La entrega personal hasta el extremo o la fuerza de las causas perdidas en Mr. Smith Goes to Washington (1939)

José Alfredo Peris Cancio y José Sanmartín Esplugues

Resumen: El cine clásico de Hollywood de los años 30 y 40 fue testigo de la crisis del 29 y sus repercusiones. Un estudio filosófico del mismo permite descubrir en la filmografía del director Frank Capra criterios de interpretación esclarecedores. Ya sus primeros títulos ponen de manifiesto la relación entre la modernidad, la técnica y la centralidad de la persona. En esta cuarta entrada sobre Mr. Smith Goes to Washington nos proponemos: a) describir el proceso que lleva al personaje de Jefferson Smith a entregar su vida por una causa perdida; b) comprender cómo el personalismo de Capra centra la esperanza en las posibilidades de cambio y conversión de las personas.

Palabras clave: filosofía personalista, personalismo fílmico, idealismo, corrupción, pragmatismo, naturaleza, relacionalidad, conversación entre varón y mujer, voces, palabras, voces calladas, lenguaje del corazón, consistencia moral, causas perdidas, conversión.

Abstract: The classical Hollywood cinema of the 30s and 40s witnessed the crisis of 29 and its aftermath. A philosophical study of it may discover in the filmography of director Frank Capra luminous interpretation criteria. In this fourth entry about Mr. Smth Goes to Washington we propose: a) describe the process that leads the character of Jefferson Smith to give his life for a lost cause; b) understand how the personalism of Capra focuses the hope on the possibilities of change and conversion of people.

Keywords: personalist philosophy, film personalism, the year 1939 in Hollywood, politics, idealism, corruption, pragmatism, nature, relationality, conversation between male and female, voices, words, quiet voices, language of the heart, moral consistency. lost causes, conversión.

INTRODUCCIÓN: LAS CAUSAS PERDIDAS Y LA LUCHA CONTRA EL MAL

Esta última entrada dedicada a Mr. Smith Goes to Washington aborda centralmente el tema de las causas perdidas. “Son las únicas por las que merece la pena luchar”. Es algo que se señala reiteradamente en la misma. Una expresión que continuamente se cita en otros contextos. Mr. Smith es una película muy presente en el imaginario colectivo. Recordemos el año en que se realizó, 1939. Y conviene recordar el clima espiritual de ese momento. La humanidad estaba sumida en una crisis de la que se puede dudar que hayamos salido (Claudel, 1959).

En efecto, a principios del siglo XX el desarrollo tecnológico había disminuido el sentido de la fatalidad. La modernidad había aumentado exponencialmente la percepción de que el hombre podía liberarse mediante la técnica de lo que consideraba males naturales. De la naturaleza se tenía una visión muy negativa, sobre todo desde el tránsito del siglo XVI al XVII con el nacimiento de la ciencia nueva (Sanmartín Esplugues, 2017). Había que controlar científicamente la naturaleza. Para ese control o dominio la técnica y, en particular, la técnica orientada científicamente —lo que ahora llamamos “tecnología”— eran claves. Mediante le técnica-tecnología íbamos a librarnos de múltiples elementos naturales que hacían de nosotros seres menesterosos o necesitados —en expresión de Ortega (1939)—. Y, desde luego, se alcanzaron mejoras en diversos ámbitos: en la medicina, la salubridad pública, el abastecimiento de recursos básicos -agua potable, luz, alimentos…-. Se parecía haber superado desgracias —fatalidades— de otros tiempos: hambruna, sed, epidemias, oscuridad…Y en eso se hizo consistir el progreso. La humanidad progresaba gracias a la ciencia y la técnica-tecnología.

La creencia en la ciencia y la tecnología como claves del progreso

La creencia en la ciencia y, en su hija, la tecnología como los arietes que iban a encontrarle una salida —valga el juego de palabras— al callejón sin salida en el que consistía el ser humano[1] llevó a aceptar sin crítica algunos principios. El primero: no había que interferir socialmente cualquier proceso científico-tecnológico, so pena de impedir su desarrollo al servicio de la humanización[2]. Por ello, el complejo ciencia-tecnología debe ser autónomo.

El segundo: cualquier desarrollo científico-tecnológico debe verse como un incremento del poder del ser humano y, en consecuencia, como genuino avance de su bienestar y felicidad.. Se trata de un argumento cuyo carácter pesudointelectual fue acertadamente denunciado por C.S. Lewis (Belfast, 1898-Cambridge, 1960).

Frente a este argumento Lewis advirtió: “Lo que llamamos poder del Hombre es, en realidad, un poder que poseen algunos hombres, que pueden permitir o no que el resto de los hombres se beneficien de él” (Lewis, 1994: 56).

De ello extraía Lewis una inapelable consecuencia. El progreso no es un bien homogéneo del que todos participamos igualitariamente: “… todo poder conquistado por el hombre, es también un poder ejercido por el hombre. Todo avance debilita al tiempo que fortalece. En toda victoria el general, además de triunfar, es un esclavo que sigue coche triunfal” (Lewis, 1994: 59).

Los aliados de la ambivalencia del progreso

Ese ambivalencia del progreso encontró un aliado —¿inconsciente?— muy eficaz. Se trataba de lo más granado de la filosofía occidental —el positivismo lógico—, que había vaciado de “contenido público” el lenguaje moral[3]. En tiempos necesitados de mayor finura en el diagóstico de la acción, se cuestionaba el sentido de los conceptos morales básicos.

Tampoco faltaron, como ya señalábamos en una entrada anterior[4], quienes predicaban el relativismo moral como aliado de la democracia. Entre nosotros, Elías Díaz intentó relativizar el relativismo de Kelsen. Así sostenía que hay base en el propio autor para superarlo. ¿Cómo? Determinando ciertos principios que son necesarios para que el relativismo pueda manifestarse (Díaz, 1980: 346). Sin duda se trata de una observación que favorecía una revisión del pensamiento de Kelsen. Pero no parece que el propio jurista vienés hubiese tenido interés en explicitar su obra en esa dirección.

En todo caso, no suscribió una valoración en profundidad de lo acaecido en el III Reich. No hay entre sus textos algo análogo a lo que escribió Gabriel Marcel:

Es evidente que cuando se habla de técnicas de envilecimiento uno no puede substraerse de evocar ante todo el empleo masivo, sistemático, que de las mismas han hecho los nazis, particularmente en los campos de concentración… […] en sentido restringido, entiendo por técnicas de envilecimiento el conjunto de procedimientos deliberadamente puestos en ejecución para atacar y destruir, en individuos pertenecientes a una categoría determinada, el respeto que puedan tener ellos mismos para transformarlos poco a poco en un despojo que se tiene a sí mismo por tal; y en fin de cuentas, no puede más que desesperarse de sí mismo, no sólo intelectualmente, sino vitalmente. (Marcel, 1959: 34-35)

Podemos señalar, por tanto, que gran parte del pensamiento europeo no fue capaz de leer adecuadamente lo que se avecinaba. Y eso potencia más el valor de la obra de Capra, y más precisamente de Mr. Smith.

La apelación al progreso y el bienestar como excusa

La apelación al bienestar que el desarrollo tecnológico va a lograr está presente asimismo —como vimos en la entrada anterior— en las palabras de los corruptos, tanto en Taylor, como en Paine y el resto de políticos al servicio del magnate. La construcción de la presa —enfatizan todos ellos— va a ser fuente de riqueza para los habitantes del Estado en cuestión. Oponerse a su construcción es, pues, reaccionario y antisistema. De este modo sus intereses personales quedan difuminados bajo la búsqueda del mayor bienestar social. De este modo, además, pretenden minimizar o llevar a cero el impacto negativo que las prácticas que hayan de realizarse —por el bien común— puedan producir.

9[5]. DEL ESCEPTISCISMO ACTIVO Y PASIVO, A LA LUCHA CONTRA ÉL.

9.1. LA TRANSFORMACIÓN DE SAUNDERS

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Como ya se ha referido en las entradas anteriores, la transformación de Saunders resulta crucial para la recuperación de Jeff. Tomando prestada la expresión de Robert B. Pippin (Pippin, 2012), Saunders supera el escepticismo pasivo y activo. Sobre ella misma y sobre lo que ha de hacer con respecto a Jeff y los demás. A su jefe lo encuentra en una situación de postración completa.

