Los caminos de la esperanza. Personas, matrimonios, familias y vecindarios en You Can´t Take it With You (1938) de Frank Capra

José Alfredo Peris Cancio y José Sanmartín Esplugues

Resumen: El cine clásico de Hollywood de los años 30 y 40 fue testigo de la crisis del 29 y sus repercusiones. Un estudio filosófico del mismo permite descubrir en la filmografía del director Frank Capra luminosos criterios de interpretación. Desde sus primeros títulos, sus películas ponen de manifiesto la relación entre la modernidad, la técnica y la centralidad de la persona. En esta segunda entrada sobre You Can´t Take it With You nos trazamos los siguientes objetivos: a) presentarla como una película que marca el camino de la esperanza; b) exponer las distintas partes y los elementos del texto fílmico de la misma. Pondremos especial énfasis  en: b.1) valorar la humanidad de las personas que se hace patente en los pobres y en los humildes; b.2) considerar los distintos ejemplos de matrimonios y familias que se proponen a lo largo de la película; b.3) reflexionar sobre los dos modelos de vecindario y de relación que se nos presentan; b.4) considerar los principales procesos de conversión personal presentados por Capra en este filme.
Palabras clave: filosofía personalista, personalismo fílmico, amor esponsalicio, paz, felicidad, matrimonio, pobreza, esperanza, vecindario, guerra, paz, armamento, amistad, conversión personal.
Abstract: The classical Hollywood cinema of the 30s and 40s witnessed the crisis of 29 and its aftermath. A philosophical study of it may discover in the filmography of director Frank Capra luminous interpretation criteria. From his first titles, his films show the relation between the modernity, the technique and the centrality of the person. In this second post about You Can’t  Take It With You we set the following objectives: a) present it as a film that marks the path of hope; b) present the different parts and the elements the elements of the filmic text of the same and throughout the same we will insist on: b.1) value the humanity of the people that is evident in the poor and the humble; b.2) consider the different examples of marriages and families that are proposed throughout the film; b.3) reflect on the two models of neighborhood and relationship that are presented to us; b.4) consider the main personal conversion processes presented by Capra in this film.
Keywords: personalist philosophy, film personalism, spousal love, peace, happiness, marriage, poverty, hope, neighborhood, war, peace, arms, friendship, personal conversion.

1. LOS CAMINOS DE LA ESPERANZA DE YOU CÁNT´TAKE IT WITH YOU (1938)

Al final de esta película, Grandpa Vanderhof (Lionel Barrymore) y Anthony P. Kirby (Edward Arnold) se encuentran. El segundo, el gran magnate de la banca, ha venido a pedir consejo con el deseo de ser un buen padre y así recuperar a su hijo, que le ha abandonado al quebrarse la buena comunicación entre ellos.

Pero el anciano Vanderhof no tiene mejor ocurrencia que invitarle a interpretar juntos con la armónica una melodía popular: Polly Wolly Doodle. En cuanto empiezan a tocar, Ed Carmichael (Dub Taylor) les acompaña con el xilófono y su esposa Essie (Ann Miller) improvisa unos pasos de ballet. Muchos más se suman a la danza…[1] y poco a poco se va organizando una fiesta.

La invitación de Vanderhof a tocar la armónica -que acaba desembocando en jolgorio colectivo- parece simplemente una respuesta disparatada a una petición de ayuda. Pero, no es así. El patriarca sabe que en el piso de arriba están su nieta Alice (Jean Arthur) y Tony, el hijo de Kirby (James Stewart)[2]. Cuando Alice y Tony escuchan el ruido de la fiesta, bajan las escaleras y se quedan atónitos al contemplar la escena. A.P. Kirby  y su hijo recuperan la relación perdida. Por gestos, sin mediar palabra, Mr. Kirby acepta y bendice el matrimonio de su hijo con Alice, que salta de alegría y abraza a su abuelo, a sus padres, a su hermana… Mr. Kirby no puede contener la dicha y a carcajadas estrecha la mano del abuelo…

 

(Infografía)

La escena coral de felicidad se prolonga hasta que, en el último plano, Grandpa Vanderhof, presidiendo la larga mesa en que se disponen todos a cenar, pide silencio y comienza rezando dando gracias por tanto bien recibido…

Parece casi imposible, si se ha visionado atentamente la película, sustraerse al impulso de esperanza que mueve la película. Capra, con maestría, ha sabido elevar el relato de la comedia teatral de George. S. Kaufmann y Moss Hart hasta convertirlo en una parábola de la esperanza: mientras los jóvenes sienten la fuerza del matrimonio que les lleva a abrirse al amor y a la vida, la amistad tiene un horizonte de bondad en el que inspirarse y que favorece la mirada amistosa y comunitaria de los unos hacia los otros.

Como ya hemos señalado en la entrada anterior, Capra no está dibujando así un modelo sociológico de convivencia que se vaya a imponer por la fuerza de los hechos. Es de raíz otro el planteamiento: se trata de una comprensión antropológica, moral, cordial de relación humana, que está siempre al alcance del recto ejercicio de la propia iniciativa y de la responsabilidad, decididamente obediente a las expectativas del corazón humano.

Para conseguir ese clímax ha ido labrando dos tramas que acaban convergiendo. En primer lugar, la contraposición entre un mundo que siniestramente se alimenta de los negocios que se hacen en torno a la guerra y que asume como pautas de conducta la confrontación y el hundimiento del rival[3], y otro mundo que elige la paz y la armonía, y que festivamente se nutre de la amistad, la alegría y el juego. En segundo lugar, la posibilidad de superar ese antagonismo por medio de un matrimonio que injerte nueva vida al mundo de la amenaza y la destrucción y, en definitiva, sea capaz de transformarlo.

Veamos detalladamente ese proceso.

2. LA CONTRAPOSICIÓN ENTRE DOS MUNDOS

A) El mundo de las guerras: las finanzas y la centralidad de la industria armamentística para el desarrollo económico de la sociedad americana

Stewart, Capra y Arthur
(Infografía)

1. La película arranca con una escena en una gran avenida de New York. Un letrero sobreimpresionado indica que estamos en WALL STREET. En un gran rascacielos luce la placa de la empresa KIRBY AND COMPANY. Llega A.P. Kirby en su coche. Desde el portero (Jimmy Anderson) hasta los diversos socios le saludan con reverencia. Hay expectación en el ambiente. Las personas del entorno de A.P. Kirby hacen lo posible por frenar el ímpetu de los periodistas y su deseo de hacer fotos y conseguir declaraciones. Dentro del edificio le comunican a Kirby que se ha recibido el telegrama y que sus abogados lo están esperando en su oficina.

2. La agitación que reina en el ambiente desaparece por un momento cuando A.P. Kirby saluda a su hijo Tony y le pregunta por su madre. La inocencia de sus comentarios parece alegrarle la vida. Pese a todo, el magnate también se muestra como un hombre familiar[4].

3. Antes de contarles a sus socios los resultados de su viaje a Washington, A.P. Kirby pide bicarbonato. Capra intenta trasmitir con el ardor de estómago de Kirby que, pese a las apariencias, su estilo de vida no le satisface por completo. El ardor de estómago es un síntoma. A.P. Kirby es un triunfador, un hombre de la banca y un negociador implacable que ha amasado una gran fortuna haciendo negocios sucios y abusando de las personas -incluso de sí mismo y de su propia salud-. Tras ingerir el bicarbonato, A.P. sigue interpretando a la perfección su papel de ejecutivo agresivo: en su nuevo y gran negocio -relacionado con las armas-. Ante las dudas nerviosas de sus socios y consejeros sentencia: “No habrá interferencias. Vamos a ir adelante exactamente como planteamos. Será el mayor monopolio del mundo si somos listos. Especialmente ahora que Ramsey se ha puesto en fila”. Van a conseguir nada menos que controlar todo tipo de material de guerra: “Con el mundo volviéndose loco, el próximo gran movimiento son las municiones. Y Kirby y Compañía sacará dinero con ello”. Mientras pronuncia esta frase tan significativa, su hijo, con las manos cruzadas frente a su boca, es el único que no participa del entusiasmo codicioso con el que el grupo de socios recibe las noticias. Incluso llega a bostezar.

4. Para vencer las resistencias de su mayor rival, Ramsey (H.B. Warner) Kirby expone su estrategia, hasta ahora desconocida por sus socios. Para monopolizar el negocio armamentístico tiene que construir una gran fábrica y, a tal efecto, derribar todo un barrio, haciéndose previamente con la propiedad de todos los inmuebles. Al lograrlo, habrá aislado a su principal rival, Ramsey.

5. El padre pregunta a su hijo por su parecer, pero Tony sale con una evasiva, aludiendo a su falta de criterio. A.P. pide que le pongan por teléfono con su agente inmobiliario que tiene la cara avinagrada, John Blakely (Charles Wilson): Tony le pregunta a su padre por cómo se siente y A.P. le responde que le duele mucho el estómago. Y añade triunfal: “Estos viajes a Washington me destrozan. Pero este es el último. De ahora en adelante, ellos vendrán a mí. Tony, te das cuenta de que no habrá una bala, pistola o cañón que no se haga sin nosotros”. El hijo prefiere tomárselo con humor y responde haciendo el gesto alusivo de disparar con un tirador: “Papa, no me digas que te has olvidado del mercado de los tirachinas”. Y se marcha. El padre ríe a gusto. Siente debilidad por su hijo. La alusión al tirachinas remite, a su vez a la primera escena, que ya comentamos, de The Strong Man (1927)[5], en el que el personaje de Paul Bergot (Harry Langdon) se abstrae de la batalla en la que se encuentra inmerso para lanzar piedras con un tirachinas contra una lata. El pequeño artilugio deviene así para Capra en un símbolo del deseo profundo del ser humano de disfrutar de la vida frente a los apologetas de la destrucción.

6. La conversación con Blakely pone al descubierto un problema insignificante en apariencia, pero que, en realidad puede dar al traste con el proyecto: en el bloque de viviendas que hay que comprar y derribar hay una pequeña y antigua casa cuyo propietario Grandpa Vanderhof (Lionel Barrymore) se niega a venderla.

Vanderhof es una persona que a Blakely le resulta un tanto excéntrica e incomprensible: ¿cómo puede negarse a vender una casa por la que se le ofrece incluso el doble de su precio en el mercado? Desde un punto de vista filosófico, nosotros creemos que la respuesta está clara: Vanderhof ha hecho suya la sentencia kantiana de que hay cosas que tienen valor, pero no precio. Y la casa del viejo Vanderhof tiene gran valor: es el refugio de toda una serie de individuos que han decidido vivir al margen de un sistema que les obliga a ser egoístas y competitivos, que fomenta el individualismo y la codicia. No hay precio para algo así.  Kirby muestra su aspecto más duro y amenaza a su agente con que no verá ni un penique de comisión si no logra las casas que precisa[6].

7. Blakely resume la situación con toda exactitud: tras el intento de compra de la casa de Vanderhof se encuentran “uno de los hombre más poderosos del país, y un viejo estúpido…”. Se trata de algo inaceptable para quien, como Blakely, cree que todo se rige por la ley de coste-beneficios económicos y que la persona que no acepta tal ley es simplemente un loco. Y así deben de estarlo las personas que viven en casa de Vanderhof y que, al escuchar la oferta de 50.000 dólares por una añosa casa, comenzaron –según A.P. Kirby- unos a cantar y otros a bailar mientras Vanderhof se limitaba a tocar la armónica.

Ante esta imagen, Blakely muestra su asombro: “¿Tocó la armónica? ¿Qué son, un grupo de chiflados?” Se niega a aceptar tal hipótesis y se inclina –algo que debe de formar parte de su escenario vital ordinario- por creer que lo que pretende Vanderhof es sacar más dinero, aprovechándose de la situación. Por ello, cuando a continuación su secretaria, Miss Jones (Ane Cornwall) le anuncia que Mr. Vanderhof está allí, cree no haberse equivocado al suponer que lo que el anciano trata de hacer es sacar mayor tajada. Los ‘nombres de negocios’, en situaciones parecidas, suelen buscar que su interlocutor se cueza en su propio caldo y, por eso, tratan de ponerlo nervioso haciéndole esperar. Es lo que sucede también en este caso.

