadera. En la hoja de la izquierda del espectador se encuentra la hermana Michael (Ruth Donnelly) y a su lado la hermana Mary Benedict.

Michael (Mira al frente y dice a su superiora): “Mire, hermana, el P. O’Malley. (La hermana Mary Benedict se pasa a la otra hoja del ventanal para ver mejor. Se ve al P. O’Malley que sube unas escaleras exteriores, como de incendios, del nuevo edificio con su propietario, Horace P. Bogardus. En referencia a este último le indica a su superiora). Esperemos que le encuentre de buen talante”.

HMB (Optimista): “Pudiera ser. (Con gesto alegre). Estamos en primavera». (La hermana Michael se sonríe. Mira hacia la izquierda y ambas se sonríen).

Mire, para usted la escuela no es más que un solar. Para ellas lo es todo. No se trata únicamente de vender un terreno. Se trata de echarlas

Vemos a Horace P. Bogardus y al P. O’Malley en el interior del nuevo edificio. Están a mitad de una conversación ya iniciada, pero a la que nos sumamos con facilidad. Se trata de la negociación para que el párroco acepte venderle el edificio de St. Mary.

Horace P. Bogardus (En adelante Mr. Bogardus): “No, así no llegaremos a ninguna parte, Padre”. (Sigue caminando hacia un lugar donde hay escaleras y otros enseres de un edificio en el que se están ultimando las obras).

POM (Justificándose de modo razonable): “Es una cesión muy difícil de tomar, Mr. Bogardus. Decidir que St. Mary desaparezca…”.

Mr. Bogardus (Con sonrisa de superioridad y nula empatía): “Yo creo que casi ha desaparecido ya”. (Se sienta en una banqueta a fumar un puro y el P. O’Malley se queda de espaldas mirando por unos ventanales desde los que se ve St. Mary).

POM (Habla de espaldas, pero pronuncia la verdadera diferencia de fondo): “Es por las hermanas. (Se da media vuelta). Mire, para usted la escuela no es más que un solar. Para ellas lo es todo. No se trata únicamente de vender un terreno. Se trata de echarlas”.

¿Y qué harán ante la orden de demolición?… Ellas esperan un milagro

Se trata de pasar de las cosas como objetos de usar, vender e intercambiar, a poder considerar las cosas como dones u ocasiones de hacer el bien. Eso es lo que diferencia el punto de vista del empresario al de las monjas. Ellas no están en contra de la riqueza, ni dudan de su legitimidad —aunque como hemos apuntado ya puede tener contornos turbios—. Lo que consideran es que tener bienes es una enorme responsabilidad pues implica hacer un destino adecuado de ellos. Son dones para fructificar.

Mr. Bogardus (Frío, con ironía): “¿No se estarás poniendo un poco sentimental, Padre?”.

POM (Haciendo ver que su relación con ellas no carece de implicación): “Llevo aquí bastante tiempo y conozco sus sentimientos”.

Mr. Bogardus (Todavía más insensible, seguro de su poder): “¿Y qué harán ante la orden de demolición?”.

POM (Apoyado en una mesa con el otro brazo en jarras): “Ellas esperan un milagro”.

Mr. Bogardus (Con un temple utilitarista, que le ciega hacia cualquier otra dimensión): “¿Un milagro? ¿Qué clase de milagro les sacaría del atolladero? ¡Ha!”.

POM (Con un tono misterioso): “Ni se lo imagina”.

Una clase de béisbol a las niñas por parte de la hermana Mary Benedict

Plano de unas niñas que juegan al béisbol. Nótese que la superiora no sólo ha inculcado la práctica del boxeo a Eddie[14], sino que se preocupa también de que las niñas practiquen este deporte, habitualmente para considerado para chicos. También aparecen la hermana Michael y la hermana Mary Benedict al fondo del plano, y otras niñas a los lados.

La niña que está de espaldas lanza una bola y la niña que debe batear falla. Pronto sabremos que se llama Delphine —Delphine Ford interpretada por Edna May Wonacott— Una muchachita de cabellos claros le devuelve la pelota a la lanzadora. Esta repite el gesto, y la que tiene el bate en las manos falla de nuevo. No consigue impactar con la pelota.

HMB (Aproximándose a ella). “No, no, Delphine, no es así como se hace”.

Delphine (Entregándole el bate): “Enséñemelo, hermana”.

HMB (Con ella en el plano, toma el bate): “No lo coges bien. Es así como tienes que cogerlo. (La hermana lo hace y le explica). Horizontal. Tú haces así. (Y golpea con el palo, moviéndolo de arriba abajo). No hagas eso. (Pone el bate de nuevo horizontal). Ten las manos juntas y golpea la pelota, ¿ves?”.

Delphine: “Vamos, hermana. (A la otra compañera). Tírale la pelota. (Lo hace pero la hermana no hace ademán de jugar).

HMB (Sonriendo): “No, ahora. No. (Le devuelve el bate a Delphine). Mejor hazlo tú”. (Se retira. Le lanzan una nueva pelota y Delphine la golpea con éxito).

Esta es su ocasión, Bogardus. Vienen a disculparse.  ¿Por qué no les pregunta si quieren vender?

La cámara vuelve al interior del edificio nuevo, a la estancia donde están el P. O’Malley y Mr. Bogardus. Asistimos a que la pelota que ha lanzado Delphine alcanza el cristal de la ventana y lo rompe. El empresario y el cura se sobresaltan con el impacto. Plano picado como tomado desde la oficina donde se ha roto el cristal que muestra a los niños que corren en el patio para evitar las culpas[15]. Casi desaparecen todos corriendo hacia la izquierda del plano con las hermanas que les siguen detrás. La cámara vuelve a Mr. Bogardus y al P. O’Malley.

