La necesidad de nacer de nuevo como rasgo central del personalismo fílmico de Capra en Meet John Doe (1941).
José Alfredo Peris Cancio y José Sanmartín Esplugues
Resumen: El cine clásico de Hollywood de los años 30 y 40 fue testigo de la crisis del 29 y sus repercusiones. Un estudio filosófico del mismo permite encontrar en la filmografía del director Frank Capra sugerentes criterios de interpretación. Siguiendo las orientaciones de Stanley Cavell se descubre que hay una fructífera interrelación entre el matrimonio en igualdad en el que se comprometen el varón y la mujer y la educación en la dignidad personal que permite no sólo superar las crisis económicas, sino incluso, prevenirlas. En esta cuarta entrada sobre Meet John Doe (1941) seguimos desarrollando el texto fílmico sobre la película por medio de los siguientes ejes: a) la conversión personal como un nuevo nacimiento en los personajes de Meet John Doe; b) la defensa del espíritu democrático americano en el personaje de Henry Connell; c) el proceso de recuperación de los club Juan Nadie; d) el crecimiento en el verdadero amor entre los protagonistas, Ann y John.
Palabras clave: crisis económica, cine clásico, matrimonio, igualdad entre varón y mujer, mutua educación, reversibilidad de los roles masculino y femenino, vagabundo, relato, pueblo, conversión.
Abstract: Theclassical Hollywood cinemaof the30s and 40switnessed thecrisis of 29and its aftermath. A philosophical study of it may find in the filmography of director Frank Capra suggestive interpretation criteria. Under the guidance of Stanley Cavell is discovered that there is a fruitful interaction between marriage equality in the male and female education and personal dignity which allows not only overcome the economic crisis, but even prevent undertake. In this fourth entry about Meet John Doe (1941) we propose: a) personal conversion as a new birth in the characters of Meet John Doe; b) the defense of the American democratic spirit in the character of Henry Connell; c) the recovery process of the John Doe club; d) the growth in true love between the protagonists, Ann and John.
Keywords: economiccrisis, classic cinema, marriage, equality between man and woman, mutual education, reversal of the male and femaleroles, tramp, story, people, conversion.
1.LA CONVERSIÓN DE LOS PERSONAJES DE MEET JOHN DOE COMO UN NUEVO NACIMIENTO
1.1 LA ACELERACIÓN DE LA NARRACIÓN
A partir de la decisión de apostar por la extensión de los Clubs John Doe (Juan Nadie) el ritmo de la acción se incrementa. Norton actúa empresarialmente sin escrúpulo alguno. Lo importante es ganar. Ganancia y eficacia están íntimamente conectados. Para ganar hay que saber organizar eficazmente. Por ese motivo serán hombres de confianza de Norton quienes se ocupen directamente de organizar el tour de conferencias de Juan Nadie.
La actuación de Norton no pasa desapercibida al director del periódico, Connell.
Ann y Long John trabajan frenéticamente en la causa. Eso les une cada vez más. Pero Ann se encuentra dividida. Por un lado, suya es la palabra de los discursos de John. Por otro, cada vez es más consciente de que Norton persigue objetivos sombríos, que van más allá del mero éxito mecantil.
La convención como momento crítico
Una convención nacional de los Clubs John Doe precipitará definitivamente los acontecimientos. Norton se reúne con políticos para sacar provecho de la fuerza que ha adquirido ‘el fenómeno’ Juan Nadie. Su meta: crear un tercer partido político de tintes populistas muy en línea con el fascismo. Connell, ebrio pero lúcido, advierte a Long John que esto que va a ocurrir. Le hace ver, además, el doble juego de Ann, que está sirviendo a los propósitos políticos del multimillonario. Long John en principio no le cree. Pero cuando Connell se lo demuestra, reacciona enfrentándose Norton. El potentado le responde denunciándole ante la asamblea de los Club John Doe como farsante, y disolviendo de este modo los mismos.
Los procesos interiores
En terminología propia del Nuevo Testamento[1], convertirse es nacer de nuevo. La aceleración de los acontecimientos va a generar que los personajes se transformen. La convención de los Clubs Juan Nadie sucede en una tarde lluviosa. Cieutat ha subrayado la importancia que para Capra tenía este símbolo (Cieutat, 1990: 33-34). Para Capra era una señal de vida, e incluso de alegría y placer derivado de la misma. Tenía en mente las palabras de su padre. Eran las de un campesino, feliz al constatar que comenzaba a llover. Las recordaba en su italiano natal: “L’aqua veni, l’aqua veni” (Capra, 1997).
El agua tiene también para los cristianos un sentido bautismal, el sacramento del nuevo nacimiento a la filiación divina. No es de extrañar que Capra acudiese a esta simbología en estos momentos. Con ella acentuaba las situaciones de crisis y cambio que iban a experimentar sus protagonistas. Sus procesos interiores. Con una nota común: se trataba de que algo muriera para que naciera otra cosa mejor.
1.2 MORIR A LA INCAPACIDAD PARA EL AMOR, NACE A LA ESPERANZA
Una dinámica de muerte y resurreción
En efecto, Long John es derrotado por Norton. Los miembros de los Clubs lo abuchean por farsante. Tiene que salir escoltado del pabellón donde se celebra la Convención. Tras meditarlo, llega a la conclusión de que ha de cumplir el propósito que el Juan Nadie de la carta original albergaba. Acude en Nochebuena a la terraza del Ayuntamiento. La intervención de Ann, Bert y su esposa, y otros miembros de los Clubs, le convencen. John desiste. En cierto modo ha vuelto a la vida.
Algo análogo le psa a Ann. Acude a la terraza del Ayuntamiento en la noche señalada contra el consejo del médico. Como no funciona el asecnsor, sube a pie los catorce pisos. Cuando advierte que John va a saltar, se abalanza sobre él. Le declara su amor. Le invita a considerar que el Juan Nadie que dio su vida por los demás ya existió. Fue Jesucristo y esa noche las campanas proclaman la vigencia de su mensaje. Agotada se desmaya. Long Jon la toma en sus brazos. La joven periodista también ejemplifica una muerte moral que se somatiza. Ha dejado de vivir la vieja Ann, ambigua, capaz de servir a cualquier causa. La nueva Ann ha resucitado, declarando su amor a John y abandonándose en sus brazos.
La perdurabilidad de los clubs Juan Nadie
También los Clubs experimentan esa misma dinámica. Desaparecen —mueren— por su falta de fe en John. Pero los Clubs Juan Nadie no son grupos de seguidores de un líder. Son conjuntos de personas unidas por un mismo sufrimiento, una ideas similares de la sociedad que desean y unas mismas ganas de superar una situación de crisis que les está agobiando a ellos y a un gran mayoría del país. Por eso mismo, renacen.
La perdurabilidad de los Clubs Juan Nadie no depende de una persona. O mejor, la persona de la que depende ya ganó la victoria para todos a través de una aparente derrota. Porque era tan humana como divina.
La victoria desde la derrota, signo de la iniciativa divina
Espléndidamente lo explicó Hans Urs Von Balthasar:
Ningún luchador es tan divino como aquél que puede aprestarse a vencer mediante la derrota. En el momento en que recibe la herida mortal, su adversario cae definitivamente herido a tierra. Pues él ataca al amor y resulta afectado por el amor. Y mientras el amor se deja atacar, demuestra lo que había que demostrar: que precisamente es el amor. (Von Balthasar, 1999: 12-13)
John Willougby no está obligado a ser un héroe. Más bien, la victoria es prerrogativa de muchos, de un pueblo. Formar parte de un grupo unido por una finalidad moral, no es una señal de debilidad.Ni tampoco lo es de concesión a lo vulgar. Es un rasgo del verdadero personalismo. El pueblo es el lugar de los dones compartidos. Lo que importa es uno esté dispuesto verdaderamente a ser el primero en la entrega[2].
1.3 ¿HASTA DÓNDE LLEGA LA FUERZA DEL AMOR?
Otras historias de conversión
La antropología personalista de Capra desarrolla como elemento crucial el rasgo de la conversión y del nuevo nacimiento. No es algo periférico o anecdótico. Responde a la condición humana, al progreso moral de las personas. Prueba de ello es que no se restringe a los personajes centrales.
En efecto, Colonel tuvo como última aparición altiva su huida del Ayuntamiento, abandonando a Long John en su idealismo. A partir de ahí, lo vemos acudir a la Convención de los Clubs Juan Nadie. Cuando vienen maldadas, cuida de su amigo, frente a la reacción airada de la masa. Luego se los ve de nuevo juntos bajo un puente. Las palabras de Colonel sólo son ahora de consuelo. No hay reproches. Finalmente acude en Nochebuena para protegerle y quitar de su cabeza la idea del suicidio. El campeón del escepticismo inclina la rodilla ante la necesidad de socorrer a su amigo.
Tambien Charles Dawson (Charley boy) en su acompañamiento de John en el tour de conferencias experimenta un cambio interior. Comienza a creer en el mensaje de los Juan Nadie. La más explícita transformación se patentiza en Connell. Volveremos sobre ella.
¿Para qué acude Norton al ayuntamiento?
La respuesta más simple, dentro de la trama, es para controlar que John no aparezca y se contradiga su versión. Si John se suicida, Norton ha mentido, y los clubs Juan Nadie podrán resucitar. Pero la pantalla muestra otros elementos que suministran dudas.
En la escena previa, Norton toma solitariamente una copa. Se la ofrece su mayordomo (Cyril Thornton) en una bandeja, mientras le felicita. Un árbol de Navidad enorme —que ocupa la escena— habla con elocuencia de la soledad del potentado. Fuera, a través del ventanal, un grupos de niñas y niños cantan un villancico:
Noche de paz.
Noche de amor.
Los pastores tiemblan al ver su rostro.
Los Cielos cantan sus alabanzas…
Ha nacido el Rendentor.
El mensaje es muy explícito y Norton lo escucha en silencio. Cuando el mayordomo le felicita la Navidad, el magnate corresponde. Le entrega un donativo generoso para los niños. No está cerca de él Ted Shelton. El sobrino siempre alienta el lado más oscuro de su tío, una complicidad con sus peores intenciones.
Si esto puede ocurrir, que nadie diga que la solidaridad está desapareciendo.
¿Para qué acude Norton al Ayuntamiento?, volvemos a preguntarnos. Nos arriesgamos a dar una interpretación menos convencional. Creemos que en modo alguno desea la muerte de John. No sólo porque no le convenga. Pensamos que algo de los mensajes de John Doe ha tocado su corazón.
Los propios comentaristas radiofónicos, en los momentos previos, habían señalado al transmitir desde la Convención de los Juan Nadie:
Aunque faltan horas para la inauguración, siguen llegando delegados a raudales con provisiones, banderas y cartas pidiendo a Juan Nadie que no se suicide. En cualquier caso, es algo extraordinario. Estos Juan Nadie, el vulgo, como algunos les llaman, han sido ridiculizados, pero aquí están, felices y contentos, tras viajar miles de millas gracias al dinero reunido. Vienen a rendir homenaje a su ídolo, Juan Nadie. En estos tiempos de guerra y bombardeos, es bueno que esta idea sencilla cale en todo el país. Se basa en la amistad y la generosidad, en ofrecer ayuda sin pedir nada a cambio. Si esto puede ocurrir, que nadie diga que la solidaridad está desapareciendo.
El silencio final de Norton
Cuado en la última escena Connell le espeta: “Mr. Norton, ahí tiene al pueblo. ¡Chúpese esa!”, el multimillonario guarda silencio. Parece que así se confirma que sus argumentos sólo buscan frenar la muerte de John.
