Los lenguajes del encuentro en Going My Way (1944) de Leo McCarey

 

Fotograma de Going my Way
El talante pacificador del P. O´Malley (Bing Crosby) desde la implicación con las personas por encima de los negocios en Going My Way (1944) de Leo McCarey. Imagen 1

 

Resumen:

En esta quinta contribución dedicada a Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944) comenzamos desarrollando las ideas de Josep Maria Esquirol en su obra La escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir que nos suministran pistas muy significativas para comprender el estilo educativo del personaje del P. O’Malley (Bing Crosby) en esta película. Incidimos de manera especial en la comprensión que tiene Esquirol de la escuela como lugar donde se entrena la atención, tanto a las cosas del mundo como a los demás, que coincide sustancialmente con la idea de la parroquia como lugar abierto y acogedor que muestra el personaje de O’Malley, que expresa en la pantalla la concepción de McCarey de lo que tiene que ser una película.

En segundo lugar, abordamos la visión que el profesor de la Universidad de Barcelona tiene sobre la escuela como lugar de encuentro, de un modo principal con el maestro, caracterizado por la gratuidad y por la apertura al mundo, por ser alguien que encomienda y contagia.

En el tercer apartado continuamos con el desarrollo del texto, y en primer lugar reflexionamos acerca de cómo el P. O´Malley se encuentra con las personas del mundo de los negocios, y les propone suavemente un modo de relación que les haga comprender que lo más importante son siempre las personas, también en el terreno de la economía.

En el cuarto apartado seguimos con el texto filosófico-fílmico y ahora enfrentamos aquellas escenas en las que se va haciendo patente la actitud educativa que el P. O’Malley tiene respecto a los jóvenes. Es consciente, a diferencia del P. Fitzgibbon (Barry Fitzgerald), de que el mundo tras la Segunda Guerra Mundial será un mundo en trasformación. Los jóvenes serán los primeros en experimentarlo, lo que exigirá otro tipo de atención hacia ellos.

En el quinto apartado, precisamos la importancia que tiene la música en ese estilo educativo propio del P. O´Malley, directamente concernido con la educación de los jóvenes, particularmente de las mujeres y del lugar propio que les corresponderá ocupar. El personaje de Carola James (Jean Heather) propiciará es nuevo encuentro con el P. O’Malley.

Dejamos aquí el texto filosófico fílmico, porque el diálogo entre Carol James y el P. O’Malley posee una densidad especial que hace aconsejable centrar en él nuestra atención en la próxima contribución. En cierto modo, como ya hemos adelantado, supone un paso más en el deseo de educar el alma de la juventud, y de un modo más delicado al tratarse de una mujer a la que los esquemas de vida familiar que ha conocido hasta el momento no parecen convencerle.

McCarey a través del P. O´Malley buscará respuestas más convincentes, y el camino de la música resultará el más adecuado. Al mismo tiempo será una ocasión para que el director reflexione sobre sus propios códigos estéticos.

Palabras clave:

Personalismo fílmico, humildad,  amor, paciencia, contención, reconstrucción, maestro, encuentro.

Abstract:

In this fifth contribution dedicated to Going My Way (1944), we begin by developing the ideas of Josep Maria Esquirol in his work La escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir (The School of the Soul. From the way of educating to the way of living), which provide us with incredibly significant clues to understand the educational style of the character of Father O’Malley (Bing Crosby) in this film. We focus especially on Esquirol’s understanding of the school as a place where attention is trained, both to the things of the world and to others, which substantially coincides with the idea of the parish as an open and welcoming place shown by O’Malley’s character, which expresses on the screen McCarey’s conception of what a film should be.

Secondly, we address the vision that the professor at the University of Barcelona has of the school as a place of encounter, with the teacher, characterized by gratuity and openness to the world, for being someone who entrusts and spreads.

In the third section we continue with the development of the text, and in the first place we reflect on how Fr. O’Malley meets the people of the business world, gently proposing to them a way of relationship that makes them understand that the most important thing is always people, even in the field of economics.

In the fourth section we continue with the philosophical-filmic text and now we confront those scenes in which the educational attitude that Father O’Malley has towards young people becomes clear. He is aware, unlike Fr. Fitzgibbon (Barry Fitzgerald), that the world after World War II will be a world in transformation. Young people will be the first to experience it, which will require a different kind of attention to them.

In the fifth section, we specify the importance of music in the educational style of Father O’Malley, directly concerned with the education of young people, particularly women, and the proper place they will occupy. The character of Carola James (Jean Heather) will bring about a new encounter with Father O’Malley.

We leave the filmic philosophical text here because the dialogue between Carol James and Fr. O’Malley has a special density that makes it advisable to focus our attention on it in the next contribution. In a certain way, as we have already advanced, it represents a further step in the desire to educate the soul of youth, and in a more delicate way since it is about a woman to whom the schemes of family life, she has known so far do not seem to convince her.

McCarey, through Fr. O’Malley, will look for more convincing answers, and the path of music will prove to be the most appropriate. At the same time, it will be an opportunity for the director to reflect on his own aesthetic codes.

Keywords:

Filmic personalism, humility, love, patience, containment, reconstruction, master, encounter.

 

1. UN LUGAR DONDE SE ENTRENA EL PRESTAR ATENCIÓN A LAS COSAS DEL MUNDO Y A LOS DEMÁS

La orden filosófica del amor… la escuela del alma

En la contribución anterior dejábamos al P. O’Malley (Bing Crosby) en sus primeros pasos en comunidad parroquial. Bien pronto nos damos cuenta de que concepción de lo que tiene que hacer no se limita a los problemas económicos que presenta St. Dominic. Incide sobre todo en la calidad de la relación que tiene que haber entre las personas. Y no porque conciba que lo prioritario sean los aspectos horizontales de la vida cristiana —el trato entre las personas—, sino porque considera que esa es la mejor manera de expresar la dimensión vertical: la relación con Dios se verifica en la relación con los demás.

Se trata de un modo de proceder que puede ser iluminado desde la última obra de Josep Maria Esquirol La escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir (2024). La obra del catedrático de filosofía de la Universidad de Barcelona propone la fisonomía que podrán tener aquellas comunidades que busquen lo que él designa como “la orden filosófica del amor”… “la escuela del alma”. (Esquirol 2024, 185). ¿Por qué podemos asociar estos conceptos a lo que nos presenta McCarey en la pantalla?

Una escuela de verdad es un lugar donde se entrena al prestar atención a las cosas del mundo y a los demás. Pueden llevar el nombre de escuela o no llevarlo

La Escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir de Josep María Esquirol apunta elementos sapienciales para analizar la figura del P. O’Malley y su estilo de educar en Going My Way de Leo McCarey. Imagen 2

Para responder a esta pregunta hay que volver a las primeras páginas de la obra de Esquirol. Allí se nos ofrece el criterio, que conecta con el estilo de Leo McCarey que impregna Going My Way por medio del personaje del P. O’Malley.

La puerta de la escuela está abierta. Para todos, de cualquier edad. Quizá alguien como ese anciano que había sido esclavo[1] y que después enseñaba a los demás a ser libres, a hacer el bien y a disfrutar de la fiesta del mundo. La puerta está abierta. Dentro, no hay paredes ni techo. Hay amplitud, e hileras curiosas: de nubes y de letras, de números y de herramientas, de pájaros y se sueños.

Una escuela de verdad es un lugar donde se entrena al prestar atención a las cosas del mundo y a los demás. Pueden llevar el nombre de escuela o no llevarlo. Puede tratarse de una escuela de primaria en un pueblecito del Mediterráneo o de un monasterio budista en la montañas del Tíbet; de la escuela que tenía Epicteto en Nicópolis hace dos mil años o de lo que, a pesar de todo, sigue ocurriendo hoy en alguna aula universitaria. Dado que el cultivo de la atención es siempre oportuno y beneficioso, podría haber —tendría que haber— escuela toda la vida. Sobre todo si se tiene en cuenta que hay cosas que se hacen esperar, como una revelación del mundo, que suele llegar al cabo de los años. (Esquirol 2024: 7-8)

En Going My Way la idea que McCarey tiene de la iglesia, desde el punto de vista arquitectónico, es la de una gran puerta acogedora

En la segunda contribución que hemos desarrollado sobre Going My Way[2], apuntábamos como Tag Gallagher sabe leer el modo como McCarey ha concebido visualmente la idea de comunidad del P. O’Malley,  que fácilmente se emparenta con la visión de Josep Maria Esquirol.