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En pantalla el joven Senador se encuentra junto al monumento de Lincoln. Las frases que el primer día leyó esperanzado y entusiasmado, ahora suenan con tono fúnebre[6]. QUE ESTA NACIÓN BAJO DIOS TENDRÁ UN RENACIMIENTO DE LA LIBERTAD. Y QUE EL GOBIERNO DEL PUEBLO, POR EL PUEBLO Y PARA EL PUEBLO… NO PERECERÁ EN LA TIERRA.

Jeff no puede disimular su desencanto. Mira la estatua de Lincoln, se pone el sombrero y se retira.

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Busca un lugar retirado. Se sienta sobre una de las maletas y solloza.

Capra filma la escena con una luz de contraste bellísima. Creemos que es importante volver a analizarla.

Aparece Saunders, que le saluda: “¡Hola!”. Jeff, quitándose a un tiempo las lágrimas y el sombrero: “¡Hola, Saunders!”. Saunders: “Sabía que te encontraría aquí. Ya que no estabas en ningún otro sitio”.

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Jeff no ha cambiado el gesto por vergüenza. Verdaderamente se ha alegrado de encontrar a Saunders. Ella ha sido la única sincera en el mundo que acaba de abandonar. Probablemente sea la persona que deseaba ver antes de marcharse. Por eso, siente la necesidad de ser respetuoso con ella y le pregunta: “¿Cómo estás, Saunders?”. Saunders: “Bien”. Jeff: “¿Cómo está tu marido?”. Ella casi no sabe a quién se está refiriendo- Además ha recibido algo que le ha alentado en su relación con Jeff: “¿Qué? ¡Ah, Diz! No nos hemos casado. Es bueno que haya vuelto ahora. ¿Sabes lo que me he encontrado?”. Jeff: “No”. Saunders: “Compota de tu madre”.

A Jeff se le alegra el rostro. Con Saunders y su conversación vuelven a su imaginación las mejores sensaciones. Se deja llevar por ellas. Por los detalles. ¿Qué otra cosa compone lo mejor de la vida?[7] Jeff: “¿De verdad? ¿Era de fresa? Es la mejor[8]

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Saunders está segura de que la relación con Jeff es como se imaginaba. Ya puede dar un paso más, y añade: “He visto en los periódicos que has llegado a ser Senador”. Puede interpretarse como una broma. Pero tal vez lo que está queriendo indicar es que, al concebir un proyecto en contra de los intereses de quien está manejando a su antojo a un grupo nada desdeñable de Senadores, él sí que está asumiendo lo que debe ser un verdadero representante del pueblo. Pero Jeff no lo entiende así. Al contrario, cree que las palabras de Saunders —refiriéndose a lo mal parado que Jeff sale en los periódicos— lo que están haciendo es sencillamente certificar su fracaso como Senador.

Tanto ella como Paine le aconsejaron que dejara el Senado. Pero él sólo quiere recordar las palabras de ella, porque son las únicas surgidas desde la nobleza:

—Jeff:   «Acertaste conmigo cuando me dijiste que me volviese a casa… y que llenase a esos chicos de música celestial. Soy sólo un chico sencillo con la leche aún en los labios. Con muchas tonterías sobre los ideales americanos. Un montón de tonterías…»

9.2. DE LA TRANSFORMACIÓN DE SAUNDERS A LA DEL PROPIO JEFF

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A Saunders le duele escuchar lo que ella misma pronunció e intenta interrumpirle: “Escucha, Senador…”. Pero Jeff está profundamente herido. Ahora va a ser él el escéptico[9]:

—Jeff: «Este mundo es nuevo para mí. ¿En qué puede creer uno? Cuando un hombre como el Senador Joseph Paine se levanta y jura que le he robado a niños peniques y centavos. Un hombre al que he admirado e idolatrado toda mi vida».

 La confesión es desgarradora. Las palabras de Paine no han podido ser más destructivas. Proceden —no se olvide— de alguien al que Jeff tenía como un referente, como un modelo, y que ha resultado ser un ídolo de pies de barro. No sorprende que Jeff ahora se exprese de este modo:

—Jeff: «Hay muchas quimeras. Algunas grabadas en piedra que hombres como Paine pusieron ahí… para que imbéciles como yo pudiésemos leerlas. Y luego averiguas lo que esos hombres hacen en realidad. Me marcho de la ciudad en seguida. Lejos de las palabras, los monumentos y este espectáculo corrompido».

Insistimos: ni Taylor, ni Paine, ni el Gobernador Hopper, ni ninguno de los miembros de la trama corrupta han dejado de seguir los procedimientos formales. Pero no hay peor abuso de poder que el que ejercen al amparo de una ley ad hoc aquellos que dicen haberla aprobado democráticamente en representación del pueblo soberano, al servicio del bien común. ¿Qué se puede decir en este caso? Se trata de una trampa mortal que, desgraciadamente, corroe los cimientos de la verdadera democracia. Es la degeneración de la democracia amparada por la ley que se dan a sí mismos los corruptos.

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Saunders actuará como una persona redimida que camina hacia redentora. Pronunciará unas palabras que antes de la llegada de Jeff a Washington hubiesen sido completamente ajenas a ella. Vuelve a tener los ojos azules: ha renunciado al color verde del dólar.

Ahora su mirada ha recuperado la vida fuera del túnel: su padre, los jóvenes, todos aquellos que siguen creyendo en algo. Saunders: “Lo entiendo. ¿Qué va a contarle a los chicos?”. Jefferson, con acritud: “La verdad. Lo sabrán antes o después”.

Pero Saunders se siente fuerte e insiste. Sabe cómo tocar su fibra más sensible: “No creo que [los chicos] vayan a creerlo. Están obligados a mirarte enfadados ‘Jeff, ¿qué has hecho? ¿Dejarlo? ¿No hiciste nada para arreglarlo?’”.

Como veremos, estas frases darán fruto. Jeff las hará suyas en sus discursos finales en el Senado.

114.

Pero ahora Jeff está moralmente hundido: “¿Qué quieres que haga? Un representante honorario como yo contra los Taylors y los Paines… las tramas y las mentiras”.

Saunders recupera la lógica con la que Jeff vino a Washginton, que ahora parece haber perdido:

—Saunders: «Su amigo, Mr. Lincoln, tuvo a sus Taylors y a sus Paines. Y cualquier hombre que intentó llevar a cabo sus ideas. Las tramas no los detuvieron y por ello eran locos. Todo el bien en este mundo viene de locos con fe. No puedes abandonar. Tú no. No son todos Taylors y Paines. Eso son sólo sombras grandes. No tenías sólo fe en Paine o en otro hombre. Era más grande que eso. Tenías una rectitud simple, decente y sencilla. Este país necesita algo de eso. Y también el resto del mundo. Mucho de eso. ¿Recuerdas el primer día que llegaste aquí? ¿Qué dijiste sobre Mr. Lincoln? Dijiste que estaba ahí esperando a alguien. Tenías razón. Estaba esperando a un hombre que viese su trabajo y lo hiciese. Un hombre que pudiese hacer pedazos a los Taylors y acabase con ellos. Creo que te esperaba a ti, Jeff. Sabe que puedes hacerlo, y yo también».

El discurso de ella es un perfecto ejercicio de lectura del alma de Jeff (Cavell: 2008b):

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Jeff se vuelve a recuperar, pero sólo en parte. No se siente capaz de desenvolverse de manera adecuada en el mundo hostil de Washington. Por eso le pregunta a ella: “¿Hacer qué, Saunders?”. Ella le responde: “Di que no lo dejas y te lo diré. Lo llevo pensando todo el día. Hay que sumergirse 40 pies en el agua, pero creo que puedes hacerlo”.

Era lo que él necesitaba: alguien que le enseñara cómo moverse en el medio adverso, en las arenas movedizas de la política. Cobra las fuerzas que necesitaba: “Clarissa, ¿dónde podemos beber algo?”. Saunders: “Así se habla. Vamos a mi casa.”

Ambos han dado en la diana mutua. Ella suministrándole los ánimos necesarios y prestándole el imprescindible asesoramiento técnico. Él llamándole por su nombre de pila, no el de su función. Jeff la coge de la mano y sale del monumento, saludando de nuevo animado a Lincoln a través de su estatua.