B) El primer cruce entre los dos mundos

Vanderhof descubre las cualidades creativas de Poppins
(Infografía)

 8. Blakely se equivoca. El tiempo de espera no inquieta a Vanderhof. Le sirve, por el contrario, para intuir que un empleado de contabilidad, Poppins (Donald Meek) -que está realizando un trabajo árido y mecánico con una máquina de calcular- es una persona muy creativa. Conversa con él. Le sonsaca que su pasión es idear juguetes. Poppins le muestra uno de sus inventos: un conejito que se mueve dentro de su sombrero al compás de una simpática melodía. Contrasta la delicadeza del artilugio con el armatoste de la calculadora de la época. Poppins está preso en un proceso puramente automático, cuando parece evidente que un contexto adecuado le permitiría dar rienda suelta a su notable capacidad inventiva. Ese contexto bien podría ser la casa de Grandpa Vanderhof, que no duda en ofrecérsela. Allí -le dice- compartirá espacio y convivirá con otras personas dedicadas a hacer lo que realmente les gusta. Poppins manifiesta sus dudas acerca de cómo podría vivir sólo de inventar y producir juguetes. Se pregunta por quién se ocuparía de él. Vanderhof le responde que de él se ocuparía El mismo que se ocupa de todos ellos: “El mismo que cuida de los lirios del campo, Mr. Poppins. Salvo que nosotros jugamos un poco, bailamos otro poco y lo pasamos pipa. Si usted quiere, venga conmigo y conviértase en un lirio también.”

El papa Francisco explica con toda claridad el sentido de esta expresión de confianza en la Providencia y su profundo realismo:

En el centro de la liturgia de este domingo encontramos una de las verdades más consoladoras: la divina Providencia. El profeta Isaías la presenta con la imagen del amor materno lleno de ternura, y dice así: «¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré» (49, 15). ¡Qué hermoso es esto! Dios no se olvida de nosotros, de cada uno de nosotros. De cada uno de nosotros con nombre y apellido. Nos ama y no se olvida. Qué buen pensamiento… Esta invitación a la confianza en Dios encuentra un paralelo en la página del Evangelio de Mateo: «Mirad los pájaros del cielo —dice Jesús—: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta… Fijaos cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos» (Mt 6, 26.28-29).
Pero pensando en tantas personas que viven en condiciones precarias, o en una miseria que ofende su dignidad, estas palabras de Jesús podrían parecer muy alejadas de la realidad —una mera forma de hablar—. Sin embargo, creemos que son de la mayor actualidad. Lo que nos recuerdan es que no se puede servir a la vez a dos señores: a Dios y al dinero, porque con seguridad, quien así lo haga, se interesará por el primero y menospreciará el segundo: “Buscad primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura “(Mt 6, 24-33).  Si cada uno busca su propio beneficio para sí y en detrimento del otro, no habrá jamás justicia. Si, en cambio, confiamos en la providencia de Dios y buscamos juntos su Reino, entonces a nadie nos faltará lo necesario para vivir dignamente.(Francisco, 2014)[7]

Capra no da pistas acerca del motivo de la visita de Martin Vanderhof. ¿Curiosidad? ¿Cortesía? Nosotros pensamos que, tal vez, lo que Capra quería mostrar es la compasión que siente Vanderhof hacia quienes están atrapados en la red del miedo que preside la vida del común de la gente y que suele estar inducido por quienes ostentan el poder: la existencia de las personas suele estar presidida, entonces, por el temor a qué vaya a sucederles: ¿qué futuro les aguarda? Si me decido a cambiar y lo hago, ¿estaré mejor o peor? ¿No convendrá quedarme como estoy por si acaso?[8]

Y por miedo nos sometemos a realizar el quehacer en que consiste nuestra vida competitiva sin ver en el otro una persona con la que relacionarnos solidariamente como el complemento necesario de nuestro yo. Hacen que interioricemos la idea de que producir, es lo que importa[9]. El otro, mi prójimo, no es más que otra pieza en la inmensa máquina deshumanizadora en que la economía productiva ha convertido la sociedad. No tengo tiempo de relacionarme con él. Ni siquiera lo tengo para detenerme, ensimismarme y preguntarme por el sentido de lo que lo que estoy haciendo.

9. El juguete de Poppins causa admiración entre sus compañeras, que se aproximan a contemplarlo y a celebrar la ocurrencia. El pequeño jolgorio llama la atención de Blakely cuando sale de su despacho. Su sola presencia hace que cada cual vuelva a su puesto. Bill Hughes observa que Grandpa camina con muletas[10] y le pregunta por lo que le ha pasado. La respuesta es sorprendente: una nieta le retó a deslizarse por la baranda de la escalera y eso le provocó un pequeño esguince. Pero lejos de expresar pesar, manifiesta que, desde niño, deseó llevar muletas. Nótese la radical diferencia a la hora de encajar las dolencias físicas con respecto a la actitud ya señalada de A.P. Kirby. El ardor de estómago es un síntoma de insatisfacción; las muletas, un símbolo de felicidad.

Blakely manifiesta su optimismo acerca de que llegarán a un acuerdo, pero Vanderhof se fija en el tic nervioso que tiene en el ojo –ya vimos en la entrada anterior la conexión de este detalle con Mir. Deeds Goes to Town[11], y le recomienda descanso: dos semanas de pesca. Blakely aumenta su oferta a 100.000$, pero Vanderhof ni se inmuta. Anuncia que se va, que tiene que asistir al acto de graduación de la Universidad de Columbia, próxima a su casa. Invita a todos a acudir, porque lo considera algo divertidísimo. Capra no explica muy bien por qué. Pero no es difícil colegir que se trata de discursos bienintencionados que raramente se corresponden con lo que luego se hace en la vida. La experiencia de Tony en la Universidad, como se verá más adelante, parece refrendar esta lectura.

Lirios del campo
(Infografía)

Amargado por no haber cerrado la operación, Blakely la emprende con Poppins. El apocado contable, que inicialmente no había aceptado el ofrecimiento de Vanderhof, ahora le sigue a toda prisa. Lo ve entrando en el ascensor, coge el sombrero y corre hacia él. Responde con una pedorreta a la amenaza de despido de Blakely. Y cuando llega junto a Vanderhof sentencia: “La suerte está echada. Soy un lirio”. Y se va con el abuelo.

Vanderhof se ha preocupado tanto por Poppins como por Blakely. Pero sólo del primero aguardaba una posible reacción, porque sabía que tenía corazón y dónde. En cambio, en el caso del jefe se cumplen de nuevo las observaciones de Thoreau:

La mayoría de los hombres llevan una vida de queda desesperación. Lo que se dice resignación no es más que desesperación confirmada. De la ciudad desesperada huyen al campo vacío de ilusiones, y han de consolarse con la bravura de los visones y las ratas almizcleras. Hasta los llamados juegos y diversiones de la Humanidad ocultan un desaliento tan constante como inconsciente. No cabe solaz en ellos porque éste viene sólo después del trabajo. Pero es señal de sabiduría el no desesperar las cosas. (Thoreau, 2010: 25)

Adecuadamente interpreta Stanley Cavell que el mensaje de Thoraeu en Walden no es proponer un modo de vivir maravilloso, sino aprender a vivir la vida como un don que se entrega:

Lo definido, o lo que hay que definir, es que él lo pasó allí, lo gastó allí en conjunto, Ése era el motivo del experimento; no aprender que la vida en Walden era maravillosa, sino aprender a dejarla. Servirá para otras crisis. Nos ganamos la vida gastándola; sólo así la salvamos. Ése es el enigma, la paradoja, podríamos decir, que el libro propone (Cavell, 2011: 73)

C) Un mundo de paz aparentemente chiflado, pero humildemente amante de la belleza

10. La casa de los Vaderhof/Sycamore comienza con un primer plano de Rheba (Llilian Yarbo), la sirvienta afroamericana. A partir de aquí se van presentando los personajes, con gestos poco usuales, pero cargados de humanidad. Contrastan con lo razonables que aparecen quienes se rigen por la confrontación y la guerra, como hemos tenido ocasión de señalar en la entrada anterior.

(Infografía)

Essie (Ann Miller) se mueve por la casa ensayando ballet, mientras prepara dulces en la cocina; Rheba nos informa de la costumbre que tiene Grandpa de invitar a personas sin hogar a cenar, para lo que ella siempre se encuentra preparada; Mrs. Penny Sycamore (Spring Byngton), hija de Grandpa y madre de Essie y de Alice, escribe obras de teatro, y utiliza gatitos como sujeta-papeles; Mr. Paul Sycamore (Samuel S. Hinds), el esposo de Penny, y Mr. DePinna (Halliwell Hobbes) se dedican a la fabricación de cohetes y petardos en el sótano de la casa; Donald  (Eddie “Rochester” Anderson), el prometido de Rheba, vive de la asistencia social y ayuda a su novia en sus tareas; Ed Carmichael (Dub Taylor), el esposo de Essie, toca el xilófono, reparte por el barrio los caramelos que ella prepara, y disfruta editando pasquines con una pequeña imprenta.

La interacción entre ellos es constante: Penny Sycamore pide consejos sobre la conducta de los personajes de su obra; Ed toca melodías para que su esposa ensaye y gasta bromas a Donald; Mr. Sycamore y Mr. DePinna buscan valoraciones de sus ensayos. Cada uno vive el don de su actividad como algo que comparte con los demás. Cada uno está receptivo hacia el valor del otro. Incluso se llega a la exageración cuando Ed adapta para el xilófono el Vals Brillante de Chopin y Essie cree que es suyo o que al menos hay mucho de su esposo en él.

Simone Weil
(Infografía)

No podemos dejar que pase desapercibido un aspecto esencial. Todos los miembros de la familia mantienen un compromiso humilde con la belleza. Ninguno de ellos es, en efecto, un genio creador. Pero todos mantienen un vínculo con aquello que, en palabras de Simone Weil (1909-1943)[12], constituye la única finalidad:

Es por no contener ningún fin por lo que la belleza constituye la única finalidad. Pues en este mundo no hay fines. Todas las cosas que tomamos por fines son medios. Es ésa una verdad evidente. El dinero es un medio para comprar, el poder es un medio para mandar. Así sucede, de forma más o menos visible, con todo lo que llamamos bienes.
Sólo la belleza no es un medio para otra cosa. Sólo la belleza es buena en sí misma, pero sin que encontremos en ella ningún bien. Pero sólo se ofrece a sí misma, nunca da de otra cosa. (Weil, 2009: 103)
  1. 11. En la siguiente escena Grandpa Vanderhof comparte entre risas con Poppins lo que ha disfrutado del acto de graduación universitaria. Tarda en presentar al nuevo miembro de la familia, que asiste asombrado a las costumbres de los moradores de la casa. Cuando el estallido de un petardo derriba el cuadro de “Home, Sweet Home” que cuelga de la pared, Poppins está inclinado a huir, momento en el que el Grandpa repara en su despiste y comienza con las presentaciones.

Poppins también se asombra, cuando escucha  la pregunta de Penny por “si ha estado alguna vez en un monasterio”… o cuano oye decir al  Grandpa “ que lo resuelva del mismo modo que salió de la cárcel”, pues no sabe todavía que están tratando de asuntos de sus comedias, no situaciones reales. El personaje de Penny resulta, quizás, el más disparatado: ni siquiera ha caído en la cuenta de que su hija Alice ha dejado de trabajar en una sombrerería para hacerlo como secretaria del directivo de un banco.

Cuando suben del sótano Paul Sycamore y Mr. DePinna se quedan encantados ante la noticia de que Poppins vaya a vivir con ellos, al menos una breve temporada. DePinna le advierte que él llegó un día a repartir hielo a la casa… y que lleva nueve años viviendo allí. A ambos les impresiona muy gratamente el juguete de Poppins y le invitan a visitar su taller de pirotecnia en el sótano.

12. Seguidamente,  Martin Vanderhof realiza con Penny su reflexión sobre los “ismos”, las ideologías que favorecen el enfrentamiento y la violencia, y que ya comentamos en la entrada anterior.

D) Un lenguaje creativo e igualitario para dos enamorados

13. A continuación Capra dará entrada a los personajes de Alice y Tony. También será de la mano de Rheba, que asimismo se ve que tiene una parte muy activa en la creación literaria de Penny. En efecto, la asistenta le sugiere que vuelva sobre su obra acerca de la guerra, que le gustaba más… y llama a Alice al trabajo para ayudar a la escritora a salir del atolladero: quiere preguntarle si ha estado alguna vez en un monasterio.

You Can´t Take it With You tiene un claro componente de secrewball comedy o de comedia de la igualdad. Alice y Tony proceden de familias de ambiente social muy distinto, lo que fuerza a que tejan su propio lenguaje de encuentro y donación. Las escenas que Capra dedica a representar esta relación están trabajadas con mucha delicadeza y, sin duda, le deben mucho a la calidad expresiva tanto de James Stewart como de Jean Arthur.