Entre los diversos finales que Capra contempló, se inclinó por éste. La última palabra no la han tenido las ideas que sedujeron al potentado. Su silencio y el de sus secuaces, ¿puede ser leído como un homenaje final a la fuerza de ese pueblo? No parece absurdo planteárselo así en vísperas de la intervención americana en la Segunda Guerra Mundial[3].
2. LA DEFENSA DEL ESPÍRITU DEMOCRÁTICO AMERICANO EN EL PERSONAJE DE HENRY CONNELL
2.1 LAS DUDAS SOBRE LOS PROYECTOS DE NORTON
Henry Connell había aparecido en las primeras escenas como el “editor agresivo”, capaz de modernizar “The Bulletin”. El dueño del periódico, Norton, tenía depositada en él una confianza plena, que el asunto Juan Nadie irá quebrando. Ann jugará un papel decisivo en el cambio de postura de Norton hacia Connell.
En primer lugar, recordemos que Ann, movida ante todo por el deseo de no perder su puesto de trabajo, no había sentido el mínimo escrúpulo a la hora de atraer a Norton a su terreno de juego, presentando a Juan Nadie como la pértiga que le permitirá dar el gran salto. Tras el encuentro de los tres y la imposición del punto de vista de Ann, Norton no dudará en pedirle que, en lo sucesivo, ella despache directamente con él. El director, Connell, queda orillado del proceso.
En segundo lugar, un nuevo punto de distanciamiento entre Norton y Connell se produce en torno al despliegue organizado por el magnate para fundar los Clubs Juan Nadie. Capra muestra un mapa de los Estados Unidos. Cada vez más poblado por banderas que representan la existencia de un Club. Cuando llega a su máxima expresión, Norton promueve una Convención nacional en la ciudad. A Connell no le cuadra tanto empeño por parte de su jefe. Todo ello, ¿sólo por ganar más dinero? A este respecto, se producirá un diálogo muy representativo.
La sospechosa opción por la gratuidad
El guion de Robert Riskin se detenía más que el filme de Capra en subrayar las diferencias entre el antiguo Bulletin y el ideado por Connell.
En el casting se preveía la aparición de un actor como Harry Davenport como el anterior propietario. Capra le había encomendado el papel del juez bondadoso en You Cant´t Take it With You. Todo ello permite conjeturar que el antiguo Bulletin había sido un periódico alejado de las características definitorias de lo que, lamentablemente, se tiene desde hace décadas como un medio de comunicación moderno y eficaz. Un medio, en suma, que no evita, sino que busca la provocación y que, para aumentar el número de lectores, incurre en el amarillismo y el mal gusto si lo estima conveniente. El hecho de que Connell —al hacerse cargo del periódico— despida a Ann, acusándola de sensiblera nos hace pensar que nuestra hipótesis no anda desacertada. Pues, desde el sensacionalismo, cualquier muestra de humanidad suele tenerse por sentimentalismo exagerado.
“Sumo dos y dos y no consigo que me salga cuatro”
Connell podía entender que a Norton le convenciera la apuesta por Long John para vender más periódicos. Pero no la inversión desmesurada que suponía la extensión de los Clubs Juan Nadie:
—Connell: “No lo entiendo. ¿Qué? Se supone que soy el experto. El movimiento Juan Nadie le cuesta una fortuna. Y esta convención también»
—Norton: “¿Y bien? Sumo dos y dos y no consigo que me salga cuatro. ¿Qué gana usted?
—Norton, sin pestañear: “La satisfacción de invertir mi dinero en una buena causa”
—Connell, entendiendo rápido lo que está más allá de las palabras: “Entiendo; que me ocupe del periódico, ¿no?”.
—Norton: “Será lo mejor”
Ted Shelton ha seguido con satisfacción el intercambio de palabras. Es el confidente de las intenciones políticas de su tío. Terrible, pero así sucede en demasiadas ocasiones: las peores intenciones se ocultan bajo palabras esperanzadoras. Norton habla de su satisfacción por invertir dinero en una buena obra, cuando lo que realmente persigue es valerse de las personas como algos —como cosas— que le posibiliten llegar a su meta: la Presidencia de Estados Unidos.
La buena administración como respeto por la naturaleza no es suficiente
Podemos precisar, entonces, qué mueve a Connell a actuar como lo hace. Pensamos que su lógica racionalizadora de la gestión de “The Bulletin” estaba cerca del pensamiento de Thoreau (Thoreau, 2005): el hombre recto administra sus asuntos siendo consciente de lo que cuestan. Resulta imperdonable la ignorancia al respecto.
Pero se trata sólo de uno de los sentidos de Walden (Cavell, 2011). La falta de respeto al prójimo que Connell manifiesta a la hora de despedir no concuerda con ese espíritu. No sólo Ann está dividida a raíz de su contacto con Norton y con Juan Nadie. Connell descubre que él también se está dejando llevar por fuerzas contrapuestas.
2.2 LA RUPTURA CON NORTON
Connell no volverá a aparecer en pantalla hasta momentos antes de que Long John pronuncie su discurso en la Convención. En ese momento le abrirá su corazón al antiguo vagabundo y le hará ver el peligro de la situación. Ya hemos señalado que la denuncia no sólo alcanza a Norton. También apunta a Ann. Se trata de otro discurso estratégico de la película que conviene desentrañar de modo reposado.
Una voz etílica
Capra justificó (Poague, 2004: 87-88) que, en estado de ebriedad, el discurso de Connell sería más creíble. Lo libraría de un moralismo que no cuadraría adecuadamente con lo que hasta entonces se ha visto del personaje[4]. Y verdaderamente funciona:
—John: “Hola, Mr. Connell”
—Connell: “¿Cómo está, John? John, quiero hablar con usted”
—John, advirtiendo su melopea: “¿Qué le pasa? No se caiga”
—Connell: “Vamos…. ¿Ha leído el discurso que pronunciará esta noche?”
—John: “Nunca los leo antes, así me salen mejor[5]”
—Connell: “Lo suponía. Beany, ve a la redacción y trae el discurso. Está en mi escritorio”
La dignidad de John Willoughby
En su momento comentamos las razones a la hora de seleccionar a John Willoughby para Juan Nadie. A Ann el rostro de John le pareció que traslucía bondad y honradez. Era el comienzo de un enamoramiento. Ahora sabemos que Connell vio en él, asimismo, rasgos definitorios de nobleza, de caballerosidad
—Connell: “Es usted un buen tipo. Me gusta. Es un caballero. Me gusta la gente con modales. Yo soy un tipo duro. Soy un tipo duro, pero le diré algo: Tengo una debilidad que nunca habría imaginado. Es cierto. ¿Quiere saber cuál?”
Los signos de lealtad al pueblo de Estados Unidos
Connell le abre su corazón a John. Un ejecutivo agresivo como él califica de debilidad lo que constituye su amor más grande: la emoción que embarga su alma cuando ve la bandera y escucha el himno de su patria.
Lamentablemente, en política y en el mundo de los negocios se considera positivo no tener emociones. Es ese mundo de la negatividad del que nos habla Han (2017). Es el mundo del no. Es el mundo de la prohibición y de la auto-inhibición. No hay que tener emociones. No hay que tener compasión. Eso sólo son muestras de debilidad, cuando —creemos nosotros—si algo hace grande al ser humano es, precisamente, sentir y compartir sentimientos.
—Connell: “La bandera de Estados Unidos. Tal vez sea una locura, pero el himno nacional me llega al alma. Lo siento muy adentro. ¿Me comprende?”
—John, empatizando por completo, hace un gesto en la nuca: “Yo lo siento muy arriba”.
—Connell, introduciendo algo de humor en la gravedad de la escena: “¿Tan arriba? Bueno, hay gustos para todo”.
La prueba del verdadero amor: la disposición a dar la vida, testimoniada por la familia
Ese amor no queda en palabras. Capra introduce en este momento el sacrificio que se atisba para el pueblo estadounidense. La entrada en la Segunda Guerra Mundial. Anticipa lo que posteriormente desarrollará en sus documentales de Guerra. Los estadounidenses deben ver su intervención en la guerra como algo exigido por su estilo de vida: con su de vivir en un mundo libre en el que las personas ocupen el lugar central.
Dar la vida es el lenguaje de la familia. Los padres la dan por sus hijos. El acontecimiento biológico adquiere la forma de un imperativo moral de desprendimiento. Cambio de la referencialidad. Connell incide en el ejemplo de su padre, doblemente desprendido con su vida:
—Connell: “Usted era muy joven y no fue a la guerra en Europa[6], ¿verdad?… No, claro. Era sólo un niño. Yo tenía…la edad perfecta para alistarm .¿Sabe lo que hizo mi padre cuando se enteró? Se alistó también. Le hicieron sargento, ¿qué le parece? Estábamos en la misma unidad. Curioso, ¿verdad?”
El sacrificio del padre
Uno de los temas recurrente de las películas de guerra de Hollywood era la situación por la que atravesaban psicológicamente los solados supervivientes. Siempre les quedaba la pregunta de por qué ellos seguían viviendo y no los otros. En Connell esto se acentúa con el caso de su padre. Pero también se ilumina. Sólo hay una respuesta correcta: una rendida gratitud.
—Connell: “Le mataron, John. Yo lo vi. Estaba allí y lo vi con mis propios ojos. Yo salí sin un rasguño. Sin contar mi úlcera. Tendría que tomar leche, y no este veneno[7]»
Y solicita del camarero otra copa.
La relación emocional con Estados Unidos y sus valores
Connell proclama a continuación su amor por su país, por su patria. Lo une al amor hacia su padre. Etimológicamente patria va anudado a gratitud por los padres, pero abarcando a todo el grupo social[8].
La patria y sus símbolos, en contextos como el español, se han constituido en un tema incómodo. Como si hubiesen sido patrimonio intelectual del franquismo. García de Cortázar (2018) lo dice de forma rotunda: nos han hecho creer que sentirse español es ser casi un fascista. Para él este prejuicio hunde sus raíces en la pésima educación que se ha impartido desde la Transición. Desde entonces, como reacción al patrioterismo del franquismo, se nos ha dejado sin nación.
Esta triste experiencia española permite reconocer mejor la oportunidad del planteamiento de Capa. La patria está por encima de toda ideología. Es la vinculación al pueblo vivida como un ineludible deber de lealtad.
—Connell: “Se me cae la baba por este país. Por este país y su bandera. Me gusta lo que tenemos. Me gusta. Puedes decir y hacerlo que quieras sin que te claven una bayoneta. Eso es bueno[9]”.
—John: “Y que lo diga”.
—Connell: “No queremos que nadie cambie eso, ¿verdad?”
—John: “No, señor”.
—Connell: “Claro que no. Si alguien lo intenta, me vuelvo loco. Loco de remate”
La denuncia de la conspiración de Norton contra los “faros” de la democracia americana
Todo ha sido un preámbulo necesario. Connell lo completa con una alusión a Washington, Lincoln y Jefferson como faros, iluminadores de la democracia americana. Y desde ella al mundo. Es un argumentario que nos hemos encontrado en las películas de Capra con frecuencia, intensificado en You Can´t Take it With You y sobre todo en Mr. Smith Goes to Washington[10].Connell quiere abrir los ojos a John y mostrarle cómo y para qué está siendo utilizado.
—Connell: “Y ahora estoy que echo espuma. Por lo que hacen a otros, no sólo a mí. Me enfurezco por un tal Washington. Y por un tal Jefferson. Y por Lincoln. Son los faros, John. Los faros en un mundo de brumas. ¿Comprende?”
—John: “No lo dude”
—Connell: “Escuche, amigo. ¿Le parece una bajeza lo de los quintacolumnistas?”