En Going My Way la idea que McCarey tiene de la iglesia, desde el punto de vista arquitectónico, es la de una gran puerta acogedora. El espacio, para el McCarey de esos años, es constantemente una especie de metáfora de la comunidad, o mejor, su «actualización». Cuando los niños se ponen a cantar «The Mule», la cámara retrocede majestuosamente (parece que estuviéramos cerca de Versalles, del Louis XIV de Rossellini), abriendo un espacio como respuesta a la comunidad que se está forjando por medio de la gracia milagrosa de la música, del Coro y del Padre Charles Francis Patrick O’Malley (Bing Crosby) –«la bondad como catarsis permanente, como remedio providencial frente a todos los males físicos y morales de la humanidad»[3], nos dice Jacques Lourcelles–. (Gallagher, 1998: 24)

A veces hay escuela en algunas de las escuelas —valga la redundancia—, institutos o universidades o en otros lugares insospechados

Pero no es sólo lo que se nos muestra en la pantalla lo que crea esa escuela del alma. Como venimos mostrando a lo largo de esta investigación, desde sus primeros cortos McCarey supo desarrollar ese arte de la vinculación, con el que involucra a los propios espectadores. Que la parroquia pueda aparecer como espacio para la bondad, para la catarsis permanente, se prolonga en la sala de cine y hace que la contemplación de Going My Way trasforme el cine en escuela de esperanza, como gusta de señalar Josep Maria Esquirol, cuya argumentación deja abierto el término escuela para todos aquellos lugares que cuidan el alma.

Por definición, la escuela del alma cuida y cultiva el alma. Ha de ser un buen lugar para el alma; allí donde el alma empiece a hacer camino; allí donde siga haciendo camino; y allí donde, haciendo camino, llegue hasta los penúltimos umbrales. Por lo pronto, pues, mejor utilizar la palabra escuela en su registro amplio y vago. A veces hay escuela en algunas de las escuelas —valga la redundancia—, institutos o universidades o en otros lugares insospechados. Ahora bien, el criterio está claro: una escuela sin alma no es escuela; una escuela sin alma nunca podrá ser la escuela del alma. Habría que tener escuela toda la vida. Al igual que casa. Cuando la escuela cultiva lo humano, hace de escuela, enciende una luz y se suma a la conspiración del desierto. De pequeños y jóvenes es bueno ir cada día a la escuela y volver a casa; de mayores, es bueno volver todos los día a casa y de nuevo, ir algunos días a la escuela. (Esquirol, 2024: 11)

Una película sería entonces una especie de sacramento social que, en el momento de la proyección, crearía en la sala una comunidad

El cine (entendido como el lugar donde se ve de manera compartida una película) sería uno de esos lugares insospechados donde puede actuar la escuela del alma. McCarey concebía la sala del cine como un lugar de transformación. Lo hemos señalado de manera reiterada pero ahora resulta inexcusable volverlo a traer a la mente: “… me gusta que la gente ría, me gusta que llore, me gusta que la historia cuente algo, y me gusta que el público, antes de salir del cine, se sienta más feliz de lo que lo estaba antes”. (Daney & Noames, 1965: 20). Tag Gallagher[4] lo subraya adecuadamente.

Las creaciones de McCarey intentan también conversar con su público, como si fuera una commedia dell’arte moderna; actuar con su público, dirigir a sus espectadores a través de un caleidoscopio de emociones melodramáticas; y unir las cosas que se escuchan con las que se ven, unas con otras. […] Una película sería entonces una especie de sacramento social que, en el momento de la proyección, crearía en la sala una comunidad y la consagraría a la idea de: «sigue mi camino». Las lágrimas que ha provocado Going My Way durante más de medio siglo no son tan simplistas. (Gallagher 1998: 24)

 

2. EL ENCUENTRO ENTRE LAS PERSONAS Y CON EL MAESTRO

Que dos personas se encuentren: que un alma toque otra alma… No sé si alguna vez llegaremos a entender y a valorar suficientemente el sentido de esta experiencia

Hemos señalado ya con bastante reiteración —rogamos se nos disculpe— que una de las claves estilísticas de McCarey era lo que él señalaba como la inexorabilidad de los incidentes: “Siempre desarrollo mis historias así, a base de una serie de incidentes que se imponen y dan lugar a otros incidentes. Yo no hago intrigas”. (Daney & Noames, 1965: 20). En Going My Way, como en su secuela The Bells of St. Mary’s, esto se hace patente a través de los sucesivos encuentros que el P. O’Malley tiene con las personas con las que se encuentra en el territorio de su parroquia. Estos episodios son los que verdaderamente vertebran la película. Tienen la estructura de la relación entre un maestro (sencillo, de escuela) y un discípulo (alguien que va a comenzar experimentar un cambio en sus expectativas a partir de esa relación). Josep Maria Esquirol desarrolla con acierto lo que implica esta relación.

Al recibir el Premio Nobel de Literatura, Albert Camus recordaba y daba gracias: «Tuve un maestro…» En un momento u otro, de pequeños en la adolescencia o en la juventud, o ya de mayores, tener una ventura como la de Camus significa encontrarse con alguien que te da un voto de confianza y que te hace partícipe de una situación testimonial: en esto consiste la verdadera maestría.

No hay lugar sin encuentro. […] En la escuela se dan los buenos encuentros con los compañeros y los buenos encuentros con los maestros.[…] Que dos personas se encuentre: que un alma toque otra alma… No sé si alguna vez llegaremos a entender y a valorar suficientemente el sentido de esta experiencia. (Esquirol 2024: 38)

La gracia del encuentro. Hablar de la gracia así, sencillamente, significa reconocer que lo importante lo hemos recibido, que nos lo hemos encontrado

La escritura del profesor Esquirol para entrar en ese asunto busca expresamente el ritmo adecuado. Como en el cine de McCarey la expresión se contiene: “Me digo a mí mismo que no debo correr, que hay aquí una profundidad que exige pausada reflexión” (p. 41). Y llega así como en un remanso a conectar el encuentro con la gratuidad porque “agradecemos sobre todo la gratuidad…». La gracia del encuentro.

Hablar de la gracia así, sencillamente, significa reconocer que lo importante lo hemos recibido, que nos lo hemos encontrado.

(…) El encuentro hace que uno mismo cambie, tanto en el sentido biográfico —tuve un hijo, hice un buen amigo…— como en el sentido de la propia maduración como sujeto: el buen encuentro lleva a intensificar la intención de ser aún más uno mismo. Si siguiéramos la terminología de Paul Ricoeur(5), diríamos que el encuentro incide en la identidad como idem y en la indetidad como ipse; es decir configura mi historia de vida, mi identidad biográfica, pero al mismo tiempo el encuentro me lleva a querer ser más yo mismo, en formas de compromiso y responsabilidad. (Esquirol 1994: 42; 43-44).

El encuentro con el maestro y el descubrimiento del mundo

El principal encuentro que se da o que debería darse en la escuela, sigue apuntando Josep Maria Esquirol, en la escuela o en la universidad es el encuentro con el maestro, que puede ser designado con otros términos afines: profesor, profesora, docente, educador, educadora, formador, formadora, enseñante. “Todos funcionan bien, pues lo que cuenta es la intención y la cosa misma indicada, es decir, en este caso, el carácter del encuentro”. (Esquirol 2024, 44). Y así puede precisar en lo propio del encuentro con maestro.

El maestro lleva consigo un propósito: acompañar al alumno en el descubrimiento del mundo, de las cosas del mundo —prefiero decir «cosas» más que «materias»—. Las cosas del mundo. En realidad, todas las cosas bien hechas por nosotros hacen que el mundo sea más mundo.

Encuentro con el maestro y descubrimiento del mundo.

Se da una buena articulación —que iremos siguiendo— entre descubrir el mundo, estudiar el mundo, celebrar el mundo, cuidar el mundo y crear más mundo en el mundo —secuencia que, lamentablemente, a menudo se ve forzada por más de un lado—.

Así pues, la enseñanza explícita del maestro es la del mundo. Pero está, luego la enseñanza explícita, silenciosa y discreta. Si nos acercamos como es debido, comprobaremos que esta parte se refiere a la verdad, el deseo, la confianza y la soledad. (Esquirol 2024: 46)

El encuentro con el maestro es el encuentro con un testigo. El maestro es un testigo vivo de la vida. Sin apenas darse cuenta, el alumno empieza a entender la verdad a partir de este testimonio

Ahora podemos situar mejor por qué el P. O’Malley comienza su relación con las personas del entorno que le han sido asignadas por medio de dos lenguajes, ambos destinados al encuentro: el béisbol y la música. Especialmente la segunda le permitirá ese paso del mundo a la enseñanza explícita, silenciosa y discreta. Lo sigue iluminando la lectura de La escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir.