Alice levantando el teléfono con la boca
(Infografía)

Se miran embelesados en la mesa del despacho de Alice, que es la Secretaria de Tony, Vicepresidente de KIRBY AND COMPANY, mientras se acarician las manos. Suena el teléfono. Tony afirma: “Tengo una sensación muy extraña. Me parece oír un timbre en mis oídos”; Alice: “Yo también. Creí por un momento que era el teléfono”; Tony: “Sí. Escucho también voces que dicen: ‘Si no la besas pronto, eres un zoquete’”; Alice: “Si fuera realmente inteligente, podría contestar el teléfono sin tener que usar las manos”, Tony: “Vi hacerlo una vez en el circo”. Alice se inclina sobre la mesa y coge el auricular con la boca para atender. Es Rheba que le pregunta si ha estado alguna vez en un monasterio.

Alice le responde que no y le pregunta a su vez a Tony, quien da rienda suelta a su imaginación chistosa: “No, pero soy el tipo que quedó atrapado en una ocasión en una cueva”; Alice: “¿De verdad?”; Tony: “Sí”; Alice: “¿Y qué te ocurrió?”; Tony: “la cueva se derrumbó y no se ha oído de mí desde entonces”. La explicación disparatada es una expresión paradójica de la alegría que siente. Parece no querer tener pasado. Es lo que es con ella en este momento.

14. Pronto tendrán que pasar del sueño a la realidad. La cámara muestra el fondo del pasillo que llega hasta las dependencias de Tony. Su madre Mrs. Kirby (Mary Forbes), se encuentra con un empleado del banco, Mr. Hammond (Chester Clute). Cuando ella le dice que va a ver a su hijo Tony, Hammond le responde con ironía halagadora: “Es un hombre muy ocupado en la actualidad. Dudo que pueda verle”.

De regreso el plano a la conversación telefónica, Alice, a instancias de Tony, le dice a Rheba que no acudirá a cenar. Y añade: “Dile al Grandpa que le quiero como siempre… pero que un terrible y joven vicepresidente me tiene en su poder. Por supuesto que me estoy defendiendo, Rheba. Estarías orgullosa de verme pelear”. Pero, en realidad, está completamente acaramelada con Tony… Entre medias consigue ver a Mrs. Kirby, que ha hecho su aparición en el despacho, por lo que se levanta como movida por un resorte. Tony le saluda muy apurado. Vista la situación, Mrs. Kirby le indica que va a visitar un momento a su padre. Al salir se encuentra de nuevo con Hammond, quien sigue con su ironía: “Ocupado, ¿verdad?”; Mrs. Kirby, siguiéndole el juego: “Completamente”.

Alice se toma el asunto con humor resignado: “Adiós, Rheba. El techo se acaba de caer”. Cuelga y le dice a Tony: “¿Serías tan amable de darme la sección de anuncios del periódico?”. Mientras Tony le expresa su pesar, un empleado Bobby (Eugene Anderson Jr.) le solicita para confirmar unos cheques, lo que le obliga a salir del despacho.

15. Como contrapunto a la casa de los Vanderhof/Sycamore que es el lugar de la convivencia familiar, los Kirby parecen tener el centro de sus vidas en las oficinas del trabajo. Prueba de ello es el diálogo entre ambos esposos, en el que ella apenas consigue recabar unos instantes de la atención de A.P. Kirby. Mrs. Kirby: “No me importaría que este lo llevara así en su oficina, pero es que se está poniendo serio con ella”; A.P. Kirby: “Miriam, será más importante que el acero y las latas juntos”; Mrs. Kirby: “Me habló sobre ello durante horas la última noche”; A.P. Kirby, primero a su secretaria: “Conteste a esos” y luego a su esposa: “¿Quién?”; Mrs. Kirby: “Tony. Me habló durante horas sobre su secretaria. Me dijo que ella…” Llaman al teléfono y A.P. Kirby responde que no tiene intención alguna de hablar con Mr. Ramsey, su rival. Y le explica a su esposa con satisfacción que Ramsey se ha dado cuenta de su situación crítica y llama solicitando ayuda. Entre medias indica que hablará con Tony.

Mrs. Kirby, insistiendo: “Mientras tanto qué pasa con la chica… ¿De qué tipo de familia procede?”; A.P. Kirby: “¿Quién? ¿La secretaria?”. Mrs Kirby pierde la paciencia y se levanta indignada: “Sí. No el acero, ni las latas, ni Ramsey, ni…”; A.P. Kirby: “De acuerdo. No te pongas nerviosa. La chica es una estenógrafa. Los muchachos como Tony no se casan con estenógrafas”; Mrs. Kirby: “Anthony, tenemos que hacer algo con ella”; A.P. Kirby”: “De acuerdo, la despediré”; Mrs. Kirby, protestando: “No es un asunto de negocios. No puedes solucionarlo despidiendo a la chica”; A.P. Kirby: “De acuerdo, entonces no la despediré” … Y sigue atendiendo asuntos al teléfono.

La escena es pone de manifiesto las prioridades de cada uno de los cónyuges. A.P. apenas dedica un segundo a nada que no sean sus negocios. A Mrs. Kirby sólo le importa la posición social. La comunicación entre ellos es pobre: se respetan cada uno en su rol, pero no intercambian ni ideas ni sentimientos más profundos. Este tipo de relación interpersonal no puede ser un modelo adecuado para su hijo, al menos a partir de ahora, ya que está sinceramente enamorado.

16. La escena siguiente está llena de lirismo y buen humor. Alice acaba de terminar de escribir algo en la máquina, saca el papel y se pone el sombrero y el abrigo. Entra Tony de nuevo y al verla así señala: “No te estarás yendo, ¿no?”; Alice” Sí, pensaba que…”; Tony: “Tenemos una cita, ¿no te acuerdas?”; Alice: “Lo siento, lo olvidé”. Él comienza a desarrollar de nuevo su peculiar sentido del humor: “Sí, deberíamos discutir dónde vamos, ¿no crees? No podemos abandonar el edificio sin ningún lugar a donde ir. Esa es una idea muy mala”.

Salen del despacho de Alice y entran en el de Tony, que continúa: “Conocí a dos personas que hicieron eso una vez. Salieron del edificio. Tenían dudas, así que caminaron -le quita el abrigo- y caminaron, y finalmente murieron… de hambre. No querrás que nos pase algo así. Porque si eso sucediera…”- le quita el sombrero y se queda contemplándola…- “Estás tan preciosa. A veces estás tan preciosa que me quedo sin habla. Quizás no seas real. Quizás seas un fantasma. Estoy esperando a que desaparezcas. Mira, siéntate allí un momento -y ella lo hace-. Los fantasmas no desaparecen si están sentados -coge un jarrón con flores que está sobre una mesa y se lo acerca; luego vuelve a ponerlo en el mismo sitio, toma una rosa de tallo largo y se la va poniendo encima, como si de un cetro se tratase-. Ahora veamos”. Y añade mirándola: “Es un cuadro encantador”; Alice: “Tony”.

Tony: “Ahora, espera un minuto. No digas nada. Mira, fantasma. Anoche informé a esa airada señora que estaba en tu oficina… que me iba a casar contigo”; Alice, sorprendida: “No recuerdo que me lo dijeras a mí”; Tony: “Bueno, no me lo preguntaste”; Alice, inocente: “Eso es cierto, no lo hice”; Tony” No, pero ella sí. Hablé mucho, tanto que ella al final me dijo: `Lo próximo que espero oír es que te casarás con la chica’”. Y dije: “Sí eso es exactamente”. Reproduciendo la emoción del momento, da una palmada y se levanta, se mueve con las manos en los bolsillos, en un gesto característico de Jimmy Stewart. Alice: “¿Qué dijo ella?”; Tony: “Nada”; Alice: “¿Se desmayó?”; Tony: “No, encajó bien el golpe”.

Tony le hace ver que se acaba de declarar. Cogiéndola de las manos le reconoce que ha sido un poco torpe a la hora de plantearlo. Pero que, a pesar de la fama de ogros, que tienen sus padres, para él son como arcilla en sus manos, que desde pequeño le ha bastado gritar para hacerse con lo que quería. Para mostrar la práctica que ha adquirido al respecto, lanza un alarido. Entra el botones y vuelve a chillar, consiguiendo que se vaya asustado. Se abrazan y Tony añade: “Olvidé un pequeño detalle. Te amo, Alice”.

Alice y Tony se expresan en la intimidad de manera muy distinta a como lo hacen los padres de él. No desempeñan roles socialmente establecidos. Su relación está regida por reglas basadas en la igualdad

La relación entre Alice y Tony responde muy bien a las palabras de Simone Weil acerca del amor:

El amor tiene necesidad de realidad. ¿Hay algo más tremendo que descubrir un día que se ama a un ser imaginario a través de una apariencia corporal? Es mucho más tremendo que la muerte, porque la muerte no impide al amado haberlo sido.
Ése es el castigo por el crimen consistente en haber alimentado el amor con la imaginación.
Es una cobardía tratar de obtener de las personas que amamos (o desear darles) un consuelo distinto del que nos ofrecen las obras de arte, que nos ayudan por el mero hecho de que existen. Amando y siendo amado se propicia simplemente que esa existencia se vuelva mutuamente más concreta, se haga constantemente presente al espíritu. Pero debe estar presente como la fuente de los pensamientos, y no como su objeto. Si hay motivo para desear ser comprendido, no es por uno mismo, sino por el otro, con el fin de existir para él. (Weil, 1994: 63)

 

3. ENCUENTROS Y DESENCUENTROS ENTRE LOS DOS MUNDOS

A) Las aproximaciones entre los mundos

17. Una escena en la calle en la que Grandpa se encuentra con los vecinos, da una primera noticia de las repercusiones de los planes de Kirby sobre el barrio: todos están alarmados porque están recibiendo notificaciones para que se muden. Pero el anciano les tranquiliza: siendo propietario, no tiene ninguna intención de vender la casa. Y si es así, frenará el proyecto, que necesita de todas las parcelas, y ellos podrán seguir en sus lugares. Se percibe la existencia de una gran armonía y amistad entre el vecindario. Mientras, Blakely, acompañado de unos policías, les insta a emplear todos los medios para acosar legalmente a los Vanderhof, con la finalidad de que abandonen la casa.

18. Otro dato significativo para la trama sucede en el sótano. Poppins sugiere que los cohetes lleven como publicidad “Russian Revolution”. La propuesta es acogida con entusiasmo, pero lo que ellos toman como un simple motivo estético permitirá que más adelante sean acusados de “radicales”.

19. Penny y Essie advierten a Grandpa que la semana anterior recibió una carta del Gobierno de Estados Unidos. El abuelo no sabe para qué le habrán escrito.

20. Poppins sigue con ocurrencias. Le sugiere a Ed que imprima unos mensajes publicitarios en las cajas de los dulces que hace Essie y que él reparte por el barrio. El lema será: “Atento a la Revolución. Viene pronto”. Asimismo, repartirán banderas rojas: “Consigue tu Bandera Roja de Sycamore”.

21. Vemos a Alice por primera vez en la casa. Está feliz, radiante. Con la campana anuncia al pregonero. Da la noticia de que un joven se ha interesado por ella. Todos acuden menos el abuelo, que está en el piso de arriba. Se crea una gran expectación entre la familia y los amigos de Alice. Quieren que el novio se quede a cenar, pero Alice indica que deben ir más despacio. Además, por primera vez se muestra algo inquieta por las costumbres de sus familiares: les pide que no exhiban el primer día todos sus hobbies. Teme que se asuste.

Cuando les dice que se trata de Tony Kirby, todos reaccionan con admiración. Paul y Penny recuerdan lo rápido que se comprometieron, que bastó que se vieran una sola vez, y que lo mismo ocurrió con Essie y Ed. Este indica triunfalmente lo feliz que siente: “El equipo completo de fútbol de Alabama se habría quedado aquí también… si hubiese habido diez Essies”. Obviamente estas palabras encierran la idea de que el encuentro con el amor verdadero lleva rápida y felizmente a querer comprometerse.

22. En este mismo sentido, Granpa Vanderhof le pregunta a su nieta si están verdaderamente enamorada, mira sus ojos, pero sobre todo le pide que le conteste acerca de si se divierten juntos[13]. O mejor, que le confirme que vive con él algo misterioso que no tiene nada que ver con todo lo demás, que está más allá de la razón. Le cuenta su propia experiencia: “… cuando estaba cortejando a tu madre, me llevó dos años el declararme. ¿Sabes por qué? En el momento en que ella entraba en una habitación, las rodillas me temblaban. La sangre me subía a la cabeza y las paredes comenzaban a bailar. Dos veces me caí con un desmayo profundo”; Alice: ¿Por qué, Grandpa?”; Grandpa Vanderhof: “Sí, ella finalmente me lo sonsacó cuando estaba en la cama con 40 de fiebre… y en un estado de histeria. Cuando ella aceptó, la fiebre volvió a lo normal y pude levantarme de la cama. El caso se llevó a las revistas médicas como un fenómeno del momento. No había nada de fenómeno en ello. Estaba coladito por ella, eso es todo. Y nunca dejé de estarlo. Hasta el final, ella no podía entrar en una habitación, sin oír a mi corazón hacer bum, bum…”

(Infografía)

Cuando Alice le dice que le hubiese gustado conocerla y le pregunta cómo era ella, Grandpa le señala que se mire al espejo. Y añade: “Esta era su habitación, también. ¿Te has dado cuenta de la peculiar fragancia que hay aquí?; Alice:” Si. Pero no sabía lo que era”; Grandpa: “Era suya. Nunca se perdió de aquí. Ella tampoco. Todavía puedo escuchar el tintineo de su fina voz… y ver sus ojos sonrientes. Esta es la razón por la que he vivido en esta casa tantos años y por la que nunca podría mudarme. Sería como mudarme de Grandma…” Vanderhof nos da así, de una forma clara y rotunda, una de las claves -la más importante, sin duda- de por qué no es que no pueda, es que no debe vender una casa que se identifica con el profundo amor que sintió y sigue sintiendo por su esposa. El amor hace de una añosa vivienda algo sin precio.