—John: “Si, ciertamente. Usted se sentiría fatal si descubriera que está desfilando al son que tocan ellos. Quizá no se daría cuenta porque es un caballero, pero es lo que está haciendo. Está rodeado de escoria, hijo mío. No son más que una pandilla de gánsteres”
La inicial incredulidad de John Willoughby y la confesión del insensible Connell
La reacción inicial de John sólo podía ser de incredulidad. Forma parte de la nobleza del personaje:
—John: “¿No hablará de Mr. Norton?”
—Connell, con su acidez característica: “No, hablo del perrito faldero de su abuelo.”
—John: “Se equivoca, Mr. Connell. Se ha portado muy bien con los clubs Juan Nadie”
Connell va al fondo del asunto. Al tiempo que confiesa su conversión, pone en entredicho la actuación de Norton… y posteriormente de Ann.
—Connell: “¿Sí? Comulga usted con la idea de esos clubs, ¿verdad?”
—John: “Sí, claro”
—Connell: “No le culpo, yo también. Es un milagro que sólo podía producirse en los Estados Unidos. Me parece fantástico. ¿Qué le parece? Yo, Connell el lnsensible, opino que es fantástico. Ahora imagine que cierto gusano cuyas iniciales son D. B. intentara manipularlos para llegar a la Casa Blanca y apretar los tornillos y apagar la luz de aquellos faros. ¿Qué le parecería?”
—John, alarmado: “No pueden hacer eso. No pueden usar los clubs para hacer política. Es la idea principal”
Los que viven de la política como amenaza
Los primeros miembros de los clubs Juan Nadie, como hemos visto, vetaron la presencia de políticos. Según ellos, a los políticos no les mueve ni el altruismo ni la generosidad: sólo buscan captar votos para mantenerse en el poder —o llegar a él—y seguir viviendo de la política[11]. Y, por supuesto, la presencia de profesionales de la captación de votos alteraría completamente el sentido de los Club Juan Nadie.
—Connell: “¿Eso cree? ¿Y qué hace en la ciudad un político como Hammett? ¿Y un sindicalista como Bennett? ¿Y los demás peces gordos que ha invitado D. B.? Son lobos, John. Están esperando para devorar a los Juan Nadie”.
la acusación contra ann mitchell
Connell se decide a destapar del todo la amargura de la situación:
—Connell: “Me lo contará cuando lea el discurso de esta noche”
—John, indignado: “Está borracho. Nadie influye en Miss Mitchell cuando escribe los discursos”.
—Connell, volviendo a recurrir al más sarcasmo más agrio: “¿Cree que los escribe mi tía Emma? Sé que los escribe ella y que recibe buenas propinas: un abrigo de visón y una pulsera de diamantes”
Y lanza la acusación final, avalada por lo que él mismo ha presenciado:
—Connell: “Esa joven traicionaría a su propia madre por un puñado de calderilla”
—John agarra de las solapas a Connell: “¡Cállese! Si no estuviera borracho…”
Pero en ese momento aparece Beany. Se asombra de verlos en tal situación y le dice a Connell: “Jefe. Aquí tiene el discurso”. Connell, mientras se lo entrega a John: “Léalo y empiece apegar puñetazos”. John se marcha de inmediato, sin escuchar a Beany que intenta retenerlo: “Espere, Sr. Nadie”. Mientras Connell pide al camarero: “Tráeme un vaso de leche. Fumo demasiado”.
“Échenle la culpa otra vez a Poncio Pilato”
El corazón de Connell está henchido de dolor. El personaje se mantendrá fiel a su conversión hasta el final. Como hemos señalado en más de una ocasión, él pronuncia la última frase de la película invitando a Norton a reconocer dónde está el pueblo.
Antes, cuando retenido por la policía, escucha en la radio el linchamiento moral de Juan Nadie lanza otra sentencia: “Échenle la culpa otra vez a Poncio Pilato”. La misma nos da pie para analizar a continuación la muerte y resurrección de los Juan Nadie.
3. EL PROCESO DE RECUPERACIÓN DE LOS CLUB JUAN NADIE
3.1 EL ÉXITO DE UN MENSAJE SENCILLO
Capra (Peris-Cancio, 2018), como McCarey (Sanmartín Esplugues & Peris-Cancio, 2017) y, por lo general, lo que calificamos como “personalismo fílmico”, robustecieron en la pantalla convicciones compartidas. Esto generaba un doble efecto: favorecía la identificación del público con los personajes y el sentido de lo comunitario. Nadie como estos directores, hasta donde conocemos, ha sabido poner ante nuestros ojos imágenes de vinculación, de mutua interrelación, de formación de un nosotros. Sin dejar de aparecer cada personaje como un cada uno, con su propio nombre.
Aquí en Meet Jon Doe ese doble efecto se cumple a la perfección. El público se identificaba con un mensaje que mostraba la felicidad de hacer el bien al prójimo.
Lass dificultades de la interpretabilidad recíproca
Diecisiete años después, Alfred Hitchcock suscitaba en su película Vértigo un escenario bastante alejado de esto. Robert Pippin lo ha interpretado así:
Sugiero que tiene mucho que ver con lo que podríamos llamar una lucha general, común, por la interpretabilidad recíproca en un mundo social en el que esa interpretabilidad recíproca se ha vuelto cada vez más difícil y cada vez más vital, tanto para perseguir nuestros intereses como para la estabilidad y seguridad de nuestras amistades y relaciones románticas. (Pippin, 2018: 25)
No es arriesgado explicarlo del siguiente modo. Meet John Doe representa un momento de la vida en la sociedad americana espoleado por el idealismo y la generosidad. Hasta por la necesidad de comportamientos generosos y heroicos. Además, el tiempo de Meet John Doe es el de una sociedad vertebrada por la ética del trabajo. No se concibe que una vida humana pueda ser digna si no se trabaja. El modelo de sociedad es la del pleno empleo y empleo para siempre. Como para siempre es concebido el matrimonio y, si no para siempre, al menos como duraderas son interpretadas las relaciones humanas en general.
Vértigo, en cambio, representa esa misma sociedad triunfadora de una guerra, pero ensombrecida en su propia cultura. Vacilante acerca de lo esencial: quién es el otro, como reconocerlo, cómo formar un nosotros… La ética del trabajo empieza a dejar su lugar a la ética de una sociedad en la que seguirá habiendo productores—por supuesto—, pero la clave es que cada vez serán menos, pero rendirán más —es la sociedad del rendimiento de que habla Han (2017)— y las relaciones humanas adoptarán la forma de interconexiones-kleenex [de usar y tirar] (Sanmartín Esplugues, en prensa). Eso significa que, si algo no se le va a pedir a nuestras relaciones, sean —como dice Pippin en la cita anterior— estabilidad y seguridad. Fugacidad e incertidumbre son las notas definitorias de la nueva sociedad.
El asombro de los analistas políticos y del propio John
Capra disfruta ironizando sobre la sorpresa de los analistas políticos ante los Juan Nadie. Les hace decir frases así:
“Crecen como la espuma. No lo entiendo, los clubs Juan Nadie no piden nada”. “Si el paro sigue bajando, me quedaré sin trabajo”. “No les interesa la política, jefe. Están locos”.
John Willoughby no escapa tampoco de ese asombro. En una de las paradas del tour, antes de subir al avión, conversa con Ann:
—John: “¿Con cuántas personas habremos hablado? Sin contar por la radio”
Ann contesta que unas trescientas mil. Jon se asombra. Y sigue preguntando:
—John: “¿Por qué lo harán? ¿Por qué vienen a escucharme y fundan los clubs Juan Nadie? No logro entenderlo”
La explicación de Ann como venta de tópicos no resulta suficiente
Ann le ofrecerá una respuesta hasta cierto punto profesional. En el mundo de la comunicación hay tópicos que siempre funcionan. Vuelven de cuando en cuando envueltos en el celofán de lo novedoso. El resurgir de los populismos, por lo general, viene antecedido por este tipo de salvas. Pero a John no le resultan convincentes estas explicaciones.
John intuye que el contenido de sus discursos incide sobre aspectos profundos de la condición humana. Y pone de manifiesto el ansia de justicia que el pueblo siente ante los atropellos de quienes, dejándose llevar por una codicia sin límites, hunden en la miseria a amplios sectores sociales.
En los tiempos de Juan Nadie, como hoy, los pobres —no necesariamente sin trabajo— se quejaban amargamente de su situación. Su voz era escuchada en ocasiones por organizaciones intermedias entre ellos y el Estado. Lamentablemente, estas organizaciones —por ejemplo, las sindicales— han ido convirtiéndose con el paso del tiempo en tinglados burocráticos mantenidos económicamente por la propia Administración. Eso —que se ha agudizado en nuestro siglo— ha acabado llevando a los pobres con trabajo y a los desclasados —a los que nunca han trabajado y difícilmente lo harán a lo largo de su vida— a la mayor de las soledades. Y allí —como subraya Bauman (2011)— han aprendido a lamerse sus heridas en solitario, desconfiando de todo y de todos.
Hoy, como entonces, se precisa un elemento que sea capaz de sacar de esa soledad a quienes se consumen en ella. Las verdades de Juan Nadie son ese elemento en el filme de Capra. Quizá sean tópicos. Pero no son otra cosa que verdades sabidas —muchas veces, obviedades— que necesitamos que se nos repitan hasta convencernos de que es posible otra forma de configurar la sociedad: otros ejes en torno a los cuales hacer que la vida humana sea tal. Ejes como la solidaridad, la fraternidad, la compasión, el altruismo, la generosidad, el amor,…[12].
—Ann: “Escuche, John. Les ofrecemos tópicos que han oído un millón de veces: Ama a tu prójimo, pon la otra mejilla”.
—John: “Yo también los he oído un millón de veces, pero… ahí están. Quizá sean como yo. Quizá estén empezando a comprender lo que significa”
Un mensaje que ayuda a ver al otro, a salir de uno mismo
John habla desde su propia experiencia, como persona que necesita del otro para sentirse y percibirse como tal. Para abandonar la soledad y formar parte de una humanidad que no sea un mero agregado de individuos aislados.
—John: “Antes no pensaba en la gente, para mi eran espectadores. Sólo me importaban cuando no venían a verme jugar. Sabe, ahora les miro cuando hablo con ellos. Veo algo en sus caras. Puedo sentir… que anhelan algo así. ¿Me comprende? Quizá vienen por eso. Se sienten solos y quieren que alguien les diga: Hola. Sé cómo se sienten. Yo me he sentido solo y he anhelado algo casi toda mi vida”
Una actitud fundamental hacia los co-humanos
La última parte de Reivindicaciones de la razón (Cavell, 2003) acompaña las razones del escéptico sobre las otras mentes. Davide Sparti resume acertadamente el sentido de las mismas:
Recapitulemos: en la lectura de Wittgenstein que ofrece Cavell, la circunstancia merced a la cual respondemos y correspondemos a la presencia de las demás personas no es el corolario de una identificación que justifica una conclusión filosófica: se trata de una actitud fundamental hacia los co-humanos. Mucho antes de afrontar las preguntas empleadas por el escéptico ya poseemos la actitud hacia los demás como individuos susceptibles de caracterización en términos de estados anímicos y de relativa permanencia en el tiempo. O, lo que es lo mismo, incluso antes de reaccionar o de negarnos a hacerlo, tenemos que reconocer la predisposición a responder tanto al comportamiento de los seres humanos como al comportamiento expresivo, no siendo tal disposición algo que puede ser determinado en base a criterios[13] (Sparti, 2009: 247)
Esto lleva a la filosofía de Cavell a poner el acento no en un proceso teórico. Más bien invita a “reconocer los elementos de los que el proceso de interacción saca sus fuerzas y sus potencialidades”(Sparti, 2009: 262).