Mr. Bogardus: “¡Oh, esos niños!” (Tira el puro con rabia. Lo han vuelto a hacer. El P. O’Malley le indica con gestos que se tranquilice. Desde fuera la cámara muestra un plano de la oficina de Mr. Bogardus que se abre. A continuación se ve a las hermanas que corren hacia el lado que separa St. Mary del edificio de Mr. Bogardus. La cámara muestra a continuación cómo el P. O’Malley y Mr. Bogardus se apartan de la ventana).

POM: “Esta es su ocasión, Bogardus. Vienen a disculparse. (Se sujeta el sombrero y queda tras una mesa). ¿Por qué no les pregunta si quieren vender?”.

Mr. Bogardus (Muy interesado): “¿Es que si ellas acceden, accedería también usted?”.

Mejor trate conmigo. Tendrá que hacerlo porque necesita una carta para el Obispo. Y esa carta no se la pienso dar hasta que haya visto a las hermanas

El P. O’Malley comienza a desarrollar una labor de mediación en un sentido distinto del que espera Mr. Bogardus. Más allá de los trámites propios del derecho canónico confía en que el trato personal directo con las hermanas pueda conmover algo en él. Probablemente haya visto en el empresario un resquicio de mayor nobleza, incluso de la que Mr. Bogardus reconoce en sí mismo.

POM (A Mr. Bogardus): “Sí, se lo aseguro. (Recordando la tramitación canónica). Pero tendrá que hablar con el Obispo“.

Mr. Bogardus (Atento): “¿Con el Obispo?”.

POM (Formal): “Sí, sí. Él tiene la última palabra”.

Mr. Bogardus (Que sabe por experiencia como salen con éxito las negociaciones): “¿Qué clase de hombre es para los negocios?”.

POM (Temiendo que pueda intentar alguna maniobra desde el ayuntamiento): “Mejor trate conmigo. Tendrá que hacerlo porque necesita una carta para el Obispo. Y esa carta no se la pienso dar hasta que haya visto a las hermanas. Aquí están. (Mirando hacia el frente para salir). ¡Buena suerte!”.

Mr. Bogardus (Repitiendo la frase pesimista que pronuncio unos momentos antes): “Oh. Creo que nunca llegaré a ninguna parte”.

¿Un buen momento para dar? ¿Sería un buen momento para pedírselo?… No podría haber un mejor

La cámara muestra la antesala de donde se encuentra Mr. Bogardus. A ella llega la hermana Mary Benedict, seguida de la hermana Michael. El P. O’Malley sale de la oficina del empresario y se cruzan con él.

HMB (Preguntando al P. O’Malley por el estado de ánimo de Mr. Bogardus): “¿Está muy enfadado?”.

POM (Ejerce su papel de mediación y considera que el millonario debe mostrarse amable para que él escriba la carta al Obispo): “Creo que está en un buen momento». (Las hermanas pasan por el lado del párroco y siguen avanzando. La hermana Mary Benedict se vuelve antes de que pase la hermana Michael, de manera que en el plano el P. O’Malley queda entre ambas religiosas).

HMB (Asegurándose de lo que quiere decir): “¿Un buen momento para dar?[16] (El P. O’Malley asiente). ¿Sería un buen momento para pedírselo?».

POM (Seguro y alentándolas): “ No podría haber uno mejor”. (La hermana Mary Benedict hace un gesto de confianza y pasan).

No, ni hablar de eso. No tiene importancia. Ahora hay mucha escasez de cristal, pero lo conseguiré

La cámara vuelve a mostrar la oficina o despacho de Mr. Bogardus todavía en situación de que se rematen las obras. El empresario recibe a las monjas de espaldas a la cámara, que las enfoca a ellas mientras avanzan desde el fondo del plano. Horace P. Bogardus de modo muy cortés se quita el sombrero reconociendo que está ante unas damas que le merecen completo respeto y consideración.

HMB (Con gesto y voz humilde): “Lo sentimos mucho, Mr. Bogardus”.

Mr. Bogardus (Mostrándose magnánimo y liberal): “No es nada, hermana. Está todo bien”.

HMB (Sabiendo cuáles son sus obligaciones morales de reparar el daño causado): “Se lo pagaremos”.

Mr. Bogardus (Insistiendo en una generosidad que tiene base objetiva: para él es mucho menos gravoso hacer frente a la restitución de un nuevo cristal, pero haciéndolo con amabilidad que no parece fingida[17]): “No, ni hablar de eso. No tiene importancia[18]. (Estaba a un lado de la mesa, pero ahora se da media vuelta hacia la ventana). Ahora hay mucha escasez de cristal[19], pero lo conseguiré”.[20]

El cruce de sueños no declarado entre Mr. Bogardus y la hermana Mary Benedict

La hermana Mary Benedict va a hacer caso al P. O’Malley. Interpreta la buena acogida de Mr. Bogardus como una confirmación de que el momento es favorable y da pasos adelante en su pretensión. También Bogardus cree que está ante una situación propicia y a su vez avanza.

HMB (Con sinceridad que no deja de ser halagüeña para Mr. Bogardus): “¡Qué magnífico edificio!”.