Consciente del tono profundamente emocional que ha adquirido, Vanderhof corta la conversación y hace ademán de marcharle. Alice le hace un regalo: una armónica. Le dice que es por su cumpleaños, que, aunque no sabe cuándo es, siempre que siente el deseo de regalarle algo, considera que su aniversario es ese día. Ella le pregunta si le gustará Tony. Grandpa contesta que cualquiera del que Alice se enamore será bueno para él.

Cuando le dice que es un Kirby, Grandpa reconoce que es una familia muy estirada. Ella le dice que Tony ya se lo ha contado a su madre. El Grandpa le insiste en que se deje llevar por su felicidad.

Capra, magistralmente, ha contrapuesto las relaciones entre las dos parejas: la formada por Vanderhof y su esposa ya fallecida, y la constituida por los Kirby. En el caso de los Vanderhof, cada miembro de la pareja ve al otro, desde su libertad e individualidad, como el tú necesario para configurar el ‘nosotros’ que aspiran a ser. Los Kirby parecen ser meras piezas de una institución socialmente establecida, con roles prefijados.

B) Un intermedio en clave política: “La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en todo momento lo que considero propio” (Thoreau)[14]

23. Tanto la obra original de Kaufman y Hart como la película de Capra contienen un momento en el que el abuelo Vanderhof parece suscribir las tesis de Henry D. Thoreau. Pero hay una diferencia esencial: mientras la obra de teatro muestra al anciano como alguien que sistemáticamente ha evadido impuestos y que se libra de la sanción por una triquiñuela legal –pusieron su nombre a un anterior huésped que falleció sin saber cómo se llamaba realmente y le atribuyen la deuda al mismo-, en la película Capra y Riskin optan por presentar la escena como un ejercicio dialéctico con el que el abuelo se divierte a costa del empleado del Gobierno. Martin Vanderhof sólo estaba jugando con él. Con todo, el juego -como vamos a ver- pone de manifiesto las contradicciones en las que incurre un sistema hiperburocratizado que desatiende las necesidades de los más vulnerables.

La escena se desarrolla mientras están esperando la aparición de Tony en la casa de los Vanderhof/Sycamore. Suena el timbre, pero en lugar de ser el joven, es Henderson (Charles Lane), un miembro del Departamento de Hacienda, que acude a visitar al Mr. Vanderhof dado que no ha respondido las cartas que la Administración estadounidense le ha remitido durante años, reclamándole el pago de impuestos.

Antes de que pueda proseguir, llaman al timbre. Esta vez es Tony, y toda la atención se polariza hacia él y las consiguientes presentaciones. El joven destaca por su sencillez: no se pavonea de ser vicepresidente de la compañía. Más bien, se considera inmerecidamente remunerado, muy por encima de lo que hace. Penny no tiene reparo alguno en preguntarle por sus ideas acerca del matrimonio, por lo que recibe la recriminación de su esposo y de su hija Essie.

El inspector de Hacienda prosigue con su cometido acusando a Martin Vanderhof de no haber pagado nunca impuestos directos. El anciano lo admite y se justifica diciendo que la razón es sencilla: no cree en los impuestos. Henderson se indigna.

La atmósfera que habitualmente reina en la casa Vanderhof hace acto de presencia. Mr. DePinna aparece intentando probar un nuevo petardo. El abuelo lo retiene y le presenta a Tony. Mr. DePinna le pregunta si no ha leído en la prensa que su padre ha sido detenido. Tony, con paciencia, le contesta que sólo había ido a declarar como testigo a la Comisión de Seguridad. Ante su insistencia, Paul Sycamore se lo lleva de nuevo al sótano.

Henderson insiste en que Vanderhof debe 22 años de impuestos al gobierno. Ed intenta defenderlo diciendo que eso está ya prescrito, y Henderson contraataca preguntándole si él ha hecho la declaración. Cuando Ed señala que gana unos 85$ al año, Henderson le responde con un gesto despectivo.

Cuando el inspector de Hacienda vuelve a afearle la conducta, Vanderhof le plantea que, aunque estuviera dispuesto a pagar, no estaría seguro de lo que el gobierno iba a hacer con su dinero. Va desmontando los argumentos del empleado de Hacienda, con respecto a sostener el ejército, el Congreso, y el Tribunal Supremo, el Presidente, el comercio interestatal, la Constitución… Henderson desesperado insiste en la formalidad de la obligación: debe pagar como cualquier ciudadano.

Viendo cómo se han puesto las cosas, Ed comienza a tocar el xilófono, Essie a bailar y desde el sótano explotan petardos. Henderson asustado se marcha. Tony, que ha presenciado divertido la escena, le advierte a Vanderhof del riesgo que corre. Pero él le contesta, como hemos señalado, que se trataba tan sólo de un juego[15].

Thoreau
(Infografía)

Como ya hemos dicho anteriormente en una nota, hay autores que ponen las aserciones de Vanderhof -acerca del pago de impuestos y, en general, acerca de las relaciones entre Gobierno y ciudadanía- en línea con el pensamiento neoliberal.  Creemos que esta hipótesis es fácilmente refutable. Si por alguien está influido Capra al hacerle decir a Vanderhof que, antes de pagar los impuestos, quiere conocer las contrapartidas del Gobierno es por Thoreau -:

Acepto de todo corazón la máxima: “El mejor gobierno es el que gobierna menos” y me gustaría verlo puesto en práctica de un modo más rápido y sistemático. Pero al cumplirla resulta, y así también lo creo, que “el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto”; y, cuando los hombres estén preparados para él, ése será el tipo de gobierno que tendrán. Un gobierno es, en el mejor de los casos, un mal recurso, pero la mayoría de los gobiernos son, a menudo, y todos, en cierta medida, un inconveniente. Las objeciones que se le han puesto a un ejército permanente (que son muchas, de peso, y merecen tenerse en cuenta) pueden imputarse también al gobierno como institución. El ejército permanente es tan sólo un brazo de ese gobierno. El gobierno por sí mismo, que no es más que el medio elegido por el pueblo para ejecutar su voluntad, es igualmente susceptible de originar abusos y perjuicios antes de que el pueblo pueda intervenir. (Thoreau, 2010b: 411)[16]
¿Debe el ciudadano someter su conciencia al legislador por un solo instante, aunque sea, en la mínima medida? Entonces, ¿para qué tiene cada hombre su conciencia? Yo creo que debiéramos ser hombres primero y ciudadanos después. Lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que crea justo. Se ha dicho y con razón que una sociedad mercantil no tiene conciencia; pero una sociedad formada por hombres con conciencia es una sociedad con conciencia. La ley nunca hizo a los hombres más justos y, debido al respeto que les infunde, incluso los bienintencionados se convierten a diario en agentes de la injusticia. (Thoreau, 2010b: 413)
De este modo la masa sirve al Estado no como hombres sino básicamente como máquinas, con sus cuerpos… Al que se entrega por entero a los demás se le toma por un inútil y un egoísta, pero al que se entrega solamente en parte, se le considera un benefactor y un filántropo. (Thoreau, 2010b: 414-415)

 

Pero Vanderhof no comparte del todo las posiciones anarcoprimitivistas de Thoreau. Vanderhof puede no creer en un Gobierno que invierte buena parte del dinero de la ciudadanía en ejércitos y burocracia; pero él paga de todos modos sus impuestos porque piensa que lo primero deberían ser las personas y el Gobierno puede servir como un mecanismo de redistribución de la riqueza. Un mecanismo mejorable, pero, al fin y al cabo, un mecanismo que, en su forma democrática, presenta valores nada desdeñables. Vanderhof, en definitiva, tiene un sentido comunitario — mejor recogido por Capra y Riskin que por Kaufman y Hart (Kaufman & Hart, 1980)— que  atempera el individualismo de Thoreau y lo acerca más al personalismo comunitario de Mounier, como ya hemos desarrollado por extenso en la entrada anterior. (Mounier, 1976)

Por lo demás, queremos mostrar nuestro aprecio de que Capra se haga eco de Thoreau y presente a Vanderhof planteando sin tapujos las relaciones cuestionables entre Estado y ciudadanía, sobre todo en tiempos como los actuales en los que la presión de lo políticamente correcto acalla la voz de las personas y trata de que sean cómplices de claras injusticias. Para ello, lamentablemente, cuenta actualmente el Estado con una amplia batería de medios, en particular de comunicación de masas. Estos medios sirven sobre todo de amplificadores del miedo (Bourke, 2005), mostrando continuamente que la situación puede empeorar si se contradicen las políticas gubernamentales. Así se está logrando, entre otras cosas, que el común de la ciudadanía pierda su esperanza en un mundo mejor y vea un riesgo en el pobre[17] y, sobre todo, en el pobre emigrante y logre, de forma muchas veces inconsciente, su complicidad en las prácticas claramente inhumanas a que le somete (Cortina, 2017).

Conviene apuntar, por tanto, que la visión de la comunidad que plantea Capra con los Vanderhof/Sycamore no se queda confinada a las cuatro paredes de su casa. Es una manera de estar presente en la sociedad civil y y de situarse ante el Estado: es, en suma, una forma de vida vertebrada en torno a la defensa de valores intrínsecos de la persona humana como la libertad y el altruismo que nace del amor al otro (“que os améis unos a otros”), visto como un igual con el que cooperar.

(Infografía)

Ese mismo modo de ser tiene una raíz religiosa. Como hemos visto que señalaba el papa Francisco, quienes viven como lirios del campo se abandonan en manos de la Providencia y reconocen a Dios como su único Señor. Pero no como una consigna ideológica, sino como un trato de amistad, como una dulce conversación que acompaña la vida de cada día, con todas sus luces y sus sombras. Tanto la obra de teatro (Kaufman & Hart, 1980: 144) como el filme de Capra recogen aquí el momento para la oración que preside la reunión familiar en torno a la mesa. Grandpa Vanderhof:

Silencio, por favor. Silencio. Bueno, Señor. Aquí estamos de nuevo. Las cosas nos han ido bien en este tiempo y te estamos muy agradecidos. Parece que Alice va a casarse, y creo que ella será muy feliz… porque conocimos al muchacho que le has enviado y tiene muy buena apariencia. Recuerda, que lo sólo te pedimos continuar de este modo y que nos mantengas con salud… todo lo demás que pueda concernirnos lo dejamos en tus manos. Gracias.

Conviene destacar el sentido sobrenatural que Grandpa reconoce en el matrimonio: el que se va a casar con Alice es un don de Dios. En castellano hay un dicho castizo análogo, que expresa la confianza en Dios en dos acontecimientos cruciales de la vida: “matrimonio y mortaja, del cielo bajan”.

C) La receptividad hacia los valores de los Vanderhof: la liberación del miedo

24. En el coche de Tony, el joven expresa a Alice la admiración que le ha suscitado su familia: “Estaba pensando en tu familia. Vivir con ellos es vivir en un mundo que Walt Disney podría haber diseñado. Todo el mundo hace lo que le agrada, ¿no?”; Alice: “Sí, Grandpa comenzó con ello. De repente abandonó su trabajo un día. Él subía en el ascensor, bajó de nuevo y nunca más regresó. Podría haber sido un hombre rico, pero dijo que así él no habría tenido ninguna alegría… “. Y relata que comenzó a coleccionar sellos porque era lo más le gustaba, y que llegó a ganar dinero como evaluador de colecciones. Asimismo, que su padre se dedica a los fuegos artificiales porque tiene corazón de niño, que su madre aprovechó el envío equivocado de una máquina para comenzar a escribir obras de teatro…

(Infografía)

En lugar de ir al teatro van a un parque. Se sientan en un banco. Se besan con delicadeza. Y él le confiesa que sigue pensando en cómo le ha impresionado su familia: “Parece que, a su manera, cada uno ha encontrado lo que estaba buscando. La gente pasa la vida construyendo castillos en el aire… y entonces nada consiguen”. Alice le explica que lo que han conseguido es liberarse del miedo: “Deberías escuchar al Grandpa sobre ese tema. Sabes, él dice que la mayor parte de la gente hoy en día se deja llevar por el miedo… miedo por lo que comen… miedo por lo que beben, miedo por su trabajo, su futuro, su salud. Se asustan de ahorrar dinero y se asustan de gastarlo. ¿Sabes a qué tiene fobia? A la gente que comercializa con el miedo, asustándote con la muerte para venderte algo… Él nos enseñó así a no tener miedo de nada… y a que hiciéramos lo que quisiéramos hacer… que esto es un tipo de alegría, en cualquier caso”.