Los clubs Juan Nadie como lugares de praxis del amor al prójimo
El proceso experimentado por John marca la senda a seguir a los clubs Juan Nadie. Su primer encuentro con ellos le abrió los ojos. Ahora está plenamente persuadido por la vigencia de su mensaje. Pero los propios miembros de los clubs deberán aprender a tener confianza en sí mismos. Su sentido no procede de la heroicidad de Juan Nadie. Su fuerza viene del mensaje que ellos van cultivando y haciendo crecer con su praxis.
La convención de los Juan Nadie es radiada. Los locutores (Mike Frankovich, Knox Manning, Selmer Jackson, John B. Hughes) narran el fenómeno. Ya nos hemos referido al hito de solidaridad que aprecian en el fenómeno de los Juan Nadie. Pero, probablemente yerran en la localización del sujeto. La fuerza de los Clubs Juan Nadie no radica en seguir a un ídolo, sino que en practicar el amor al prójimo.
Hay que poner esta apreciación en el contexto histórico en el que se filma y proyecta Meet John Doe. Es el tiempo de la seducción de las masas por personajes carismáticos que se erigen en ‘conductores’ (Eso es lo que realmente significan los términos “Duce” en italiano o “Führer” en alemán). Conductores hacia el nuevo orden —pensamos nosotros—que no es otra cosa que una Arcadia tejida con los mimbres liberticidas del racismo y del fanatismo.
3.2 LA CRISIS DE LOS JUAN NADIE
El error de centrarse en un ídolo
La cámara muestra un gran cartel: BIENVENIDOS A LA CONVENCIÓN DE CLUBS JUAN NADIE. Los asistentes cantan el Gloria, aleluya. Gloria, aleluya. La verdad se abre camino.
Ante el grandioso espectáculo los locutores explican a sus oyentes:
“Aunque faltan horas para la inauguración, siguen llegando delegados a raudales con provisiones, banderas y cartas pidiendo a Juan Nadie que no se suicide. En cualquier caso, es algo extraordinario. Estos Juan Nadie, el vulgo, como algunos les llaman, han sido ridiculizados, pero aquí están, felices y contentos, tras viajar miles de millas gracias al dinero reunido por sus vecinos. Vienen a rendir homenaje a su ídolo, Juan Nadie”
La caída del ídolo
John advierte a Norton de que no va a apoyar sus planes de crear un tercer partido. Lo veremos con detalle. Ahora nos interesa comprobar cómo la réplica de Norton —mostrar a John Doe como un falsario— logrará mover a los Juan Nadie para que actúen como masa, abucheando y lanzando a John cuanto tienen en las manos.
Capra escenifica magistralmente esa caída. De un ambiente idílico se pasa en breves instantes a un motín. Es el efecto de las palabras de Norton.
El escenario idílico
Se ve a los miembros de los Clubs Juan Nadie de todos los Estados. Son identificables por los carteles que blanden con orgullo. Al mismo tiempo cantan muy alegres la popular canción Oh Susana. Cuando aparece Long John se pide: “Tres hurras por Juan Nadie. ¡Hurra!”.
A continuación, entonan el himno de los Estados Unidos, con pleno rigor y emoción:
Mi país es el vuestro.
Tierra de la libertad, mi canto es para ti.
Tierra donde murieron mis antepasados.
El orgullo de los Padres Peregrinos.
Por toda tu geografía, que reine la libertad.
Capra tiene mucho interés en mostrar dos de sus convicciones fundamentales. Por un lado, la tradición legada en la vida política de Estados Unidos. Por otro, la confianza en la Providencia divina.
La oración por los Juan Nadie de todo el mundo
John hace un intento de comenzar su discurso. Pero el capellán (John Tettemer) le pide que espere un momento.
—Capellán. “Empecemos con una plegaria. Silencio, por favor. Damas y caballeros, oremos en silencio por los Juan Nadie de todo el mundo. Muchos no tienen hogar y pasan hambre. Levántense. Todos en pie”
La invocación a Dios parece traer a los Juan Nadie desde la euforia a la realidad. No es fácil vivir según el amor al prójimo. Hay fuerzas que se oponen a ello. Poderosas, pero sin la última palabra. La oración es abruptamente interrumpida por un grito: “¡Fraude!”.
La fragilidad de los clubs Juan Nadie
La intervención de Norton resulta, como ya hemos señalado, eficaz. Descalifica a Juan Nadie. Lo tilda de embustero y ladrón. No le deja ocasión de defenderse. Trufa la convención con un gran número de secuaces suyos que reparten ejemplares de prensa contra John. Apaga la megafonía, mientras John balbucea:
—John, mira al clérigo y a otros miembros que le miran atónitos, decepcionados. Le dice: “Damas y caballeros. Esto importa más que si yo soy un fraude o no”
Encuentra cerca a Bert Hansen que ha acudido con Cara Agria. Le pregunta: “Usted me cree, ¿verdad?”. Su respuesta trasluce toda la amargura del desengaño:
—Hansen: “Claro que le creo. Me he roto las piernas reuniendo 5 mil firmas para un farsante. Aquí tiene, Sr. Nadie -y le entrega un listado-. 5 mil personas le piden que no salte desde la azotea.”
Cara Agria intenta hacer pensar a Bert.
—Cara Agria: “Eso no importa, la idea sigue siendo buena. No hay que abandonar el club. Bert, derrotado: “Quédatelo tú”
3.3 EL ‘NUEVO NACIMIENTO’ DE LOS CLUBS JUAN NADIE
Un tenue rayo de esperanza: la actitud de Cara Agria
¿Por qué Cara Agria resiste más? Quizás porque se ha beneficiado más profundamente del ideal. Propiamente los Juan Nadie no son los instigadores de los abucheos. Pero sí se han dejado llevar por los manipuladores.
En el coche de regreso, mientras Bert conduce, Cara Agria se lamenta: “A partir de hoy me sentiré avergonzado de mí mismo. No le dimos a ese hombre ninguna oportunidad”.
El veterano miembro de los clubs Juan Nadie no ha perdido la guía. El amor al prójimo siempre está dispuesto a escuchar… y a perdonar.
Mrs. Hansen se suma a la esperanza
En Nochebuena se producirá la resurrección de los Juan Nadie. A ello contribuirá decisivamente Mrs. Hansen, que se suma a la esperanza de Cara Agria. Ya habíamos apuntado el papel crucial de esta mujer. El proto-feminismo de Capra (Poague, 1994) se muestra sobre todo en la valoración de la sabiduría de la mujer.
Capra dibuja un coche que avanza con dificultad bajo una nevada. Son Bert, su esposa y Cara Agria, y algunos miembros más del Club Juan Nadie quienes lo ocupan.
—Bert, mientras conduce. “Esta es la empresa más descabellada e inútil que he visto”
—Mrs. Hansen: “Calla, Cara Agria tiene razón”
—Bert, irónico: “Y yo soy un cóctel de frutas”.
—Cara Agria, con determinación: “Estará en ese tejado. No preguntes cómo, pero lo sé igual que tú”
—Bert: “A mí también me gustan los cuentos de hadas, pero los farsantes no se suicidan”
Mrs. Hansen vuelve aportar humanidad y confianza. Es la que necesita también su marido.
—Mrs. Hansen: “Su cara no era la de un farsante. Y sus ideas eran válidas”
—Bert se apacigua: “Está bien, querida”.
Los Juan Nadie ya tuvieron un mártir
El grupo llega a la terraza del ayuntamiento. En ese momento Ann suplica la ayuda de Dios, para detener a John en su intento de suicidio.
—Ann: “Por favor, ¡Dios mío, ayúdame!”
Toma a John para que la mire, pero el gesto del joven no es receptivo.
—Ann: “Mírame. Quieres ser honrado, ¿no? No tienes que morir por el ideal de Juan Nadie. Ya tiene un mártir. Hubo otro Juan Nadie. Él mantuvo vivo ese ideal durante casi 2000 años. Lo mantuvo vivo en esas personas y seguirá haciéndolo ahora y siempre”
La cámara recoge en un plano todo el grupo de los Juan Nadie. Sus rostros muestran una profunda impresión. Guardan silencio. Con su sola presencia rubrican las palabras de Ann.
—Ann, continúa: “Por cada Juan Nadie que muera, nacerá otro. Por eso oímos esas campanas. Nos invitan a seguir, a no rendirnos y a seguir luchando. ¿Lo ves, cariño? No es momento de rendirse. Tú y yo podemos, John. Si tú mueres, yo también quiero morir. Te quiero”
Ann cae desmayada delante de John, que hace gestos de reaccionar y salir del pozo en donde se encontraba. Pasan unos segundos. John la toma en sus brazos. Suenan las campanas. Nieva.
Más adelante nos detendremos en el sentido de esta escena desde el punto de vista de la relación Ann/John. Ahora queremos centrarnos en otro aspecto: la confirmación de la identidad de los grupos Juan Nadie. Su resurrección.
La resurrección de los clubs Juan Nadie
Conmovido ante la escena, Bert comienza a hacer de nuevo de portavoz:
–Bert: “Sr. Nadie, no tiene que hacerlo. Estamos con usted, Sr. Nadie”
Quiere reconocer explícitamente su error y pedir disculpas en nombre de todos.
–Bert: “Perdimos la cabeza y actuamos como bestias”
Pero Mrs. Hansen le tomará el relevo. Ya no basta el tono original del nacimiento de los Juan Nadie. Es necesario implicarse más.
—Mrs. Hansen interrumpiéndole con más pasión: “Bert intenta decirle que le necesitamos, Sr. Nadie. Muchos no creímos lo que ese hombre dijo sobre usted. Íbamos a seguir con el club Juan Nadie, con o sin usted. Muchos otros piensan lo mismo. El Sr. Cara Agria recibió una carta de un primo suyo de Toledo. [Cara Agria, ratificándolo: “Aquí la tengo”] Pero con usted sería mucho más fácil. Por favor, Venga con nosotros”
El pueblo, lugar de permanencia de los Juan Nadie
Juan mira detenidamente a Norton y a sus secuaces. Luego gira la cabeza. Se detiene en Ann. Pasan unos segundos. Reacciona. Capra acompaña sus pasos con el “Himno a la Alegría” de la Novena Sinfonía de Beethoven. Se escuchan voces plenas de afecto:
—Colonel: “¡Long John…!”
—Mrs. Hansen, refiriéndose a Ann como lo hace alguien de un Club Juan Nadie: “Sr. Nadie. Cuidaremos de ella, se pondrá bien”
—Bert: “La llevaremos al coche”
Connell, como uno más de los Juan Nadie, mira a Norton. Le hace un gesto que certifica la resurrección de los Juan Nadie. Le espeta, como ya hemos señalado anteriormente: “Mr. Norton, ahí tiene al pueblo. ¡Chúpese ésa!”
4. EL ENAMORAMIENTO ENTRE ANN Y JOHN: UN PROCESO ENTRECRUZADO CON EL DESARROLLO DE LOS JUAN NADIE
4.1. EL CRECIMIENTO EN EL AMOR ESPONSALICIO COMO DESVELAMIENTO DEL ROSTRO Y FACTOR DE IGUALDAD SOCIAL ENTRE EL VARÓN Y LA MUJER: UNA CLAVE REPETIDA EN LA FILMOGRAFÍA DE FRANK CAP
A lo largo de esta investigación hemos podido comprobar cómo el personalismo de Capra unifica dos procesos. El compromiso social de los protagonistas masculino y femenino va unido a su mutuo reconocimiento amoroso como personas y viceversa. En Meet John Doe esto adquiere particular densidad y profundidad.