Mr. Bogardus (Ufano, intentando avanzar a su vez en sus posiciones): “Gracias, hermana. Comprendo su admiración a la vista de su ruinosa y vieja escuela. (En primer plano). Pero aún me queda un problema por resolver… para que mi sueño sea realidad. (Habla con el plano picado de la escuela en el plano). El problema de aparcamiento. (Se transforma el plano de la escuela en otro de un lugar completamente lleno de automóviles perfectamente alineados). La empresa Bogardus contará con varios cientos de empleados. Todos ellos con coche. Y cada día que pasa es más difícil aparcar. (Vuelve al plano la imagen del patio de la escuela. Sonríe. Plano de Mr. Bogardus que da la vuelta y enseña la mesa a las hermanas). ¿Ven ustedes?. Aquí mismo tendré mi despacho. (La hermana Mary Benedict aparece en el plano con gesto de que ella también está imaginando). Y esos son sus planos”. (La imaginación de la hermana superiora cambia la imagen del despacho tal y como está por el plano de unos pupitres de la escuela).

Tardaríamos años en reunir el dinero para levantar un edificio como éste… No podrían. Ni se imaginan lo que me ha costado

La hermana Mary Benedict sigue avanzando. Sólo partiendo de la nobleza de su deseo —sólo aspira poder seguir realizando su vocación educadora en las mejores condiciones posibles para unas niñas y niños que desean formarse con los valores que ellas encarnan—, comienza a dejar entrever cómo puede hacerse realidad.

HMB (Como despertando de un sueño): “Tardaríamos años en reunir el dinero para levantar un edificio como éste”. (Vuelve a verlo ocupado por niños).

Mr. Bogardus (Con la hermana Mary Benedict en el plano, gestionando los argumentos de su posición de comprador interesado): “No podrían. Ni se imaginan lo que me ha costado. (Una música crea un ambiente de ensoñación). ¿Les gustaría ver el resto de mi edificio?”.

HMB (Que sigue en el plano): “Nos complacería mucho”. (Plano de los tres).

Mr. Bogardus (Educado, completamente ajeno a lo que las monjas están pensando): “Síganme, por favor”. (Sale del plano).

Hermana Michael (A su superiora): “¿Se lo decimos ahora?”. (La hermana Mary Benedict hace un gesto para indicarle que no todavía).

¿Han visto alguna vez algo semejante?… Es grandioso, Mr. Bogardus

La conmoción de Mr. Bogardus (Henry Travers) al descubrir la lógica del don en The Bells of St. Mary´s (1945) de Leo McCarey. Imagen 5

La cámara recoge la visita guiada de Mr. Bogardus y nos sitúa ante una gran nave, un espacio diáfano en el que caben actividades muy diversas. Por una puerta lateral se ve a Mr. Bogardus que acceden a la misma, en un plano lejano que acentúa la grandeza de la construcción y la pequeñez de las personas.

Mr. Bogardus (Muy orgulloso): “¿Han visto alguna vez algo semejante?”.

Hermana Michael (Admirada): “Es grandioso, Mr. Bogardus”.

Mr. Bogardus (Ensalzando el aspecto técnico del logro arquitectónico): “Más de mil metros cuadrados y ni una sola columna. (Habla con el plano de la hermana Mary Benedict de perfil, muy sonriente). Cuatrocientos asientos en el anfiteatro. (La hermana superiora se imagina la nave trasformada en un pabellón gimnasio, lleno de niños). Aquí podremos celebrar bailes, congresos… cualquier cosa”.

HMB (En el plano se da la vuelta): “Desde luego es ideal. Es perfecto. El Señor debió ser el arquitecto”.

 

Hay algo que me haría todavía más feliz y ustedes saben qué… Creo que estamos pensando en lo mismo”

La expresión religiosa de hermana Mary Benedict la sitúa en un plano de verticalidad (Steinbock, 2007) que no puede ser entendido en este momento por Mr. Bogardus, cuya visión de la inmanencia de las cosas viene dictada por su vertiente de cálculo y negocio. Una visión que no se supera, como hemos visto en el apartado segundo de esta contribución siguiendo a Steinbock, con genéricas alusiones a un ser que está por encima de las cosas, ni siquiera con una alusión a la Vida, sino dando los pasos que llevan a la interpersonalidad. Allí es donde están situadas las religiosas, de momento muy lejos de la mirada de Mr. Bogardus.

Mr. Bogardus (Sentado en un baúl, con las hermanas de perfil al fondo del plano, cada una a un lado del empresario. Se muestra irónico y corrosivo, ajeno al calado de la expresión de la monja): “Ojalá lo hubiese sido. Contraté a Butler y Dean. Un par de ladrones. Me robaron a izquierda y a derecha. Ha costado un treinta por ciento más de lo previsto”.

Hermana Michael (Abriendo los brazos con Bogardus de espaldas): “Pero estará usted contentísimo de su obra”.

Mr. Bogardus (Viendo que quizás sea el momento propicio): “Hay algo que me haría todavía más feliz y ustedes saben qué”.

HMB (Considerando igualmente por motivos antagónicos que es su oportunidad también): “Creo que estamos pensando en lo mismo”.

Mr. Bogardus (Asombrado): “¿Sí?”.

No es lo que adquirimos en la vida sino lo que damos… Usted sabe que es mejor dar que recibir

Sin afán manipulativo ninguno, la hermana Mary Benedict le va a abrir el corazón, y le va a expresar el fundamento de sus esperanzas. Sus oraciones pidiendo un milagro buscaban la trasformación del corazón del empresario, su propio bien, no que aconteciese algo que pasara por encima de su propia persona —inteligencia, libertad… y sobre todo, corazón, lugar donde se define a la persona (Von Hildebrand 1996a, 1996b, 2007).