10. LA PASIÓN DE JEFF

10.1 LA RECUPERACIÓN DE LA CONFIANZA EN EL SENADO

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Paine, cuando fugazmente se resistía a Taylor, como hemos visto en la entrada anterior, empleaba una expresión significativa: n

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o quería participar en la crucifixión de Jeff. Este tema estará muy presente en el desenlace de la película.

Conviene reparar en que la pasión de Cristo fue un sacrificio voluntario. Su fuerza redentora procede de haber sido aceptada y querida por Cristo para la salvación del mundo.

Sin abundar más en la reflexión teológica, reparemos en este dato. Cuando hable del sacrificio de Jeff, o, en general, de la entrega para sanear la democracia, Capra no estará dando por bueno que existan víctimas. Eso es siempre un signo de injusticia. Lo que plantea es que hay una dinámica redentora: situarse desde el papel de las víctimas. Y liberar del mal desde él mismo.

Capra sitúa a Jeff en su regreso al Senado en esas coordenadas. Ya no es ni un jovencito asombrado, ni un ingenuo manipulado. Es alguien consciente de que el mal sólo puede ser combatido desde dentro. Y que acepta su papel de víctima, su sacrificio, como una oportunidad para luchar contra los enemigos de la democracia.

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Mientras se pasa lista para el quorum, se ve a Sweeny Farrel y a Diz en la tribuna. Sweeny: “Así que expulsarán al Sr. Smith hoy. ¿Dónde está la guillotina? De hecho, ¿dónde está Smith?”. Diz, cáustico: “Smith no ha dejado de correr desde que salió de la sala del comité.”

Pero los acontecimientos lo desmienten. Jeff acude a su escaño. Cuando el administrativo pregunta por él, el joven Senador responde enérgicamente. Eso provoca murmullos y un gesto de perplejidad en Paine.

Diz, con admiración: “¡Ese chico está chalado!”. Su juicio acerca de su locura confirma las tesis de Saunders. Cuando ésta aparece, Diz le interpela: “¿Es ésta una de tus bromas?”. Saunders le chista para que calle. Diz: “¿Qué ocurre?”. Saunders le contesta con un tono nuevo, muy diferente del habitual: “Reza, Diz. Si es que sabes cómo”.

Diz: “¿Has traído aquí a ese tipo?”. Saunders asiente con un gesto. Diz: “¿Estás loca?”. Saunders vuelve a asentir.

Sus gestos ya no son de listilla, como cuando predijo las reacciones que causaría Jeff al pronunciar las palabras “Willet Creek”. Ahora es alguien que comparte plenamente las convicciones de Jeff y va a sufrir con él.

118.

El Senador McPherson[10] pide la palabra para dar traslado del informe del comité ejecutivo. Hace mención a que se ha decidido la expulsión de Jefferson Smith.

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Jeff mira a Saunders. Ella desde la tribuna le pide que espere. El Senador Agnew[11] como jefe de la mayoría solicita que se adopte inmediatamente la resolución.

Saunders le indica a Jeff que ha llegado el momento. Hacen intento —casi a la par— de pedir la palabra Jefferson: “Sr. Presidente”  y el Senador Monroe[12]: “¡Tengo la palabra yo! Voy a solicitar una votación para aprobar la resolución. ¡El Senador no tiene nada que decir ahora!”.

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El Vicepresidente encuentra excesiva la reacción de McPherson y recuerda: “El Senador Smith es todavía miembro… y como tal tiene los mismos derechos para esta presidencia”. Un primer signo de humanización del procedimiento: la persona —en este caso, en tanto que Senador— mantiene sus derechos hasta que no sea efectivamente privado de los mismos.

Jeff insiste: “Estaba a punto de tener la palabra, señor”. Saunders –saltándose el protocolo de los invitados—, grita desde la tribuna: “¡Dejen que hable!”. Vicepresidente, mirando hacia Saunders:

—Vicepresidente: «Antes de proseguir, recordaré a los visitantes de la galería que están aquí como invitados y que deben comportarse como tales. Su sensibilidad no afectará al juicio de esta presidencia. La presidencia da la palabra… –instantes de suspense- al Senador Smith».

Saunders: “Allá vamos”. Gesto de preocupación de Paine. El Vicepresidente ha dado preferencia a que la voz no se silencie. No ha actuado de este modo movido por la presión de los invitados en la tribuna. Al parecer ha considerado que el grito de los mismos tenía razón.

10.2 EL INTENTO DE DENUNCIA DE JEFF Y EL ENCARNIZADO ATAQUE DE PAINE PARA ACALLAR SU VOZ

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Jeff comienza su defensa. Sabe que lo tiene todo en contra. Pero el aliento de Saunders le basta para intentarlo: “Los caballeros tienen prisa por sacarme de aquí. No puedo culparlos, ya que las evidencias me acusan. Me marcharé cuando así lo voten. Pero antes de que eso ocurra tengo un par de cosas que decir”.

Mientras lo escucha, Paine parece estar aquejado por una fuerte contradicción interna. Jeff prosigue: “He intentado decirlas antes y me gustaría hacerlo ahora. No dejaré este cuerpo hasta que las haya dicho”.

121.

Paine interrumpe: “Presidente, ¿puedo tomar la palabra?”. Vicepresidente, a Jeff: “¿La cede? Jeff, contundente:

—Jeff: «¡No, señor, me temo que no! Le cedí la palabra una vez y no se me volvió a escuchar. Podemos entrar en ese tema después de la discusión. ¡Me entrené bien anoche y si le cedo la palabra para una pregunta puedo estar aquí hasta el día del juicio! ¡Tengo algo que decir y de una manera u otra voy a hacerlo!».

Paine insiste: “¿Cede el Senador la palabra?”. Jeff: “¿Para qué? ¿Para hacer una pregunta?” Como Paine asiente, Jeff se la cede. Paine, expresándose como un torrente:

—Paine: «Me gustaría preguntar si eso de lo que quiere hablar está relacionado con la sección 40, esa presa en Willet Creek. Todo lo referente a ese asunto se ha tratado en una audiencia. Me gustaría preguntarle a mi colega si tiene alguna evidencia en su defensa que no pudo dar durante la audiencia».

Jeff, indignado: “¡No frente a la falsificación!”. Paine, agresivo: “¡El comité considera lo contrario! El caballero es culpable. ¡No creo que a ningún miembro le interese escuchar lo que un hombre de su carácter tenga que decir sobre cualquier sección en este Parlamento!”

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Jeff ahora sí se defiende. Ya no permanece mudo como hizo frente al comparecer ante el comité. Denuncia todo lo que hay detrás del asunto y de su persecución:

—Jeff: «¡Soy culpable porque la sección 40 es un chanchullo! Estaba preparado para contarles que un hombre de mi estado, Mr. James Taylor quería esta presa para beneficio propio. ¡Un hombre que controla la política! ¡Controla el resto de las cosas en mi Estado! Tiene suficiente poder para controlar a los congresistas. Vi a tres de ellos en su habitación».

Paine vuelve a intentar frenarlo: “¿Quiere el Senador ceder la palabra?”. Jeff, firme:

—Jeff: «¡No, señor, no quiero! James Taylor me ha ofrecido un sitio en el Senado para los próximos 20 años si votaba a favor de una presa que él y yo sabíamos que era un fraude. Si me atrevía a hablar en contra prometió acabar conmigo. Me levanté y empecé a hablar, pero el poderoso brazo de Taylor entró en la cámara y me agarró del cuello».

Saunders le hace indicaciones desde la tribuna de invitados. Hay murmullos.

123.

El Presidente pone orden. Paine consigue hablar. Reconoce que estuvo allí, en la habitación de Taylor y vuelve a mentir con alevosía: “Les diré por qué estaba allí. Mr. Taylor, un ciudadano respetable trajo evidencias contra este hombre y le pedimos que dimitiese. ¿Por qué? Para evitar la deshonra a un Estado limpio y honorable”. No deja intervenir a Jeff y prosigue:

—Paine: «Sólo hay una respuesta para un hombre como él. La verdad. La que he expuesto a este cuerpo. Está intentando chantajear al Senado igual que lo hizo conmigo. ¡Para evitar su expulsión seguirá con la ley del déficit! ¡Que es vital para el país y que debe aprobarse hoy!».
124.