El encuentro con el maestro es el encuentro con un testigo. El maestro es un testigo vivo de la vida. Sin apenas darse cuenta, el alumno empieza a entender la verdad a partir de este testimonio.

La primera verdad nunca es la del mundo. Es la verdad del otro. Sin la verdad del otro, no habría verdad del mundo. Éste se reduciría a una especie de aparición casi espectral.

Un maestro, cuyos ojos son vida y deseo.

En la escuela o en la universidad, alguien que es expresión de vida, testigo vivo de la vida, se dirige a mis compañeros y a mí.

Sé que es un testigo vivo y veraz porque vibra por las cosas del mundo. Y la verdad —reiterémoslo— es una viveza. (Esquirol 2024: 47)

Quien no vive ni transmite ni contagia la vida. El brillo de los ojos, la vibración de la palabra, y la mano tendida, son distintos aspectos del mismo testimonio

Conviene entenderlo bien, salvar algún malentendido. El. P. O’Malley no emplea esos lenguajes como si fueran una mera excusa para entrar en contacto con los jóvenes o con las demás personas con las que va entablando relaciones. Actuar de ese modo sería un atajo demasiado torpe, propio de una mentalidad utilitarista, que es incapaz de valorar las cosas por ellas mismas. Pronto se vería descubierto en la falsedad de su la treta empleada. Lo acaba de señalar Esquirol, la verdad es una viveza.

Sólo las palabras vivas aspiran. Porque está vivas aspiran. Al umbral del lugar se añade ahora el umbral de la palabra. El umbral de la palabra es el silencio. Un silencio que hace de prólogo a la palabra del maestro y que, por mucha experiencia que uno tenga, aloja siempre un sutil temblor. A tal temblor del silencio seguirá la vibración de la palabra.

Quien no vive ni transmite ni contagia la vida. El brillo de los ojos, la vibración de la palabra, y la mano tendida, son distintos aspectos del mismo testimonio.

Sólo puede ser maestro quien vive, es decir, quien desea. El maestro no puede ser dogmático, ni grandilocuente. Puede y debe enseñar de forma incisiva pero siempre desde el deseo y la pasión. Jamás desde la frialdad.

Muchas veces lo que falta no son ideas, sino verdad. (Esquirol 2024: 47-48)

Y, en el deseo, el maestro es un estudiante más. Por eso el maestro no manda, sino que encomienda y contagia. Se manda desde arriba; se encomienda desde al lado

Para responder a esta pregunta hay que volver a las primeras páginas de la obra de Esquirol. Allí se nos ofrece el criterio, que conecta con el estilo de Leo McCarey que impregna Going My Way por medio del personaje del P. O’Malley. Imagen 3

La verdad de la viveza es la que lleva a la confianza. El personaje del P. O’Malley, con su renuncia a ejercer ningún tipo de superioridad, hace propicia que se pueda crear ese clima con las personas con las que se relaciona.

Así es como la verdad viva del encuentro lleva a la confianza. El maestro confía porque desea. Tal y como muy agudamente vio Rosenzweig: «Los deseos son los emisarios de la confianza».[6]

De ahí que sólo pueda ser maestro quien desea. Sólo quien desea puede enseñar.

Y, en el deseo, el maestro es un estudiante más. Por eso el maestro no manda, sino que encomienda y contagia. Se manda desde arriba; se encomienda desde al lado.

Encomendar es lo mismo que confiar. El alumno experimenta confianza porque el primero en confiar es el maestro. El maestro confía algo al alumno. ¿Qué? El mundo.

Se confía en alguien porque ese alguien te confía algo. El maestro hace al alumno su confidente. (…) El maestro, con su deseo, descubre y abre el mundo y, así, da más presente.

En el encuentro, el maestro se hace presente, y éste hacerse presente del maestro da, a la vez, mayor presencia a las cosas del mundo. Por eso se puede decir, lisa y llanamente, que los alumnos tienen más presente gracias al maestro. (Esquirol 2024: 48)

Mirar imaginativamente Going My Way y preguntarnos por lo que se nos muestra en la pantalla

Confiamos que este recorrido por las reflexiones de Josep Maria Esquirol sobre lo conlleva educar y ser un buen maestro nos ayuden a seguir leyendo con penetración Going My Way, a descubrir la inteligencia con la que se ha creado esta película.

Un ejercicio que, recordémoslo, nos brinda una perspectiva filosófica en la medida en que mirar imaginativamente (Wilson 1992, 2011, 2019) una película —meternos con nuestra imaginación en los que nos ofrece la pantalla, sabiendo que estamos viendo una película y disfrutando de ello— es la puerta de entrada para que nos preguntemos sobre lo que se nos muestra en la pantalla, y el significado filosófico que puede contener. (Pippin 2019: 15-22).

 

3. EL TEXTO FILOSÓFICO FÍLMICO DE GOING MY WAY (V): LA HUMANIDAD POR ENCIMA DE LA LÓGICA CONTABLE EN LOS PRIMEROS ENCUENTROS DEL P. O’MALLEY

Personaje de Going my Way
Ted Haines Jr. (James Brown) en Going My Way: una posibilidad de entender los negocios de una manera más humana gracias al diálogo con el P. O’Malley (Bing Crosby). Imagen 4

Usted debe ser el nuevo ayudante, el que va a sacar a St. Dominic de todos sus problemas

Un plano nos muestra la fachada de la parroquia de Sr. Dominic. Se ve caminar a unos cuantos transeúntes. La cámara se focaliza en Ted Haines Sr.(Gene Lockhart), al que vemos cómo se acerca y abre la puerta de hierro de la fachada. Se cruza con el P. O’Malley que sale en ese momento del interior de la iglesia.

P. O’Malley (en adelante, POM, con una inclinación de cabeza, apreciando el gesto de que le ceda el paso): “Gracias”.

Ted Haines Sr. (en adelante, THS, dirigiéndose al P. O’Malley, que se detiene): “Usted debe ser el nuevo ayudante, el que va a sacar a St. Dominic de todos sus problemas”. (Lo dice con un deje de ironía, si bien la frase no carece de un tono profético)

POM (señalándole con el dedo, mientras agita la mano): “Y usted debe ser el problema. Apuesto a que usted es el de la hipoteca”. (Se ríe)

THS (riéndose también): “¿Ha oído hablar sobre la hipoteca?”.

POM (sin que le falte un deje de ironía): “Todas las iglesias tienen una hipoteca. (Ted Haines Sr. se vuelve a reír) No es respetable que una iglesia no la tenga. (Le extiende la mano) Me llamo O’Malley”.

THS (se la estrecha): “Yo, Haines”.

Parece un hombre con el que será un placer hacer negocios

McCarey muestra como un primer encuentro entre el nuevo asistente y el banquero, que debería apuntar a ser un momento tenso, en realidad circula por cauces relajados, gracias a la actitud sencilla del sacerdote y su proclividad al humor. Más allá de ese gesto de humanidad, lo que se pone de relieve es que O’Malley pone por encima a las personas, que al rol que puedan desempeñar.

POM (amable): “Encantado de conocerle. Quizás tengamos que pedirle más en el futuro. (Mira hacia la fachada). Pronto va a haber que pintar esto. (Ted Haines se queda callado con un gesto de cierta perplejidad). Tengo que irme. (A Haines) Parece un hombre con el que será un placer hacer negocios”. (Le vuelve a dar la mano)

THS (sin salir de su perplejidad): “Sí, eh”. (El P. O’Malley sale del plano y se queda sólo el banquero, pensativo. Pasa al interior y cierra la puerta)

Como sabe, represento a la Knickerbocker Savings and Loan Company y dado que Mrs. Quimp se niega a pagar el alquiler, la Knickerbocker Savings and Loan Company rechaza ofrecerle a ella más alojamiento

La cámara muestra ahora al P. O’Malley que camina por la acera. McCarey inserta estas escenas en las que se ve el talante de paz del sacerdote. Como mostrando consigo que es alguien que puede ser considerado un maestro porque, en palabras de Esquirol, “es un testigo vivo de la vida” (Esquirol, 2024: 47). Pasa por delante de una droguería —los carteles ofrecen linimento y otros productos—, y sube por las escaleras de la casa de al lado. Se oye la voz de Mrs. Hattie Quimp (Constance Purdy).