HMB: “No es lo que adquirimos en la vida sino lo que damos. Y éste será su monumento. (Señala haciendo el gesto con la mano). Ya me parece estar viendo la placa. Diría: «Donada a St. Mary por la generosidad y le benevolencia de Horace P. Bogardus»”. Oh, es usted un hombre muy afortunado, Mr. Bogardus”.

Mr. Bogardus (En casi estado de shock, en primer plano): “¿Lo soy?”.

HMB (Ahora ella en primer plano): “Usted sabe que es mejor dar que recibir.[21] Este lugar le sobrevivirá por muchos años cuando sea polvo. (Plano del empresario que sigue atentamente sus palabras completamente atónito). Eso es verdadera felicidad. (Plano de la hermana Michael, muy satisfecha con las palabras de su superiora). ¿Puede representárselo?”.

No debería estar tan sorprendido. A veces no sabemos por qué hacemos las cosas. Usted no sabía por qué construyó este edificio

La exposición de hermana Mary Benedict ha sido clara y noble. Cree que planteándole hacer este bien le está proponiendo un negocio que le conviene completamente a su alma. El anciano empresario ha vivido tan pegado a su éxito en los negocios que, al parecer, no se ha planteado nunca nada que tuviera que ver con la lógica que la hermana le está exponiendo. Por eso le pide que se lo explique de nuevo.

Mr. Bogardus (Inclinando la cabeza por si no ha oído bien): “¿Le importaría decir de nuevo lo que ha dicho? ¿Si me represento qué? ¿Cuándo sea polvo?”. (Plano de la hermana Mary Benedict, luego de la hermana Michael).

HMB (Comprendiendo que el anciano puede necesitar su tiempo hasta comprender que aceptar la propuesta que ella le está haciendo constituye su auténtico bien): “No tiene por qué decidir ahora. Consúltelo con la almohada”.

Mr. Bogardus (Con algo de humor, en el plano): “Ahora no voy a pegar ojo”.

HMB (En el plano con la hermana Michael y Mr. Bogardus de espaldas, abunda en el razonamiento de la caridad conveniente, que en el fondo es dejarse llevar por el amor misericordioso de Dios): “No debería estar tan sorprendido. A veces no sabemos por qué hacemos las cosas. Usted no sabía por qué construyó este edificio”.

Mr. Bogardus (Con asombro creciente): “¿No? Pensaba que sí”.

No. Usted lo construyó en respuesta a nuestras plegarias

Las hermanas van a dar un paso más en su proceso de apertura de corazón. Ante la actitud de perplejidad de Mr. Bogardus no quieren ocultarle la mirada de fe con la que han considerado el asunto. La dimensión de verticalidad queda patente. No hacen su capricho personal. Buscan, con sinceridad, pese a todas las limitaciones de su persona, hacer la voluntad de Dios.

HMB (Con la seguridad que le da la fe): “No. Usted lo construyó en respuesta a nuestras plegarias”.

Hermana Michael (Con la misma convicción): “Hemos estado rezando y rezando por esto. (Sonriendo). Y seguiremos rezando”.

Mr. Bogardus (Alarmado): “¿Quiere decir que…?”.

HMB (No queriendo insistir demasiado): “Le dejamos tranquilo. (Dan unos pasos hacia la puerta y da un nuevo apunte). Con este pensamiento: «Donado a St. Mary a través de la generosidad y benevolencia de Horace P. Bogardus». (Sale la hermana Michael, la hermana Mary Benedict lo hace a continuación sonriendo).

Mr. Bogardus (Repasando las palabras, completamente aturdido): “¿Generosidad? ¿Benevolencia?. ¿Y polvo?”. (Se queda en silencio con gesto de absoluta perplejidad).

 

5. EL TEXTO FILOSÓFICO FÍLMICO DE THE BELLS OF ST. MARY´S (XIII): LA ALEGRÍA Y LA PERSEVERANCIA EN LA ORACIÓN DE LAS MONJAS Y LAS DUDAS DE MR. BOGARDUS

Oh, ten un poco de fe. Con las plegarias se logra más de lo que este mundo sueña. Dejen que sus voces se eleven como una fuente

Plano de una puerta de madera que se abre. Es la del patio de St. Mary y entran la hermana Mary Benedict y la hermana Michael corriendo, señal de estar muy emocionadas. Suelen caminar pausadamente. Hacen gestos de convocar a todas las hermanas que se encuentran en el patio del colegio. Se reúnen en torno a la superiora.

HMB (Dirigiéndose al grupo): “Creo que es un buen hombre. Nos donará el edificio. Debemos seguir rezando hasta…”.

Otra monja, en comunión: “Hasta que se haga la voluntad de Dios…”.

HMB (Reforzando la convicción por lo que están haciendo): “Y que la voluntad de Dios pueda coincidir con la nuestra”.

Una tercera monja, mostrando una duda razonable, lo que muestra que no dejan llevar por el fanatismo: “¿Y si nuestras plegarias no son contestadas?”.

HMB (Serena): “Oh, ten un poco de fe. Con las plegarias se logra más de lo que este mundo sueña. Dejen que sus voces se eleven como una fuente”. (Sale el P. O’Malley de la capilla con el libro de oraciones).

POM (A las monjas): “¿Por qué tanta excitación? ¿No será que Notre Dame volvió a ganar?”. (Se ríen y entran en la iglesia).

HMB: “No… se lo pedí». (Dando media vuelta y señalando hacia el edificio de Bogardus).

POM: “¿Y?”.

HMB (Esperanzada): “No dijo que no”.