La historia de Juan Nadie como don
La historia de Juan Nadie pasa por varias fases. Comenzó siendo un grito de protesta. Se convirtió luego en un reclamo comercial. De ahí devino en una estrategia política populista. A continuación, se derrumbó como si se tratara de un fraude. Finalmente, resurgió como esperanza del pueblo. Pero en todas esas etapas, Long John Willoughby y Ann Mitchell recibieron el don de una historia que les hizo crecer como personas.
En la primera entrada subrayamos que se trataba de una historia de personas afectadas por la pobreza[14]. No de mujeres y hombres vacíos[15]. El análisis más detenido de la trama nos lo ha confirmado. El relato de Juan Nadie ha extraído de ellos potencialidades que estaban latentes. Les ha enfrentado con las razones de su vivir.
La filosofía como conversión
Ann y John han experimentado —con bastante propiedad— un itinerario bastante filosófico. A este respecto nos parecen muy acertadas las reflexiones de Stanley Cavell:
Resulta gratificante para mí que la idea de concebir la filosofía como “educación de adultos” haya llamado recientemente la atención de los lectores de Reivindicaciones de la razón y haya encontrado su favor[16]. Naturalmente aún resulta más gratificante que lo esencial de la formulación parezca haberse entendido correctamente, es decir, como una especie de respuesta que recoge la opinión de Wittgenstein de que “los problemas filosóficos […] no son desde luego empíricos […]. Los problemas no se resuelven aportando nueva información sino compilando [durch Zusammenstellung: juntando] lo que siempre hemos sabido” (Investigaciones filosóficas, §109). Los asuntos filosóficos son aquellos que requieren algo semejante al autoconocimiento o la autorreflexión. (Cavell, 2010: 19)
Volvernos hacia nosotros mismos
El relato ideado por Ann sobre Juan Nadie no destaca por su innovación. Como Ann y John reconocen, no se trata de algo que hemos escuchado por primera vez, sino de algo que recibimos de otra manera. En ese nuevo modo de escuchar y comprender se encuentra la oportunidad para la conversión:
Entonces surge la pregunta: ¿cómo llego a entenderme a mí mismo, a reconocer mi aburrimiento o vacío en mi manera de pensar? El párrafo pertinente de Reivindicaciones de la razón (para repensar la idea de la “educación de adultos”) habla de conversión, es decir, de volvernos hacia nosotros mismos. Volverse está claramente figurado en el mito de la caverna de Platón, en el cual, como un primer sentimiento hacia la libertad, un prisionero “se da la vuelta” para salir de la caverna… (Cavell, 2010: 23)
Ann y John han tenido que ensimismarse, que entrar en sí mismos. No han seguido siendo linealmente una periodista y un vagabundo, con sus hambres y sus servidumbres. Han pensado ser y hacer algo diferente.
El relato fílmico como filosofía
La película puede ser comprendida entonces como la descripción de un proceso, cuyas razones no acaban de estar completamente explicitadas. Por ello más que explicarlas, lo que se hace es describirlas. Cavell da cuenta de por qué:
Pero si la conversión, y todo lo que implica, es una capacidad humana, la oportunidad para ello debe presentarse repetidamente (con salud y tiempo). La primera tarea de la filosofía es mostrarnos a nosotros mismos y revelar nuestras (cautivadoras) repeticiones. Así es como entiendo lo que dice Wittgesntein: “Toda explicación tiene que desaparacer y la descripción ha de ocupar su lugar”. (Cavell, 2010: 24)
Indirectamente podemos entender ahora mejor el problema de Capra con el final de Meet John Doe. La descripción tenía que culminar en algo que respetase la lógica de lo expuesto hasta entonces. A nadie se le ocurre dudar de que Capra y Riskin sabían lo que querían decir (explicaciones). Ni se le podía pasar por la cabeza que el héroe fuese Norton. O que la posibilidad de suicidio de John quedara en la trivialidad. O que Ann fuese indiferente al sufrimiento del ex vagabundo. Todo eso estaba ahí. Se sabía de sobra. Pero, ¿cómo mostrarlo?
Para que crezca un adulto hacen falta extrañeza y transformación, es decir, nacimiento
Esos procesos de conversión marcan las exigencias metodológicas de la filosofía, según indica Cavell: “Wittgenstein dice que, en filosofía, nuestra investigación debe girar (en torno al eje de nuestra necesidad real)” (Cavell, 2010: 24). La cámara es especialmente adecuada para favorecer esos giros de perspectiva. Podemos observar lo siguiente: el método de pensamiento asociativo de Wittgenstein concuerda con el relato cinematográfico. En cierto modo, en su modo de expresar su razonamiento, Cavell se aproxima a la función de un director, que con la cámara suministra perspectivas (Read & Goodenough, 2005).
Así, el profesor emérito de Harvard recupera una frase escrita mucho antes por él en una obra anterior, Los sentidos de Walden (Cavell, 2011). En la misma se condensa el sentido de la filosofía como educación de adultos. Y se enraíza en Thoreau, pensador que Cavell sitúa en la tradición filosófica propia y original de América. Esta es la sentencia: “Para que un niño crezca hacen falta familia y familiaridad, pero para que crezca un adulto hacen falta extrañeza y transformación, es decir, nacimiento”. (Cavell, 2010: 24-25)
Ann y John no han dejado de experimentar esa extrañeza y esa transformación desde que sus vidas se cruzaron. A diferencia de la angustia que se sufre ante la ignorancia —o el desconocimiento—, la extrañeza y la transformación forman la parte luminosa del reconocimiento de las personas. Pero nos hace falta una filosofía que nos permita saber lo que les podemos pedir a las palabras.
Siempre queremos decir más de lo que podemos decir
Cavell recuerda el consejo de Wittgenstein a uno de sus discípulos a la hora de leerse las Investigaciones. Le aconsejaba tomarlas “desde un punto de vista religioso”. Y desde esta consideración justifica su interpretación:
Eso capta en parte mi acepción de lo que a veces llamo “trascendental” en la perspectiva wittgensteneiana de nuestro lenguaje ordinario, las molestias que Wittgenstein se toma para mostrar que nuestros conceptos (los movimientos de nuestras palabras) siguen estando abiertos al futuro, a ciertas formas de cambio, una acepción con la que perpetuamente queremos decir más de lo que podemos decir, tener en cuenta algo que se escapa a nuestro control. Para algunos de nosotros es un sueño feliz, para otros es una pesadilla.(Cavell, 2010: 25)
Juan Nadie es un relato que dice en todo momento más de lo que quiere decir. Para el servicio al bien común es una bendición. ¿Y para Ann y John? ¿No puede tener el riesgo de aparecer como una pesadilla? Ciertamente. Pero precisamente por ello Capra muestra con detalle cómo genera en ellos un proceso interno de verdadero amor. Vamos a detenernos en su consideración.
4.2 EL ENAMORAMIENTO DE JOHN Y LAS RECRIMINACIONES DE ANN HACIA SÍ MISMA
El personaje de Charles Dawson tenía como misión —encargada por Norton— controlar el éxito del tour de Juan Nadie. Pero Capra lo muestra cada vez más implicado con los jóvenes. Muestra su admiración por el impacto que están consiguiendo. Contempla con admiración la foto de John Doe en la revista Time. Se trata de una alusión de Capra a lo que le había acaecido a él mismo (Poague, 1994).
Ann se confía al veterano periodista:
—Ann: “Charly”
—Charly: “¿Si?”
—Ann: “¿Qué opinas de él?”
—Charly: “¿De Juan Nadie? No sé qué quieres saber, pero seré breve. Uno: Es un poco rústico, pero buena persona. Dos: Empieza a creer que él escribió la carta de suicidio. Tres: Cree que tú eres otra Juana de Arco”
—Ann: “Lo sé”
—Charly: “Y cuatro… Bueno, ya lo sabes. Está loco por ti, se ve a la legua”
—Ann: “Olvidas el cinco: Somos unos auténticos canallas. Especialmente yo”
Juan Nadie ha tocado profundamente el corazón de Ann y de John. Idear el personaje, elaborar sus discursos por parte de ella. Prestarle su cuerpo, presencia y voz por parte de él. En lo que están haciendo juntos van labrando un nosotros que se escapa a su control.
El sueño de John
Capra presenta a continuación una escena de cotidianidad. John saluda a Charles que se marcha, y emplea la expresión Charley Boy. Se siente uno más del grupo.
El contexto es casi de intimidad. Ann en su habitación prepara las cosas.
—John, desde el vestíbulo: “¿La ayudo con el equipaje?”
—Ann: “No, gracias”.
Él, respetuoso, pone la silla en el dintel de la puerta. Reconoce sus límites. Capra reproduce el gesto de respeto que tan magistralmente expuso en It Happened Tonight (1934). Stanley Cavell lo ha analizado con penetración, a la luz de la filosofía moral kantiana (Cavell, 1981: 71-109)[17].
La significación de un sueño absurdo
—John: “¿Le importa que me siente aquí?”
—Ann, restándole importancia con la mirada en las cosas de la estancia: “No”
—John, en todo confidente: “¿Sabe? Anoche tuve un sueño absurdo. Ud. salía en él”
—Ann, intrigada: “¿Yo?”
Capra va a plantear un sueño emancipador. En él, John se libera de ser la Galatea de su Pigmalión, de Ann. Para ello, el mismo se representa como su padre.
—John “Es una locura: Soñé que yo era su padre. Tenía que impedir que usted hiciera algo. Me levanté de la cama y atravesé las paredes hasta llegar a su dormitorio.Ya sabe cómo son los sueños. Usted estaba en la cama, pero era una niña de 10 años.Y muy guapa. La sacudí, abrió los ojos y salió corriendo en camisón como si viera al diablo”
La niña que crece rápido
Contemplar a Ann como una niña concede un sentido igualitario a su enamoramiento. Ya señalamos que Ann se estaba enamorando de Juan Nadie, el personaje. Los contenidos de sus discursos se inspiraban en el diario del padre de la periodista. Capra invierte esas coordenadas, y sitúa a John en el papel de su padre. Sólo así abandonará la inferioridad que imposibilita un amor igualitario. Pero la niña ha de crecer rápido para que esto sea posible. El gesto infantil de correr por los tejados
—John: “Salió por la ventana y se alejó saltando por los tejados de los edificios.Yo la perseguí.Y mientras corría, usted crecía cada vez más, hasta alcanzar su aspecto actual. Era adulta.Y yo no dejaba de preguntarme:»¿Por qué la persigo?» No lo sabia. Es extraño, ¿verdad?”
«¿Por qué la persigo?»
John, ingenuamente, ha expuesto la paradoja del enamoramiento. La persona enamorada —a menudo, el varón— sigue sin saber a quién.. hasta que se da cuenta que ha sido elegido previamente. El célebre flechazo es la forma más popular de expresar esta dinámica. Pero nunca es tan trivial como con frecuencia se asevera al hablar del cine americano clásico. Maravillosamente Pippin expone su sentido:
El elemento romántico es un recurso familiar en las películas de Hollywood y en Shakespeare: lo que empieza como una treta o estrategia o broma se convierte en amor real, pero no resulta creíble antes de pasar por una crisis o prueba. (Pippin, 2018: 93)
El matrimonio como promesa de felicidad
El sueño le permite a John plantearse lo que en vigilia le aterrorizaría. Está enamorado de Ann y siente como una amenaza que ella pueda contraer matrimonio con otro pretendiente. La sola imagen de Ann vestida de novia despierta lo más noble de su imaginación. El vestido nupcial no es un adorno. Inviste completamente a la mujer y la hace partícipe de lo que más puede elevar al varón. Y por eso mismo lo hace en cierto modo custodio de la belleza que emana de la dignidad femenina (Grygiel, 2007).