Mrs. Hattie Quimp (en adelante MHQ, que no está en el plano): “¡Fuera! ¡Fuera! ¡No va a echarme! (La vemos a continuación que sale empujando con una escoba a Ted Haines Sr. —interpretado por James Brown—) ¡Le pagaré la renta cuando tenga el dinero!“ (Bajan los dos las escaleras, y hace un además de darle un escobazo al joven, que se aparta para evitarlo. Se da media vuelta, ve al P. O’Malley, que se ha metido en una esquina al lado de la puerta de entrada, y lo saluda) Buenos días, Padre”.

POM (no tomando nota de la escena): “Buenos días”.

THJ (mientras se estira el traje): “Hola, Padre. Mrs. Quimp y yo estábamos precisamente hablando de usted”.

POM (mientras baja la escalera, sorprendido por el contraste entre lo que dice el joven y lo que acaba de ver): “¿En serio?”.

THJ: “Como sabe, represento a la Knickerbocker Savings and Loan Company y dado que Mrs. Quimp se niega a pagar el alquiler, la Knickerbocker Savings and Loan Company rechaza ofrecerle a ella más alojamiento”.

En nuestro caso es sólo un negocio puro y duro. En su caso es distinto, no tienen nada y no quiere nada. Ese es su negocio y la gente lo respeta por ello

La reacción del P. O’Malley es la propia de un hombre de paz. Intenta comprender a ambas parte del conflicto para atisbar un posible solución. También lo acompaña su tono de voz.

POM: “Se encuentra muy lejos de estar al corriente”.

THJ (su voz, mientras la cámara muestra cómo Mrs. Quimp se asoma por su ventana para escuchar): “Mrs. Quimp lleva seis meses sin pagar”.

POM (asombrándose, en el plano sentando en los escalones, para dar un todo relajado a su presencia): “Es un detalle por su parte haber sido tan indulgentes. ¿Suponiendo que la pobre mujer mayor no tiene dónde ir?».

THJ (da media vuelta y se sienta con él): “La Knickerbocker Savings and Loan Company no es una institución benéfica… como lo es St. Dominic. (Pasa una mujer por la acera delante de ellos. La cámara se acerca) En nuestro caso es sólo un negocio puro y duro. En su caso es distinto, no tienen nada y no quiere nada. Ese es su negocio y la gente lo respeta por ello. Pero mi negocio es otro, ¿entiende? Si yo no tuviera nada, ni quisiera nada, sería un vagabundo”.

En la economía de mercado, el centro es la empresa y el proyecto es la creación de riqueza real. En el capitalismo, el centro son los mercados financieros y el proyecto es el aumento de los beneficios del accionista

La exposición del joven Haines sirve para exponer bien las diferencias entre una economía capitalista y una economía de mercado, tal y como expone Jesús Ballesteros (2018; 2021: 172-199), y Leo McCarey hace suyo. Señala el catedrático emérito de Filosofía del Derecho de la Universidad de Valencia: “En la economía de mercado, el centro es la empresa y el proyecto es la creación de riqueza real. En el capitalismo, el centro son los mercados financieros y el proyecto es el aumento de los beneficios del accionista” (Ballesteros, 2021: 172). Es decir, la expresión de “negocio puro y duro” y la identificación de la gratuidad con el modo de vida del irresponsable (el pródigo o el vagabundo) es una estrechez de perspectivas, que el P. O´Malley se encargará de ir modificando, mostrando de este modo la propuesta personalista de McCarey sobre la economía.

El capitalismo confunde la riqueza real con el dinero, que es simplemente una representación formal de la riqueza, y en su obsesión por la liquidez[7], como el Rey Midas, a través de la creencia en la idea del crecimiento indefinido acaba arruinando la naturaleza y las condiciones de vida de buena parte de la población mundial. Por ello hay que recuperar la subordinación de las finanzas a la economía real, como ocurría en la economía de mercado, y tratar de que el volumen de dinero no sea mayor que el de la riqueza real que representa. (Ballesteros 2021: 199)

Seguro que hay algo que podemos hacer al respecto

Se trata de una toma de postura muy relevante en momentos en los que se podría atisbar que la Segunda Guerra Mundial no podía durar indefinidamente y que su final más o menos próximo iba a requerir un replanteamiento de las tesis económicas que habían estado entre las causas profundas del conflicto. Y que sigue teniendo plena actualidad en nuestro milenio (Sanmartín, 2015).

POM (modificando de un modo amable el dogmatismo del joven Haines): “Seguro que hay algo que podemos hacer al respecto”.

THJ (mientras se levanta y sube los escalones para dirigirse a la puerta): “No sé lo que va a hacer usted, pero yo voy a ponerla de patitas en la calle”.

POM (deteniéndole suavemente con el brazo): “Dele un respiro. Dele un mes para pagarle. (Implicándose) St. Dominic se lo garantizará”.

THJ (mientras se ríe): “¿St. Dominic? Creo que no conoce bien el percal. Mire, St. Dominic tiene más deudas que Mrs. Quimp. Fue mi padre quien concedió la hipoteca…”.

POM (reconociendo la situación de un modo más exacto): “¿Su padre concedió el crédito?”.

Desde las escuelas primarias hasta los grandes laboratorios, «beneficios» y «mercado» son ahora las palabras clave

La implicación del P. O’Malley tiene un punto de incuestionable fragilidad. La entidad a la que representa, la parroquia de St. Dominic, carece de solvencia económica. El joven Haines, lo ha demostrado en la primera escena de la película cuando su padre acosa al P. Fitzgibbon[8], está dispuesto a que se reconozca la singularidad de la entidad eclesiástica en la vida económica. Lo que no ve posible es que esa lógica de la solidaridad pueda ser de algún modo compatible con los negocios. Lo que no ve, como dramáticamente constatamos en nuestros días, es que cuando no se pone dique a esa mentalidad utilitarista del negocio puro y duro, ese modo de pensar acaba por impregnar toda la vida social. Algo que afecta singularmente a la vida cultural y universitaria, como acertadamente denunciaba Nuccio Ordine, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2023.

Es una deriva mercantil que, por desgracia, está comprometiendo también el futuro de la investigación científica. […] Las reformas y los proyectos de leyes se orientan cada vez más por la estrella polar del mercado y por los sistemas de evaluación que miden «resultados» y eficiencia. El riesgo está ya a la vista de todos: una gran parte de profesores e investigadores son incitados a escalar posiciones. Las evaluaciones no se limitan a medir, sino que orientan la dirección futura de la investigación y de la enseñanza. En la base de cualquier decisión está siempre la prioridad del business: obtener financiación, ocupar las posiciones más altas en las clasificaciones, conseguir certificado de excelencia. Desde las escuelas primarias hasta los grandes laboratorios, «beneficios» y «mercado» son ahora las palabras clave. (Ordine 2022: 89)

Todo lo que se hace por los demás se hace por uno mismo… concentrarse sólo en el propio «yo» o sentirse ciudadano de una «isla» es poca cosa y pura miseria

De una manera muy expresa, McCarey, tanto en Going My Way (1944) como en The Bells of St. Mary’s (1945) de un modo análogo al de Capra, especialmente en It´s a Wonderful Life (1946) muestra que una economía en libertad necesita encontrar referentes que no pongan el acento en la maximización del beneficio, sino en la capacidad que pueden desarrollar las personas en la mutua implicación —como sentencia expresivamente Nuccio Ordine: “Todo lo que se hace por los demás se hace por uno mismo… concentrarse sólo en el propio «yo» o sentirse ciudadano de una «isla» es poca cosa y pura miseria” (2022: 23)—. Por eso la situación de St. Dominic no es un argumento que vaya a paralizar al P. O’Malley.

THJ (a la pregunta de si su padre fue el que concedió el crédito): “Sí, puede estar seguro de que él fue. (Como bajando la voz) Confidencialmente, está buscando un modo de ejecutarla. Quiere tirar la iglesia y construir un parking en su lugar. ¿Se lo imagina? Es un hombre al que se le tiene mucha aversión. (Cruza sus brazos) De alguna forma, sigo sus pasos”.

POM (con simpatía): “Junior, ¿eh?”.