¿Por qué no habla con su banquero? Yo soy su médico… No puede seguir así

Escena de The Bells of St. Mary´s (1945) de Leo McCarey
El Dr. McKay (Rhys Williams) intenta tranquilizar a Mr. Bogardus (Henry Travers) en The Bells of St. Mary´s (1945) de Leo McCarey. Imagen 6

Por su parte, Mr. Bogardus se nos va a mostrar un poco más cómo es. McCarey lo dibuja como alguien obsesionado por su empresa y su dinero, pero incapaz de estar bien consigo mismo. Plano de Mr. Bogardus con un abrigo, sentado junto a la mesa de su despacho, que está ya puesta. Le acompaña un caballero, que en un gesto de confianza aparece sentado sobre la mesa. Pronto sabremos que es su médico personal, el Dr. McKay (Rhys Williams). Por los ventanales se nota que es de noche y que al no estar puesto todavía el cristal hace frío.

Mr. Bogardus (Mirando hacia la derecha del espectador, por los operarios que van a poner el cristal de la ventana): “Por fin llegaron. Los estamos esperando desde las seis”. (Entran los cristaleros llevando una ventana con el cristal nuevo. Se disponen a colocarla).

Dr. McKay (Amonestando a su paciente): “No pierda los estribos. Está trabajando mucho. Debería acostarse”.

Mr. Bogardus (Con los obreros detrás que están trabajando): “Hace tres meses que este edificio debería estar listo. Estoy perdiendo dinero”. (Se da la vuelta hacia los cristaleros).

Dr. McKay (Sujetándolo por la espalda): “¿Por qué no habla con su banquero? Yo soy su médico… No puede seguir así”.

Mr. Bogardus (Que está recostado sobre su sillón): “Me llevó tres semanas conseguir este cristal —lo que da idea de que se estás tomando su tiempo para tomar la decisión sobre la petición de las hermanas… Nada que ver con un lavado de cerebro—”.

La discusión por los honorarios de los cristaleros

Mr. Bogardus no sólo es alguien que no está a gusto consigo mismo. Sus relaciones con los demás dejan mucho que desear. Como su única meta es maximizar el propio beneficio entiende la vida como una continua contienda con los demás que le quieren robar.

Cristalero primero (A Mr. Bogardus, mientras pone una libreta sobre la mesa del empresario): “Aquí tiene hermano. Firme aquí”.

Mr. Bogardus (Desconfiado): “¿Qué es esto?”.

Cristalero primero (Cansado): “¿Qué es qué?”.

Cristalero segundo (Al lado del anterior): “Firme ahí”.

Mr. Bogardus (Receloso): “Quiero saber lo que firmo”.

Cristalero primero (Justificando que son horas extraordinarias): “Después de la seis cobramos más”.

Mr. Bogardus (Viendo el asunto sólo desde su propia perspectiva). “Deberían haber venido antes de las seis. Yo estaba aquí con mi médico”.

Cristalero primero (Indicándole lo que van a hacer si no firma, para presionarle): “Escuche, nos llevaremos el cristal y tardaremos seis semanas en volver a colocarlo. (Señala de nuevo el albarán). Firme”.

Mr. Bogardus (Hace un gesto de levantar las manos dirigido a su médico): “¿Ve con lo que tengo que lidiar?”. (Se inclina y firma. Uno de los cristaleros recoge con malos modos la factura y se retiran).

Descanso. Tranquilidad. Relax. Un hombre de su posición no tiene por qué preocuparse por nada del mundo

La escena con los operarios ha resultado elocuente. El médico no tiene ninguna duda acerca de que su comportamiento es tóxico y puede acarrearle problemas para su salud.

Dr. McKay (Frotándole el hombre a Mr. Bogardus): “Cálmese. No deje que nada la perturbe”.

Mr. Bogardus (En el plano recostándose sobre el sillón, con el doctor a su derecha, con un pequeño gesto de sensatez: “Lo sé”.

Dr. McKay (Intentando aprovechar su mejor disposición): “Usted es un hombre demasiado grande para eso. Váyase a casa y tome una buena noche de descanso. No hay nada mejor que dormir bien una noche. (Le da golpecitos afectuosos en el brazo). Descanso. Tranquilidad. Relax. Un hombre de su posición no tiene por qué preocuparse por nada del mundo. (Levanta las manos de modo expresivo). Repítaselo…”.

Mr. Bogardus (En el mismo plano interrumpiéndolo): “Me lo podré repetir, pero no lo siento”.

¿Qué le pasa? Primero pierde la paciencia y ahora pierde el cristal… Y usted quiere que duerma

Bogardus parece que está encarnando el dicho evangélico “de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma” (Mt 16,26). En ese estado de reconocerse perdido por dentro, sin paz, va a tener de nuevo una experiencia de contraste con las monjas. De hecho el carisma de la vida religiosa dentro de la iglesia es representar la apuesta por los bienes definitivos, aquellos que sí que dan sentido a la vida.

Se oye de repente el coro de las monjas que canta de manera muy hermosa. Mr. Bogardus se queda escuchándolo y mira al Dr. McKay con desasosiego.

Dr. McKay (Tras unos segundos mientras se sigue escuchando el canto, se dirige al empresario con condescendencia paternal): “¿Ahora qué pasa?”.

Mr. Bogardus (Apretando las manos nervioso, en alusión a las monjas): “No sabe lo que me están haciendo. (Se echa un poco atrás, para tomar impulso y levantarse a continuación. Va hacia la ventana que acaban de instalar y la cierra con violencia). Voy a parar eso. (A resultas de su gesto brusco se rompe el cristal y Mr. Bogardus se queda mirándolo compungido. (Se sigue escuchando el canto de las monjas, incluso con más fuerza con el cristal roto. El Dr. McKay se acerca, pone un brazo en el respaldo del sillón del millonario, y queda frente a él, en un plano americano).

