Edición revisada y anotada de

la obra cumbre del Cardenal Newman

Datos bibliográficos 

Comentario a esta obra de J. H. Newman

El ser humano como animal inteligente

Es lugar común en los escritos de filosofía, sobre todo en los de antropología, buscar ese rasgo primario que diferencie a la especie humana de otras especies animales. Tradicionalmente se ha establecido alrededor de la razón humana; en la actualidad, se reflexiona sobre un momento más primario, aquél que haga posible precisamente que la especie humana pueda contar con eso que denominamos razón. En efecto, la razón no se sustenta a sí misma, sino que, si las personas somos racionales, es porque poseemos unas estructuras constitutivas que la posibilitan.

Esta consideración que hoy nos puede parecer trivial, supuso un giro antropológico notable en el tránsito entre la época moderna y la contemporánea, período en el que se dieron grandes modificaciones en el conocimiento en general, en el científico en particular. Uno de ellos fue, sin duda, la teoría de la evolución, desde la cual hubo que repensar cuál era ‘el puesto del hombre en el cosmos’, parafraseando al famoso libro de Max Scheler, problema del que también se hizo eco Henri Bergson en La evolución creadora.

No fueron pocos los autores que estudiaron al ser humano desde una antropología ahora denominada biológica, o evolutiva, desde la cual, si bien se pone de manifiesto nuestra cercanía a otras especies animales, no menos cierto es que también brota una diferencia radical, a saber: la capacidad que tiene el ser humano para ‘tomar distancia’ frente a su medio, para ‘suspender’ su respuesta frente a la legalidad de lo instintivo, para poder atender a la realidad como ‘algo otro’ y no como algo meramente estimúlico… Esa especificidad humana es denominada por Xavier Zubiri como inteligencia, una inteligencia cuya función primordial sería estrictamente biológica, y cuyas modalizaciones ulteriores serían aquello que conocemos como entendimiento (o logos, según el lenguaje zubiriano), razón y comprensión.

La inteligencia humana, punto de partida de su actuación

¿Por qué digo todo esto? Pues porque —a mi modo de ver— puede ayudarnos a situar este libro de John Henry Newman. Zubiri dedica mucho esfuerzo para explicar ese acto primario de la inteligencia según el cual el hombre se sitúa en la realidad, y que él denomina ‘aprehensión primordial de realidad’. En segunda instancia, dedicará también su tiempo para explicar sus modalizaciones ulteriores (logos, razón y comprensión, como digo). Pero la perspectiva zubiriana no fue la única, como cabe suponer. Otros autores, parten ya del ejercicio de una inteligencia presupuesta, desde diferentes enfoques. Wojtyla enfocará su reflexión desde su íntima vinculación con la acción humana; Gadamer (y la hermenéutica en general) lo hará desde sus posibilidades lingüísticas.

Pues bien, donde Newman se sitúa es en un enfoque práctico, en el sentido de qué es aquello sobre lo cual nos apoyamos a la hora de actuar. Como buen anglosajón, su enfoque tiende más a bien a establecer el modo en que el ser humano, cualquiera de nosotros, está situado en el día a día, en cualquier momento de su vida. De lo que se trata es de identificar cuál es nuestro punto de partida; es decir, ese momento en que cobramos consciencia de que nuestro punto de partida es nuestro, y de que no es universal, sino que lo hemos ido conformando según nuestra biografía, según nuestra historia personal, según nuestro contexto social, cultural, histórico…

Certezas y asentimiento

¿En base a qué tomamos las decisiones que tomamos? ¿Por qué hemos escogido tal o cual proyecto en nuestras vidas? ¿Cuáles son los fundamentos ‘inamovibles’ sobre los cuales pensamos, actuamos, decidimos? Porque será en función de esas creencias (en sentido amplio) fundamentales, las cuales en un inicio se deberán muy poco a nosotros mismos, que iremos adoptando unos decursos en la vida u otros, que iremos interpretando lo que nos ocurre de un modo o de otro, que asumiremos ciertas verdades u otras.