Paine sigue sin dejar que Jeff intervenga. Tiene premeditado un paso más. Negarse a escucharlo y que los demás le sigan. Una nueva estrategia de silenciamiento: “He perdido la paciencia con él.  Me disculpo por este nombramiento. ¡Estoy harto de este hombre despreciable! ¡Me niego a quedarme aquí y escucharlo! Espero que todos los miembros de este cuerpo piensen lo mismo”. Y Paine abandona la sala.

125.

Se produce un revuelo. La Presidencia intenta poner orden. Agnew le pregunta a Jeff para qué quiere la palabra. Jeff responde:

—Jeff: «Quiero una oportunidad para hablar a la gente que cree en mí. La gente de mi Estado nos conoce a Mr. Taylor y a mí. Cuando oigan mi historia acabarán con la trama de Mr. Taylor. Quiero una semana para darles pruebas, y la promesa de que no me expulsarán ni se aprobará la ley».
126.

Los Senadores se oponen, dada la necesidad urgente de aprobar la ley de déficit ante casos de necesidad. Jeff sentencia: “¡La gente de mi Estado necesita un auxilio continuo de hombres falsos!”.

Capra está poniendo de relieve la manipulación que hacen los corruptos de las necesidades del pueblo.

El Senador Agnew, como jefe de la mayoría, no escucha el alegato de Jeff y pide a los Senadores que sigan el ejemplo de Paine. Todos abandonan la cámara.

10.3 JEFF CONTRA TAYLOR Y SU MAQUINARIA: DAVID FRENTE A GOLIAT

127.

Jeff, viendo cómo se van los Senadores: “¡Supongo que tendré que hablar a la gente de mi estado desde aquí! Nadie me sacará de aquí hasta que esa gente me escuche, incluso si me lleva todo el invierno”. Los periodistas, al grito de “¡Filibustero!”, corren a las cabinas de teléfono, los teletipos, las emisoras… Jeff deposita unos alimentos en la mesa. El Vicepresidente sonríe con comprensión. ¿Ha comenzado a creer en Jeff?

128.

Jeff: “Sr. Presidente, parece que estamos solos. No me quejo por razones sociales, pero es una pena que esos caballeros se pierdan esto. Y.…” Entonces observa que Saunders le señala un precepto del reglamento. Da con él. Continúa:

—Jeff: «Pido la atención de la presidencia sobre la regla número 5 de las reglas del Senado, sección tercera. Si resultase que el quorum no estuviese presente, la mayoría de los Senadores presentes, es decir yo, podrían hacer de oficial de orden para pedir, y si es necesario obligar la presencia de los Senadores ausentes. Sr. Presidente, lo solicito».
129.

Es una pequeña victoria moral de Jeff. Siendo novato, muestra conocer mejor el reglamento que los veteranos del lugar. El Vicepresidente le hace caso y llama a quorum.

Mientras los periodistas comienzan a relatar lo que está ocurriendo. Diz: “Escucha esto: ¡Smith tiene la palabra y la está manteniendo!”. Saunders: “¡No pueden con él! ¿No es estupendo?”. Diz: “¡Es maravilloso! ¡Un filibustero!”. Saunders: “Es el milagro que quería. ¡Manda todo lo que está diciendo a su Estado natal!”. Diz: “¡Van a oírlo en la Patagonia! El Senado ha salido en protesta…”. Saunders, corrigiendo a Diz: “¡No, así no! ¡Ármala! ¡Ponte de su parte!”.

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La pasión con que habla Saunders lleva a Diz a pedirle completa sinceridad: “Quieres a ese tipo, ¿verdad?”. Saunders le contesta con la confianza que les une: “¿Tú qué crees? Ahora a trabajar”.

Diz actúa con total lealtad y describe a la perfección lo que está pasando. “¡Es la batalla más titánica de nuestros días! ¡Un David sin honda enfrentándose al poderoso Goliat, la máquina Taylor!¡Se alegan farsantes dentro y fuera!” 

10.4 EL RECRUDECIMIENTO DEL PROCEDER DE TAYLOR Y LA MANIPULACIÓN DE LOS MEDIOS

131.

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Taylor lee los movimientos de los periodistas e intensifica su reacción. Se desarrolla un diálogo muy duro entre Taylor y el Senador Paine: “El chico se va al Estado. Puede levantar a la opinión pública en contra nuestra”. Taylor: “No lo conseguirá. Yo me ganaré a la opinión pública allí. Lo he hecho toda la vida. Lo teñiré de negro de tal manera… Déjame la opinión pública a mí. Será mejor que vuelvas al Senado”. Paine, que vuelve a mostrar remordimientos: “Utilicé todo lo que sabía contra él. No valgo para esto”.

132.

Taylor le contesta de una manera que, contrariamente a lo que pretende, abre ante Paine el camino de su redención: “

—Taylor: «¡Si empieza a convencer a los Senadores será mejor que te vueles los sesos! ¡Las cosas están así! O nos retiramos o nos hacemos más fuertes que nunca. No podemos detener nada hasta que aplastemos a este patán. Vuelve al Senado, Joe».

A partir de aquí, Taylor ofrece una lección magistral de cómo hay que manipular mafiosamente a los medios: “

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—Taylor: «Quiero que todo lo que Smith diga no aparezca ni en nuestros periódicos ni en los otros del estado. De esos periódicos de la oposición que no quieren colaborar con nosotros quiero que te ocupes en 24 horas. ¡Detened las entregas, sacadlos de las calles! ¡Enterradlos 24 horas, dadme tiempo!  Detén la máquina. ¡Pega al tipo! Lo normal, criminal bloqueando una ley de auxilio matando de hambre a la gente”.

Se para un instante y al percatarse de que el Senador aún está ahí, le ordena con acritud: “¡Joe, quieres volver al Senado!” Y sigue con su táctica:

—Taylor: «Haz que las masas se acaloren. Haz que les manden protestas, cartas… Compra cada minuto de todas las cadenas de radio del estado y haz que hablen en contra de Smith. ¡No me importa Lo que cueste! ¡Haz que se mueva todo el estado!».

133.

Las escenas siguientes muestran cómo la estrategia manipuladora de Taylor ha tenido gran eficacia.

En titulares de prensa: SMITH DESHONRA AL ESTADO. ¡SMITH DETIENE LA AYUDA! UN DELINCUENTE DESAFÍA A LA NAClÓN.

En los mensajes de los locutores de radio: «Este filibustero está intentando dar la vuelta a los hechos reales.» // «Jefferson Smith fue cogido con las manos en la masa robando a niños.» // «La ayuda se detendrá

Una pancarta: DETENGAN A SMITH. Varios carteles: MANDEN A SMITH A LA CÁRCEL // SMITH HABLA. LA GENTE SE MUERE DE HAMBRE.

10.5 LAS VACILACIONES DE LOS SENADORES

134.

Ese tono de agitación se extiende a las conversaciones de los Senadores con el Vicepresidente. Frente a los que abogan por quitarle la palabra, el Vicepresidente se mantiene firme: “Mientras Mr. Smith tenga la palabra, la mantendrá”.

El Senador Monroe parece que está cambiando su opinión sobre Jeff: “Ese chico es muy inteligente”. Pero Paine se lanza contra él: “¿Llamas inteligencia al chantaje, Henry?”. El Senador Monroe se explica mejor: “No me gustaba ese chico, pero ningún hombre que no fuese sincero podría llevar a cabo una lucha así contra todas las cosas posibles”.

Paine no puede hacer la menor concesión. La sombra de Taylor planea sobre sus palabras: “Después de 20 años de trabajo juntos, ¿crees su palabra antes que la mía? Eso es lo que significa. Si él está en lo cierto, yo estoy equivocado”.

135.

El Senador McPherson también se muestra más conciliador: “¿No podemos hacer ningún trato para retirar esa presa y revisar la ley de déficit?”.

Pero Paine ya se encuentra de pleno dentro del chantaje a sus compañeros: “No se trata de la presa. ¡Se trata de mi honor, de la integridad del comité y de la integridad del Senado! Si quieres revisar la sección 40, dimito”.

