El descuido de los vulnerables, por E. García-Sánchez
El descuido de los vulnerables en una sociedad perfeccionista y hedonista 1. Infinitos heridos Todos los seres humanos desde que inician su andadura al nacer caminan por senderos de dependencia rumbo a la independencia, nunca al revés. Senderos que necesitan ser atravesados por pasarelas humanas que capaciten al hombre para alcanzar una cierta autonomía, nunca absoluta. Desde siempre, la naturaleza humana viene definida por una característica identitaria: la limitación, la finitud, “todos los hombres son tierra”[1]. Pero simultáneamente aspiramos a la plenitud, anhelamos lo infinito y deseamos lo definitivo: una nueva tierra. En palabras de D’Avenia, el hombre es un “infinito herido”[2], un già ma non ancora. Las privaciones – las heridas- de esa infinitud en su paso por la tierra aumentan el deseo del más allá, y para poder alcanzarlo – el infinito- paradójicamente hemos de asumir una realidad previa: la vulnerabilidad en la tierra. Si fuéramos infinitos