 

4. EL TEXTO FILOSÓFICO FÍLMICO DE GOING MY WAY (VI): LA COMPRENSIÓN DEL P. O´MALLEY DE LA SITUACIÓN DE LOS JÓVENES DE LA PARROQUIA FRENTE A LA ACTITUD NO IMPLICADA DEL P. FITZGIBBON

Fotograma de Going my Way
El riesgo de Toni Scapone (Stanley Clements) y de Herman Langerhanke (Carl ‘Alfalfa’ Switzer] de llegar a ser delincuentes, una interpelación para el P. O’Malley (Bing Crosby) en Going My. Imagen 5

El maestro no puede ser dogmático, no grandilocuente. Puede y debe enseñar de modo incisiva, pero siempre desde el desde y la pasión. Jamás desde la frialdad

El estilo del P. O’Malley no es en absoluto dirigista ni mucho menos impositivo. Concuerda con lo que Esquirol demandaba al maestro… “no puede ser dogmático, no grandilocuente. Puede y debe enseñar de modo incisiva, pero siempre desde el desde y la pasión. Jamás desde la frialdad”. (Esquirol 2024: 47-48). Ni lo ha sido con el joven empresario. Ni lo será con los jóvenes en riesgo de caer en la delincuencia. En efecto, se produce un cambio de imagen. Vemos al P. O’Malley que pasea por la calle. Se oye un sonidos de aves. Mira con gesto atento y sereno, aunque lo que está viendo es un grupo de chicos que está robando los pavos cuyas jaulas están en una camioneta. Un muchacho, Herman Langerhanke (Carl “Alfalfa” Switzer. Abreviamos por HL) da la voz.

HL (excitado por el logro): “Son pavos”. A continuación se ve a Tony Scaponi —Stanley Clements, abreviamos TS— que con Herman se ha hecho con un pavo.

TS (planificando la huida): “Cojamos el atajo del cementerio”. (El P. O’Malley mira con atención y silencio)

 

La huida de Tony y Herman hasta llegar al jardín de la iglesia

Cambio de plano. Se ve a Herman y a Toni que saltan un muro —puede tratarse del que separa el cementerio de la iglesia de St. Dominic—, valiéndose de un árbol que queda en primer término. Salta primero Toni con el pavo en las manos y a continuación lo hace Herman. Tony le hace un gesto para que guarde silencio. Se oye el gluglutear del pavo. Han debido de cruzar el cementerio y ahora están en el jardín de la iglesia. Caminan con cautela, mirando hacia todos lados con movimientos lentos. Hay una mesas en primer término y al fondo como una techumbre. Se dirigen hacia la izquierda del espectador sigilosos. El pavo vuelve a titar. Los muchachos miran medio agachados hacia el fondo, luego hacia la derecha. Toni coge a Herman de la mano. El trávelin muestra como siguen avanzando. Aparece el P. Fitzgibbon (Barry Fitzgerald, en adelante PF) delante de ellos, sobresaltando a los jóvenes.

PF (acogedor): “Buenas tardes, chicos”.

TS y HL (disimulando): “¡Hola, Padre!”.

Sois muy generosos. Es un pájaro magnífico. Y, ¿se puede saber de dónde lo habéis sacado?

El encuentro con el P. Fitzgibbon va a permitir dos constataciones. Por un lado, el carácter bonachón y paternalista del veterano ministro, incapaz de empatizar con el mundo de los jóvenes. Por otro, la relación entre Tony y Herman, que en lo que tiene de dúo listo/tonto, con algunas reminiscencias con el dúo Laurel y Hardy.[9]

PF (en primer plano, fijándose mientras agacha la cabeza en el pavo que llevan los adolescentes): “Tenéis un pájaro bastante gordo”.

TS (en el plano con Herman, reaccionando de modo rápido al haber sido descubiertos por el ministro eclesiástico): “Se lo traíamos a usted. Es un regalo. (A su compañero para que le siga la corriente)¿Verdad, Herman?”.

Hl (captando la intención de su colega): “Sí”.

PF (en el plano): “Sois muy generosos. Es un pájaro magnífico. Y, ¿se puede saber de dónde lo habéis sacado?”.

HL (en el plano, con el P. Fitzgibbon y Tony en el centro, hace un gesto de señalar, para decir la verdad con toda transparencia): “Lo sacamos de…”.

TS (de nuevo rápido en la reacción le da un codazo a Herman): “Nos tocó en una rifa del teatro. Tuvimos muchísima suerte. (Dirigiéndose a Herman) ¿No es genial?”.

¿De verdad? ¡Qué suerte he tenido! No hay nada que me guste más que un buen pavo asado y con guarnición… A veces los pequeños lujos, como los pequeños sacrificios, son los más piadosos

La patraña que Toni Scaponi ha diseñado tiene un punto débil que rápidamente el P. Fitzgibbon detecta, si bien con poco énfasis, ante la expectativa de un buen asado de pavo…

PF: “Pero seguro que vuestra madre…”.

TS (muy rápido de nuevo): “Excepto en Navidad, a Mamá no le gusta el pavo…”.

PF (sincerándose): “¿De verdad?. ¡Qué suerte he tenido! No hay nada que me guste más que un buen pavo asado y con guarnición.  (Refuerza sus palabras con un gesto de que se trata de algo delicioso). Chicos, muchas gracias por el detalle”.

TS (en el plano con el pavo en los brazos): “De nada, Padre”.

PF (conmovido): “No, no, agradezco mucho que os hayáis acordado de mí. (Los muchachos sonríen complacidos del elogio… con algo de ironía dada la versión real de los hechos) A veces los pequeños lujos, como los pequeños sacrificios, son los más piadosos. (De nuevo en el plano) Que Dios os bendiga, gracias. (Coge el pavo con torpeza y el ave comienza a mover las alas, por lo que el párroco apenas lo puede retener. Toni se da cuenta y lo vuelve a tomar) Llevádselo al ama de llaves, está en la cocina”. (Toni lo lleva aunque el pavo se sigue moviendo)

TS: “Muy bien, Padre. Hasta luego”. (Salen del plano hacia la derecha del espectador, mientras el P. Fitzgibbon se sacude las plumas que le han quedado en su sotana. Camina hacia la izquierda del espectador)

Para el P. Fitzgibbon su parroquia es un mundo de familias estables que educan hijos que se integraran socialmente con toda facilidad. No es capaz de concebir la marginalidad y el delito

Más allá de la pequeña anécdota —que confirma el buen apetito del P. Fitzgibbon, como se había puesto de manifiesto ante el regalo de Mrs. McGronigle y sus expectativas culinarias… no satisfechas—, en realidad se nos hace ver que el sacerdote veterano no está muy dispuesto a percibir los cambios de un mundo en trasformación. Por emplear la expresión de Anthony J. Steinbock las interpelaciones al mundo familiar desde el reconocimiento de un mundo ajeno (2022). Para el P. Fitzgibbon su parroquia es un mundo de familias estables que educan hijos para que se integraran socialmente con toda facilidad. No es capaz de ver que ya no es tan sencillo, ni mucho menos, y que un déficit de atención educativa podía dejar a esos jóvenes en manos de la marginalidad y el delito. De ello sí que es consciente el P. O´Malley.

A continuación un primer plano nos muestra a Mrs. Carmody  (Eily Malyon, abreviaremos MC) guisando el pavo en el horno, con gesto de verdadero deleite en el cometido. Está inclinada y con una cuchara grande rocía el pavo con su jugo.

St. Dominic no puede afrontarlo. Esperaba que aconsejara a Mrs. Quimp, no que la adoptara

La cámara enfoca ahora una puerta que se abre, mientras se escucha la voz del P. Fitzgibbon, recriminado la acción del P. O´Malley. Se muestra cómo el joven sacerdote tiene también otra visión de lo que debe hacer una parroquia con respecto a la ayuda de las personas más vulnerables, sin ceñir su actividad a la pura gestión de inmuebles.

PF (sin estar en el plano): “¿Ha garantizado el alquiler de Mrs. Quimp, no?” (Plano de Mrs. Carmody que trae el pavo en una bandeja)

POM (sólo su voz): “Claro que sí”.

PF (determinado): “ St. Dominic no puede afrontarlo. Esperaba que aconsejara a Mrs. Quimp, no que la adoptara”. (Mientras Mrs. Carmody se detiene al lado de P. Fitzgibbon con la bandeja y le muestra el asado para que se sirva. Vemos que el sacerdote se encuentra sentado en un sillón en la cabecera de la mesa. Ella pone la bandeja a su disposición. Vemos al P. O´Malley. Sentado al otro lado de una mesa bien servida)

POM (celebrando que se trata de un pavo guisado, no de un fiambre). “Pavo caliente”.

MC (sin entender el elogio): “¿Caliente? Por supuesto que está caliente”.

POM (divertido ante su reacción): “Eso es lo que he dicho”.