El Senador Agnew se pone del lado de Paine. Opta por seguir con la táctica del relevo en el quorum, hasta que Jeff se agote.

10.6 EL DERECHO A LA PALABRA Y LAS PALABRAS DE JEFF: LA DEMOCRACIA EN ACCIÓN

136.

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La cámara vuelve a Jeff. Está hablando acerca de los principios de la democracia americana: «…con ciertos derechos inalienables. Entre ellos están la claridad, la libertad y la búsqueda de…»

Jeff observa que se produce un relevo entre los Senadores. “Parece que llega el cambio de guardia”. El Vicepresidente, contento de poderle dar un respiro: “El Senador se mantendrá en silencio hasta que se restablezca el orden”.

137.

Capra aprovecha ese momento para mostrar al analista Hans von Kaltenborn, en una de sus dos intervenciones interpretándose a sí mismo:

«La mitad de la administración de Washington está aquí para ver el espectáculo de la democracia: el filibustero. El derecho de hablar. El discurso libre en su forma más dramática. Una vez que tiene la palabra el hombre en la cámara puede hablar mientras se mantenga en pie. Siempre que no se siente, abandone la cámara o deje de hablar. Las galerías están llenas. En la galería diplomática están los enviados de dos dictadores. Han venido a ver lo que no pueden ver en casa: Democracia en acción».

Con estas explicaciones, Capra vincula estrechamente el derecho a hablar y la democracia. Lo antagónico es el proceder de los corruptos, como se viene mostrando: acallar voces discrepantes y secuestrar la democracia.

138.

Jeff sigue donde lo dejó: «…la búsqueda de la felicidad …y para asegurar estos derechos se establecen gobiernos entre los hombres. Viniendo sus poderes del consentimiento de los gobernados cuando una forma de gobierno se convierte en destructiva es derecho de esa gente alterar o abolir…». Se detiene y pregunta a un Senador cercano: “¿Qué tal voy?” Lo que produce risas.

139.

Las palabras de Jeff sobre los ideales irrenunciables de la democracia, contrastan con las de Taylor.

El magnate sigue hablando por teléfono, chantajeando a los medios. Vende su deleznable acción de este modo: “¡Es un deber patriótico de todos los periódicos del país! ¡Tenemos que seguir martilleando hasta que lo aplastemos!”. La corrupción, a  menudo, se envuelve con la bandera de la patria.

140.

Capra cambia de plano y nos muestra a Jeff.

La diferencia de lenguaje subraya su nobleza y buena voluntad: “Siempre me ha entusiasmado esa parte de la declaración de independencia. No se puede tener un país que haga funcionar estas reglas si no se tienen hombres que distingan los derechos humanos de un golpe”.

Aplausos cerrados en la grada. Su modo de hablar, su contenido, va generando una corriente de empatía. Diz. “Ése es el titular”.

10.7 EL NÚCLEO DEL DISCURSO DE JEFF: LA NECESIDAD DE UNA BONDAD CLARA Y SIMPLE, Y DE UNA BÚSQUEDA DEL OTRO

141.

Jeff continúa razonando sobre cómo se forma la personalidad moral, cómo se educa cívicamente a los niños:

—Jeff: «Es gracioso lo que les ocurre a los hombres. Todos empiezan como niños -y bromea-. No me sorprendería si algunos de estos Senadores hubiesen sido niños. Por eso es una buena idea sacar a los chicos de ciudades plagadas durante un par de meses al año. Preparar sus cuerpos y mentes para trabajos de hombres. Estarán detrás de estas mesas algún día. Parece una buena idea. Chicos de todo el país, de todas las nacionalidades y estilos de vida. Uniéndolos para que averigüen lo que hace funcionar a gente diferente. No daría dos centavos por todas estas reglas si detrás de ellas no hubiese una bondad clara y simple. Y una búsqueda del otro»..

“La búsqueda del otro” como clave de una existencia humana sana. Jeff ha dado en la diana. Sin el “otro” no es posible ni siquiera ser persona. Los humanos somos seres de vínculo. Estamos vinculados al prójimo y al entorno. Tanto un vínculo como el otro nos humanizan. De ahí nace el respeto hacia la dignidad del primero y hacia la conservación del segundo.

De nuevo recibe un fuerte aplauso. Jeff prosigue: “Todo eso es muy importante. ¡Son la sangre, hueso y nervio de esta democracia que hombres geniales aportaron a la raza humana!”. Capra delinea aquí los fundamentos de una concepción personalista de la política. Es una clara réplica frente a la deshumanización de la acción pública por imitación de la automaticidad de lo tecnológico. Detrás de una conducta hay una persona que decide según su sentido del bien y del mal. Iluminado, o no, por una correcta educación de la conciencia.

142.

Jeff a continuación contrapone lo que supone el campamento con lo que se pretende con la construcción de la presa:

—Jeff: «Pero si van a construir la presa donde debería estar el campamento para hacer un chanchullo que financie un ejército político o algo parecido…-y se apoya en las palabras de Saunders ante el monumento de Lincoln-  Si piensan que regresaré y les diré a los chicos de mi estado: Olvídenlo. ¡Todo lo que les he estado diciendo sobre este terreno es un montón de tonterías! Este país le pertenece a James Taylor’. ¡No seré yo! ¡Y el que piense así ya puede ir haciendo otra cosa!».

De repente Jeff para y silba. Los Senadores lo miran asombrados. Jeff: “Está bien. Sólo quería ver si todavía tenían caras”. El Vicepresidente y Saunders se ríen de su ocurrencia.

143.

Pero Jeff se lamenta: “Lo siento, caballeros. Sé que he sido irrespetuoso contra este honorable cuerpo. ¡A un tipo como yo no debería permitirsele entrar aquí! ¡Odio estar aquí acabando con su paciencia……pero o llevo razón o estoy loco!”.

Con rapidez el Senador McPherson le toma la palabra: “¿Le importaría que se votase eso, Senador?”. Jeff encaja el golpe, ante el gesto de apuro de Saunders.

144.

A continuación, otro Senador intenta que ceda la palabra para descansar. A instancias de Saunders no lo hace. Ella le dice que pregunte al Vicepresidente lo que pasaría y éste le contesta: “Si el Senador permite que nos movamos no tendrá la palabra para charlar sobre nada más. A no ser que se permita por esta presidencia…”. Jeff se hace cargo, da unos pasos con las manos en los bolsillos y continua: “Como iba diciendo, caballeros. O estoy en lo cierto o estoy loco”.

145.

Dick se acerca a Jeff y le lleva un libro. Jeff: “Me siento bien. ¿Qué traes?”. Dick: “De Miss Saunders”, y le enseña que se ha vuelto a colocar el pin en la solapa”. Dick: “Eres maravilloso. Los chicos de la prensa están contigo”.

Jeff lee lo que su secretaria le ha escrito, que viene en el libro: “Lee la constitución muy despacio. Diz dice que estoy enamorada de ti. P. D: Lleva razón”.

Jeff mira hacia Saunders, que asiente. Su mirada tiene un brillo especial. Nuevamente el relato de amor esponsalicio se sobrepone al relato político.

Visto el compás de espera, el Senador Monroe le pregunta. “¿Cede el Senador la palabra?”. Jeff, que ha recibido el mejor apoyo posible: “¿Ceder…? ¡Oh, no! Me siento bien”. Y sigue el consejo de Saunders, pronunciando despacio: “La constitución de los Estados Unidos». Gesto de desesperación de los Senadores. Jeff: “Página número 1, a la izquierda, arriba: ‘Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, para formar una unión más perfecta’.

11. LA APARENTE VICTORIA DE LA VIOLENCIA DE TAYLOR

11.1 LA CAPACIDAD DE TAYLOR DE ACALLAR EL ESTADO NO SE DETIENE ANTE LOS NIÑOS

146.

Tras una breve toma de Taylor al teléfono, chantajeando con su probada eficacia, se ve a Diz y a Saunders. Él le ha pedido reunirse en la zona de la prensa. Diz: “¡Dios santo!”; Saunders: “¿Qué ocurre?”. Diz: “Esto es un asesinato. Tienes que sacarlo de ahí. No llega a ninguna parte. ¡En su Estado no se ha publicado nada de lo que ha dicho! ¡Taylor tiene a los periódicos haciendo cola y dándoles su basura!”. Saunders, poniendo en tela de juicio uno de los pilares de funcionamiento de la democracia: “¿Un hombre haciendo callar al Estado?”. Diz: “¡Y de qué manera! ¡Libertad de prensa!”. Saunders, que se muestra muy creativa y alejada del desánimo: “¡Tengo una idea! ¡Vamos!”. Lo lleva a un teléfono.