El miedo ha sido habitualmente el recurso del poder —de cualquier tipo de poder— para imponer sus prácticas sin oposición o, al menos, con la mínima oposición posible. La situación descrita por Alice es hoy en día infinitamente más grave: la gran explosión de los medios de comunicación desde mediados del siglo pasado ha hecho que uno de los primeros elementos en globalizarse fuera, precisamente, el miedo. Dice Sanmartín (2012: 154):

Los medios de comunicación, por razones que convendría analizar, no pueden negar su actuación decidida, primero, en la conversión de lo normal en riesgo y, segundo y sobre todo, en la propagación del miedo generado en otras esferas, llegando a producir en ocasiones un verdadero miedo global. Pienso que, precisamente, esa es una de las características del miedo, en particular, desde mediados del pasado siglo: hemos asistido a la globalización del miedo por causas distintas. Unas veces (durante la Guerra Fría, desde 1945 hasta el fin de la URSS entre 1989 —la caída del muro de Berlín— y 1991) ha sido el miedo a la devastación nuclear que podría llegar a producirse como consecuencia de un enfrentamiento militar entre el bloque occidental-capitalista, liderado por los Estados Unidos y el bloque oriental-comunista, liderado por la URSS. Otras veces ha sido el miedo a la amenaza difusa de un terrorismo desvertebrado verticalmente y organizado en forma de nube, paradigmáticamente representado por el terrorismo islamista de al Qaeda. Otras veces, como en el presente, es el miedo a la miseria como consecuencia de un crack económico de magnitud imponente.

Y prosigue este autor (Sanmartín, 2012: 154-155):

Si algo, por cierto, tienen en común estos miedos globales es que han conllevado un creciente recorte de derechos civiles sin que las víctimas, en su conjunto, reaccionasen en contra, presas del síndrome de indefensión condicionada. Se trata, en sentido estricto, de víctimas de violencia, porque sobre ellas se han ejercido acciones (o han dejado de realizarse acciones) plenamente intencionales con consecuencias dañinas.

No hay grandes diferencias entre lo dicho por este autor en 2012 y las palabras de Alice en un filme de 1938. Lamentablemente no hemos sabido hacer desde entonces de nuestra sociedad una casa en la que vivir como lirios del campo. Todo lo contrario.

Ciertamente Tony manifiesta su acuerdo con Alice, resaltando el coraje que se necesita para vivir así. Añade que él y un compañero suyo en la Universidad hubiesen deseado quedarse allí investigando sobre la clorofila… pero que no siguieron con su sueño por tomar opciones menos arriesgadas. En su caso, continuar con la saga familiar de banqueros propia de los Kirby.

La comunicación vuelve al romanticismo humorístico, cuando Alice le dice a Tony que lo que más le gusta de él es la nuca… Y que tuvo que acostumbrarse a verle la cara…

25. Irrumpen unos niños que tocan la armónica y les piden diez centavos por enseñarles a bailar “The Big Apple”. Acaban cediendo muy divertidos, hasta que un policía (Bruce Mitchell), con su sola presencia, les intimida y huyen. La escena sirve para mostrar el cambio del baile elitista al que tienen programado asistir en el teatro (el ballet de Montecarlo) por la expresión de danza popular. Además, Alice comienza el juego de ponerle en la espalda de Tony el cartel que llevaban los niños- que en una cara ponía “The Big Apple”, y en la otra “NUTS” (chiflados)-; éste se lo devuelve.

26. Cuando en la siguiente escena acudan a un restaurante de gran lujo, Alice seguirá llevando el cartel, lo que provocará risas entre los clientes. En el mismo, se encuentran cenando los padres de Tony con un noble inglés Lord Membrille (Robert Graves) y otras personas de alcurnia. Cuando se acercan a saludarles, la conversación discurre por la preocupación por los árboles genealógicos familiares.

«CHIFLADOS»
(Infografía)

Cuando ocupan su mesa de dos, Alice le expresa a Tony la preocupación que le suscita que sus padres la hagan de menos. Y cree que la única salida es que conozcan a su familia. Tony en un principio se opone porque cree que es una falta de respeto hacia ella. Le dice que cada vez que la mira se siente un hombre afortunado. Pero como Alice insiste, vuelve con su sentido del humor, y le confiesa que tiene unas irrefrenables ganas de gritar. Describe que le sube ese impulso por las rodillas, las piernas, el estómago, por la parte superior del cuerpo… y cuando cree que él va a gritar, a ella se le escapa un chillido. Para disimular lo sucedido, Tony se inventa que han visto un ratón. El pánico se apodera del restaurante. Tony y Alice aprovechan para marcharse, no sin antes dar una propina al encargado… y cuando se alejan, en la espalda de Alice se ve el cartel de NUTS…

D) El primer caos del primer encuentro entre las familias

27. En el plano se ven a los Kirby arreglándose para ir a cenar con los Vanderhof/Sycamore… A.P. protesta, pero su esposa le hace ver que comportarse de un modo razonable es lo único que favorecerá que Tony compruebe lo imposible de la situación.

28.- En la casa de los Vanderhof/Sycamore se ve a Grandpa tocando la armónica, a Penny escribiendo y a Donald poniendo la mesa. Ed le pide a Donald que mire por la ventana, pues cree que unos hombres le están siguiendo. Alice baja por la baranda y comienza a hacer los preparativos de la cena del día siguiente. Pide a todos que despejen el salón para dar la mejor impresión. Les agradece a todos su plena disposición a colaborar.

29. Los Kirby acuden en coche a casa de los Vanderhof/Sycamore. El padre protesta por tener que ir a esa cena, con lo ocupado que está. La madre se muestra más razonable y su hijo Tony se lo agradece. A.P. Kirby añade a su malhumor su preocupación por lo que va a cenar, dado lo delicado de su estómago.

 

(Infografía)

30. La actividad que reina en el salón comedor de los Vanderhof/Sycamore es algo más bulliciosa que de costumbre: Grandpa se entretiene jugando a los dardos; Mr. DePinna posa para que Penny termine el óleo que comenzó a pintar hace ocho años: el discóbolo -para ello se sube a un cajón de explosivos y va vestido de romano con falda corta-; Mr. Kolenkhov ensaya con Essie y Ed las Danzas Húngaras de Brahms; Rheba y Donald bailan en la cocina… En el punto álgido de la baraúnda… suena el timbre.

31. Cuando los tres Kirby entran en el salón, se dan cuenta enseguida de que no les estaban esperando. Peguntan si es demasiado pronto, y Grandpa Vanderhof confiesa que los aguardaban al día siguiente. Se sienten muy violentos en esta situación y achacan a Tony el despiste. Los Vanderhof/Sycamore procuran superar el imprevisto con un aire de naturalidad. Penny señala que estaban pasando una velada normal y les invita a cenar. Tras las presentaciones de rigor, Mrs. Sycamore llama a su hija para que baje “porque tenemos una gran sorpresa para ti”. Los Kirby continúan muy contrariados. Se les invita a quitarse los abrigos y sentarse.

Capra emplea en este punto un recurso expresivo muy eficaz. La mecedora en la que se sienta a A.P. le golpea en la nuca –en tres ocasiones-  y él pone un gesto de disgusto. Para solucionar la cena, encargan salchichas de Frankfurt, salmón en lata… y Donald sale corriendo hacia Murphy´s delicatesen, que, según explica Penny, se halla muy cerca. A pesar de los esfuerzos, todo incrementa la incomodidad de la situación.

Kolenkhov
(Infografía)

Alice, que ignora la presencia de los Kirby en su casa, baja alegre y espontáneamente las escaleras por la baranda. Se queda atónita cuando ve a los Kirby y le pregunta a Tony si no se acordaba de que la cena era al día siguiente. Se preocupa de que A.P. Kirby pueda cenar adecuadamente, pero, al oír que tiene dolores de estómago, Mr. Kolenkhov le augura que serán úlceras y que un amigo suyo murió a causa de ellas. Grandpa intenta salvar la situación haciendo ver que los rusos tienden a ver el lado oscuro de la vida.

Alice pide al Grandpa que converse con A.P. Kirby sobre temas económicos. El banquero pide permiso para fumar y Essie le presenta un encendedor estrafalario, que Capra volverá a usar en It´s a Wonderful Life. Tras poner cara de sorpresa, A.P. Kirby le dice a Vanderhof que la situación económica es mejor y que el paro es un tema emocional, no económico[18].

No continúa con el arriesgado argumento[19] porque Poppins ha irrumpido con una careta de morsa asustando gravemente a su esposa. A.P. Kirby le sugiere que avise antes de volver a aparecer así.

Cuando se saca el tema de los hobbies, Mr. Kirby señala que los suyos son los negocios. Pero su hijo le arranca la confesión de que una vez ganó de joven un concurso de armónica. El desvelamiento de este dato no es tampoco del agrado de A.P. Kirby.

Vuelve Donald, corriendo por el salón y dando el parte de lo que ha encontrado para la cena. Viendo la cara de Mr. Kirby, Alice se compromete a guisarle unos huevos y hacerle una ensalada, y Mr. Kirby lo agradece.

32. Tony le acompaña y le confiesa que no se ha equivocado, que han venido en el día que no tocaba para que su familia se hiciera una idea exacta de cómo es su familia. Lo ha valorado como un gesto de honestidad. Alice se desespera: con ese proceder no va a mejorar en la consideración de los padres de Tony, especialmente de su madre, que la seguirá viendo como una ladrona.

33. Mr. Kirby pone cara de satisfacción cuando Penny se asombre de que el hobby de Mrs. Kirby sea el espiritismo, algo que “todo el mundo sabe” que es un cuento y una tontería. Paul recrimina a su esposa su indelicadeza. Pero irrumpe Mr. Kolenkhov ponderando las virtualidades de la lucha romana. Mr. Kirby asiente y manifiesta que de joven lo practicó con éxito. El profesor ruso se anima a hacer una exhibición con él: lo levanta, lo carga a la espalda y lo golpea contra el suelo, rompiéndole las gafas.

Grandpa le recrimina la tontería y Tony sale corriendo de la cocina para socorrer a su padre. La situación ha llegado demasiado lejos. Los Kirby se retiran y Alice no quiera saber nada de Tony.

34. Ante de que puedan abandonar la casa, entra la policía. El jefe (James Burke) ordena que nadie salga del edificio. Mr. Kirby intenta que les dejen irse, pero los policías no acceden.

Acusan a Ed Carmichael de actividades subversivas. Penny disfruta la escena como si fuera una obra de teatro, y levanta el faldón de la chaqueta de un detective (Ward Bond) para comprobar que lleva pistola. Interrogan a Kolhenkov y a Poppins, que sale del sótano con una careta de simio. Bajan al sótano y encuentran los pasquines con alusiones a la Revolución Rusa y la bandera roja. Kirby dice a su hijo en voz baja que se trata de radicales.

Grandpa intenta convencerles de que no son ninguna amenaza política, sino que se trata de un juego. Hacen subir a todos los del sótano. Les comunican que están bajo arresto. A pesar de las advertencias de Mr. DePinna, no le dejan volver a bajar al sótano para apagar una mecha y se produce lo inesperado: los fuegos artificiales explotan y toda la casa se convierte en un espectáculo de fuego y luces. El caos está servido.

En medio de la confusión todos salen despavoridos y son llevados a comisaría en un furgón.

4. LA CÁRCEL Y LOS TRIBUNALES COMO LUGARES DE LA VERDAD

A) Dos modos de estar en la cárcel

35. La escena muestra una cárcel típica, con barrotes y muchos presos. La violencia de estar presos es vivida de manera muy distinta por los Kirby los Vanderhof. Para los Kirby es un ultraje; para los Vaderhof/Sycamore se trata de una ocasión magnífica para estar cerca de la gente con problemas.