Toni pertenece a una importante familia católica. Once hijos. Claro que conozco a Toni. Uno de los mejores chicos de la parroquia

Esa confrontación entre el mundo tradicional en el que viven el P. Fitzgibbon y su ama de llaves de toda la vida se hace más presente en el curso de la conversación que se sucede a continuación. Vemos al sacerdote veterano sirviéndose por un lado, y al joven haciéndolo por otro. Se detienen y se santiguan.

PF (que agacha la cabeza): “¡Oh, Señor! Bendice estos alimentos que vamos a tomar. Amén”.

POM: “Amén”. (y vuelven a hacer la señal de la cruz. Vemos al P. Fitzgibbon que contempla el pavo asado con fruición y se frota las manos. Coge un muslo y lo mira con atención. El joven presbítero se le dirige para iniciar un tema). Padre, ¿conoce a un joven del barrio llamado Toni Scaponi?”

PF (mientras hinca el diente al muslo): “Sí. ¿Qué le pasa?”.

POM: “Esta tarde…”.

PF (interrumpiéndole): “Toni pertenece a una importante familia católica. Once hijos. Claro que conozco a Toni. Uno de los mejores chicos de la parroquia”.

Oh. Ha estado escuchando a Patrick McCarthy, sin duda. Le voy a decir una cosa: ese hombre lleva diez años

El P. O´Malley se va a haber obligado a modificar el juicio tan positivo que tiene de él su párroco de toda la vida. Pero no va a ser fácil que el veterano sacerdote esté pronto a modificar sus criterios.

POM (serio): “La policía no piensa eso”.

PF (sin importarle mucho): “¿No?”.

POM: “No. (mientras coge el tenedor y el cuchillo): “Si no se hace algo con Toni y sus amigos, van a acabar en un reformatorio”.

PF (ya a la defensiva): “¿Quién ha dicho eso?”.

POM (insistiendo): “La policía”.

PF (sacando a relucir la fuente de su escepticismo, en el plano de frente con el joven sacerdote a un lado): “Oh. Ha estado escuchando a Patrick McCarthy, sin duda. Le voy a decir una cosa: ese hombre lleva diez años”.

No diga eso. Si escuchara todo lo que dice la policía, usted pensaría que cualquier muchacho de la parroquia es un delincuente

El comentario del P. Fitzgibbon deja muy a las claras su manera de pensar. Es el cumplimiento con el precepto dominical de asistencia a misa el que suministra el criterio de credibilidad de una persona. El P. O´Malley no puede sino mostrar su discrepancia ante una descalificación tan simple.

POM (con una leve risa, en el plano): “Es posible, pero creo que McCarthy tiene razón sobre esos chicos. Tienen aterrorizado a todo el vecindario”.

PF (comiendo el muslo de pavo con las manos): “No diga eso. Si escuchara todo lo que dice la policía, usted pensaría que cualquier muchacho de la parroquia es un delincuente. (Se detiene y hace una pausa). Debe saber que lo que estamos comiendo… (La cámara enfoca al P. O´Malley, que asiente)… lo han traído dos de esos chicos a los que la policía calumnia con maldad”.

POM (con calma): “¿Ah sí? ¿Es eso?”.

PF (que sigue con la pata del ave en la mano): “Toni Scaponi era uno de ellos. (Y mira la pieza del pavo para seguir indicándole el diente)  Les di a ambos mi bendición”.

POM (siguiendo su razonamiento): “Y ellos le dieron el pájaro”.

PF: “Sí”.

Digamos que sé que os gusta mucho el béisbol

El sacerdote anciano no tiene dudas sobre su proceder. McCarey lo muestra masticando los bocados del pavo, mientras el P. O´Malley se ríe suavemente. Están ambos en el plano en la mesa, y el sacerdote joven sigue con su gesto divertido mientras pincha el pavo en el plato. Pronto va a tener ocasión propicia para exponer a su veterano colega lo que realmente ha sucedido. Se oye que llaman a la puerta.

POM (servicial): “Voy, voy. (Se levanta de la mesa. Camina por el salón en un trávelin hasta la puerta de entrada. Por los cristales de esta, por encima de los visillos se ven los rostros de Toni y de Herman. Abre la puerta y se ve también al agente McCarthy —Tom Dillon— detrás de ellos. El sacerdote saluda) Hola, McCarthy”.

McCarthy: “Buenas noches, Padre. (La cámara lo toma con más claridad) Aquí los tiene, Toni Scaponi y Herman Langerhanke». (Herman mira a Tony y este al P. O´Malley).

POM (amable): “Hola, chicos. No creo que deba esperar, McCarthy”. (Los muchachos hacen gestos nerviosos de cogerse y soltarse las manos).

McCarthy: “Ok, padre” (Se va).

POM (sale por la puerta y los coge de los hombros, mientras de espaldas caminan hacia el jardín de la iglesia. Sale con un comentario inesperado): “Digamos que sé que os gusta mucho el béisbol”.[10]

TS (de medio lado): “Sí”.

Estaba pensando que el sábado los Yanks juegan con el St. Louis Browns dos partidos. ¿Os gustaría venir a verlos conmigo?

Cuando los jóvenes estaban esperando una reprimenda, el P. O´Malley huye de actuar de un modo reaccionario. Es consciente que el mar de fondo de su actitud es no reconocer su lugar en una sociedad que no se muestra acogedora con ellos, por lo que busca invertir esa sensación. Algo agradable como asistir a un partido de béisbol puede mostrarles un aspecto positivo de la convivencia. Y al mismo tiempo comprobar que el joven sacerdote se encuentra de su lado.

POM (dándose media vuelta): “Estaba pensando que el sábado los Yanks juegan con el St. Louis Browns dos partidos. ¿Os gustaría venir a verlos conmigo? (Se miran entre ellos sin saber qué decir. Herman se encoge de hombros) St. Louis es mi ciudad natal. Me da todas las entradas que quiera. (Los mira) ¿Qué decís?”.

HL: “Bueno, creo que sí”.

TS: “Sí, claro. (Ejerciendo de líder) Creo que a los compañeros les gustará“.

POM (resuelto): “Pues entonces quedamos el sábado a medio día”.

HL: “Muy bien”.

POM: “Ya os podéis ir a cenar. Yo voy a terminarme el pavo». (Sale del plano principal mientras los jóvenes se quedan muy extrañados, haciendo gestos entre ellos y moviendo la cabeza. Salen del plano hacia el otro lado)

Parece que secuestraron un camión de aves aquí, calle abajo. Hubo un gran alboroto. El conductor se lo dijo a la policía

Vemos ahora en el plano cómo O’Malley regresa al comedor y se sienta de nuevo a la mesa junto al P. Fitzgibbon. Va a ponerle al corriente de la situación, pero de una manera sutil, esperando a que sea el sacerdote mayor el que pregunte. De ese modo, McCarey podrá dar cuenta de cómo se hace cargo el P. Fitzgibbon de la conducta de Toni Scaponi según su procedimiento habitual de narrar de manera indirecta.

PF (mientras sigue manejando la pata): “Veamos… ¿Por dónde iba? Ah, sí. Ya lo sé. Iba a preguntarle…”.

POM (resignado): “¿Por qué me hice cura?”.[11]

PF (de mejor humor que en las ocasiones que le preguntaba esto): “No, no, no… Sobre el joven Toni. ¿De qué le acusa la policía?”.

POM: “De robo”.

PF (mirando a O’Malley): “¿Robar qué?”.

POM (en el plano): “Pavos”. (El P. Fitzgibbon se queda contrariado mientras mira lo que está ingiriendo. Vuelve la cámara a O’Malley. Deja pasar unos segundos). “Parece que secuestraron un camión de aves aquí, calle abajo. Hubo un gran alboroto. El conductor se lo dijo a la policía”.

PF (preocupado, en el plano): “¿Consiguió recuperar el hombre sus pavos?”.

POM (en el plano): “Todos menos uno, Padre”. (El P. Fitzgibbon deja de comer. Le cuesta tragar. Deja el hueso del muslo de pavo en el plato. La cámara enfoca la mesa. El P. O’Malley le ofrece unas rebanadas de pan de molde)

PF: “Gracias”. (Y toma una, mientras O’Malley sigue cortando el pavo en su plato)

La dimensión educativa de los distintos encuentros del P. O’Malley con las personas de la parroquia

El encuentro con los jóvenes marca un segundo reto educativo que el P. O’Malley asume, en una dirección muy distinta de lo que el P. Fitzgibbon estaba acostumbrado a trazar. Si en el primero habíamos apuntado la necesidad de comprender una economía más humana, ahora deberíamos hablar de una educación que integrara mejor los retos e incertidumbres que la sociedad tras la Segunda Guerra Mundial iba a tener que encarar.