Dr. McKay (Cálido): “¿Qué le pasa? Primero pierde la paciencia y ahora pierde el cristal”.

Mr. Bogardus (Agachando la cabeza compungido): “Y usted quiere que duerma”.

¿No podría hacer que parasen con eso, Padre … ¿Parar? Si a mí me encanta. Tiene los nervios de punta

Se oyen unos pasos. El Dr. McKay le hace a Mr. Bogardus una indicación hacia su izquierda, señalando que alguien viene. En seguida aparece el P. O’Malley . Bogardus va a sumar al consejo médico la presencia espiritual del sacerdote como elementos de contraste para su situación. Irrumpe el sacerdote, al que vemos en el plano con la puerta de entrada al despacho de Mr. Bogardus a sus espaldas.

POM (Justificando su presencia por una recta preocupación por Mr. Bogardus): “¿Qué hay de nuevo? Oí el ruido del cristal. Me pregunto si se ha lastimado alguien. (Lo dice mientras camina hacia el empresario, con quien se encuentra en el plano).

Mr. Bogardus (Reacciona presentándole educadamente a la tercera persona que está en la habitación): “El P. O’Malley, el Dr. McKay, mi médico». (Se mueve hacia su mesa y se sienta, mientras el sanitario y el sacerdote estrechan sus manos).

POM: “Encantado”.

Dr. McKay: “Un gusto conocerlo, Padre”.

POM (Amable, empático): “Gracias… (A Mr. Bogardus). ¡Qué contrariedad! Con lo que cuesta conseguir cristal en estos días”.

Mr. Bogardus (En tono quejoso): “Difícil de conseguir. No me queda ninguna duda. (Levanta la mano en referencia al canto de las monjas). ¿No podría hacer que parasen con eso, Padre?”.

Dr. McKay (Consciente de la impertinencia del comentario de su paciente): “¿Parar? Si a mí me encanta. (Al sacerdote, por Bogardus. Tiene los nervios de punta).

POM (Con humor): “No se nota”.

¿No es O Sanctissima…? Preciosa. La he oído muchísimas veces

La actitud del doctor ante el canto es completamente distinta a la de Mr. Bogardus. Es capaz de apreciarla. Conoce la letra de lo que se está cantando y probablemente como persona educada en el catolicismo —se trata de un actor irlandés con un apellido típico de la isla verde[22]—, su contenido le produce paz.

Dr. McKay (Al P. O’Malley, en plano americano con él, por el canto): “¿No es O Sanctissima[23]?».

POM (Con complacencia): “Así es, doctor”.

Dr. McKay (Entusiasmado): “Preciosa. La he oído muchísimas veces. ¿Cómo dice la letra?.[24] (El P. O’Malley se aproxima a la ventana y comienza a cantar. Primer plano de Mr. Bogardus que reflexiona contrariado).

POM (Cantando): “Ora pro nobis”.

Mr. Bogardus (Al P. O’Malley, disgustado): “¿También la sabe usted?”.

POM (En el plano con el Dr. McKay sigue cantando): “Ora, ora pro nobis. Tota pulchra es O Maria. (Plano de Mr. Bogardus que escucha). Et macula non est in te. (Plano del empresario que a continuación se representa, como lo hiciese la hermana Mary Benedict, que el despacho se transforma en una clase. Gesto de contrariedad de Mr. Bogardus ante esa visión. Vuelve a verse el plano sobre impresionado de la clase). Mater amata intemerata…”.

Por fin entra en razón

La marejada interior que está viviendo el millonario se le hace ya imposible. Mr. Bogardus está hecho un mar de dudas y un manojo de nervios, porque comienza a atisbar una lógica hasta ahora desconocida que le hará cambiar de vida.

Reacciona y opta por dejar su oficina.

Mr. Bogardus (Se levanta y se pone el sombrero): “Me quiero ir a casa”.

Dr. McKay (Satisfecho): “Por fin entra en razón. (Al P. O’Malley, mientras recoge sus cosas). No sabe el día que ha tenido». (Leva su maletín de médico, su sombrero y toma al empresario del brazo mientras se retira. El P. O’Malley sigue cantando Ora ora pro nobis. Cruzan todos la puerta. Fundido).


6. BREVE CONCLUSIÓN

Leo McCarey en esta contribución dedicada a The Bells of St. Mary’s nos ofrece una reflexión sobre la gratuidad y la capacidad de entrega. Y lo hace no como imperativos morales, sino como constitutivos de nuestra propia naturaleza. Sólo con el don de nosotros mismos nos reconocemos como personas. Las lecturas que critican la película porque les parece que la conducta de las monjas y del sacerdote resulta inmoral parecen dejar de lado algo esencial. No hay nada próximo a la presión psicológica o el lavado del cerebro. Mr. Bogardus comienza a ponerse en la búsqueda del ideal trascendentalista de su mejor yo. Lo seguiremos analizando en las próximas contribuciones dedicadas a completar el texto filosófico fílmico de la película.

 

 

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NOTAS

[1] Michel Henry ya había analizado esta crisis cultural de manera amplia en una obra anterior, La Barbarie, en la que se preguntaba: “Si el conocimiento cada vez más comprensivo del universo es indudablemente un bien, ¿por qué camina a la par que el hundimiento de los demás valores, hundimiento tan grave que cuestiona nuestra misma existencia? […] Porque es la misma vida la que es herida, son todos sus valores los que se tambalean; no solamente la estética, sino también la ética, lo sagrado —y con ellos la posibilidad de vivir cada día—. (Henry 1996: 15-16).