Kolenkhov: “Como en Siberia… ¡Sólo que apesta!”; DePinna: “Fue impresionante sacarnos las huellas dactilares…”; Ed: “A Mr. Kirby no le gustó nada. Necesitaron tres hombres para asegurarlo”. Grandpa: “Ni un momento aburrido, es lo que digo, ni un momento aburrido”

Unos policías arrastran a A.P. Kirby: “Puedo caminar solo. Nunca escuché nada tan ultrajante en toda mi vida”. Policías: “Pare de decir estupideces”; A.P. Kirby: “Soy Anthony P. Kirby. ¿Me han oído?: Policías: “Y yo, George Washington”. A.P. Kirby: “Quiero un teléfono. Quiero llamar a mis abogados”; Policía: “Ya llamó dos veces, señor”.

Grandpa intenta interceder: “Pero se trata del Mr. Kirby, el banquero”. El policía se excusa: porque hay que esperar el turno. Lejos de agradecer el gesto a Grandpa y de aceptar sus disculpas, Kirby le recrimina: “¿Usted lo siente? Supongo que estará contento con todo esto”. Grandpa: “Después de todo, vinieron la noche equivocada”.

Kirby sigue protestando y amenazando si éxito. También le reprocha a su hijo haber causado lo que están pasando él y su madre. Grandpa saca la armónica y un preso manda callar a Mr. Kirby. Le dice a Grandpa: “Vamos a oír música. Vamos, dale, viejito”. Se crea una escena coral en la que todos los presos, menos los Kirby, bailan Polly Wooly Doodle[20].

La señora Kirby en la cárcel
(Infografía)

36. En la celda de mujeres Mrs. Kirby intenta conseguir sin éxito un lugar aparte. Cuando otras presas, al parecer mujeres de la noche, se acercan a ella, Alice intenta protegerla, pero ella rechaza explícitamente sus atenciones e, incluso, la acusa de no saber quedarse en su sitio.

  1. 37. De nuevo en la celda de hombres, Kirby enciende un cigarro de lujo, ante la mirada expectante de los otros presos. Como no le gusta, lo tira y se origina una pelea entre los que tratan de hacerse con la colilla. Capra ha pintado con crudeza al abismo que sigue existiendo entre los que ahora están físicamente cerca. Tony, a diferencia de su padre, comparte sus cigarros con otro preso (Kit Guard).

A.P. Kirby sigue con sus lamentos: “25.000$ por año en abogados y no aparecen cuando los necesito”. Sin reconocer dónde está, le pide a un policía: “Joven, podría traerme bicarbonato”. Éste le contesta con ironía: “¿De qué sabor?”

Intenta convencer a su hijo para que aprenda la lección, pero Tony se mantiene firme. Grandpa interviene en ese momento: “Con permiso, Mr. Kirby…Creo que no debería interferir en la vida de los jóvenes enamorados. Debería relajarse”. Kirby: “¿Relajarme? Viendo que me roban a mi único delante de mi nariz. Y siendo tratado como  un vulgar criminal… ¡Relajarme! ¿Sabe si lo diarios saben esto? Se hundirá el mayor negocio que he hecho en toda mi carrera.” Grandpa: “Deje de preocuparse. Conozco bien a mi nieta y.… sé que no se casará con Tony sin su bendición. Usted se preocupa solo de su gran negocio. ¿Y qué pasa si sale todo mal? ¿Si todos sus negocios cayeran ¿Podría ser una buena cosa para usted”; Mr. Kirby: “Usted está loco”.

(Infografía)

Grandpa intenta compartir con él su experiencia vital. Parece una pérdida de tiempo, pero el curso de la película mostrará que no es así: “Es posible, pero una vez fui parecido a usted. Y, una mañana, cuando subía con el ascensor… comprendí que no me estaba divirtiendo. Entonces, bajé y no volví más. Sí, señor. Fue hace 35 años”; A.P. Kirby: “¡Admirable!  Y, desde entonces, ¿no ha hecho nada más?; Grandpa: “¡Oh! Sí, sí. Pero solamente lo que quiero. Colecciono sellos, voy al zoológico, de vez en cuando toco mi armónica. Y me preparo para cuando la primavera llega”; A.P. Kirby: “Sería un estupendo país si todos… fueran al zoológico y se quedarán tocando la armónica.

Grandpa trata de empatizar con A.P. Kirby. Es el momento en el que plantea la clave que sirve de título a la película en inglés: “Usted tocaba, cuando era joven Tony lo dijo. Quizá debería tocar de nuevo. Tal vez abandonará esa manía desesperada de… ganar dinero que usted no tiene tiempo para gastar. Del mundo nada se puede llevar uno consigo (you can´t take it with you)[21], Mr. Kirby. ¿De qué sirve todo eso? En mi manera de ver, la única cosa que queda… es el amor de nuestros amigos”. Kirby, con palabras amargas: “¿Por qué no se va y consigue un púlpito en otro lugar?”; Grandpa: “Discúlpeme”.

38. Aparece Mr. Blakely al otro lado de la reja. Es él quien ha conspirado para presionar a Mr. Vanderhof, y ahora le ofrece ayuda para ablandarlo. Pero el anciano se resiste: “Pierde el tiempo, Mr. Blakely. No tengo el más mínimo interés en vender mi casa”.

Cuando Kirby se apercibe de lo que ha ocurrido, se lo recrimina a Blakely y le insta a que busque a sus abogados. Él se excusa con que ni soñó que pudiera tener relación con esa gente.

Grandpa se ríe de que Kirby haya caído en su propia trampa. Pero el banquero le acusa de haber utilizado a su hijo para obtener información. Y le amenaza con que ahora va a conocer su modo de actuar. Kolenkhov, que ha presenciado estas palabras, le espeta que no es un hombre de negocios, sino un león en la selva. Kirby lo acepta; indica que, por ello, está en la cumbre y no es escoria como los que están allí. Se producen murmullos de indignación.

Grandpa llama a Kirby idiota, un estúpido idiota. Kirby: “No puede dirigirse así a mí”; Grandpa: “Claro que puedo, Mr. Kirby. ¿Somos escoria? ¿Por qué se cree superior a los demás? ¿Por su dinero? Si piensa así, es un tonto, Mr. Kirby. Y es más pobre de todos esos a los que llama escoria. Porque le garantizo que ellos tendrán varios amigos. Cuando usted, con su selva y sus garras… termine con su existencia no habrá nadie a quien pueda llamar amigo. Usted se puede creer un gran hombre, Mr. Kirby, pero para mí…usted es un fracaso. ¡Fracaso como hombre, como ser humano, y hasta como padre! Cuando llegue su momento, nadie derramará siquiera una lagrima. Todos dirán: «Buenos vientos lo lleven».  Adorable perspectiva. Espero que disfrute. Espero que encuentre algún bienestar en esas monedas sobre las que usted ha estado sudando”.

Grandpa se detiene. Kirby, de espalda a la cámara, mira a través de las rejas de la cárcel. El anciano Vanderhof se mesa el cabello y rectifica: “Lo siento, Mr. Kirby… hace más de 30 años que no perdía la cabeza así. Creo que no tenía derecho a decirle todo eso. Ojalá me hubiese dicho que me metiera en mis cosas. Si hay una forma de retractarme… Puede ser que sí. ¿Quiere quedarse con mi armónica? –y se la mete en el bolsillo sin que Kirby se dé cuenta- Es nueva. Es de buena calidad. Tal vez quiera arriesgarse a  tocarla, algún día… A fin de cuentas, ¿Quién soy yo para criticar a nadie?”

Un policía interviene: “Todos afuera. El tribunal va a entrar en sesión”.

Unos años después, 1943, Simone Weil desarrollaría una penetrante reflexión sobre la igualdad como necesidad del alma, perfectamente convergente con el sentido de la igualdad humana que acaba de expresar Capra por boca del abuelo Vanderhof:

La igualdad es una necesidad vital del alma humana. Consiste en el reconocimiento público, general y efectivo, expresado por las instituciones y las costumbres, de que a todo ser humano se le debe la misma cantidad de respeto y de consideración; porque el respeto se le debe al ser humano como tal, y en esto no hay gradaciones.
Por tanto, las inevitables diferencias entre los hombres jamás deben implicar un diferente grado de respeto. (Weil, 2014: 26)

B) Dos modos de comparecer ante un tribunal

39. En la entrada de la comisaría los diversos abogados de Kirby se van personando. Los periodistas caen en la cuenta de quién ha sido detenido y quieren acceder a la sala a toda costa.

40. Preside la sesión un juez con gran humanidad (Harry Davenport). Se le ve suspender la condena de 30 días a un joven si promete volver a Kansas con sus padres.

El alguacil le sugiere juzgar en ese momento el caso Vanderhof porque uno de los implicados es A. P. Kirby. Le informa que la acusación es de desorden y de fabricar fuegos artificiales sin autorización. Cuando el juez ve tanto público en la sala cree que es a causa de Kirby, pero le informan que son amigos de los Vanderhof. Juez: “No sabía que alguien tuviera tantos amigos”. Asimismo, se alegra de que la prensa no sepa lo de Kirby.

Cuando acceden a la sala, los amigos saludan a los Vanderhof de manera entusiasta. Por el contrario, en el caso de Mrs. y Mrs. Kirby pasan desapercibidos, salvo para sus cuatro abogados. El juez señala que resulta halagador que haya tanto talento jurídico reunido para un caso menor.

Ante la acusación de perturbar la paz, sus abogados comunican que los Kirby se declaran inocentes. En cambio, Grandpa se reconoce culpable.

El juez lo acepta y suspende la sentencia. En cambio, con respecto a la fabricaciónilegal de explosivos, sintiéndolo mucho, tiene que multarlos con 100 $.

Kirby hace una señal a sus abogados para hacerse cargo de la misma, por motivos de caridad. Pero el abuelo no lo acepta. Y sus amigos rápidamente pasan un sombrero para recolectar esa cantidad. El gesto de solidaridad es tan emocionante, que hasta el juez contribuye con una moneda. Y manifiesta que Mr. Vanderhof, es un afortunado por tener tantos amigos.

El juez está dispuesto a retirar a los Kirby la acusación de perturbar la paz, siempre y cuando expliquen lo que hacían allí. Tony señala a su madre que la han pillado. Los padres intentan no responder y Grandpa sale en su ayuda, señalando que Mr. Kirby había ido a verle para proponerle la venta de su casa. Que fue una visita de negocio.

Pero Alice ya no aguanta más y declara que fueron a su casa para ver si su familia era digna de su hijo. Tony lo confirma. Pero Alice ya no quiere verle. La declaración de la joven provoca un revuelo entre los periodistas que han conseguido entrar en la sala. La madre se desmaya. Alice sale corriendo. Tony saca a su madre en brazos, entre los abucheos de los amigos de los Vanderhof.

5. EL CAMINO DOLOROSO DE LA RECONCILIACIÓN

41. Al día siguiente, la prensa se hace eco de lo ocurrido: CENICIENTA RECHAZA AL NOVIO. ALTERCADO EN LOS TRIBUNALES. DESCUBIERO EL SECRETO. Foto de Tony: SUPLICA; foto de A.P. Kirby: ECHA CHISPAS; foto de Mrs. Kirby: SE DESMAYA. Y el último indica: CENICIENTA HUYE DE LA CIUDAD.

Planteada así la situación de conflicto extremo, Capra describe a partir de este momento el doloroso camino de la reconciliación que pasa  por el hecho de que cada uno de los protagonistas, especialmente los principales, entren en sí mismos: analicen sus conductas y reflexionen sobre sus defectos. Ya no sirven los modos con los que han venido actuando hasta ahora.

La casa de los Vanderhof/Sycamore ha dejado de ser un hervidero de actividad bulliciosa. Todos echan de menos a Alice, cuyo paradero desconocen. La extrañan tanto que ya no se ocupan de sus hobbies habituales, sino que están sentados junto a la mesa, con gesto melancólico, reforzado por la banda musical del filme. Acude Tony y cuenta todo lo que ha hecho para encontrarla (policías, detectives…) sin éxito. Le indican que es mejor que no siga así, que ella no lo quiere ver, y que lo mejor es que se vaya. Se compadecen del muchacho.

Llega el abuelo con una carta de Alice, que entrega a Penny para que la lea, y la madre lo hace a golpes: «Estaba tan infeliz y confundida, que necesitaba hacer algo para mejorar.» “Espero que lo comprendan”. “Aquí, tengo paz para reflexionar.» «Ahora veo que lo de Tony y mío era imposible.» «Mrs. Kirby tenía razón. Debería haberme quedado en mi sitio.» «No estés preocupada, mamá, voy a superarlo.» “Pero, queridos míos, os echo mucho de menos” “No sé cómo puedo soportarlo.» «Anoche lloré hasta dormirme. Eso ayudó un poco.» «Pero, esta mañana, cuando me desperté y vi que no estaba en mi cama…”

Penny ya no puede seguir leyendo.