147.

Vemos a Saunders hablando por el auricular. Pronto sabremos que es con la madre de Jeff: “¿Jeff tiene un periódico. El Boy Stuff?”. Diz: “¡Maravilloso!”. Saunders: “No dejarán que se publique lo que dice Jeff en El estado. ¿Si le doy una pequeña crónica… de lo que Jeff está diciendo por teléfono puede imprimirlo y repartir un millón de copias? ¡Maravilloso! Prepárese para anotarlo, Mrs. Smith”.

Mientras se quita el abrigo, se ve a Ma Smith que indica a los niños a su alrededor: “Todo sobre Jeff. ¡Coged lapiceros y papel, rápido!”. Saunders: “Allá vamos” Ma Smith: “Todo está listo, Clarissa”.

En un primer plano iluminado Saunders dice muy ilusionada: “¡Me ha llamado Clarissa!” y sigue: “Está bien, Ma. Jeff dice la verdad. Desenmascara a Taylor.

148.

Capra alterna imágenes de las presiones de Taylor y de la resistencia heroica de los niños.

—Taylor: “Quiero una ráfaga de edición matutina que le quite la palabra”.
—Saunders. “La presa Willet es un fraude para llenar los bolsillos de Taylor”.
—Taylor: “Ésta será su portada: Un ladrón tiene la palabra en el Senado de EE. UU”.
—Ma, animando a los niños que trabajan: “Está bien, chicos, deprisa. ¡Venga, traed el periódico!”.

Mientras la prensa de Taylor acusa a Jeff de mentir, el periódico de los niños es el único que señala: JEFF DICE LA VERDAD Y DESENMASCARA A TAYLOR.

Capra nos ofrece las imágenes paralelas de las potentes agencias de la prensa, con todos sus adelantos técnicos[13],  y el periódico artesanal de los niños.

149.

En el Senado, con la voz rota[14], Jeff recurre a leer la Biblia, la primera epístola de san Pablo a los Corintios: «…la caridad no se enorgullece de sí misma, no se la da importancia, y obra con fe, esperanza y caridad. Estas tres cosas. La más grande es la caridad».

Todos los Senadores duermen. Saunders también. Mientras se sigue intoxicando contra Jeff, los chicos de Jeff siguen con su actividad. Han trabajado la noche entera. Capra lo refleja de modo enternecedor con un primer plano de un niño afroamericano dando cabezadas, y a continuación el de otro muchacho de origen escandinavo bostezando.

Se hacen las cinco de la mañana y a toce de trompeta los chicos salen a repartir los periódicos. Lo hacen con sus medios: bicicletas, carritos…

150.

Los mafiosos de Taylor no se inhiben a la hora de agredir a los niños y quitarles los periódicos. Continúan con su intoxicación.

Capra muestra a Allen promoviendo un mitin contra Jeff. Un niño grita a favor del joven Senador y es reducido por los mafiosos de alrededor. Un camión embiste una camioneta en la que los niños apoyaban a Jeff con trompetas y pancartas. La escena no excluye que haya podido haber heridos y hasta algo más. Roza la brutalidad, si no entra de lleno en la misma.

151.

Ma Smith habla con Sanders: “¡Hay niños heridos por todo el país! ¡Dile a Jeff que lo deje!”. Saunders: “Sí, está bien. Sí, ¡adiós!”.

Cuando no se cuida a los niños, no es posible el bien común. La violencia de Taylor contra ellos es representativa de su radical falsedad. La corrupción no es un atajo hacia el bien común que se salte corsés absurdos. Es su contrario, lo que camina en la dirección antagónica y sacrifica a los más débiles.

11.2 CUANDO NO QUEDA MÁS QUE LA ENTREGA DE UNO MISMO

152.

A Jeff ya no le queda ningún recurso para que la verdad se sepa. Todo ha sido acallado por Taylor. Sólo le resta su testimonio. En una segunda intervención, Hans von Kaltenborn lo sintetiza:

«El Senador Smith lleva hablando 23 horas y 16 minutos. Es lo más espectacular en los anuales del Senado. Un solo americano manteniendo la palabra. Lo que le falta de experiencia, lo tiene de luchador. Pero las piernas del guardabosque se resienten, tiene los ojos borrosos, está sin voz. No podrá aguantar mucho. Todo Washington está aquí para verlo morir».

153.

Jeff, casi sin fuerzas: “No hay compromiso con la verdad. Eso es todo lo que quiero decir”.

Aparece Saunders en la tribuna: “Diz, están ocurriendo cosas terribles”. Diz le hace callar: “Lo están escuchando”. Jeff sigue casi sin voz[15]:

—Jeff: «Tan sólo levántense. Levántense con esa dama que está en la cúpula del Capitolio, esa dama que apoya la libertad. Miren el país a través de sus ojos. No verán sólo paisaje. Verán lo que el hombre ha esculpido para él mismo, después de siglos de lucha para tener algo mejor que la ley de la jungla. Una lucha para alzarse en pie, libre y decente. Tal como fue creado. No importa su raza, color o religión. Eso es lo que verán. Allí no hay sitio para los chanchullos, la codicia o las mentiras, o la negociación con las libertades humanas. Si eso es lo que los adultos han hecho en el mundo, tenemos que hacer el campamento y ver qué pueden hacer los chicos. No es demasiado tarde. Este país es más grande que los Taylors, que ustedes o que yo. Los grandes principios no se pierden una vez que salen a la luz. Están justo aquí. Tan sólo tienen que verlos»..

Este agónico discurso de Jeff ha conseguido captar la atención de los Senadores. Saunders lo ha ido rubricando, haciendo suyo también con gestos de sufrimiento y empatía. No son ideas nuevas, sino, a decir de Emerson:

… los pensamientos más anticuados dentro del molde de estos nuevos tiempos. La luz es siempre idéntica en su composición, pero cae sobre una gran variedad de objetos y de esa manera se nos revela primordialmente en variadas formas, no con la suya propia, pues no la tiene. (Emerson, 2009c: 147)

Por eso, a la conspiración corrupta no le queda más que un nuevo golpe de efecto, con pretensión de que sea mortal. La estocada final

11.3 PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN

154.

Rompiendo el clímax creado irrumpe Paine en la sala: “Sr. Presidente… ¿cedería el Senador la palabra para una pregunta? Vicepresidente: “¿Cede el Senador la palabra?”; Jeff: “Sí, la cedo para una pregunta”. Paine: “El Senador ha repetido que está hablando a la gente de su Estado. Ha esperado a que vengan en oleadas. ¿Le interesa a usted saber lo que dice esa gente?”. Saunders, siempre inteligente, anticipa la jugada, mientras su amigo la intenta animar: “Ya está, Diz”. Jefferson, todavía confiando en cuál vaya a ser la respuesta: “Sí, señor. Claro que sí.”

155.

Paine acentúa la solemnidad: “¿Tengo permiso para mostrar la respuesta de mi Estado?” Vicepresidente: “¿Alguna objeción? Proceda, Senador”. Jeff tose, agotado. Entran los botones portando cajas con las cartas y los telegramas. Saunders, escondiendo el rostro: “No puedo soportarlo, no puedo verlo sufrir”. Sweeny: “La opinión pública manda”. Diz sentencia: “Hecha a lo Taylor”.

156.

Paine: “Aquí está. La respuesta al caballero. Hay 50.000 telegramas pidiendo que abandone la cámara. Invito al Senado a leerlos. También a mi colega. La gente ha contestado a Mr. Jefferson Smith”.

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Tambaleándose, Jeff baja de su mesa. Casi sin fuerzas se acerca al estrado donde han dejado las cajas. Va mirando los montones con profundo pesar. Saunders lo mira con pena compartida. También los demás Senadores y el propio vicepresidente. 