[2] Una asociación que en nuestros días sigue sosteniendo la fenomenóloga Natalie Depraz.

En vez de la sola interacción cuerpo-cerebro, propongo un marco integral más articulado, estructurado por la interacción cuerpo-corazón-cerebro. La inclusión del corazón tiene la ventaja de nombra explícitamente el polo emocional, a la vez vinculado al cuerpo por un lado (el ritmo cardiovascular de la bomba muscular) y al cerebro, por otro (las áreas del hipocampo y la amígdala, conocidas por ser las áreas cerebrales de la emoción) (Depraz 2023: 109).

Se trata de una propuesta para pasar de la “neurofenomenología” a la “cardiofenomenología” en la medida que esta última se propone el propósito de integrar lo cardiovascular y lo emocional. El corazón como órgano y como símbolo de la personalidad.

La tarea de vincular el componente cardiovascular (tercera persona) y el componente emocional (primera persona), siendo estos dos aspectos, experimental y experiencial, las dos caras de un mismo pliegue continuo preconsciente, donde opera claramente el corazón  (Depraz 2023: 110).

[3] Cfr., las nueve contribuciones dedicadas a esta película en esta misma web, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/, (1ª) “La milagrosa riqueza moral de Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944) como compendio del personalismo fílmico de Leo McCarey”; (2ª) “La trasformación de los personajes por la relación humana como eje vertebrador de la filmografía de McCarey en Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944)”; (3ª) “La educación en la esperanza en Going My Way (Siguiendo mi camino,1944) de Leo McCarey”; (4ª) “La reconstrucción desde la humildad en Going My Way (1944) de Leo McCarey”; (5ª)“Los lenguajes del encuentro en Going My Way (1944) de Leo McCarey”; (6ª)“Volver a casa: Nihilismo y resistencia en la visión educativa del P. O’Malley en Going My Way (1944) de Leo McCarey”; (7ª) “Amparo, aceptación y acogida como proceder del P. O’Malley en Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944) de Leo McCarey”.; (8ª) “La educación de los sentimientos y del sentido del matrimonio en Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944) de Leo McCarey”; (9ª) “La fecundidad del trato desde el corazón como conclusión de Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944) de Leo McCarey”.

[4] Cfr. “La alegría de ser en The Bells of St. Mary’s”, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/la-alegria-de-ser-en-the-bells-of-st-marys-las-campanas-de-santa-maria-1945-de-leo-mccarey/(Las campanas de Santa María, 1945) de Leo McCarey.

[5] Agradezco a mi colega Julen Carreño Aguado sus observaciones que me han permitido profundizar en la conexión entre fenomenología generativa y lógica del don en Anthony J. Steinbock (Carreño Aguado, 2024 (en prensa)).

[6] Un estudio análogo para la filosofía española del siglo XXI ha sido llevado por Martín Rocha Espíndola (2022).

[7] Una explicación más amplia de la importancia de este concepto para la fenomenología la ha realizado Marion en un texto titulado “La banalidad de la saturación” (2020).

[8] Resulta muy interesante al respecto la monografía dedicada a la afectividad en la obra de Jean-Luc Marion.

[9] Comentario en varios volúmenes a la Torá, la Mishneh Torah.

[10] Mitzvá (en hebreo: מצוה) es una palabra hebrea que significa «mandamiento» (plural mitzvot; de צוה, tzaváh – «ordenanza, encomienda, precepto»).  La palabra se usa en el judaísmo para referirse a: a)Los 613 preceptos bíblicos de la Torá (los primeros cinco libros de la Biblia); b) La ley rabínica judía. Tomado de https://es.wikipedia.org/wiki/Mitzv%C3%A1.

[11] Acrónimo de Maimónides, cuyo nombre completo era Rabbí Moshé ben Maimón.

[12] Ponemos su letra en latín y en español de este villancico popular del que al parecer —con alguna duda— el inglés John Francis Wade (1711-1786), escribió tanto la letra como la música

Adeste, fideles, laeti, triumphantes,

 

Venite, venite in Bethlehem:

 

Natum videte Regem Angelorum:

 

Venite adoremus, venite adoremus

 

Venite adoremus Dominum.

 

En grege relicto, humiles ad cunas,

 

vocatis pastores approperant.

 

Et nos ovanti gradu festinemus.

 

Venite adoremus, venite adoremus

 

Venite adoremus Dominum.

 

Aeterni Parentis splendorem aeternum,

 

Velatum sub carne videbimus

 

Delum Infantem, pannis involutum.

 

Venite adoremus, venite adoremus

 

Venite adoremus Dominum.

 

Pro nobis egenum et foeno cubamtem,

 

Piis foveamus amplexibus:

 

Sic nos amantem quis nos redamaret?

 

Venite adoremus, venite adoremus

 

Venite adoremus Dominum.

Acudid, fieles, alegres, triunfantes

 

venid, venid a Belén

 

ved al nacido Rey de los ángeles

 

Venid adoremos, venid adoremos

 

venid adoremos al Señor.

 

He aquí que dejado el rebaño,

 

los pastores llamados se acercan a la humilde cuna

 

y nosotros nos apresuramos con paso alegre.

 

Venid adoremos, venid adoremos

 

venid adoremos al Señor.

 

El esplendor eterno del Padre Eterno

 

lo veremos oculto bajo la carne

 

Al Dios Niño envuelto en pañales

 

Venid adoremos, venid adoremos

 

venid adoremos al Señor.

 

Por nosotros pobre y acostado en la paja

 

démosle calor con nuestros cariñosos abrazos

 

A quien así nos ama ¿quién no le amará?