Si uno quiere saber por qué asiente a unas verdades y no a otras, debe ser consciente de cuáles son sus creencias, lo que conlleva un penoso, pero fructífero y liberador esfuerzo. Pero no es ahí tampoco donde se detiene el cardenal Newman. Su reflexión pasa por analizar el hecho concreto en el cual efectivamente asentimos. Escéptico —y con razón, a mi juicio— de las posibilidades de la argumentación formal (certezas lógicas) para su aplicación práctica, el gran núcleo de su investigación podría cifrarse en éste: ¿por qué asentimos lo que asentimos?, ¿cuáles son los procesos según los cuales asentimos a una proposición? Porque, en definitiva, nuestras vidas estarán guiadas indefectiblemente por aquello a lo que asintamos. A mi modo de ver, esto es lo que guía y articula su Gramática del asentimiento.

Principales actitudes humanas en su vida práctica

Quizá en sus primeras páginas sea un texto más árido, páginas en las que expone, de modo un tanto sistemático, sus principales conceptos, que serán los que baraje continuamente durante el resto del libro. No se trata de grandes relaciones de conceptos, todo lo contrario: su idea es establecer las tres principales actitudes que un hombre adopta en su vida práctica, y que se reflejan en tres tipos de actos internos mediante los cuales una proposición es mantenida, a saber: la duda, la inferencia y el asentimiento. De donde se derivan las tres grandes formas de las proposiciones: interrogativa, condicionada y categórica, respectivamente; concretadas en preguntas, conclusiones y afirmaciones o asertos.

Lo que a él le interesa no es tanto la exhaustividad de dicha clasificación —sin duda mejorable y matizable, sobre todo si entramos en cierta casuística— sino dar entrada a lo que va a ser su gran preocupación: el asentimiento, tal y como él mismo dice en sus primeras páginas: «Voy a tratar principalmente del asentimiento; de la inferencia sólo en cuanto se relaciona con el asentimiento y no como demostración, y casi no voy a tratar de la duda».

Observación y rigor

A un servidor —a quien la tradición anglosajona no le pilla muy cercana— no deja de sorprenderle la capacidad de observación y la rigurosidad en los análisis que tienen sus autores para tratar los temas filosóficos, así como la riqueza de matices que son capaces de extraer.

Por lo general, no suelen profundizar en ellos metafísicamente, ni buscar fundamentos en este sentido; se dedican a hacer una investigación del asunto de que se trate, atendiendo a cómo se suele observar según la experiencia cotidiana, en los semejantes y en la sociedad. Y esto va a ser lo que haga Newman, con una aplicación explícita a la fe religiosa, haciendo una crítica aguda a los motivos y a los procesos que guían nuestras decisiones y nuestras acciones; nuestras vidas, en definitiva. No puede extrañar este enfoque, siendo conocedores de su formación sobre los clásicos ingleses (Bacon, Locke, Hume) y también de los griegos (Aristóteles); no se puede decir lo mismo en referencia a la filosofía escolástica.

Con su lectura nos iremos familiarizando con términos tales como aprehensión de proposiciones, asentimiento (nocional y real), inferencia (formal y no formal), sentido ilativo… hasta el punto que uno no puede dejar de intentar hacer aterrizar todo ese nuevo mundo conceptual a su propia vida, propiciando una reflexión personal que, sin duda, le ayudará a conocer mejor los cimientos de su día a día y los vientos que le manejan.

About the author

Alfredo Esteve
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Doctor en Filosofía (Universidad de Valencia, tesis sobre la influencia de la afectividad en el comportamiento humano a la luz del pensamiento ético y estético de Xavier Zubiri) y Máster en Ética y Democracia (Departamento de Filosofía Moral y Política de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la UV).

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