El tercer encuentro, que vamos a abordar a continuación, apuntaba a dimensiones más profundas. La necesidad de dar respuesta a las permanentes necesidades del corazón humano y su deseo de felicidad frente a los espejismos de una sociedad que pudiera pretender dar explicación a todo desde el desarrollo material. Pasamos a acometerlo.

 

5. EL TEXTO FILOSÓFICO FÍLMICO DE GOING MY WAY (VII): LA MÚSICA COMO PROPUESTA DE UN LENGUAJE QUE EDUCA A LAS PERSONAS Y LA SITUACIÓN DESORIENTADA DE CAROL JAMES (JEAN HEATHER)

La colaboración del agente Pat McCarthy (Tom Dillon) con el P. O´Malley (Bing Crosby) para cuidar a Carol James (Jean Heather) en Going My Way de Leo McCarey. Imagen 6

Felices los que se hacen amigos de trazos, números, palabras o gestos…. ¿Se canta en esta escuela?

El capítulo V de la obra de Josep Maria Esquirol que nos viene acompañando a lo largo de esta contribución recibe el sugerente título de “Felices los que se hacen amigos de trazos, números, palabras o gestos”. Y de manera muy acertada le acompaña la siguiente cita sin referencia: “¿Se canta en esta escuela?” (Esquirol 2024: 83). Todo ello es una inmejorable introducción para que podamos profundizar en el estilo educativo que el P. O’Malley quiere introducir en St. Dominic a través de la música.

Múltiples elementos favorecen esa centralidad de la música como recurso educativo. Sabemos que el propio McCarey se reconocía como compositor frustrado, y que con frecuencia buscaba reencontrar el equilibrio en sus rodajes dedicando tiempo a tocar el piano. Resulta obvio recordar la condición de cantante de éxito de Bing Crosby, el actor que interpreta al p. O’Malley. O que figurase como estrella invitada Risë Stevens, famosa contralto de la Metropolitan Opera Association. Ahora bien son las apreciaciones que Esquirol realiza a continuación las que nos permiten precisar la importancia que el elemento musical tiene para los propósitos educativos del personaje.

El humano es una forma de ser, capaz de adquirir todavía más formas, y capaz de generar nuevas formas

El profesor Esquirol justifica la importancia que las formas tienen para la educación, en la escuela o allá donde exista un compromiso educativo.

Sin forma de ser, nada sería.

Ahora bien, el humano es una forma de ser, capaz de adquirir todavía más formas, y capaz de generar nuevas formas.

[…] Ahora bien, primero, antes de que un alma inaugure una forma, suele ocurrir que un alma se ha acercado y se ha hecho amiga de las formas.

Acabamos de hablar de la atención en cuanto entrenamiento del alma. Este entrenamiento siempre está vinculado a algo: se presta atención a… Aunque la siguiente separación es algo forzada, se podrá decir que la atención se dirige o bien a las cosas del mundo o bien a los demás. Este capítulo está dedicado a la atención prestada a las cosas del mundo —a las bellas formas del mundo—. Y el siguiente capítulo, a la atención puesta, sobre todo, en el rostro del prójimo. (Esquirol 2024: 83)

En toda comunidad humana hay música. No hay pueblo sin música, es un lenguaje universal

¿Hay una lista de buenas formas que sea canónica, y que oriente aquello en lo que consiste la verdadera humanidad de lo humano? Esquirol se inclina por dejar abierta una lista en la que en todo caso no deberían faltar algunas. “Se podría decir que son cinco, con alguna que otra intersección: palabra (expresión, escritura, lectura…), lógica abstracta (matemática, geometría, programación…), trazo (dibujo, pintura…), gesto (danza, calistenia… y música (canto, ritmo…)” (Ibidem).

Todas ellas merecen elogio, pero comienza haciéndolo de la música.

En toda comunidad humana hay música. No hay pueblo sin música, es un lenguaje universal. Probablemente la música y el canto sean la base del habla. La música genera el canto y el canto la palabra. La primera palabra fue un canto.

La música genera y, al mismo tiempo se mantiene como registro propio. Es decir, existe en la música una significación que no puede ser traducida a ningún otro lenguaje. Cuando a Schumann se le pidió que explicara un estudio muy difícil, se limitó a tocarlo de nuevo. Por eso, por su irreductibilidad, y por su significación extraordinaria, la música trasciende. (Ibidem)

Para McCarey el elemento musical va a resultar decisivo para la estructuración de las personas

Ahora estamos en condiciones de señalar que para McCarey —a través del personaje de O’Malley— el elemento musical va a resultar decisivo para la estructuración de las personas. En esta contribución nos vamos a contentar con mostrar esos elementos de desestructuración que sobre todo perciben los jóvenes, pero que se encuentran presentes en la crisis de una humanidad que tanto ha aprendido a matar y a destruirse mutuamente como estaba siendo la civilización que había generado las dos Grandes Guerras. Lo hemos visto representado en unos jóvenes que parecen abocados a la anomia, como eran Toni Scaponi y Herman Langerhanke. Ahora lo veremos en la rebeldía generacional de Carol James (Jean Heather, abreviaremos por CJ).

Buenos días, Padre. ¿Tiene el negocio abierto?… McCarthy, siempre está abierto el negocio

Se ve al P. O’Malley que en primer término toca el piano. Al fondo una ventana abierta da al patio de la iglesia, y permite alcanza a ver la imagen de la Virgen María. Aparece el agente Pat McCarthy que lleva una maleta, mientras le sigue una joven.

POM (que ha escuchado los pasos, se gira hacia la ventana): “McCarthy, ¿cómo estás?”. (Vemos a la joven junto a él. Pronto sabremos que es Carol James).

McCarthy: “Buenos días, Padre. ¿Tiene el negocio abierto?”.

POM(cordial): “McCarthy ,siempre está abierto el negocio. Entre, vamos. (Se levanta y va hacia la puerta de la casa abadía. Mientras el policía y la joven hacen lo propio, avanza por el jardín. Se ve el plano de la entrada. Pasa Carol y el policía con ella. Deja la maleta en el suelo. Aparece el P. O’Malley y el agente se le acerca) Por aquí, Pat”.

A la vuelta de la esquina hay una chica. He estado observándola y no hace nada bueno

Quedan el policía y el sacerdote como en un aparte con respecto a la joven. El agente busca hablarle en un tono confidencial.

McCarthy (en voz más baja): “Padre, tengo un problema”.

POM (con atención): “¿Sí?”.

McCarthy (con un tono algo misterioso): “Parece que es más de los suyos que de los míos. (Mira hacia Carol) Es ella. Bueno, Padre, la cosa está así. Anoche estaba haciendo mi ronda. Y… ¿con quién cree que me topé?”.

POM (por Carol): “¿Con ella?”.

McCarthy: “No. Con Mrs. Quimp. (el P. O’Malley mueve la cabeza) Me dice: “Agente McCarthy” —ya sabe como habla la vieja soplona—”.

POM (con resignación): “Sí, lo sé”.

McCarthy (continuando con el relato de Mrs. Quimp): “A la vuelta de la esquina hay una chica. He estado observándola y no hace nada bueno“.

Estoy a punto de decirle. “Mire hermana, en mi ronda, no”. Cuando se gira y de inmediato me doy cuenta de que estoy equivocado

La dirección que va tomando la explicación del policía cada vez preocupa más al P. O’Malley. Es consciente de la vulnerabilidad que pueden experimentar las mujeres, tanto en su situación real, como en la interpretación que puedan hacer de esta personas farisaicas como Mrs. Quimp.

McCarthy (su voz, con O’Malley en el plano): “Pues bien, Padre, giro la esquina, y allí está, tal y como dijo la Quimp. (Plano del p. O’Malley que la mira, mientras se ve a Carol que está sentada en el banco de la entrada, con las manos recogidas y la falda un poco por encima de la rodilla, mientras balancea despreocupadamente las piernas. La cámara vuelve a enfocar al P. O’Malley. Se sigue escuchando la voz de McCarthy) Padre, ¿me sigue?”.

POM (un poco molesto por la reiteración de la pregunta): “Sí, sí”.

McCarthy (ahora en el plano con el P. O’Malley): “Bueno, la miro, y me hago una idea. Creo que es una de esas cosas. Estoy a punto de decirle. “Mire hermana, en mi ronda, no”. (Y hace un gesto de despedirla con la mano) Cuando se gira y de inmediato me doy cuenta de que estoy equivocado. (Consciente de que está comunicando un tema delicado haciendo uso de la elipsis, vuelve a preguntar) ¿Me sigue, Padre?”.