 

Venid adoremos, venid adoremos

 

venid adoremos al Señor.

 

[13][13] Hijo del compositor de las canciones de la película, Robert Emmett Dolan (1908-1972) y de su primera esposa, la bailarina de Broadway Vilma Ebsen (1911-2007), que solía actuar con su hermano Buddy Ebsen (1908-2003). Estuvieron casados entre 1933 y 1948, cuando se divorciaron. Sólo tuvieron ese hijo.

[14] Véase la contribución anterior, ya citada.

[15] Una escena muy semejante a la que ya narramos en la tercera entrada dedicada a la precuela de The Bells of St. Mary’s, Going My Way: cfr. “La educación en la esperanza en Going My Way (Siguiendo mi camino,1944) de Leo McCarey”, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/la-educacion-es-la-esperanza-en-going-my-way-siguiendo-mi-camino-1944-de-l-mccarey/, especialmente en el apartado 5. EL TEXTO FILOSÓFICO FÍLMICO DE GOING MY WAY (II): LA PRESENTACIÓN DEL P. O’MALLEY REVESTIDA DE HUMILDAD.

[16] La expresión literal en inglés que hablan los personajes muestra un juego de palabras que no se puede verter al castellano. Mejor es reflejarlo en su literalidad.

HMB: “Is he very angry?”.

POM: “You’ll find hime quite forgiving”.

HMB: “You mean for giving?”.

[17] ¿Está cerca del sexto grado del tzedakah: “el que da a la persona pobre directamente con su propia mano [en su mano] antes de que se lo pida”?.

[18] Que es un acto de generosidad por su parte se refuerza más adelante, cuando veamos como aprieta para no pagarles las horas extras a los cristaleros que le reponen un nuevo cristal.

[19] Alusión a la escasez consecuencia de la guerra de la que, al parecer, se ha podido beneficiar en otros momentos.

[20] Expresión de que reconoce que tiene más influencia que otros miembros de la comunidad.

[21] Son palabras literales atribuidas a Jesús en el Nuevo Testamento, las únicas que no están en los cuatro evangelios, sino en el libro de los Hechos de los Apóstolos, Hechos 20:35.

[22] Recuérdese que la protagonista de Love Affair (Tú y yo, 1939) se llama también Terry McKay.

[23] O Sanctissima es una oración católica dedicada a la Virgen María. Su título latino significa «Oh Santísima » en español. Todavía hoy, la versión original latina se reza y se canta mucho más que las versiones traducidas. La oración se compuso en el siglo XVIII y su autor es desconocido. El rezo recuerda la santidad, la piedad y la dulzura de la Virgen María. Subraya que María es amada sin mancha; lo que alude a la Inmaculada Concepción. Este rezo subraya la belleza de la Virgen, sobre todo por la fórmula Tota pulchra es, que es también el título de otra oración. Los dos primeros versos de la tercera estrofa hacen claramente alusión al Cantar de los Cantares: « Como un lirio entre los cardos, así es mi amada entre las jóvenes » (Ct 2:2). La fórmula ruega por nosotros es repetida a menudo, como en las letanías de Loreto. Finalmente, la súplica Ruega por nosotros en la hora de nuestra muerte puede encontrarse también en el Avemaría. Cfr. https://es.wikipedia.org/wiki/O_Sanctissima.

[24]

Latín

Castellano

O Sanctissima

O Sanctissima O Piissima
Dulcis Virgo Maria!
Mater amata, intemerata
Ora, ora pro nobis
Tota pulchra es O Maria
Et macula non est in te
Mater amata intemerata
Ora ora pro nobis
Sicut lilium inter spinas
Sic Maria inter filias
Mater amata intemerata
Ora ora pro nobis
In miseria in angustia
Ora Virgo pro nobis
Pro nobis ora in mortis hora
Ora ora pro nobis

¡Oh Santísima!

¡Oh, Santísima!, ¡Oh, Piadosísima!

Dulce Virgen María

Madre amada sin mancha

Ruega por nosotros

Eres toda bella, ¡Oh Maria!

Y el pecado no está en ti

Madre amada sin mancha

Ruega por nosotros

Como un lirio entre espinas

así es María entre las jóvenes.

Madre amada sin mancha

Ruega por nosotros

En miseria y en angustia

Ruega Virgen, por nosotros

Ruega por nosotros en la hora de la muerte,

Ruega, ruega por nosotros

 

About the author

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Licenciado en Derecho y en Filosofía y Ciencias de la Educación. Doctor en Derecho con una tesis sobre el paradigma del iusnaturalismo tomista en su génesis histórica y en la actualidad. Autor de diversos artículos y publicaciones sobre derechos humanos y de la familia, así como sobre temas de biojurídica. En los últimos años ha intensificado su investigación sobre los directores del Hollywood clásico, teniendo como referencia la obra de Stanley Cavell. Ha publicado estudios sobre Georges Stevens, Henry Koster, Mitchell Leisen, Leo McCarey y Frank Capra.

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Profesor de la Facultad de Filosofía y director del Máster Universitario en Marketing Político y y Comunicación Institucional de la UCV, premiado como Programa de Educación Política del Año en el certamen Napolitan Victory Awards de Washington Estados Unidos.

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Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la UCV "San Vicente Mártir".
Autor, entre otras obras, de "Los Nuevos Redentores" (Anthropos, 1987), "Tecnología y futuro humano" (Anthropos, 1990), "La violencia y sus claves" (Ariel Quintaesencia, 2013), Bancarrota moral (Sello, 2015) y "Técnica y Ser humano" (Centro Lombardo, México, 2017).

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