—John: “Usted entró en un local y yo la seguí. Cuando entré, usted iba a casarse. Su camisón se había convertido en un precioso vestido de novia. Seguía estando muy guapa. Comprendí que aquello era lo que yo debía impedir”
El pretendiente equivocado como acicate
John va a cumplir con una de las normas de la comedia de corte romántico. Tiene que impedir que Ann se case con quien no será feliz. Meet John Doe hace una incursión por unos momentos en los territorios propios de las comedias de rematrimonio “que enfatizan la importancia de encontrar un compañero adecuado —es decir, igualmente vital— con quien compartir la diversión de vivir, y rechazan aquellos que anteponen la posición social o el poder económico a la felicidad genuina” (Echart, 2005: 296-297).
—John, insistiendo en lo disparatado de los sueños como parapeto de sus intenciones latentes: “Algunos sueños son absurdos, ¿verdad? ¿No quiere saber con quién se casaba?”
—Ann, enfriando el tema hacia el tópico: “Supongo que con un tipo alto y guapo”
—John: “No, con quien le manda flores todos los días. ¿Cómo se llama el sobrino del señor Norton?”
—Ann: “Ted Sheldon”
—John: “Sí, él mismo”
El desdoblamiento hacia el juez de paz
La aversión que siente hacia Sheldon no encaja con el carácter pacífico de John. Parece violentar su mansedumbre característica. La timidez del exvagabundo no le permite el desparpajo de Robert Conway (Ronald Colman) en Lost Horizon (1937). Allí el diplomático se saltaba todas sus cortesías para ganar el afecto marital de Sondra (Jane Wyatt)[18]. Aquí Capra y Riskin introducen otro giro significativo en el relato del sueño. John se desdobla: cuando aparecía como padre no era verdaderamente él. John Willoughby aparece como un juez de paz… al que se le pide que abandone su papel imparcial.
—John: “Ahora viene lo más gracioso.Yo era el tipo que iba a casarles. Una especie de juez de paz”
—Ann, evidenciando la atención con la que estás siguiendo el relato. “¿No era usted quien me perseguía?”
—John: “Sí, pero encarnando a su padre. Mi verdadero yo, Juan Nadie, es decir, John Willoughby, era el tipo del libro. ¿Me comprende?”
—Ann: “Creo que sí. ¿Y qué pasó?”
—John: “La tumbé sobre mis rodillas y le di unos azotes”
La necesidad de despertar a Ann
En nuestros tiempos estamos y debemos estar en guardia contra cualquier gesto de violencia contra la mujer. Aunque sólo sea en una pantalla. Pero no hay motivo de excesiva alarma en unos gestos puramente soñados[19]. Son un recurso ciertamente inoportuno para expresar la preocupación por Ann. La respuesta a la necesidad de hacerle despertar para que deje de ser una niña manipulable. Para que no se guíe por el egoísmo del tener o del afán de seguridad.
John, azorado, se excusa desde el despliegue de identidad.
—John: : “No era yo, es decir, lo hice, pero yo era su padre. Bien, usted estaba sobre mis rodillas y dije: ‘Annie, no dejaré que te cases con un individuo que sólo es rico o que te manda flores a través de su secretaria. Quien se case contigo cruzará ríos a nado por ti, escalará montañas por ti, matará dragones por ti, obrará prodigios por ti’ ”
La primacía del verdadero amor
Para comprender la actitud de John, resultan esclarecedoras estas consideraciones de Robert Pippin:
Una premisa de esta característica es un conocido aspecto de la imagen (o mito) del amor romántico: que es “hermoso”, que tiene una clase de belleza moral. Lo que suele significar es que hay una especie de deseo y de consideración por el otro que trasciende por completo el interés propio y todos los aspectos del egoísmo y supone, por ello, una dedicación mutua a la felicidad y bienestar del otro incluso a expensas de nuestra propia felicidad y bienestar. (En algunas explicaciones, el amor es incluso más puro, una expresión mayor de lo que el amor realmente es, si no es correspondido, aceptado como tal, pero mantiene su identidad. Seguimos amando, “de lejos”). (Pippin, 2018: 91)[20]
Los caminos antagónicos
Capra muestra cómo John avanza en su camino de purificación en el amor. En la siguiente escena, se presentan las preguntas que el exvagabundo se hace sobre el sentido de los John Doe. Ya las hemos comentado. Sólo insistimos en que John acepta la interpelación mientras Ann se mostraba más fría y distante. Anticipa lo que va a pasar.
Recordemos que Capra presenta cómo Norton y Sheldon compran a Ann. Lo hacen con el lujo: abrigo de visón, pulsera de diamantes. Los gestos de Norton coinciden con los del Taylor de Mr. Smith. Su relación con las mujeres se reduce a manipularlas regalándoles artículos exclusivos.
El magnate y la periodista saben leerse mutuamente con facilidad. Ambos van al grano. Norton le exige un discurso en el que anuncie la creación del Partido Juan Nadie. Un tercer partido “dedicado íntegramente a los intereses de los Juan Nadie de todo el país. Esto equivale… al 90% de los votantes”.
Pero no sólo eso. Norton: “También aunciará la candidatura de su Partido a la Presidencia. Recomendará personalmente a un hombre humanistario, el mejor amigo de Juan Nadie”; Ann, anticipándose: “D.B. Norton”.
Ciertamente, la imagen de los azotes —vista desde nuestra perspectiva actual— era algo absolutamente inadecuado e inadmisible… Pero Capra no se equivocaba al presentarnos a un Juan Nadie preocupado por conseguir que Ann despierte.
La incapacidad radical de John de expresarse
John tiene miedo a expresarse. El sueño era una representación indirecta. Las palabras —apuntadas al terminar su diálogo con Ann sobre lo que movía a los Juan Nadie—, iban más lejos. Eran el preludio a una declaración de su amor hacia Ann, pero quedaron ahí. Recordémoslas una vez más:
—John: “Se sienten solos y quieren que alguien les diga `Hola’. Sé cómo se sienten. Yo me he sentido solo y he anhelado algo casi toda la vida”
Erich Fromm explicaba magistralmente situaciones como ésa:
La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad. El fracaso absoluto en el logro de tal finalidad significa la locura, porque el pánico del aislamiento total sólo puede vencerse por medio de un retraimiento tan radical del mundo exterior que el sentimiento de separación se desvanece -porque el mundo exterior, del cual se está separado, ha desaparecido-. (Fromm, 2007: 20)
La dependencia enfermiza de las palabras prestadas
La escena de la compra/venta de Ann da paso a las primeras imágenes de la Convención. Y la siguiente muestra a John buscando a la joven en su casa. Al no encontrar a Ann en ella, se generan las circunstancias para que se produzca un diálogo muy elocuente con la madre. John balbucea. Es la madre de Ann la que tiene que prestarle sus palabras[21].
—Mrs. Mitchell: “Pase, John”
—John: “Me he mojado un poco. Está lloviendo”.
—Mrs. Mitchell: “No importa. Me alegro de verle. Siéntese”
—John: “Gracias· —le hace entrega de una caja—. Es para Ann”
—Mrs. Mitchell: “Qué amable, gracias”
—John: “Son flores”
—Mrs. Mitchell: “Lo siento, ella no está. Salió hace poco, se habrán cruzado. Iba a casa de Mr. Norton. ¿Se trata de algo importante?
—John: “Sí, pero puede esperar”
John hace algo más que esperar. Contemporiza. Se empequeñece. Da por bueno que ella esté con el magnate, a pesar de que pueda rondar el sobrino.
—John: “Mr. Norton es muy agradable, ¿verdad? Ha hecho mucho por esa gente —muestra inseguridad—. Mi abrigo está empapado. He puesto perdido el sofá —hace ademán de marcharse—. Ya la veré más tarde, en la convención”
—Mrs. Mitchell: “Me aseguraré de que recibe las flores”
—John: “Gracias.”
El balbuceo de John
Se despide de ella; pero, antes de marcharse definitivamente, se mantiene. Habla balbuceante. En un hombre fuerte, sería una señal de estupor positivo. Pero John todavía no es así. Se muestra como un niño que busca protección. No da muestras del coraje que la situación requiere:
—John: “Mrs. Mitchell. Casi me alegro de que Ann no esté. He venido porque deseaba verla a solas y a la vez no lo deseaba, ¿me comprende? Quería hablar con ella de cierto asunto. Supongo que puede esperar»
Vuelve a despedirse… y a detenerse.
—John, con infinita torpeza: “¿Ha estado usted casada, Mrs. Mitchell?”
Cae en la cuenta de lo que acaba de preguntar.
—John: “Cielos, lo siento. Menuda tontería. Pensará que estoy chiflado. Será mejor que me vaya”
—Mrs. Mitchell, leyendo perfectamente la situación: “John. Mi marido dijo: «Te quiero, cásate conmigo»
—John, simple: “¿Eso dijo?… ¿Y qué pasó?”
—Mrs. Mitchell: “Me casé con él”
—John: “A eso me refería. ¿Es así de fácil?”
“Ella es maravillosa y yo sólo un lanzador de segunda”: la justificación de que alguien hable por John.
A John no le alienta mucho lo que ha escuchado. Sus inseguridades se multiplican. Y lo reconoce.
—John: “Verá, Mrs. Mitchell. Quiero a Ann, pero me costará mucho decírselo porque ella es…maravillosa y yo sólo soy un lanzador de segunda. Además, creo que está enamorada de otro, el hombre que ella creó: el verdadero Juan Nadie. Es un rival muy duro. Él sabría cómo decirlo, pero yo me ando por las ramas y doy muchos rodeos, pero nunca voy al grano. ¿Comprende? Mi única oportunidad es que alguien la avise antes y la prepare para el susto”
Mrs. Mitchell ha escuchado a Ann referirse a John. Sabe que el sentimiento es recíproco. Por eso no duda en ofrecerse, guiada por su carácter bondadoso:
—Mrs. Mitchell: “¿Quiere que lo haga yo?”
—John, aliviado: “Bueno, había pensado…Si, podría ayudarme a romper el hielo”
—Mrs. Mitchell: “Lo haré encantada, John”
—John: “Gracias, Mrs. Mitchell. Es usted estupenda”
Pero John ha de sacar a relucir su propia personalidad. Necesitará perdonar a Ann y perdonarse a sí mismo.
4.2 LA DOLOROSA CONVERSIÓN DE JOHN Y ANN
La confabulación de Norton y el tardío arrepentimiento de Ann
En la siguiente escena, ya analizada, Connell le explica a John los manejos de Norton. El joven acude a casa del potentado. Presencia la mesa de la cena. Junto a los políticos profesionales de los que Connell le había hablado, se encuentran Norton Sheldon… y Ann. Escucha las siguientes palabras.
—Norton: “El Nuevo Orden se está imponiendo. En este país se habla demasiado. Se han hecho demasiadas concesiones. El pueblo pide mano de hierro… Pido un brindis por Miss Mitchell, inteligente, hermosa y responsable de nuestro éxito”
Ann le pide a Norton hablar a solas. Parece que empieza a arrepentirse. En ese momento aparece John. Se acerca a Ann y le enseña el escrito del discurso que le ha facilitado Connell. Ahora ya habla con firmeza:
—John: “¿Escribió usted esto?”
—Ann, con sinceridad: “Sí, pero entonces no sabía que estaba ocurriendo”
—John, sin creerle: “¿No lo sabía?”
—Ann: “No”.
—John, dando pruebas para su desconfianza: “Lleva una pulsera preciosa”
La primera intervención de John: «Sr. Pez Gordo, se olvida de mí, el rey de los tontos”
John interviene por primera vez en la película con palabras y convicciones propias.