Saunders grita, sin poderlo evitar: “¡Déjalo, Jeff, déjalo!”. Él la mira, ella se sienta a llorar en los escalones más próximos de la tribuna. Jeff se reclina. Dick y los demás ujieres lo miran con compasión. Jeff mira al Vicepresidente, que le sonríe con plena simpatía y solidaridad. Se gira y se centra en Paine, que se ha sentado en su escaño. El viejo Senador evita la mirada del joven.

157.

Jeff, dirigiéndose a él:

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—Jeff: «Creo que esto es otra causa perdida, Mr. Paine. Todos ustedes no saben nada sobre causas perdidas. Mr. Paine sí. Una vez dijo que eran las únicas por las que merecía la pena luchar- se acerca al escaño de Paine- Y luchó por ellas por la única razón que un hombre lo hace. Por una razón simple y sencilla: el amor al prójimo. En este mundo lleno de odio un hombre sabe que una regla tiene esperanza. Usted sabe esa regla, Mr. Paine. Lo admiraba por eso, igual que mi padre. Usted sabe que he luchado por las causas perdidas, con mucha más fuerza que por otras. Incluso moriría por ellas. Como un hombre que los dos conocíamos, Mr. Paine. Piensa que estoy acabado. ¡Todos creen que estoy acabado! –Diz coge a Saunders con el brazo, admirado por cómo está peleando- ¡Pues no Lo estoy! Me quedaré a luchar por esta causa perdida. Incluso si la sala se llena de mentiras como éstas o si los Taylors y todos sus ejércitos entran en este lugar. Alguien me escuchará”.

No se puede dejar de ver en esta expresión un sentido teologal: aunque los hombres cierren los oídos, Dios siempre escucha al afligido que lo invoca (Salmo 3).

158.

Jeff se cae. Se produce un gran revuelo en la cámara. Paine sale de ella con gesto aterrorizado. Saunders chilla angustiada. Dick mira hacia ella, hace el signo del OK, mientras se escucha una voz: “Está bien. Sólo se ha desmayado”.

159.

Se oye un disparo. La escena presenta una sala contigua. Allí dos personas impiden de nuevo a Paine que se pegue un tiro… como le había aconsejado Taylor si se salía del juego.

—Paine grita: «¡No soy apto para ser Senador! ¡No soy apto para vivir! ¡Expúlsenme a mí! ¡Expúlsenme a mí, no a él! La presa Willet es un fraude. ¡Es un crimen contra la gente que me mandó aquí! ¡Lo he perpetrado yo! ¡Todo lo que ese chico ha dicho sobre Taylor, sobre mí, los chanchullos y la pestilente corrupción política de mi estado es cierto! ¡No soy apto para el cargo! ¡No soy apto para un puesto de honor! ¡Expúlsenme!».

 Se llevan a Jeff desmayado, mientras los botones saltan de alegría: “Ha ganado”; Saunders salta de alegría con Diz: “¡Viva! ¡Lo ha hecho!”. Diz se suelta, también eufórico; “Tengo que llamar al periódico”. Saunders grita hacia el Senado rebosante de alegría: una nueva causa perdida ha vuelto a ganar.

160.

El Vicepresidente cumple con su deber y reclama: “Caballeros, orden, por favor”. Pero no insiste, y se balancea en su sillón. El triunfo de Jeff es el triunfo de la democracia. Paine ha sido su última victoria. Interpelado directamente por el joven, ha conseguido liberarse del yugo y volver a ponerse del lado de las causas perdidas. Su propio proceso muestra la fuerza de la verdad que se acaba de escenificar: “su vida de conspiración respetable quebrada en la escena, para confirmar a la vista de todos la verdad del hombre desmayado” (Rothman y Keane, 2000: 113).

Es la última gran conversión que nos ha reservado Capra. Sólo son esbirros del poder corrupto los que lo quieren ser. Quien se deja tocar por el espectáculo de pasión, muerte y resurrección, vuelve a la vida.

BALANCE DE MR. SMITH GOES TO TOWN

La importancia de esta película justifica que le hayamos dado un tratamiento muy extenso.

No es una mera secuela de Mr. Deeds, ni tampoco lo contrario, una superación de la misma. Parece que lo más oportuno sería referirse a la lógica del injerto. El código de conducta que Deeds se aplica a sí mismo se injerta en la vida política y la cambia. Jeff Smith literalmente lo expresa así: no creería en ninguna norma que no tuviera detrás la bondad humana y el respeto de los derechos del otro.

La corrupción política

La corrupción política es una amenaza intrínseca para una democracia que genere gasto social y, en particular, obra pública. Siempre habrá quien quiera manejar las obras y los servicios públicos para su beneficio personal. Y no le faltará una justificación utilitaria: presentarse como más eficiente que sus rivales. Y lo que es peor: puede lograr el amparo de la ley cuando el corruptor ha logrado poner a su servicio a representantes electos del pueblo.

A este último respecto deberíamos tener claro en nuestro tiempo —como pone de manifiesto con claridad meridiana el filme de Capra ya en 1939— que la pervivencia de la democracia no depende sólo de la existencia de un tejido jurídico-normativo. No hay verdadera democracia si tal tejido no va acompañado de las dosis de decencia necesaria para que el elegido no olvide a quien representa realmente. Todo lo contrario, el mayor enemigo de la auténtica democracia es su vulnerabilidad ante prácticas corruptas, vulnerabilidad incrementada por basar el sistema simplemente en normas y no en una moral cívica, respetuosa con los derechos del pueblo[16].

Eso es exactamente lo que Mr. Smith Goes to Washington trata de mostrar en imágenes. Mr. Smith triunfa cuando la voz de la ciudadanía se abre camino en la maraña de normas y procedimientos que convierten el Senado en un laberinto para quienes creen sencillamente que la política debe estar al servicio del bien común. Un laberinto en el que a menudo el hilo de Ariadna es el interés de personas o grupos específicos que conducen al político que se deja corromper hacia la suculenta puerta giratoria.

Representativo de cuanto acabamos de decir es la ley del déficit que se tiene que aprobar y que Jeff bloquea para evitar el chanchullo de la presa de Willet Creek. Al magnate Taylor le resultará fácil dar la imagen de Jeff como un “enemigo del pueblo” –si se nos permite tomar la expresión de la célebre obra de Henrik Ibsen-. Su obstinación ética bloquea otro tipo de beneficios para la comunidad. El utilitarismo es ciego con respecto a la dimensión cualitativa de los valores. Hace un sumatorio de los mismos, los cuantifica, y acaba haciendo homogéneo lo que es heterogéneo.

Pero, ni las personas y sus conciencias, ni la naturaleza con sus distintas manifestaciones, ni las palabras son meros datos. Hay en cada uno de estos elementos una dimensión de don. Los seres humanos podemos contar con estas realidades, pero su origen y destino nos resultan misterioso. ¿De dónde vienen las personas? ¿Y su conciencia? ¿Y la naturaleza? ¿Y un árbol, un río, un valle, una montaña…? Y las palabras, como con frecuencia recuerda Stanley Cavell, ¿de dónde vienen las palabras? Y el cine, ¿qué es el cine? ¿Qué son las películas?

La singularidad de Mr Smith…

Mr. Smith Goes to Washington la entendemos mejor si percibimos su singularidad. Robert B. Pippin ha recuperado para la relación entre el cine y la filosofía el concepto hegeliano de “universal concreto”, relacionándolo con el juicio de la Poética de Aristóteles acerca de que el drama sea más filosófico que la narración (Pippin, 2017: 9-10).

Ante nosotros desfilan Paine, Hopper, Taylor, Jeff, Saunders, el Vicepresidente, los botones, Diz, Ma Smith como personajes que nos recuerdan a personas. Son únicos e irrepetibles. Hasta cierto punto, predecibles; en mucho, ininteligibles. No funcionan aislados. Incluso relaciones que ya no existen -la del padre de Jeff con su esposa, su hijo o su amigo Paine- las percibimos como todavía presentes y actuantes. Tenemos perfecta noción de cómo Taylor domina a los suyos: Paine o Hoper han aprendido a ser sumisos, o Chick McGann,  Allen, Cook o Griffth disfrutan sintiéndose esbirros del hombre fuerte. Pero sobre todo comprendemos la fuerza que alberga la conversión de las personas. Cómo Jeff y Saunders se construyen. Cómo al final Paine se deja conmover por la memoria de lo vivido por el padre de Jeff.