Su esposo toma el relevo, mientras se ven planos de Grandpa frotándose la barba de modo reflexivo: “Quería volver corriendo a casa.» «Pero ¿cómo regresar, si lo que quiero es olvidar?» “La prensa, Tony y un millón de otras razones me lo impiden.» «Perdonadme queridos.»  «Prometo que escribiré todos los días, hasta dos veces”. “Por favor, cuidaos mucho”. “No permitan que les pase nada”. «Con todo mi amor… Alice.»

Grandpa toma una determinación. Llama a Blakely y vende la casa. La casa sin Alice está vacía: Alice es, a ojos de Vanderhof, el reflejo de su gran amor, de su mujer fallecida. Sin Alice la casa pierde su valor y pasa a tener simplemente precio (25000$). Vanderhof se resigna también a que el vecindario tenga que mudarse. No puede resistir más porque su vida ha dejado de tener sentido.

Alice, Tony y Grandpa han ido tomando sus decisiones en solitario. Alice ha tomado la determinación de plegarse a los roles tradicionalmente establecidos y ocupar su sitio. Tony, aunque enamorado, no tiene ante sí otra perspectiva que la del olvido. Vanderhof se siente perdido, sin la guía de su existencia. Todos han cambiado. Sólo queda A.P. Kirby.

42. Y también se produce. A.P. no participa de la euforia de sus socios y abogados. Sólo en la sala de juntas, con los retratos de sus antepasados, parece meditar. Lanza la armónica que le regaló Grandpa a lo largo de la mesa.

43. Sólo le anima la posibilidad de hacer a su hijo presidente de la corporación creada. Esto choca con los planes de sus socios, pero consigue imponer su criterio.

44. Aparece Ramsey, su rival derrotado, perdido, arruinado. De espaldas a la cámara, con la fina voz del actor que lo encarna, H.B. Warner, pronuncia un discurso amargo y conmovedor, con muchas resonancias de lo que escuchó del Grandpa en la cárcel:

Creí que vendría aquí para implorarte piedad. Pero, ¿basado en qué? Lógicamente no por la amistad. Algunos años atrás, esto hubiera sido posible, pero tú destruiste los lazos, uno por uno. Mírame. Mañana, el mundo leerá que Ramsey está quebrado. ¿No estás feliz? Muchos se suicidarían por menos, pero, yo te voy a ganar: percibí de repente que no tenía nada que perder. El dinero jamás me dio un momento de sosiego. Y me alegra decir, que lo mismo te pasará. A pesar de tus victorias. No te puedes apoyar en tus impulsos y sobrevivir. Estás borracho de poder, pero vas a caer bajo él. Ese es nuestro destino. ¿Sabes lo que te pasará, Mr. Anthony P. Kirby? Pedirás ayuda y verás que estás solo en el mundo. Desesperado descubrirás que a nadie le importas. Porque yo lo sé. Fue lo que me paso a mí y lo que te ocurrirá a ti. Es lo que siempre sucede a los hombres como nosotros. Está por venir…

No puede continuar porque se desvanece. Un secretario de Kirby le ayuda a salir. Los socios de Kirby critican duramente a Ramsey. Pero A.P. Kirby guarda silencio. Dice a los demás que se adelanten al lugar de la firma de la nueva corporación. Coge la armónica.

45. Por una puerta lateral recibe la visita de su hijo. Mientras A.P. se deleita ante el ofrecimiento que va a hacer a Tony de que sea el presidente de la nueva realidad pujante, su hijo viene a comunicarle que se retira, que ha dimitido. Había aguantado en su puesto por si Alice regresaba. Pero como ahora ya está seguro de que ella no volverá, ya no tiene sentido seguir. No le gusta el mundo de los negocios. Respeta que a su padre sí le guste, pero él quiere hacer otras cosas, como recuperar la investigación que comenzó en la Universidad. A.P. se ríe con suficiencia. Pero Tony continúa: echa de menos que no hablaran más entre ellos como en otros momentos anteriores. Le expresa que desea que estas conversaciones puedan volver a darse en el futuro. Se despide, porque ya no estará en casa cuando su padre regrese por la noche.

Nada más irse Tony, A.P. Kirby recibe la noticia de que Ramsey ha muerto de un infarto en los lavabos.

Como en su día le contara que hizo Grandpa, sube a continuación en el ascensor. Y cuando todos sus socios le reciben con aplausos, pide que lo bajen, a pesar de las protestas de sus socios y aliados. Cruza el vestíbulo, mientras sus empleados le preguntan si algo va mal.

46. Se ve la casa de los Vanderhof. En ella ya hay un inconfundible ambiente de mudanza. Aguantan el tipo, pero todos tienen la sensibilidad a flor de piel. Aparece Tony Kirby y saluda a Grandpa. Le pide una vez más que le diga dónde está Alice, pero el abuelo se resiste a ser un delator. Tony explica que ha dejado su trabajo y que quiere viajar, pero que ama a Alice y que cree que ella también le ama. Por lo que todo resulta ridículo. Grandpa le hace ver: “Puedo entender eso… sólo que no vas a casarte conmigo. Tu novia es Alice”; Tony: “Tal vez tenga razón. Pensé que podría tener una oportunidad. Hice todo mal, ¿verdad? Bueno, adiós señor”; Grandpa: “El problema con los jóvenes de hoy, es la falta de imaginación. Simplemente no usan la cabeza”; Tony: “¡Haré cualquier cosa que me diga!”; Grandpa: “Quieres hablar con Alice, ¿no? ¿Y nosotros no podemos decirte dónde está? Tenemos un baúl que tenemos que enviarle allí arriba.”; Tony: “No necesitas decir ni una palabra”.

Pero antes de que haga nada, aparece Alice. El gesto sólo ha expresado –y es muy relevante- que Grandpa sigue aprobando la relación.  La joven ha oído la noticia de la venta, y quiere evitar que el abuelo abandone la casa, y, con ello, a la abuela. Y además que deje ya sin esperanza a los vecinos del barrio. Pero Grandpa asume las consecuencias de su decisión. Cuando Alice se encuentra con Tony, le recrimina que los Kirby ya tengan la casa que necesitaban. No quiere ni escucharle y sube corriendo las escaleras hasta su habitación, dejando fuera al muchacho.

47. Rheba comenta en la cocina: “Pobre, abuelo… estaba en su cuarto, miraba una foto de la abuela y lloraba… Se quedó serio cuando vio que lo estaba mirando y me tiró algo”. Donald se alegra de saber que a donde van también hay asistencia social. Penny intenta tener el ánimo elevado, pero se hunde cuando tras explotar el último petardo, vuelve a caer el letrero de “Home, Sweet Home”. Grandpa protesta: “Ya he escuchado demasiados lamentos en un día”.

En ese momento se produce la escena que hemos narrado al comienzo de esta entrada, y que ahora vamos a completar con algunas de las expresiones que se emplean. A.P.  Kirby: “¿Le importa si entro?”; Grandpa: “Claro que no. Póngase cómodo. No estamos preparados para recibir visitas, pero…”; Penny Sycamore, al joven que pasaba por allí: “Donald, por favor una silla para Mr. Kirby”; Grandpa: “Dame, por favor, ese banquito. Gracias”.

Kirby: “Mr. Vanderhof, ¿podría ser en privado?”; Grandpa: “Claro, Penny…Gracias”. Unos vecinos miran a distancia y preguntan a Penny, que responde: “No sé, quiere hablar con el abuelo”; Kirby: “Un día usted me dijo, que era un gran fracasado como padre”; Grandpa: “¡Oh! Eso…”; Kirby: “pero lo soy. Tony me ha dejado, y tal vez nunca vuelva…”; Grandpa: “Mr. Kirby, está comenzando a sentirse como un ser humano.”; Kirby: “Mire, usted sabe de estas cosas, que yo desconozco. Necesito un consejo. Pagaría una fortuna si fuese necesario”; Grandpa: “Para empezar, pare con eso de solo pensar en el dinero. ¿Sabe lo que hago cuando tengo grandes problemas? Toco mi armónica y todo se esclarece. Y todo se resuelve como por encanto; Kirby: “Por favor, no bromee sobre esto”; Grandpa: “No estoy bromeando. Usted me ha pedido un consejo, y se lo estoy dando. Creo que, si tocamos juntos, a dúo, todo puede suceder. ¿Ha traído su armónica?”; Kirby: “Bueno, yo…”; Grandpa: “Oh, sí, ¡Genial! Vamos a tocar juntos… Bien fuerte, y esperemos las sorpresas que vendrán. Veamos, ¿qué podemos tocar? ¿Conoce… Polly Wolly Doodle? Casi le enloquecimos con ella aquel día, ¿se acuerda? Usted la conoce, claro que la conoce. Vamos, vamos a tocar. Bien fuerte ahora… ¡y a moverse!”

Un final feliz, con Lionel Barrymore, James Stewart, Jean Arthur and Edward Arnold.
(Infografía)

El resto de la escena ya la hemos comentado. Sólo nos queda referirnos a algunos pequeños detalles de júbilo y a la última oración que pronuncia Grandpa. Cuando ya ha dado su consentimiento a su hijo y a Alice, Kirby ve a Kolenkhov y le dice: “Mi amigo el luchador ruso, ¿eh?”, y le devuelve la llave. El profesor desde el suelo no puede más que decir, magnífico, magnífico, mientras Kirby se ríe a gusto, y le gradece el cumplido.

Mrs. Kirby aparece preguntando por su hijo, y le anuncian que se va a sorprender. Cuando ve a su marido, él la anima: “Hola, Madre, Vamos. Baila tú también The Big Apple. Mr Sycamore, ¿le puede enseñar cómo bailar The Big Apple? Vamos, ¿por qué no?”. Mrs. Kirby se desmaya y Kolenkhov la sujeta y le abanica.

Para la oración Grandpa pide atención:

Silencio! ¡Silencio, por favor! Bueno, Señor, aquí estamos de nuevo. Tuvimos un tiempo con problemas, pero ya ha pasado lo peor. Por supuesto, los fuegos explotaron, pero no podemos culparte a ti por ello. De todos modos, cada cosa ha vuelto a estar bien como generalmente solía. Alice va a casarse con Tony.  Mr. Kirby, que ha resultado ser una buena persona, nos ha vuelto a vender la casa… y probablemente olvidará todo lo relacionado con los grandes negocios durante una temporada. Nadie en nuestro barrio ha tenido que mudarse. Y sabiendo tratarla… creo que podremos hacer cambiar a Mrs. Kirby con un poco de tiempo. Todos tenemos buena salud, y todo lo demás que pueda concernirnos lo dejamos en tus manos. Gracias

Grandpa: “Comencemos, Rheba”; Kolenkhov, le da una fuerte palmada a Miss Kirby en la espalda y le dice al oído: “Eso se consigue con dos lecciones fáciles, Mrs. Kirby”. Grandpa: “Comed a discreción”; Rheba; “Espero que le guste, Mr. Kirby”.

Por fin, las dos familias forman una sola. Las barreras han caído. Los caminos de esperanza alcanzan a las personas que pierden el miedo y desde ahí generan familia y comunidad.

6. UNAS REFLEXIONES PARA CONCLUIR

De una manera muy provocativa, Simone Weil señalaba:

Un idiota de pueblo, en el sentido literal de la palabra, que ama realmente la verdad, aun cuando tan solo emitiera balbuceos, es en cuanto al pensamiento infinitamente superior a Aristóteles. Está infinitamente más próximo a Platón de lo que Aristóteles lo haya estado nunca. Es un genio, mientras que a Aristóteles solo le conviene la palabra talento. Si un hada le propusiera cambiar su suerte por un destino análogo al de Aristóteles, lo sabio, por su parte, sería rechazarlo sin dudar. Pero de todo eso no sabe nada. Nadie se lo ha dicho. Todo el mundo le dice lo contrario. Hay que decírselo. Hay que alentar a los idiotas, a la gente sin talento, a la gente de talento mediocre o apenas superior a la media y que son genios. No hay que temer que se vuelvan orgullosos. El amor a la verdad siempre está acompañado de humildad. El genio real no es más que la virtud sobrenatural de la humildad en el dominio del pensamiento. (Weil, 2000: 31)

Aunque la expresión “idiota” nos resulte insultante y prefiriríamos que se hablase  de “un inocente”, “alguien sencillos”, o, simplemente, “un pobre” lo realmente sustantivo de la misma es la calificación: “que ama realmente la verdad”. La película de Capra ha sabido llevar más allá la obra de Kaufman y Hart para hacer de la misma una propuesta de esperanza, de confianza profunda en “lo sagrado de las personas concretas”, en expresión también de Simone Weil.