—John: “Se impondrá el Nuevo Orden, ¿no? Todos sacarán una tajada de los clubs Juan Nadie, ¿no? Pero olvida un detalle, Sr. Pez Gordo. Se olvida de mí, el rey de los tontos. Si intentan usar los clubs para sus fines corruptos, tendrán que pasar sobre mi cadáver”
Norton intenta frenarlo, aludiendo a que él fundó los Clubs con su dinero. Omite significativamente que los clubs habían surgido antes de su estrategia. Pretende secuestrarlos con su lógica economicista.
—Norton: “Yo decidiré qué hacer con ellos”
—John, con un coraje que no había expuesto hasta entonces: “No, usted no decidirá nada más. Voy a explicar en esa convención lo que usted y sus distinguidos amigos se traen entre manos. Y lo diré con mis propias palabras”
Expresamente Capra subraya que John ha recuperado su voz.
Los vagabundos como usted nos traen sin cuidado
Norton intenta detener a John. Lo amenaza con el tono al que nos había acostumbrado Jim Taylor en Mr. Smith:
—Norton: “Le recuerdo que yo le saqué del arroyo y puedo hacer que vuelva allí. Debería darle vergüenza acusar a nadie. Nosotros sabemos lo que conviene a los Juan Nadie. Los vagabundos como usted nos traen sin cuidado. Arroje su espada justiciera y recobre el buen juicio. Usted es el fraude, nosotros creemos en lo que hacemos. Usted recibió las 30 monedas[22]. Aunque lo haya olvidado, yo no. Juan Nadie es un fraude y puedo demostrarlo. Usted es el héroe que iba a saltar desde la azotea. ¿Qué opinarán los Juan Nadie cuando descubran que no pensaba saltar, que le pagaron por decirlo? Con suerte, no le expulsarán del país”
La amenaza de aplastar a los Juan Nadie saca lo mejor de John
Norton da un paso más. Del ataque personal pasa a amenazar también con la destrucción de los Clubs Juan Nadie:
—Norton: “Con los periódicos y emisoras de radio que controlamos, podemos aplastar el movimiento Juan Nadie[23]. Y lo haremos, si usted se pasa de listo. Si aún quiere contárselo a los de la convención, puede hacerlo”
John que balbucía ante el deseo de proponerle matrimonio a Ann, ahora no se arredra:
—John: “¿Dice que acabaría con el movimiento Juan Nadie si no pudiera usarlo para sus propios fines?”
—Norton, soberbio: “Puede apostar hasta su último dólar”
—John, con fuerza. “Esto es nuevo. Creo que ya lo he visto todo. Se sientan con sus puros y deciden destruir una idea que ha hecho felices a millones de personas. Esa idea ha movilizado a millares de todo el país. Vienen en autobús, en tren, en coches viejos y a pie, para compartir sus pequeñas experiencias”.
Sé que soy un tipo corriente, pero empiezo a entender muchas cosas.
John ha recuperado la confianza en sí mismo (Emerson, 2009d). Dice lo que nadie puede expresar si él se callase. Responde por la suerte de los Juan Nadie:
—John: “Sé que soy un tipo corriente, pero empiezo a entender muchas cosas. Su actitud es muy antigua. Si no pueden ensuciar con sus manos una idea decente, ni manipularla en su beneficio, la destruyen. Son como perros, entierran lo que no pueden comer. Nunca había ocurrido nada tan importante. Por fin la gente descubre que el vecino no es un mal tipo, así de fácil. Esta idea podría llegar incluso a las personas más simples del mundo. Y usted habla de destruirla”
El otrora vagabundo expone con viveza el fuego que supone el mensaje de los Juan Nadie:
—John: “Si se apaga este fuego, ¿qué quedará? Más pobreza, hambre y odio. ¿Cómo impedirán que se repita? Nadie conoce la respuesta, y menos ustedes, con sus teorías de salón. Los clubs Juan Nadie pueden ser la respuesta. Tal vez sean lo único que puede salvar al mundo. Y ustedes quieren destruirlos porque no pueden utilizarlos. Inténtenlo, nunca lo conseguirán, ni con sus emisoras de radio, ni con todo su poder, porque es algo superior a este fraude, a sus ambiciones y a todas las pulseras del mundo”
Ann, profundamente conmovida, exclama: “¡Así se habla, John!”. John, concluye: “Y eso es lo que les diré a esas gentes”. Ante el intento de Ted Shelton de frenarle, acusándole de desagradecido, le da un puñetazo y se marcha.
La separación de Ann y su dolor al no ser creída por John: “Puedo explicarlo todo. no sabía lo que pretendían. Déjame ir contigo.”
Norton manda que se inicie una campaña de difamación contra John en “The Bulletin”. Y ordena que detengan a la chica.
John se marcha en un automóvil a la Convención.
—Ann comienza a exponerle su arrepentimiento sin éxito alguno: “John, escúchame. Puedo explicarlo todo. No sabía lo que pretendían. Déjame ir contigo. ¡Por favor!”
—John, impertérrito. “Conductor, vamos al parque”.
El vehículo arranca y se aleja, mientras Ann sigue suplicando. “Por favor, déjame ir contigo. ¡Por favor!”
A partir de este momento, Ann será un personaje invadido por el dolor y el arrepentimiento. La conversión de John le confiere fuerza y energía para defender lo que cree. La de Ann se traduce en terminar con su doblez de su corazón y unificarse interiormente a través del dolor.
Detenida, escucha por la radio cómo se vuelven contra John las personas de la Convención, manipuladas por Norton. Su voz es un triste lamento:
—Ann: “Tengo que ir con él… Déjenme salir. Por favor, déjeme ir. Van a crucificarle[24]. Yo puedo ayudarle… ¿No ven que es una trampa? Mamá, no me dejan ir. No me dejan ir.”
La enfermedad en Nochebuena como unión de almas
En el momento crítico que John se propone suicidarse, Ann da muestras de acompañarle interiormente más que nunca. Enferma, su cuerpo parece querer acompañar su tribulación y unir sus almas… Llama a la policía, a Connell, al Colonel… para asegurarse de que impidan que John salte al vacío. Desoye al médico y va al Ayuntamiento a pesar de la fiebre que la está consumiendo. No funcionan los ascensores. Nada la detiene: sube a pie los catorce pisos.
Norton intenta disuadir a John mostrando que lo ha dispuesto todo para que sea ineficaz su gesto. Pero John ha tomado también sus medidas. Ha dejado cartas escritas, una de ella para Connell. Cuando John muestra su total determinación a suicidarse, aparece Ann.
—John, firme: “Quédese ahí, Mr. Norton, o me acompañará en mi viaje. Me alegro de que hayan venido. Ustedes acabaron con el movimiento Juan Nadie. Ahora lo verán renacer. No se lo pierda, Mr. Norton”
John hace ademán de acercarse a la baranda.
—Ann, que llega exhausta tras subir las escaleras: “¡John! ¡John! ¡John, no lo hagas! ¡No lo permitiré! ¡Te quiero! ¡Por favor! Por favor, no te rindas”
Empezaremos de nuevo, tú y yo solos
Ann pone su atención en el proceso por el que han atravesado. Los clubs Juan Nadie forman parte también de su historia personal. Lo que vivieron en un principio con ligereza, ahora les exige que den lo mejor de sí mismos. Ya no pueden seguirlo por conveniencia. Deben asumir íntegramente su significado.
Volvemos sobre sus palabras. Anteriormente nos fijamos en lo que propiciaba la resurrección de los Juan Nadie. Ahora vemos en estas mismas palabras un verdadero compromiso de rematrimonio.
—Ann: “Empezaremos de nuevo, tú y yo solos. Aún hay tiempo, el ideal de Juan Nadie no ha muerto. Si hubiera muerto, ellos no habrían venido. Ellos lo hacen revivir cuando imponen su miedo. Por eso están aquí. Cariño, tu muerte sería una gran injusticia. Empezaremos otra vez, tú y yo solos. Y esta vez triunfará porque seremos honrados. Si se puede morir por eso, también se puede vivir. Por favor, John. ¡Por favor, Dios mío, ayúdame! Mírame. Quieres ser honrado, ¿no? No tienes que morir por el ideal de Juan Nadie. Ya tiene un mártir. Hubo otro Juan Nadie. Él mantuvo vivo ese ideal durante casi 2000 años. Lo mantuvo vivo en esas personas y seguirá haciéndolo ahora y siempre. Por cada Juan Nadie que muera, nacerá otro. Por eso oímos esas campanas. Nos invitan a seguir, a no rendirnos y a seguir luchando. ¿Lo ves, cariño? No es momento de rendirse. Tú y yo podemos, John. Si tú mueres, yo también quiero morir. Te quiero”
“Tú y yo podemos, John. Si tú mueres, yo también quiero morir. Te quiero”
John había seguido en silencio las palabras de Ann. Cuando finalmente ella se desmaya, rendida, agotada… simboliza lo que John quería hacer. No reservarse nada para bien de los Juan Nadie. Pero con una lógica distinta, resucitada: “Si se puede morir por eso, también se puede vivir”.
John se había enamorado de su Pigmalión. Sabía que debía romper con esa relación de subordinación. Pero el modo no es el que esperaba. Ann no es tan maravillosa, o al menos no del modo que él pensaba. Con seguridad, es mucho mejor que lo que él percibía cuando fue a declararse. Ha sabido reconocer su error, arrepentirse, rectificar, sufrir en silencio la solidaridad con John y su desprecio.
Si el lema de los Juan Nadie es amar al prójimo, al vecino, el amor esponsalicio da una base más sólida a ese mismo amor. El matrimonio redime la debilidad más profunda del ser humano, su incapacidad para amar sin restricciones.
En las palabras de Ann por tres veces se reitera la alusión al tú y yo, unida al nosotros, a la donación mutua: “Empezaremos de nuevo, tú y yo solos… Empezaremos otra vez, tú y yo solos. Y esta vez triunfará porque nosotros seremos honrados… Tú y yo podemos, John. Si tú mueres, yo también quiero morir…”
La primera célula de renovación de la vida social pasa por la verdadera igualdad. Y también por la diferencia[25], la conversación sincera, la complementariedad, el socorro, la mutua ayuda entre el varón y la mujer… Eso describe el ser y la misión del matrimonio, de la familia… Al margen de ella, las palabras de amor pueden quedar huecas. Faltas de todo el peso de realismo que implica la verdadera donación de uno mismo para que otros tengan vida. Y en abundancia.
Pero también el matrimonio y la familia necesitan de un proyecto social que visibilice su potencialidad solidaria. Como los Hansen, Ann y John han podido comprobar que la vida por la que lucha la familia no puede quedar circunscrita a las paredes del hogar. Como le contrapuso John a Norton:
—John: “Si se apaga este fuego, ¿qué quedará? Más pobreza, hambre y odio. ¿Cómo impedirán que se repita? Nadie conoce la respuesta, y menos ustedes, con sus teorías de salón. Los clubs Juan Nadie pueden ser la respuesta. Tal vez sean lo único que puede salvar al mundo”
Sólo el amor puede salvar al mundo. Capra estaba plenamente convencido de ello. Y John también. Pero Ann lee que esto puede destruir a John. En efecto, su relato de Juan Nadie era una fantasía. Pero John quiere hacerlo real. Llevarlo adelante como un ideal ético que le exige entregar su vida.