El personalismo de Capra en imágenes

El personalismo de Capra en imágenes es, de este modo, mucho más elocuente que un argumento edificante. Se hace palpable en historias de personas normales que descubren algo nuevo. Que son capaces de cambiar y dar lo mejor de sí mismas.

Saunders y Jeff desarrollan una relación que combina, podríamos decir, lo personal y lo institucional. Y también la distancia y la cercanía, la legibilidad y la ilegibilidad, el sufrimiento y la alegría. La tribuna y el escaño del Senado unas veces han sido una barrera insalvable y otras un ámbito de total transparencia. Los hemos visto sentir muy cerca sus corazones, como saltando las distancias. También juntos han parecido experimentar casi la muerte por empatía. Quizás hayan cumplido con creces lo que Cavell había descubierto para su género de la comedia de la igualdad:

… sólo en este género de comedia, hasta donde yo sé, la felicidad del matrimonio no va asociada a ningún concepto a piriori de qué sea la domesticidad… Aquí, el matrimonio no es presentado como un estado que se busca como distracción del penoso esfuerzo de construir la felicidad desde un mundo desesperadamente ausente, sino como el escenario en el que la oportunidad de la felicidad aparece bajo la forma de mutuo reconocimiento de la separación, donde la expectativa no es la de pasar los años (hasta que la muerte nos separe) sino la de la repetición consentida de los días, el consentimiento de lo cotidiano (hasta que nuestras verdaderas mentes se hagan ilegibles la una para la otra) (Cavell S. , 2002: 263)

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NOTAS

[1] Antes que Ortega y Gasset hiciese de estas ideas la columna vertebral de su Meditación de la Técnica (1933) —publicada por vez primera en 1939—, Max Scheler (una de las mentes más lúcidas de principios del siglo pasado, fuente inagotable de inspiración de muchos filósofos, aunque no lo citen) había ya dicho en su conferencia impartida en la celebración del X Aniversario de la Fundación de la Academia Lessing en Berlín: “¿No será este homo naturalis, en principio, “un callejón sin salida” de la naturaleza? La naturaleza —dijérase en términos sucintos e imprecisos—, habiéndose detenido y como descarriado al llegar al hombre…” (Scheler, 1926: 31-32).

[2] No se trata sólo de obstaculizar el servicio a la humanidad o a la sociedad humana, sino al propio proceso de desarrollarnos como seres humanos.

[3]No es arriesgado considerar que la tradición analítica que había surgido con G.E. Moore (1873-1958) y Bertrand Russel (1872-1970) con la pretensión de sostener la ética desde la intuición de los valores, derivó en el segundo hacia una recuperación de las tesis de Hume, que dejan lo moral como lenguaje emotivo débil completamente a merced del utilitarismo como lenguaje social potente. La Teoría de la Justicia de John Rawls (1891-2002) explícitamente se presenta en los años setenta del siglo XX como una pretensión de frenar el utilitarismo sin caer en el intuicionismo.

[4]El lenguaje del corazón y las voces silenciadas en Mr. Smith Goes to Washington (1939), https://proyectoscio.ucv.es/actualidad/mr-smith-personalismo-filmico-capra/. Permítasenos recoger de nuevo esta sintomática cita de Kelsen:

El sistema normativo que aparece como un orden jurídico tiene esencialmente un carácter dinámico. Una norma jurídica no vale por tener un contenido determinado; es decir, no vale porque su contenido pueda inferirse, mediante un argumento deductivo lógico, de una norma fundamental básica presupuesta, sino por haber sido producida de determinada manera, y en última instancia, por haber sido producida de la manera determinada por una norma fundante básica presupuesta. Por ello, y sólo por ello, pertenece la norma al orden jurídico, cuyas normas han sido producidas conforme a esa norma fundante básica. De ahí que cualquier contenido que sea, pueda ser derecho. (Kelsen, 1993: 205)

De una manera explícita había polemizado anteriormente Kelsen con Carl Schmitt, en una obra dedicada a reflexionar sobre quién deba ser el guardián de la Constitución (Kelsen, 1995). Corría el año 1931 y la Constitución sobre la que trataban era la de Weimar. Kelsen nunca abandonó estas ideas, a pesar de todos los riesgos que quedaron patentes en los años 30 y con el advenimiento del nazismo. Profesó una confianza en lo procedimental cada día más difícil de sostener (Kelsen, 1991).

[5]Seguimos la numeración de los apartados de la entrada anterior.

[6]Es oportuno en este momento recordar el consejo de Stanley Cavell acerca de no disminuir la importancia de las palabras que se pronuncian en las películas. El cine es un arte visual, pero no menos dramático. Cuando recogemos sus expresiones por escrito

… resulta difícil creer que las palabras habladas en una película deberían tomarse con la misma seriedad. Bien es cierto que las palabras del diálogo impresas en la página parecen demasiado pobres para ser portadoras de la importancia que tengo la intención de darles. Y en cierto sentido así es: hay que sacarlas de la página y trasladarlas, sirviéndose de la memoria, de vuelta a la pantalla. (Cavell, 1981: 11)

[7]De nuevo recurrimos a Stanley Cavell para ponderar esta consideración:

… sin el modo de percepción que inspirara en Emerson (y en Thoreau) lo cotidiano, lo cercano, lo sencillo, lo familiar, uno estaría abocado a la ceguera ante parte de la mejor poesía cinematográfica, ante la sublimidad que encierra… Viene al caso que el género cinematográfico en que se centra el presente volumen [la comedia de rematrimonio] quedará al final caracterizado como una comedia de lo cotidiano. (Cavell, 1981: 15)

[8]Completando lo anterior, la referencia a Emerson procede del texto de su discurso  El escritor estadounidense (“The American Scholar”), del que Cavell literalmente cita este fragmento incompleto, que nosotros trasladamos en su integridad:

No busco lo grande, lo remoto, lo romántico, qué se hace en Italia o en Arabia; qué es el arte griego o la juglaría provenzal; abrazo lo común, investigo y me siento a los pies de lo familiar, lo sencillo. Permíteme entender el presente y es posible que tengamos los mundos antiguo y futuro. ¿De qué sabríamos en realidad el significado? La comida en el cuñete; la leche en la cazuela; la balada en la calle; las noticias llegadas por barco; la mirada de soslayo; la forma y el porte del cuerpo; muéstrame la razón última de estas cuestiones; muéstrame la presencia sublime de la más alta causa espiritual que está al acecho, como siempre acecha, en estos suburbios y límites de la naturaleza; vamos a ver cada poco erizado de la polaridad que se extiende al instante en la ley eterna, y la tienda, el arado, y el libro mayor, se hace referencia a la causa por la que ondula como luz y poetas cantan (y el mundo ya no yace como deslustrada miscelánea y trastero, sino que tiene forma y orden; no hay bagatelas, no hay enigmas, sino que un diseño une y anima el pináculo más alejado y el foso más profundo.(Emerson, 2009b: 11) [Hemos matizado la traducción]

El bote de mermelada de fresa es mucho más que un objeto: es el embajador de todo un mundo. El guion de Buchman abundaba en palabras. Capra opta por los símbolos eficaces. Y acierta.

[9]Conviene aquí tener presente la advertencia de Cavell: “Nadie quiere ser escéptico: estar atrapado por su amenaza es desear superarlo. Y por cada uno que quiere ser romántico, hay algún otro que espere que este último se cure con la edad” (Cavell, 2002: 108)

[10]Recordamos, Grant Mitchell. Lo haremos también con algunos Senadores más.

[11]H.B. Warner.

[12]Porter Hall.

[13]Capra ya describió estos procesos unos antes en The Power of the Press. Lo hemos referido en la entrada La modernidad, la técnica y la centralidad de la persona: claves para analizar la crisis https://proyectoscio.ucv.es/actualidad/12318/

[14]Es conocida la anécdota de que James Stewart tomó fármacos para quebrarla.

[15]Christian Viviani destaca este gesto (Viviani, 1988: 71)

[16] Ése, por cierto, es el flanco por el que se filtran los populismos y los totalitarismos. Combatir la corrupción es su gran leit motiv.

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Profesores de la UCV San Vicente Mártir en el Grado en Filosofía.

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