POM: “Sí, sí”.

A mi mujer no le importa que se quede una noche, pero más… Creo que por muy buena que sea Mrs. McCarthy, no es tan distinta de las demás mujeres

La reacción del agente da cuenta de su humanidad, y de los prejuicios del P. Fitzgibbon hacia él no hacen en modo alguno justicia hacia su altura moral. Algo que el P. O´Malley ya había podido comprobar en su modo de llevar el asunto del robo de los pavos por parte de los jóvenes.

McCarthy: “Para ir al grano, Padre. Averiguo que no tiene ni un centavo y que se ha ido de casa. No conoce ni un alma en la ciudad. (Ahora solo en el plano) Así que, en lugar de multarla, la llevo a casa. (De nuevo en el plano con O’Malley). A mi mujer no le importa que se quede una noche, pero más… Creo que por muy buena que sea Mrs. McCarthy, no es tan distinta de las demás mujeres. (O’Malley se ríe) ¿Me sigue, Padre?”.

POM: “Le sigo”.

McCarthy: “En cualquier caso, dice que se ha escapado de casa porque sus padres no la entienden. (En el plano) Padre, hemos intentado convencerla, pero es muy terca. Cree que lo de “Honrarás a tu padre y a tu madre”[12], es de risa. (Se quita la gorra de plato y se frota la frente con un pañuelo) Bueno, Padre, la dejo aquí a su cargo. Dice que se llama Carol James”. (Camina hacia la salida)

POM: “De acuerdo, McCarthy”.

McCarthy: “Hasta pronto”.

POM: “Adiós”.

McCarthy (a Carol): “Muy bien, ya puedes pasar”. (Ella se levanta y hacia camina hacia el P. O’Malley)

 

6. BREVES APUNTES FINALES SOBRE ESTA QUINTA CONTRIBUCIÓN DEDICADA A GOING MY WAY

Dejamos aquí el texto filosófico-fílmico, porque el diálogo entre Carol James y el P. O’Malley posee una densidad especial que hace aconsejable centrar en él nuestra atención en la próxima contribución. En cierto modo, como ya hemos adelantado, supone un paso más en el deseo de educar el alma de la juventud, y de un modo más delicado al tratarse de una mujer a la que los esquemas de vida familiar que ha conocido hasta el momento no parecen convencerle.

McCarey a través del P. O´Malley buscará respuestas más convincentes, y el camino de la música resultará el más adecuado. Al mismo tiempo será una ocasión para que el director reflexione sobre sus propios códigos estéticos.

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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NOTAS

[1] Con esta expresión se refiere a Epicteto, filósofo griego de la escuela estoica, que vivió parte de su vida como esclavo.

[2] “La trasformación de los personajes por la relación humana como eje vertebrador de la filmografía de McCarey en Going My Way (Siguiendo mi camino, 1944)”, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/la-trasformacion-de-los-personajes-por-la-relacion-humana-como-eje-vertebrador-de-la-filmografia-de-mccarey-en-going-my-way-siguiendo-mi-camino-1944/, apartado 2. TAG GALLAGHER Y EL EJE VERTEBRADOR DE LA FILMOGRAFÍA DE LEO McCAREY DESDE GOING MY WAY (I): LA CREACIÓN DE LA COMUNIDAD POR MEDIO DE LA BONDAD.

[3] Gallagher cita el diccionario de Jacques Lourcelles, en el apartado dedicado a analizar The Bells of Saint Mary’s (1945) ( (Lourcelles, 1992: 305).

[4] Lo hemos señalado en la contribución que hemos aludido en la nota 2.

[5] La obra de Ricoeur a la que alude es Sí mismo como otro. (2006: 138-172).

[6] Esquirol cita El país de los dos ríos. El judaísmo más allá del tiempo y de la historia. (Rosenzweig, 2014: 179). Conviene ampliar la cita para captar todo su sentido:

Por una vez, se tiene «confianza». Por una vez se renuncia a todos los planes. Por una vez se espera. Vendrán hombres, hombres que justo en la medida en que vienen al consultorio de la universidad popular judía (¿alguien ofrece una palabra mejor?), atestiguarán que en ellos el hombre judío está vivo. Puesto que de otro modo no vendrán. No se ofrece, de entrada, absolutamente nada. Se oye. Y del oír crecerán palabras. Y las palabras crecerán conjuntamente y se convertirán en deseos. Y los deseos son los emisarios de la confianza. Deseos que se encuentran y se reúnen; hombres que se reúnen; hombres judíos y se intenta crear para ellos lo que demandan. Y esto también de una manera totalmente modesta. Puesto que quién sabe si estos deseos (deseos adultos y reales, no artificialmente cultivados según algún esquema de formación) podrán encontrar su cumplimiento. Pero quien entiende escuchar la voz de estos deseos reales, ése puede que entonces entienda también que ha de indicarles el camino que reclaman. (179-180).

[7] Subrayados de Jesús Ballesteros.

[8] Cfr. la tercera contribución, “La educación en la esperanza en Going My Way (Siguiendo mi camino,1944) de Leo McCarey”, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/la-educacion-es-la-esperanza-en-going-my-way-siguiendo-mi-camino-1944-de-l-mccarey/, apartado 4. EL TEXTO FILOSÓFICO FÍLMICO DE GOING MY WAY (I): LOS TÍTULOS DE CRÉDITO Y LA HIPOTECA DE LA PARROQUIA CON LAS DIFICULTADES DEL P. FITZGIBBON (BARRY FITZGERALD) PARA HACERLE FRENTE.

[9] Cfr. Peris-Cancio, Marco, & Sanmartín Esplugues, 2022: 145-235.

[10] Recordemos que en su llegada a la parroquia el P. O´Malley los vio jugar al béisbol y se sumó a su juego. Cfr., la tercera contribución, “La educación en la esperanza en Going My Way … cit”., apartado 5. EL TEXTO FILOSÓFICO FÍLMICO DE GOING MY WAY (II): LA PRESENTACIÓN DEL P. O’MALLEY REVESTIDA DE HUMILDAD.

[11] Era la pregunta que insistentemente le rondaba nada más se conocieron y que O´Malley nunca llegó a contestar. Cfr. la cuarta contribución “La reconstrucción desde la humildad en Going My Way (1944) de Leo McCarey”, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/la-reconstruccion-desde-la-humildad-en-going-my-way-1944-de-mccarey/, especialmente en el apartado 2. EL TEXTO FILOSÓFICO FÍLMICO DE GOING MY WAY(III): LA PRESENTACIÓN HUMILDE DEL P. O’MALLEY (Bing Crosby) ANTE EL P. FITZGIBBON (Barry Fitzgerald).

[12] Un tema que Leo McCarey desarrolló sobre todo en Make Way for Tomorrow (Dejad paso al mañana, 1937). Cfr., de las contribuciones que hemos dedicado a esta película, especialmente la segunda: “El reconocimiento de los mayores en Make Way for Tomorrow (1937) de Leo McCarey”, https://proyectoscio.ucv.es/filosofia-y-cine/el-reconocimiento-de-los-mayores-en-make-way-for-tomorrow-de-mccarey/.

 

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Licenciado en Derecho y en Filosofía y Ciencias de la Educación. Doctor en Derecho con una tesis sobre el paradigma del iusnaturalismo tomista en su génesis histórica y en la actualidad. Autor de diversos artículos y publicaciones sobre derechos humanos y de la familia, así como sobre temas de biojurídica. En los últimos años ha intensificado su investigación sobre los directores del Hollywood clásico, teniendo como referencia la obra de Stanley Cavell. Ha publicado estudios sobre Georges Stevens, Henry Koster, Mitchell Leisen, Leo McCarey y Frank Capra.

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Profesor de la Facultad de Filosofía y director del Máster Universitario en Marketing Político y y Comunicación Institucional de la UCV, premiado como Programa de Educación Política del Año en el certamen Napolitan Victory Awards de Washington Estados Unidos.

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Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la UCV "San Vicente Mártir".
Autor, entre otras obras, de "Los Nuevos Redentores" (Anthropos, 1987), "Tecnología y futuro humano" (Anthropos, 1990), "La violencia y sus claves" (Ariel Quintaesencia, 2013), Bancarrota moral (Sello, 2015) y "Técnica y Ser humano" (Centro Lombardo, México, 2017).

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