Ann alude al primer mártir, a Jesucristo. La alusión es inexacta. Cristo no fue un mártir. Fue el Hijo enviado por el Padre a redimir el mundo. El Mesías humilde que salva al pueblo con su sacrificio. No acabó con su vida. La entregó por amor. Se sometió a un juicio inicuo. No huyó. Desde la entrada en Jerusalén como Mesías debía llevar a cumplimiento su hora. El Cordero degollado cuya sangre redime el mundo. En esa fuente bautismal todos los Juan Nadie pueden nacer de nuevo.
Ann con su amor busca rescatar a John de su sueño heroico. Reconciliarlo con su pobreza y debilidad. La deshonestidad inicial con la que comenzaron los Juan Nadie puede ser redimida. Ellos mismos están invitados a la misericordia y al amor sencillo. El gesto duro con el que Juan rechaza perdonar a Ann no presagia nada bueno. Un corazón endurecido no es el de los Juan Nadie. La fortaleza para enfrentarse con los Norton no debe generar una necrosis.
John llevando en brazos a Ann marca una nueva imagen de los Juan Nadie. Lógica de perdón y rescate. Amor misericordioso en acción.
5. UNA BREVE CONCLUSIÓN
Meet John Doe cierra la trilogía que comenzó con Mr. Deeds y continuó con Mr. Smith. No es cierto que el relato se oscurezca progresivamente. Al contrario, la fuente de su esperanza es cada vez más sólida. La identificación de los protagonistas con el optimismo cristiano de la resurrección se patentiza cada vez mejor.
Lo que se ha ido tiñendo de tinieblas es el mundo que recibe ese mensaje. Ya no es una sociedad que busca fórmulas solidarias para salir de la crisis (Mr. Deeds). O comportamientos ejemplares que protejan la democracia frente a los corruptos (Mr. Smith). Lo que está en juego es la misión moral del pueblo para resistir los intentos del populismo por sofocar su voz. Por manipularlo. En Estados Unidos y en todo el planeta.
La mutua donación entre los protagonistas se presenta cada vez más intensa. Va más allá del arrepentimiento (Babe) o de la estrategia compartida (Sanders). Ann llega a poner su propia vida en juego. John no salta desde la terraza del Ayuntamiento. Pero Ann cae desvanecida, exhausta, sin más fuerzas físicas o morales… para rescatar a John.
A mayores tinieblas, más sólida esperanza. El pueblo puede renacer. A partir de las personas más sencillas. De los que pueden parecer y ser pobres o vagabundos. De los desclasados. De aquellos cuya dignidad se ve amenazada por la desgracia. Porque tiene un mensaje que lo nutre: el amor al prójimo. Porque cuenta una célula básica que lo renueva en esos valores, la familia. Porque el amor esponsalicio puede brotar en cualquier momento en el corazón humano, para hacer nuevas todas las cosas. Para dar vida y futuro.
Ese es para Capra el cotidiano espíritu de la Navidad. La tarjeta de presentación de lo más luminoso de su personalismo fílmico. Lo culminará cinco años después con It´s a Wonderful Life.
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[1]Jn 3, 1-8.
[2]Los Juan Nadie son bien representado en esta copla de Jorge Cafrune en sus Coplas Del Payador Perseguido
Yo vengo de muy abajo.
Y muy arriba no estoy.
Al pobre mi canto doy.
Así lo paso contento.
Porque estoy en mi elemento.
Y ahí valgo por lo que soy.
Cantor que cante a los pobres.
Ni muerto se ha de callar.
Pues ande vaya a parar el canto.
De ese cristiano.
No ha de faltar el paisano.
Que lo haga resucitar.
[3] Sin duda, Capra es eso lo que hubiera querido. Capra amaba profundamente a las personas y a su país de acogida. Y, desde su bondad, quizá no llegó a entender que una Gran Guerra era el escenario perfecto para que un sistema financiero corrupto hiciera —como hizo— grandes negocios a costa del dolor y de la muerte de millones de personas del pueblo. Cfr. Higham (1983). Por cierto, Charles Higham fue un escritor y editor inglés, biógrafo de grandes estrellas cinematográficas, como Katharine Hepburn y Errol Flynn.
[4]Con perspicacia señala Robert Pippin analizando Vertigo:
… lo que tiene que ver con la formación y estructura de las modernas sociedades industrializadas, burocráticamente administradas, que conduce a un creciente parecido y a la ansiedad sobre la persona pública teatral, es un asunto vasto y complicado… Pero, en un sentido muy general, es bastante fácil ver algún vínculo entre la creciente dependencia social (algo que, para Rousseau, empieza con la división del trabajo) y un temor cada vez mayor de la persona pública teatralizada o indigna de confianza, sometida a esa dependencia o insistiendo engañosamente en la independencia. Somos conscientes de esa dependencia y sabemos que hemos de tener cuidado, a veces mucho cuidado, sobre cómo somos percibidos, si hemos de lograr nuestros fines, y de que debemos depender de los demás, sabiendo que ellos también tienen cuidado. (Pippin R. B., 2018: 34)
El estado etílico de Connell forma parte de ese cuidado. En este caso del personaje. Capra permite que así desvele sin impostura sus más profundas convicciones. Es característico de Capra apelar a lo que puede ser considerado como un “estrato de profundidad”. También es propio de Capra insistir en la dimensión de vinculación –que afecta no sólo a lazos con los demás, sino con la vivencia religiosa-. Su personalismo fílmico muestra profundidad y vinculación por medio de la acción. Son vida antes que ideas.
[5]El dato confirma algo que analizaremos más adelante: el grado de identificación que se ha producido entre John, su personaje de Juan Nadie y Ann.
[6]Se refiere a la Primera Guerra Mundial.
[7]Lo dice por el güisqui. En cierto modo la úlcera es un recordatorio, un memento de las heridas de guerra. Por ello tiene una relación ambivalente con ella. Sabe que ha de cuidarla, pero al mismo tiempo su presencia habla de su humanidad herida. En clave de humor este tema fue novelado en español por Juan Antonio de Zunzunegui (De Zunzunegui, 1999) en 1948, obteniendo el Premio Nacional de Literatura.
[8]Es clásica la referencia a Cicerón:
… no hay relación más venerada ni más digna de nuestro amor que la que cada uno de nosotros tiene con la República. Amamos a nuestros padres, a nuestros hijos, a los parientes, a los amigos, pero solo la patria comprende a todos y cada uno de los que nos son queridos; por ella ¿qué hombre de bien dudará en lanzarse a la muerte para servirla? (Cicerón, 1989: 31).
[9]Es una manera humorística de sostener los principios de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 4 de julio de 1776:
Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad. Que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados…
[10]Naturaleza, relacionalidad y entrega de la propia vida enMr. Smith Goes To Washington(1939),https://proyectoscio.ucv.es/actualidad/personalismo-filmico-capra-crisis-economica-y-personas-27a
; El lenguaje del corazón y las voces silenciadas en Mr. Smith Goes to Washington (1939)https://proyectoscio.ucv.es/actualidad/mr-smith-personalismo-filmico-capra-2/;La vulnerabilidad y la restauración de las instituciones democráticas en Mr. Smith Goes to Washington (1939), https://proyectoscio.ucv.es/actualidad/mr-smith-personalismo-filmico-capra/; La entrega personal hasta el extremo o la fuerza de las causas perdidas en Mr. Smith Goes to Washington(1939), https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/mr-smith-personalismo-filmico-corrupcion/
[11] Weber (2012) hizo una genial distinción en su conferencia de 1919 sobre “La política como vocación” entre vivir de y para la política. Vive ‘de’ la política como profesión quien trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos; vive ‘para’ la política quien no se halla en este caso.
[12] Es curioso: se trata —hemos dicho— de obviedades que una minoría intenta hacernos creer que son meras estupideces utópicas, porque, por naturaleza, somos todo lo contrario. Para una crítica a esta visión del ser humano, cfr., por ejemplo, Sanmartín Esplugues (2017).
[13] Hoy la neurociencia nos permite justificar empíricamente la existencia de tal predisposición: nuestro sistema de neuronas espejo nos permite responder al comportamiento -en concreto, al comportamiento expresivo- simulando inconscientemente en nosotros las emociones captadas a través de actitudes, gestos, posturas y, en general, conductas.
[14]O en expresión más radical de Simone Weil, por la desgracia, la malhereux.
[15]El vagabundo como héroe. Sobre hechos, imágenes y palabras en Meet John Doe (1941), https://www.proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/john-doe-personalismo-filmico-capra/
[16] Cavell, S. (1979). The Claim of Reason: Wittgenstein, Skepticism, Morality and Tragedy. Oxford: Oxford University [Hay traducción castellana (Cavell, 2003)].
[17]Lo hemos estudiado en las entradas correspondientes del blog: El personalismo y la comedia de rematrimonio o de la igualdad en las lecturas de Stanley Cavell deItHappenedOneNight (1934) (I), https://proyectoscio.ucv.es/actualidad/frank-capra-crisis-economica-y-personas-decimoctava/; El personalismo y la comedia de rematrimonio o de la igualdad en las lecturas de Stanley Cavell de ItHappenedOneNight, https://proyectoscio.ucv.es/actualidad/frank-capra-crisis-economica-personas-decimonovena/
[18]Lo hemos estudiado en Lost Horizon (1937): Utopía y paz en el personalismo fílmico de Caprahttps://proyectoscio.ucv.es/actualidad/14964/; Lo eterno y lo cotidiano en el personalismo fílmico de Capra: una lectura renovada de Lost Horizon (1937)
[19] Tampoco hay que perder de vista el contexto social en que se rueda y proyecta esta película, aunque no hay justificación alguna para lo que ha sido —y sigue, por desgracia, siendo— un atentado histórico contra los derechos humanos de más de la mitad de la población por el mero hecho de estar integrada por mujeres.
[20] Se trata de un rasgo dominante en la filmografía de Mitchell Leisen, como hemos tenido ocasión de analizar (Peris-Cancio J.-A., 2013, 2014a, 2014b)
[21] Capra no puede poner en pantalla con mayor plasticidad la fragilidad que John ha de superar.
[22] Norton también juega con el paralelismo con el Nuevo Testamento. Pero presenta a John como un nuevo Judas.
[23] La situación parece haber empeorado con el tiempo. En la segunda mitad del siglo XX, el llamado “cuarto poder” empezó a soñar en ser “el primero”. La televisión fue el eje en torno al cual giró este objetivo. Ciertamente, la televisión se convirtió en el intermediario principal entre políticos y electores, creando incluso un lenguaje ad hoc (el discurso político se redujo a la frase con que iba a iniciarse el noticiario televisivo), decidiendo la agenda y –lo que es peor- el contenido que interesaba divulgar en cada momento. El poder, en definitiva, fue tomado por la televisión.
La irrupción de las redes sociales parece haber puesto coto —al menos, parcialmente y por el momento— a las ambiciones de los medios de comunicación audiovisuales. Pese a sus campañas en favor de los políticos que se encuentran en su órbita, a escala internacional se han producido situaciones que se tenían por inimaginables. Los dos grandes partidos de la postguerra —y sus sucesores que, más que contenidos, han cambiado logos y nombres—, a pesar de su dominio de (o a pesar de ser dominados por) los medios de comunicación y, en particular, de los audiovisuales, se han visto en apuros frente a una nueva forma de hacer política basada en el empleo de las nuevas tecnologías de la comunicación.
[24] Expresar que John sufre una especie de crucifixión es un tema característico de Capra. Lo acomuna con los personajes de Deeds y Smith.
[25] Nos gusta mucho que Jullien (2017) habla de “écart” y no de la diferencia pura y dura. El término “écart” significa diferencia, sí, pero una diferencia entre dos o más en la que siempre es posible encontrar algo común que sirve de punto de partida para entenderse.
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Profesores de la UCV San Vicente Mártir en el Grado en Filosofía.