Los Vanderhof/Sycamore tienen ese toque genial que encuentra su prueba de contraste en la escena de la cárcel. El respeto profundo ante quienes en la vida experimentan la parte más dura (la desgracia) es la condición indispensable para ver las cosas en su autenticidad (la verdad). “Hay una alianza natural entre la verdad y la desgracia, porque una y otra son suplicantes mudos, eternamente condenados a permanecer sin voz ante nosotros” (Weil, 2000: 32) Por eso la fraternidad que desarrollan con los presos, que contrasta con la triste altanería de los presos, es un acto de profunda justicia y de altanería.

En el apartado “La persona y lo sagrado” de sus “Escritos de Londres”, (Weil, 2000: 17-40), Simone Weil denuncia un personalismo que olvidara la superioridad de la persona concreta, en su pobreza y su misterio, en su desgracia, sobre lo colectivo. O también, la verdad del pobre y el oprimido frente a la falsedad de la construcción de un concepto general de persona.

La ventaja del personalismo fílmico es que es inmune ese olvido. La gran lente de la pantalla muestra a cada ser humano, a cada persona concreta, en su vulnerabilidad y su pobreza, pero también en su grandeza. No presenta a una persona formalmente correcta, sino a un ser humano de carne y hueso con sus defectos y sus virtudes. Muestra un ser humano igualado a cualquier otro en dignidad y valor: el valor que nace de su libertad y capacidad de amar al otro sin contrapartidas. Ninguna persona qua persona es superior a otra, aunque socialmente se establezcan jerarquías basadas en lo accidental. Eso es lo que las escenas en la cárcel ponen de manifiesto: allí  Mr. y Mrs. Kirby, aunque se sientan miembros  de un mundo superior, son, como seres humanos, simplemente como los demás y, para así asumirlo, tendrán que pasar -en expresión de Cavell- por un proceso de reeducación que les permita captar lo esencial de la vida humana: por muchas riquezas que atesores, no podrás llevártelas contigo cuando te llegue la hora.

Capra, Barrymore y Arthur: creando equipo.
(Infografía)

 

El cine personalista no se vale de efectos especiales para disfrazar lo humano, para transformar la realidad personal de carne y hueso en una réplica de plástico o silicona[22]. Como el respaldo de la mecedora golpeando en la nunca de Mr. Kirby, parece estar repitiendo siempre el mismo aviso: “recordad que no sois más que seres humanos”. Pero se trata de un recuerdo con tono inequívoco de esperanza: para ser persona, en el sentido estricto del término, no olvides que debes dejar de lado miedos respecto del futuro; sólo así, podrás seguir percibiendo abiertas las puertas hacia la esperanza, hacia un mundo esperanzador que únicamente  podremos construir ‘tocando juntos la armónica’: empatizando y viendo al otro como el complemento ideal para interpretar al unísono la melodía de la vida.

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NOTAS

[1] Un gesto que se entenderá mejor si se atiende a lo explica Jacinto Choza: “El lenguaje hablado en su forma predicativa y en su forma escrita actual, son muy limitados para expresar los movimientos y los ritmos de las realidades el cosmos y de las comunidades humanas, y mucho más limitados aún para expresar la sintonía y la comunión actual de los individuos con la comunidad humana y con el cosmos. La concordancia de los movimientos y ritmos del cosmos con los de los humanos se expresa mejor con la mímesis corporal, a saber, moviendo los organismos individuales sincronizados entre sí y en sintonía con los acontecimientos del cosmos.” (Choza, 2013: 50)

[2] Es importante no perder de vista que Alice es la secretaria de Tony Kirby y que ambos están muy enamorados.

[3] Ese mundo, tan duramente criticado por Capra, es un calco del construido sobre planteamientos neoliberales. Resulta curioso que haya críticos cinematográficos que vean en Capra -y, en particular, en este filme- claros signos de defensa del liberalismo. Es cierto que Vanderhof, en un momento de la película, dice no creer en los impuestos y que se manifiesta en contra de que sea el Estado el redistribuidor de la riqueza frente al hecho de que sean los ciudadanos los que libremente gestionen y decidan qué hacer con sus ingresos. Pero pensamos que quienes ven en estas aserciones y creencias manifestaciones próximas a Hayek o Friedman no han comprendido el mensaje de Capra. Este director lo que quiere es, en primer lugar, poner a la persona y no a la maquinaria del Estado en el centro de la atención social y, en segundo lugar, defender el bien común por encima de la búsqueda individualizada del beneficio. Vanderhof, pese a su crítica de los impuestos, los ha pagado siempre. Sus palabras sólo pretenden poner de manifiesto que el dinero de los ciudadanos no debería servir para engrandecer la máquina burocrática, sino para mejorar los servicios sociales. Capra no era un neoliberal, como tampoco era un marxista: era un personalista y, en consecuencia, un tercero entre los extremos. Eso es lo que ignoran quienes (cfr. https://www.elmundo.es/cultura/2016/12/23/585d4870ca474108398b45c4.html) dicen que Capra estaba situado cerca de la izquierda, aunque a la vez parece que votaba a los republicanos.

[4])En el sentido que da Francesco D’Agostino a esta expresión: “las tesis que defiendo en este libro son muy pocas, fácilmente identificables y también fácilmente resumibles: la «intrínseca contextura familiar» es una dimensión constitutiva del ser del hombre, ya que sólo gracias a la experiencia de esa su índole familiar el hombre adquiere su identidad subjetiva; contextura familiar y contextura jurídica son, en su principio, dimensiones recíprocamente relacionadas; la experiencia de su carácter familiar vive al ritmo de las generaciones y sólo puede ser entendida si se tiene en cuenta la importancia absoluta de la temporalidad a la hora de comprender el ser del hombre; la dialéctica de los sexos es siempre, en su principio, conyugal, puesto que se proyecta en el horizonte de la universal fraternidad humana; el amor conyugal, más allá de la ceguera de las pulsiones subjetivas, se relaciona estrechamente con la libertad, en el modo en que el hombre puede conocerla” (D’Agostino, 2002: 14

[5]Cfr.  Filosofía personalista en la filmografía de Frank Capra: matrimonio y la crisis económica, https://proyectoscio.ucv.es/actualidad/12188/

[6]El motivo por el que se precisan los doce bloques y no bastan once es algo que en el filme no queda claro.

[7] Francisco completa así la reflexión: “Un corazón ocupado por el afán de poseer es un corazón lleno de este anhelo de poseer, pero vacío de Dios. Por ello Jesús advirtió en más de una ocasión a los ricos, porque es grande su riesgo de poner su propia seguridad en los bienes de este mundo, y la seguridad, la seguridad definitiva, está en Dios. En un corazón poseído por las riquezas, no hay mucho sitio para la fe: todo está ocupado por las riquezas, no hay sitio para la fe. Si, en cambio, se deja a Dios el sitio que le corresponde, es decir, el primero, entonces su amor conduce a compartir también las riquezas, a ponerlas al servicio de proyectos de solidaridad y de desarrollo, como demuestran tantos ejemplos, incluso recientes, en la historia de la Iglesia. Y así la Providencia de Dios pasa a través de nuestro servicio a los demás, nuestro compartir con los demás. Si cada uno de nosotros no acumula riquezas sólo para sí, sino que las pone al servicio de los demás, en este caso la Providencia de Dios se hace visible en este gesto de solidaridad. Si, en cambio, alguien acumula sólo para sí, ¿qué sucederá cuando sea llamado por Dios? No podrá llevar las riquezas consigo, porque —lo sabéis— el sudario no tiene bolsillos. Es mejor compartir, porque al cielo llevamos sólo lo que hemos compartido con los demás.

La senda que indica Jesús puede parecer poco realista respecto a la mentalidad común y a los problemas de la crisis económica; pero, si se piensa bien, nos conduce a la justa escala de valores. Él dice: «¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido?» (Mt 6, 25). Para hacer que a nadie le falte el pan, el agua, el vestido, la casa, el trabajo, la salud, es necesario que todos nos reconozcamos hijos del Padre que está en el cielo y, por lo tanto, hermanos entre nosotros, y nos comportemos en consecuencia. Esto lo recordaba en el Mensaje para la paz del 1 de enero: el camino para la paz es la fraternidad: este ir juntos, compartir las cosas juntos”.

[8]Así se genera un cierto síndrome, al que Sanmartín (2012), denomina “síndrome de indefensión aprendida” y que se basa en el trípode poder-miedo-sumisión.

[9] En la economía de nuestro tiempo, que ha dejado de ser productiva, las cosas todavía han ido peor. Hoy son legión ya las personas ‘que sobran’ para quienes dirigen los destinos del mundo. Cada vez se produce más con menos productores. ¿Qué es del resto? Buena parte han comenzado a ser ‘superfluos’ (Bauman, 2017).

[10]Capra en su autobiografía relata que fue una solución a los problemas de movilidad de Lionel Barrymore, aquejado de artrosis (Capra, 1997: 245).

[11]Cfr. La discusión sobre la nueva orientación de la filmografía de Capra a partir de Mr. Deeds Goes to Town (1936), https://proyectoscio.ucv.es/actualidad/frank-capra-crisis-economica-y-personas-vigesimoprimera/; Mr. Deeds Goes to Town (1936): una comedia sobre el matrimonio, la amistad y la caridad en la verdad, https://proyectoscio.ucv.es/actualidad/frank-capra-crisis-economica-personas-vigesimosegunda/

[12]Las referencias a Simone Weil, pensadora coetánea a la producción de esta película nos va acompañar. Un estudio muy sólido sobre su obra en encuentra en la tesis doctoral que en su día publicó la profesora Emilia Bea Pérez, con un título en extremo acertado: Simone Weil. La memoria de los oprimidos (Bea Pérez, 1992).

[13]La importancia de divertirse juntos como prueba de enamoramiento es una contribución de las screwball comedies a la que hemos hecho ya reiteradas alusiones. Cfr. Cavell (1981); Echart (2005); Sikov (1989).

[14]Thoreau (2010b:413)

[15]A continuación, aparece el personaje del profesor ruso, Mr. Kolenkhov. Ya hemos comentado en la entrada anterior sus características: su temperamento sombrío e interesado y la transformación que irá experimentando.

[16]Hemos modificado levemente la traducción consultando otras versiones, en esta cita y en las sucesivas..

[17] En nuestros días, en que la economía productiva ha dejado su lugar casi de forma brusca a la economía especulativa y la sociedad de productores ha sido reemplazada a marchas forzadas por la sociedad del consumo, cada vez son menos los que trabajan, dándose lo que en toro tiempo se hubiera tenido por una paradoja: son pobres que trabajan. Pues bien, bajo ellos están los pobres que no trabajan y los primeros miran con recelo a los segundos, porque los ven como potenciales ‘enemigos’ que aspiran a sus miserables puestos de trabajo. Ese recelo es azuzado continuamente por determinados medios de comunicación. Ya no es que los ricos tengan miedo a los pobres; es que los pobres tienen miedo a los que todavía lo son más: a los descolgados de la sociedad de consumo (como diría Bauman).

[18] En la ética del trabajo, el estar desempleado era considerado una anomalía que nacía de una crisis superable o, en la mayoría de los casos, del carácter perezoso de la gente (que, en suma, no quería trabajar).

[19]Resulta ineludible recordar en este punto las reflexiones de José Sanmartín sobre la mala fama de la compasión: “La compasión así entendida es quizás una de las virtudes mayores del ser humano, pese a muchos Nietzsche que siguen sosteniendo sobre sus espaldas ideologías castradoras de la empatía. No hay nadie más anti-empático que el individuo capaz de sumir en el dolor a amplios sectores de la sociedad para beneficiar económicamente a unos pocos; nada más cruel que el individuo al que no le tiembla el pulso al tomar decisiones que pueden conculcar derechos humanos básicos –eso sí– en nombre de objetivos que siempre considera superiores; nada más alejado de la compasión que el individuo que se maneja con cifras y no quiere bajar al terreno de las personas y de sus padecimientos porque ello podría llevarle a desistir de las medidas que considera que ha de adoptar en nombre –de nuevo– de un objetivo superior”. (Sanmartín, 2015: 128). Cfr. también, las reflexiones de Zygmunt Bauman sobre la visita del Papa Francisco a Lampedusa y su invitación a  pedir “la gracia de llorar por nuestra indiferencia, de llorar por la crueldad de nuestro mundo, de nuestros propios corazones y de todos aquellos que, desde el anonimato, toman decisiones sociales y económicas que abren la puerta a situaciones tan trágicas como esta” (Bauman, 2016: 26)

[20]La danza aquí también realiza esa función de crear un vínculo común.

[21]Es una expresión tomada del Salmo 49 de la Biblia: 16. No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: // 17. cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él.

[22]Sorteando el escollo de las falsas pretensiones de redención de lo humano (Sanmartin, 1987 y 1990).

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Profesores de la UCV San Vicente Mártir en el Grado en Filosofía.

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